viernes, 13 de mayo de 2011

Pensamientos

Ante Dios, la calidad de nuestros motivos procura la calidad de nuestras obras.
Anónimo.
A menudo nos preocupa más qué dirán los hermanos que lo que dirá el Señor.
Anónimo.
La verdadera humildad consiste, no en mirarse a uno mismo, sino en verse en Cristo. Un hombre perfectamente humilde sería aquel que pensara siempre en el Señor y jamás en sí mismo. 
Anónimo.
La fe tiene un doble carácter: la energía que supera las dificultades, y la paciencia que espera y confía en Dios.
Anónimo

Cazador y Pastor

Cuando Noé y su familia salieron del arca, recibió Noé la responsabilidad de gobernar un mundo nuevo. El arco en la nube recuerda el pacto perpetuo de Dios con la tierra, "con todo ser viviente, por siglos perpetuos" (Génesis 9:12), figura lejana de Aquel que había de venir, luz del mundo, en quien sería manifestada en detalle —y mejor que los colores del arco— la infinita belleza y fidelidad de Dios.
            Pero, en vez de tomar a pecho la gloria de Dios, Noé, pese a ser un hombre de fe, busca su propia satisfac­ción y, entregándose a la corrupción, motiva la caída de su hijo menor. Es solemne advertir que Cam era plena­mente responsable de sus actos. Pero, de no haberse comportado tan lamentablemente su padre, ¿hubiera caído la terrible maldición que pesó sobre algunos de sus descendientes? ¡Cuán importante es en la práctica el andar de una generación a los ojos de la generación que le sucede!
            El capítulo décimo del Génesis nos presenta a esos descendientes de Cam. Entre ellos se destaca Nemrod cuyo nombre significa "rebelde", quien es "vigoroso cazador delante de Jehová" (v. 9).
            ¿Qué es lo que caracteriza un cazador? El busca su propia satisfacción, su propia gloria a expensas de su víctima. Justamente lo opuesto del pastor, quien se preocupa por el bien de su rebaño. Nemrod fue vigoroso y dominó. Eligió una llanura —no la montaña, cerca de Dios— para levantar la gran ciudad de Babel. Con el objeto de elevarse, se edificó una ciudad de ladrillos y "una torre, cuya cúspide tenía que llegar al cielo". Ladri­llos fabricados por la mano del hombre, resultado de su actividad, contraste sorprendente con las "piedras vi­vas" que serán edificadas sobre el único fundamento, fruto del trabajo del alma de Cristo y de su obra en la cruz.
            Satisfacción personal, propia gloria, orgullo, domina­ción... ¿qué puede resultar de todo esto sino confusión? (Génesis 11:9; Gálatas 5:15). He aquí el resultado de la actividad del cazador, rebelde a Dios, dominador sobre los hombres.
            Más Dios tenía otro pensamiento, otro designio; no un cazador, sino un pastor. Ya Abel, pastor de los tiempos antiguos, había llevado la sola ofrenda que podía agra­dar a Jehová. Y en la descendencia de Sem, ¡cuántos pastores! Jacob se sacrificó por su rebaño; "de día el calor... de noche la helada...", responsable de las ove­jas, se dedicó a ellas día y noche (Génesis 31:38-40). Moisés apacentó el ganado en el desierto y en la sole­dad se formaría el hombre "manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra" (Números 12:3), para conducir al pueblo de Jehová, librarlo de la escla­vitud y llevarlo "hacia Dios". David aprenderá con los corderos de su padre los cuidados que necesitan; sabrá librarlos de la mano del enemigo (1 Samuel 17:34); y cuando llegue la hora, Dios podrá tomarlo "del redil, de detrás de las ovejas, para que fuese príncipe" sobre su pueblo Israel (1 Crónicas 17:7). Después, un día, también de la descendencia de Sem vendrá Aquel que podrá decir verdaderamente: "Yo soy el buen Pastor; el buen Pastor su vida da por las ovejas..." Un pastor reúne, protege y nutre a su rebaño (compárese Efesios 5:29), justamente lo contrario del cazador, quien destruye para elevarse.
            ¿A cuál de los dos nos parecemos? Sin duda, el cazador Nemrod care-cía de la fe. El era un tipo del Anticristo que, más tarde, se levantará contra todo lo que es divino o quo es objeto de veneración. Mas en nosotros mismos, ¿no tonemos los principios carnales que forman al caza­dor? Encontramos en unos quizás más que en otros los rasgos del cazador más que del pastor. El carácter se forma en la juventud; el poder del Espíritu de Dios en el creyente puede transformarlo completamente y hacer prácticamente un pastor de un cazador. Pero, si no velamos, el espíritu de dominación puede manifestarse, a menudo a expensas de los demás. "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mateo 11:29, compárese Santiago 3:13).
            Es comprensible que un joven creyente no sea llamado para apacentar el rebaño del Señor, así como tampoco David debía reinar sobre Israel antes que Dios lo llama­ra. Mas en su juventud, sin perder nada de su energía y de su coraje, David aprendió en su retiro a "apacentar las ovejas de su padre" (1 Samuel 17:15). Fue en esos primeros años cuando se formó su carácter, para llevar a cabo la tarea que debía realizar más tarde.
            Cuidemos en los años juveniles las tendencias que se forman y se acen-túan con los años, a fin de que —si el Señor no viene antes— podamos, si El lo juzga bueno, ser de aquellos que buscan el bien de las almas caras a su corazón, que proporcionan consuelo y alimento espi­ritual, que con El recogen, y no de aquellos que ¡ay! desparraman.

La Cena del Señor: La Muerte del Señor

¿Quién puede entender el significado de estas pocas palabras? Él, el Señor, entraba en la muerte. ¡Qué amor, gracia y misericordia, qué designios de Dios! ¡El Príncipe de la vida, la Fuente de la vida, ha muerto y es enterrado! ¡Qué prueba más grande de que Él ocupó perfectamente nuestra posición! No solamente llevó nuestros pecados en su cuerpo, sino que fue hecho pecado por nosotros. Qué sentimientos de agradecimiento y alabanza, sí, de adoración se despiertan en nuestros corazones, cuando le vemos así. Por nosotros entró Él en la muerte. Su amor hacia nosotros fue tan grande, que quiso pagar este precio por nuestro rescate. «Porque fuerte es como la muerte el amor; obstinados como el Seol los celos; sus saetas, saetas de fuego; sus llamas, llamas de JAH. Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, de cierto lo menospreciarían» (Cnt 8:6,7; ver también el Salmo 69:1,2).
¡Qué obediencia manifestó hacia Dios! Prefirió morir más bien (y hay que ver qué clase de muerte) que no cumplir la voluntad de Dios. Qué sentimientos eran los que querían tomar esta posición —para muerte, sí, para muerte en la cruz—. Por eso el Señor Jesús nos invita, como Anfitrión, a venir y sentarnos en su mesa, para anunciar su muerte en memoria de Él. No, no llegamos allí para recibir algo. La Cena del Señor no es ningún medio de gracia o sacramento. En ningún sitio de las Escrituras se dice eso. El Señor glorificado nos invita a su mesa, para que nuestros pensamientos remonten a su muerte, que su-frió hace dos mil años. También lo haremos en la Eternidad.
En Apocalipsis vemos al Cordero en el Cielo «en pie, como inmolado», así como una vez lo fue el Señor en la tierra. Y como en el futuro el Cielo será lleno de agradecimiento y adoración a la vista del Cordero inmolado, así mismo sucede con nosotros también aquí ahora en la tierra, cuando anunciamos su muerte. Cuando le contemplamos, nuestros corazones arden y se llenan, y por medio de los cánticos y acciones de gracias y en los silencios que separan cada acto, suben nuestros sentimientos de gratitud, de asombro y de adoración, arriba hacia Él.
Naturalmente, para eso, solamente podemos reunirnos como creyentes. Solamente los tales que saben que sus pecados son perdonados y que tienen paz con Dios, pueden ocupar esta posición. Es por medio de su participación, que proclaman que tienen parte en Él y en su obra (1 Co 10:16). ¿Y no constituye cada sentimiento de molestia en la mirada sobre los pecados propios de uno (precisamente en este sitio), una negación de la Obra perfecta, por la cual Él ha hecho perfectos a los suyos para siempre (He 10:14)?
De ello resulta también, que en este sitio no se pone en actividad ningún don, sino que tan solo nos reunimos únicamente como sacerdotes, para traer sacrificios de loor y de agradecimiento, «fruto de labios que confiesan su nombre» (He 13). Aquí apareció el apóstol como sencillo creyente, y aquí se reúnen los que poseen los mayores dones para el servicio del Señor, únicamente como adoradores entre otros adoradores.
       ¿Y vosotros?, ¿también habéis percibido la invitación del Señor y prestado oído a ella?

