martes, 12 de abril de 2011

Mirad lo que oís (Mar 4:24)

          El Señor Jesús nos amonesta a que seamos cuidadosos con lo que oímos. Somos responsables de controlar lo que entra a través de la puerta del oído, así como de emplear lo que escuchamos como es debido.
No debemos dar oído a lo que es manifiestamente falso. Las sectas están vomitando su propaganda en volumen s n precedente. Siempre están buscando  a alguien que esté dispuesto a escuchar .Juan dice que no debemos recibir en nuestra casa a los sectarios, ni siquiera saludarles, porque están contra Cristo.
No debemos escuchar lo que es engañosamente subversivo. Los jóvenes en colegios, universidades y seminarios están expuestos cada día a una andanada de comen­tarios que ponen en duda y niegan la Palabra de Dios. Escuchan explicaciones poco convincentes de los milagros y deforman el sentido simple de la Escritura. Se esfuerzan en minimizar la persona del Señor con alabanzas descoloridas. Aun si no logran destruir la fe del estudiante, sí desfiguran su pensamiento. Es imposible escu­char enseñanza subversiva y no ser afectado por ella. "¿Tomará el hombre fuego en su seno, sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen?" (Pr. 6:27-28). -a respuesta es obvia: "No".
No debemos escuchar lo que es impuro o indecente. En la socie­dad de hoy, la peor forma de contaminación es la de la mente. La palabra "inmundicia" es la que describe mejor a la mayoría de los periódicos, revistas, libros, programas de radio, televisión, películas de cine y conversaciones. Al estar constantemente expuesto a esto, el cristiano corre el riesgo de perder el sentido de la enorme maldad del pecado. ¡Y éste no es el único peligro! Cuando escuchamos Historias viles y provocativas, éstas regresan una y otra vez para atormentarnos en nuestros momentos más santos.
No debemos llenar nuestras mentes con baratijas y cosas indig­nas o frívolas. La vida es demasiado breve y la tarea demasiado urgente como para entregarnos a estas cosas. "En un mundo como el nuestro, todos debemos ser celosos".
Viéndolo de manera positiva, debemos ser cuidadosos para oír la Palabra de Dios. Cuanto más nos saturemos de ella y obe­dezcamos sus sagrados preceptos, más pensaremos según los pensamientos de Dios, más seremos transformados a la imagen de Cristo, y estaremos más alejados de la contaminación moral de nuestro medio ambiente.

El con nosotros, nosotros en El

(Jesús dice:) «He aquí, estoy a la puerta y llamo: Si alguno oye mi voz, y abre la puerta, Cenaré con el, y el conmigo. Apocalipsis 3. 20


Jesús compara nuestra vida a un departamento del cual El sería el propietario, y nosotros el arrendatario. En efecto, El en nosotros, nosotros en Él. Amoblamos el departamento según nuestras conveniencias y gustos; organizamos nuestra vida, hacemos planes; nos instalamos. Él, el Salvador, aun  está  fuera, en  el umbral de la puerta. Posiblemente está allí desde hace tiempo, y podría quedarse allí por mucho tiempo más, porque es paciente.
¿Lo dejaremos entrar? ¿Le abriremos la puerta? Allí está   todo el asunto. La llave, que  la tenemos nosotros; está en el interior. El  está por fuera…,  llama, y espera. Tenemos entonces  delante de Jesucristo que se nos presenta, una decisión  que tomar. ¿Formamos parte de los que no abren? De los que dicen: “abriré más tarde”  ¿O somos de los que deciden abrir sin tardar más? Preguntémonos de cual lado de la puerta se encuentra Jesucristo. ¿Afuera o adentro? ¿Está por fuera o dentro de nuestra vida?
Todo cambia en nuestra existencia si vive en nosotros. Ábrele entonces si  no lo has  hecho. Entonces entrará y, con él, vendrá esta felicidad verdadera que no depende de las circunstancias de la vida, y que buscas  posiblemente después tanto tiempo.

Noviazgo y Matrimonio

"Por tanto, lo que Dios juntó, no lo aparte el hombre". Mateo 19:6.


