domingo, 6 de enero de 2013

SIETE COSAS DEL DIABLO


·         ES MENTIROSO: La serpiente dijo a la mujer: "No moriréis". Génesis 3:4. Juan 8:44
·         ES MENOSPRECIADOR: Respondió Satanás a Dios y di­jo: "¿Teme Job a Dios de balde?" Job 1:9. Mateo 4:10
·         ES MALO: El que hace pecado es del Diablo. Son manifiestos los hijos del Diablo. 1 Juan 3:6-10.
·         ES MATADOR: El Diablo homicida ha sido des­de el principio. Juan 8:44. 1 Juan 3:12
·         ES MALIGNO: Vosotros jóvenes. . . habéis ven­cido al maligno. 1 Juan 2:13-14 1 Juan 5:18
·         SERA MARCADO: Prendió al Dragón... serpien­te antigua el Diablo y Satanás. . . selló sobre él y le ató por mil años. Apocalipsis 20:3
·         ES MALDITO: Maldito serás. . . le herirá… El Diablo. . . lanzado en el la­go de fuego. Apocalipsis 20:10.
Sana Doctrina,  Mayo 1971, Nº 10

Los Ángeles: El ángel de Jehová


Introducción
         ¿Por qué estudiar acerca de un Ángel en particular? ¿Por qué darle tanto espacio? ¿Qué tiene de particular? Son las primeras preguntas que aparecen en nuestra mente, porque para algunos el estudio de los ángeles solo sea secundario y sin importancia, dando mayor realce a otras enseñanzas. Pero a medida que avancemos veremos lo peculiar y particular de este Ángel y por qué le dedicamos tiempo y admiración al mismo tiempo en nuestro estudio.
            La doctrina acerca del Ángel de Jehová es fascinante de por sí, porque este Ángel es un personaje misterioso, que posee características divinas y, al mismo, tiempo, cumple la comisión de Dios mismo como cualquier ángel lo haría.
            Prácticamente todos los teólogos y estudiosos de la Biblia, incluyendo a rabinos, están de acuerdo  que éste ser era alguien excepcional.  Se piensa que es una Teofanía de Dios, es decir, una manifestación de Dios mismo. Es más, hay quienes indican que este Ángel es el Señor Jesucristo mismo que  se ha manifestado para cumplir una misión específica para con su pueblo, Israel. 
            En nuestro análisis veremos unos cuantos pasajes que describen al ángel de Jehová como un ser aparte de Jehová y que interactúa con Jehová.  Y antes de llegar a conclusiones tomadas de otros autores, revisaremos los textos que nos hablan expresamente del “Ángel de Jehová”, de modo que podamos apreciar la hermosura y misterio del Ángel de Jehová (Malak Jehová).
            Antes de cerrar esta breve introducción, agregaremos las siguientes palabras con respecto a lo que pensaban los eruditos hebreos referentes a éste Ángel, de acuerdo  Arno  C. Gaebelein, en su libro  “los ángeles de Dios”:
            “Es de sumo interés y por ello vale la pena fi­jarse en que los antiguos judíos  consideraban, en sus tradiciones, al ángel del Señor, en todos los casos, no como a un ángel corriente, sino como al único mediador entre Dios y el mundo, el autor de todas las revelaciones, al cual dieron el nom­bre de Metratón. Le llamaron «el ángel de su faz» (véase Is. 13:9), porque todo lo ve, y contempla el rostro de Dios; por ello se refieren a él como a la más elevada revelación del Dios invisible, el que participa de su naturaleza y de su majestad” (Gaebelein, Los ángeles de Dios).

Algunos pasajes de Estudio.
            En nuestro estudio no abarcará todos los pasajes en donde aparece mencionado el “Ángel de Jehová”, sino que revisaremos algunas de los más importantes (según nuestra opinión) apariciones, los que no se revisen con detalle meridiano, se citarán para que puedan personalmente estudiar este tema.
Génesis 16:7-16 
     La primera aparición de este ángel corresponde al encuentro con la esclava de  Sarai, que había escapado de los malos tratos que ella le daba. Había huido a desierto. En el versículo  7 del capítulo  16, dice: “Y la halló el ángel de Jehová…”. Se entabla una conversación, en la cual el ángel de Jehová pregunta y ella responde los motivos por los cuales ella estaba sola en el desierto. El Ángel le ordena lo que ella debe hacer y le manifiesta las bendiciones que tendrá.
     Del pasaje leído analizado podemos anotar al menos dos características que no tienen los seres creados:
1.      1. La omnisciencia: Sabía quien era ella, de quien escapaba; sabía lo ella lleva en su vientre; y sabía cual sería el carácter de ese hombre que nacería de ella.
2.                  La segunda característica lo descubrió ella: “Entonces llamó el nombre de Jehová que con ella hablaba: Tú eres Dios que ve;  porque dijo: ¿No he visto también aquí al que me ve?  Por lo cual llamó al pozo: Pozo del Viviente-que-me-ve” (v. 13-14). Ella descubrió que hablaba con Dios, que era el mismo Jehová  y le dio el nombre de EL-ROI, y además se asombró de estar con vida al ver a Dios.
3.                Una tercera característica que podemos ver en otras versiones, da entender que ella solo vio las espaldas del ángel de Jehová, o sea, que él estuvo  dándole la espalda durante toda la conversación. Revisemos las siguiente versiones:
·                  (Jerusalén) Dio Agar a Yahveh, que le había hablado, el nombre de «Tú eres El Roí», pues dijo: « ¿Si será que he llegado a ver aquí las espaldas de aquel que me ve?»
·                  (RV1865) Entonces ella llamó el nombre de Jehová, que hablaba con ella: Atta el roi, Tú, Dios, de vista: Porque dijo: ¿No he visto también aquí las espaldas del que me vio?
·                  (RV2000) Entonces [ella] llamó el nombre del SEÑOR que hablaba con ella, Atta el roi, [Tú eres el] Dios de la [vista]; porque dijo: ¿No he visto también aquí las espaldas del que me vio?
·                  (SSE)  Entonces ella llamó el nombre del SEÑOR que hablaba con ella, Atta el roi, Tú eres el Dios de la vista; porque dijo: ¿No he visto también aquí las espaldas del que me vio?
·                  (Toráh) Dio Agar a Adonai, que le había hablado, el nombre de "Tú eres El Roí", pues dijo: "¿Si será que he llegado a ver aquí las espaldas de aquel que me ve?"
            Esto nos recuerda a Moisés que pidió ver el rostro de Dios, y solo le fue conferido ver su espalda, por que nadie que viera a Dios viviría (Éxodo 33:20-23).

Génesis 22:11-18
            Volvemos a encontrar a este Ángel de Jehová  al momento que Abraham va a clavar el puñal  en el corazón del hombre que era su hijo y estaba amarrado  como una victima de sacrificio y que dócilmente se había dejado hacer.  El Ángel había detenido el brazo de Abraham y le había provisto de dos bendiciones:
1.- Reconoce la fe  que Abraham tiene.
2.- Le provee un  carnero  como sustituto para que se lleve el sacrificio a cabo y se de la respectiva adoración a Jehová.
3.-  Y la promesa de bendición  completa.
Además de lo descrito, encontramos  las siguientes características que nos habla que es Dios mismo:
·         Se identifica con Dios: “Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho,  ni le hagas nada;  porque ya conozco que temes a Dios,  por cuanto no me rehusaste tu hijo,  tu único” (v.12).
·         Abraham lo reconoce como Jehová, por que  “puso Abraham el nombre de aquel lugar,  Jehová proveerá.  Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto. (v.14)

Génesis 32:24-30
La Vida de Jacob estuvo llena de conflictos, acabando con una victoria final. Desde su primera noche solo en el desierto, Dios mismo estuvo con él (Génesis 28:12) hasta el final de sus días. Cuan­do en su lecho de muerte fue a bendecir a los hijos de José, el viejo patriarca dijo: «El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac, el Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día, el ángel que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes» (Génesis 48:15). Sabía que el ángel del Señor no era otro que su Reden­tor, el Santo de Israel, como le llamaba con fre­cuencia Isaías. Se apareció ante él, en un sueño, como un ángel, diciéndole: «Yo soy el Dios de Bet-el» (Génesis 31:13).
Pero la suprema manifestación de este ser ce­lestial fue la que tuvo Jacob al pie del vado de Jacob (cap. 32), cuando de repente se le apareció un hom­bre, que comenzó a luchar contra él. Cuando co­menzaba a amanecer, el misterioso visitante le preguntó a Jacob: « ¿Cuál es tú nombre? Y él le respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres y has vencido» (vea Génesis 32:24-32).
¿Quién era aquel varón?
La escritura no nos dice, pero suponemos que es el Ángel de Jehová, porque el mismo le pone a ese lugar Peniel, ya que había visto la cara de Dios (v 30). El que estu­vo con Jacob, el ángel, es el mismo que el Reden­tor, que prometió a los suyos: «He aquí, yo es­toy con vosotros siempre, hasta el fin del mundo.»” (Gaebelein, Los ángeles de Dios).

