domingo, 6 de julio de 2014

¿Sólo por rechazar el Evangelio serán juzgados los malos?

Respuesta a una carta
Consideramos que es un muy peligroso error enseñar que los hombres serán juzgados sólo por haber rechazado el Evangelio. ¿Qué dice la Escritura?: “Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas [y no solamente por haber rechazado el Evangelio] viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia” (Efesios 5:5-6). “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales [y no solamente por haber rechazado el Evangelio] la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia” (Colosenses 3:5-6). “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras” (Apocalipsis 20:12).
Estos pasajes, y muchos otros más que podrían citarse, nos enseñan con total claridad que los hombres serán jugados por sus pecados, y no solamente por haber rechazado el Evangelio. “Más yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio” (Mateo 12:36). Recibir el Evangelio coloca al alma completamente fuera del terreno del juicio por los pecados. Rechazar el Evangelio, en cambio, deja al alma sobre el terreno del juicio. Pero el juicio, en todos los casos, será según las obras de cada uno. Negar este hecho implicaría quitar un gran dique de contención moral y abrir paso a una impetuosa y arrasadora corriente de pasiones y de malos deseos

Valentía

La Biblia habla mucho de valentía. Así, por ejemplo, David dice en el Salmo 27:14: "Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espe­ra a Jehová”. Aquí se mencio­na el alentarse juntamente con el esforzarse y el aguar­dar, o esperar. Según el dic­cionario, valentía es: valor, energía y voluntad para afrontar situaciones difíciles o adversas - o: hazaña que se realiza con heroicidad. Y esto es justamente lo que David quiere expresar: realizar ha­zañas con Dios, afrontar si­tuaciones con Dios, actuar con energía y voluntad junto a Dios, dejarse animar por Dios y confiar en Él.
Contrariamente a esto, los seres humanos muchas veces estamos desanimados, aco­bardados y deprimidos. Esto sucede porque nos concen­tramos en nuestras propias posibilidades y vemos nues­tras limitaciones, incapacida­des y debilidades, y a conse­cuencia de esta visión, perde­mos la valentía. En esta situación, David nos dice: “Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espe­ra a Jehová”. Si comenzamos a esperar al Señor, a confiar en Él y a contar con Él, recibimos fuerza. Cobramos aliento. En­tonces podemos realizar ha­zañas. No porque contemos con nuestra capacidad, sino porque nos lanzamos a la aventura junto a Él, nuestro Señor Jesucristo.
“Aguarda a Jehová” signifi­ca, también, admitir nuestra propia debilidad. Significa que necesitamos a alguien Fuerte, a alguien que nos ayude. Pero, también significa que tene­mos que aguardar, que espe­rar a Dios, esperar Su tiempo y Su intervención. Esto no siem­pre nos resulta fácil.
Cuando la situación parez­ca escapar a nuestro control, cuando se ciernan nubes de preocupación sobre nosotros, cuando aparezca una tragedia en el horizonte, como un frente de tormenta, entonces debemos actuar con valentía. Debemos atrevernos a poner nuestra confianza plenamen­te en Él, a pesar de todo, pues la Escritura dice: “No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón” (He. 10:35). Concentremos, enton­ces, todo nuestro ánimo y nuestro valor en confiar en Él y en Su intercesión. De esto tenemos un gran ejemplo en David. Él sabía de qué estaba hablando, cuando dijo: “Aguarda a Jehová”. Durante años fue cazado, marginado y perseguido. Saúl quería ma­tarlo y puso en marcha todo lo que tenía a su alcance para capturarlo. Justamente en es­tas situaciones, David pudo experimentar que vale la pena aguardar al Señor. Pues Dios es fiel a Su Palabra. Él cumple Sus promesas.
Estas experiencias de fe, fortalecieron en David la va­lentía para arriesgarse aún más con la ayuda de Dios, pa­ra confiar aún más en Él, para contar con Él y esperarlo todo de Él. Por eso, pudo animar a otros con estas palabras: “Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espe­ra a Jehová”. David había vivi­do grandes experiencias con Dios: como pastor, por ejem­plo, cuando, con la ayuda de Dios, rescató al cordero de las garras del oso. Cuando, con la ayuda de Dios, mató al gigan­te Goliat. Cuando, con la ayu­da de Dios, fue protegido de la ira de Saúl y cuando, final­mente, pudo ocupar el trono en Israel.
La ayuda de Dios era algo tan real para David, que pudo decir: “Porque tú salvas al pueblo afligido, mas tus ojos están sobre los altivos para abatirlos. Tú eres mi lámpara, oh Jehová; mi Dios alumbrará mis tinieblas. Contigo desba­rataré ejércitos, y con mi Dios asaltaré muros” (2 Sam. 22:28-30).
El aguardar a Dios, por un lado, y el experimentar Su ayuda y crecer en valentía, por el otro, son dos cosas que se potencian y son un ejerci­cio que dura toda la vida. El aguardar, el confiar y tomar aliento, solamente es posible cuando hemos conocido a Dios. En la medida de nuestro conocimiento, esperaremos en Él. Y cuando experimenta­mos, así, Su ayuda, aprende­mos a confiar. Cuanto más lo hacemos, tanto más cobra­mos coraje y aprendemos a contar nuevamente con Él. Así, también, recibimos la va­lentía para comenzar de nue­vo. Pues ¡rápidamente pierdo mi propio coraje, cuando, co­mo Pedro, cuando se hundía, me miro a mí mismo! Pero, es justamente entonces que Dios me alienta. Me da el va­lor de volver a Él y de empezar de nuevo con Él. Así, junto a Él, cobro aliento para encarar mi vida diariamente con va­lentía. “Aguarda a Jehová; es­fuérzate, y aliéntese tu cora­zón; sí, espera a Jehová”.

