sábado, 6 de octubre de 2012

Edición de Octubre


Edición de Octubre de Candelero Encendido


Hermanos.
Ya se encuentra disponible la Edición de Octubre de "Candelero Encendido". Pueden descargar el archivo Pdf de este 
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El Editor



“LA IGLESIA QUE ES SU CUERPO"


Mi presente propósito es considerar brevemente la obra del Santo Espíritu en la formación de la iglesia de Dios - el cuerpo de Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres: y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu" (1Cor. 12:13). El bautismo del Espíritu es débilmente entendido por la mayoría. Alguno imagina que esto es una especie de ''segunda bendición" a la cual se entra a través de un menor favor en algo) momento subsiguiente a la salvación; otros lo suponen como una cosa repetida, para ser solicitada a través de la oración encarecida por los santos individualmente y colectivamente.
            La Escritura habla de otra forma. El bautismo del Espíritu (Cristo siendo el  que bautizaba, Juan 1:33) es mirando al cuerpo de Cristo. Por medio de esta raz6n los santos de Dios, de cualquier modo numerosos, están unidos a la vida de la Cabeza en el cielo, para cada cual. Semejante cosa era desconocida hasta que Cristo fue glorificado. Hubo hombres piadosos primero, por supuesto: la fe individual había sido desde los días de Abel, si no de Adán. Pero no estaba la unión, ni pudo estar hasta que la redención fue efectuada y Cristo ascendido a la diestra de Dios. Entonces fue extraído un propósito, que fue realizado ante el mundo que estaba, más se mantuvo oculto en el corazón de Dios hasta que correspondió con el momento de la venida. Ese propósito era para tener una compañía de personas en la gloria celestial con el Segundo Hombre para tomar parte con El en todos los resultados de Su obra gloriosa, en asociación personal con El como miembros de Su cuerpo. Los miembros están reunidos mientras los consejos de Dios concerniente a la tierra son despreciados. Cuando el Mesías se presentó a Israel fue rechazado. Esto ha retardado el reino, con toda su bendita conexión para la tierra entera. Todo ha sido hecho bueno poco a poco y todo lo que los profetas han hablado ha sido cumplido; pero para el presente. Cristo se ha sentado a la diestra de Dios y el Santo Espíritu este aquí reuniendo Sus miembros y coherederos. Cuando el número este completo, el Señor descenderá en el aire y les recibirá así mismo. Esto es una cosa maravillosa tener parte en semejante designio. Era un inmenso privilegio de la antigüedad ser un judío y estar en posesión de la Palabra de Dios, y el divino santuario. Más el vino nuevo es sobrepasadamente mejor por fe. En la nueva compañía toda distinción carnal entre el judío y el Gentil desaparece, la muralla de en medio de separación había sido derribada; todos tienen acceso por medio de un mismo Espíritu al Padre y todas las bendiciones de aquel que es la Cabeza ascendida son nuestras, quienes son uno con El (Ef. 2). De este modo para conocer nuestro lugar verdaderamente, nosotros debemos aprender el lugar de Cristo: para aferrar nuestra porción celestial, la porción de Cristo debe ser discernida, pues en esto todos los miembros comparten a través de la infinita gracia de Dios. Todas las bendiciones espirituales en los cielos son nuestras en El; y todo el amor del Padre descansa sobre nosotros en El.
            Hombre exaltado allí, esto nos hace desear saber que está allí y se familiariza con todo. Es imposible que un santo pudiera realmente tomar por medio de la fe su unión con Cristo en gloria, amando a un mundo hostil y malo. El entendimiento intelectual es indigno y vano.
            La comprensión de un lugar semejante de bendición y privilegio, lleva con sus correspondientes responsabilidades durante nuestro andar en la tierra. Esto los apóstoles impelen en 1ª Corintios 12. La diferencia entre Efesios y 1ª Corintios considera la verdad del un cuerpo, en la cual uno nos da el lado celestial y el otro el terrenal. Los miembros han recibido todo lo importante de la Cabeza para la edificación general y bendición, y es, para no estar descontento con el lugar y funciones divinamente asignado para cada uno (1ª Corintios 12:14-18). En otro lado está para no ser despreciado en relación a la porción del más eminente dotado para aquellos que son más desairados. Todos son necesario y ninguno está para ser despreciado (vers. 19-21). El débil y el menos digno miembro, lejos de ser en el cuerpo, están para tener nuestro especial afecto y cuidado. Es para ser una comunidad de interés entre los miembros de Cristo (vers. 22-26).
            Nosotros vemos estos divinos principios que fueron entendidos y realizados, en la fe por los primeros santos. El cuadro presentado por medio del Espíritu de Dios, en Hechos de los Apóstoles en los primeros capítulos, es cautivador en su belleza y simplicidad. Desde todo esto, la iglesia de Dios se ha desviado gravemente. El vaso honrado que fue usado como el administrador de la verdad de Cristo y la iglesia - el Apóstol Pablo - contemplo con aflicción, a la vasta mayoría declinando antes de que al hubiese sido llamado a su reposo. ¡Cuan rápida es la declinación después de su partida! ¡Cuán pronto estaba la verdad completamente perdida! Es solo lo Último que Dios había recuperado para Su propiedad. Muchas verdades concernientes a la bendición individual de los creyentes, fueron victoriosos atrás en el siglo decimosexto, pero, poco o nada fue entonces incorporado dentro de la iglesia de Dios. Pero el Espíritu de Dios había traído la verdad poniéndola al frente nuevamente ante la venida del Señor. El debería tener a los santos entrando en su verdadera comunión a Cristo, que ahí puede estar un correcto andar, individualmente y colectivamente, a una actitud correcta hacia El.
            Esto podría ser argüido, que es prácticamente imposible actuar sobre tales principios después todo eso ha venido a la profesión de la iglesia. Con el vasto conjunto de confesores de Cristo, gastan sus energías en edificar humanamente al formar cuerpos ¿Qué debe ser hecho? No debemos olvidar que la iglesia de Dios está hecha de individualidades y cada santo individualmente tiene su propia responsabilidad ante el Señor. Pero intentar obtener el cuerpo público verdadero (en justicia) es inútil: cada uno debe pisar la senda del Señor por si mismo. El Santo Espíritu está aún en la tierra y el cuerpo de Cristo está at.in aquí, como leemos, un cuerpo y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación" (Efesios 4:4). Sin embargo, si pocos buscan llevar esto externamente en fe, pueden considerar que la presencia del Señor y el poder del Espíritu de Dios, esta con ellos. ¿Qué más puede el corazón desear? (Mateo 18:20).