Éxodo 3:1-6.
            Este pasaje muestra al Ángel de Jehová que habla a Moisés, ya que él había sido designado para ser el  agente visible por el cual liberaría a Israel, con la ayuda del Dios todopoderoso. Dios envía al Ángel de su faz los salvaría (Is. 63:9). Podemos observar que:
1.                  El Ángel o Mensajero de Jehová aparece “en” (dentro de) una llama de fuego “en” medio de una zarza (v.2).
2.                  El fuego no es el mensajero. El mensajero es una presencia dentro del fuego.
3.                  Durante la conversación entre el personaje y Moisés, los términos “Ángel de Jehová”, “Jehová” y “Dios”, son usados alternativamente – son intercambiables.
4.                  La transición de “el Ángel de Jehová” (v.2) a “Jehová” (v.4) prueba la identidad de ambos, y el intercambio de “Jehová” a “Elohim” en el v. 4 es más que reveladora. El mensajero en la zarza es identificado como Jehová y como Elohim.
5.                  El Tárgum inserta las palabras “el Mensajero de” antes de “Jehová” en el v.4 porque es demasiado obvio que el Mensajero que aparece en el v. 2 es el Jehová del v. 4, el mismo que aparece en forma humana en la zarza ardiente.
            Podemos concluir que El Ángel de Jehová es Jehová, una persona diferente al Padre.

Éxodo 23:20-23
     En estos versículos nos describe como Jehová le indica a Moisés que pondrá a su Ángel  delante de  él (de su pueblo) (v. 20) y se iba a encargar de introducir al pueblo a la tierra prometida.  Dios había dado su autoridad a Él, por lo cual llevaba su nombre. Por tanto debían mantener la santidad que correspondía a quienes iban a  seguir a Jehová y sus preceptos; pero si se apartaban, Él no perdonaría  la rebelión. Él  iría delante de ellos y los llevaría a la tierra prometida.
            De los versículos precedentes  obtenemos las siguientes características del Ángel de Jehová:
·                    El punto aquí es que este Ángel o Mensajero tiene la potestad de perdonar pecados, y sólo Dios puede hacer tal cosa. Esto es suficiente para revelar su naturaleza divina (Deidad).
·                    Jehová dice en el mismo versículo: “porque mi nombre está en él.” La importancia de esta declaración no puede ser pasada por alto. Para los judíos de la época, el nombre de Dios era una revelación de su naturaleza divina. Para ellos, el nombre de Dios era una revelación de su naturaleza divina. Tal era así, que Dios y su nombre eran prácticamente términos sinónimos. La frase “mi nombre está en él” significa que la esencia de Jehová era posesión del mensajero. En el Antiguo Testamento, el nombre de alguien revelaba el carácter de esa persona. El nombre de Dios sólo puede estar en alguien que posee la misma naturaleza de Dios. Esto, añadido a las otras evidencias bíblicas que forman el mosaico, nos enseña que el Ángel de Jehová es una persona divina que se reveló en el Antiguo Testamento.

OYE, HIJA MIA NO VAYAS A ESPIGAR A OTRO CAMPO

(Leer Rut cap. 2)
            Un siervo de Dios escribió esta exhortación en el libro per­sonal de una joven cristiana, después de la cita de 1 Timo­teo 4:13: "Ocúpate en la lectura", y del Salmo 119:130: "La exposición de tus palabras alumbra". Estas palabras de aliento, siempre oportunas, impactaron mucho a la joven.
            Con estos términos hablaba Booz a Rut la moabita, quien después de haber dejado los campos y los dioses de un pueblo maldito, había venido a refugiarse bajo las alas del Dios de Israel: "Oye, hija mía...". Esta es una firme invita­ción a escuchar atentamente, a disponer su corazón para recibir instrucciones útiles. La expresión "hija mía" señala la bondad del amo, pero también la intención de elevar hasta él a esta piadosa extranjera, quien tomaría lugar en la genealogía de Jesús.
            "¿De quién es esta joven?", preguntó Booz. Su ojo ejerci­tado la distinguió en medio de los trabajadores. Sin des­cansar desde la mañana, Rut recogió y juntó tras los segadores entre las gavillas (v. 7). Tal vez revivía aquellos lejanos días de duelo y miseria, el duro viaje al lado de Noemí y la llegada a Belén. "¿No es ésta Noemí?", decía la gente. "Y ella les respondía: No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en grande amargura me ha pues­to el Todopoderoso" (1:19-20). Pero Rut no se desanimó ante estas circunstancias tan difíciles. "Te ruego que me dejes ir al campo, y recogeré espigas en pos de aquel a cuyos ojos hallare gracia", dijo a su suegra (2:2). La fe que la había hecho dejar los campos de Moab la fortalecía en su actividad, pues confiaba en Dios.
            Booz, el amo poderoso y rico, vino a su campo, al cual for­tuitamente ella había entrado (v. 3), y Rut oyó de sus pro­pios labios esa palabra de consuelo. Booz había oído cómo esta pobre mujer, viuda y extranjera, había manifes­tado su decisión de venir a refugiarse al amparo del Dios de Israel. "Ella entonces bajando su rostro se inclinó a tie­rra" (v. 10). Pero él quiso satisfacer todas las necesidades de la joven. Dio órdenes para que su duro trabajo le fuese facilitado (v. 15) y fuera provechoso (v. 16). La tomó bajo su protección (v. 9, 12, 14). Además, en el momento de la cena, la hizo acercarse y le dio de los alimentos que él mis­mo comía (grano tostado, v. 14 V.M.). Ella comió, bebió y se sació abundantemente. ¡Qué consideraciones y aten­ciones para con aquella a quien apenas conocía!
            Rut desgranó lo que había recogido y lo llevó a la ciudad donde Noemí a su turno también fue reconfortada. "Bendi­to sea el que te ha reconocido". Booz, ese pariente cerca­no, ¿no usaría su derecho de redención según la misma bondad? Y la recomendación de Noemí se unió a la de Booz: "Que no te encuentren en otro campo" (v. 22).
            El verdadero Booz es Jesús, quien siempre nos habla el lenguaje del amor y así gana nuestros corazones. Su gra­cia nos dispone a responder sí, sin ningún esfuerzo, cuan­do él mismo nos pide que confiemos enteramente en él. "Dame, hijo mío, tu corazón" (Proverbios 23:26). Su gracia nos impregna de humildad, nos sostiene, nos reconforta y nos permite imponer silencio a los amargos por qué, inclu­so en la prueba más dura.
            Que el "oye, hija mía" del Señor encuentre en nosotros la disposición sumisa y agradecida. Jesús, quien nos habla así, aprendió la obediencia por medio de lo que sufrió.
Inclinó su oído para escuchar como los sabios (Isaías 50:4). Pero también, ¡qué gozo delante de él, y qué com­placencia a la diestra de Dios al término de su humillación hasta la muerte de cruz! (Filipenses 2:8-9; Hebreos 12:2).
            Jesús permanecía constantemente en los campos de Dios: "Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa... Y es hermosa la heredad que me ha tocado" (Salmo 16:5- 6). Otro campo no lo atraía. Al entrar en el mundo había dicho: "He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu volun­tad". "El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado" (Hebreos 10:7; Salmo 40:8). También pudo decir: "Por eso me ama el Padre" (Juan 10:17).
            El otro campo es el de nuestra propia voluntad dándose libre curso, o el de una voluntad contrariada, que no se sujeta fácilmente a la disciplina divina, siempre saludable, es decir, a la educación de nuestra alma, que el Señor quiere poseer completamente para nuestra bendición, desde ahora. El otro campo también puede ser el mundo, engalanado con los atractivos engañosos que ofrece a nuestras codicias, los cuales nos llevan a la perdición. Jóvenes inconversos, presten atención: Satanás quiere hacer que ustedes prefieran ese otro campo, al cual sus corazones se inclinan fuertemente.
            Para ustedes, queridos jóvenes cristianos que conocen al verdadero Booz, el otro campo puede ser aquel donde la parra montés y las calabazas silvestres se mezclan con las buenas hierbas (leer 2 Reyes 4:38-42). ¡Qué peligrosas son ciertas «publicaciones religiosas», cuya cizaña daña el buen grano! Al leerlas, sin discernir el mal que en ellas hay, el campo de nuestro corazón tiene contacto con la cizaña (Mateo 13:27). Presten atención: "Hay muerte en esa olla", en lo que tiene apariencia de piedad, pero cuyo poder es negado prácticamente. A menudo se dice que ellas son más fáciles de leer y comprender que los escritos de los fieles siervos de Dios que han trazado bien la Pala­bra y han dado a su pueblo el verdadero alimento. ¿Será este su sentimiento?
            Nosotros que tenemos el privilegio de disfrutar los benefi­cios ofrecidos en el campo del verdadero Booz, no vaya­mos a espigar imprudentemente en ese otro campo. Si hemos gustado cuán bueno es el Señor, si como Rut hemos hallado gracia ante sus ojos, nos postraremos ante él rindiéndole homenaje. Cerca de Jesús encontraremos el pan para comer, el grano tostado y el refrigerio para nues­tros corazones.
            Porque él es el pan vivo que descendió del cielo, y el que coma de ese pan vivirá eternamente. Él es también el gra­no tostado. Ha llevado un fruto abundante para Dios, él, el grano de trigo que cayó en tierra y fue muerto cuando el fuego del juicio de Dios pasó sobre él (Josué 5:10-12).
            Sólo de él nuestras almas se nutren por el Espíritu que toma de lo suyo y nos lo da. ¡Busquémoslo en su campo y no pensemos que sea posible encontrar alimento mejor en otro campo!
            Tomado de Revista "PARA TODOS" 