Getsemaní

Y estando en agonía,  oraba más intensamente;  y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.  Lucas 22:44

Para poder comprender este pasaje dependemos más del estado de nuestro corazón que de la exégesis. Resulta necesario señalar que hay doctrinas importantes o, mejor dicho, hechos y verdades referidas a Cristo que están estrechamente vinculados con estos importantes versículos. También trataré de exponer acerca de la posición en la que observamos en esta porción de las Escrituras a nuestro Salvador por siempre bendito, aunque la apreciación del alcance de este pasaje dependerá, esencialmente, de la espiritualidad de nuestro corazón. Además, deberíamos conocer bien qué doctrinas acerca de la persona del Señor están relacionadas con los versículos 43 y 44, sobre todo porque estos versículos han sido omitidos en varios manuscritos debido a que, según el punto de vista de algunos copistas, "humanizaban" demasiado a Cristo. Pero esto es justamente lo que les otorga a dichos versículos su verdadero valor: Cristo es presentado en el evangelio de Lucas esencialmente como hombre. En este evangelio hallamos al Señor elevando sus oraciones en más oportunidades que en los otros evangelios. Luego de haber sido bautizado por Juan, el Señor oraba y los cielos se abrían sobre Él (Lucas 3: 21-22). En otra oportunidad, mientras Él elevaba sus oraciones, fue transfigurado (Lucas 9:29). También pasó toda la noche orando antes de elegir a sus discípulos (Lucas 6:12). Todo esto no sólo nos resulta muy interesante, sino que también atrae profundamente nuestros corazones hacia la persona del Señor.
Pero, al considerar estos versículos que tenemos ante nosotros, aparecen otros detalles muy importantes. En esos momentos se producía un cambio importante en la posición de nuestro Salvador. Hasta entonces, el Señor había provisto por medio de su divino poder todo lo necesario para satisfacer las necesidades de los suyos, aun cuando era despreciado y dependía, aparentemente, de la caridad de algunas mujeres (para quienes era un privilegio particular servir así al Señor) o de otras personas para obtener su pan diario y, de ser necesario, algo de pescado. Estas pocas personas proveían al Señor lo suficiente para suplir las necesidades cotidianas de los suyos. Cuando Él envió a sus discípulos a predicar en las ciudades de la tierra gloriosa (Mateo 5: 5,15), sabía cómo tocar los corazones de muchas personas para que a ellos no les faltara nada. Pero, Él sería rechazado. Aun cuando todas las situaciones concernientes a su Persona tenían una divina y maravillosa solución, que siempre provenía de la profundidad de los consejos de Dios, el Señor debía proseguir su camino, pero ya no para proteger a sus discípulos del mal, ni tampoco para protegerse Él mismo del mal, sino para exponerse ante la ira de aquellos que decían: "A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él" (Mateo 27:42).
En estas circunstancias, Cristo no estaba bebiendo de la copa de la ira: ello tendría su cumplimiento en la cruz, donde sufriría de parte de Dios a fin de consumar la expiación suprema propiamente dicha. Estos momentos eran previos a la cruz, y fueron descritos por Él mismo con la siguiente expresión: "Esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas" (Lucas 22:53). No era la hora de la ira, sino de la tentación, la hora en la cual el Salvador pensaba en la terrible copa que habría de beber. El enemigo trataba de abrumar al Señor por medio de estas difíciles circunstancias, ante las cuales la naturaleza humana, como tal, bien podía sentirse abatida. En esos momentos también se proyectaba ante Él el desamparo que en breve sufriría de parte de Dios. El Señor pasaba por la dura prueba con absoluta perfección, recibiendo la copa de la mano de su Padre. En cuanto a las difíciles circunstancias que afligían al Señor, podemos decir que Satanás y los hombres bajo su mando tenían potestad; pero en cuanto al estado de Su alma, podemos afirmar que ellos no tenían nada: su Padre era todo para Él. Este ejemplo perfecto del Señor nos brinda una de las más acabadas y profundas instrucciones que deberíamos tener en cuenta cuando enfrentamos cada una de nuestras pruebas.
El apóstol Juan se refiere a esta misma hora cuando menciona más de una vez que los hombres no habían podido "echar mano" ni "prender" al Señor porque "todavía no había llegado su hora" (Juan 7:30; 8:20). Desearía profundizar un poco más acerca del carácter de esta hora de la tentación. El Señor, en su gracia, guiado por el Espíritu, se dignó pasar por esta tentación asociándose con nosotros al participar de nuestras aflicciones y tribulaciones. Satanás ya había tentado al Señor al principio, utilizando todo aquello (excepto el pecado) que podía inducir al hombre natural a obrar según su propia voluntad y que, en consecuencia, podía hacerlo caer en el pecado: la necesidad de alimento, las glorias del mundo y otras promesas cuyo cumplimiento requerían, por un lado abandonar el camino de la obediencia a Dios y, por el otro, desconfiar de Su fidelidad.
Pero el segundo Adán mantuvo su integridad y Satanás no logró apartarlo del camino que estaba preparado para el Hombre según Dios. El hombre fuerte era así atado y Cristo podía entonces, por el poder del Espíritu, y con su alma intacta, "repartir el botín" (Lucas 11:21 a 23). El Señor pudo liberar a todos los que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él. El Hombre perfecto conquistó, al derrotar a Satanás, todo aquello que había perdido el primer hombre. Por el Espíritu de Dios, Él echaba a los demonios: el reino de Dios estaba aquí abajo. Los poderosos efectos del dominio de Satanás desaparecían ante Él, incluso la muerte. Sin embargo, ¡todo esto no cambió el corazón del hombre, quien con sus afectos carnales seguía en abierta enemistad contra Dios! Para lograr la redención del hombre, fue necesaria la muerte. Para lograr la reconciliación con Dios, fue necesario establecer un orden de cosas totalmente nuevo. La justicia de Dios debía ser glorificada. El derecho que Satanás tenía sobre todo hombre a causa del pecado y de la muerte, muerte dictaminada por el juicio de Dios, debía ser destruido y anulado. Dios debía llevar a cabo una justa venganza contra aquello que había sido hostil hacia Él. Por lo tanto, toda la enemistad del hombre contra Dios, toda la angustia que generaba la muerte —ya sea bajo el poder de Satanás o bajo el juicio de Dios—, toda la energía de Satanás y finalmente toda la ira de Dios (el Señor cumplió la expiación al soportar toda la ira de Dios), tenían que ser cargados en Jesús, en la cabeza del Cordero de Dios, que no abrió su boca ante la presencia de sus opresores. La hora del hombre y de su propia voluntad fue el poder de las tinieblas, ¡tremendo testimonio! La hora de la justicia de Dios a favor del hombre fue la hora de la justa ira de Dios bajo la que el Señor tuvo que ser abandonado, pero también fue la hora en la que se determinó que todos aquellos que permanecieran en abierta hostilidad hacia Él debían ser excluidos de Su presencia.