Después de la salvación es el matrimonio uno de los actos más notables que esperan los jóvenes. Hasta el graduar de la escuela se­cundaria y aún de la Universidad resulta de importancia secunda­ria junto al matrimonio y noviaz­go. Puesto que la Biblia declara que el matrimonio es honroso y fue instituido por Dios, debemos darle la debida consideración, y aún más cuando consideramos en las muchas y serias equivocacio­nes que han hecho jóvenes con matrimonios infortunados que han acabado con la utilidad que po­dían haber prestado al Señor y ha­ciendo la vida más pesada cada día.
Algunas y mejor dicho muchas son las jóvenes que ven con horror el pensamiento de quedarse solte­ras. Bien, supongamos que usted se ha quedado soltera, eso no es ninguna vergüenza ni desgracia. Pablo el apóstol declara que si us­ted permanece soltera o soltero, será más espiritual; porque la mu­jer casada luchará por complacer a su esposo, en cambio la mujer que permanece soltera tratará de agra­dar al Señor. Puede ser algo inte­resante que algunos de ustedes que "se mueren" por casarse sepan lo que dice Pablo: que los tales tendrán aflicción de espíritu.
Casi la mayor parte de los jóve­nes y señoritas se han imaginado el matrimonio como un pequeño cielo en la tierra en donde no hay pruebas que echen a perder la paz del hogar; donde no hay batallas que ganar y que todo saldrá viento en popa. ¡Qué error más grande! Son muchísimas las cargas que se vienen encima para mantener un hogar, criar una familia, la manu­tención, los pagos de luz, agua, renta, contribución, etc., etc., y el continuo temor de que el esposo pierda el empleo. Pronto se acaba el brillo de los recién casados y la joven pareja debe sentarse a ver la realidad de la vida y ¡ay! en mu­chos casos el pequeño nido de amor con que soñaron no es ni tan feliz ni cómodo como lo habían pintado en sus mentes calenturien­tas. Es posible que aún se amen y que no deseen separarse el uno del otro por todo el oro del mundo; eso es verdad, pero cuántas veces una joven ama de casa con las car­gas que proporciona el hogar y las preocupaciones de los hijos que pronto le acarrean arrugas en la ca­ra y hombros inclinados, se ha preguntado si no estaría más feliz en su hogar trabajando para ayudar a sus padres o en el servicio del Señor si hubiera permanecido soltera. En muchos casos es la ver­dad.
Muchos son los jóvenes que a su vez estando dotados de buena voz, con dotes de predicador o que han sido llamados al campo misionero se han hecho a un lado para casar­se con alguien que no tenía llama­miento para la obra del Señor y como resultado sus talentos se han enterrado y su llamamiento aban­donado. Por otro lado las señoritas se han casado para quitar el estig­ma de quedarse "solteronas" por­que no sea que no se les presente otra oportunidad — estando los tiempos como están, y para lucir un blanco vestido que de otra ma­nera no se puede comprar y mu­cho menos poner.
¡Mucho cuidado! Esas jóvenes hubieran hecho mil veces mejor si jamás se hubieran casado y se hu­bieran conformado con su solte­ría. Recuerdo el caso de tres jóve­nes que entre ellas mismas se ha­cían llamar. "El trío de las solte­ronas". Ya habían perdido las esperanzas de encontrar esposo. La más joven de ellas tiene actual­mente 22 años y la mayor unos 26 ó 27. Muy bien, estas jóvenes siempre estaban juntas como her­manas y habían abandonado la idea del casamiento exteriormente pero no en "mente". Un día la mayor de ellas "puso el ojo" en alguien que creyó la podría quitar perfectamente bien y pronto el mote de "solterona" y lo hizo caer en sus bien preparadas redes. Las otras dos solteras se sintieron de pronto abandonadas por su aban­derada y la amistad se enfrió bas­tante entre ellas. El trío se desin­tegró. Pronto la madre de ella ur­gió al pretendiente que el matri­monio se efectuara "lo más pronto posible" "no había tiempo que perder" y de buenas ganas los hu­biera casado a la semana de haber­se declarado el joven iluso. Se hi­cieron los preparativos de rigor, se casaron con bombo y rumbo co­mo dicen algunos, hicieron el acostumbrado paseo de "luna de miel" y al regreso, la cordera que no levantaba los ojos por lo vergonzosa que era, no sólo que los alzó sino que los sacó y con ellos enseñó las uñas y los dientes a su joven esposo y la soñada mujercita hogareña resultó una haragana que no salía de la casa de su madre -de donde salía tan aburri­da para ir a formar su propio ho­gar- dejando su casa sucia desarre­glada y viniendo a ella antes que el esposo llegara a cenar, para enton­ces a hacer camas y preparar el ali­mento para el cansado esposo. Cinco meses después que se hubie­ra casado, solicitaba ella el divor­cio por incompatibilidad de carac­teres, alegando que era demasiado "tierna" para soportar la carga que da el matrimonio.
¡Cuan mejor hubiera sido que ambos hubieran permanecido sol­teros! A ella le llevó al matrimonio el deseo de "dejar de ser soltero­na". El corazón no intervino en ese matrimonio y mucho menos la voluntad de Dios. A él, el deseo que todo hombre tiene de formar un hogar feliz. Joven, señorita, si no anda usted con tantas prisas, recuerde que el Señor le tiene pre­parado el hombre que le conviene y viceversa. Si los jóvenes se deci­den a permanecer en la voluntad de Dios, Dios obrará en sus vidas a este respecto según le convenga. El obra de una manera maravillosa para hacer lo ¡imposible!
La idea de escoger esposa cuyo cutis y color de cabello sean opuestos al suyo para ser eterna­mente felices es uno de los errores mayores. Tengan presente que las rubias y las morenas se enojan del mismo modo y corren más que vuelan a las Cortes de Justicia para solicitar el divorcio. Vivan tan cer­ca de Dios que sepan cual es Su voluntad al escoger compañera no importa que el color del cabello o los ojos no sea el que ustedes so­ñaron. Si dejan de pedir la ayuda divina en este asunto mucha aflic­ción y desilusión les perseguirá en su jornada matrimonial por toda la vida. Dejen que el amor verdadero en ambos contrayentes alumbrado por la gloria de Dios y no la pre­sunción ni cualquiera otro motivo sean los que den la prueba final a este acto de escoger esposa.
Jóvenes predicadores, recuerden que sus vidas son para el servicio de Dios y que pueden arruinarse para siempre casándose con aque­lla joven que Dios no quiere. Oren mucho antes de casarse.
El divorcio es una abominación ante el Señor. Jesús dijo a los que le preguntaban si era o no legal que el hombre dejara a su mujer, que Moisés lo había permitido en su tiempo por la dureza de sus co­razones, pero que en el principio de la creación Dios lo hizo hombre y mujer y sería dos en una sola carne. Pues lo que Dios juntó no lo aparte el hombre; pero que tris­te es que el romper lo sagrado del lazo matrimonial es uno de los pe­cados de nuestros días, ¡Los últi­mos días!
El matrimonio a prueba es una de las ideas más viles y asquerosas que Satán ha plantado en la mente de la humanidad. Una joven naci­da en un hogar honorable, después de haberse graduado en una Uni­versidad renombrada volvió al ho­gar informando a sus padres que sus ideas habían cambiado mucho. Que para ella la Biblia no tenía im­portancia alguna y que ahora creía en el "matrimonio a prueba y en el amor libre"; que no solamente aprobaba esas nuevas ideas sino que las había estado practicando, ¿qué será lo que espera a gente tal?
Jóvenes y señoritas, ante uste­des se abre una vida de utilidad y felicidad si están dentro de la vo­luntad de Dios. En cuanto el que esto escribe puede testificar que Dios le ha dado una de las mejores compañeras en el mundo. Siem­pre me ha secundado en mis pla­nes a través de los años y ha sido una verdadera ayuda. Mucho he ayudado en el servicio del Señor aunque tan insignificante soy. JOVENES, ESCUCHEN LA VOZ DE DIOS AL ESCOGER SUS COM­PAÑEROS EN LA VIDA y no la apariencia que vean sus ojos o los consejos de los malos intenciona­dos amigos, aunque éstos sean cristianos.
(Sendas de Luz,  Enero-Febrero 1987)

