miércoles, 9 de marzo de 2011

NO DEBAÍS A NADIE NADA

No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros, (Romanos 13:8)

No tomemos este versículo como una prohibición general contra cualquier clase de deuda. En nuestra sociedad no podemos escapar de los recibos de teléfono, el gas, la electricidad y el agua Bajo ciertas circunstancias, es aconseja­ble que los discípulos compren su casa utilizando un crédito hipotecario, en vez de pagar la misma cantidad de renta mensual. Además, hoy en día es impo­sible hacer que un negocio prospere sir contraer algunas deudas.
Pero este versículo, sin duda, prohíbe otras prácticas. Por ejemplo, contraer deudas cuando hay escasa posibilidad e pagarlas o pedir dinero prestado para comprar un producto que se deprecia en su valor. Retrasarse en los pagos o inundarse de deudas para comprar artículos que no son esenciales. También prohíbe que nos rindamos a la tentación de gastar excesivo impulsivamente simplemente porque tenemos una tarjeta de crédito. Prohíbe malgastar el dinero del Señor pagando intereses exorbitantes por facturas sin pagar.
Este versículo está en las Escrituras para que no caigamos en las manos de acreedores apremiantes, para librarnos de problemas matrimoniales que a menudo se presentan por gastar excesivamente, y de los tribunales por quiebra o insolvencia, todos éstos son devastadores del testimonio cristiano.
Por lo general, debemos ser responsables de la manera en que manejamos nuestras finanzas y aprender a vivir modestamente dentro de nuestras posibilidades, recordando siempre que el que toma prestado es esclavo del que presta (ver Pr. 22:7).
La única deuda que siempre sigue vigente para el cristiano es la obligación de amarnos unos a otros. Estamos obligados a amar  inconverso y dar a conocer el evangelio (Ro. 1:14), así como amar los hermanos, y a poner nuestras vidas por ellos (1 Jn. 3:1, 6). Esto clase de deuda nunca nos meterá en problemas con la ley. Por el contrario, como Pablo dice, éste es el cumplimiento de la ley.

DIOS SE HIZO VISIBLE


Algunos dicen con ligereza: «Hasta ahora nunca he visto a Dios». Precisamente, ¿quién podría mirar cara a cara a aquel que dijo: me verá hombre, y vivirá"? (Éxodo 33:20).
Sin embargo, Dios se revela a los hombres, pues "las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas medio de las cosas hechas" (Romanos 1:20). Luego Dios se dejó ver y conocer en la perso­na de su Hijo Jesucristo. Varios siglos antes, la Biblia anunció la venida del Hijo de Dios a la tierra, pero la manera en que apareció no enca­ja con la lógica humana. Nació en un establo y no en un palacio; vivió de forma sencilla, humilde, y fue bueno con los demás. Algunos observaron que "no hay parecer en él, ni her­mosura", fue despreciado por sus contemporá­neos y no "lo estimamos" (Isaías 53:2-3). En su vida de perfección se acercó a las personas que lo rodeaban para escucharlas, aliviarlas y curarlas, mostrando así su amor por su criatura (Hechos 10:38). Y además, para salvar a los pecadores, murió en la cruz. Jesús, el Hijo de Dios, fue hombre sin dejar de ser Dios. ¿Quién podía imaginarse ver a un Dios tan poderoso tomar la condición humana para poder visitar a su criatura? ¡Qué profundo misterio! Ese men­saje está dirigido desde hace dos mil años a todos los que necesitan un Salvador. (Buena Semilla, día 14, Enero 2011)

¿CÓMO ESCOGER BIEN?

“Que en todo (Jesucristo) tenga la preeminencia” (Colosenses 1:18).
“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31).
Tenía un poco más de veinte años. Había terminado mi servicio militar y buscaba trabajo. Un día que visitaba a un cristiano anciano, le pregunté cómo hacer para tomar decisiones correctas. Esta pregunta lo dejó un momento pensativo. Luego, levantando hacia mí una mirada bondadosa y profundamente sincera, me dijo:
—Voy a darte un consejo para toda tu vida. Cuando hayas de escoger, no clasifiques los argumentos, los pros y los contras, uno al lado del otro; ponlos más bien en columna, uno debajo de otro.
— Explíqueme, no entiendo cómo...
— Bien, pon primero lo que se hace para obedecer a Dios, para su gloria, lo que respete la enseñanza de la Biblia. Luego pon lo que te permitirá guardar buenas relaciones con los demás, relaciones de rectitud y de estima. Y al final, pon lo que te parezca que sea para tu interés personal.
Este consejo útil para todos los aspectos de la vida es particularmente cierto para decidir el empleo de nuestro tiempo. Tomemos primero un momento para orar al Señor y buscarlo por medio de la lectura de la Biblia. Que Jesucristo tenga el primer lugar; a partir de allí, todo lo demás se ordena y toma su lugar apropiado.
También este consejo es de valor para el uso de nuestros bienes, o más bien para los bienes que el Señor nos confía. Una parte debe serle ofrecida en primer lugar, el resto debe ser administrado con oración y cuidado para sus intereses. Nunca lamentaremos las decisiones hechas por amor a Él.          
 (Creced n° 3/2003 - p. 74-75)

Doctrina Acerca de la Biblia

1. BIBLIOLOGIA


La Revelación.