¡Qué poderosa e infinita prueba de la gracia de Dios! Cristo, en su gracia, soportó todo esa terrible carga por nosotros. El Señor debía soportar toda la ira de Dios: ¡Dios mismo lo entregó! El Señor debía ofrecerse a sí mismo sin mancha a Dios, de manera que nosotros pudiéramos escapar: ¡Dios mismo lo envió! A juzgar por las circunstancias externas, nos podría parecer que el poder de Satanás y la maldad de los hombres eran los que conducían a Cristo a la muerte y a beber la copa de la ira de Dios. Pero el Señor, en su perfección, marcó muy bien los dos diferentes aspectos de esta tremenda prueba: por un lado, enfrentó y soportó el terrible sufrimiento que provenía de Satanás, que tenía el imperio de la muerte y, por el otro, obedeció perfectamente a su Padre. El Señor atravesó la terrible prueba junto a Dios, por lo tanto, la tentación no sirvió para que Jesús buscara hacer su propia voluntad.
Tal fue Getsemaní. No fue la copa de la ira, sino todo el poder de Satanás, de la muerte y de la enemistad del hombre tomando venganza (es una forma de decir) contra Dios: "Y los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí" (Salmo 69:9). El Señor verdaderamente sufría todo esto, pero lo presentaba ante Dios en plena sumisión a su voluntad. ¡Qué maravillosa escena! Cristo velando, orando y luchando en grado sumo, mientras Satanás utilizaba todo su poder y el peso de la muerte para oprimir Su alma. La angustia aumentaba porque el Señor sabía lo que estas cosas significaban para Dios, ante cuyo rostro nada podía ocultarse. Pero el Señor siempre tuvo al Padre ante su faz, y siempre se encomendó a Su voluntad, sin retroceder ni tratar de escapar, haciendo suyo el camino que le había preparado el Padre. El Señor nunca recibió nada de Satanás ni de los hombres, sino que todo lo recibía de Dios. Cuando Jesús tuvo la certeza de que la voluntad del Padre era que Él tenía que beber de la copa, entonces el asunto estaba decidido: "La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?" (Juan 18:11). Estaba todo concertado entre Él y su Padre; por lo tanto, el Señor podía obedecer en perfecta calma. ¡Qué inefable victoria! ¡Qué suprema apacibilidad! El Señor debía sufrir, sí, ¡pero ahora todo quedaría entre Él y Dios! Satanás ya no significaba nada y sus hombres pasaron a ser instrumentos de Dios o de los redimidos por Su gracia. Veamos qué ocurrió cuando los hombres se presentan: Jesús se adelanta y cuando pronuncia Su nombre, todos caen a tierra. El Señor se ofrece voluntariamente para que los suyos puedan irse a salvo. Ellos no tenían las fuerzas suficientes para protegerse a sí mismos ni subsistir en los momentos terribles que vendrían, en los cuales se decidiría si triunfaba el bien o el mal. Tampoco podían permanecer allí porque la justicia de Dios, para actuar contra el pecado, permitiría que se desplegara contra el Señor todo el poder de la muerte y toda la maldad de los hombres, esclavos voluntarios de quien tenía el imperio de la muerte.
Llegó el momento de la cruz y el vínculo perfecto del amor venció porque Cristo, como hombre, se sujetó para colocarse bajo el juicio de Dios contra el pecado. La justicia triunfó en bendición y de acuerdo al amor perfecto. La expiación del pecado fue hecha, y el poder de Satanás y el poder de la muerte fueron anulados a favor de todo aquel que se acerca a Dios por medio de Jesús.
No obstante, en Lucas 22: 39-44, observamos a un Cristo que sabía todo lo que le habría de suceder y, como hombre, deseaba pasar los momentos finales de esta decisiva prueba en perfecta comunión con su Padre. ¿Podía acaso el Señor caer en la tentación, es decir, permitir que su propia voluntad actuara y que lo condujera a escapar de la muerte y a evitar la copa de la ira y el juicio? ¿Qué era lo que más deseaba hacer para aprovechar esta oportunidad, obedecer a Dios o compadecerse de sí mismo? Sin duda, para el Señor, la obediencia siempre fue el gozo y la respiración de su alma —aun cuando Él sabía que los sufrimientos que tenía por delante serían terribles.
El no temer el juicio de Dios habría sido una clara muestra de insensibilidad de parte del Señor. Evitarlo habría sido desobedecer la voluntad del Padre, la cual Él había venido a cumplir en esa hora. Habría sido también fracasar en lo que respecta a la salvación del hombre, la que revelaría, incluso a los mismos ángeles, el carácter de Dios. Pero, en esos momentos, Cristo no buscaba alivio en los objetivos elevados y alentadores que tendrían su cumplimiento en Él, sino que atravesaba la prueba en completa sujeción a la voluntad de Dios, soportando todo el dolor que esto implicaba. Lo que Él hace, en cambio, es orar. El versículo 43 presenta la cuestión con absoluta sencillez: un ángel aparece para fortalecerlo. El Señor Jesús es hombre y, como tal, necesita el socorro de lo alto. Si Él no hubiera sido así, no habría logrado la liberación de los pecadores. La tremenda angustia del Señor se intensificaba cada vez más porque Él sabía contra qué clase de mal se enfrentaba. Jesús manifestaba la profunda agonía de su alma con una oración más intensa. Su alma se aferraba más intensamente a Dios y entonces, habiendo pasado por el valle de sombra y de muerte, habiendo enfrentado el poder de Satanás y el horror del mal que se opone a Dios, Él pudo levantarse victorioso. La copa que le daría el Padre, Él la habría de beber. Ya no era cuestión de luchar, de velar ni de orar más, sino de estar sujeto a la voluntad del Padre. Una calma perfecta rodea a la cruz, una calma en medio de las tinieblas a través de las cuales el ojo humano no puede ver. Allí, la sujeción del Señor es perfecta. Allí, se escucha el clamor: "¿Por qué me has desamparado?" Y también: "Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel" (Salmo 22:1 y 3). Aquí vemos la manera perfecta de pasar por el sufrimiento, en perfecta sujeción. El Señor no se esforzaba en aferrarse a Dios para no entrar en la tentación, sino que se dignaba pasar por ella. Tentación que, remarquemos bien, no era en absoluto agradable, puesto que provenía del mismo Satanás, que desplegaba todo el poder del mal y de la muerte para que el Señor retrocediera ante la terrible copa que había encontrado en su camino de obediencia; la copa que traería para nosotros la salvación y para Jesús la gloria del Hombre perfecto.