Manifestación


Quiero llamar la atención al quinto capítulo de la segunda epístola a los Corintios, versículos 9 y 10:
Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.
            Se podría traducir la segunda cláusula como sigue: "Todos hemos de ser manifestados ante el tribunal de Cristo". Y esto es lo que quiero que consideremos: la palabra "manifestación".
            Será un día maravilloso cuando los que conocemos y amamos al Señor comparezcamos en su presencia y cuando recordemos juntos todo el camino que hemos andado desde que su gracia nos salvó. El señalará todo lo que ha habido en nuestra vida y servicio que ha estado de acuerdo con su santa Palabra, todo lo que ha sido el resultado de la obra del Espíritu Santo en nosotros, y para todo esto habrá una recompensa especial en ese día. También nos hará ver todo el egoísmo, toda la negligencia, toda la mundanalidad y la falta de espiritualidad que han caracterizado a muchos de nosotros. Nos mostrará cómo hemos perdido nuestras oportunidades, cómo habríamos podido ser más fieles, cómo hubiéramos podido ser más devotos. Pero fuimos indiferentes al llamamiento del Espíritu de Dios, y a causa de ello perderemos mucho en ese día.
            Quiero que notemos varias escrituras que nos presentan este pensamiento. Miremos al versículo 9 que ya hemos leído: “Por tanto procurarnos también o ausentes, o presentes, serle agradables”.
            "Por tanto procuramos". Lo hacemos nuestra meta, lo ambicionamos, tenemos una ambición loable, mientras seguimos a Cristo aquí en este mundo. ¿Y cuál es esta ambición loable? Que sea que permanezcamos en el cuerpo o que vayamos a estar con el Señor porque esto es lo que significa la expresión, "o ausentes o presentes" podamos serie agradables a El. No confundamos esta expresión con una parecida que hallamos en Efesios 1:6 que tiene muy distinto significado. Allí leemos que Dios “nos hizo” a nosotros que creemos ''aceptos en el Amado". Esto es verdad en cuanto a todo creyente. Es verdad en cuanto a ustedes que no hace mucho todavía andaban en el mundo con los mundanos, que aún no habían recibido a Cristo, pero que ahora han confiado en El. En el mismo instante que pusieron su confianza en Cristo, Dios los hizo aceptos en el Amado. Esto es, Dios los recibió en ese momento conforme al valor de la obra y persona de su Hijo. ¡Qué cosa maravillosa es ésta! ¡Aceptos en El!
            ¿Qué significa? Sencillamente esto, que el creyente es tan caro al corazón del Padre como lo es el Señor Jesús; que Dios tiene en tanta estima a los que han confiado en Cristo como a su bendito Hijo. Esto parece casi increíble; en realidad, yo no podría creerlo si no lo encontrara en mi Biblia, pero está allí. En Juan 17 oímos al Señor Jesús orar al Padre, y dice estas palabras: "Que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado, como también a mi me has amado" (v.23). Estas son palabras del Salvador. El dice de cada creyente, de cada hijo de Dios por la fe en su nombre, de cada uno de ellos, no importa cuál haya sido su experiencia: "Los has amado, como también a mi me has amado".
            Hay otro versículo en la primera epístola de Juan que es muy notable. Dice allí, "Como él es", esto es, como Cristo es, “así somos nosotros en este mundo" (4:17). Recuerdo que hace unos años yo no podía comprender esto. Leía esas palabras, "Como él es, así somos nosotros en este mundo", y me decía a mí mismo, " ¡Oh no, yo no! No soy tan santo, no soy tan justo como es El. No tengo tanto amor, no tengo tanta compasión, no me intereso tanto por los pecadores perdidos como lo hace El". No podía decir que era como El aquí en este mundo. Sentía que lo hubiera comprendido mejor si hubiera dicho, "Como él es así seremos nosotros cuando dejemos este mundo", pues tenia la confianza de algún día llegar a ser como El es. Pero decir, "Como él es, así somos nosotros en este mundo", me parecía esta fuera de mi alcance en aquellos días. Me parecía que lo hubiera podido comprender si hubiera dicho, “Como él es, así debemos ser nosotros en este mundo", pues sentía que era mi deber asemejarme a El en lo posible mientras estaba en el mundo. Pero el decir categóricamente que, "Como él es, así somos nosotros en este mundo", esto iba más allá de mi comprensión. Hasta que recibí la luz celestial sobre este pasaje y comprendí que hablaba no tanto de nuestra experiencia personal, de nuestro crecimiento en la gracia o de nuestra semejanza a Cristo, sino de nuestra justificación ante Dios, y de nuestra aceptación en el Amado. Es en este sentido, que Dios ve a cada creyente en Cristo. Coma El es, así somos nosotros ante Dios en este mundo.
            Esto es lo que nos da a entender la epístola a los Romanos, capítulo 8: "Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús". Yo estoy en El delante del Padre. El me ve en su Hijo, y yo me hallo perfecto y completo en Cristo. Cada creyente es hecho apto para participar "de la suerte de los santos en luz".
            Pero en el versículo 9 del capítulo 5 de segunda Corintios, dice el apóstol, "Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serie agradables". Aquí se está refiriendo a nuestro comportamiento, a nuestra experiencia práctica, a nuestro servicio; y dice, "Estamos obrando, estamos trabajando ahora, tenemos ambición de serle agradables. Queremos recibir su aprobación cada día". Yo quiero que el Señor me apruebe; ¿y tú? No puedo formar concepto de un cristiano que no desee que su vida sea agradable a Dios.
            Y continúa diciendo, "Porque es menester que todos comparezcamos (que todos seamos manifestados) ante el tribunal de Cristo". Se acerca el día cuando tendremos que dejar este mundo. El Señor viene para llevar a los suyos, y los muertos serán resucitados y los vivos transformados. Entonces tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo.
            Alguien dirá, "¿Cómo sabe usted que este tribunal de Cristo se lleva a cabo inmediatamente después del arrebatamiento de la iglesia?" Pues en el libro del Apocalipsis, en el último capítulo, encontramos estas palabras: "Y he aquí, yo vengo presto y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según fuere su obra" (22:12). Así vemos que cuando venga otra vez, cuando vuelva para llevar a los suyos, su galardón vendrá con El. El tribunal de Cristo es el lugar donde seremos manifestados a fin de que podamos recibir nuestra recompensa. Y el apóstol dice, "Es menester que todos nosotros", nosotros los creyentes-está hablando de las dos clases, los muertos resucitados y los vivos que serán transformados "Es menester que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo".