LAS GRANDES REUNIONES EN EL DIA DE CRISTO

LAS CONFESIONES EN MASA DE FE EN Cristo con poca profundidad y reali­dad, son muy comunes en nuestros días; iguales movimientos existieron en los días en que Cristo estaba aquí en la tierra y sería provechoso para no­sotros observar la actitud del Señor al respecto. Nos proponemos, pues, dar un vistazo a cuatro ejemplos, tomán­dolos en su orden cronológico.
Leemos que durante la primera pas­cua en el ministerio público de nuestro Señor, "Muchos creyeron en Su nom­bre, viendo las señales que hacía" (Juan 2:23 a 3:3). Uno de éstos, Nicodemo, expresó la manera en que razo­naban: "Sabemos que has venido de Dios como Maestro; porque nadie pue­de hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él." Pero Jesús mis­mo no se fiaba de ellos; no los aceptó como discípulos, ni reconoció su fe como de origen divino. El conocía que la condición del hombre es tal que so­lamente la obra divina del nuevo naci­miento puede dar entendimiento en las cosas espirituales, las cosas que per­tenecen al reino de Dios. Una fe basa­da en razonamiento humano no tiene valor.
Vivimos en días cuando todo recur­so de sabiduría humana, ciencia y persuasión se emplea para inducir a los hombres a que hagan una confesión de fe en Cristo. Se establece una línea de producción para fabricar con­versiones y a menudo la confesión es simplemente confesar a Cristo como el Maestro divino. Al final de la línea aparecen los convertidos, que son del mismo tipo de aquellos que se descri­ben en Juan 2:23. El Señor Jesús no confió de ellos; nosotros tampoco; aunque a veces aparezca entre ellos un Nicodemo.
Si algún reportero religioso hubiera estado informando sobre los eventos de la última parte de Mateo 4, ¡qué noti­cias e historias podría haber publica­do! "Comenzó Jesús a predicar... el evangelio del reino, y sanando... y se difundió su fama por toda Siria... le siguió mucha gente de..." (vs. 17, 23-25). El gran avivamiento ha co­menzado, las multitudes llenas de entusiasmo, están saludando al Rey y tiene interés en el reino. Y ¿qué piensa Jesús de todo esto? La contes­tación la tenemos en el Sermón del monte (caps. 5-7): "Palabras sin obras, entusiasmo religioso sin arre­pentimiento, la gran mayoría ha en­trado la puerta ancha de la profesión vacía y andan en el camino espacioso que lleva a la destrucción, y sólo los pocos entran por la puerta estrecha, y caminan en el camino angosto que lle­va a la vida." (Después de predicar el evangelio del reino, Juan Bautista habla a un grupo similar y les dijo: "¡Oh generación de víboras!", Lucas 3:7). Ciertamente un estudio del fa­moso sermón en su contexto abrirá los ojos de muchos para ver que el Señor, en contraste a muchos modernos así- llamados evangelistas, no sólo no tenía interés en promover tales movimien­tos, sino que también procuró por to­dos los medios para desanimarlos. Desenmascaró a sus "discípulos" " les advirtió de su peligro.
Como resultado de la alimentación de los cinco mil, se sobrevino un mo­vimiento para hacerle Rey, y muchos hablaban de El como el profeta (Juan 6:14, 15). Pero El constriñó a Sus discípulos a partir a otra parte (Mar­cos 6:45), sin duda para apartarles del peligro de ser llevados por la popula­ridad. El mismo subió a una montaña para orar. Sin embargo, cuando la gente le alcanzaron otra vez, Él les dio un mensaje que fue descrito como "Dura es esta palabra, ¿quién la pue­de oír?" y "muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con El" (Juan 6:25-66). Habían venido por ganancia material, aunque Él no había prometido tal cosa. Mucha de la predicación moderna ofrece a los hombres sanidad, felicidad, ayuda con sus problemas y en su negocio, y aún en sus deportes, etc. Muchos están dispuestos a tener la compañía de este amigo-super, y sin pensar mucho se "deciden por Cristo". Pero Cristo tie­ne interés en las necesidades espiritua­les de los hombres; vino como el pan verdadero del cielo, pero no todos tie­nen apetito para este pan. Vendrán los que le fueron dados por el Padre, y los que fueron traídos por el Padre, y los que fueron enseñados del Padre, y los que a Él vienen no los echará fuera (Juan 6:37, 44, 45). Las falsas promesas nunca traerán pecadores a la fe salvadora en Cristo. Sólo el poder del Espíritu los puede traer a gozar de bendiciones espirituales. Cristo nunca usó vanas promesas para atraer seguidores, como notaremos en el próximo caso.
"Grandes multitudes iban con El." (Lucas 14:25). Algunos pueden tener una experiencia superficial con poco conocimiento de lo que representa; algunos dicen que es mejor animarlos con la esperanza que más tarde ade­lantarán. Pero Cristo no pensó así. Él les enseñaba desde el principio el costo del discipulado. No un camino de flores, ni de popularidad, ni ningún aplauso de este mundo que odia a Cris­to; sino que es llevar una cruz de ver­güenza, es destronar y negarse a sí mismo, y retener las cosas materia­les solamente como mayordomos; dar segundo lugar a las relaciones familia­res y que Cristo sea supremo en toda la vida. Así trató Cristo a la multitud de los que profesaban seguirle. El Se­ñor no ofreció a los hombres un cami­no fácil, lleno de claridad celestial. Más bien puso énfasis en la realidad de las cosas pues sabía que los discí­pulos de un hombre crucificado no po­drían escapar el reproche ni el escán­dalo de la cruz. En nuestra predica­ción procuremos anunciar a los hom­bres la verdad para no engañarlos con falsas esperanzas, a fin de que los que reciban la palabra con gozo no se ofen­dan por la persecución y vuelvan atrás (Mateo 13:20,21).
Las parábolas de Mateo 13 se ha­blaron alas grandes multitudes que Le rodeaban, y el Señor en Su enseñanza sigue la línea que hemos tocado aquí en este artículo. Un estudio de estas porciones da bastante luz sobre los grandes movimientos de hoy día. Ten­gamos la mente de Cristo en nuestra actitud al Evangelismo que nos rodea hoy.

Sendas de Luz, 1969

DONES ESPIRITUALES

Cuando Dios necesita que un sier­vo suyo cumpla alguna misión en su servicio, siempre le prepara y le capa­cita para aquella obra en la escuela de la experiencia, y esta educación prepa­ratoria puede ocupar un período de tiempo más o menos largo, según dis­ponga el Señor y Maestro. La Biblia está llena de ejemplos de esta índole, tanto entre los patriarcas y profetas como entre los apóstoles y mártires, y además se ve bien patente esta verdad en las biografías de tantos de los sier­vos de Dios en nuestros días. De esto deducimos cuán necesario es que el pre­dicador tenga una buena preparación espiritual y que sea dotado de las fa­cultades que le han de capacitar para su misión, como mensajero del Evangelio.
Claro está que es indispensable que sepamos distinguir y diferenciar entre los dones que llamamos naturales, que muy bien se pueden consagrar al ser­vicio de Dios en la propagación del Evangelio, y los dones espirituales que nos son dados por el Espíritu Santo únicamente para ser empleados en su servicio. Por ejemplo, ha habido gran­des genios cristianos que han consagra­do sus facultades extraordinarias, de poeta en beneficio del pueblo redimido, y cuántas bendiciones hemos recibido por sus hermosos himnos y bellas poe­sías y composiciones musicales, pero también ha habido otros hombres, do­tados de talentos igualmente extraor­dinarios, y sin embargo los han em­pleado más bien para descaminar a las almas y sembrar en ellas los gérmenes de la duda y la incredulidad. Por esto el apóstol Santiago nos advierte que hay dos clases de sabiduría: una, la ce­lestial que es pura, pacífica, modesta, benigna y llena de misericordia y de buenos frutos, y otra, la terrena, ani­mal y diabólica
Entre los dones repartidos entre los siervos del Señor por el Espíritu Santo, dos de ellos se hallan estrecha­mente asociados con el ministerio del predicador: primero, el de evangelista, cuya misión es proclamar a Cristo cru­cificado por nuestros pecados y resu­citado para nuestra justificación, con el fin de llevar pecadores al Salvador, luego, el de doctor, quien también predica a Cristo, ensalzado y glorificado, en quien habita toda la plenitud de la divinidad, para instruir y perfeccionar al creyente en el conocimiento del Hi­jo de Dios, (Véase 1. Co. 1:23-24; y Colosenses  1:28).
Conviene notar que en 1 Co. 12:1 y 14: 1 la palabra “dones” está impre­sa con letra bastardilla, indicando que no se halla en el griego originalmente en donde se lee sólo “pneumatikos”, espiritualidades, pero en los vers. 4, 9, 28, 30, 31, se emplea la palabra “carisma”, que significa dádiva o don de gra­cia. De estas dos palabras se deduce que la característica sobresaliente de es­tos dones había de ser la espiritualidad, y que son conferidos a los creyentes, como factores inmerecidos, por el Es­píritu de Dios.
“Hay repartimiento de dones; mas el mismo Espíritu es”. Así afirma Pa­blo que la distribución de esta diver­sidad de dones es exclusivamente obra del Espíritu Santo; El conoce perfec­tamente el modo de ser y las aptitu­des de todos los creyentes, y por lo tan­to, con su gracia y sabiduría infinitas, reparte los dones según le plazca, y a cada uno le es dada manifestación del Espíritu para provecho, pues da a ca­da uno particularmente como quiere.
“Hay repartimiento de ministerios; más el mismo Señor es”. Ahora se nos enseña la manera propia de utilizar el don concedido. Existe también una gran diversidad en los ministerios, y el siervo únicamente puede trabajar con acierto y éxito bajo la dirección de su Señor. Como Cabeza suprema de to­da la Iglesia, Cristo ordena y dispone y no corresponde al siervo elegir la par­te que quisiera hacer, sino cumplir, mansamente y con fidelidad las órde­nes de su Dueño Divino.
“Y hay repartimientos de operacio­nes, más el mismo Dios es el que obra todas las cosas en todos”. Finalmente vemos que Dios, valiéndose de los mi­nisterios tan variados que se emplean en el ejercicio de dones tan diversos, puede obrar de múltiples maneras pa­ra llevar a fruición su obra de gracia en la conciencia, y en el corazón, del pecador o del creyente, pues Él tiene a su disposición una multitud de recur­sos ilimitados que bajo su dominio coo­peran armoniosamente para cumplir sus propósitos de gracia en este mun­do.
Amados colaboradores en el Evan­gelio y el ministerio de la Palabra de Dios, ponderemos bien esta constante intervención y dirección del Trino Dios. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, controlando todas nuestras actividades, y consideremos cuán com­pletamente dependemos de Él para to­do, en cuanto a los dones que posee­mos, en cuanto a los ministerios que ejercemos, y en cuanto a las operacio­nes efectuadas en nuestros oyentes, puesto que Dios mismo es el que obra todas las cosas en todos.
 (Valladolid-España)