sábado, 9 de abril de 2011

Pensamientos

La humildad no impide la firmeza; muy al contrario, nos hace obedientes, y no hay nada que sea más firme que la obediencia.

Anónimo.

En la vida de un cristiano lo más importante es aquello que no se ve.

Anónimo.

Balaam quiere ir cuando Dios se lo prohíbe. Jonás no quiere ir cuando Dios lo envía. La carne actúa siempre a destiempo.

Anónimo.

Somos enviados al mundo sólo en la medida en que podamos dar testimonio de Cristo. Es posible que no tengamos que dar nada más que un pequeño testimonio, pero ese pequeño testimonio es todo aquello para lo cual hemos sido enviados a este mundo.

Anónimo.


La Adoración

Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él (Jesús), sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre” (Hebreos 13:15).



 La adoración consiste en celebrar a Dios, exaltando sus diversas glorias. A través de la oración, nos acercamos a él para pedir lo que se refiere nuestras necesidades del momento. Mientras que, como adoradores, no sólo nos reunimos para ofrecerle nuestra gratitud sino también para proclamar su poder, su santidad, su amor y glorificar la excelencia de su Hijo amado.
Jesús anunció en Juan 4:23 y 24: “La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad”: “en espíritu”, no más con sacrificios materiales e incienso, sino con alabanzas; “en verdad”, según el pensamiento de Dios que el Espíritu Santo revela a los creyentes por medio de la Biblia.
La adoración individual, por más importante y bendecida que sea, no es lo único que Dios desea. El culto que el Padre quiere sólo puede ser realizado por verdaderos creyentes —miembros del Cuerpo de Cristo, todos salvos por gracia— reunidos por el poder del Espíritu Santo. Allí es donde se encuentra la bendición, ya que el Señor mismo está presente (Mateo 18:20); él entona la alabanza (Hebreos 2:12). Es la anticipación de la adoración eterna, cuyo tema será “el Cordero de Dios” en la Casa del Padre, sin debilidad, sin fatiga ni notas discordantes, ya que todo lo tocante a la tierra habrá terminado                               
(La Buena Semilla)

¿Qué es Creer?

“Éstas (cosas) se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:31).
“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16:16).