I.              Introducción
El hombre, desde que perdió su posición privilegiada en el Edén a consecuencia de su desobediencia,  no puede alcanzar ni un ápice en el conocimiento de su Creador.  Ni siquiera si aplicamos todo nuestro intelecto, ni siquiera si juntamos a todos los sabios que este mundo ha dado, podemos llegar a conocer algo de Dios (Job 11; 7). Por tanto, como somos incapaces de conocerlo, el hombre lo niega de todas las formas posibles. El único que puede comprender  todo lo que significa nuestro Creador es el Espíritu Santo (1 Corintios 2:10).
Pero Dios no ha querido quedar sin comunicarnos su plan de salvación. En la misma naturaleza dejó escrito su revelación y a través de su Palabra nos ha dejado una más específica. La primera la conoceremos como revelación “Natural” o “General” y la segunda  como revelación “Especial”.
De estos dos modos Dios se ha provisto comunicarnos su plan de Salvación, de modo que puede llegar hasta el hombre que nunca ha conocido el Evangelio y hasta el hombre más instruido que exista en el planeta.

II.            Revelación General.

Esta revelación no llega en forma directa o verbal. Dios la puso en la naturaleza, ya que ella muestra la gloria de Dios. Dios habla por medio ella, en la fuerza de la misma. Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, dice: “Porque las cosas invisibles de él,  su eterno poder y deidad,  se hacen claramente visibles desde la creación del mundo,  siendo entendidas por medio de las cosas hechas,  de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20). Es mas, puso en el corazón la ley   (Romanos 2:14) que le permite discernir entre lo bueno y lo malo, de modo que no tienen escusa ante la Justicia de Dios. “Esta revelación general nunca ha sido exclusivamente natural, sino que tiene dosis de sobrenatural”. Incluso antes de la caída del ser humano, Dios se reveló a éste en forma sobrenatural. Durante la historia, Dios se reveló repetidamente de este modo y fuera de la esfera de la Revelación especial. (Leer Génesis 20: 3ss, Génesis 40: 5ss, Génesis 41: 1ss, Jueces 7:13, Daniel 2:1ss, Salmo 19:1,2).
El problema con esta revelación es que tiene ciertos límites.  Comprueba  Su existencia, y algunos aspectos de Su carácter, pero no revela todo lo  que necesitamos saber acerca de Dios.

III.           Revelación Especial.
Debido al accidente ocurrido en el Edén, con la introducción del pecado, la revelación General no es suficiente para conocer al Dios y sus designios. Además, el hombre quedó  sujeto a los poderes de las tinieblas y a la ignorancia, del error y la incredulidad y ceguera, que  nos impide  entender adecuadamente la revelación original. El hombre, en su calidad de pecador, ha pervertido la revelación original y se deleita  incluso en cambiar la verdad de Dios, siguiendo los designios de Satanás. Por lo tanto, es necesario que Dios se manifieste en forma especial. En la actualidad esta revelación especial está totalmente reflejada en la Biblia. Todas las formas que Dios se manifestó Dios para  dejarnos su revelación están en este Libro Santo
¿Qué persigue esta revelación? Esta revelación tiene cuatro propósitos. (a) Corregir e interpretar las verdades que se recolectan  de la revelación General. (b) Iluminar al ser humano para que pueda volver a entender el testimonio de Dios en la naturaleza. (c) Proveerle al ser humano una revelación del amor  redentor de Dios. (d) Cambiar totalmente la condición espiritual del ser humano, redimiéndolo del poder del pecado y dirigiéndolo de vuelta a una vida de comunión con Dios.

¿Cuáles son los medios que Dios utilizó?

La Suerte: Hoy en día  no se estimaría muy favorable el uso de la suerte, sí sirvió para comunicar el pensamiento de Dios. Revisar los siguientes pasajes: Proverbios 16:33, Hechos 1: 21-26, Levítico 16:8 – 10, 1 Samuel 14:40-43, Jonás 1:7, Lucas 1:9.

Urim y Tumin: El Pectoral que usaba el sumo sacerdote era una pieza cuadra de un material primoroso que estaba doblado a la mitad y abierto en la parte de arriba como una bolsa. Este pectoral estaba adornado con piedras preciosas que tenían grabados los nombres de las tribus de Israel. Posiblemente son dos piedras preciosas que se guardaban en el interior de esta bolsa, que se usaban para determinar la voluntad de Dios. Urim y Tumin significa luces y perfecciones.  Revisar: Éxodo 28:30, Número 27:21, Deuteronomio 33.8, 1 Samuel 28:6, Esdras 2:63

Sueños: Dios usó los sueños para comunicarse muchas veces durante el A.T., y lo hará de nuevo en el tiempo de la segunda venida de Cristo (Génesis 20:3,6, Génesis 31:11-13,24, Génesis 40-41, Joel 2:28). Los no creyentes han experimentados  sueños dados por Dios (Génesis 20:3, Génisis 31:24, Daniel 2).

Visiones: Es aquello que Dios muestra de forma sobrenatural al espíritu o a los ojos corporales. En la Biblia no siempre se distingue netamente entre visiones y sueños, pero señala la gran diferencia entre las visiones vanas (Job 20:8; Isa 29:7) y las visiones de los profetas de Jehová. Las visiones pueden dirigirse a los sentidos por mediación de un objeto externo, por ejemplo, Moisés vio la zarza ardiente (Éxodo 3:3).