Discipulado: Yo Primero: PRIMERO SU EJEMPLO


PRIMERO SU EJEMPLO
                      

Miraremos al Señor Jesucristo como nuestro ejemplo por­que no debemos compararnos con otros cristianos. No es correcto comparar nuestra propia vida espiritual y nuestro trabajo para el Señor con la vida espiritual y el trabajo de otra persona. Cristo es el único al cual los cristianos deben seguir. Dios no nos da otro ejemplo o medida para nuestra vida cristiana. Debemos ser como Cristo. Esto nos hará humildes cuando comparamos nuestra vida con su vida.
            El diablo atacó al Señor Jesucristo en tres aspectos de su vida. El hombre tiene tres partes: cuerpo, alma y espíritu. El alma del hombre es el conjunto de sus preferencias, amor, odio, deseos y esperanzas. Pablo habla acerca de hombres que viven en sus deseos siguiendo las normas de este mundo: 1 Corintios 3:3. Solo piensan en sí mismos. En el mismo capítulo se habla, en el vs. 1 de los hombres que tienen el Espíritu Santo. El cuerpo es nuestra parte física y nuestro medio de comunicación con los demás. El espíritu es la parte nuestra por medio de la cual podemos conocer a Dios y hablar con él. El Señor Jesús fue probado en estas tres partes de su vida.
El diablo nos atacará en la misma forma. El trata de desviarnos del plan de Dios para nuestras vidas.
1. El diablo primero tentó al Señor Jesús diciendo: "Ordena que éstas piedras se conviertan en pan" Mateo 4:3. El cuerpo necesita alimento y el diablo trató de usar esta necesidad para alejar a Cristo del plan de Dios para su vida.
2. Luego dijo el diablo: "Tírate abajo." El quería decir: "Haga algo grande y maravilloso. Haga que los hombres se fijen en usted. Permita que piensen cosas grandes acerca de usted, entonces los hombres le creerán. Usted no triunfará si hace cosas ordinarias. Usted debe hacer cosas grandes y maravillosas." Como hombres, esto es lo que queremos hacer. Es una tentación al alma, porque nos hace sentir grandes e importantes.
3. El diablo, entonces dijo: "Te daré la gloria y todos los reinos de la tierra, si postrado me adorares" Mateo 4:9. Es una tentación al espíritu y tiene que ver con nuestra adoración y servicio a Dios, por lo cual Jesús le contestó lo que dicen las Escrituras: "Adorarás al Señor tu Dios y a El solo servirás" Mateo 4:10. Nosotros servimos a Dios cuando lo adoramos. No podemos separar estas dos cosas que siem­pre van juntas. Nosotros no servimos realmente a Dios a menos que lo adoremos también.
Ahora miraremos estas tres cosas más detalladamente. El hombre tiene cuerpo, alma y espíritu, y los siervos de Dios son tentados en cada una de estas tres partes. Las pruebas mostrarán lo que hay en el corazón de cada uno. La prueba para el cuerpo es ésta: "Ordene que estas piedras se convier­tan en pan." Esta prueba mostrará si un hombre puede con­trolar los deseos de su cuerpo. La prueba para el alma mostrará si es humilde u orgulloso. La prueba al espíritu mostrará si el hombre tiene deseo de Dios. ¿Quiere usted adorar y servir a Dios? Estas tres cosas son muy importantes para nosotros porque el diablo las usa para minar el plan de Dios para nuestras vidas.
Veamos nuevamente la manera como el diablo tentó a Cristo. El Señor Jesús y el diablo estaban solos en el desierto. Dios trabaja principalmente en las almas de los hombres y mujeres cuando están solos con él. Elias oyó la voz de Dios en 1 Reyes 19:11-13. No la oyó en medio del pueblo o de un viento fuerte, sino que oyó un murmullo suave. Dios generalmente nos habla cuando estamos a solas con él, esto es en el desierto. Cada hijo de Dios tiene algún desierto en su vida, un tiempo de gran dificultad. Puede ser un desierto de incertidumbre o una época cuando no sabemos qué hacer o cómo hacerlo. Podemos estar tristes porque hemos fallado en algo o podemos estar deseando conocer el plan de Dios, pero sin deseos de seguirlo. Esto no es bueno. Estaremos lejos de buenos pensamientos y planes y no adelantaremos o haremos ningún progreso. Podemos tener fría el alma. Es en esta situación cuando el diablo entra en acción.
El diablo dijo: ''Ordena que estas piedras se conviertan en pan/' Eso parecía ser algo bueno en sí mismo. El Señor pudo haber hecho esto antes si hubiera querido. Juan había bautizado a Jesús justamente antes de que esto sucediera y Dios había dicho: "Este es mi hijo muy amado," tan pronto como salió del agua. Ahora el diablo le dice: "Si eres el Hijo de Dios ordena que estas piedras se conviertan en pan." El Señor Jesús usó Deuteronomio 8:3 para protegerse del ata­que. El dijo: "No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de-la boca de Dios."
Cuando Moisés escribió estas palabras en Deuteronomio estaba hablando acerca del maná en el desierto. El pueblo de Dios estaba en el desierto y tenía que confiar en Dios para todas sus necesidades. Ellos carecían de cosechas o de sitio donde comprar los alimentos. No tenían quién los ayudara y debían confiar que Dios les daría todas las cosas. Dios les dio alimento del cielo, maná. El dijo: "Yo os doy este alimento del cielo, no solo para alimentaros sino para haceros humildes " Dios los alimentó de esta manera para probar si realmente confiaban en él. También demostró que Dios los cuidaba. El les había dicho: "Vosotros sois mí pueblo y estáis aquí por mí voluntad. Tenéis que hacer un trabajo para mí y os daré alimento para vuestro cuerpo. Os enseñaré lecciones espirituales si confiáis en mí. Yo os cuidaré." Ahora el diablo dice: "Ordena que estas piedras se conviertan en pan. Haga esto sin que Dios le diga." El diablo estaba tratando de desviar a Jesús de confiar y obedecer totalmente a Dios y aún tienta a cada siervo de Dios en la misma forma. El hombre desea muchas cosas. Algunos son deseos impuros de los cuales siente vergüenza. Pero otros son deseos buenos. Estamos pensando en el alimento. El diablo usa deseos como éste para llevarnos a desobedecer a Dios.