Creer es lo único que Dios pide al hombre para salvarlo. “El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Juan 3:36). “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31). Pero ¿qué significa la palabra “creer”? Es aceptar plenamente y sin reserva lo que Dios dice. Recuerde usted que “Dios... nos ha hablado” y que “es imposible que Dios mienta” (Hebreos 1:1-2; 6:18).
Aquel que cree reconoce y confiesa ante Dios que es un pobre pecador. Dios mismo declara: “No hay diferencia, por cuanto todos pecaron” (Romanos 3:22-23; 5:12). Por lo tanto, “si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1:8).
         Aquel que cree, pues, reconoce que merece el justo juicio de Dios, porque “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23) “y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27).
Aquel que cree recibe el testimonio de la gracia de Dios, a saber, que “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Timoteo 1:15). “La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).
Aquel que cree acepta que Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, es quien tomó sobre sí en la cruz el peso de sus pecados (1 Pedro 2:24) y los expió bajo la santa ira de Dios (leer Isaías 53). “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3). “Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne” (Romanos 8:3). Como esta condenación fue ejecutada sobre Cristo en la cruz, Dios declara: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7).
Aquel que cree ve en Jesús, hombre resucitado que vive ahora en el cielo (Hebreos 9:12), la prueba de que la justicia de Dios está satisfecha (Romanos 4:25). La muerte —“paga del pecado”— está quitada (2 Timoteo 1:10) y la vida eterna en Cristo —“dádiva de Dios”— es ahora la parte del creyente (Romanos 6:23).
¿Cómo se obtiene esa salvación? “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9). “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8).
Aquel que cree muestra su fe por medio de su conducta y de sus obras (Santiago 2:14-26). Se consagra a su Maestro, se aparta de la “iniquidad... y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz con los que de corazón limpio invocan al Señor” (2 Timoteo 2:19, 22).
Aquel que cree pone en Jesús toda su confianza para ser conducido y guardado en el camino de la fe, de la fidelidad y de la obediencia a la Palabra (1 Juan 5:14-15).
Aquel que cree rechaza toda enseñanza del hombre que se oponga a la verdad, toda doctrina que tuerza las Escrituras y que tienda a empañar la gloria de la Persona y de la obra de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Más bien él se instruye con las preciosas verdades que la Palabra de Dios le revela, hace de ella su alimento y anda en su luz.
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16).
M.G. (Creced n° 4/1995 p.98-100)

Acerca del Arrebatamiento

Este es un asunto de suma importancia. En Lucas 24:47 leemos que era necesario “que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén”. Esto no se discute, pero se ha llegado a pensar que el arrepentimiento es preliminar a la fe, y esto ha debilitado la predicación, tanto entre nosotros como en otras partes. Todos nosotros somos proclives a inclinarnos hacia un lado o hacia el otro y, de este modo, el verdadero lugar que tiene el arrepentimiento ha sido obscurecido y la presentación de éste se ha debilitado. Y en ello hay algo nocivo: los derechos de Dios son dejados de lado o son empequeñecidos.
En el presente, Dios reúne a los suyos con prontitud, si me puedo expresar de este modo: el Señor viene y ¡ay de nosotros si decimos que Él difiere su venida! Dios, rápidamente, saca fuera del mundo a los coherederos, así como en el pasado, cuando hizo proclamar: “Sed salvos de esta perversa generación” (Hechos 2:40). Entonces, Jerusalén iba a ser destruida; Dios “ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó” para ello (Hechos 17:30-31).
Dios exige el arrepentimiento y si al predicar yo digo solamente: «Dios te ama; tú eres un pobre pecador; he aquí la gracia está disponible para ti» (aunque seguramente que he de decirlo), y dejo de lado el arrepentimiento, estaré dejando de lado la conciencia del hombre.
El arrepentimiento es enjuiciarnos a nosotros mismos acerca de todo lo que hemos hecho y lo que hemos sido, es enjuiciarnos en la presencia de Dios, por un efecto de la gracia, aun cuando, incluso ahora, bajo la gracia, pueda tener lugar un arrepentimiento debido a la ley. Pero si el arrepentimiento es puesto antes que la fe, se socava todo el fundamento sobre el cual nos presentarnos ante Dios, pues entonces es algo que tengo para obrar en mi propio corazón y soy incapaz de hacerlo. Cuando predico el arrepentimiento, debo predicarlo en el nombre de Cristo, y en virtud de estar bajo la gracia.
Una vez vuelto a Dios, me veo cada día más claramente en la luz plena; es el infinito amor que ha hecho sobreabundar la gracia donde el pecado abundó; cuando presento a otros el mensaje de Dios, debo presentar los derechos de Dios, diciendo: «Si no te arrepientes y vuelves a Dios, estás perdido.» Pero si en el nombre de Cristo llamo a las personas al arrepentimiento, para poder arrepentirse es necesario que ellas crean en Cristo.
Dios manda que todos se arrepientan; si ellos no lo hacen, vendrán a juicio. Como hombre tú tienes que dar cuenta a Dios, y ¿en qué estado te encuentras ante Él? Si tu corazón no ha cambiado, ¿tendrás algo conveniente para Dios?
Pero si conjuro a un hombre enfrentándolo con la presencia de Dios, con los derechos de Dios pesando sobre él, y lo hago en gracia —una gracia perfecta—, entonces él retorna y se vuelve a Dios. El arrepentimiento debe ser predicado como aquello que Dios exige del hombre, pero uniendo esta exigencia a la persona del Señor Jesucristo. Efectivamente, tú no puedes tener tus ojos abiertos y fijos sobre el Señor Jesucristo y no aborrecerte como pecador.                                                         
(Messager Évangélique, 1968)