Pueden también presentarse a la imaginación, sin el concurso de los sentidos. Ezequiel tuvo una visión de cuatro seres vivientes (Ezequiel1:4-28). La visión se dirige en ocasiones sólo a la inteligencia. Un ejemplo es la revelación de las semanas (Daniel 9:20-27). Las visiones no están reservadas únicamente a los santos; hubo paganos que las tuvieron (Números 24:4, 16; Daniel 2:3-23; Isaías 1:1; Isaías 6:1; Ezequiel 1:3; Hechos 10:3,17; Hechos. 26:13-19; 2 Corintios. 12:1-4)

Teofanías: Antes de la encarnación en la persona del Señor Jesucristo, Dios asume la forma humana, para llevar un mensaje personalmente. Las Teofanías se asociaban  con la aparición del Ángel de Jehová, quien comunicaba el mensaje divino a las personas. Revisar los siguientes pasajes: Génesis 16:7-14; Génesis 18; Éxodo 3:2; 2ª Samuel 24:16; Zacarías 1:12; Génesis 32:24-30; Daniel 3:25; Josué 5:13-15; Éxodo. 33:18-23; Ezequiel.1:1; Apocalipsis 19:11-13; Daniel. 7:13,22

Ángeles: Dios usa a los Ángeles para llevar su mensaje a las personas o para  tareas de ayuda de los suyos o ejecutar juicios. Revisar: Daniel 2:10-11; Lucas 2:10-11; Apocalipsis 1:1; Apocalipsis 19:1; Hechos 12:7,23.

Profetas: Los profetas del A.T. fueron portadores del mensaje de Dios a la humanidad o a una persona, al igual que los profetas del N.T. Ellos hablaban con autoridad porque comunicaban la Palabra del señor.
Un predicador o maestro de hoy en día no se le puede calificar de profeta tal como es expresado en la Escritura; pero lo es en el sentido  que él proclama o explica la palabra de Dios, previamente dada y escrita (2 Samuel 23:2; Zacarías 1:1; Efesios 3:5)

Eventos: La Actividad de Dios en la historia constituye una vía de revelación. El librar al pueblo de Israel de Egipto reveló los hechos justos de Dios, de acuerdo a Miqueas 6:5. Los actos de juicio revelan quién es Dios (Ezequiel 25:7); y la encarnación de Cristo exhibió a Dios (Juan 1:14). Estos eventos tienen que ser históricos y basados en hechos para que también sean comunicativos; porque hoy algunos están poniendo la fe existencial antes que la histórica. En otras palabras, están intentando crear la revelación aparte de los hechos históricos. No sólo tienen que ser históricos los eventos, sino que además tienen que ser interpretados por medio de la inspiración divina si es que vamos a entender su significado en forma precisa. Por ejemplo, muchas personas fueron crucificadas, ¿cómo sabemos que la crucifixión de un Jesús de Nazaret pagó por los pecados del mundo? La Palabra de la revelación especial clarifica e interpreta correctamente el significado de los eventos

Jesucristo: La encarnación de Jesucristo fue una avenida sumamente importante de revelación especial. En esta se puede ver que: (a) El explicó al Padre (Juan 1:14); (b) Reveló la naturaleza de Dios (Juan 14:9); (c) El poder de Dios (Juan 3:2); (d) La sabiduría de Dios (Juan 7:46); (e) La gloria de Dios (Juan 1:14); (f) La vida de Dios (1 Juan 1:1–3); (g) y el amor de Dios (Romanos 5:8). Nuestro Señor hizo todo esto por Sus hechos (Juan 2:11) y Sus palabras (Mateo 16:17).

La Biblia: Es la más inclusiva de todas las avenidas de la revelación especial, porque ella contiene en forma permanente muchos aspectos de las otras avenidas. Dios indudablemente dio otras visiones, otros sueños, y otros mensajes proféticos que no fueron incluidos en la Biblia, no sabemos ninguno de sus detalles (Juan 21:25). La Biblia, es tanto el registro de los aspectos de la revelación especial como la revelación misma. La revelación en la Biblia no solamente es inclusiva, sino que también es precisa (Juan 17:17), progresiva (Hebreos 1:1), y con propósito (2 Timoteo 3:15–17).

IV.          Algunas consideraciones

La Revelación Especial está contenida en la Biblia y contiene un registro de la revelación de Dios a través de las edades,  culminando en la máxima expresión de revelación de Dios en la Persona de Cristo (Hebreos 1:1-2).  Esta revelación nos dice todo lo que necesitamos saber acerca de Dios, el ser humano, la creación y la salvación.
Debemos notar ciertos detalles acerca de esta revelación especial: (a) Es una revelación en la cual Dios se manifiesta, y nos enseña como es.  (b) Lo hace en diversas formas; pero la fundamental es por medio de proposiciones (Juan 3:16; Romanos 3:23).  (c) Es una revelación en la cual Dios usa diversos medios de comunicación: Ángeles, Teofanías, sueños, visiones, eventos históricos, la persona de Cristo.  (d) En esta revelación intervienen los profetas (A.T.), Cristo (evangelios) y los apóstoles (N.T.).

Es particular. Esta revelación está disponible ahora solamente al consultar las Sagradas Escrituras. La revelación especial es específica. Dios se revela a Su pueblo. Este pueblo de Dios son los hijos de Abraham, sea por descendencia natural (Génesis. 12:13) o espiritual (Gálatas 3:16, 29).

Es progresiva. En el testimonio de la historia bíblica Dios se da a conocer, y da a conocer Su voluntad y Su verdad, en forma progresiva, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, es una revelación de menor a una más completa (Hebreos 1: 1-3).

Es verbalizada o proposicional. En reconocimiento a la limitación humana, Dios escogió desde el principio darse a conocer en una manera directa. Dios ha entrado en este mundo a través de la historia. Dios ha actuado y ha hablado para redimir a la raza humana del mal que ésta se había acarreado sobre sí misma. Mediante milagros, el éxodo, y finalmente por medio de Jesucristo, Dios se ha revelado en la historia. Vale la pena subrayar que la revelación especial incluye no solamente los actos de la historia, sino también la interpretación profética/ apostólica de esos eventos.