Sendas de Luz, Febrero – Marzo 1979

La Conducta Cristiana

Las Escrituras no nos dejan en nin­guna duda en cuanto a la diferencia fun­damental entre los que son creyentes verdaderos en el Señor y los que no lo son: “No son del mundo, como tampo­co yo soy del mundo”, dice nuestro Se­ñor en Juan 17:16: es un hecho innega­ble asentado por él mismo. Y dice tam­bién: “A vosotros es dado saber el mis­terio del reino de Dios; más a los que están fuera, por parábolas todas las co­sas” (Marc. 4:11): saben las cosas de Dios, pero los demás no pueden enten­derlas. (1 Corintios 2:14).
Pero este apartamento del mundo y este entendimiento de los asuntos es­pirituales, no produce un aislamiento de nuestros semejantes, ni orgullo por nuestro conocimiento. Los hombres ve­rán la distinción que existe entre nos­otros y los de alrededor y demandarán razón de la esperanza que hay en nos­ otros, y tenemos que estar “aparejados para responder con mansedumbre y re­verencia” a los que así preguntan. (1 Pedro 3:15). Hay aquellos que pertene­cen al mundo y que están encantados por la belleza del mensaje cristiano, y algunos expresan el deseo de “entrar en nuestra sociedad”, pero sin convicción de pecado ni cambio de corazón. La atmósfera santa que debe caracterizar a la iglesia, inspira cierta cautela en los tales, como está escrito: “Y de los otros, ninguno osaba juntarse con ellos". (Hechos 5:13). Se distinguen es­tos creyentes por dejar todas estas co­sas: ira, enojo, malicia, maledicencia, torpes palabras, mentiras (Colosenses  3:8-9); y por exhibir las marcas del nuevo hombre:      compasión, benignidad, hu­mildad, mansedumbre y tolerancia, y un espíritu perdonador amplio (Colosenses  3:12, 13); esto es lo que se llama an­dar “en sabiduría para con los extra­ños, redimiendo el tiempo". (Colosenses  4:5). Los extraños están mirándonos, y de nosotros van a recibir su impresión de lo que es el evangelio. ¿Qué es lo que ven en los que profesamos ser de Cris­to?
Y esta diferencia se verá también en nuestro comportamiento en medio de nuestras aflicciones. El apóstol quiere que no nos entristezcamos co­mo los que no tienen esperanza. ¡Qué triste es el estado del mundo!) Aun en el caso de perder nuestros seres queridos, que duermen en el Señor, SABEMOS dónde están, “con Cristo, lo cual es mucho mejor” (Fil 1:23), y SABEMOS que los vamos a encontrar otra vez en la gloria, y SABEMOS que Cristo va a venir muy pronto; y con todo este saber divino, ¿podemos en­tregarnos a la desesperación? ¿Poda­mos soltar gritos de absoluto descon­suelo como hacen los mundanos?
Y es más: entre los de nuestra compañía, ¿no tenemos que mostrar un porte de carácter especial? Siendo sueltos del mundo, con su oposición a lo que es de Cristo, Pedro y Juan “vi­nieron a los suyos” (Hechos 4:2-3), y les contaron sus dificultades y proble­mas. En seguida encontraron la solu­ción de todo en la oración unida y fervorosa. Había comunidad de inte­reses y comunión entre los santos; ha­bía amor entre los hermanos.
Pero a veces (pues todavía tene­mos nuestra naturaleza humana y frá­gil) surgen dificultades entre los mis­mos miembros de la iglesia, y, puede ser, de índole legal ¿Podemos entablar pleito ante los tribunales del mundo? De ninguna manera: cualquier con­tienda o desacuerdo debe arreglarse dentro del círculo de los hermanos en la fe. (Léase 1 Corintios 6:1-11). El após­tol Pedro nos exhorta: "Sed todos de un mismo corazón, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, ami­gables; no volviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino antes por el contrario, bendiciendo”. (1 Pedro 3: 8, 9). Estos son los mandamientos pa­ra regular nuestra conducta los unos con los otros, y tienen que regir en nuestros tratos generales con todos; y especialmente con la iglesia y en el hogar cristiano: nada de mal humor; nada de gritería; nada de “ir a las ma­nos”; nada de rencores u odio escon­dido; nada de envidia o celos. Al con­trario: “Honrad a todos. Amad la fra­ternidad. Temed a Dios. Honrad al rey... Y sobre todo, tened entre vos­otros ferviente caridad: porque la ca­ridad cubrirá la multitud de pecados” (1 Pedro 2:17; 4:8).
Sendas de Luz, Febrero – Marzo 1979

SAULO DE TARSO

El Primer Viaje Misionero de Pablo
Pablo en Antioquía de Pisidia — Hechos 13:14-52.
San Agustín, uno de los Padres Antiguos, dijo que tenía tres deseos: quisiera haber visto a Cristo en la carne; haber visto a Roma en toda su gloria; y haber oído a Pablo predicar. Todos los que gusten oír buenas prédicas estarían unánimes con el último deseo. Pablo debe haber sido un predicador maravilloso, no obstante lo que dijo de él un áspero critico corintio, que «su cuerpo era débil y su lenguaje despreciable.»
Aquí tenemos el primer discurso registrado de Pablo y es verdaderamente un discurso maravilloso. Los puntos principales son:

1. Su Método Histórico
Él se sumerge en la historia pasada de los hijos de Israel, escogiendo ciertas verdades pendientes en aquella historia, las cuales eran necesarias para la idea principal que tenía en su mente para su discurso.
El método histórico era el favorito de los escritores y predicadores judaicos. Encontramos excelentes ejemplos de este método en el discurso de Moisés a Israel (Deut. 1:29; Salmo 105); el discurso de Pedro en el día de Pentecostés; y también en la defensa maestra de Esteban. Es evidente que el uso de tal método era muy apropiado, pues ellos tenían una historia en la cual se enorgullecían y con razón — era una historia de hombres cuyas memorias ellos reverenciaban y cuyas escrituras y dichos atesoraban y leían. Pablo quiere hablar al pueblo acerca de Cristo y toma el método más fácil para aproximarse a su sujeto principal.
Después de una rápida revista a la historia de los hijos de Israel, pasa del Éxodo de Egipto al establecimiento final en el país de Canaán se refiere a tales caracteres sobresalientes como Samuel, Saúl y David. Habiendo llegado por pasos fáciles y naturales a David, sólo resta un paso de David al Señor y les presenta a "Jesús el Salvador". Pablo no quería hablarles meramente de la historia pasada del pueblo de Israel o de sus jefes. Él quería hablarles de Cristo, pero tenía demasiado tacto para presentarlo abruptamente de una manera que ofendiera a los oyentes.
"El que prende almas es sabio," dice el proverbio; se puede incluir sabiduría en el método de aproximarse, detalle en el cual lamentablemente fallamos muchos de nosotros. Hay más de una manera para atraer la atención de los oídos de los hombres y el método adoptado por Pedro para atraer el oído de Malco no es recomendado, pero en eso muchos de nosotros somos expertos. Otro punto digno de ser notado es:

2. Su Nota Evangélica
En los días antiguos se decía que todas las calles o caminos conducían a Roma. En las predicaciones de Pablo, todos los caminos se dirigían a Cristo. No le hace donde comenzaba, allí siempre terminaba. El tema principal de todos sus discursos fue Cristo. Aquí habla de "un Salvador, Jesús." Pablo conocía solamente un Salvador y su nombre era
Jesús. El Señor Jesucristo fue verdaderamente el Salvador y no hay otro. Según Pablo, Jesús fue:

a)      El Salvador Prometido (Hechos 13:23)
Este Salvador fue prometido en el momento que entró el pecado al mundo y todo el Antiguo Testamento está lleno de cuadros, promesas y profecías acerca de Éste que vendría. "El Viene", era el mensaje prefigurado en los tipos y contenido de las profecías. Así fue que un día vino, y en la alegría de sus corazones dijeron los hombres, "Él ha llegado y nosotros le hemos hallado."

b)        El Salvador Perfecto (verso 28)
Cristo era inocente de todas las acusaciones que se le hicieron. Su juez dijo, "No hallo causa de muerte en El." El ladrón moribundo dijo, "Éste ningún mal hizo." Cristo fue verdaderamente "el Cordero de Dios sin mancha ni arruga," y así fue apto para ser el sacrificio por el pecado y fue calificado para ser el Salvador de los hombres.

c)        El Salvador Pasivo (verso 29)
"Cumplió todo lo que fue dicho de Él" es una declaración muy comprensiva que incluye tales Escrituras como "Horadaron mis manos y mis pies" (Salmo 22:16); "Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes" (Salmo 22:18); "En mi sed me dieron a beber vinagre" (Salmo 69:21).
Estas Escrituras y muchas más fueron cumplidas cuando Cristo murió. Él se sometió voluntariamente a todos los sufrimientos de la cruz, sabiendo que al hacerlo, estaba agradando la voluntad del Padre y cumpliendo las Escrituras. Cuando al fin murió, dijo "Consumado es," queriendo decir entre otras cosas que las Escrituras se estaban cumpliendo: cada tipo tuvo su propio cumplimiento y cada profecía su realización exacta.
d) El Salvador Preservado. (v. 30)
Después que los hombres hicieron lo peor al clavar a Cristo en la cruz, y que sus amigos lo pusieron amorosamente en una tumba donde permaneció tres días, Dios le resucitó de los muertos. Dios tuvo tanto cuidado del cuerpo de Cristo en Su muerte como en Su vida, con el resultado que "El no vio corrupción." Él fue Santo en Su vida y puro en Su muerte. La resurrección de Cristo es una de las verdades cardinales de la Cristiandad; es una verdad histórica respaldada ampliamente por testigos de confianza y en entera armonía con las profecías del Antiguo Testamento concerniente al Mesías. Pablo cita en prueba de ello pasajes de los Salmos 2 y 16 y enseña conclusivamente que estos pasajes no podían aplicarse a David, quien los escribió.

e) El Salvador Presentado (versos 38-39)
Habiendo de esta manera establecido, mediante una comparación de la verdad con las profecías, que Jesús era el Mesías, Pablo procede a proclamar un perdón libre y una total justificación para todo aquel que cree en el Señor Jesucristo. Este discurso no es solamente histórico en su método y evangélico en su tono, sino es también

3.  Doctrinal en su Resumen.
Enseña que la justificación es:
a)     Por. fe;
b)      No por obras;
c)     es ofrecida a todos.
                Este es meramente un resumen condensado de las enseñanzas de Romanos y Gálatas en el importante tema de la justificación. El resultado del discurso: Produjo un gran fermento en la ciudad. A petición de los Gentiles la prédica se repitió el siguiente sábado, cuando sucedió un espectáculo extraño: Casi toda la ciudad se congrego para oír el mensaje de salvación y muchos de los judíos y prosélitos y gentiles aceptaron la fe. Pero pronto se vio una reacción violenta de los judíos, quienes aunque no rehusaron a oír el Evangelio ellos mismos, no toleraban que fuera ofrecido a los gentiles en igual término.
Por lo consiguiente, tan pronto como vieron a los gentiles con el deseo de oír la Palabra de Dios, se llenaron de envidia y determina-ron oponerse a los apóstoles, blasfemando aún el nombre de Jesús. Tenemos aquí el primer ejemplo de la hostilidad de los judíos hacia la predicación del Evangelio a los gentiles — una hostilidad que se presenta a cada paso en la historia subsiguiente de Pablo y que lo exponía a persecuciones aún más severas que las que recibió de los paganos. Sin intimidarse por las fieras persecuciones, los apóstoles valerosamente declararon que, como era manifiesto que los judíos habían detenido el evangelio de los gentiles, ellos, los apóstoles, en obediencia al mandamiento de Dios dado en lenguaje claro en el Antiguo Testamento (Isa. 49:6), se sentían tener derecho de ofrecer a los gentiles las buenas nuevas, las cuales eran para todo el pueblo (Lucas 2:10).
Esta declaración causó grande gozo entre los gentiles, muchos de los cuales creyeron y el evangelio fue predicado en todo el distrito. Este éxito sólo servía para aumentar la hostilidad de los judíos, quienes, habiendo convencido a algunos de los ciudadanos, promovieron una persecución contra Pablo y Bernabé, obligándolos a salir del país. En obediencia al mandamiento de Cristo (Mt. 10:14), después de haber sacudido el polvo de sus pies contra ellos, los apóstoles dejaron Antioquía y pasaron a Iconio.
El último verso de Hechos 13 es digno de ser notado: "Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo." En vez de estar desconsolados y desalentados por lo que había tomado lugar, y en vez de lamentar la ida de los siervos del Señor, los discípulos encontraron gozo en la continua presencia del Espíritu Santo entre ellos. Los siervos del Señor tendrían tal vez que dejarlos, pero el Espíritu Santo permanece.
Verdades Bíblicas, Septiembre-Octubre 1974, N° 309-310

Meditación

“Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará” (Lucas 19:26).