            Se ha sugerido que la palabra en el original lleva el pensamiento de una revelación completa, de quitar el velo por completo, y que puede ser traducida como sigue, "Que todo nuestro ser íntimo será revelado en el tribunal de Cristo". ¿Te gustaría que esto sucediera en estos momentos? ¿Te gustaría que todos tus pensamientos y todos tus motivos ocultos fuesen manifestados? Creo que esto sería bastante humillante para algunos de nosotros.
            Muchos de nosotros somos más hipócritas de lo que quisiéramos que la gente supiese. Por supuesto que si lo supiese la gente ya no seríamos hipócritas. Puede que ocultemos las cosas ahora pero vendrá el día cuando todo será  manifestado. Uno puede hacerse pasar por modesto y humilde y deseoso de cumplir la voluntad del Señor, entre tanto que en el corazón hay envidia, contienda y celos de otros, y no gustarle ver que otros son reconocidos en vez de él.
            Oh, si nuestro ser intimo fuera revelado en estos momentos, ¡cuántas cosas serían manifestadas! Nuestros amigos verían muchas cosas que nunca imaginaron que estaban escondidas en nuestro corazón. Pues debemos ser sinceros, no debemos ser hipócritas, porque todo se manifestará algún día. El Señor Jesús nos ha dicho que todo será manifestado en aquel día. Cada palabra ociosa y cada pensamiento de nuestro corazón serán conocidos. "Porque es menester que todos nosotros seamos manifestados ante el tribunal de Cristo".
            Permítame decir esto. El tribunal de Cristo, como lo tenemos revelado aquí, no debe ser confundido con el juicio del gran trono blanco al fin del mundo. El gran trono blanco será tribunal de Cristo también. El dice, "Porque el Padre a nadie juzga, mas todo el juicio dio al Hijo" (Juan 5:22). Así que cuando los impíos que han muerto sean resucitados al fin del siglo y se presenten ante el gran trono blanco, ¿sabes quién estará sentado sobre ese trono? Aquel mismo bendito Ser que una vez sufrió para salvarlos y a quien han rechazado. Verán sentado sobre el trono de juicio al Hombre que estuvo colgado en la cruz del Calvario, el Señor Jesucristo, pues El es Dios a la vez que hombre. DIOS VA JUZGAR AL MUNDO, PERO LO VA A  JUZGAR EN LA PERSONA DE SU HIJO.
            El juicio del gran trono blanco del cual leemos en Apocalipsis 20, es el juicio de los impíos. El tribunal de Cristo es un juicio muy distinto. Es el juicio del pueblo amado de Dios que se presenta ante El para dar cuenta de su vida desde el momento en que los salvó. Allí no serán juzgados por sus pecados, pues todos éstos han sido borrados por la preciosa sangre de Cristo; pero están allí para dar cuenta de su servicio, y el Señor tomará nota de todo lo que ha hecho su pueblo, ya haya sido bueno o malo, ya haya sido obra de la carne u obra del Espíritu; "para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo"(2 Corintios 5: 10).
            Será un momento maravilloso cuando nos encontremos allí en nuestros cuerpos glorificados. Pues no estaremos allí para saber si vamos a ir al cielo, sino que estaremos allí glorificados en nuestros cuerpos resucitados. Será muy maravilloso cuando estemos allí ante nuestro bendito Señor y El nos diga, "Ahora les haré ver lo que opino de sus obras". Para muchos de nosotros será una tremenda revelación. Hemos trabajado mucho y obrado largamente, y algunas veces hemos estado tan desanimados como si no hubiéramos logrado nada. Entonces el Señor nos revelará las cosas y nos dirá, "¿Recuerdas aquel tiempo cuando te hallabas tan desanimado? Pensabas que estabas trabajando en vano y que todo era inútil, pero en ese mismo tiempo una preciosa alma llegó a conocer a Cristo". Esa noche cuando estabas tan desalentado y cuando sentías que tu obra como predicador había fracasado y le dijiste al Señor que tal vez sería mejor que no continuaras predicando, encontrarás ante el tribunal de Cristo que el Señor usó ese mensaje que diste en esa ocasión para guiar un alma a Si.
            Algunas veces tenemos esas experiencias aquí en la tierra. Recuerdo que una vez había orado muy intensamente por una reunión. Pasé mucho tiempo ante Dios y mi expectativa era grande. Di el mensaje con todo mi corazón aquella noche, pero no hubo respuesta. No parecía haber interesados, y ni sentí ánimos de ir hasta la puerta para saludar a los que salían, tan desanimado estaba. Salí por la puerta trasera y me fui a casa y me arrojé sobre mis rodillas ante el Señor contándole cuán inútil era y que nadie salía bendecido por medio de mis mensajes. ¡Estaba completamente desanimado! Unos tres meses más tarde me alejaba de ese lugar después de haber trabajado allí por unos nueve meses, cuando recibí una carta de una señorita que cantaba en el coro.
            Me escribió como sigue; Nunca le he contado acerca de mi salvación, y creo que antes que usted se vaya debo hacerlo". Me dio la fecha de su conversión. Dijo que se le había grabado tan vívidamente en la mente que nunca lo olvidaría. "Esa noche estaba cantando en el coro. En efecto", dijo, "canté un solo.
            Yo siempre creía que era cristiana, pero esa noche Dios me reveló mi propio corazón. Vi que nunca había sido convertida, y cuando usted hizo la invitación para que alguno aceptara a Cristo, sentí un gran deseo de ir hasta la plataforma y confesar a Cristo públicamente, pero tenía vergüenza. Fui a mi casa sintiéndome tan desdichada, tan infeliz; pero doy gracias a Dios que antes de acostarme me sentía tan abatida delante de El que me arrodillé, confesé mis pecados y acepté a Cristo como mi Salvador. Desde entonces todo ha cambiado. No he tenido el valor de decírselo antes, pero sentí que debía decírselo antes que usted se fuera".
            Comparé las fechas y encontré que ésa era la noche cuando yo estaba tan desanimado. Esa noche Dios había obrado un milagro en la vida de esa joven.