Por último, existe lo que llamaremos Revelación Individual. Esta es la revelación que Dios concede al ser humano, para que venga a conocerlo personalmente.  Es mediada por el Espíritu Santo, es Él el que opera en cada uno de nuestros corazones para convencernos que somos pecadores y que necesitamos ser salvados de la condenación eterna. Es él, el que nos induce acercarnos al Señor Jesucristo y reconocerlo como Salvador personal.  

El Verdadero Discipulado

Capítulo 3: Impedimentos al Discipulado.



Cualquiera que se propone seguir a Cristo puede estar seguro que se le brindarán maneras de eludir la responsabilidad. Se le concederán innumerables oportunidades para devolverse. Oirá voces que le llaman ofreciéndose para restarle algunas pulgadas de su cruz. Doce legiones de ángeles estarán listas para sacarle del camino de la abnegación y el sacrificio.
Esto lo ilustra en forma notable el relato de los tres discípulos en perspectiva que permitieron que otras voces tomaran el primer lugar en vez de obedecer la voz de Cristo (Lucas 9:57-62).
Tres personajes anónimos se enfrentaron a Jesús. Sintieron un impulso interno de seguirle. Pero permitieron que algo se interpusiera entre sus almas y la completa dedicación al Señor.

Señor Apresurado.

El primer hombre ha sido llamando señor apresurado. Se ofreció entusiastamente para seguir al Señor: “adonde quiera que vayas”.  Ningún costo sería demasiado alto. Ninguna cruz le sería demasiado pesada. Ningún camino sería demasiado escarpado.
A primera vista parece que la respuesta de Jesús no tenía conexión con la oferta espontánea del señor Apresurado. Jesús le dijo: “Las zorras tienen guaridas y las aves de los cielos nidos, mas el Hijo del hombre no tiene donde recostar su cabeza”. Realmente fue una respuesta muy adecuada. Fue como si hubiera dicho: “Dices que estás dispuesto a seguirme a todo lugar, pero ¿estás dispuesto hacerlo sin las comodidades materiales de esta vida? Las zorras tienen más comodidades que yo. Los pájaros tienen nidos que pueden decir es su nido. Pero yo vago sin hogar en este mundo que mis manos formaron. ¿Quieres sacarificar la seguridad  de un hogar para seguirme? ¿Quieres renunciar a las comodidades  legítimas de esta vida con el fin de servirme devotamente?
Es claro que el hombre no estaba dispuesto, porque no oímos más de él en las Sagradas Escrituras. Su amor por lo terrenal fue mayor que su dedicación a Cristo.

Señor Tardío.

El Segundo hombre ha sido llamado señor Tardío. No se ofreció en forma voluntaria como el señor Apresurado. Más bien el Salvador lo llamó a que le siguiera. Su respuesta no fue un rechazo de plano. La realidad es que quería hacer algo primero. Ese era un gran pecado. Puso su pretensiones por sobre las demandas por sobre las demandas del Señor. Notemos su respuesta: “Señor déjame que primero vaya y entierre a mi padre”.
Ahora bien, es perfectamente legítimo que un hijo muestre un respeto natural por sus padres. Y si su padre ha muerto es ciertamente una obligación del cristiano darle una sepultura decente.
Pero, las legítimas acciones de la vida llegan a ser pecaminosas cuando se anteponen a los intereses del Señor Jesús. La verdadera ambición de este hombre queda expresada en su clara petición: “Señor… primero…” El resto de las palabras era un mero disfraz del deseo de su corazón de poner primero su yo.  Evidentemente no se dio cuenta que las  palabras “Señor,… yo primero…” son un absurdo moral y una imposibilidad. Si Cristo es el Señor, entonces El debe ser primero. Si el pronombre personal “yo” está sobre el trono entonces ya no es Cristo quien manda.
El Señor Tardío  tenía algo que hacer y permitió que eso tomara el primer lugar. Por lo tanto fue correcto que Jesús le dijera: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve y anuncia el reino de Dios”. Podríamos parafrasear sus palabras de la siguiente manera: “Hay cosas que los muertos espirituales pueden hacer como los creyentes. Pero hay otras cosas que solamente un  creyente puede hacer. Cuida de no pasar tu vida haciendo las cosas que el no creyente puede hacer tan bien como tú. Deja que los muertos espirituales entierren a los muertos físicos. Pero a ti te necesito. Que el principal impulso de tu vida sea el progreso de mi causa sobre la tierra”.
Parece que el precio era demasiado alto para el señor Tardío. Sale en anónimo silencio del escenario del tiempo. Si el primer hombre ilustraba las comodidades temporales como uno de los impedimentos para el discipulado, el segundo nos habla de una actividad o un trabajo que ocupa un lugar preferente con respecto a la principal razón de existir del cristiano.
No hay nada de malo en un empleo secular. Es la voluntad de Dios que el hombre trabaje para proveer lo necesario para sí y su familia. Pero la vida del verdadero discipulado exige que el reino de Dios y su justicia se busquen en primer lugar; que un creyente no pase su vida haciendo lo que el no creyente podría hacer tan bien o mejor que él, y que la función del trabajo es solamente proveer para las necesidades normales de la vida, siendo la principal vocación del cristiano anunciar el reino de Dios.

Señor Liviano.