En la cruz, en la solemne hora de la expiación, todo sucedió únicamente entre Cristo y Dios. En Getsemaní, ante todos los esfuerzos de Satanás, el Cristo se aferraba a Dios; no para evitar entrar en la tentación, sino para seguir en el camino de la obediencia, en la más baja humillación en la que Él mismo se había colocado. El Señor descendió a las partes más bajas de la tierra y estuvo solo, olvidado, traicionado, negado y, finalmente, desamparado por Dios; pero también fue perfecto, victorioso, obediente y Salvador de los que le obedecen. Cristo sufriendo en Getsemaní nos brinda un ejemplo perfecto, aun cuando la medida de sus sufrimientos, en comparación con todos los nuestros, haya sido infinita. Deberíamos estar siempre velando y orando, incluso luchando en oración, para no caer en la tentación. También deberíamos velar y orar cuando pasamos por la aflicción a causa de nuestras propias faltas (Cristo sin duda sufría por las faltas de otros), las que muchas veces nos dificultan someternos a la voluntad de Dios. De una manera o de otra, el camino de la obediencia y de la rectitud cristiana, el camino de la vida, siempre es doloroso. Un camino mucho más fácil y menos complicado a los ojos de la carne siempre puede ser hallado, pero al margen del camino de la vida. Por eso, aun en las tribulaciones más pequeñas, debemos proceder como nuestro Salvador: hemos de velar y orar, para no caer en la tentación. El camino de la prueba (Salmo 16), es el camino de la vida. Allí, Dios puede ser hallado. Allí, hay liberación, para Su gloria y para la nuestra. ¡Que Dios nos ayude a mantenernos en su camino! Necesitamos la gracia de Dios, pero también debemos luchar en Su presencia para retener lo bueno. Él está de nuestra parte. Si tenemos que pasar por duras pruebas, pero lo hacemos con Dios, entonces las mismas pruebas nos darán la ocasión de obedecerle en los momentos difíciles. Este es el secreto de la vida práctica cristiana.
Cristo fue nuestro sustituto en la obra de la expiación, y en esto no podríamos imitarlo, excepto en Su perfecta sujeción a Dios. En la cruz, indudablemente, el Señor experimentó terribles sufrimientos físicos y espirituales que nos enseñan el ejemplo perfecto de la paciencia. Pero al hablar de la cruz estamos casi acostumbrados a pensar inmediatamente en el momento de la expiación, lo cual es correcto. Y en relación con esto quiero remarcar cuán importante es discernir en qué circunstancias de la vida del Señor podemos sentirnos identificados con Él y seguir su ejemplo. Es muy importante que comprendamos, lo más claramente posible, que en los sufrimientos de Cristo como nuestro Sustituto no participamos en absoluto, excepto por nuestros pecados, porque Él los soportó absolutamente solo. Somos propensos a contemplar a Cristo como ofrenda encendida, a un Cristo que se ofrece a sí mismo (lo cual nosotros, por gracia, podemos y debemos ofrecer), pero muchas veces no somos igualmente propensos a considerar que Cristo se ofreció también como sacrificio por el pecado. ¿Podemos acaso sufrir por nuestros pecados y cargar con ellos? ¿Podemos compartir con Cristo la obra de la cruz? El cristiano debería saber las respuestas correctas. Moralmente hablando, hay una gloria en la expiación consumada en la cruz, que ni siquiera puede ser hallada en la gloria misma. Compartiremos la gloria de Cristo sólo porque Él, en su infinita gracia, nos lo ha concedido. ¡Que Dios nos enseñe a ejercitarnos en la piedad y que nos mantenga en la sencillez de una fe que descansa en la perfecta expiación cumplida por Aquel que llevó Él mismo nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero!
Para entender Getsemaní, primero debemos conocer a Cristo como hombre, el hombre que ya había soportado una primera tentación, en el desierto. En Getsemaní, Cristo se enfrentó al poder del mal y a de la muerte manejada por Satanás, y también a la proximidad del juicio de Dios contra el pecado, por el cual el Señor debía pasar por la muerte. Si Cristo no pasaba por el juicio de Dios —el horrible hoyo profundo, el cieno profundo donde no se podía hacer pie— tomando nuestro lugar, ¿quién hubiera podido? Satanás quería que Cristo retrocediera ante el abismo que nuestros pecados habían abierto y que ahora debía ser colocado entre Él y Dios. Pero, por el contrario, Cristo se acercaba y se aferraba a Dios con mayor intensidad. Nuestro Señor deseaba cumplir con la voluntad de Dios y, ciertamente, consideraba en todo momento el horror de aquellas circunstancias, pero sin dejar de estar en plena comunión con Él, a la vez que hallaba en esta tremenda prueba la oportunidad para obedecer perfectamente y no caer en la tentación. El Señor, en la cruz, bebió finalmente la copa del juicio hasta el final.
Consideremos ahora qué deberíamos hacer nosotros, siguiendo el ejemplo del Señor, cuando tenemos que enfrentar una prueba. Si la voluntad de Dios es que debemos pasar por una prueba, aun cuando la misma nos aterrorice, debemos actuar sabiamente presentándonos ante Dios y depositando todo ante Él. Quizás hasta resulte necesario que debamos sufrir una angustia profunda, pues esto podría ser útil para poner al descubierto todo lo de nuestra voluntad propia que no puede ser quebrantado de otra manera. Cuando no queremos pasar por la prueba porque es dolorosa, cuando deseamos preservarnos a nosotros mismos en lugar de producir frutos de justicia, cuando en vez de someternos a la prueba, para el bien de nuestras almas y para la gloria de Dios, elegimos el camino malo de la voluntad propia —la cual se hace más evidente en nuestro corazón al atravesar la prueba—, entonces significa que estamos obrando según Job 36: 21: "Guárdate, no te vuelvas a la iniquidad; pues ésta escogiste más bien que la aflicción". Cuando la prueba es enviada por Dios para que su gracia pueda ser manifestada, ciertamente su gracia se desplegará y Dios mismo ejercitará nuestras almas. Cuando la prueba viene a causa de la disciplina de Dios, como un castigo positivo de su parte, y el alma se sujeta, es decir, recibe la disciplina, ésta pierde su amargor y puede dar sus frutos. En medio de la prueba, en santidad, Dios es todo para nuestras almas. No digo que debamos esperar el mal, sino que cuando el mal está a la vista, deberíamos pasar por la prueba junto a Dios —y no junto al hombre—, velando y orando para no caer en la tentación.