            Creo que habrá muchas cosas semejantes a éstas en el día de la manifestación. Creo que el Señor mostrará a muchos de nosotros cómo El usó la Palabra, cuando no sabíamos que la estaba usando. O tal vez nuestra manera de vivir habrá influenciado a otro, y en el tribunal de Cristo aquél dirá, "Yo observaba a ese hombre, a esa mujer, cuando trabajaban; los observaba cuando las cosas no andaban bien, y demostraban un espíritu cariñoso y lleno de gracia. Yo los observaba para ver si se enojaban cuando las cosas no salían como a ellos les gustaría, pero eran mansos, tan llenos de gracia y tan parecidos a Cristo. Yo me dije a mi mismo, “Ellos tienen algo que yo desearía tener”. Ese mensaje me guió a Cristo. Nunca se lo he dicho pero lo hago ahora".
            Muchas cosas saldrán así, y por todo lo que haya sido hecho para Cristo, habrá una recompensa. Pero también hay el lado opuesto. Me temo que muchos seremos chasqueados en ese día. Mucho servicio ha sido hecho en la fuerza de la carne, y seremos chasqueados cuando el Señor nos diga, "Tu vida no ha sido de mucho valor para mí. Has estado tan ocupado exaltándote a ti mismo, tratando de crearte un buen nombre, tratando de que 1as personas te tengan en estima, y su aplauso y alabanza eran tu orgullo. Bien, ya has tenido tu recompensa. No tengo ninguna para ti ahora. Has recibido toda allá en la tierra. Tendrás que sufrir perdida. No trabajaste para mi gloria; no pusiste todo tu empeño para hacer que otros llegaran a conocerme. Querías ser apreciado por todos. Deseabas que todos hablaran bien de ti Has tenido tu éxito, pero no tengo recompensa para ti aquí”.
            El ya viene. Oh cuán solemne ha de ser escuchar la voz del Juez, quien en su propia luz nos ha de mostrar cada pensamiento y hecho y palabra. Entonces veremos que algunos hechos que nosotros creíamos meritorios, no eran más que pecados, y en cambio algunas pequeñas acciones que quizás habíamos olvidado, el Señor nos dirá que fueron hechas para El.
            Será maravilloso llegar a conocer su opinión acerca de todo esto, pero también será muy solemne.
            Ahora volvamos al pasaje de la primera epístola a los Corintios, capítulo 3. Estos Corintios estaban tratando de exaltar a los dirigentes cristianos, de modo que se estaban dividiendo formando grupos. Un grupo decía, "Yo soy de Pablo", otro, "Yo de Apolos", y otro, "Yo de Cefas". Creo que no usaron realmente los nombres, pues el versículo 6 del capítulo cuarto, parece negarlo: “Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mi y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros. Porque ¿quién te distingue? ¿O qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorias como si no lo hubieras recibido?” (1 Corintios 4:6,7).
            Notemos como dice, "He pasado por ejemplo en mí y en Apolos". Lo que probablemente estaba pasando es lo siguiente:
            Algunos decían, "A mi me gusta escuchar a Pablo, quien si sabe predicar la Palabra. No me interesa oír a estos de poco peso. Yo prefiero a los que profundizan, que van más allá de la letra y nos dan algo substancioso".
            Otro, dice, "No me gusta perder el tiempo escuchando a un maestro de la Biblia que parece estar medio dormido. Da enseñanzas muy profundas que no entiendo. Yo prefiero a un hombre que nos lleve a las alturas, uno que pueda predicar con unción y libertad, un hombre elocuente y poderoso en las Escrituras. ¡Para mí Apolos! Me gusta oír un gran predicador. No tengo interés en ir a la iglesia para escuchar solamente enseñanza de la Biblia. Quiero algo que me emocione".
            Luego hay otro que dice, "A mí me gusta escuchar al que sabe exhortar, al que da lecciones prácticas que nos ayuden en la vida diaria. No tengo interés en el que enseña las doctrinas de la Biblia ni tampoco en un predicador elocuente. Me gusta uno que sepa exhortar bien y fielmente. Yo soy de Cefas".
            Pero el apóstol dice, "Todos han recibido sus dones del Señor, y los dones son para toda la Iglesia. No menospreciemos a uno para poner en alto a otro. Demos gracias a Dios por todos. A veces hace falta un enseñador, otras veces un predicador elocuente, y hay ocasiones cuando se necesita un exhortador. Demos gracias a Dios por cada uno de ellos". Veamos lo que dice: “¿Qué pues es Pablo? ¿Y qué es Apolos? Ministros por los cuales habéis creído; y eso según que a cada uno ha concedido el Señor. Yo planté, Apolos regó; mas Dios ha dado el crecimiento. Así que, ni el que planta es algo, ni el que riega; sino Dios, que da el crecimiento” (1 Corintios 3: 5-7).
            En otras palabras, no ponderemos demasiado al instrumento. Es Dios quien da el crecimiento, y si obra por intermedio del enseñador o del predicador o del exhortador, debemos dar a Dios la gloria y la alabanza.
            Ahora en cuanto al obrero, "El que planta y el que riega son una misma cosa", y ya ha dicho que ambos no son nada; así que los dos son humanos. En sí mismos no valen nada, pero "cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor" (v. 8). Allí lo tenemos. Esa es la recompensa que los creyentes recibirán en el tribunal de Cristo. Cumples tu trabajo fielmente en el lugar donde Dios te ha colocado y no tienes por qué preocuparte si no puedes hacer lo que hacen otros. Recibirás tu recompensa. No hay razón de sentir celos, ni tener envidia porque otros reciben más alabanza que nosotros. Haz lo que Dios te ha mandado, y como al Señor. Cada uno recibirá su recompensa de acuerdo con su labor.
            Vosotros labranza de Dios sois edificio de Dios sois. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto... (1 Corintios 3:9,10). 
            Pablo había ido a Corinto, habla 'trazado los planes para la obra, y fue usado por Dios para establecer la iglesia allí “...puse el fundamento, y otro edifica encima: empero cada uno vea como sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”. [V. 10,11].
            La Iglesia descansa sobre Cristo y sobre El únicamente.
            "Y si alguno edificare sobre este fundamento" - él está sobre el Fundamento; él está en Cristo. Ahora está edificando: "Oro, plata, piedras preciosas...". Estas darán gloria a Dios. Nos hablan de lo que es precioso a su vista.
            Pero también hay "madera, heno, hojarasca". Estos nos hablan de lo que es sin valor; no resistirán el fuego del juicio.
            “La obra de cada una será manifestada". Esto nos enseña que todo será revelado en aquel día.