La palabra “tiene” en este texto significa más que mera posesión. Incluye la idea de obedecer lo que hemos aprendido y de usar lo que nos ha sido dado. En otras palabras, no se refiere solamente a lo que tenemos sino a lo que hacemos con lo que tenemos.
Aquí hay un gran principio para nosotros. En la medida en que caminamos a la luz que hemos recibido, Dios nos da más luz. El hombre que progresa más en la vida cristiana es aquel que está determinado a hacer lo que la Biblia dice, aun si ve que nadie a su alrededor la obedece. En otras palabras, no es un asunto del cociente de inteligencia lo que realmente sirve, es el cociente de obediencia. Las Escrituras abren sus tesoros al corazón obediente. Bien dice Oseas: “Conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová” (Lucas 6:3). Cuanto más practicamos lo que nos ha sido enseñado, mucho más el Señor se nos revelará. La información más aplicación lleva a la multiplicación. Pero la información sin aplicación conduce al estancamiento.
Este principio se aplica también al empleo de nuestros dones y talentos. El hombre que con su talento ganó otros diez talentos fue alabado por el Señor: “Bien, buen siervo y fiel... sobre mucho te pondré”. Y al hombre que con su talento ganó otros cinco también el Señor le dijo: “sobre mucho te pondré” (Mateo 25:16-19).
Esto nos muestra que cuando cumplimos cabalmente con nuestras responsabilidades el Señor nos recompensa con privilegios y responsabilidades aún mayores. El hombre que con su talento no hizo nada, lo perdió. De acuerdo con esto, aquellos que no quieren utilizar lo que poseen para el Señor, lo perderán inevitablemente. “Si no lo usas, lo pierdes”.
Cuando dejamos de utilizar alguna parte del cuerpo, ésta se atrofia y se estropea; el uso constante es esencial para que podamos desarrollarnos normalmente. Lo mismo sucede con la vida espiritual. Si enterramos nuestro don, ya sea por timidez o por pereza, pronto encontraremos que Dios nos pone a un lado y utilizará a otros en nuestro lugar.
Por lo tanto, es de la mayor importancia que obedezcamos los preceptos de la Escritura, reclamemos las promesas y echemos mano de toda la capacidad que Dios nos ha dado.
William MacDonald

No Estoy Envejecido.

Dicen que me estoy envejeciendo,

Y muchos lo están diciendo
En lenguaje lo más liso y llano;
Pero yo no estoy volviéndome anciano.
Este viejo y frágil cuerpo en que moro
Se está gastando, no lo ignoro;
Pero es mi cuerpo, miren bien se lo imploro.
¿Y qué si mi cabello se emblanquece?
Y aunque mi vista esté flaqueando,
Aun ve y voy tras Él andando;
Tras Él quien su vida por la mía dio,
En el calvario y así me redimió,
¿Qué puede interesarme si del tiempo el arado
Hondos surcos en mi frente han roturado?

Otra casa que ninguna mano humana hizo
Me aguarda en el glorioso paraíso.
¿Qué tiene si mi paso tambalea
Y mi lengua ya tartamudea?
Puedo aun andar por el sendero estrecho
Velando, orando, adorando dentro de mi pecho.

Puede que no sea ya mi oído
Como antes lo haya siempre sido:
Con todo puedo oír aun el Salvador divino
En tono suave decir: "Yo soy el camino".
Haga yo lo que haga, con la noble intención,
De prolongar del cuerpo su corta duración
El hombre exterior al polvo volverá,
Como todo en la natura también lo hará.
El hombre interior, la Escritura porfía,
Se fortalece más de día en día.

¿Cómo puedo entonces estar envejeciendo
Al resguardo de mi Salvador viviendo?
Pronto mi alma en vuelo subirá
Y esta morada de barro dejará:
Este manto de carne dejaré y volaré
Al premio eterno que recibiré.
Os esperaré en calles de oro reluciendo,
Os demostraré que no ESTOY ENVEJECIENDO.

“PÚBLICAMENTE Y POR LAS CASAS”

