¿Qué se hará al hombre cuya honra desea el rey? Ester 6.6.
Es posible que para algunos este
pequeño libro de Ester sea casi desconocido, pero no debe ser así. Toda
escritura es útil, para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente
preparado para toda buena obra. Por esto no debemos pasar por alto ninguno de
los sesenta y seis libros de la Palabra de Dios.
Aquí encontramos una pregunta de gran
significado. Fue dirigida por el gran rey Asuero, de Persia y Media, a uno de
sus íntimos consejeros, llamado Amán. “Dijo Amán en su corazón: ¿A quién
deseará el rey hacer honra más que a mí?”
El malvado Amán es
como la carne, o el hombre viejo en nosotros, que siempre busca el
ensalzamiento propio. Mardoqueo, hacia quien el rey sentía un gran
agradecimiento, es un tipo de Cristo. Cuando el rey estaba en peligro de perder
su vida por un complot de sus criados, la alerta oportuna de Mardoqueo le
salvó, 2.22.
Amán aborrecía a
Mardoqueo y estaba maquinando su destrucción como también la de todo el pueblo
terrenal de Dios. Por medio de un sueño Dios hizo al rey reconocer su falta en
no haber manifestado agradecimiento a Mardoqueo de una manera digna. Por esto se
le despertó un deseo de honrarle.
En estos postreros
días Dios no nos habla por sueños sino por su Palabra, la cual nos redarguye de
faltas cometidas. El Espíritu Santo despierta en el corazón de cada verdadero
creyente el deseo de honrar al Señor Jesús, porque lo que somos y tenemos le debemos
a su gracia en morir en nuestro lugar y salvarnos de la condenación eterna.
Pero hay un “Amán” en
cada uno que quiere tomar para sí lo que le corresponde a nuestro Señor. “Por
todos murió [Cristo], para que los que viven, ya no vivan para sí, más para
aquel que murió y resucitó por ellos”, 2 Corintios 5.15.
Amán dio su recomendación al rey, cómo
se debía honrar al varón escogido, pensando que sería él mismo. Pero, ¡que
humillación para él cuando tuvo que llevar a cabo su recomendación en la
persona de Mardoqueo!
Hay cinco
maneras en que nos corresponde honrar a Cristo:
à Ensalzarle
con nuestra propia mano, como Amán tuvo que hacer, 6.11, y humillar la carne en
nosotros. Cristo debe tener la preeminencia.
à Pregonar o confesar su nombre delante de todos, 6.9.
à Ofrecerle alabanza; Salmo 50.23: “El que sacrifica
alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de
Dios”.
è Darle las primicias de nuestros bienes; Proverbios
3.9: “Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos”.
à Honrarle en nuestro hogar, teniendo a nuestra
familia en sujeción; 1 Samuel 2.29,30: “Has honrado a tus hijos más que a mí
…Yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en
poco”.
Santiago Saword
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