Porque el día la declarará; porque por el fuego será manifestada.
            El fuego de la santidad divina probará la obra de cada uno. ¿Alcanzará el modelo exigido por Dios? ¿Alcanzará el nivel que con todo derecho El espera? ¡El la probará! "La obra de cada uno cuál sea, el fuego hará la prueba".
            Es de gran consuelo para mi el saber que no dice, "Cuánto sea". Siempre ha habido tanto que he deseado hacer, tantísimos lugares que he querido visitar para llevarles el evangelio, tantas cosas que quisiera hacer para Cristo, pero el tiempo y las fuerzas no me bastan. Al echar un vistazo por los años transcurridos veo cuán poco he hecho comparado con lo que pudiera haber hecho, pero esta escritura me consuela: "La obra de cada uno será manifestada; porque el día lo declarará, porque por fuego será manifestada; y la obra de cada uno cual sea, el fuego hará la prueba". Y mi corazón dice: "Señor, ayúdame para que haga la clase de obra que conviene, aunque no pueda hacer mucho. Dios permita que haga trabajo del tipo que aprueba trabajo que sea el resultado de una vida controlada por el Espíritu Santo, y de acuerdo con la Palabra de Dios".

Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa (v. 14).
            Esta no es la salvación; ¡es una recompensa! Alguien dirá, "¿Usted trabaja para recibir una recompensa?" Trabajamos para la gloria de Dios, pero El se deleita en dar recompensas.
            Una noche asistí a un banquete para hombres en una de las iglesias de nuestra ciudad. Hablan hecho algunos trabajos de ampliación en su edificio y estaban agradeciendo a los que habían ayudado en esta obra. Invitaron a un hermano anciano que pasara al frente y esto es lo que dijeron de él: "Es probable que él haya hecho más trabajo en esta obra para la iglesia que cualquier otro", y quisieron hacerle un obsequio. El hombre pasó al frente con toda modestia y dijo, "Lo que hice, lo hice para el Señor. No buscaba las gracias ni tampoco buscaba ningún obsequio; pero ya que han sido tan amables, aceptaré su obsequio y se lo agradezco".
            Creo que ése será nuestro proceder cuando el Señor nos diga, "Tú hiciste esto y eso y lo de más allá para mí, y ahora quiero darte esta recompensa. Te daré una corona de justicia o una corona de gloria". Creo que le diremos, "Bendito Señor, no lo hice para que me recompensaras sino porque te amaba. Pero ya que en tu gracia te deleitas en dar recompensas, la recibo como de ti y te la agradezco".
            ¡En el día de la manifestación! Creo que nos avergonzaremos si no hemos hecho nada que merezca una recompensa.
            "Si la obra de alguno fuere quemada, será perdida" (v. 15). Esto no tiene nada que ver con el asunto de su eterna salvación, pues leemos: "Si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego".
            ¡Que Dios permita que le sirvamos fielmente en vista del día de la manifestación, y que tengamos una recompensa abundante debido a nuestra devoción a Cristo mientras estemos en el mundo!

Especies distintas


“No sembrarás tu viña con semillas diversas” (Deuteronomio 22:9).
            Este pasaje de Deuteronomio, como los que vamos a estudiar a continuación, debemos interpretarlos espiritualmente y no en el sentido literal. Por lo tanto, la viña puede ser considerada como fuente de gozo (Jueces 9:13). Para el creyente hay el gozo en el Señor, en su comunión (Juan 15:11), en la comunión con el Padre y con el Hijo (1 Juan 1:3-4). Además están todas las alegrías terrenales que recibimos con agradecimiento de la mano del Señor (1 Timoteo 6:17 final).
            Por otra parte, existen los gozos corruptos de este mundo, a menudo, ficticios, temporales y muchas veces ligados a la concupiscencia de los ojos o de la carne.
            Es muy importante que el creyente no tenga dos especies de “viñas”: los gozos en el Señor y los del mundo. De lo contrario, corre el peligro de perder el gozo de la comunión con el Señor. “Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido” (1 Juan 1:4).
“Tu campo no sembrarás con mezcla de semillas”. Levítico 19:19
            En este pasaje el “campo” puede ser tomado como una figura de nuestro corazón. ¿Qué clase de semilla sembramos en él? ¿Semilla que proviene de lecturas profanas, de malas conversaciones, de cosas vistas u oídas que corrompen? “Mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña…” (Mateo 13:25). Al principio no ocurrió nada, pero cuando el trigo empezó a crecer, apareció también la cizaña. La mala semilla que uno ha dejado penetrar en lo más íntimo de su corazón, porque ha hallado placer en ello, generalmente no germina de inmediato. Más tarde uno se extraña al ver cómo un joven, que parecía amar y querer servir al Señor, se va alejando progresivamente de la asamblea y de su Maestro. “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo?... Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto” (Mateo 13:27-28). ¡Qué importante es estar alerta, principalmente en la juventud, para no permitir que la semilla portadora de malos frutos penetre en nuestro corazón! Antes bien, debemos cultivar la buena semilla que “es la Palabra de Dios”, y que puede producir “fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno” para la gloria de Dios (Marcos 4:20).
            En nuestro texto, el campo también puede significar la esfera del servicio para el Señor. Todos los que son llamados a trabajar en ella desean imitar al divino Sembrador. Él sólo esparcía buena semilla, aunque ésta cayera a lo largo del camino, en las rocas o entre los espinos. Pero existe el peligro de sembrar dos clases de semillas. Éste era el caso de los gálatas, pues algunos querían mezclar las obras de la ley con la gracia que es por la fe. Otros querían hacer de los colosenses su “presa” por medio de la filosofía y de enseñanzas humanas, a las que llamaban “revelaciones”, excediéndose de lo que Dios ha querido decirnos. Establecían además “mandamientos y doctrinas de hombres” como no tomes, no gustes, no toques, que apartaban de la realidad viviente de estar ligados a un Cristo resucitado (Colosenses 2). Una doctrina es aún más peligrosa cuando asocia las enseñanzas de la Palabra con las de los hombres.
“No vestirás ropa de lana y lino juntamente”. Deuteronomio 22:11
            El “vestido” habla del testimonio exterior. Para nosotros este versículo significa que debemos vigilar nuestra conducta en el mundo y —si consideramos los vestidos de los sacerdotes— en el servicio ofrecido a Dios, especialmente en el culto de adoración.
            Aarón debía vestirse de lino para entrar en el santuario (Levítico 16:4). Lo mismo ocurriría con los hijos de Sadoc quienes, en el futuro templo, se acercarían al Señor (Ezequiel 44:17-18). La “lana”, agente de calor natural —sentimentalismo, elocuencia humana— no tiene sitio en la casa de Dios. En las bodas del Cordero, la Esposa estará vestida de “lino fino, limpio y resplandeciente”. Los santos que forman el cortejo del Rey de reyes estarán asimismo vestidos de “lino finísimo, blanco y limpio”. En Apocalipsis 19:8, el lino fino representa las acciones justas de los santos que han marcado la conducta y el testimonio de los cristianos durante su vida.
“No ararás con buey y con asno juntamente”. Deuteronomio 22:10
            El labrador representa, sea al Señor Jesús mismo o bien a los suyos, a quienes ha confiado un servicio en el campo. “El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero” (2 Timoteo 2:6). Este trabajo sería en vano sin la bendición divina y la dependencia de Dios: “…El labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía” (Santiago 5:7). Del mismo Señor dice la Escritura: “Verá el fruto del trabajo de su alma, y quedará satisfecho” (Isaías 53:11, V.M.). A este gozo, él asocia a los suyos “que sembraron con lágrimas” (Salmo 126:5-6).
            ¿Cómo labrar juntos si no se anda al mismo paso, según los mismos principios? Sin duda, Pablo y Apolos no eran iguales. Pablo había plantado, cumpliendo ante todo la obra de un evangelista; Apolos había regado, y “fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído” (Hechos 18:27). Tenían dones y caracteres diferentes, pero ambos habían trabajado sobre las mismas bases. El apóstol puede decir: “Y el que planta y el que riega son una misma cosa” (1 Corintios 3:8).
            Bajo el régimen de la ley, para labrar no se podía atar a un buey junto a un asno. El buey era un animal puro o limpio, que podía ser ofrecido en sacrificio. El asno, según Levítico 11, no era inmundo; no obstante, debía ser redimido por un cordero (Éxodo 13:13); no podía ser ofrecido sobre el altar. Un buey y un asno no podrían andar a la par y trazar un surco derecho. El apóstol nos advierte seriamente sobre el “yugo desigual” (2 Corintios 6:14-18), tanto si se trata del casamiento, como del servicio en el campo del Señor.
            Únicamente la acción del Espíritu Santo en nuestros corazones y el amor hacia el Señor nos guardarán de cualquier “yugo” que no sea para su gloria y nos ayudarán a discernir de qué “gozo” podemos disfrutar con él —la clase de semilla que dejamos penetrar en nosotros o que esparcimos en su campo, el testimonio práctico que damos en nuestra marcha diaria.

