Todo creyente debe ser
estudiante de la Biblia. Demasiados cristianos piensan que el estudio serio de
las sagradas Escrituras es algo sólo para un pastor, anciano u obrero, y que no
es necesario para los demás. Es un error colosal. Cada hijo de Dios necesita y
debe diligentemente leer, estudiar y apropiar para sí la Palabra de Dios.
Un segundo error es pensar que
para estudiar la Biblia necesitas ir a aprender en un seminario o instituto.
¡Incorrecto! C. H. Spurgeon nunca tuvo formación formal en la Biblia, ni
tampoco lo tuvieron G. Campbell Morgan ni Harry A. Ironside, ni A. W. Tozer, ni
otros.
“Eran estudiantes devotos de
la Palabra, y aprendieron sus profundas verdades a través de horas de estudiar,
meditar y orar. El primer paso hacia la plenitud de vida es la inteligencia
espiritual—creciendo en la voluntad de Dios mediante el conocimiento de la
Palabra de Dios”.
Aprende a disciplinar tu uso
del tiempo. Aparta un tiempo específico, y un lugar donde puedes estudiar sin
distracción. Apaga el teléfono. Algunos encuentran que las horas tempranas del
día son las mejores. Otros prefieren la tarde o la noche. Pero lo importante es
que cada vez que guardes esta cita, fortaleces el hábito. Cada vez que fallas,
lo debilitas. También puedes disciplinarte a utilizar los ratos libres para
continuar los estudios donde antes habías parado. Pero eso no toma el lugar del
tiempo dedicado.
La motivación es tremendamente
importante. El incentivo más grande para estudiar la Biblia es el hecho de que
ella es la Palabra de Dios. En ella oyes a Dios hablándote, y podrás conocerle
mejor. Cuando vivas consciente de eso, estudiar la Biblia se convierte en gozo,
no una tarea pesada.
... Ahora bien, no debes
pensar que estudiar la Biblia va a ser algo fácil. Es trabajo, pero merece la
pena. Prepárate para profundizar, buscar, comparar e investigar. Determina
poner por obra lo que aprendas, como Esdras. (Esd. 7.10)
Comienza con oración. Pide a
Dios que Su Espíritu Santo te guíe al leer la Palabra, y te enseñe cosas
maravillosas en Su Palabra (Sal. 119:18). Sométete a Él como tu Maestro, y disponte
a aprender.
Entonces, decide cuál libro de
la Biblia vas a estudiar. Eso dependerá en parte de dónde estás en tu vida
cristiana, si eres creyente nuevo o si ya tienes algún conocimiento de las
Escrituras.
No intentes hacer demasiado en
una sesión. Es mejor tomar pocos versículos y sacar algo provechoso de ellos
que leer un capítulo y olvidar de pronto lo que habías leído. Generalmente un
capítulo es demasiado.
Lee el pasaje una y otra vez
hasta que llegue a ser parte de ti. La familiaridad íntima con las mismas
palabras de la Biblia es una cosa invaluable.
Apunta cosas que no entiendes
y preguntas o dudas que tengas. Cuando me preguntan cómo estudio la Biblia,
digo: “con la mente hecha un interrogante”. Eso no quiere decir que dudes de la
veracidad de la Palabra de Dios. Simplemente significa que, al leer y estudiar,
siempre preguntas: “¿Qué significa esto?”
Escribe tus propias notas y
observaciones sobre cada versículo. Realmente no has captado el sentido hasta
que puedas explicarlo en palabras sencillas y fáciles de entender... A menos
que las personas puedan expresarse bien usando un vocabulario ordinario de su
idioma, realmente no conocen bien el tema que tratan.
Luego, toma ayuda de los
comentarios de confianza, los diccionarios bíblicos, las enciclopedias, buenas
traducciones de la Biblia, las versiones parafraseadas, libros de estudios de
palabras y otras obras de consulta. Yo acepto toda la buena ayuda que encuentre.
Pero un comentario no debe usarse como un atajo. Leer un comentario no es
suficiente para decir que has estudiado.
Sigue buscando respuestas a
tus preguntas. Algunas preguntas serán contestadas durante el tiempo de tu
estudio de la Biblia, otras quizás sean contestadas después de un tiempo, al
hablar del tema con otras personas, o más adelante en tus lecturas y estudios.
Puede que a algunas no halles respuesta completa.
A veces los eventos de la vida
cotidiana arrojan luz sobre las Escrituras. Podemos aprender en las pruebas y
tribulaciones. Por ejemplo, los creyentes en un campo de concentración perciben
tesoros en la Biblia que los demás no ven.
Aprovecha con ánimo las
oportunidades que tengas para compartir los resultados de tus estudios. Esto
puede bendecir y ayudar a otros, y, además, te librará de vivir en un mundo de
cosas triviales. Ahora, ¡manos a la obra!
William MacDonald
adaptado de su
libro: Manual del Discípulo
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