Doctrina Acerca de la Biblia

La Inspiración


I.              Introducción

Toda la Biblia fue dada por inspiración de Dios y es la guía infalible de fe y conducta para toda la humanidad. La doctrina de la inspiración de la Biblia no es una invención humana sino que está fundada en la misma Biblia. Son muchos los pasajes que nos hablan de ello, pero vamos a indicar solamente algunos, por ejemplo: Éxodo 17:14; 34: 27; Isaías. 8:1; 30:8; Jeremías. 25:13; 30:2; Ezequiel. 24:1-2; Daniel12:4; Habacuc 2:2. Los profetas tenían conciencia de ser portadores de la palabra del Señor y por tal motivo introducían sus mensajes con estas palabras «Así dice Jehová» o bien, «y fue a mi palabra de Jehová diciendo» (Jeremías 36:27, 32; Ezequiel capítulos 26, 27, 31, 32, 39). El apóstol Pablo habla de sus propias palabras como palabras que el Espíritu Santo le había enseñado (1 Corintios 2:13), y alega que es Cristo quien hablaba en él (2 Corintios 13:3). En su carta a los Tesalonicenses declara que su mensaje era «palabra de Dios» (2 Tesalonicenses. 2:13). 

II.            Definición.

Una definición adecuada de inspiración debemos formularla a la luz la misma Biblia, ya que ella la define en sus propios términos. Entonces acudamos  a las Santas Escrituras. En ella encontramos dos pasajes que nos hablas de la inspiración  y de donde proviene:
  2ª Timoteo 3:16: “Toda la Escritura es inspirada por Dios…”
  2ª Pedro 1:21: “…porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana,  sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”
En nuestro estudio, consideraremos  la inspiración a la luz de los dos textos anteriores, los dos modos son complementarios y aclaratorios. El primero corresponde al Origen de la inspiración  y el segundo a la  Fuente de la misma.
I.              La Inspiración (Origen)
La Palabra griega que se traduce por Inspiración quiere decir “respirado por Dios” o “soplado por Dios”. La forman las palabras griegas “Theospneustos” (Divinamente Inspirada) y esta proviene de  “Theos” (Dios) y “pnein” (respirar).La palabra “inspirada” nos indica que los escritos del Antiguo Testamento, de los que Pablo está hablando, son el resultado de cierta influencia ejercida por Dios en sus autores.
Si se contrasta  con otras dos palabras  que se traduce igual: “Psuchein” que quiere decir “Respirar suavemente” (Marcos 8:35) y en Timoteo es respirar fuerte, vemos la fuerza de la inspiración. La otra Palabra es hebrea (“Ah-ayrh”) y se entiende como respirar Inconscientemente y en Timoteo es respirar consiente. Por tanto: Es la respiración fuerte y consiente de Dios sobre los hombres, que los capacita para dar expresión a la verdad. Por consiguiente  la Biblia (Antiguo Testamento)  es la palabra de Dios tanto como si lo hubiese dicho con sus propios labios cada una de las palabras de ella.
Se puede entender que las Escrituras son el resultado de la respiración divina, lo mismo que habla  humana se produce  por la respiración  de la boca del hombre.
II.            Inspiración (Fuente)
2ª Pedro 1:21, dice: “…siendo inspirados por el Espíritu Santo”. “Siendo inspirados” puede traducirse “cuando fueron inspirados”. ¿“cuando” escribieron? Cuando el Espíritu Santo los movió hacerlo.
La escritura no está hecha por mero humanos o por interés humano,  sino que eran movidos o impelidos por  indicación del Espíritu Santo. Es Espíritu Santo estuvo presente en, y con, los escritores de manera especial, revelándoles las verdades que debían escribir, de hechos que ellos habían sido testigo, de modo que fuera presentada con exactitud sustancial.
El Espíritu Santo inspiró a cada uno de los escritores de la Biblia y evitó que ellos cometieran errores. "Lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por la sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu" (1 Corintios 2:13).