La Oración y los cultos de oración


Capítulo 3: Resumen
Este tratado está claro y es fuerte. Le hacemos un llamado a toda la Iglesia del Señor a que delante de Dios se enfrente con sinceridad a esta gran necesidad. ¿Sentimos la falta de poder en nuestras reuniones públicas? ¿Por qué hay tiempos estériles ante la mesa del Señor? ¿Por qué el aburrimiento y debilidad en la celebración de esta preciosa fiesta que debiera sacudir las partes más profundas de nuestro ser redimido?
¿Por qué hay falta de poder y edificación en nuestros estudios bíblicos? ¿Por qué la falta de fruto en nuestros servicios? ¿Por qué es que la Palabra no les llega al alma a las personas? ¿Por qué hay tan poco poder en nuestras reuniones?
Hermanos amados en el Señor, no estemos satisfechos con la presente situación. Le hacemos un llamamiento a todos los que ven la verdad de estas palabras, a que se unan en acuerdo y en oración ferviente. Vayamos como un solo hombre y caigamos ante el trono de misericordia. Esperemos en Dios con perseverancia para que dé un avivamiento a su obra, al progreso del evangelio y la cosecha, y a la edificación de Su pueblo.
Que sean nuestras reuniones de oración verdaderos cultos de oración, el lugar para expresar la necesidad y esperar bendición. Permitamos que estas reuniones sean el lugar donde el pueblo de Dios se reúne unánime para agarrarse del trono de Dios, para entrar en los verdaderos tesoros del cielo y sacar todo lo que quiere para sí mismo, para su familia, para toda la iglesia de Dios y para la viña de Cristo.
Este es el verdadero modelo de un culto de oración escritural. Dios permita que el pueblo de Dios en todas partes abra los ojos. ¡Que el Espíritu Santo nos conmueva e imprima el valor, la importancia y la necesidad urgente de estar unidos, de creer, de ser específicos, de insistir y perseverar en todas nuestras oraciones y cultos de oración!

Las Dos Naturalezas del Creyente


Capítulo 3: La contundente victoria de la naturaleza nueva.
Acuérdese Ud. de nuestra historia de la gallina y de su empollamiento. Su desesperación es la imagen del estado de un gran número de personas en nuestros días. ¿A qué se debía la congoja de la pobre gallina? Sencillamente era la imposibilidad de no poder cambiar los patitos, y transformarlos a lo que su instinto natural le decía que debían de ser los polluelos. Entre más crecían, más deseosos estaban de echarse al agua tan pronto podían. Es cierto que algunas veces iban a descansar debajo de sus alas, y entonces ella se imaginaba que por fin había ganado la victoria, logrando mejorarles. Pero, ¡ay! las decepciones continuaban porque ellos iban de mal en peor. Un día la señora cuando oyó su angustioso cacareo, mandó a la hija pequeña para impedir que los patitos se echaran en la charca, porque veía que la inquietud de la gallina por estos empollados, perjudicaba seriamente el cuidado de los otros polluelos.
Esta ayuda produjo inmediatamente un verdadero sosiego a la pobre gallina, porque aunque no pudo mejorar las inclinaciones de los pequeños vagabundos, podía, sin embargo, vigilarles de más cerca.
Así también, todo el que nace del Espíritu de Dios posee instintos propios de la nueva naturaleza que tiene. Estos instintos encuentran su placer en la ley de Dios, y se someten a la dirección de su palabra. Descubre que se las tiene que ver con los instintos y deseos de un carácter del todo opuesto y propio de la naturaleza vieja. Así hay "las cosas de la carne" y "las cosas del Espíritu". Los gustos y anhelos de estas dos naturalezas son tan opuestos que se contrastan unos con otros de modo directo.
Pero lo que le molesta al recién convertido, es que él no puede hacer de la carne lo que exige la Palabra de Dios. La ley no puede ayudar a la persona nacida de nuevo, porque no le daría ninguna fuerza. En otras palabras, intenta cumplir lo que Dios declara que es completamente imposible, es decir: sujetar la carne a su santa ley (vea Ud. Romanos 8:7, 8). Encuentra que la carne quiere ocuparse de las cosas de la carne; que es enemiga de la ley de Dios y de Dios mismo.
Cuanto más el alma se esfuerce por lograr este imposible, tanto más grande será su miseria. En efecto, aplicar la ley a la carne para lograr someterla a ésta, no es hacer otra cosa que evidenciar siempre más su desesperada iniquidad. Si Ud. le echa agua a la cal viva, en lugar de enfriarla, no hace más que poner en evidencia el fuego que ella ocultaba. Lo mismo pasa con la carne; aplique Ud. la ley y sólo logrará descubrir "la iniquidad" que la carne encerraba desde antes.
"Porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado" (Romanos 3:20). También es cierto que el creyente posee una naturaleza que "quiere hacer [practicar] el bien", pero se da cuenta que el mal está en él. Cuando renuncia a la lucha desesperada es libre, porque ha fijado su mirada lejos de sí y exclama, "¡Miserable de mí! ¿Quién me librará?" Entonces le da gracias a Dios por Jesucristo.
Así ha aprendido (todo lo que es necesario para efectuar la libertad de una manera experimental) primero, que "la carne" es una cosa sin valor alguno, y que en ella no está el bien, no existe remedio para ella (Romanos 7:18; 8.7); y segundo, que aun en la nueva naturaleza, con sus excelentes deseos, no existe poder eficaz, ni para hacer el bien, ni para evitar el mal.
Pero el Espíritu de Dios, hace más que darle vida a un pecador muerto; inmediatamente se constituye en potencia de esta vida. Cuando el recién convertido cree "al Evangelio de vuestra salvación", el Espíritu Santo como una persona distinta, viene a él, y vive en él (Efesios 1:13). Está sellado para "el día de la redención", es decir, de la redención del cuerpo (Efesios 4:30). Vea Ud. Romanos 8:9-14, 16 y las propias palabras del Señor en Juan 14:17. Según 1 Corintios 6:19 su cuerpo viene a ser "templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros... y que no sois vuestros" porque "habéis sido comprados por precio".