El tercer hombre ha sido llamado señor Liviano. A semejanza del primer hombre se ofreció voluntariamente para seguir a Cristo. Pero también a semejanza  del segundo usó las contradictorias palabras “Señor,… yo primero…”. Dijo: Te seguiré Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa”.
Una vez más debemos admitir que tomada aisladamente esta petición no tiene nada de malo. No es de ninguna manera contrario a las leyes de Dios demostrar un cariñoso interés por los familiares u observar las reglas de urbanidad cuando  uno se aleja de ellos. Entonces ¿en qué falló este hombre? Fue en esto: dejó que los tiernos lazos de la naturaleza ocuparan el lugar que corresponde a Cristo.
Y así, con visión penetrante, el Señor Jesús, dijo: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.” En otras palabras, “mis discípulos no son tan egocéntricos, ni de ideas tan volubles como tú has demostrado ser. Yo necesito personas que quieran renunciar a los lazos familiares, que no sean distraídos por parientes sentimentales, discípulos que me pongan por sobre cualquier otra persona en su vida.”
Concluimos forzosamente que el señor Liviano dejó a Jesús y se alejó tristemente por el camino. Sus confiadísimas aspiraciones de ser un discípulo se hicieron mil pedazos al chocar con la roca de los lazos familiares. Quizás era una madre llorosa la que le dijo lastimeramente: “Harías estallar el corazón de tu madre si me dejas para irte al campo misionero”. No lo sabemos. Todo lo que sabemos es que la Biblia, misericordiosamente omite el nombre de este pusilánime que volviendo atrás, perdió la mayor oportunidad de su vida y se ganó e epitafio de “No apto para el reino de Dios.”

Resumen.

Entonces tenemos que estos son tres impedimentos básicos para el discipulado, ilustrados por tres hombres que no quisieron seguir las exigencias del camino de Cristo:
·         Al señor Apresurado. El amor por las comodidades terrenales.
·         Al señor Tardío: La precedencia de un trabajo u ocupación.
·         Al señor Liviano: La prioridad de los lazos familiares.
El Señor Jesús siempre ha llamado y aún llama hombres y mujeres que le sigan heroica y sacrificialmente dejando todo. Las vías de escape aún se presentan diciendo con palabras tentadoras “¡Cuídate! ¡Esto no es para ti!”. Pocos están dispuestos a responder.

Jesús, he tomado mi cruz
Por seguirte todo he dejado
Jesús, he tomado mi cruz
Por seguirte todo he dejado
Desnudo, pobre, despreciado,
Desde ahora mi todo eres Tú.
Perecido ha toda ambición,
Lo que buscaba y anhelaba,
Pues riquezas que no esperaba,
Dios y el cielo, son mi posesión.

Que el mundo me deje y desprecie,
Lo hicieron con mi Salvador.
El engañoso corazón
Contra mí su ataque arrecie
Más de Dios, la ciencia y poder
En medio de mi lucha tenaz,
Vence al Enemigo, a Satanás,
Y Su gozo inunda mi ser.

