sábado, 16 de julio de 2022

MEDITACIÓN

 

LA DIGNIDAD DEL CORDERO Y LA SANGRE DEL CORDERO

“Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con Su san­gre...a Él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén” (Apocalipsis 1:5-6) “Vi...en medio del trono...un Cordero.”            (Apocalipsis 5:6)

¡Bendito Señor! No tengo nada sino tu amor, un amor que me lleva directo a la casa del Padre para estar contigo donde se manifiesta la plena expresión de aquel amor. Tal amor es algo tan poderoso cuando entra en el corazón, que conduce los pies a caminar de una forma muy diferente a la de un hombre que no lo posee. Puedo mirar a aquel Cristo y decir que nada me puede perturbar; Cristo glorificado en la presencia de Dios es el terreno de mi paz. Lo conozco como Aquel que llevó mis pecados en la cruz y me reveló la gloria de Dios; estoy en relación con Él como el Hombre de dolores, con Él, quién descendió a la tumba, que resucitó y vive para siempre a la diestra de Dios. Y allí, en Él, encontramos nuestro lugar ante Dios.

A medida que pasan los años nos damos cuenta que estas cosas mantienen su valor; ¿pero qué estimación del valor de esa sangre puede tener un pobre pecador? ¿Cómo será cuando lleguemos al hogar, y nos demos cuenta que estamos allí dentro, llevados por aquella sangre a la comunión de lo que Dios es? Y mientras camine­mos a través de la casa del Padre y entremos en la plenitud de gozo reservada para nosotros, veremos que todo está relacionado con los mismos elementos con los que nos otorgó gozo aquí, mientras nos conducía a través del desierto.

¿Cuáles serán las primeras y dulces expresiones que oiremos cuando entremos en el cielo? ¡La dignidad del Cordero y la sangre del Cordero! ¡Qué terrible debe ser el pecado como para necesitar la sangre del mismo Hijo de Dios! Allí arriba, en la presencia de Dios, aprendo algo acerca de la infinidad del pecado, y solamente la san­gre del Hijo de Dios puede sacar la mancha de aquel pecado, y ella lo ha hecho completamente.

G. V. Wigram

SALVOS POR GRACIA, POR MEDIO DE LA FE

Escrito por El Mensajero Evangélico

            Puede que algunos lectores de estas líneas no sepan si son verdaderamente salvos. Un día son felices, creen que poseen por fin el gozo de la salvación, y otro día, sin ninguna razón evidente, todo cambia, están tristes y dudan. Otros están preocupados por su conducta; les parece que son hijos de Dios, pero cometen una falta, tienen un momento de malhumor, mienten, y la realidad de su conversión les resulta problemática.

            ¿Qué nos dice la Palabra de Dios? ¿Somos salvos cuando gozamos del Señor? ¿O acaso somos hijos de Dios cuando nuestra vida es santa? ¡No! Creyendo en Jesús, Dios nos "dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Juan 1:12) ¿En qué condiciones? —por gracia, por medio de la fe.

            El Señor Jesús se ofreció en sacrificio en la cruz, "el justo por los injustos, para llevarnos a Dios" (1 Pedro 3:18). He aquí la gracia; he aquí la fe: Cristo atestiguó "que Dios es veraz" (Juan 3:33). Se debe creer lo que Dios dice: "Cristo... murió por los impíos" (Romanos 5:6). ¿Soy yo un impío? Si no pienso que sea tal cosa, entonces Cristo no murió por mí; pero si reconozco mi verdadero estado en la presencia de Dios, basándome en su Palabra, sé que Jesús murió por mí. Eso da la paz: la fe en una obra cumplida por otro, una sola vez (Hebreos 10:10-14).

            Cuando asalta la duda, Satanás trata siempre de sembrarla en el corazón de los creyentes. Nos conviene recordar esto: La obra de Dios es una obra perfecta (Deuteronomio 32:4). "Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios" (Efesios 2:8).

            La obra de la salvación no depende de nuestro andar; ya está hecha. Si la tenemos como don de Dios, la poseemos. ¿La podemos perder? Satanás no puede arrebatarnos de las manos del Padre (Juan 10:28- 29). Sin embargo, no olvidemos una cosa: Pedro —y otros también— escribió a propósito de personas que se apartaron de las contaminaciones del mundo, mediante el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, y que otra vez se enredaron en ellas: "Vuelve... la puerca lavada a revolcarse en el cieno" (2 Pedro 2:20-22). Precisamente, la puerca nunca se transformó en oveja; sólo se lavó, exteriormente. Las personas descritas en esos versículos no experimentaron el nuevo nacimiento, ni fe en Su nombre, lo cual otorga la potestad de ser hechos hijos de Dios.