Algunas Teorías de la Inspiración

La siguiente lista corresponde a las diferentes teorías que el hombre ha ideado para explicar la naturaleza de la inspiración de la escritura. Algunas de la teoría rayan en el ateísmo al eliminar al origen y fuente de la inspiración, Dios manifestado en sus tres personalidades.
I.          Distinción entre Inspiración  y Relato al pie de la letra
La inspiración no es necesariamente un relato al pie de la letra. Un relato al pie de la letra es una operación mecánica. El Espíritu Santo uso las características de los  escritores, haciendo uso de sus cualidades naturales, memoria e idiosincrasia. El Espíritu Santo vigilaba  la exactitud del mensaje
II.          Natural.
Esta Teoría Niega que haya algo sobrenatural, misterioso o especial en el obrar del Espíritu Santo. Es la opinión de la máxima incredulidad y sostiene que la Biblia es un libro como otro cualquiera, y aunque Dios haya podido dar una capacidad excepcional a los escritores, no deja de ser una producción total y únicamente humana. Iguala la Inspiración Divina a la inspiración que tiene los escritores  de novela.
III.           Cristiana Universal o iluminación
La inspiración de los escritores Bíblicos es la misma  que ha caracterizado a los cristianos de todos los tiempos. Cualquier cristiano de hoy es tan inspirado como lo fue el Apóstol Pablo. Si lo anterior es cierto, entonces podemos escribir una nueva Biblia. Hasta el día de hoy nadie lo ha intentado.
IV.           Inspiración mecánica o Dinámica
Se compra con el relato al pie de la letra. Se considera que los escritores fueron meros instrumentos pasivos, máquinas, tan insensibles como cuerdas de arpas cuando alguien las toca.
¿Entonces como se armoniza las diferencias de estilos de los escritores? Los diferentes estilos de los autores de la Escritura contradicen esta teoría.
V.            Conceptos o Pensamientos (inspiración mística).
Esta teoría de la Inspiración indica que solos fueron entregados a los escritores conceptos o pensamientos. Es decir, que Dios dio una inspiración gradual a los autores, pero no les dio por completo la capacidad de escribir la Biblia sin error.
El dar credibilidad a esta teoría, convierte al lector en el juez que determina cual es el grado de inspiración y, por tanto, de verdad en la Escritura.
VI.           Verbal.
Sostiene esta teoría que el Espíritu Santo inspiró las mismas palabras que se encuentra en la Biblia. Los escritores no tuvieron la libertad de escoger las palabras que habían de usar.
VII.         Parcial.
La Biblia “contiene” la Palabra de Dios. Esta afirmación implica que la Biblia  contiene mucho que “no” es Palabra de Dios.   Es decir, esta teoría afirma que las palabras que expresan verdades divinas son precisas y ciertas, pero que las declaraciones referentes a historia, geografía o ciencias, no son inspiradas y pueden contener errores.
El aceptar esta teoría como válida convierte al lector en el juez que determina que parte es inspirada y cual no, pudiendo escoger lo que mas le acomoda y por consiguiente, perdiendo toda la autoridad que ella tiene por si misma.
VIII.        Inspiración falible.
Esta Teoría Neo Ortodoxa, enseña que en la Biblia hay elementos sobrenaturales, pero también contiene errores, por tanto no debe ser tomada literalmente como verdadera y simplemente como canal de revelación, que se hace verdad cuando es comprendía y la evidencia de verdad queda a juicio del lector.
IX.           Plenaria o Completa
Sostiene que toda la escritura es igualmente inspirada. Se opone al punto anterior. Es la verdad que enseña que el Espíritu de Dios guió al autor humano en la elección de todas las palabras (verbal) usadas en los escritos originales, de modo que cada palabra usada por el autor humano, lo es también por Dios e inspirada por El (plenaria), siendo toda la Escritura, Palabra de Dios.

Las Escrituras reclaman Inspiración

Los Escritores del Antiguo Testamento reclaman para sí Inspiración (Éxodo 4:10-15; Deuteronomio 4:2; Jeremías 1:7-9; Ezequías 3:4; Miqueas 3:8). Podemos apreciar en las escrituras las siguientes expresiones que lo que escribían los Profetas era directa revelación de Dios:
  En Génesis 1, se repite 10 veces  “Dijo Dios
  Existen 3.808 expresiones como: “Dijo Jehová”, “Habló Jehová”,  “Vino Palabra de Jehová
  La revelación casi siempre comenzaba con “Así dice Jehová
  Lo minucioso en detalles y el cumplimiento de la profecía, son pruebas más que irrefutables  que ellos no estaban equivocados en sus pretensiones.
Y no es menos importante que los Escritores del Nuevo Testamento reclaman o indican que los autores del Antiguo Testamento fueron inspirados por Espíritu Santo en cada palabra que ellos escribieron. Podemos encontrar la afirmación anterior en las palabras de Pedro  hablando lo que había sucedido con Judas Iscariote (Hechos 1:16); o cuando Pablo decide apartarse de los judíos romanos y predicarles a los gentiles (Hechos 28:25). Pedro, en sus dos cartas indica claramente que era el Espíritu Santo quien guiaba a los profetas  a escudriñar referente a la persona de Cristo y la salvación que daría mediante su obra en la cruz del calvario (1 Pedro 1:10-11); pero ninguna profecía fue traída por voluntad humana, de modo que pudiese ser interpretada a nuestro acomodo, sino que ésta interpretación debe ser a través del Espíritu Santo (2 Pedro 1:20-21).
Entonces, ¿los autores del nuevo testamento no eran hombres inspirados por Espíritu Santo? De ninguna manera, los mismos Escritores del Nuevo Testamento reclamaron para sí Inspiración de cada palabra que ellos escribieron y que quedaron plasmados en los 27 libros que conforman el Nuevo Pacto. Pablo firmemente reclamaba a los corintios que considerasen que sus palabras eran mandamientos del Señor e inspiradas por el Espíritu Santo (1 Corintios 2:13; 1 Corintios 14:37). En contraste con los Corintios, los de Tesalónica habían aceptado las palabras de Pablo como palabras de Dios, las cuales en verdad son (1 Tesalonicenses 2:13).  Pedro recuerda los destinatarios de la segunda carta que escribe, que los mandamientos que los apóstoles entregaban eran los dados por el mismo Señor  (2 Pedro 3:1-2). El Señor mismo les enseñó que el Espíritu Santo ministraría por ellos cuando fuese necesario dar testimonio (Mateos 10:20; Marcos 13:11; Lucas 12:12; 21:14,15; Hechos 2:4).

¿Cuál es la naturaleza de la inspiración que caracterizó a los escritores Bíblicos?