Pensemos en un hombre que trabaja para Dios. Dios lo ha escogido y le ha encomendado un trabajo, pero el hombre piensa: "Me gustaría ganar más dinero y tener buenas cosas." Está bien desear una buena casa, tener una buena esposa y una buena familia. Esto es natural. Por eso, hace sus planes. Si tiene éxito prueba que es un hombre in­teligente. Esto es lo mismo como cuando el diablo le dijo a Cristo: “Si eres el Hijo de Dios ordena que estas piedras se conviertan en panes”. Así mismo, hacemos cosas para mostrar que somos inteligentes, grandes e importantes. No debería interesarnos ser alguien importante. El Señor Jesús no estaba ansioso de probar quién era él. No buscó ser famoso para que todo el mundo viniera a él pidiendo pan. Así nosotros debemos tener cuidado. Satanás es nuestro enemigo y trata de hacernos caer o de desviarnos de Dios.
Si no tenemos pan pensamos que es porque Dios no quiere que lo tengamos. Dios no nos está alimentando, así que tenemos que hacerlo nosotros mismos. Nos sentimos seguros de poder hacerlo y queremos mostrarlo a los demás. Esta es una tentación y un peligro. Es posible que sepamos que Dios tiene un plan para nuestras vidas y quizás estemos deseando seguirlo; pero deseamos hacer algo por cuenta propia por orgullo o por deseos que el diablo pone para alejarnos de Dios. El diablo dice: "Ya que Dios no te da lo que quieres, debes conseguirlo por ti mismo y probarlo. Si consigues hacer lo que tú mismo quieres, después podrás hacer lo que Dios quiere que hagas."
Dios alimentó al pueblo de Israel en el desierto, pero ellos desobedecieron y él los castigó. Dios no alimentó a su Hijo en el desierto, pero Cristo obedeció a Dios aún con hambre. El amó a Dios a la perfección. Dios proporcionó el maná para alimentar a su pueblo, para hacerlos humildes y para enseñarles su camino. ¿Nosotros podemos confiar en él aún cuando no se satisfagan nuestros deseos? Dios nos dará todo lo que nos conviene mejor. Puede darnos una esposa o un esposo, dinero para nuestras necesidades, amigos y co­laboradores. Sin embargo, el diablo dice: "Dios no lo va a hacer, así que es mejor que lo hagas tu mismo." Tan pronto como oigas al diablo y empieces a satisfacer tus deseos, la confianza en Dios y la paz de tu mente, se perderán. Y todas las cosas serán diferentes porque no estás confiando en Dios sino en ti mismo.
El diablo tentó a Cristo por segunda vez, llevándolo a la cima del templo y le dijo, "Tú eres el Hijo de Dios." Luego repitió un versículo del Antiguo Testamento que dice: "Pues a sus ángeles mandará acerca de ti... para que tu pie no tropiece en piedra" Salmo 91:11-12. Luego dijo: "Lánzate abajo." Con frecuencia el diablo tratará de alejarnos de Dios. El nos dirá que hagamos algo para satisfacer nuestros pro­pios deseos. Si falla en esto, nos dirá que debemos hacer algo extraordinario que llame la atención de los demás. Se parece al hombre que camina sobre el fuego para mostrar que no se quema. La gente lo admira porque siempre quiere ver cosas extraordinarias. Nosotros también queremos ser admirados y somos tentados en este sentido.
Nuestros sentimientos y emociones pueden ser un peligro para nosotros. Decimos o prometemos hacer algo y poco después lo hemos olvidado, porque hemos prometido bajo el impulso de las emociones. Sin embargo, no debemos pensar que todas las emociones son inconvenientes. El amor es una emoción y Dios desea nuestro amor. Él quiere que nuestro amor sea fuerte y profundo. Pero la emoción por si misma no es suficiente. Es necesario ajustaría al plan de Dios.
Dios quiere que aprendamos lecciones de él en las cosas comunes de nuestra vida diaria. Dios no quiere enseñarnos a hacer cosas extraordinarias, sino quiere que aprendamos que él está con nosotros y que debemos hacer lo que él dice. El diablo no usó las palabras de la Biblia correctamente pues no mostró su significado real, si se lee todo el salmo. En el salmo vemos al Señor Jesucristo poniendo un pie sobre el diablo, Salmo 91:13. Al final del salmo, el diablo es derrotado. El Señor Jesús sabía esto y estuvo de acuerdo, pero él citó otro versículo: "No tentarás al Señor tu Dios." No debemos hacer cosas porque unas pocas palabras de la Biblia parecen probar que son correctas. Debemos ver lo que toda la Biblia enseña acerca de ellas y ver la verdad en su totalidad. Así que no es correcto afirmar que unas cuantas palabras de la Biblia prueban que se está en lo cierto; cuando en realidad podemos estar en un error si leemos todo el capítulo o todo el libro. Esta es la razón por la cual el Señor Jesús dijo: "No ten­tarás al Señor tu Dios." No se puede dejar una cosa sobre la mesa y esperar que el amigo, el criado u otra persona muestren que es honesta. ¿Podemos confiar en una prueba como ésta? Si realmente confiamos en una persona no la pondremos en una prueba como ésta. Nosotros tentamos a Dios de la misma forma cuando decimos: "Haré algo ex­traordinario para ver si Dios hace lo que ha prometido." La gente lo admirará a usted, pero no está bien poner a prueba a Dios.
El diablo usó a Cristo para protegerse a sí mismo. Esta fue la tercera tentación y tiene un significado muy importante para nosotros. Es una lección acerca de la obediencia a Dios. El diablo dijo a Jesús: "¿Ves todos estos reinos del mundo? Dios te los dará. Ese es su plan y su propósito." La Biblia dice: "Pídeme y te daré las naciones por heredad. Tú regirás sobre ellas con espada de fuego" Salmo 2:8-9. El diablo tomó estos versículos, los volteó y dijo claramente: "Pídemelos y te los daré; lo cual significa que no tendrás que ir a la cruz. Tendrás todas las cosas sin sufrimiento alguno. Tú harás el trabajo de Dios y Dios se agradará de ti, pero tú no tendrás que sufrir. Solamente inclina tú rodilla y adórame."
¿Qué significa esto? Nosotros nunca nos arrodillamos delante del diablo para adorarle. Pero algunas veces hacemos cosas que él quiere y así le servimos y le adoramos. Los cristianos a veces hacen cosas que no están de acuerdo con la voluntad de Dios. Él tiene un plan para nuestras vidas, pero nosotros queremos encontrar un camino más fácil que el camino de Dios. El diablo dice: "Tú no tienes que sufrir por causa de Cristo." Pero el Señor dice: "Si alguno quiere venir en pos de mí, debe olvidarse de sí mismo, tomar su cruz y seguirme" Mateo 16:24.
El diablo tentó al Señor Jesús en estas tres formas: en su cuerpo, su alma y su espíritu; pero Cristo salió victorioso. El derrotó completamente al diablo. Fue tentado, pero depen­dió de Dios, confió en Dios y obedeció a Dios. El diablo fue derrotado. Nosotros también seremos tentados en esta misma forma y quiera Dios concedernos la victoria que dio al Señor Jesús a través de las Escrituras.