            Una influencia cristiana, un hogar creyente o un conocimiento intelectual de la Biblia no dan la salvación. Sólo la fe, la fe de corazón (Romanos 10:10) en la obra perfecta cumplida en la cruz, nos lleva a Dios, nos da la certeza de una salvación perfecta. Nada tenemos que hacer sino adorar y mostrar nuestra gratitud mediante una vida consagrada al Señor.       

Disfrute su Biblia (7)

 

INDICADORES PARA LIBROS ESPECÍFICOS

William Macdonald

(continuación)


4.   LOS PROFETAS

Los profetas eran voceros o portavoces de Dios. El Señor los levantaba en tiempos de pecado y decadencia para clamar en contra de la maldad prevaleciente, para hacer volver al pueblo, para advertirles sobre las consecuencias de la rebelión (especial­mente en la cautividad), y para prometer bendición por la obe­diencia (especialmente al volver de la cautividad). Por tanto, eran primero proclamadores, y después profetas.

Los profetas del Antiguo Testamento generalmente se clasifican en:

Mayores: Isaías, Jeremías (incluyendo sus Lamentaciones), Ezequiel, y Daniel.

Menores: Todo el resto.

Debemos observar que las palabras mayor y menor, aplica­das a los profetas, no significan importante o sin importancia. Por ejemplo, Zacarías, un “profeta menor”, profetizó cosas muy importantes acerca del Mesías. Las palabras se refieren única­mente al tamaño. Técnicamente, Daniel no era un “profeta” por llamado, sino un oficial del gobierno a quien Dios le dio el dónde la profecía. En la Biblia hebrea, Daniel se encuentra en la tercera sección, llamada “Las Escrituras”.

También pueden clasificarse de acuerdo al tiempo en el que profetizaron.

i)  Antes de la cautividad de Babilonia, también llamado Pre-Exilio: Isaías, Jeremías, Oseas, Joel, Amos, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías.

ii)  Durante la cautividad de Babilonia, i.e., Exilio: Ezequiel, Daniel.

iii)  Después de la cautividad de Babilonia, o Post-Exilio: Hageo, Zacarías, Malaquías.

Una manera fácil de recordar a qué categoría pertenece cada profeta es esta: Los últimos tres profetas del Antiguo Testamento fueron los últimos, escribieron después del exilio (post-exilio). Ezequiel y Daniel escribieron durante el exilio. Todo el resto escribió antes del exilio (pre-exilio).

Algunos ministraban a Israel, algunos a Judá, uno — Jonás — a una nación gentil, y algunos a una combinación de ambas. Estas líneas no son tan claras, y la clasificación no es tan exacta.

Si usted hizo el mapa del Reino Dividido, como fue sugeri­do previamente, sería un buen momento para completar los profetas en el tiempo que ministró cada uno.

(A) NOMBRES PROMINENTES EN LOS PROFETAS

Usted se familiarizará con los siguientes nombres:

Jerusalén: a veces llamada Sion, la capital de Judá.

Samaria: la capital de Israel.

Israel: a veces se refiere a las diez tribus del norte, a veces a la nación entera. Efraín también se usa en Oseas como otro nombre para el reino del norte.

Asiria: un amargo y cruel enemigo de Israel. El Rey del Norte gobernaba desde aquí.

Nínive: capital de Asiria.

Siria: otro enemigo de la nación.

Damasco: un estado de la ciudad asociado a Siria.

Egipto: gobernado por el Rey del Sur.

Babilonia, Caldea: nombres que a veces se usan intercam­biados. Babilonia era la ciudad.

(B)   TRANSICIONES EN EL TIEMPO

Al estudiar los profetas - que eran bastante poéticos - pri­mero debe acostumbrarse a las rápidas transiciones. En cierto momento proclamaban la venida de los juicios del Señor con voz de trueno (Joel 3:14-16), y luego cambiaban abruptamente para anunciar las glorias del reino venidero (Joel 3:17-18). En el mismo pasaje pueden moverse de la primera venida del Mesías (Isa. 52:14) a la segunda (Isa. 52:15), ¡sin nada más que un signo de puntuación como separación entre ellas!