EL SACRIFICIO DE ABEL

Génesis 4; Hebreos 11:4


Si tomamos la historia del jardín de Edén en su conjunto, veremos en ella un todo en el más pleno sentido, y un sucinto pero completo cuadro de los caminos de Dios. El hombre puesto bajo responsabilidad, e incluso bajo la ley, fue pecaminoso, y mostró ser un verdadero pecador; y fue echado fuera del lugar de residencia, donde Dios lo visitaba para tener comunión con Él. Pero Dios no lo envió fuera para comenzar un nuevo mundo lejos de Él mismo sin dar el más pleno testimonio a la soberana gracia que hizo frente al mal. La desnudez del hombre era la expresión de la inocencia que se había perdido. La vergüenza y la culpa, y un temor culpable de la presencia de Dios, constituían ahora el estado del hombre: Dios en su soberana gracia resolvió esto. Vistió a Adán con aquello que provino de la muerte, y Sus ojos tenían Su propia obra ante Él. Esto no decía que el hombre estuviese desnudo en sí mismo, sino que Dios mismo, habiendo tomando conocimiento de ello en gracia, había cubierto su desnudez. El presente estado fue perfecto y plenamente provisto, y el poder del mal juzgado en el futuro. De aquí en adelante el poder de la simiente de la serpiente sería destruido.
            Pero el hombre, echado fuera así de delante de Dios, con la inocencia perdida, comenzó un nuevo mundo, y entonces surgió necesariamente la pregunta: «¿Puede tener el hombre algo que decir a Dios?; y ¿cómo?» Ahora bien, es claro que si Dios obró en el hombre, Él no podía ni por un momento ser indiferente a lo que había sucedido; y más claro aún es el hecho de que Dios no podía ser indiferente al estado del mal que había llevado al hombre adonde se encontraba ahora, y que fue expresado por lo que él era en pecado y lejos de Dios. Aquello que era el triste resultado para el hombre, Dios lo vio como el mal estado en él.
            La expulsión del paraíso puso al hombre en una vía judicial fuera de aquel lugar, aunque no de manera irrecuperable. Él estaba allí moralmente, y surgió la pregunta: « ¿Podía acercarse a Dios?» En realidad, ahora no podía, mientras fuere insensible al estado en el cual había entrado; en éste permanecería aún tan alejado de Dios como siempre, y Dios, en Su gobierno y testimonio públicos, no podía dar testimonio de recibir al hombre en ese estado. Y ésta es la nueva plataforma sobre la que se hallan Caín y Abel: la de un acercamiento a Dios hallándose en un estado que fue el resultado de la expulsión de Su presencia. ¿Nos acercamos a Dios como si nada hubiese pasado, en relación con las circunstancias y los deberes cotidianos del lugar en el cual hemos entrado, o, en cambio, conscientes de la pecaminosidad de este estado, conscientes de nuestra caída, y elevando nuestras miradas a Dios en nuestras conciencias como aquellos que las hemos adquirido por el pecado? Todo cristiano lo sabe. Y nótese bien aquí, que no se trata de pecado cometido, sino de la conciencia de nuestra verdadera condición delante de Dios.
Caín va a Dios con el fruto de su esforzada labor (el hombre había sido enviado para cultivar la tierra). Tal es el verdadero estado práctico del hombre echado fuera. En Abel, en cambio, la fe tenía sus percepciones. El pecado había entrado, y, por el pecado, la muerte; y la fe lo reconocía. “Ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado” (Hebreos 9:26). Esto no era la purificación de los pecados actuales cometidos por el individuo. De éstos se habla inmediatamente después como un tema aparte y distinto, que agrega el juicio, pero un juicio ya pronunciado para aquellos que miran a Él como Aquel que llevó nuestros pecados, Aquel que vino a ser Él mismo el Juez (Hebreos 9:26-28).
Tenemos cuatro mundos, por así decirlo, en este aspecto:
1.   El huerto de Edén
2.   Un mundo ya no más inocente, sino un hombre apartado de Dios y echado fuera hacia un lugar donde el pecado y Satanás reinan.
3.   Un mundo en el cual Cristo reina en justicia, y
4.   Los nuevos cielos y la nueva tierra, donde mora la justicia.
            Tenemos un mundo inocente (que ahora ya pasó) donde el hombre fue probado sin el mal en él por la simple obediencia. El mundo final, basado en la justicia, que nunca cambia en su naturaleza, y que no puede cambiar en su estabilidad moral
Pero tan pronto como el pecado había entrado y caracterizado el mundo y el estado del hombre, los términos sobre los cuales el hombre podía estar con Dios debían ser cambiados, por cuanto Dios no podía cambiar. El hecho de que un Dios santo y una creación pecaminosa tuviesen que estar en los mismos términos, como si ésta fuese inocente, simplemente no podía ser. La libre y feliz comunión sería imposible. Podía haber un clamor por gracia de parte del hombre (un reto por el terreno sobre el cual el hombre se hallaba), pero no una libre relación. Que Dios sea amor, no altera este hecho. Su amor es un amor santo, pues Él es luz; pero “los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Juan 3:19).
Admito y creo que el libre y soberano amor de Dios originado por sí mismo, constituye la fuente de todo nuestro gozo, esperanzas y bendiciones, eternos e infinitos como lo son. Pero Dios ejerce ese amor mediante la introducción de un Mediador en la muerte: no aquí mediante el derramamiento de sangre para pagar la culpa, sino en la perfecta entrega de Sí mismo a Dios en lo que era la muerte, como tal, y el fruto del pecado. Se ofreció la gordura (Génesis 4:4) así como la sangre, pero no ofrecida como tal para perdón, sino para aceptación en Otro, el cual se dio a sí mismo completamente a Dios en la muerte, la cual había entrado. Y adviértase que las almas podían acercarse a Dios: cada cual venía con su ofrenda.
Caín vino como si nada hubiese pasado, y tanto así que trajo a Dios como ofrenda lo que era señal del estado arruinado en el cual había entrado, pero que él no reconocía como de ruina. No había fe en ello. En Abel sí la había. Él ofreció por la fe ―la cual reconocía que la muerte había entrado por el pecado―, pero que Otro se había dado a Sí mismo por él, una ofrenda hecha por fuego de olor grato. Porque hay dos cosas: “Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados” (Apocalipsis 1:5) y “Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (Efesios 5:2). La primera había de purificar los pecados precedentes; la otra señalaba el valor y la preciosura de Aquel en quien somos aceptos, “aceptos en el Amado” (Efesios 1:6). Ahora bien, se trataba de una cuestión de aceptación al venir delante de Dios; y Dios no aceptó a Caín. Él aceptó a Abel; pero el testimonio fue dado de sus dones. Abel fue acepto, pero el testimonio de Dios era respecto a lo que él trajo: la vida de otro en todas sus energías y perfección entregada a Dios en la muerte.
            Otra cosa debemos observar aquí: no se trataba de Dios que presentaba algo al pecador. Eso era una “propiciación por medio de la fe en su sangre” (Romanos 3:25). Aquí se trata de Abel que se presenta a sí mismo a Dios, pero viniendo mediante la aceptación y perfección de Otro que se había dado a sí mismo por él. Y esto es propiciación. Ahora, decir que Dios podía recibir a un pecador tal como si recibiera a una persona inocente, equivale a decir que Dios es indiferente al bien y al mal. Y adviértase aquí que no se hizo una diferencia conforme a un cambio interior que los ojos de Dios hayan visto (aunque sí había tal cambio, pues la fe estaba obrando en el  corazón de Abel), sino una estimación judicial de parte de Dios, de los dones que Abel trajo, de Cristo en figura, de Cristo ofrecido en sacrificio; y para esto tenemos la expresa autoridad de la Epístola a los Hebreos. Se trataba de un sacrificio propiciatorio como fundamento de la aceptación delante de Dios; de lo contrario, faltaría toda la base de la posición de un mundo caído, toda la base moral de la preferencia de Abel a Caín.
Se admite que el amor, el amor que elige, puede haber estado allí; pero el fundamento de la aceptación, tal como la Escritura lo declara (véase Hebreos 11) faltaría si el sacrificio propiciatorio no fuese aceptado. Para ganar la justicia segura delante de Dios, y para la aceptación del creyente, conforme al valor que es en Cristo, Él se ofreció a sí mismo absolutamente sin mancha para gloria de Dios. “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y en seguida le glorificará” (Juan 13:31-32). La fe creyó en esto entonces, y halló su fruto. Abel fue acepto, y lo fue distintivamente sobre la base de lo que trajo, de sus dones. Caín no trajo ninguna de esas ofrendas; él tenía que ser aceptado en sí mismo solamente, y no lo fue. La fe mira a este sacrificio, y encuentra aceptación y bendición conforme al valor de Cristo a los ojos de Dios.
Sólo quisiera agregar ahora que Dios nos dio a Cristo para este fin. Él “envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1. ª Juan 4:10). En ello está la obra del amor que se genera a sí mismo, pero la obra efectiva del sufrimiento consiste en llevar a cabo en justicia ese amor. Dios no permita que debilitemos la confianza en el amor del Padre. “El que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.” “Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros” (1. ª Juan 4:16).
Es, pues, cierto que Abel ―estando el hombre caído― buscó el rostro de Dios y su aceptación delante de Él mediante un sacrificio, de cuyo valor Dios dio testimonio, “por lo cual alcanzó testimonio de que era justo” (Hebreos 11:4). Fue un sacrificio que reconoció que la muerte había entrado, pero que, como fue presentado, llevaba el carácter de Aquel que se ofreció a sí mismo para gloria de Dios. No estaban en tela de juicio los pecados actuales, sino el estado del hombre y su aceptación delante de Dios sobre la base de la muerte mediatoria, en la cual la propia gloria de Dios solamente fue buscada por parte del hombre en obediencia, y en la cual el don más elevado de la gracia resplandeció por parte de Dios en amor.
Pero aquí, en directa relación con nuestro tema, hay otro punto, menos abstracto, posiblemente más estrecho en cuanto a sus resultados, pero que trata más directamente con la conciencia, y de ahí su necesidad actual. Si un hombre cree de corazón (es decir, convencido de su culpa) en el Señor Jesucristo, no vendrá a juicio; sabe que es perdonado y justificado, que tiene paz con Dios, y se regocija en la esperanza de Su gloria, y confía en Dios para toda su senda hasta el fin. “Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad” (Salmo 32:2): no que no haya cometido ninguna, sino que ha sido llevada por Otro. Otro ha sido sustituido en su lugar por gracia, El cual tomó el cargo de la culpa sobre sí mismo, “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1.ª Pedro 2:24). No se trata aquí de la base sobre la cual se halla el género humano delante de Dios, como en el caso de Abel, y que, como principio general, reconoce toda la verdad; sino de pecados actuales cometidos, con los cuales trató y los cuales quitó de la presencia de Dios Aquel que fue “molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5).
Ahora bien, esto, llámelo por la palabra que le plazca, era Una persona puesta en el lugar de otra, y que luego de esa manera toma los pecados y sus consecuencias sobre Sí mismo para que éstos no recaigan en lo más mínimo sobre la persona, que era ella la culpable, en juicio o en consecuencias penales. Pero ellos sí recaen sobre todos aquellos que no se hallan bajo este beneficio sustitutorio, y con los tales Dios entra en juicio respecto de ellos. Pues del pueblo de Dios será dicho: “Como ahora”, no lo que los hombres han hecho, sino “¡Lo que ha hecho Dios!” (Números 23:21-23).
            La sustitución, pues, es una verdad que la Escritura enseña con máxima certeza; es decir, una persona asumiendo el lugar de otra, Cristo llevando los pecados del individuo en Su propio cuerpo sobre el madero, siendo molido por ellos en lugar del culpable, el cual es curado por las llagas que Cristo recibió. Pues “todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6).
  