Doctrina Acerca de la Biblia

1. BIBLIOLOGIA


LA INERRANCIA DE LA BIBLIA


La inerrancia -la ausencia del "error"-, es una cualidad predicada de la Biblia, y esta estrechamente relacionada con su autoridad, y con la inspiración divina. En nuestras asambleas, la inerrancia de la Biblia es un dogma incuestionable.  Por lo cual se entienden las escrituras en sentido literal, estricto y absoluto, vale decir como la ausencia de cualquier tipo de error, anacronismo o incoherencia. El razonamiento es: Dios es el autor de la Biblia, y Dios no puede errar ni conducir al error (es inerrante), en consecuencia, la Biblia no puede contener ningún error. 
El término inerrancia nos da a entender es que Dios fue el superintendente sobre los autores humanos de la Biblia de tal manera que ellos usaron sus personalidades individuales al escribir y al apuntar sin error la revelación de Dios al hombre en las palabras de los manuscritos originales.
“Inerrancia significa que cuando todos los hechos son conocidos, la Escritura en sus manuscritos originales e interpretados con propiedad se demuestra ser totalmente verdadero en todo lo que afirman, sea esto en cuanto a doctrina o moralidad, o con las ciencias sociales, físicas o ciencias de la vida”. Esto se lo puede ver a través de una lectura cuidadosa de los siguientes versículos  de Sal. 119:142: “tu ley es ver- dad”; v. 151 “tus mandamientos son verdad”; v. 160 “tu palabra es verdad”; Prov. 30:5-6 donde cada palabra de Dios ha probado ser verdad; y Jn. 17:17 “tu palabra es verdad”.
El término “verdad” encierra el aspecto fundamental que todos quieren saber: LA BIBLIA NO ES FALSA. En filosofía, el famoso Aristóteles decía: “¿Qué es verdad? Aquello que es, es; y aquello que no es, no es; es verdad”. Esto nos lleva a una conclusión lógica. Si la inerrancia bíblica no se extiende a toda la Biblia queda el individuo con la responsabilidad de decidir cuáles partes la posee y cuáles no la poseen. El resultado de esto llega a ser el subjetivismo.

I.           EVIDENCIAS DE INERRANCIA.
Analicemos las evidencias que la misma escritura nos da de si misma.  En ella encontramos muchos pasajes que nos avalan la veracidad de los hechos narrados en ella.

 

LA EVIDENCIA DE INERRANCIA MATEO 4:1-11

El Señor Jesús aceptó la inspiración plenaria de la Biblia. (Mateo 4:4, citando Deuteronomio 8:3). Cuando Satanás trató de tentar al Señor a que se arrojara del pináculo del templo, asegurándole que él podía confiar en la promesa del Salmo 91:11-12, utilizó la escrituras para ello.

LA EVIDENCIA DEL USO QUE CRISTO HIZO DEL ANTIGUO TESTAMENTO

            Él reconoció que Adán y Eva fueron creados por Dios, que fueron dos seres vivientes (Mateo 19:3-5). Él aceptó como verídica la historia de Jonás y el gran pez (Mateo 12:40) y reconoció la historicidad de Isaías (12:17), Elías (17:11-12), Daniel (24:15), entre otros.

EVIDENCIA DE MATEO 5:17-18

            Cristo no vino a abolir la ley sino que a cumplirla. El Señor dijo que podemos estar seguros de que las promesas del Antiguo Testamento se cumplirán hasta las mismísimas jotas y tildes.

EVIDENCIA DE JUAN 10:31-38

            Los judíos pidieron que Jesús se declarase si él era el Mesías (10:24). Su respuesta fue que Él se atribuyó ser igual a Dios. La Biblia es inspirada verbalmente, y Él dirigió a los judíos a lo que se había escrito.

EVIDENCIA DE MATEO 22:23-33

            Los saduceos creían en la autoridad del Pentateuco. Cristo les enseñó que hay vida después de la muerte (éxodo 3:6). El utilizó el pasaje para rebatir lo que pensaban estaban erróneo: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (Mateo 22:32)

EVIDENCIA DE MATEO 22:41-46

Cristo es el hijo de Dios en cuanto a su humanidad, pero también es el hijo de Dios. (Salmo 110:1). Dando a entender la deidad y la humanidad de Cristo.

LA ACTITUD DE CRISTO HACIA LA BIBLIA

La forma en que las letras se emplean al escribirse las palabras es completamente confiable, y ni una sola promesa se cumplirá diferente de la que está escrita. Cristo enseñó que las escrituras no pueden ser quebrantadas. El Señor construyó argumentos complicado sobre palabras individuales y aun el tiempo de un verbo.

II.            Pasajes “Problemáticos”.
No queremos pasar de este estudio de la doctrina de la Biblia, sin indicar que en ella hay pasajes que son difíciles de explicar, y que el criticismo moderno los utiliza para atacarla e indicar que ella es un libro lleno de errores. Decimos que cada uno de supuestos errores tiene una explicación que aclara el contenido del pasaje. No olvidemos que muchos pasajes son “oscuros” simplemente por que representaban la realidad de la localidad y estos se han perdido en tiempo. Por ejemplo, hasta hace poco no se sabía si había existido la ciudad de “Nínive”, y esto fue así hasta que se descubrieron sus ruinas, confirmando que las escrituras decían la verdad sobre aquella ciudad. Del modo dejamos establecido que a medida que salgan a luz nuevos hechos, se irán confirmando, para el mundo, que la Biblia tiene la razón en todo lo que ella dice. En cambio, para nosotros los creyente, ella siempre habla con la verdad y no existe ningún engaño, por que toda escritura es inspirada por Dios y útil para nuestra edificación (2 Timoteo 3:16).
Lo que a continuación presentamos como ejemplo de pasajes que para el mundo son ejemplos de críticas para atacar las escrituras, han sido tomados del libro “Teología Básica de Charles Ryrie”.

Los “dos relatos” de la creación.

Génesis 1:11–12: la cual afirma que la vegetación apareció en el tercer día, y 2:5 que parece decir que no hubo ninguna vegetación hasta después que Adán fue creado. Primeramente, el capítulo 2 añade detalles al relato de la creación en el capítulo 1, no en contradicción sino en suplementación. Las palabras usadas en el versículo 5 se refieren a la clase de plantas que requieren cultivo, no a toda clase de plantas verdes. Las plantas que requieren cultivo, o no aparecieron hasta que Adán fue creado y él las pudo cultivar, o aparecieron pero no crecieron hasta que Adán fue creado

La esposa de Caín

La Biblia sí enseña claramente que Adán y Eva fueron los primeros seres humanos creados. El Señor afirmó esto en Mateo 19:3–9. La genealogía de Cristo se remonta hasta Adán (Lucas 3:38). Judas 14 identifica a Enoc como el séptimo desde Adán. Esto difícilmente pudiera significar el séptimo desde la “raza humana”, una interpretación que fuese necesaria si, como algunos alegan, Adán no fuese un individuo. Claramente, Caín mató a Abel y aun así nacieron muchas personas. ¿Dónde halló Caín a su esposa?
Es sabido que Adán y Eva tuvieron otros hijos e hijas además de Abel, Caín, y Set (Génesis 5:4), y si solamente hubo una familia original, entonces los primeros matrimonios tuvieron que ser entre hermanos y hermanas. Tales matrimonios no eran dañinos en el principio.