Paz Con Dios


Introducción
"Y no solamente por él [Abraham] fue escrito que le haya sido así imputado; sino también por nosotros a quienes será imputado, esto es a los que creemos en El que levantó de los muertos a Jesús Señor nuestro: el cual fue entregado por nuestros delitos y resucitado para nuestra justificación."
"Justificados pues, por la fe, tenemos paz para con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Romanos 4:23-24; 5:1).
El tema que trataremos ahora es: "La paz con Dios, qué es, y quién la tiene". Este asunto es, como tú lo reconocerás, amigo lector, de una gran importancia, y así debemos hacerlo constar en primer término. ¡Si no tenemos paz con Dios, no se trata de una cuestión de tiempo o de circunstancias, se trata nada más ni nada menos, que de la eternidad! Sí, de la eternidad: de una cuestión de salvación o de condenación; una cuestión, en fin, que supera infinitamente a todas las demás por su importancia.
Muchas personas disfrutan, bien sea en un sentido o en otro, de una supuesta paz, de una paz aparente; pero la cuestión para el alma de todos y cada uno es: ¿Tengo yo realmente paz con Dios? ¿Sé yo lo que es la paz con Dios? No importa lo que yo piense, ni lo que tú pienses. Mi opinión no vale más que la tuya.
La gran cuestión es; ¿Qué dicen las Escrituras? ¿Qué dice Dios sobre este asunto?
Hay muchísimas personas que han hallado una paz falsa. Creen que por cambiar de costumbres, leer la Biblia, orar, hacer penitencias, asistir a las reuniones, ir a la iglesia, participar de los sacramentos y, en fin, utilizar todos los medios que están a su alcance, podrán obtener la paz con Dios; pero andan completamente engañados. Se hace muy frecuentemente la pregunta; ¿Has hecho tu paz con Dios? Esta pregunta es sumamente engañosa. Nótalo muy bien: Es imposible para nosotros hacer la paz con Dios. La paz sí tiene que ser hecha, pero ninguno de nosotros puede hacerla; es una obra superior a nuestras fuerzas y, que por lo tanto, está fuera de nuestro alcance.

Capítulo 1
La paz con Dios
Dos amigos se paseaban por una playa. Uno de ellos era cristiano, el otro un incrédulo. El primero dijo a su compañero: "Mira a ver si puedes borrar las huellas que has dejado sobre la arena." Así lo intentó el otro, pero su amigo le hizo notar que "mientras estabas tapando las primeras huellas, con tus pies estabas haciendo otras. ¡Míralas!" El hombre reconoció que en verdad se le imponía un trabajito imposible. Continuaron su paseo, y un poco más tarde creció la marea, y al bajar de nuevo, se vio que el agua había hecho desaparecer las huellas de sobre la arena.
Algún tiempo después pasando por el mismo sitio el cristiano y su amigo, se presentó otra nueva conversación. Estas palabras dijo el creyente al incrédulo: 7
"Observa que lo que no pudiste hacer tú, lo hizo la marea". Y lo que tú, ansioso pecador, no puedes hacer con tus esfuerzos, lo puede efectuar la preciosa sangre de Jesús. No podemos borrar un solo pecado. No podríamos ser limpios de ellos aunque viviésemos tanto como Matusalén, es decir 969 años (Génesis 5:27), empleando toda nuestra vida y nuestra inteligencia para tratar de hacerlo. No podemos, lo repito, quitar de nosotros un solo pecado; pero "la sangre de Jesucristo su hijo nos limpia de todo pecado" (I Juan 1:7). Sí, amigo lector, todo, ¡Todo! ¡Todo!

Pesando trapos inmundos
Muchos creen que en el Día del Juicio sus buenas obras serán puestas en un platillo de la balanza sostenida por la justicia, y sus pecados en otro platillo, y en caso de pesar más las buenas obras, entrarán en el cielo. Si tú crees esto, amigo lector, te recomendaría que examinaras toda tu vida pasada y tus obras (las que los hombres llaman "buenas"), y compáralas con la escritura que dice: "Todas nuestras justicias [son] como trapos de inmundicia" (Isaías 64:6). Tú y la gente las llaman "buenas obras" u obras de justicia: La Escritura las llama trapos de inmundicia. ¿Quién tiene razón? ¿Ustedes o Dios? La persona no salvada no tiene ninguna obra buena para poner en el platillo de la balanza de la justicia, pero al pecador salvado todos sus pecados le son perdonados por la fe en Jesús.
Como puedes ver, mientras no te sometas a Dios y aceptes a Cristo, estás perdiendo la bendición que en gracia viene de la presencia de Dios para nosotros, y jamás podrás obtener la justificación. En romanos capítulo 3, versículos 22 y 23, leemos también: "No hay diferencia; por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios". Y en el versículo 10 del mismo capítulo, leemos: "No hay justo, ni aun uno".

Tu fuerza y la paz
Un amigo mío entró un día en el coche de un tren, donde se debatía acaloradamente una discusión religiosa. Habiendo tomado asiento mi amigo, uno de los presentes le dijo, colocándole amistosamente su mano sobre la rodilla: "Decíamos aquí que, para entrar en el cielo, es necesario ser bueno y practicar el bien". A lo que mi amigo contestó: "Pues, mi estimado amigo, yo tengo un libro muy antiguo y en el cual creo mucho, que contradice rotundamente la afirmación que usted acaba de hacer. Hay en este libro del que le hablo, dos afirmaciones que no concuerdan con lo que acaba usted de alegar. Mientras usted dice: "Seamos buenos", el viejo Libro dice: "Ninguno es bueno sino uno, a saber Dios." Usted afirma también: "Hagamos lo bueno", y este Libro dice: "No hay quien haga lo bueno". Sus afirmaciones, por lo tanto están en completa oposición a lo que el Libro del que le hablo, declara...”
Hace poco había dicho que nadie puede hacer su paz con Dios. ¿Y por qué no? Por la sencilla razón de que no tenemos fuerza alguna. La Biblia dice: "Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos" (Romanos 5:6). Una de las razones es que no tememos fuerza alguna, y la otra es, que la fuerza que por naturaleza poseemos tiende únicamente a cometer el mal. Toda la fuerza de una higuera silvestre sirve sólo para producir higos amargos; como todo el vigor del pecador tiende únicamente a producir pecados. Puedes notar que el mal trastorna tus pasos. ¿Cómo, pues, podemos nosotros hacer la paz?
¿Quién hará la paz? ¿Podrán hacerla los ángeles, esos seres inmaculados y santos, que cubren sus rostros delante de Dios? ¿Podrían ellos hacer la paz? ¿Podría hacerla un arcángel? ¡No! ¿Quién pudo hacerla entonces? Solamente hubo Uno que fue poderoso y capaz para hacerla: el bendito Señor Jesucristo, de quien leemos en las Santas Escrituras que El hizo la paz. ¿Cómo? Por "la sangre de su cruz".
Expliquemos el caso con mayor claridad. No se nos manda ser hacedores de la paz, en el sentido de hacer nuestra paz con Dios; pero se nos ordena ser aceptadores de esta paz. El Señor hizo la paz con su sangre en la cruz. La obra está hecha: "Consumado es" (Juan 19:30).
Voy a servirme de una pequeña ilustración, pues estoy seguro de que contiene toda la sustancia del asunto. Un conocido predicador, empleando un lenguaje muy gráfico, comparaba este mundo a una descomunal cárcel de formidables murallas, y pesadas puertas de hierro. La Misericordia, decía él, miró desde el cielo y le dio mucho pesar al ver a los prisioneros. Descendió volando hasta aquel lugar, y cuando se disponía a abrir las puertas, la Justicia con voz de trueno le ordenó que no intentara hacer tal cosa, diciéndole con severidad: "Nadie puede salir de aquí mientras no se dé plena satisfacción a mis juicios".
La Misericordia respondió: "Pero Dios es Amor". A lo cual exclamó la Justicia: "Pero Dios es Luz". La Misericordia, aunque sabía que era verdad todo esto, comenzó a interceder por los desgraciados; pero la Justicia siguió diciendo: "Dios ha de ser Justo. El es Santo". La Misericordia vio que no podía oponerse a las exigencias de la Justicia, y tuvo que retirarse llorosa a las moradas celestiales. Allí contó lo sucedido, el cielo la escuchó conmovido.
Por fin el Hijo de Dios dijo: "Bajaré yo, y dejaré que la Justicia traspase mi costado con su espada vengadora, y apague su ardiente filo con la sangre de mi vida. Y, efectivamente, el Hijo de Dios descendió para cumplir su misión de misericordia. La Justicia se colocó ante la puerta, dispuesta a resistí todos, mientras no fuesen satisfechas sus justas exigencias.
El Hijo de Dios mostró su costado y clama-ría Justicia: "¡Hiere! ¡Que esa ardiente espada penetre en mi costado; que las determinaciones de la Justicia sean satisfechas!" La Justicia hirió, y el Señor Jesús al morir exclamó: "Consumado es." Entonces la justicia envainó la espada, puesto que ya había recibido una satisfacción completa, y viendo que la Misericordia corrió rápidamente a abrir las pesadas puertas, sonrió complacida.
Reconoce, amigo mío, en esta ilustración el resumen de todo el evangelio. "Dios es Luz", y "Dios es Amor". Por un lado, las exigencias de la justicia de Dios deben ser satisfechas; por el otro, su amor desea la felicidad del pecador.

