martes, 30 de abril de 2024

LEYENDO DIA A DIA 1 CORINTIOS

 

Introducción

      La Epístola a los Corintios forma parte del primer ciclo de cartas de Pablo denominadas sus Epístolas Misioneras, las cuales son 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Corintios, Romanos y Gálatas. En ellas Pablo trata mayormente temas de doctrina básica. En 1 Corintios está escribiendo a una iglesia que había plantado unos tres años antes durante una estadía de quizás dieciocho meses, Hechos 18.11.

      Corinto tenía dos características sobresalientes. Se conocía corrientemente por su afán por la sabiduría. Hubo una época en que “hablar como hablan en Corinto” daba a entender expresarse con certeza y belleza artística. Era el centro del intelectualismo. Por otro lado, era conocida por su corrupción. La lascivia predominaba al extremo que era la Sodoma del Nuevo Testamento. Por esto, se usaba comúnmente el término “corintizar” al referirse a una vida inmoral. Así, dos extremos marchaban mano en mano, y en ese ambiente existía una iglesia local.

      Dos factores dieron lugar a la epístola. Primeramente, llegaron a Pablo del hogar de Cloé informes acerca de condiciones que prevalecían en la asamblea, 1.11. Él las trata en los capítulos 1 al 6. Adicionalmente, se le había enviado una carta que presentó ciertas preguntas, y procede a contestarlas a partir del capítulo 7, como sabemos por el v. 1.

      Al interesarse por esta carta, uno debe llevar en mente que, si bien es cierto que su sustancia versa sobre asuntos frecuentes en Corinto, el propósito es que tenga una aplicación mayor. Pablo, con un tal “nuestro hermano Sóstenes”, escribe a la iglesia de Dios en Corinto, pero a la vez se dirige a “todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”. Al ser así, el mensaje de esta epístola aplica no tan solo a todo lugar, sino a toda fase eclesiástica y por ende a nuestros propios días.

      No nos atrevemos a decir que cualquier parte es de sólo una relevancia netamente local en sus principios hoy en día. Jesucristo es Señor, no solo de los creyentes en Corinto, sino de todo su pueblo a lo largo de los tiempos, 1.2, y por esto su voluntad es común a todos. A los tales Pablo manda saludos de gracia y paz.


Capítulo 1: Las riquezas y responsabilidades de los redimidos


1. La situación del creyente, vv 4 al 9 Aquí hay munificencia para dar acciones de gracias por un conjunto de cosas buenas — fuisteis enriquecidos, nada os falta en ningún don, os confirmará hasta el fin, irreprensibles, llamados a la comunión con su Hijo. Nos fijamos en que estas bendiciones serán otorgadas por la gracia de Dios, v. 4, y garantizadas por su fidelidad, v. 9.

2. La concordia del creyente, vv. 10 al 16 Es motivo de preocupación. Su llamamiento a una comunión como ésta exige unidad entre las partes y la misma debe ser expresada por hechos y actitud, v. 10, sin parcialidad, v. 12. Donde abunda la parcialidad es evidencia de un Cristo dividido y un líder sobre evaluado, vv 13 al 16.

3. La comunión del creyente, vv. 17 al 25 Este mensaje amerita énfasis y será eficaz solamente donde impera la concordia. La meta de Pablo era siempre la de predicar el evangelio. ¿Es la nuestra? Su tema es siempre las buenas nuevas de Cristo crucificado, la palabra de la cruz. Su estilo no era el uso intelectual del saber humano, cosa que lo anula, y que Dios desaprueba, vv 17 al 20. Su sustancia es el poder de Dios para salvar y seguir salvando, v. 18.

4. El llamamiento del creyente, vv 26 al 31 Aquí hay una misericordia para ser acogida. Es de un todo anti mundano. Nótese el llamado en sí; era por la locura de la predicación, o de la cosa predicada; los llamados; las cosas necias del mundo, y todo el producto de “lo necio de Dios”. ¡Cuán contrario al proceder de Dios es todo esto! Nuestro llamamiento nunca fue con base en nuestra grandeza, sino solo sobre la base de la gracia divina, en la salvación, como en lo demás.

      Dios será siempre “todo en todos”. Donde la misericordia de nuestro llamamiento se posesiona de nuestro corazón y nuestra situación espiritual por medio de Cristo encanta el alma, entonces la concordia se realizará y el evangelio será predicado.

      Lección: Que nos maravillemos ante nuestra riqueza, que obremos para la unidad, que testifiquemos por fidelidad y que adoremos ante la grandeza divina.

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