Bajo una dirección enteramente nueva
Hace unos meses, vi el siguiente anuncio al frente de un gran edificio, que parecía un hotel: "Esta casa se abrirá de nuevo al público en breve, bajo una dirección enteramente nueva".
Por eso supuse que dicho hotel había cambiado de dueño. Dicho anuncio me puso a pensar, mientras andaba, en el pasaje que acabamos de citar (1 Corintios 6:20). La casa era la misma de antes; las ventanas, las puertas, la chimenea y las habitaciones interiores, tampoco habían cambiado; pero había un nuevo propietario y por consiguiente "una dirección nueva y distinta".
El creyente es igual: sigue siendo el mismo individuo de antes, con facultades idénticas que antes de su conversión; tal vez también con las mismas ocupaciones; las mismas circunstancias sociales le rodean, pero ha pasado a ser la propiedad personal de otro. El pertenece "a Cristo", y como tal, ahora está bajo una "dirección del todo nueva". Puesto que el Espíritu Santo mora ahora en el cuerpo del cristiano, establece en él su residencia, y en lo sucesivo gobierna la casa de acuerdo a los principios celestiales.
¡Qué solemne es todo esto, y al mismo tiempo, qué infinitamente precioso!
En esto, está la fuerza del creyente para toda actividad según Dios; en esto consiste su poder para resistir a la carne, a fin de hacer morir "las obras de la carne" (Romanos 8:13). En Gálatas 5:17, se nos dice: "Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis". Deben tener mucho cuidado de no "contristar" al que ha venido para instruirnos y "guiarnos", al Espíritu Santo de Dios, "con el cual fuisteis sellados para el día de la redención" (Efesios 4:30). Pero dirán, si la naturaleza mala todavía está en la persona convertida, siempre lista a manifestarse, a dar señales de vida, ¿cómo puede decir la palabra que cualquiera que es nacido de Dios no peca?

Note Ud. que no se trata de una cosa extraordinaria, que sólo pueden entender unas pocas personas, que según una expresión vulgar, tienen "la fe que se necesita". Este pasaje comprende el total de los que han nacido de nuevo: "Todo aquel que es nacido de Dios".
—Pero— Ud. dirá —esto contradice por completo todo lo que experimento en mí mismo, o lo que veo en los otros. Esto puede parecer cierto, pero consideremos la cosa más de cerca y con oración, recordando siempre que el primer paso para comprender la Palabra de Dios es creerla. "Por la fe entendemos" (Hebreos 11:3).
Citaré un ejemplo que a menudo lo usaba un servidor de Dios, que ahora está con el Señor, el del injerto del manzano silvestre. Sin duda, usted sabe que esta operación empieza "decapitando" el manzano silvestre, luego cuidadosamente se introduce en él el "injerto", que consiste en un pequeño tallo del manzano bueno. Se le protege con una capa de arcilla colocada alrededor de la hendedura, y se le deja crecer y desarrollar durante la primavera y el verano.
Trasladémonos en pensamiento al huerto en donde el árbol en cuestión ha sido plantado, y hablemos con el hortelano: — ¿Cómo llama Ud. este árbol? —le preguntamos.
—Un manzano— nos contesta sencillamente.
—Pero ¿por qué no dice Ud. que es en parte manzano silvestre y en parte manzano cultivado?
—Porque no se le ocurriría a un hortelano decir algo semejante. En verdad antes era manzano silvestre; pero ahora es un buen manzano en la huerta. En realidad es el mismo árbol pero, al ser decapitado, su historia como manzano silvestre terminó. Y a partir del momento en que el injerto empiece a dar señales de vida, su nueva historia como buen manzano empieza también.
—Pero ¿hay una posibilidad de que este manzano produzca manzanas silvestres?
—No, y lo que es más, no puede. Tan imposible es que el manzano cultivado produzca manzanas silvestres, como que el manzano silvestre produzca buenas manzanas.
— ¿Quiere Ud. decir, con esto, que a este árbol no le queda absolutamente nada del manzano silvestre?
—No, claro que no, pero sostengo que nada hay en él del manzano silvestre que no haya sido condenado como tal, y si diera señales de vida echando retoños del tronco viejo, inmediatamente debo podarlo y no perdonar el más pequeño retoño.
Hagamos ahora una aplicación de esta figura. El manzano silvestre representa a un hombre en su estado natural, antes de haber nacido de Dios. Su segundo nacimiento, una vida nueva es semejante a la del injerto del manzano, es producida en él por el Espíritu y la Palabra.
En sus epístolas el Apóstol Juan, habla de las cosas en general de una manera abstracta. Lo mismo que el hortelano sostenía que el árbol era un buen manzano, del mismo modo el Apóstol Juan, en el pasaje de que estamos hablando, no considera al creyente más que en relación a la nueva naturaleza, a la vida divina que posee al nacer de Dios.
Entonces así como es imposible que el manzano (considerado simplemente como tal) lleve fruto silvestre, y esto porque es un manzano; igualmente es imposible que el que es nacido de Dios (considerado como tal) practique el pecado. "Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado" (1 Juan 3:9). ¿Cómo podría pecar una naturaleza divina?
Esta naturaleza divina en realidad fue la que Cristo manifestó durante su peregrinaje en la tierra. El no pecó. ¿Cómo hubiera podido pecar? El venció al mundo. El maligno no podía tocarle. "Porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí" (Juan 14: 30). Pues como lo hemos visto ya, estas mismas cosas son verdaderamente en los que han nacido de Dios, de tal forma que el apóstol puede decir: "Que es verdadero en él [Cristo] y en vosotros" (1 Juan 2:8).
¡Qué maravilloso es todo esto! Bien podemos y debemos exclamar en santa adoración: "Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a El" (1 Juan 3:1).
Aun cuando el apóstol presenta la naturaleza divina, de esta manera abstracta y absoluta, no por esto pasa en silencio la existencia de la naturaleza pecadora en el creyente. Así en el capítulo 1, versículo 8 de la 1ª Epístola dice: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros". Luego en el capítulo 2, versículo 1, se nos exhorta a no pecar, y si pecamos el remedio se nos indica, a saber, el Abogado cerca del Padre, Jesucristo el Justo, quien nos hace encontrar de nuevo la comunión con el Padre, llevándonos a El como a hijos suyos extraviados y nos lleva a reconocer nuestra locura y confesar nuestros pecados.
Tenemos, además, en el versículo 9, la seguridad consoladora que: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad". ¿Por qué fiel y justo? Porque Jesucristo el justo, nos hizo plena justicia para siempre, cuando derramó su preciosa sangre en la cruz.