Algunas de las Palabras de la Escritura son las mismas Palabras Escritas o Habladas por Dios Mismo. Podemos ver en Éxodo 31:18; 32:16 (Comp. Deuteronomio. 9:10; 10:2,4) que las tablas de la ley fueron escritos por Dios mismo cuando  Moisés estuvo en el monte. Dios mismo le trazó el diseño de los utensilios que serían utilizados en el templo (1 Crónicas 28:19). Otro ejemplo en que Dios mismo trazó un mensaje para un gentil, mensaje de Juicio (Daniel 5:5) para Belsasar.
En otras ocasiones Dios mismo indicó que debían decir algunos hombres escogidos. En el llamado de Moisés tenemos un ejemplo explícito de cómo Dios iba a poner palabras en su boca para que dijese lo debía decir (Éxodo 4:10-15); o como le dictó las palabras que debía escribir (Éxodo 34:27); en otro pasaje le indica a Moisés como señalará al varón que Él ha escogido (Número 17:2,3), y todo es producto de la rebelión de Coré.  La siguiente lista de versículos nos muestra que Dios directamente indicó lo que debían hacer o realizar los profetas: Isaías 8:1, 11,12; Jeremías 1:7; 7:27; 13:12; 30:1,2; 36:1, 2, 4, 11,27-32. En el nuevo testamento, Pablo reclamaba para sí que lo que escribía en sus cartas, también eran mandamientos de Dios, así como fueron lo que Dios le indicaba a los profetas (1 Corintios 14:37). Otro ejemplo lo tenemos  en el Apocalipsis, el Señor mismo le indica a Juan lo que debía hacer: escribir a los ángeles de las distintas iglesias (2:1, 8, 12,18; 3:1); también el Señor mismo responde a una pregunta que él mismo había formulado (7:14); e incluso impide que se registre un mensaje en particular (10:4).
En Cierto sentido, se dejó a los autores en libertad (humanamente hablando) para escoger palabras para relatar la verdad Divina. Se da el caso que el don de la inspiración admitía la investigación personal, diligente y fiel de los hechos relatados (Lucas 1:1-4). Este hecho permitía la expresión de un mismo pensamiento con diferentes palabras. Tales diferencias (no discrepancias) entre los relatos de los hombres inspirados era posible que surgiera de los diferentes puntos de vistas (Mateos 26:26-27; Lucas 22:19,20; 1 Corintios 11:24,25; Mateos 3:17; Marcos 1:11; Lucas 3.22).

El Espíritu Santo
En cada uno de los siervos del Señor que se utilizó para transmitir el mensaje oral o  escrito, el Espíritu Santo utilizó  la atención, la Memoria y la lógica, todas las facultades del escritor. De modo que guió a escoger las narraciones y materiales, los discursos de otros, los decretos imperiales, las genealogías, las cartas oficiales, los papeles de estados y asuntos históricos.
El Espíritu Santo obró en, con, y por medio de sus espíritus, haciendo que  conservasen su personalidad; ante los demás usó a los hombres, y habló a través de sus individualidades.  Podemos notar estas características en cada una de las narraciones que se encuentran en las Escrituras, que en ellas se observa la personalidad propia de cada autor.
Tomemos a Isaías, era un hombre educado, de clase sacerdotal, con acceso al gobierno. Pudo escribir temas relacionados con la política del reino de Judá. Así mismo este hombre de Dios, pudo ver y sentir y comprender en forma magistral lo que el pueblo sentía con respecto al Siervo sufriente, y de esta forma escribir en forma inspirada por Espíritu santo, la más completa profecía acerca del rechazo de nuestro Salvador por parte de su pueblo.
Jeremías es reconocido como el profeta “llorón”. Dios utilizó su capacidad emotiva de una manera muy profunda, pues Dios transmitió los mensajes de modo que el pueblo pudiese entender lo que Dios sentía ante el pecado de desobediencia del pueblo. Al final, después de ver como Judá es llevado al cautiverio, compuso un libro poético llamado “Lamentaciones”, en el cual, guiado por el Espíritu Santo, derramó su dolor.
En Amos tenemos un contraste aparente, ya que él era boyero y cultivador de sicómoros,  de modos que podemos ver que no era un hombre educado o con las capacidades narrativas de Isaías o Jeremías, pero Dios lo tomó y le dio la misión de anunciar un mensaje  para el pueblo del reino de Israel.
Daniel era unos de los tantos cautivos deportados a babilonia durante el reinado de Nabucodonosor. Dios hizo provisión para él y sus compañeros, ya que fueron escogidos para ser entrenados para el servicio del rey. No por ellos perdieron su cercanía con Dios, ya que a pesar de las órdenes con pena de muerte ante la desobediencia, prefirieron arrostrar las consecuencias. Daniel al tener un cargo importante, pudo ayudar de algún modo a su pueblo, pudo dar el mensaje de Dios a los reyes que tuvo babilonia hasta su conquista.  Y, por último, Dios le entregó las profecías sobre lo que había de suceder al Israel y al Mesías.

Distinción entre Inspiración y Revelación e iluminación.