(Bible Treasury vol. 17, p. 321-323)

La Biblia - Resumen de Sus 66 Libros

Josué.

"Yo os he entregado, como la había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie."  Josué 1:3



Josué significa 'Jehová-Salvador', el mismo nombre que Jesús en la lengua Griega. Este es un libro de conquista y victoria combativas. Israel es visto tranquilamente dependiendo de Dios, no precipitándose con impaciencia a la batalla, sino con tranquila deliberación tomando cada paso como conducidos por la Palabra de Dios. Ellos entran en la Tierra Prometida luego de cruzar en forma divina el río Jordán, un tipo de la muerte y la resurrección de Cristo como unido con Su pueblo. Cada enemigo, por su parte, debe ceder el paso al poder de Dios entre Sus ejércitos. Aunque hubo dolorosos reveces para Israel debido a su falta de fe, con todo, el tema general es el de la toma de posesión de la tierra que Dios les había dado, y esto desposeyendo a sus enemigos.
El libro se compara con Efesios en el Nuevo Testamento, porque la tierra de Canaán habla de "lugares celestiales", el presente bendito ámbito a donde los creyentes son llevados "con Cristo Jesús". Nuestras bendiciones están en los lugares celestiales (Efesios 1:3); nuestra posesión está allí (Efesios 2:6); y nuestro conflicto también está allí (Efesios 6:12). Y para que nosotros tomemos posesión apropiada de nuestras posesiones, debemos vestirnos de "toda la armadura de Dios", por medio de la cual resistir y derrotar las huestes de Satán, quien obstaculizaría nuestro gozo de lo que es correctamente nuestro.
Por consiguiente, la Palabra de Dios debe ser nuestra meditación "de día y de noche" (Josué 1:8). Y Josué es un tipo de "Cristo en Vosotros" (Colosenses 1:17), es decir, en todos Sus santos, conduciéndoles en victoria sobre todo el poder del enemigo.
Permitamos que, por medio de la fe, nuestros pies se posen en esa buena tierra, y la hagamos nuestra por   experiencia.