Liberación del creyente de la antigua posición de Adán
En las epístolas de Pablo, el Espíritu Santo nos presenta la completa liberación del creyente de la antigua posición en Adán, y nos da a conocer su posición completamente justificado y perfectamente aceptado en Cristo. Nos enseña también que aunque existan, en verdad, dos naturalezas diferentes en el creyente. Dios da por terminada nuestra vieja condición de manzano silvestre.
Judicialmente en la cruz, nuestro viejo hombre queda crucificado con Cristo, quedamos "circuncidados" como hombres en la carne (Colosenses 2:11), y ya no somos considerados como tales. Por esto también puede hablar del tiempo en que nos hallábamos en la carne (Romanos 7:5), y en Romanos 8:9, puede sencillamente afirmar que no estamos en la carne, sino en el Espíritu. Esto es como el árbol que, si pudiera hablar, diría: "Yo no he perdido mi individualidad como árbol, pero mientras en el pasado, yo era un manzano silvestre en plena selva, ahora soy un manzano propio para fructificar en el huerto".
Es muy precioso saber que Dios no nos ve ya ligados — unidos — a la vida condenada del primer Adán, sino a la vida de resurrección de Cristo, el segundo Adán. El dice, "Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios" (Colosenses 3:3). "Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús" (Romanos 8:1).

¿A cuál naturaleza debo alimentar?
Hemos visto que hay dos naturalezas, y que con sus diferentes orígenes tienen gustos completamente distintos; existen pues "las cosas de la carne" y "las del Espíritu". No olvidemos que estas dos naturalezas reclaman a diario nuestra atención a sus respectivas necesidades. Vea Ud. dos pajarillos pequeñitos en un nido de gorriones; ambos piden de comer con desesperación. Un pichoncito apenas roto el cascarón, también grita en el nido: "Denme de comer", y en el mismo nido un pequeño gorrión grita igualmente. Lo mismo sucede con las dos naturalezas, solamente, que mientras los dos pajaritos prosperan con el mismo alimento, en el creyente lo que nutre la vieja naturaleza no tiene elemento nutritivo alguno para la nueva, y lo que es alimenticio para la nueva, repugna absolutamente a la vieja.
Es en vista de esto, que se nos exhorta en Romanos 13:14: "No proveáis para los deseos de la carne", y en 1 Pedro, 2:11 "Que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma". En otra parte se nos exhorta: "Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación" (1 Pedro, 2:2). Velemos, pues, como centinelas activos, y que todo lo que hagamos, digamos, leamos y pensemos, lo probemos por medio de esta pregunta: Lo que hago ¿alimenta a la nueva naturaleza, o es la carne la que se aprovecha?
No dejen pasar nada por alto de lo que nutre a la carne, y que puede "batallar contra el alma". ¡Cuántas dificultades serían resueltas por esta simple pregunta! No olvidemos que, aparte de la cuestión de la salvación del alma, el que "siembra para la carne", y el que "siembra para el Espíritu", recogerán los frutos correspondientes en este mundo. "Pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción" (Gálatas 6:7, 8). No se debe confundir jamás la mano del Padre en gobierno con el amor del corazón del Padre.
Aunque sea un asunto distinto al que este folleto tiene por objeto, quiero antes de terminar, decir dos palabras respecto al gobierno del Padre sobre nosotros sus amados hijos en y por Cristo. Seguramente muchas veces y contra su voluntad, el Padre, se ve, a pesar de su indecible amor por nosotros, en el deber de castigarnos y azotarnos. Pero, si lo hace, lo hace "para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad."
De esta manera somos llevados a hacer morir nuestros "miembros que están sobre la tierra". Porque si estos obran, negamos, de un modo práctico, lo que somos en Cristo delante de Dios. Dejar obrar la carne es tan malo, como el dejar sin cortar los retoños que brotan en el viejo tronco del manzano injertado; éstos pondrían en peligro y en duda su injerto y no parecería, moralmente, cambiado. Nosotros estamos en el mismo caso; no pareceríamos cristianos, es decir, nacidos de Dios, nuevas criaturas.
Si no nos juzgamos a nosotros mismos y condenamos todo lo que en nosotros es contra Dios, el Padre tendrá que hacerlo porque nos ama y nos quiere vivos en el Espíritu.
¡Qué nos sea concedido el ser caracterizado por una conciencia más sensible, y por una mayor desconfianza de nosotros mismos! ¡Qué el Señor sea, de día en día, más evidentemente nuestro único sustento, y su preciosa palabra de vida, nuestra delicia!