(C)   EL DÍA DEL SEÑOR

El “día del Señor” no es un período de 24 horas, sino que abarca siglos. En el Antiguo Testamento, se refería a cada vez que Dios vencía a los enemigos de Israel o castigaba a su propio pue­blo. En el Nuevo Testamento, el día del Señor comienza después del Rapto, e incluye la Tribulación, la Segunda Venida, el Milenio, y la destrucción final de los cielos y la tierra con fuego.

(D)   LEY DE LA DOBLE REFERENCIA

Usted debería saber todo acerca de la ley de la doble referen­cia. Esto significa que una profecía puede tener un cumplimien­to temprano y parcial, y después el cumplimiento completo. El ejemplo clásico es la profecía de Joel 2:28-32. Esto se cumplió parcialmente en Pentecostés, cuando fue derramado el Espíritu Santo sobre una compañía de judíos creyentes en su Mesías, pero será cumplida por completo en la Segunda Venida de Cristo cuando El derramará su Espíritu sobre toda carne.

(E)    FALSOS PROFETAS

Aparte de los profetas de Dios, existían también los falsos profetas. Ellos siempre profetizaban paz y prosperidad en tiem­pos de pecado y rebelión. ¡Los tiempos no han cambiado!

Figuras de Cristo (7)

 José

Génesis 37-50


La historia de José ocupa cerca de 15 capítulos en la Biblia. Usted recibirá gran recompensa de estos capítulos y encon­trará en ellos muchos cuadros preciosos de Cristo. Con­sideremos algunos de ellos.

Jacob amaba mucho a su hijo José, Génesis 37:3. Dios el Padre llamó al Señor Jesucristo su Hijo amado, Mateo 3:17; 17:5 y Juan 10:17.

José cuidó las ovejas de su padre y es una figura del Señor Jesús, que como buen pastor dió su vida por las ovejas, Génesis 37:2 y Juan 10:11.

José odiaba las malas obras de sus hermanos y habló a su padre acerca de ellas, Génesis 37:2. El Señor Jesús aborreció el pecado; sin embargo, él no vino a este mundo para con­denar a los pecadores, sino para salvarlos, 1 Timoteo 1:15.

Los hermanos de José lo odiaron Génesis 37:4,5,8. El Señor Jesús nació como judío y los judíos eran sus hermanos. Estos lo aborrecieron, Juan 15:25.

Los hermanos de José estuvieron celosos de él y los judíos estuvieron celosos del Señor Jesús, Génesis 37:11; Mateo 27:17,18; Marcos 12:6,7. Dios el Padre envió a su Hijo al pueblo de Israel y el padre de José lo envió a sus hermanos. Ninguno de ellos fue bien recibido, Génesis 37:13,14,18 y Juan 1:11.

Los hermanos de José hicieron planes para matarlo y los judíos hicieron planes para matar al Señor Jesús, Génesis 37:18; Mateo 12:14; Lucas 4:28,29; Juan 8:40. Los hermanos de José se burlaron de él y tomaron sus vestidos, Génesis 37:23; Los judíos hicieron lo mismo con el Señor Jesús, Mateo 27:27,28; Juan 19:23.

Los hermanos de José lo vendieron a los ismaelitas por 20 piezas de plata. Los sacerdotes pagaron 30 piezas de plata por el Señor Jesús, lo cual era el precio de un esclavo en Israel, Éxodo 21:32; Zacarías 11:12; Mateo 26:14,15 y 27:3,9.

Los hermanos de José empaparon su túnica en la sangre de un animal; Génesis 37:31 para que su padre pensara que un animal salvaje lo había matado. Pero los judíos mataron realmente al Señor Jesús. Él derramó su sangre para salvar a los pecadores del juicio de Dios, Hechos 2:22,23; Hebreos 9:14,15; Romanos 5:8,9.

Los hermanos de José lo echaron en una cisterna sin agua y más tarde lo sacaron de nuevo, Génesis 37:24,28. Esto nos hace pensar de la muerte de Cristo y de su resurrección, 1 Corintios 15:3,4.

José fue también una figura de Cristo cuando estaba traba­jando para Potifar en Egipto. Él fue un siervo bueno y obe­diente, Génesis 39:1-6; Isaías 52:13; Filipenses 2:5-8. La esposa de Potifar tentó a José a pecar, pero José rehusó, Génesis 39:7-20. El Señor Jesús fue completamente sin pecado, 1 Pedro 2:22, 2 Corintios 5:21.