Jueces

"En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía." Jueces 21:25

Jueces es un triste contraste con Josué. Trata del tiempo cuando una sucesión de Jueces sucedió a Josué como gobernadores de Israel en su tierra. Pero su tema principal es el del fracaso de Israel en tomar posesión de toda su tierra. En cambio, por la indiferencia o la debilidad (o ambas), ellos no expulsaron a los enemigos de Dios, de modo que aquellos enemigos a menudo, una y otra vez, llevaban a Israel a someterse a ellos. Una y otra vez, por la desobediencia a Dios, fueron vencidos por enemigos, con todo, en cada ocasión Dios, en maravillosa misericordia, levantaba un libertador para ellos.
Esto nos recuerda aquellos libros en el Nuevo Testamento, tales como Gálatas y 1 Corintios, escritos debido a la necesidad de seria reprobación y corrección. Aunque nosotros podemos, en cierto grado, estar disfrutando de la verdad pura de la Palabra viva de Dios, nuestra herencia -aquella gran tierra de los lugares celestiales con sus innumerables bendiciones - permanece en gran parte sin ser poseída por los santos de Dios. La falta de fe, la falta de energía espiritual, la falta de genuino amor por Cristo, nos han dejado demasiado indiferentes a la preciosa plenitud de las posesiones que son apropiadamente nuestras.
El último versículo del libro de Jueces, citado arriba, enfatiza la desagradecida independencia de Israel en aquellos días, cada uno haciendo lo que bien le parecía. Un espíritu de insubordinación a la debida autoridad dejará a cualquiera de nosotros igualmente estériles en cuanto a prosperidad espiritual.

 

Rut

"Respondió Rut: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti: porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios." Rut 1:16

El nombre Rut puede significar 'satisfecha' o 'belleza', cualquiera de los cuales parece muy apropiado. Este es un libro estimulante, escrito durante la época de los jueces, como una joya brillante y resplandeciente puesta en un fondo muy oscuro. Noemí, quien con su marido e hijos había salido de Israel, lugar de habitación que Dios les había fijado, eventualmente está en Moab, privada de su marido y ambos hijos. Ella es un retrato de la nación de Israel fuera de su tierra, desolada y sin esperanza.
Rut, no obstante, su nuera, es una Gentil, una Moabita, inhabilitada como tal de entrar en la congregación de Israel por diez generaciones. Con todo, Rut es también un tipo de los judíos, en el mismo lugar degradado que los Gentiles ‑ no como el pueblo de Dios. Pero en ella vemos una fe nueva, preciosa, humilde, despertada en el Dios de Israel, de modo que si en Noemí se ve el estado desolado y sin esperanza de Israel, en Rut se ve la nueva fe del remanente piadoso de Israel.
Y Booz ("en él hay fortaleza"), varón poderoso y rico, es un tipo del Señor Jesús. Él, por gracia, anima a Rut de tal modo que finalmente, debido a que es un "pariente - redentor", ella es traída felizmente a la comunidad de Israel por el matrimonio con él. Y Noemí también comparte el gozo y la bendición del resultado de esto.

 

1 Samuel

"Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón." 1 Samuel 16:7

Samuel es el primero de los profetas que fueron levantados por Dios debido al grave fracaso del sacerdocio. Los sacerdotes eran sucesorios, no así los profetas; el de ellos era un llamamiento estrictamente personal de Dios. Pero el fiel cuidado de Samuel para con Israel no fue correctamente apreciado, y ellos exigieron un rey. Dios les permitió su propio camino, y les dio la clase de rey que ellos desearon, Saúl, quien de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo. Él comenzó bien, pero decayó rápidamente en todo propósito de obedecer a Dios; y Dios decretó en el capítulo 15:26 que su reinado debía cesar.
En el capítulo 16, David fue ungido rey por Samuel, aunque aún no asumió el trono; porque Dios, le permitió a Saúl ocuparlo por algún tiempo. Saúl se volvió con fiereza contra David, determinado a matarle. En esto David es un tipo de Cristo, ungido como el rey de Dios, sufriendo el rechazo, esperando pacientemente el tiempo en que Dios mismo ordenará de tal forma los eventos que él podrá asumir el trono.
Así Dios permite en el presente a los gobiernos humanos su dominio, mientras que Él ha determinado que sólo a Cristo se le puede confiar el lugar de autoridad soberana en el mundo. El libro finaliza con la triste historia de la muerte de Saúl y sus hijos. No se puede permitir que el hombre en la carne permanezca.



2 Samuel

"El Dios de Israel ha dicho, Me habló la Roca de Israel: Habrá un justo que gobierne entre los hombres, Que gobierne en el temor de Dios." (2 Samuel 23:3)


Este libro describe el reino de David. Elevado solamente al trono de Judá al comienzo, él reinó en Hebrón por siete años y medio; luego también sobre las otras tribus de Israel por treinta y tres años más. Él es un tipo de Cristo sometiendo gradualmente por medio de la conquista a todas las naciones alrededor de Israel. Esto se ve particularmente en los primeros diez capítulos.
Sin embargo, desde el capítulo 11 en adelante vemos un contraste triste y sorprendente con esto, pues el mismo rey David fracasa por completo en representar a Cristo. Así somos enfrentados a las dolorosas lecciones de su actuar contrario a los benditos principios del reino del Señor Jesucristo; y las consecuencias gubernamentales de esto son mostradas de manera tal para impresionarnos profundamente con la fidelidad y la verdad de un Dios que no puede ignorar la desobediencia de los Suyos.
Absalón el hijo de David, con odio insensible para con su padre, llega a ser un triste tipo de Anticristo, con una apariencia y una personalidad atractivas, y palabras tan suaves como la mantequilla. Dios, no obstante, protege a David, y Absalón llega a un final humillante. Con todo, el reino de David no recobró su vigor de los primeros días.
De esta forma David, aunque verdadero creyente, amado de Dios, nos enseña claramente que al hombre, incluso los mejores, no se les puede confiar un lugar de prominencia y autoridad sobre los hombres. ¡Cuán pertinente libro que advierte a los Cristianos contra buscar un lugar de autoridad en el gobierno!