El título de este artículo ha sido tomado del discurso de despedida de Pablo ante los ancianos de Éfeso en Hechos 20. Muestra, de manera muy convincente, la íntima relación que existe entre el trabajo de maestro y el de pastor. “Y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros” —dice el bienaventurado apóstol— “públicamente y por las casas” (v. 20).
Pablo no era solamente apóstol; reunía, además, en su persona, los dones de evangelista, de pastor y de maestro de manera sorprendente. Los dos últimos están estrechamente vinculados, como lo vemos en Efesios 4:11. Es importante que esta relación se comprenda y se mantenga. El maestro expone la verdad; el pastor la aplica. El maestro ilumina el entendimiento; el pastor tiene en cuenta el estado del corazón. El maestro provee el alimento espiritual; el pastor ve el uso que se hace de él. El maestro se ocupa más de la Palabra (uno que “traza bien la palabra de verdad”, 2 Timoteo 2:15); el pastor se dedica al cuidado de las almas; la actividad del maestro es, en su mayor parte, pública; la del pastor se ejerce principalmente en privado. Cuando estos dos dones están reunidos en la misma persona, la capacidad de enseñar comunica al pastor un inmenso poder moral, y el don de pastor comunica al maestro una entrañable ternura. 
No se debe confundir un pastor con un anciano u obispo (supervisor). Son dos cosas muy diferentes. Ancianos y obispos son a menudo términos intercambiables, pero un pastor nunca debe confundirse con ellos. “Anciano” es un cargo local; “pastor” es un don. Nada se dice de ancianos ni obispos en 1 Corintios 12 y 14, ni en Efesios 4, aunque en estos pasajes el tema de los dones se trata en detalle. Debemos distinguir cuidadosamente entre dones y cargos locales. Los ancianos u obispos fueron establecidos para conducir y vigilar. Los maestros y pastores deben alimentar y edificar. Un anciano podía ser maestro o pastor, pero debía diferenciar su cargo de su don: cada uno se basa en un principio completamente diferente, y nunca debe confundírselos.
Sin embargo, nuestro objetivo en este breve artículo no es escribir un tratado sobre el ministerio, ni extendernos exhaustivamente sobre las diferencias entre los dones espirituales y los cargos locales, sino simplemente ofrecer a nuestros lectores unas palabras sobre la inmensa importancia del don pastoral en la Iglesia de Dios, a fin de despertar en sus corazones el deseo de elevar una ferviente oración a la Cabeza de la Iglesia para que, en su gracia, tenga a bien derramar este precioso don más abundantemente entre nosotros. “No estamos estrechos en” él (2 Corintios 6:12). Sus recursos para la vida espiritual no se han agotado; pues nuestro Señor Jesucristo ama a su Iglesia y se deleita en sustentar y cuidar su cuerpo y en suplir todo lo que le falta con su plenitud infinita.
Aquellos que saben lo que es el servicio del pastor y que conocen la verdadera condición de la Iglesia, no pueden negar que existe una urgente necesidad de cuidados pastorales en toda la Iglesia de Dios. ¡Qué raro es encontrar un verdadero pastor espiritual! Es más fácil tomar el título y asumir el cargo. En realidad, el verdadero pastorado no se resume en un título ni en un cargo, sino que es una realidad viviente, un don divino acordado y comunicado por la Cabeza de la Iglesia para el crecimiento y la bendición de sus miembros. Un verdadero pastor es un hombre que no sólo posee un auténtico don espiritual, sino que también está animado por los mismos afectos del corazón de Cristo hacia cada cordero y cada oveja del rebaño que compró con su propia sangre.
            Sí, lo repetimos, cada cordero y cada oveja. Un verdadero pastor es un pastor en todo el mundo. Es alguien que tiene un corazón, un mensaje, un ministerio preciso para cada miembro del cuerpo de Cristo. 
No ocurre lo mismo con el anciano o supervisor. Éste tiene un cargo local que ejerce en la localidad donde le ha sido confiado. Pero el ámbito de actividad del pastor se extiende a toda la Iglesia de Dios, así como el del evangelista abarca el mundo entero. Un pastor es pastor en Nueva York, París, Sydney o cualquier localidad del mundo, y su precioso trabajo se realiza por todas partes. La idea de que el servicio de un pastor se limita a una determinada congregación en la que se espera que asuma las funciones de evangelista, maestro, anciano u obispo, es completamente ajena a la enseñanza del Nuevo Testamento.
Lamentablemente ¡cuán pocos pastores verdaderos hay entre nosotros! ¡Qué raro es encontrar un verdadero don de pastor, un verdadero corazón de pastor! ¿Dónde encontrar a aquellos que reúnen realmente los dos grandes e importantes elementos contenidos en nuestro título: “Públicamente y por las casas”? Quizá alguien podrá dar un breve mensaje el domingo o una meditación de la Palabra un día de semana, pero ¿cómo se realiza el otro aspecto: “en las casas”? ¿Dónde están, día tras día, los cuidados diligentes, afectuosos y cercanos brindados a las almas individualmente? Muy a menudo sucede que la enseñanza en público pasa muy por encima de las cabezas de los oyentes. La enseñanza en las casas, en cambio, de seguro que llegará al corazón de cada uno. Cuántas veces sucede que una verdad expresada en público es mal comprendida y mal aplicada, hasta que, en el curso de la semana, la visita pastoral, llena de amor, da el verdadero sentido y la justa aplicación.
Y esto no es todo. Hay muchas cosas en el campo de actividad de un pastor que el maestro no puede tratar en público. No hay duda de que la enseñanza en público es sumamente importante. ¡Ojalá tuviésemos mucho más de lo que hemos tenido hasta ahora! El trabajo del maestro es de inestimable valor; y cuando es endulzado por el profundo y tierno afecto del corazón del pastor, puede responder mucho más profundamente a las diversas necesidades de las almas. El pastor lleno de amor que, de todo corazón y con oración, va fielmente de casa en casa, puede llegar a los ejercicios profundos de un alma, a las angustias de su corazón, buscar respuestas a las preguntas que las desconciertan, y hacer frente a las graves dificultades de su conciencia. Puede entrar, con la simpatía profunda de un corazón que ama, en las mil pequeñas circunstancias y pesares del camino. Puede arrodillarse ante el Trono de la gracia con aquellos que pasan por pruebas y tentaciones, con los que están destrozados y apesadumbrados, derramar sus corazones juntos y recibir el dulce consuelo del “Dios de toda gracia” (1 Pedro 5:10) y del “Padre de misericordias” (2 Corintios 1:3).
            El maestro, en público, no puede hacer esto. Sin duda que, si tiene también en él, como lo dijimos, un don de pastor, puede responder por adelantado, en su mensaje público, a la mayoría de las penas, dificultades y ejercicios personales de cada alma. Pero no puede responder plenamente a las necesidades individuales. Eso pertenece al santo trabajo del pastor. Nos parece que el pastor es al alma lo que el médico es al cuerpo. Debe conocer las enfermedades y los remedios. Debe poder explicar lo que le pasa al alma; ser capaz de discernir el estado espiritual y aplicar el remedio adecuado. ¡Ah, cuán escasos son estos pastores! Una cosa es llevar el título y otra muy diferente cumplir el servicio.
Lector cristiano, le rogamos encarecidamente que se una a nosotros en una oración ferviente y llena de fe para que Dios suscite verdaderos pastores en medio de nosotros. Tenemos una necesidad profunda de ello. Las ovejas de Cristo no están debidamente alimentadas ni cuidadas. Estamos tan ocupados con nuestros propios asuntos que no tenemos tiempo de dedicarnos al cuidado del precioso rebaño de Cristo. Incluso en aquellas ocasiones en que el amado pueblo de Dios se congrega, ¡qué poco hay de provecho para sus almas preciosas! ¡Cuántas pausas, largas y vacías, cuántos silencios debidos a la pobreza espiritual, cuántos himnos y oraciones sin objetivo preciso! ¡Qué poco vemos que el rebaño sea conducido a los “delicados pastos” de las Santas Escrituras y a las “aguas de reposo” del amor divino (Salmo 23:2)! Y aun a lo largo de la semana, hay pocas visitas pastorales afectuosas, poco de tierna solicitud hacia las almas o el cuerpo. El trabajo para proveer a nuestras necesidades y a las de nuestra familia, absorbe todos los momentos de nuestra vida y no queda tiempo para otra cosa. En realidad, se trata, lamentablemente, de la antigua y triste historia: “Todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús” (Filipenses 2:21). ¡Qué diferente era el caso del bendito apóstol! Encontraba tiempo para hacer tiendas (Hechos 18:3) y también para enseñar “públicamente y por las casas”. No era solamente el ardiente evangelista que recorría continentes y plantaba asambleas, sino que también era el pastor lleno de amor, la tierna nodriza, el talentoso médico espiritual. Tenía un corazón para Cristo, para “su cuerpo”, la Asamblea (Efesios 1:23), y para cada miembro de ese cuerpo (Romanos 12:5). Aquí radica el verdadero secreto del servicio. Es maravilloso lo que un corazón lleno de amor puede realizar. Si realmente amo a la Iglesia, no puedo sino desear su bendición y su progreso, y animar a otros a lo mismo según mi propia capacidad. 
¡Que el Señor suscite en su pueblo pastores y maestros según su propio corazón, hombres llenos de su Espíritu y animados por un verdadero amor hacia su Iglesia, hombres competentes y dispuestos a enseñar “públicamente y por las casas”!

Doctrina. El Hombre (Parte VII)