Dios había mostrado a la familia de José que él gobernaría algún día sobre ellos, Génesis 37:7,9,10. José pasó primero por un tiempo de prueba, Génesis 39:20, pero luego le fue permitido abandonar la prisión. Él recibió gran honor y llegó a ser un gobernante importante en Egipto, Génesis 41:38-44.

Estas cosas son una figura del Señor Jesucristo en el futuro; porque los profetas dicen acerca de él, que gobernará como rey, Isaías 9:6,7. Su nombre es más grande que todo nombre, Filipenses 2:9-11; 1 Corintios 15:25.

José ayudó a sus hermanos durante el tiempo de hambre. Él los perdonó y los alimentó a pesar de que ellos lo habían tratado muy mal, Génesis 45. El Señor Jesucristo vino a su propio pueblo, los judíos; pero ellos no lo recibieron. Aun­ que unos pocos lo recibieron y él les dió el derecho de ser Hi­jos de Dios, Juan 1:12.

    Los hermanos de José dijeron a su padre que José estaba vivo y que era gobernante de Egipto, Génesis 45:26. Nosotros creemos en el Señor Jesús y tenemos también un mensaje para la gente. Debemos decirles que Cristo está vivo, que él ha sido glorificado y que ellos deben venir a él para ser salvos. Debemos decirles que Cristo es Rey de reyes y Señor de señores, Apocalipsis 19:16.

W.A. Deans

El código moral de un Varón de Dios

 Encontramos diez promesas firmes en el Salmo 101:


1. A ti cantaré yo, oh Jehová.

            Desde el momento de la salvación comienza en el creyente un cántico nuevo de alabanza a Dios. “Verán esto muchos, y temerán, y confiarán en Jehová”, Salmo 40.3. Aunque este salmo es profético de nuestro Señor en resurrección, se pueden aplicar estas palabras al creyente. Cuando Pablo y Silas cantaban a media noche en la cárcel de Filipos, los presos oyeron y sin duda temieron. El mundo tiene envidia de un creyente que canta, porque reconoce que tiene un gozo superior. En cambio, el mundo denuncia al creyente quejoso porque es una negación de lo que debe ser.

2. Entenderé el camino de la perfección.

            Otra versión expresa el trozo de esta manera: “Me comportaré prudentemente en el camino perfecto”. Después de su ejercicio en adoración, se produce en David un propósito de corazón en cuanto a su manera de vivir.

            Después de haber estado en la cena del Señor el creyente sale con seriedad y el deseo de agradar a aquél a quien debe todo. Donde hay liviandad después de la cena, es prueba de que la persona no ha sentido la presencia del Señor. “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios”, Efesios 5.15.

3. En la integridad de mi corazón andaré en medio de mi casa.

            Aquí encontramos el propósito de David en cuanto a su vida en el hogar. El sintió como cabeza de la casa su responsabilidad de dar un buen ejemplo. El hogar es donde debemos manifestar más la paciencia, benignidad, abnegación, hospitalidad y piedad. Es donde debemos dar un buen testimonio verbal, pero es donde más fracasamos.

            ¡Qué triste aquel día cuando David no se contentó con andar en medio de su casa, sino que se extravió en la senda de la tentación! En 1 Crónicas 18 leemos dos veces que Jehová le daba el triunfo a David dondequiera que iba, pero cuando abandonó el camino de la voluntad de Dios y buscó el del pecado, sufrió su más aplastante derrota. “No tentarás al Señor tu Dios”, Mateo 4.7.

4. No pondré delante de mis ojos cosa injusta.

            Los ojos son una vía que conduce al alma. El dios de este siglo tiene tantos encantos seductivos para retratarlos en la tela sensible de nuestras almas, que fácilmente se corrompe. Pedro en su carta a los creyentes les hizo recordar que habían huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.

            Cristo se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente mundo malo, Gálatas 1.4. El oró al Padre, no para que nos quitara del mundo, sino que nos guardara del mal, Juan 17.15. Nuestra oración al Señor debe ser siempre, “Aparta mis ojos, que no vean la vanidad”. Ni en la televisión.

5. No conoceré al malvado.

            Hay dos sentidos en que podemos conocer a una persona: por percepción y por comunión. Este último es el sentido en que habla el salmista. El resuelve evitar la compañía de los malvados. La clase de compañeros que buscamos es un indicio de lo que somos.

