Dijo el Señor
Jesús: "Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice:
Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad
de mi Padre que está en los cielos" (Mt. 7.20-21). Algunos
expositores quisieran limitar este precepto al contexto inmediato sobre los
falsos profetas. Pero el contexto no limita el precepto, sino lo aplica a un
caso específico. Tiene más aplicaciones.
Los creyentes
debemos tomar nota, porque la confusión y la falsa profesión existen. No
creemos en la eterna seguridad de los que profesan creer, sino de los
verdaderos creyentes. Pablo enseñó a Timoteo que habría en las iglesias
personas que "tienen apariencia de piedad, pero negarán la
eficacia de ella" (2 Ti. 3.5). A Tito le encargó que tuviese
cuidado de los que "profesan conocer a Dios, pero con los hechos
lo niegan" (Tit. 1.16). Juan insistió que mienten los que
profesan conocer al Señor, pero no guardan Sus mandamientos (1 Jn. 2.4).
Esto se aplica a las personas que profesan ser
cristianas, pero:
à
Andan
conforme a la carne. (Ro. 8.4)
à
Piensan
en las cosas de la carne. (Ro. 8.5)
à
Se
ocupan de la carne. (Ro. 8.6)
à
Por
los designios de la carne, no se someten a la ley de Dios (Ro. 8.7)
à
Viven
según la carne, y no pueden agradar a Dios. (Ro. 8.8)
La conclusión es que no son cristianos carnales, sino
simplemente carnales.
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