VII. La caída del hombre


La doctrina de la caída del hombre no es peculiar al cristianismo. Todas las religiones la contienen de alguna manera, y reconocen este hecho grande y terrible. Aunque no hubiéramos tenido el relato que se encuentra en Génesis 3, hubiera quedado siempre el problema de la caída y el pecado.
Sin embargo, la doctrina de la caída está relacionada con el cristianismo en una forma en que no está relacionada con otras religiones. El carácter moral de Dios, como se nos presenta en la religión cristiana, sobrepuja con mucho la idea del Ser supremo que ofrecen otras religiones, y de esta manera realza e intensifica la idea del pecado.
Cuando el hombre considera el noble carácter  de Dios, como nos lo presenta el cristianismo, y mira después la doctrina del pecado, encuentra difícil  reconciliar el hecho de que Dios, siendo el Ser moral que es, haya permitido que el pecado entrara en el mundo. Para algunos estas dos cosas son irreconciliables, y  dirán que la caída del hombre es una vieja fábula babilónica, pero sólo tenemos que observar detenidamente al hombre para verlo trabajar por el pan, debilitarse en sus enfermedades, y morir en su miseria, para darnos cuenta de que él ha tenido una caída. "Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron" (Romanos 5:12).
Analicemos brevemente el texto bíblico de Génesis 3.  Encontramos:
La Prueba
“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”  (Génesis 2:16-17).
La orden era clara y precisa de parte de Dios. Podían alimentarse de todos los frutos que produce el huerto y de las semillas, pero de este árbol en particular ellos NO  debían comer, no porque el fruto fuese malo o venenoso, sino porque Dios había ordenado que de ese fruto no se comiese. El mandato estaba dado, la ordenanza era clara, por lo cual lo único que debía hacer Adán (y Eva) era cumplir lo establecido.
Tenemos en este versículo que por primera vez se menciona la muerte como resultado de una acción. Y este resultado tenía tres facetas que manifiestan la ruina completa del hombre:
(1)  La muerte espiritual: La separación de Dios.
(2)  La muerte física: La separación del cuerpo.
(3)  La muerte eterna (segunda): Sufrir la ira de Dios para siempre en el lago de fuego.
Relato Bíblico
El  relato bíblico nos indica que un animal, la serpiente, era muy astuta.  No se presentó como quien era realmente[1]. El enemigo de Dios usó a un (o forma de o disfraz de) animal para atacar. Y atacó a Eva sagazmente en diversos aspectos de una sola vez:
·                    La curiosidad para lograr su cometido.   Lo más probable que la sedujo con sus colores, y como Eva la vería todos los días y los animales no le tenía miedo, y de seguro Adán y Eva entendían el lenguaje de  los animales, por esto Eva no se asustó y la escuchó.
·                    Presentó la orden del Señor en forma negativa, mintiendo, ya que tergiversa la misma orden: “¿Conque Dios dijo: No comáis de ningún árbol del huerto?“. Eva contesta no de acuerdo a la pala­bra dicha por el Señor: “más del árbol de la ciencia del bien y del mal, no comerás de él; porque el día que de él comieres, morirás.” Es decir, no citó correctamente las palabras de Dios, sino que dijo: “más del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni tocaréis en él, para que no muráis.”
Analicemos los puntos en que consiste la caída del hombre:
1.- Ante la  remetida  de la serpiente, la respuesta de la mujer fue: “Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él,  ni le tocaréis,  para que no muráis” (Génesis 3:2-3).
El mandato de Dios era claro y preciso: “Y mandó Jehová Dios al hombre,  diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás;  porque el día que de él comieres,  ciertamente morirás”  (Génesis 2:16-17).
La mujer no conservó en su pureza la orden de Dios, ya que agregó de su parte a la ordenanza. “…Ni le tocareis”, había agregado. Podemos inferir que ella había estado otras veces cerca de aquel árbol mirando su fruto, deseando tocarlo. Es muy probable que ella hubiera sido observada por Satanás, y éste  aprovechó a la serpiente  para acercarse a ella. Y en el momento que la serpiente le habla,  ella hubiera ido a mirar el fruto prohibido.
2.- No Moriréis…  La serpiente Plantea todo contradiciendo lo que Dios había establecido en su decreto. El Decreto era si Comes… Mueres. La serpiente estaba derechamente decretando lo contrario: “No Moriréis”. Y hace más aún, le da un aspecto positivo al hecho de desobedecer al mandato divino, cuando en la realidad sería el hecho que los separaría para siempre del cobijo de Dios. Las consecuencias que tuvo fueron claras: Murieron, primero espiritualmente posteriormente físicamente. Definitivamente, los ojos fueron abiertos y descubrieron con horror el bien y el mal. Sabían al igual que Dios, el bien y el mal, con la única diferencia es que estaban al lado opuesto, una inmensa sima nos separaba: es infranqueable.
3.- Como resultado del engaño, Eva estiró  la mano y cortó el fruto:
1.      Vio que era bueno
2.      Que era Agradable
3.      Codiciable para alcanzar sabiduría
4.      Tomó… comió.
5.      Dio al hombre.
Podemos decir que si Eva hubiera tenido bien puesta su fe, no hubiera deseado comer del fruto. Vio que el fruto del árbol era agradable a los ojos, lo que quiere decir que tenía un bonito color y a ella, tal vez, le apetecía probar ese fruto, y sin pensar en el mandato de Dios y en sus consecuencias en la transgresión que estaba cometiendo, lo cortó del árbol y comió.
Si  en la mujer fue falta de Fe y confianza en el mandato, en  Adán queda patente que fue más desobediente, ya que co­mo imagen de Dios, debía haber puesto cordura a su esposa y haber desechado la idea de la mujer de comer del fruto. Fue débil y comió en forma deliberada, a sabiendas que no debía hacerlo. Adán y Eva se hicie­ron pecadores, y por ser hijos de ellos, también lo somos.
Entonces, se cumplió el castigo de la desobediencia, habían muerto para Dios (y esta muerte es eterna, ya que Dios es sin pecado y no lo tolera). Como consecuencia de esta desobediencia, el hombre y la mujer se dieron cuenta que estaban desnudos: “enton­ces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales” (Génesis 3:7).
Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto” (Gen 3:8). 
Era costumbre de Dios caminar y conversar con Adán; y cuando éste escucha la voz del crea­dor que lo llama (“¿Dónde estás tú?”), por primera vez tiene miedo, miedo que le induce a escon­derse. El Miedo y la vergüenza de estar desnudos ante el Creador delataban que el pecado  reinaba en ellos.
El hombre no puede negar la respuesta a su creador: “Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí”. Dios que sabía lo que el hombre había hecho, por lo cual su pregunta fue directa: “¿Quién te en­señó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?”.
El ser humano siempre tiene escusas para todo. En vez de reconocer que de uno es la falta siem­pre le echa la culpa a otro. Dios le pregunta a Adán y culpa a la mujer que le dio de comer el fruto. Y cuando le pregunta a la mujer, ésta culpa a la serpiente que la engañó.

Interpretaciones del relato
El análisis de este pasaje ha dado diferentes interpretaciones con respecto a la caída del hombre. Encontramos tres tipos de interpretaciones, a saber:
1.                 Alegórica[2]: Esta interpretación ve el relato del siguientes modo: Adán es la parte racional del hombres; Eva, la parte sensual, la parte sensitiva, en relación a los sentimientos; la  serpiente, a las incitaciones externas del mal. Pero la misma sencillez y falta de artificio del relato se opone a este punto de vista.
2.                 Mito: Es una verdad revestido de forma poética, algo extraviado en las arenas del tiempo, de tradiciones de un pasado perdido. ¿Por qué se han de tratar unos pocos versículos de esta forma y no todo el capítulo? Otros quieren preservar la “verdad” del relato sin tener que aceptar su confiabilidad  histórica
3.                 Interpretación literal: El relato se lee tal cual es, en su sentido es perfectamente natural, lo mismo que se hace con las demás partes del mismo capítulo. El relato indica por sí mismo que se debe tomar literalmente, ya que es parte de un libro histórico. Los lugares mencionados con la historia son reales e históricos. La maldición echada al hombre, a la  mujer y a la tierra es ciertamente literal, es un hecho que la muerte se encuentra en el mundo como la paga del pecado.
Sin lugar a dudas  Cristo y los otros escritores bíblicos consideran el hecho como literal e histórico (Ver Mateo 19:4; Marcos 10:6; 2 Corintios 11:3; 1 Timoteo 2:13-15; 1 Corintios 15: 21–22, 56). Pablo enfatiza la historicidad del pecado de Adán en Romanos 5:12–21. Él repetidas veces lo compara con lo que Cristo hizo en la cruz.  Muchos que entienden que Génesis 3 es una leyenda, una poesía, un mito verdadero, o cualquier otra cosa, no niegan la historicidad de la muerte de Cristo (aunque puede que no estén de acuerdo en cuanto a su significado). Pero la comparación y el contraste de Pablo en el pasaje, demanda o que tanto las acciones de Adán como las de Cristo sean verdad o que ambas sean leyenda o mito. El aceptar la muerte de Cristo como histórica y no así el pecado de Adán es, para decir lo menos, forzar el pasaje hasta el punto de ruptura. Esto es precisamente lo que tratan de hacer los algunos “cristianos” con una teología diferente. No sólo aceptan la historicidad de la muerte de Cristo, sino que para ellos es el punto más alto de la revelación. Pero aun así, no aceptan el relato de Génesis 3 como histórico, aunque reconocen la verdad y realidad del  pecado. Pero si, de acuerdo a ese pasaje, Cristo y lo que El hizo están en la esfera de los hechos, entonces también lo están Adán y sus acciones.
Naturaleza de la caída
"Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos; y seréis como Dios sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella." (Génesis 3:4-6) Ahora bien, el fruto estaba bien, y era un buen fruto, teniendo solamente la prohibición de Dios detrás del mismo. Algunos contienden que fue algo mezquino de parte de Dios poner en obra la caída del hombre, pero nosotros preguntamos, "Caminando sobre la orilla, ¿cuántos pasos en falso hay que dar para caerse a un precipicio?"