            Aun los cristianos carnales pueden perjudicarnos espiritualmente si nos hacemos compañeros de ellos. Debemos amar a todo el pueblo del Señor, pero reprender en ellos lo que no es de Dios. Si el joven creyente, por ejemplo, quiere guardar sus vestiduras sin mancha para la venida del Señor, le será necesario buscar bien y con oración con quiénes anda.

6. El que solapadamente infame a su prójimo, yo le destruiré.

            Como el primer magistrado del país, David tenía autoridad para llevar la espada de justicia y sentenciar al delincuente. Para él la calumnia era un crimen que merecía la pena capital. El creyente debe condenar la calumnia y separarse de quien la practique.

7. No sufriré al de ojos altaneros y de corazón vanidoso.

            A David le correspondían honores y majestad como rey, pero no quiso tener en su corte a gente orgullosa. Toda su vida él se comportó con humildad y sujeción a Dios. Que el Señor nos guarde de toda tendencia pretenciosa de engrandecernos en los ojos de los demás, sea por modo exagerado de vestido, peinado pomposo o sortija conspicua; sea por hogar lujoso, o aun locales evangélicos de mucho ornato. Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes, Santiago 4.6.

8. Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que estén conmigo.

            Esta es la clase de gente que fue preferida por David. En el mundo los eruditos, los prósperos, los famosos, las encantadoras son la gente admirada por el público. Ante Dios es la fidelidad que vale.

            Ahitofel era un estadista destacado pero infiel; se volvió traidor del rey. El humilde Husai, que sólo figuraba como “amigo de David”, fue fiel hasta el fin; cuando llegó la prueba suprema, él arriesgó su propia vida para salvar a su rey. Seamos fieles a nuestro Señor, nuestro cónyuge y nuestra asamblea. El ojo del rey nos mirará con su aprobación divina.

9. No habitará dentro de mi casa el que hace fraude.

            ¡Cuán fácil es practicar el engaño y la mentira en el círculo familiar! David se opuso a eso. Es el deber de padres cristianos reprender a sus hijos por cualquier acto de mentira o engaño. A veces son los mismos padres que tienen la culpa, dando mal ejemplo en falta de rectitud ante sus hijos.

10. De mañana destruiré a todos los impíos de la tierra.

            David propuso adoptar medidas severas para limpiar la tierra de impíos, y estaba apurado por hacerlo. Nuestra esfera no es como la de David, “de la tierra”, sino espiritual. Dios nos manda tomar acción decisiva contra las cosas que nos estorban en el servicio y testimonio para Cristo.

            Así nos enseña 2 Corintios 10.4,5: “Derribando razonamientos soberbios y toda cosa elevada que se ensalza contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo”. Es una lucha espiritual y a los vencedores les espera un galardón.

Santiago Saword

MUJERES DE FE DEL ANTIGUO TESTAMENTO (7)

 

7. Jocabed


“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. (Hebreos 11.1)

La historia está en Éxodo 2.1-10 y Hebreos 11.23-27.


            Vemos que siempre ha habido mujeres que hacían la voluntad de Dios a pesar de las circunstancias adversas. Jocabed fue una de ellas.

Esta mujer sobresaliente y su esposo Amram eran hebreos, esclavos de la cruel nación  Egipcia. Su hijo Moisés nació cuando Faraón había iludo una orden a los egipcios, diciendo: “Echad al río a todo niño que nazca, y a toda hija preservad la vida”. Sabemos que los padres de Moisés no temieron el decreto del rey. Su fe en Dios les dio valor para no hacerle caso al cruel Faraón, sino obedecer las órdenes del soberano Dios.

            Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres y esto indica que los dos estaban de acuerdo en la manera de actuar en circunstancias tan angustiosas. Toda madre puede imaginar cuán difícil habría sido pura Jocabed esconder a su niño por tres meses.

            Entonces Jocabed tomó la iniciativa y preparó una cesta de papiro y lo cubrió con brea. Luego colocó a su bebé en la cesta y lo puso a la orilla del Nilo, el río que daba muerte a otros niños hebreos. ¡De la misma manera en que Amram y Jocabed confiaron en Dios cuando su niño estaba en ese río, así los padres creyentes hoy día deben buscar la protección de los brazos eternos para sus hijos contra las asechanzas del enemigo de sus almas!