EFESIOS


INTRODUCCIÓN
El rico y bendito ámbito de aplicación de la Epístola a los Efesios
          La epístola a los Efesios nos ofrece la más rica exposición de las bendiciones de los santos individualmente y de la asamblea, exponiendo al mismo tiempo los consejos de Dios con respecto a la gloria de Cristo. Cristo mismo es visto como Aquel que ha de sostener todas las cosas reunidas bajo Su mano, como Cabeza de la asamblea. Vemos a la asamblea colocada en la más íntima relación con Él, así como los que la componen lo están con el Padre mismo, y en la posición celestial otorgada a ella por la gracia soberana de Dios. Ahora bien, estos caminos de gracia para con ella revelan a Dios mismo, y en dos caracteres distintos; tanto en relación con Cristo como con los Cristianos. Él es el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Él es el Dios de Cristo, cuando se considera a Cristo como hombre; Él es el Padre de Cristo cuando se le considera como el Hijo de Su amor. En el primer carácter, la naturaleza de Dios es revelada; en el segundo, vemos la íntima relación que disfrutamos con Aquel que tiene este carácter de Padre, y esto según la excelencia de la relación propia de Cristo con Él. Es esta relación con el Padre, así como aquella en la cual nosotros estamos con Cristo, como Su cuerpo y Su novia, la que es la fuente de bendición para los santos y para la asamblea de Dios, de la cual la gracia nos ha hecho miembros como un todo.

Capítulo 1
Las bendiciones de la asamblea y de los santos individualmente
          Incluso la forma en que está escrita esta epístola, muestra de qué forma los pensamientos del apóstol estaban llenos del sentido de la bendición que pertenece a la asamblea. Después de haber deseado gracia y paz a los santos y fieles[1] en Éfeso de Dios, el Padre de los verdaderos cristianos, y de Jesucristo su Señor, él comienza a hablar de inmediato de las bendiciones de las cuales todos los miembros de Cristo participan. Su corazón estaba lleno de la inmensidad de la gracia; y nada en el  estado espiritual de los cristianos efesios requirió algún comentario particular adaptado a dicho estado. Es la cercanía del corazón a Dios la que produce la sencillez, y la que nos permite disfrutar, en sencillez de las bendiciones de Dios de la forma que Dios mismo las confiere, tal como fluyen de Su corazón, en toda la excelencia de ellas - disfrutarlas en relación con Aquel que las imparte, y no meramente en un modo adaptado al estado de aquellos a quienes son impartidas; o a través de una comunicación que sólo revela una parte de estas bendiciones, porque el alma no sería capaz de recibir más. Efectivamente, cuando estamos cerca de Dios, lo estamos en sencillez, y toda la extensión de Su gracia y de nuestras bendiciones se despliega de la forma en que se encuentra en Él.

La proximidad moral a Dios y la conducta adecuada a ella; el creyente no es abandonado causa de faltas, sino que la gracia se adapta a nuestras carencias y necesidades
          Es importante notar aquí, de paso, dos cosas: primero, que la proximidad moral a Dios, y la comunión con Él, son los únicos medios para cualquier crecimiento verdadero en el conocimiento de Sus modos de obrar y de las bendiciones que Él imparte a Sus hijos, porque esta es la única posición en la cual los podemos percibir, o de ser moralmente capaces de hacerlo; y, también, que toda conducta que no sea apropiada a esta proximidad a Dios, toda liviandad de pensamiento, la cual Su presencia no admite, nos hace perder estas comunicaciones de parte de Él y nos hacen incapaces de recibirlas. (Comparen con Juan 14: 21-23). En segundo lugar, no es que el Señor nos abandona a causa de estas faltas o de este descuido; Él intercede por nosotros, y nosotros experimentamos Su gracia, pero esto ya no es más comunión o progreso inteligente en las riquezas de la revelación de Sí mismo, de la plenitud que hay en Cristo. Esto  es gracia adaptada a nuestras carencias, una respuesta a nuestra miseria. Jesús nos extiende Su mano según la necesidad que sentimos - necesidad producida en nuestros corazones por la operación del Espíritu Santo. Esto es gracia infinitamente preciosa, una dulce experiencia de Su fidelidad y amor: aprendemos, por medio de esto, a discernir el bien y el mal juzgando el yo, pero la gracia se tuvo que adaptar a nuestras carencias, y recibir un carácter de acuerdo a aquellas carencias, como respuesta a ellas; hemos tenido que pensar en nosotros mismos.

Restaurar la gracia no es comunión; la fuente positiva de gozo eterno
          En un caso como este, el Espíritu Santo hace que nos ocupemos de nosotros mismos (por gracia, sin duda), y cuando hemos perdido la comunión con Dios, no podemos descuidar este regreso hacia nosotros mismos sin engañarnos y endurecernos a nosotros mismos. ¡Es lamentable! las relaciones de muchas almas con Cristo apenas van más allá de este carácter. Es demasiado común a todos. En una palabra, cuando esto sucede, habiendo sido admitido el pensamiento de pecado en el corazón, para que nuestras relaciones con el Señor sean verdaderas, esto debe ser en el terreno de esta triste admisión del pecado (por lo menos en pensamiento). Es solamente la gracia la que nos permite tener que ver de nuevo con Dios. El hecho de que Él nos restaura realza Su gracia ante nuestros ojos; pero esto no es comunión. Cuando caminamos con Dios, cuando caminamos según el Espíritu sin contristarle, Él nos mantiene en comunión, en el disfrute de Dios, la fuente positiva de gozo - de un gozo eterno. Esta es una posición en la que Él puede ocuparnos - como estando nosotros mismos interesados en todo lo que le interesa a Él - con todo el desarrollo de Sus consejos, Su gloria y Su bondad, en la Persona de Jesús el Cristo, Jesús el Hijo de Su amor; y el corazón es ensanchado en la medida de los objetos que lo ocupan. Esta es nuestra condición espiritual normal. En lo general, este era el caso de los Efesios.