 

Números 25:9

La plaga que siguió a la adoración de Israel de Baal-peor mató a 24.000 personas según Moisés. Aun así Pablo reporta sólo 23.000 muertes en 1 Corintios 10:8. ¿Un error obvio? No necesariamente, porque Pablo limita su cifra de 23.000 a aquellos que fueron matados en un día.
Pero ningún daño se le hace a la doctrina de la inerrancia si consideramos ambas cifras como números redondos. Si es así, entonces la cantidad que murió estaría entre 23.000 y 24.000. Si cualquiera de los dos pasajes declarara que “exactamente” o “solamente” cierto número murió y también no estuviesen de acuerdo, esto constituiría un error evidente. Pero este no es el caso.

¿Quién mató a Goliat? (2 Samuel 21:19; 1 Samuel 17:50)

¿Es cierto que David mató a Goliat o fue otro hombre llamado Elhanán?  (1) ¿Pudiera David haber tenido dos nombres, y que el otro fuera Elhanán? Salomón tenía dos nombres (2 Samuel 12:24–25). (2) Pudieran haber existido dos Goliats? En el contexto inmediato (21:20) se menciona otro gigante en Gat. (3) ¿Pudiera ser que palabras como “el hermano de” fueran omitidas de el versículo 19? Cualquiera de estas soluciones es igualmente posible, en vez de concluir que hay un error. Todas son posibles a la luz de la precisión comprobada de la Biblia en otros lugares.

El lavacro en 2 Crónicas 4:2


Al describir las medidas de este lavacro, la circunferencia se dice que era de treinta codos (ó 540 pulgadas si el codo equivalía a 18 pulgadas) mientras el diámetro es 10 codos. Sin embargo, se llega a la circunferencia multiplicando el diámetro por pi (3.14159), y ese total es más de 565 pulgadas
La medida de 10 codos era de borde a borde; es decir de un margen exterior al otro. Pero el versículo 5 dice que el espesor del borde era de un palmo, más o menos 4 pulgadas. De modo que el diámetro interior era de 10 codos (180 pulgadas) menos dos palmos (8 pulgadas). Al multiplicar 172 pulgadas por pi, el total es 540 pulgadas, la misma circunferencia dada en el versículo 2.

Llevando un bordón (Mateo 10:9-10; Marcos 6:8; Lucas 9:3)

Marcos indica que Jesús les permitió a los discípulos llevar un bordón mientras Mateo y Lucas dicen que El lo prohibió. Esto mueve al errantista a decir: “Yo no conozco ninguna manera de reconciliar esta inconsecuencia. La conclusión apropiada, creo yo, es que los relatos son inconsecuentes y a lo menos uno de los Evangelios está en error”.
Juntando los relatos, el Señor permitió que los discípulos llevaran cualquier bordón que ellos ya tuvieran consigo (Marcos). Sin embargo, no podían llevarlo si no lo tenían o si caminaban bien sin él (Lucas). En ningún caso debían ellos conseguir o comprar un bordón nuevo (Mateo, quien utiliza un verbo diferente del de Marcos y Lucas, uno que significa adquirir o conseguir). La idea principal de la instrucción del Señor está clara: no hagan alguna provisión especial para esta.

La semilla de mostaza (Mateo 13:32)

En Su parábola de la semilla de mostaza el Señor dijo que la semilla de mostaza era la más pequeña de todas las semillas. ¿Es ésta una declaración claramente errónea puesto que botánicamente la semilla de mostaza no es la más pequeña? Antes de decidir precipitadamente, recuerde que esto fue dicho por Jesucristo, y si El pronunció una mentira, ¿cómo pudiera El ser impecable? Esta no es simplemente una pequeña discrepancia de los hechos; si la declaración es cierta, entonces comprueba algo acerca de quien la hizo, y esto se convierte en un asunto doctrinal serio. No se puede separar esta historia de su consecuencia doctrinal.
Pero ¿cómo debemos entender las palabras del Señor? Una sugerencia bien declarada hace años por un hermano es esta: Esta semilla, cuando se arroja a la tierra es la ‘más pequeña de todas las semillas’—palabras que a menudo han dejado a los intérpretes perplejos, ya que existen muchas semillas más pequeñas, como la de la amapola o la ruda. Pero no vale la pena hacer dificultades de esta clase; es suficiente saber que ‘pequeño como un grano de mostaza’ era una expresión proverbial entre los judíos usada para algo sumamente pequeño (véase Lucas 17:6). El Señor, en Su enseñanza popular, se adhirió al lenguaje popular”.
Otro hecho que hay que tomar en cuenta es que la palabra “más pequeña” en realidad es un comparativo, no un superlativo y se debe traducir (como en la NASB y la NEB), “más pequeña que otras” de todas las semillas. En otras palabras, el Señor no hizo una declaración absoluta (la semilla de mostaza es absolutamente la más pequeña) sino que puso la semilla de mostaza en la categoría de las semillas mas pequeñas.
Quizás las dos sugerencias se deben combinar. Técnicamente, El puso la semilla de mostaza entre las semillas más pequeñas y se aprovechó de la forma popular proverbial de entender que esa semilla representaba algo sumamente pequeño. Pero El no cometió un error ni técnico ni científico.

Los ciegos en Jericó  (Mateo 20:29-34; Marcos 10:46-52; Lucas 18:35-43)

Los relatos de la curación de los ciegos en Jericó (uno de los cuales era Bartimeo) contienen algunos detalles diferentes, que algunos han interpretado como carentes de solución, lo que guía a la conclusión de que alguno de ellos debe de contener errores. Mateo escribió que el Señor sanó a dos ciegos cuando se iba de Jericó. Los otros relatos solamente mencionan a un ciego e indican que el milagro ocurrió cuando entraban a Jericó. En cuanto a la cantidad de ciegos, si Marcos y Lucas hubieran dicho que fue solamente un hombre ciego, entonces hubiera un error. Pero si Bartimeo fue el más destacado de los dos, entonces sería natural que un escritor se fijara en él mientras otro posiblemente mencionara a ambos. El declarar que hubo dos, incluye el destacar a uno. El decir que había dos estaría en conflicto si se hubiera dicho que solamente hubo uno. Pero no es ese el caso.
En cuanto a dónde ocurrió el milagro, se han sugerido dos explicaciones plausibles. Una es que los hombres le hicieron la súplica al Señor cuando El entraba en Jericó, pero que no fueron sanados hasta que El ya se iba. La otra es que, puesto que había dos Jericó (el viejo Jericó y la ciudad nueva), la sanidad pudiera haber ocurrido después que el grupo salía del viejo Jericó y se acercaba al nuevo Jericó. De esta manera el “al salir ellos” de Mateo se refiere al viejo Jericó, mientras que las referencias de Marcos y Lucas en cuanto llegar a Jericó se refieren al nuevo Jericó.
       Cualquiera de las dos sugerencias que se adopte, queda claro que no es necesario ver una contradicción carente de solución en estos relatos.

El padre de Zacarías (Mateo 23:35)

En este versículo Zacarías (no el profeta, del mismo nombre sino un sacerdote) se le llama el hijo de Berequías, mientras que en 2 Crónicas 24:20 se dice que es el hijo de Joiada. “Hijo de” no tiene que significar la generación inmediata (como en Génesis 31:28, donde Labán se refiere a sus nietos como hijos e hijas, o como en el caso de Cristo, el Hijo de David y Abraham, Mateo 1:1). Es más probable que Joiada fue el abuelo de Zacarías y que se nombra en el relato de las Crónicas debido a su fama.