            Conocemos bien la historia. María, su hermana, vigilaba al niño en la cesta. Cuando la princesa, hija de Faraón, vio la barquilla con el niño adentro llorando, le tuvo compasión. Moisés estaba a salvo, aunque la hija del rey quien sabía que era un bebé hebreo. María ofreció buscar una nodriza hebrea para criarlo y así resultó que Jocabed pudo criar a su propio hijo.

            La princesa egipcia le dijo a la madre: “Lleva a este niño y críamelo, y yo te lo pagaré”. Jocabed aprovechó la oportunidad de enseñarle a Moisés acerca del Dios de sus padres mientras él tenía una mente receptiva. Moisés, ya grande, escogió ser del pueblo de Dios en vez de gozarse de los placeres de Egipto. Es el propósito de Dios que los niños sean criados por sus propias madres. ¡Qué bueno es cuando la madre creyente puede criar a sus propios hijos y enseñarles la Palabra de Dios!

            John Grant escribió de las bendiciones que Amram y Jocabed recibieron por haber puesto su fe en Dios: tuvieron el privilegio de criar a Moisés en su hogar por un tiempo; la madre recibió un salario; y su hijo nunca sufrió como un esclavo. Moisés aprendió que él pertenecía a la nación de Israel y más tarde llegó a ser líder del pueblo de Dios.

            Jocabed fue madre de tres hijos, María, Aarón, y Moisés y crió esa familia en medio de la cruel persecución de los egipcios. Cada uno prestó un gran servicio a la nación de Israel: María fue profetiza, Aarón fue el primer sumo sacerdote y Moisés fue líder del pueblo de Dios por cuarenta años. Amram y Jocabed establecieron un hogar para la gloria de Dios y dejaron un ejemplo intachable. “Por la fe alcanzaron buen testimonio los antiguos” (Hebreos 11.2).


LA EPÍSTOLA A LOS FILIPENSES (5)

 

2.12 al 30: El ejercicio de “este sentir”


            En el 1.27 el apóstol les exigió a los cristianos en la asamblea estar firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes. Ahora en los primeros versículos del capítulo 2 enuncia cuatro condiciones que producirían armonía en la asamblea cuando se convierten en realidad, afirmando el principio de la negación propia y un profundo interés en otros. Habiendo expuesto ese principio en toda su perfección en Cristo, procede a exhortar a los creyentes a la obediencia, poniendo el principio por obra, 1.12.

            El testimonio para Dios, y el placer que produciría la asamblea para Dios, estaban en peligro de naufragar por el desacuerdo entre los santos. El resguardo contra este fracaso sería que cada uno en la asamblea practicara este principio. Esto es lo que debían hacer con temor y temblor, conociendo lo engañoso de sus propios corazones, pero conscientes de la ayuda divina, 2.12,13. Donde hay en la congregación un anhelo profundo por la armonía, desaparecerán la contención, murmuración y disputa, las cuales sólo producen la insatisfacción y sospecha. Esto es imprescindible si vamos a manifestar un carácter como el de Cristo en medio de las tinieblas morales en derredor.

En los versículos 17 al 30 la perfección evidente en Cristo se ve en las vidas de Pablo, Timoteo y Epafrodito.

            En Pablo vemos el contentamiento de estimar a otros como mejores que él. Su humildad se deja ver en su placer por ser la parte menor del sacrificio derramado sobre la mayor parte que era el testimonio y servicio para Dios de la asamblea en Filipos, 2.17,18. La asamblea es siempre mayor que el siervo.

            En Timoteo vemos carácter, estaba dispuesto a servir. Timoteo tenía un anhelo sincero por el bienestar espiritual de todo el pueblo de Dios, y con gusto trabajaba para este fin, consciente del valor de la asamblea en la estimación divina. “Mirad por vosotros mismos, y por todo el rebaño…”, exige Pablo en Hechos 20.28, “para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre”. Los filipenses conocían el servicio abnegado de Timoteo, 2.19 al 24.

            En Epafrodito encontramos consecuencia; o sea, la conducta correspondía a lo que profesaba, y por lo tanto estaba dispuesto a sacrificarse por su prójimo. Aunque estaba a punto de morir, no quería que la congregación estuviese ansiosa por él.

            Así, estos hombres manifestaban en su modo de vivir el principio de la humildad y renuncia propia en su servicio para bien de otros, dejando entrever la estima que guardaban por los creyentes y la unidad de la asamblea.