El don especial de Pablo; el secreto de la bendición de la asamblea; en Cristo y en Sus relaciones con Dios, en los lugares celestiales
          Ya hemos comentado que Pablo había sido especialmente dotado por Dios para comunicar Sus consejos y Sus modos de obrar en Cristo; así como Juan lo fue para dar a conocer Su carácter y Su vida tal como fue manifestada en Jesús. El resultado de este don particular en nuestro apóstol se encuentra naturalmente en la epístola que estamos considerando. No obstante, estando nosotros en Cristo, encontramos en ella un desarrollo notable de nuestras relaciones con Dios, de la intimidad de esas relaciones, y del efecto de esa intimidad. Cristo es el fundamento sobre el cual son edificadas nuestras bendiciones. La forma en que las disfrutamos es estando en Él. Así, nosotros llegamos a ser el objeto real y presente del favor de Dios el Padre, así como Cristo mismo es el objeto de este favor. Hemos sido dados a Él por el Padre; Cristo ha muerto por nosotros; nos ha redimido, lavado y vivificado, y nos presenta, según la eficacia de Su obra y según la aceptación de Su Persona, ante Dios, Su Padre. El secreto de toda la bendición de la asamblea es que es bendecida con Jesús mismo, y por eso - así como Él, visto como hombre - ella es aceptada ante Dios, porque la asamblea es Su cuerpo, y disfruta en Él, y por Él, de todo lo que Su Padre le ha conferido. El Cristiano es amado individualmente, tal como Cristo fue amado en la tierra; de aquí en adelante él participará de la gloria de Cristo ante los ojos del mundo, como una prueba de que él fue amado así, en relación con el nombre del Padre, lo cual Dios sostiene con respecto a esto (Juan 17: 23-26). Por eso nosotros vemos en esta epístola, en general, al creyente en Cristo, no a Cristo en el creyente, aunque eso ciertamente es verdadero. La epístola nos conduce a los privilegios del creyente y de la asamblea, más que a la plenitud de Cristo mismo, y hallamos más el contraste entre esta nueva posición con lo que éramos siendo parte del mundo, que el desarrollo de la vida de Cristo: esto se encuentra más ampliamente en la Epístola a los Colosenses, la cual se ocupa más de Cristo en nosotros. Pero esta epístola que estamos comentando, colocándonos en la relación de Cristo con Dios y el Padre y sentados en lugares celestiales, da el carácter más alto de nuestro testimonio aquí.

Las dos relaciones de Cristo con Dios, Su Padre
          Versículo 3. Ahora bien, Cristo está en dos relaciones con Dios, Su Padre. Una es que Él es un hombre perfecto ante Su Dios; la otra es que Él es un Hijo con Su Padre. Nosotros hemos de compartir ambas relaciones. Esto lo anunció Él a Sus discípulos antes de que regresara al cielo: es revelado en todo su alcance por las palabras que Él habló: "Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios." (Juan. 20:17) Esta preciosa - esta inapreciable verdad, es el fundamento de la enseñanza del apóstol en este lugar. Él considera a Dios en este doble aspecto, como el Dios de nuestro Señor Jesucristo, y como el Padre de nuestro Señor Jesucristo; y nuestras bendiciones están en relación con estos dos títulos.

Los modos de obrar de Dios, pensamientos y consejos considerados aquí
         Pero antes de procurar presentar en forma detallada los pensamientos del apóstol, notemos que él comienza aquí enteramente con Dios, con Sus pensamientos y Sus consejos, no con lo que el hombre es. Podemos asirnos de la verdad, por decirlo así, por uno u otro de estos dos fines - por el de la condición del pecador en relación con la responsabilidad del hombre, o por el de los pensamientos y consejos eternos de Dios en vista de Su propia gloria. Este último es ese aspecto de la verdad al cual el Espíritu nos hace mirar aquí. Incluso la redención, tan gloriosa como es en sí misma, es consignada al segundo lugar, como medio por el cual disfrutamos el efecto de los consejos de Dios.
          Era necesario que los modos de obrar de Dios hubieran de ser considerados en este aspecto, es decir, Sus propios pensamientos, no meramente los medios por los que es traído el hombre al gozo del fruto de ellos. Es la epístola a los Efesios la que nos los presenta así; al igual que la escrita a los romanos, la cual después de decir qué es la bondad de Dios, comienza con el estado del hombre, demostrando la maldad y presentando a la gracia como lo que la enfrenta y lo liberta de ella.

Resumen del capítulo 1
          "El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él."(Efesios 1: 3, 4a) El capítulo 1 despliega estas bendiciones (versículos 4 al 7), y los medios por los cuales son compartidas; en los versículos 8-10, leemos acerca del propósito establecido por Dios para la gloria de Cristo, en Quien poseemos estas bendiciones. Luego, los versículos 11-14, ponen ante nosotros la herencia, y el Espíritu Santo dado como un sello a nuestras personas, y como las arras de nuestra herencia. Sigue, entonces, a continuación, una oración en la que el apóstol pide que sus amados hijos en la fe (incluyéndonos a nosotros mismos) digamos que podemos conocer nuestros privilegios y el poder por el que hemos sido traídos a ellos, el mismo poder que levantó a Cristo de entre los muertos y lo colocó a la diestra de Dios para poseerlos, como Cabeza de la asamblea, la cual es Su cuerpo, la cual será establecida con Él sobre todas las cosas creadas por su Cabeza como Dios y que Él heredará como hombre, llenando todas las cosas con Su gloria divina y redentora. En pocas palabras, primero tenemos el llamamiento de Dios, lo que los santos son ante Él en Cristo; luego, habiendo declarado el pleno propósito de Dios con respecto a Cristo, la herencia de Dios en los santos; tenemos entonces la oración pidiendo que podamos saber estas dos cosas, y el poder por el cual somos traídos a ellas y a disfrutar de ellas.

"Toda bendición espiritual"; el carácter, el alcance, el origen y la medida de ellas
         Pero debemos examinar estas cosas más detalladamente. Hemos visto el establecimiento de las dos relaciones entre el hombre y Dios - relaciones en las que Cristo mismo está. Él subió a Su Dios y a nuestro Dios, a Su Padre y a nuestro Padre. Compartimos con Él todas las bendiciones que emanan de estas dos relaciones. Él nos ha bendecido con todas las bendiciones espirituales; no falta ninguna. Y ellas son del orden más alto; no son temporales, como eran las de los judíos. Es en la capacidad más exaltada del hombre renovado que disfrutamos de estas bendiciones: y son adaptadas a esa capacidad, son espirituales. Estas bendiciones están también en la más alta esfera: no están en Canaán o la tierra de Emmanuel. Estas bendiciones se nos otorgan "en los lugares celestiales"; se nos otorgan de la manera más excelente - una manera que no da lugar a ninguna comparación - están en Cristo. El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo nos ha bendecido con todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Cristo. Pero esto emana del corazón de Dios mismo, desde un pensamiento más allá de las circunstancias en que Él nos encuentra en el tiempo. Este era nuestro lugar en Su corazón, "antes de la fundación del mundo." Él se propuso darnos un lugar en Cristo. Él "nos escogió en Él."
         ¡Qué bendición, qué fuente de gozo, qué gracia, el hecho de ser así los objetos del favor de Dios, según Su amor soberano! Si lo midiéramos, es por Cristo por quien debemos procurar hacerlo; o, por lo menos, es así que debemos sentir lo que este amor es. Nótese especialmente aquí la manera en que el Espíritu Santo lo mantiene continuamente ante nuestros ojos, que todo está en Cristo - en los lugares celestiales en Cristo - Él nos había elegido "en Él" - para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo - hechos "aceptos en el Amado." Este es uno de los principios fundamentales de la instrucción del Espíritu en este lugar. El otro es que la bendición tiene su fuente en Dios mismo. Él es su fuente y autor. Su propio corazón, si podemos expresarlo así, y Su propia mente, son su fuente y medida. Por lo tanto es solamente en Cristo que podemos tener cualquier medida de aquello que no puede ser medido. Porque Él es, completa y adecuadamente, el deleite de Dios. El corazón de Dios encuentra en Él un objeto suficiente para expresarse sin restricción enteramente a sí mismo, hacia el cual Su amor infinito puede ejercerse completamente.
         La bendición, entonces, proviene de Dios; pero además está con Él mismo y ante Él, para gratificarse a Sí mismo, para satisfacer Su amor. Es Él quien nos ha elegido, es Él quien nos ha predestinado, es Él quien nos ha bendecido; pero es para que podamos estar ante Él, y ser adoptados como hijos Suyos. Así es la gracia en estos grandes fundamentos. Esto es, por consiguiente, lo que la gracia se complació en hacer por nosotros.