Zacarías versus Jeremías (Mateo 27:9-10)

La parte principal de esta cita viene de Zacarías 11:12–13, mientras que Mateo parece atribuírsela a Jeremías. ¿No es este un error claro?
Antes de llegar a tal conclusión, considere que Jeremías fue situado al principio de los escritos proféticos del Antiguo Testamento en el Talmud Babilónico. Mateo, entonces, pudiera estar simplemente usando el nombre de Jeremías para designar la sección del Antiguo Testamento de la cual provienen las referencias de Zacarías. Es como decir: “En el libro de Suárez, Fernández dijo…” Fernández escribió un capítulo en un libro editado por Suárez. (Sin embargo, esto no sugiere que Jeremías haya editado la profecía de Zacarías.) Note la misma prominencia dada a Jeremías en Mateo 16:14, donde él es el único profeta que se nombra específicamente aunque otros se incluyen en la declaración.
Aunque esta parece ser la explicación más plausible, algunos hallan la solución en la idea de que Mateo se refería primordialmente a los eventos relacionados con la casa del alfarero en Jeremías 18 y 19.

Isaías versus Malaquías (Marcos 1:2-3)

Estos versículos plantean un problema, puesto que inmediatamente después de las palabras “como esta escrito en Isaías el profeta,” sigue una cita de Malaquías, y entonces una de Isaías. Muchos consideran que esto es un error obvio, aunque inofensivo. Sin embargo, la estructura del capítulo presenta el “principio del evangelio” fijando la atención en el ministerio de Juan el Bautista en el desierto. Así que en la mente de Marcos la cita de Isaías es el principal, puesto que predijo la figura en el desierto. El hecho de que su atención se fija en la profecía de Isaías explica el porqué de sólo mencionar a Isaías en el versículo 2.

Abiatar versus Ahimelec (Marcos 2:26)

Marcos, al referirse a cuando David se comió el pan del tabernáculo, dice que Abiatar era el sumo sacerdote, mientras que el relato de este evento en el Antiguo Testamento declara que era Ahimelec (1 Samuel 21:1–6). Una solución reconoce que mientras que el evento realmente ocurrió durante el sacerdocio de Ahimelec, éste fue asesinado poco después y Abiatar, quien también estaría ejerciendo las funciones sacerdotales durante ese tiempo, en breve fue hecho sumo sacerdote y resultó ser más prominente que Ahimelec. Marcos no está diciendo que Abiatar era realmente el sumo sacerdote cuando el evento ocurrió, sino un sacerdote que ministraba y que pronto se convirtió en un sumo sacerdote muy prominente. De igual modo uno pudiera hablar de algún evento que ocurrió durante los años senatoriales de John F. Kennedy y decir que éste tuvo lugar en los días de Kennedy, el presidente. El no era el presidente cuando ocurrió, sino un senador, pero se identifica como Kennedy el presidente porque él (después) llegó a ser presidente.
Repito, estos ejemplos en Marcos nos recuerdan que si uno viene a la Biblia esperando hallar errores o admitiendo que pueda haberlos, puede construir un argumento a favor de una Escritura errante. Pero si viene a la Biblia esperando que ésta sea inerrante, puede encontrar soluciones admisibles, y aun si no puede honestamente aceptar ninguna de las soluciones sugeridas, todavía puede creer que la Biblia es inerrante y que simplemente no tenemos suficiente información para resolver algunos de los aparentes problemas.

La muerte de Judas

En Hechos 1:18, Pedro describe la muerte de Judas como “cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron”. Mateo dice que Judas se ahorcó (Mateo 27:5). Con toda probabilidad ambas descripciones son correctas. El sí se ahorcó, pero algo ocurrió que causó que su cuerpo cayera y se reventara. Esta es la solución más simple, y se ha sugerido desde el tiempo de Agustín.
Ambos relatos parecen contener otro problema. Mateo dice que los sacerdotes compraron el campo de sangre, mientras que Hechos se lo atribuye a Judas. Otra vez, la simple solución es que ambos relatos son correctos. Los sacerdotes no podían tomar de nuevo el dinero; así que compraron el campo a nombre de Judas, puesto que ellos no querían dar la impresión de que tenían algo que ver con el dinero.

Problemas en Hechos 7

Aunque está bien dentro de los límites del concepto de la inerrancia aceptar que Esteban dijera algo erróneo en su discurso y Lucas lo relatara con exactitud, el intérprete serio querrá saber con la mayor claridad posible lo que Esteban estaba diciendo. Uno de los problemas se presenta en el versículo 6, donde Esteban expresa que la duración del cautiverio egipcio fue de 400 años mientras que Éxodo 12:40 dice 430 años. Además, Pablo en Gálatas 3:17 escribió que la ley llegó 430 años después de la promesa hecha a Abraham. Los problemas en estas cifras son dos: (a) La diferencia entre 400 y 430; y (b) el aparente gran error de Pablo, porque el tiempo entre Abraham y la data de la Ley fue considerablemente más que 430 años. Muchos simplemente reconocen que la diferencia 400/430 constituye una aproximación. Cuatrocientos es 430 en número redondo. Los 430 años en Gálatas no utilizan los términos desde Abraham hasta la ley (Génesis 12 hasta Éxodo 20). Más bien, se refiere al tiempo desde el final de la era patriarcal (Génesis 35:11–12) hasta la entrega de la ley en Éxodo 20.
Otros creen que 400 años fue la duración de la esclavitud y que ambas figuras de 430 años se refieren al tiempo entre la última confirmación del Pacto Abrahámico a Jacob y la data de la ley. Sin embargo, este es uno de esos casos donde simplemente no tenemos suficientes datos para llegar a una conclusión decisiva. Así que, una vez más, la actitud de uno entra en juego: usted puede creer que hay errores o, que pudiera haber una resolución perfecta si se conocieran todos los datos.
Algunas veces el aparente problema en el versículo 14 plantea una pregunta. Allí se dice que la familia de Jacob eran setenta y cinco personas, mientras que en Génesis 46:27 solamente se incluyen setenta. Esteban en Hechos sigue el número de la Septuaginta, el cual incluyó cinco personas adicionales (el hijo y el nieto de Manasés y dos hijos y un nieto de Efraín). Génesis no incluye a éstos. Pero en ambos números solamente se incluye un grupo restringido, porque la cantidad total de la familia de Jacob hubiera sido mucho más grande, si se hubieran incluido las esposas de los hijos y nietos de Jacob y esposos de sus hijas y nietas, los cuales no se enumeran. A cualquiera que tratara de enumerar los componentes de una familia inmediata de este tamaño, fácilmente se le pudiera ocurrir hacerlo por lo menos de dos formas y dos totales diferentes sin contradicción.
Estos representan los problemas del Nuevo Testamento que se están discutiendo. Algunos de ellos se han  utilizado a través de la historia de la iglesia para tratar de demostrar que hay errores en la Biblia. Y a través de la historia se han presentado soluciones razonables a estos problemas. Algunos han salido a la luz más recientemente. Cualquiera de ellos posiblemente se pudiera utilizar para concluir que la Biblia contiene errores, pero para todos ellos existen explicaciones razonables.
Se necesita solamente un error para hacer a la Biblia errante. Puede que sea un error “pequeño”, inconsecuente, histórico, o doctrinal; pero si hay uno, entonces no tenemos una Biblia inerrante.  El asunto del canon tiene que ver con la cuestión de cuántos libros pertenece a la Biblia. El canon, pues, se refiere a un alista autorizada de los libros de la Biblia. Por supuesto, los libros individuales fueron escritos sobre un gran período de tiempo por varios escritores. ¿Cómo, pues, se coleccionaron, y quién decidió cuáles compondrían el canon de la Escritura?