a. Pecar es dudar del amor de Dios.
Al dudar del amor de Dios el hombre negó la benignidad de Dios, actuó separado de Dios y se convirtió en un pecador. "Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte." (Proverbios 14:12 cf. Isaías 55:6)

b. Pecar es dudar de la Palabra de Dios.
Al dudar de la Palabra de Dios el hombre negó la verdad de Dios; al negar su verdad, el hombre actuó a despecho de Dios y se convirtió en un criminal. "Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley." (I Juan 3:4)
c. Pecar es rebelarse contra la autoridad de Dios.
Al dudar de la autoridad de Dios, el hombre negó la deidad de Dios; al negar su deidad, el hombre se convirtió en un adversario de Dios. Por consiguiente, él se convirtió en enemigo de Dios y en un rebelde en el universo de Dios. "Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios, porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios." (Romanos 8:7-8)
La prueba le fue dada al hombre para ver si él permanecería fiel a Dios, o no. El hombre fracasó porque él quiso ser "como" Dios. El mismo diablo también cayó (Isaías capítulo 14) porque él quiso ser semejante al Dios Altísimo. Esto resultó en su caída, por lo que él plantó la misma semilla de ambición falsa en Adán y Eva para ver si ello ponía en obra la caída de ellos, y así fue.
Algunos preguntan, "¿Era Dios justo para con ellos?" Adán y Eva fueron advertidos y puestos de sobre aviso contra Satanás. Había solamente una prohibición en el huerto. Ellos no necesitaban del fruto porque no les faltaba nada. Así que no tenían excusa.
Resultado de la caída
I.       Los resultados inmediatos en Adán y Eva.
(1)             La vergüenza. "Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban... Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales." (Génesis 2:25; 3:7) Dios mismo está cubierto con una vestidura de luz (Salmos 104:2); y cuando El hizo al hombre, lo hizo a su propia imagen y semejanza. Por consiguiente, nosotros creemos que el hombre, originalmente, estaba cubierto de una vestidura de luz. Cuando el hombre pecó, el perdió su vestidura de luz, y se hizo una vestidura de hojas de higuera para reemplazar la que él había perdido. Desde aquel entonces, el hombre ha tratado de cubrir su desnudez por sus propios esfuerzos, pero no ha encontrado más que trapos de inmundicia.
(2)             El miedo. "Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí." (Génesis 3:10) El hombre todavía trata de esconderse de Dios.
(3)             La separación de Dios. No cabe duda de que el hombre perdió su naturaleza perfecta y la comunión íntima con Dios que antes tenía. No hay tal cosa como la "paternidad de Dios" ni la "confraternidad de los hombres" para el hombre natural, el hombre pecador.
(4)             La expulsión del huerto. "Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre y puso al oriente del Huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida." (Génesis 3:23-24) El hombre llegó a ser expulsado del huerto y un enemigo de Dios.
(5)             Perdió el señorío sobre la creación. En el principio Adán ciertamente era el gobernador de todas las criaturas terrenales. "Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies: ovejas y bueyes, todo ello, y asimismo las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar; todo cuanto pasa por los senderos del mar." (Salmo 8:6-8) Esto no es cierto con respecto al hombre actual. Él ha perdido ese señorío. Cristo se lo devolverá cuando El venga otra vez. (Hebreos 2 e Isaías 11)

II.    Los efectos remotos sobre la posteridad de Adán.
(1) El espíritu humano está entenebrecido. "Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón" (Efesios 4:17-18). El cuarto oscuro del entendimiento humano permanece entenebrecido hasta que el Espíritu Santo entre a iluminarlo.
(2) El alma está degenerada y corrupta. Los incrédulos, "... después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza." (Efesios 4:19 cf. Jeremías 17:9)
(3) El cuerpo está sujeto a enfermedad y muerte. "Porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios." (Romanos 8:21)
El castigo divino del pecado.
Este castigo fue la expresión inmediata del juicio de Dios sobre:
(1)             La serpiente. "Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el calcañar." (Génesis 3:14-15) Satanás, en toda su majestad, no es considerado más que una serpiente. Esta es una metáfora, porque nosotros sabemos que las serpientes no comen polvo. El decreto de Dios para la serpiente, de que ésta comería polvo de la tierra todos los días de su vida, puso de manifiesto el menosprecio que Él tuvo hacia el diablo.
(2)             La mujer. "A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti." (Génesis 3:16)
(3)             La creación. "Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo." (Génesis 3:17-18 cf. Romanos 8:20-22)
(4)              El hombre. Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás (Génesis 3:17 – 19, cf. Génesis 5:29).
(5)             El último castigo que fue impuesto sobre la pareja inicial de la humanidad es el abandono inmediato del hogar que Dios los había albergado: no eran dignos de él. Y, además, bloqueo la entrada a aquel hogar  por medio de guardias, puso querubines para que no entrasen  y comiesen del árbol de la vida.
(6)              También tiene una expresión futura del juicio de Dios sobre los hombres, que es la muerte segunda, en el cual estarán todos los pecadores que no quisieron aceptar el medio de recate que Dios les prodigaba: La obra redentora de su Hijo Jesús. (Apocalipsis 21:8)
La provisión para el pecador.
Así como la justicia de Dios requiere que exista un Juicio, el amor de Dios, la misericordia de él, no podía permitir que el hombre se perdiera. Así que estableció hechos inmediatos y promesas futu­ras (que ya se cumplieron).
Les hizo vestidos. Ellos estaban desnudos y no podía dejarlos ir así a la inclemencia de los elementos, cu­briendo sus desnudes con hoja de Higuera. La palabra del señor nos dice: “Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió” (Génesis 3:21). El personalmente les hizo ropa, para demostrarle su amor, que aun los amaba.  No obstante, debía derramarse sangre. "... y sin derramamiento de sangre no se hace remisión." (Hebreos 9:22) Ellos debían ser cubiertos con aquello que había muerto por sus pecados. De la misma manera, los pecadores de la actualidad tienen que ser cubiertos con la justicia de Aquel que murió por ellos.
Les prometió un Salvador (Redentor). En Génesis 3:15, se encuentra la primera promesa con  respecto a la venida del Señor Jesu­cristo. En ella se declara que la simiente de la mujer (el Señor Jesucristo) herirá la ca­beza  a la serpiente y ella le herirá el calcañar. Cuando el Señor moría en la cruz, era la apa­rente victoria de Satanás. Pero la aparente victoria se convirtió en derrota, ya que el Señor resu­citó al tercer día como lo había prometido.
Protección. ¿Se imaginan si Adán y Eva y sus descendientes hubiesen comido del árbol de la vida?  Esto significa que ellos vivirían por siempre, soportando la carga del pecado, lo cual sería horri­ble de soportar. ¿Por qué? Porque el pecado es una carga que nos va consumiendo poco a poco nuestra alma, llegando a ser seres horribles.  Por ejemplo, sólo basta ver a los homi­cidas y las vidas que llevan.




[1]  ¿Cómo sabemos que la serpiente es el Diablo? ¿Por qué suponer que era Satanás  el impulsor de esta serpiente? Por diversos pasajes que encontramos en el nuevo testamento. Apocalipsis12:9 y 20: Satanás es llamado la serpiente antigua.
[2] Alegoría (gr. allegorein, «hablar figuradamente»), es una figura literaria o tema artístico que pretende representar una idea valiéndose de formas humanas, animales o de objetos cotidianos. Por su carácter evocador, se empleó profusamente como recurso en temas religiosos y profanos. Fue usada desde la antigüedad, en la época del Egipto faraónico, la Antigua Grecia, Roma, la Edad Media o el Barroco.