Escogidos en Cristo, en los consejos de Dios, antes de que el mundo existiera; la responsabilidad del hombre desde la creación de Adán hasta la cruz
         Pero hay otra cosa que debemos notar aquí. Somos escogidos en Él antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4). Ahora bien, esta expresión no es simplemente la de la soberanía de Dios. Si Dios escogiera a algunos ahora, sería tan soberano como si lo hubiera hecho antes de la fundación del mundo: pero esto muestra que nosotros pertenecemos, en los consejos de Dios, a un sistema establecido por Él en Cristo antes de que el mundo existiera, un sistema que no es del mundo cuando este ya existe, y que es un sistema que existirá después de que la forma de este mundo haya pasado. Este es un aspecto muy importante del sistema Cristiano. La responsabilidad entró (para el hombre por supuesto) con la creación de Adán en este mundo. Nuestro lugar nos fue dado en Cristo antes de que el mundo existiese. El desarrollo de todos los caracteres de esta responsabilidad continuó hasta la cruz y terminaron allí; este es el desarrollo de los caracteres de la responsabilidad del hombre: primero inocente, luego un pecador sin ley, después un pecador bajo la ley, y, cuando fue culpable en todo, vino la gracia - Dios mismo viene al mundo de pecadores en su bondad y encuentra odio a cambio de Su amor. El mundo quedó juzgado y los hombres perdidos, y esto lo aprende ahora el individuo con respecto a sí mismo. Pero entonces la redención fue consumada, y el pleno consejo y propósito de Dios en la nueva creación en Cristo resucitado fueron revelados, el último Adán, "el misterio, que por todos los siglos ha estado encubierto" (Efesios 3:9 - VM),  mientras la responsabilidad del primer hombre estaba siendo probada. Comparen con 2 Timoteo 1: 9-11; Tito 1: 2, donde vemos esta verdad presentada de una manera muy clara.

 La responsabilidad y la gracia reconciliadas solamente en Cristo
          Esta responsabilidad y la gracia no pueden ser realmente reconciliadas sino sólo en Cristo. Los dos principios estaban en los dos árboles del jardín del Edén; luego la promesa a Abraham incondicionalmente, para que pudiésemos comprender que la bendición era por pura gracia; después, la ley presentó nuevamente a ambos [principios] juntos, pero presentó la vida como consecuencia de la responsabilidad. Cristo vino, Él es la vida, tomó sobre Sí mismo, por todos los que creen en Él, la consecuencia de la responsabilidad, y vino a ser, como el Hijo divino y también como Cabeza resucitada de entre los muertos, la fuente de vida, habiendo sido quitado nuestro pecado; y aquí, como resucitados con Él, no solamente hemos recibido la vida, sino que estamos en una nueva posición habiendo sido resucitados con Él de la muerte, y tenemos una porción según los consejos que establecieron todo en Él antes de que el mundo existiera, y son establecidos según la justicia y la redención, como una nueva creación, de la que el Segundo Hombre es la cabeza. El capítulo siguiente explicará cómo fuimos sacados a este lugar.

Nuestras bendiciones relacionadas con los dos caracteres en que Dios se ha revelado a Sí mismo.
          Hemos dicho que Dios se revela a Sí mismo en dos caracteres, incluso en Su relación con Cristo; Él es Dios, y Él es Padre. Y nuestras bendiciones están relacionadas con esto; es decir, con Su naturaleza perfecta como Dios, y con la intimidad de la relación positiva con Él como Padre. El apóstol no aborda aún el asunto de la herencia, ni de los consejos de Dios, con respecto a la gloria de la cual Cristo ha de ser el centro como un todo; sino que él habla de nuestra relación con Dios, de lo que somos con Dios y ante Él, y no de nuestra herencia - de lo que Él nos ha hecho ser, y no de lo que Él nos ha dado. En los versículos 4-6, se explica nuestra porción en Cristo ante Dios. El versículo 4 está subordinado al nombre de Dios; el versículo 5, al nombre de Padre.

El carácter de Dios es descrito en lo que se atribuye a los santos; semejantes a Dios en Su naturaleza y capaces de disfrutarlo en Cristo
         El carácter de Dios es descrito en lo que se atribuye a los santos (v. 4). Dios podía encontrar Su delicia moral únicamente en Sí mismo y en lo que moralmente es semejante a Él. Este es realmente un principio universal. Un hombre honrado no puede encontrar ninguna satisfacción en uno que no se le parece respecto a esto. Con mayor razón aún Dios no podría soportar lo que está en oposición con Su santidad, puesto que, en la actividad de Su naturaleza, Él debe rodearse con lo que Él ama y de lo que se deleita. Pero, antes de todo, Cristo es esto en Sí mismo. Él es personalmente la imagen del Dios invisible. El amor, la santidad, la perfección intachable en todas Sus formas, están unidas a Él. Y Dios nos ha elegido en Él. En el versículo 4 encontramos nuestra posición con respecto a esto.  Primeramente, estamos ante Él: Él nos trae a Su presencia. El amor de Dios tiene que hacer esto para satisfacerse a sí mismo. El amor que está en nosotros también debe ser hallado en esta posición para tener su objeto perfecto. Es allí únicamente donde se puede encontrar la felicidad perfecta. Pero siendo esto así, es necesario que seamos semejantes a Dios. Él no nos podría traer a Su presencia para deleitarse en nosotros y no obstante admitirnos allí sin que Él encuentre deleite en nosotros. Por eso, Él nos escogió en Cristo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él en amor. Él mismo es santo en Su carácter, intachable en todos Sus modos de obrar, Su naturaleza es amor. Es una posición de felicidad perfecta - en la presencia de Dios, semejante a Él; y eso, en Cristo, el objeto y la medida de afecto divino. Así Dios se complace en nosotros; y nosotros, poseyendo una naturaleza semejante a la de Él con respecto a sus cualidades morales, somos capaces de disfrutar de esta naturaleza completamente y sin estorbo, y de disfrutarla en su perfección en Él. Es también Su propia elección, Su propio afecto, que nos ha puesto allí, y nos ha puesto allí en Cristo quien, siendo Su eterno deleite, es digno de todo esto; para que el corazón encuentre su reposo en esta posición, porque nuestra naturaleza concuerda con la de Dios, y también fuimos escogidos para esto, lo que muestra el afecto personal que Dios tiene para con nosotros. Hay también un objetivo perfecto y supremo del cual nos ocupamos.


[1] La palabra traducida "fieles" podría ser traducida como 'creyentes.' Esta palabra se usa como un término sobrescrito, tanto aquí como en la epístola a los Colosenses. Debemos recordar que el apóstol estaba entonces en prisión, y que la Cristiandad ya había sido establecida por algunos años, y estaba expuesta a toda clase de ataques. Decir que uno era creyente como en el principio, era decir que él era fiel. La palabra, entonces, no expresa meramente que ellos creían, ni que cada individuo caminaba fielmente, sino que el apóstol se dirigió a aquellos quienes por gracia mantenían fielmente la fe que habían recibido.