La Biblia - Resumen de Sus 66 Libros

Esdras   


"Porque siervos somos; mas en nuestra servidumbre no nos ha desamparado nuestro Dios, sino que inclinó sobre nosotros su misericordia delante de los reyes de Persia, para que se nos diese vida para levantar la casa de nuestro Dios y restaurar sus ruinas, y darnos protección en Judá y en Jerusalén."  Esdras 9:9



Esdras, que significa "ayuda", está escrito por un escriba que lleva ese nombre, y es un relato de la obra restauradora de Dios al traer de regreso a algunos de los Judíos a Jerusalén; un primer grupo vino con Zorobabel (cap. 2:2:), con el objetivo de reconstruir el templo. Esta fue la orden de Ciro, rey de Persia, ya que, por esa época, los medos y los persas habían conquistado el Imperio Babilónica. Ciro decretó que los utensilios del templo (los había traído previamente Nabucodonosor) debían ser devueltos al templo que estaba a punto de ser reedificado. Hubo estorbos a la edificación, pero Dios, usando a los profetas Hageo y Zacarías, finalmente permitió la terminación de esta, como lo muestra el capítulo 6:15.
Otro grupo de judíos volvió posteriormente con Esdras durante el reinado de Artajerjes; y él, siendo un sacerdote de la línea de Aarón, fue enviado tanto a ayudar en el servicio del templo reconstruido como a establecer jueces y gobernadores que conociesen la ley de Dios para gobernar la tierra.
Este es un libro necesario para nuestros días, cuando aquellos que desean un regreso a la verdadera adoración a Dios de acuerdo con la Escritura pueden esperar oposición. No obstante, su fe será recompensada, si son firmes y mantienen firmemente los verdaderos principios de Dios.


 

Nehemías


"Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen nada preparado; porque día santo es a nuestro Señor; no os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza." Nehemías 8:10



Nehemías (significando su nombre "consuelo de Jehová") escribe la historia de su relación con el remanente de la cautividad que regresó. Él fue a Jerusalén casi trece años después que Esdras, conmovido por las noticias que había recibido acerca del deteriorado estado de la ciudad. Dios le dio gracia ante Artajerjes, rey de Persia, de quien era copero. Él obtuvo autoridad para reconstruir las murallas de Jerusalén.
Hombre de fe y energía y administrador capaz, él pudo organizar a Los Judíos para el trabajo de reconstruir la muralla e imbuirlos con la buena voluntad tanto de trabajar así como de pelear por los intereses de Dios en la ciudad. Su firme decisión, su sabia forma de evitar las astutas trampas del enemigo, y sus cortas, sinceras oraciones no pueden dejar de atraer a todo lector interesado. Con todo, la influencia autoritaria del gobierno persa se siente en todas partes y no puede ser ignorada.
Nehemías es un libro especialmente útil en nuestros días. Ilustra el hecho de que la verdadera fidelidad a Dios de parte de Sus santos, y su propósito de corazón de construir una pared de separación del mundo y sus maldades,  enfrentará amarga oposición del enemigo. Con todo, no obstante lo pequeño y despreciado que un testimonio tal pueda aparecer a los ojos de los hombres, su firme y humilde fe en un día de confusión es preciosa para Dios.



 

Ester


"Pues Mardoqueo era grande en la casa del rey, y su fama iba por todas las provincias; Mardoqueo iba engrandeciéndose más y más." Ester 9:4



Ester significa "oculta", y el libro trata de los Judíos durante el tiempo de su cautividad, lejos de su propia tierra, ocultos entre las naciones, y sin embargo bajo el cuidado providencial del Dios a quién ellos habían desobedecido. No obstante, el nombre de Dios no se encuentra en este libro: Él también está oculto. Él no puede vincular públicamente Su nombre son ellos, debido a que su dispersión es el castigo debido a la desobediencia. Ade-más,  estos habían escogido permanecer en Persia a pesar de que Dios les había abierto el camino para que volviesen a Israel: ellos no tenían una real preocupación por volver al lugar que Dios les había dado cuando otros lo habían he-cho.                       
Con todo, aquí se contempla de forma hermosa Su mano que se impone en misericordia y protección. Es un tipo de la bendición que ha de venir a los hijos de Israel que ahora están dispersos, después de mucha cruel aflicción y persecución.
La misma Ester nos puede recordar la belleza que Dios ve en Su pueblo a pesar de su fracaso y alejamiento: Y Mardoqueo es un tipo de Cristo, en primer lugar, protegiendo al rey Gentil de aquellos que complotaban planeando su muerte; y luego al engrandecerse más y más entre los Gentiles, habiendo estado anteriormente a punto de ser ahorcado.
Cuán bien esto ilustra, asimismo, los tratos de Dios con cualquier creyente que se vuelve descuidado y desobediente en sus caminos. Este no tiene una real comunión con Dios. No se goza en la presencia del Señor, no obstante, el Señor se preocupa de él por medio de juicios que tienen en vista su restauración en sumisión al Señor.


     

Job


"De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza." Job 42:5,6



Job (que significa "grito de aflicción") es poético, y ha sido honrado desde hace mucho por su espléndido lenguaje. Es evidente que Job vivió aproximadamente en la época de Abraham. Aunque era el hombre más justo de la tierra, Dios permitió que sufriese intensamente bajo la mano de Satanás. Sus tres amigos asumieron que para merecer un sufrimiento tal, Job debía haber sido culpable de un pecado escondido flagrante, y en sus discursos ellos buscan, suavemente al principio y luego más cruelmente, arrancarle una confesión al respecto. Job alega su propia inocencia, y siente que los tratos de Dios para con él no tienen ninguna razón de ser.
Sin embargo, este preciso sentimiento indica la razón de por qué fue necesario que Dios derribase la orgullosa justicia propia de Job.
Después que se silencia a sus tres amigos, Eliú, un hombre más joven, habla verdaderamente de parte de Dios palabras tales que afectan de tal forma la conciencia de Job que le dejan sin respuesta. Eliú es un tipo evidente del Señor Jesús, el Intérprete de los caminos de Dios.
Entonces Dios mismo habla a Job desde un torbellino. Él señala a muchas maravillas de la creación que demuestran que la sabiduría del Creador debe ser infinitamente más alta que el concepto del hombre, y que en comparación,  la sabiduría del hombre es una ignorancia patética. Job toma en serio las lecciones envueltas en esto  y dice, "me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza." Este es el gran punto decisivo, y posteriormente Job es bendecido más que nunca. Job es un libro muy valioso para enseñarnos el verdadero juicio de uno mismo y la sumisión a la mano de Dios.