sábado, 18 de julio de 2020

VÍSTETE TU ROPA DE HERMOSURA

(Isaías 52:1-2)

Por S.A. Williams

De "El Sendero del Creyente"


           


En estos versículos el Señor ex­presa su deseo de hacer cosas ma­ravillosas para su pueblo, y lo lla­ma para que se despierte y actúe como corresponde a un pueblo que tiene en vista un futuro tan bendito.


            El Señor dice: “Vístete tu ropa de hermosura, oh Jerusalén”. En esta exhortación también hay una lección para nosotros. El desea que su pueblo esté bien vestido. Cuando el pródigo volvió a su pa­dre era tan humilde que hubiera sido contento de ser un siervo, en vez de aspirar a ser un hijo, pero el padre tuvo pensamientos mucho más tiernos hacia su hijo y dijo: “SACAD EL PRINCIPAL VESTI­DO Y VESTIDLE”, pues el padre deseaba que estuviera bien vestido.

            En Colosenses capítulo 3, el Se­ñor nos da un guardarropa lleno de vestidos preciosos, que desea ver en uso diariamente; dice: “vestíos pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de to­lerancia, sufriendo los unos a los otros. Si alguno tuviera queja de otro, DE LA MANERA que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros, y SOBRE TODAS ES­TAS COSAS VESTIOS DE CARI­DAD, la cual es el VINCULO de la perfección”. ¡Qué conjunto de vestidos preciosos tenemos aquí!

            Pero, ¿lucimos estas prendas preciosas? Mi esposa tenía la cos­tumbre de visitar a una señora que varias veces le mostró el contenido de su guardarropa, lleno de lindos vestidos, pero extraño es decirlo, que casi nunca veíamos que llevara esa ropa.

            El Señor quiere que llevemos nuestros vestidos espirituales dia­riamente, en todas partes, en el hogar, en la oficina, en el taller, y aun en las calles de la ciudad. ¡Cuán grande es la necesidad de hacer así en el día de hoy!

            Un doctor, creyente, estaba an­dando por la calle de un pueblo en una noche muy fría, cuando vio a un joven vendiendo diarios. Casi no había nadie en la calle y con simpa­tía se acercó al joven y comprando un diario, le dio algo más de lo que costaba, y le habló un poco del Se­ñor. Al dejarle le preguntó si no te­nía mucho frío. “No”, contestó; “sentía mucho frío antes de que Ud. llegase, pero no tanto ahora”. ¿Qué era que le quitó el frío? ¿No era acaso el amor en el corazón y la actitud tomada por el doctor? Creo que sí. Este doctor llevaba puesta la “benignidad”, tomada del guardarropa de Colosenses 3.

            En el versículo 14 tenemos otra hermosa prenda; dice: “Y SOBRE TODAS ESTAS COSAS VESTIOS DE CARIDAD”. Este es nuestro “sobre todo”. Una señora solía de­cir que su esposo nunca estaba tan bien vestido como cuando llevaba su SOBRETODO puesto. Bueno, hay una cosa segura, y es que no hay ningún creyente BIEN VESTI­DO al que le falte su SOBRETO­DO, pues dice la Palabra que “es el vínculo de la perfección”. El Se­ñor dijo a sus discípulos antes de partir: “Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Juan 13:34). Tiene que ser el VESTIDO PRINCIPAL, “pues en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. ASI QUE EL SEÑOR DESEA QUE ESTEMOS BIEN VESTIDOS.

            El padre del pródigo no sólo de­seaba que su hijo estuviera bien vestido, sino que se SINTIESE BIEN, y para esto puso en su ma­no un anillo. Qué gozo para el hi­jo. No sería un siervo, sino un hijo, en su propia casa, pertene­ciendo a la familia. Este gozo es nuestro también, pues dice en 1 Juan 3:2: “Muy amados AHORA somos hijos de Dios”. Que este­mos regocijando, felices en el amor y comunión del Padre, mi­rando al futuro sin temor: “Aún no se ha manifestado lo que he­mos de ser, pero SABEMOS que cuando él apareciere SEREMOS SEMEJANTES A EL, porque le veremos como él es”.

            El Padre del pródigo no era so­lamente deseoso de que su hijo fuese BIEN VESTIDO y que se SINTIERA BIEN, pero también que ANDUVIESE BIEN, pues “puso zapatos en sus pies”. Nues­tro Señor también desea que noso­tros ANDEMOS DIGNOS DE EL, que nos ha llamado a su reino y gloria. Somos sus representantes en este mundo. ¡Qué honor nos ha dado! ¿Nos hemos dado cuen­ta? ¡Cuán cuidadosas, honestas y santas deben de ser nuestras vidas delante del mundo! Fue dicho del hijo de Pedro el Grande que estaba estudiando en otro país de incognito, hasta que finalizó sus estudios, que, en su trabajo, su vida y su carácter nunca se había visto nada que quitara de la dignidad de su posición tan exaltada.

            ¡Oh! Que sea nuestro anhelo ANDAR digno de la vocación con que somos llamados con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportando los unos a los otros en amor (Efesios 4:1-2).

            Si estos lindos vestidos son llevados en nuestras vidas estaremos BIEN VESTIDOS, nos SENTIREMOS BIEN y ANDAREMOS BIEN, y la vida de Jesús será manifestada en nuestros cuerpos. “VISTETE TU ROPA DE HERMOSURA”.

Sendas de Luz, Enero-Febrero, 1986

No hay comentarios:

Publicar un comentario