I.              Revelación
Dios comunica directamente verdades que el hombre no sabría por si mismo o que no le era conocida.  Por ejemplos: La creación, Cristo Tentado, Etc.
La revelación descubre una verdad, la inspiración vigila la comunicación de esa verdad. No todo lo que contiene la Biblia ha sido “revelado directamente” al hombre. Contiene la historia y lenguaje de hombres, aun de hombres malvados. Pero toda la Biblia  es inspirada, y los autores fueron dirigidos por el Espíritu Santo, de modo que fueron preservados de cometer un error  doctrinal o histórico. Se debe tener claro que hay pasaje que no son sancionados por Dios y deben estudiarse con Cuidado. Por ejemplo: Lo que habla Satanás en Job, los discursos de Job y sus amigos. El enemigo de las escrituras utiliza estos textos para atacar a las escrituras e indicar que está llena de errores  e inexactitudes.
II.            Iluminación
La Iluminación se refiere a la influencia del Espíritu Santo en los creyentes. Ningún hombre puede comprender las afirmaciones de la escrituras sino son guiados por el Espíritu Santo, de modo que puedan entender y aceptar el mensaje bíblico como procedente de Dios.Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”.  (1 Corintios 2:14)
En otras palabras, la inspiración capacita a los escritores de ambos Testamentos, la iluminación a los lectores a comprender cada pasaje de las Escrituras. Las enseñanzas de las escuelas no pueden guiar a conocer a Dios: “La carne y Sangre  no pueden revelar a Dios a los Hombres” (Mateos 16:17).
En relación con los inconversos, la iluminación del Espíritu Santo  es necesario para comprender y creer de corazón la verdad bíblica (1.Cor.1:18; 2:14; 2.Cor.4:4). Y la obra de convicción en el inconverso es obra exclusiva del Espíritu Santo (Jn.16:7-11).
En relación con el creyente, esta iluminación, es necesaria para comprender la verdad bíblica (1.Cor.2:10-12; 3:2-3).  Y el oficio de enseñanza de cada palabra de las Escrituras es del Espíritu Santo. (Jn.16:13-15).

 

LA DOBLE NATURALEZA DE LAS ESCRITURAS

En la doctrina de Biblia, es importante enfatizar tanto su naturaleza divina, como su naturaleza humana. Estos dos elementos se conjugan perfectamente, siendo aglutinados por el Espíritu Santo. Podemos usar la siguiente analogía para explicar lo anterior: una orquesta sinfónica produce sonidos armónicos, por que existe un director, que en nuestro caso es el Espíritu Santo, quien establece el perfecto control, de modo que la sinfonía sea perfecta en todo sentido; aun más, los músicos se dejan llevar por este director para alcanzar las más bellas notas.  Este balance nos guardará de ciertos errores doctrinales.

La Naturaleza Divina de las Escrituras

Indudablemente, la Biblia es de origen divino.  Hay abundantes pruebas de ello.  Encontramos en muchas partes mensajes directos de Dios, como “…Dijo Dios”. O como habló directamente con Moisés para encomendarle la misión de liberar a su pueblo. U otras expresiones como: “Llamó Jehová a Moisés,  y habló con él…” (Lev 1.1); “Habló Jehová a Moisés y a Aarón” (Números 4:1); Palabra de Jehová que vino a Oseas hijo de Beeri (Oseas 1:1); etc.
La doctrina de la inspiración de la Biblia indica que es una colección de libros que vienen de Dios, por obra de Su Espíritu. Por ende, constantemente vemos que los autores de los libros bíblicos afirman que los textos sagrados son ‘palabra de Dios’.  Nada menos que Dios mismo habla en ellos (2 Corintios 6:16-18; Hebreos 1:5-13; 3:7; 5:5; etc.). 

 La Naturaleza Humana de las Escrituras.

La Biblia también provee evidencia de la humanidad de los textos sagrados.  Por ejemplo, en varios lugares, autores de la Biblia hablan del autor humano de los textos sagrados. Los autores del nuevo testamentos, o en el testimonio de los Apóstoles, se indica claramente quien fue que dijo tal o cual palabra que ellos están usando,  por ejemplo, en Hechos 2:16, 25, 34, Pedro hace referencia a al profeta Joel y David; y Pablo en Romanos 4:6-8; 10:20-21 usa referencias a David y al profeta Isaías. 
Otra evidencia de la humanidad de las Escrituras son los diversos estilos literarios, y características individuales de cada autor (por ejemplo, el evangelio de Mateo, en comparación con el evangelio de Lucas).

Conclusión
Podemos concluir en forma certera que las Escrituras son palabras de Dios y escritas por medio de los hombres (Hechos 4:24-25; 28:25).
Por lo cual podemos resumir  todo lo concerniente a la doctrina de inspiración de la Escrituras del siguiente modo:
Origen: Dios el Padre (2 Tim 3:16).
Fuente: El Espíritu Santo (2ª Pedro 1:21).
Objeto: fueron los autores de los textos sagrados.
Manera o Modo: Dios no les dictó el material a escribir (excepto algunas ocasiones), sino que guió sus mentes, en tal manera que lo que escribió fueros los pensamientos de Dios, pero escritos en su propio lenguaje y estilo literario.