martes, 30 de abril de 2024

Viviendo por encima del promedio (10)

 

Mi capitán


Una profesora de una escuela pública en Melrose, Massachusetts, les había asignado a sus alumnos memorizar "Invicto", de William Ernest Henley, y recitarlo en clase. Este poema es generalmente considerado un clásico de la literatura inglesa, y ella pensó que sus estudiantes deberían familiarizarse con él. Inspira a las personas irreflexivas por su espíritu de poder, independencia y valentía.

De hecho, "Invicto" es completamente impío. Cuestiona la existencia de Dios y se burla de Él en caso de que existiera. El autor se jacta de su propia autosuficiencia. No necesita a ningún Dios para determinar su suerte o decirle qué hacer. Desafía al Todopoderoso. Aquí está el poema:

"Invicto"

Más allá de la noche que me cubre

negra como el abismo insondable,

doy gracias a los dioses que pudieran existir

por mi alma invicta.

En las azarosas garras de las circunstancias

nunca me he lamentado ni he pestañeado. Sometido a los golpes del destino

mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.

Más allá de este lugar de cólera y lágrimas donde yace el Horror de la Sombra,

la amenaza de los años

me encuentra, y me encontrará, sin miedo.

No importa cuán estrecho sea el portal,

cuán cargada de castigos la sentencia,

soy el amo de mi destino:

soy el capitán de mi alma.

 

Estas palabras le plantearon un problema a Edith Vail, una chica cristiana de la clase. Recitar este poema públicamente en la clase sería una negación de lo que ella creía. Sería deshonrar a Aquel que ella reconoció como su Maestro y Capitán. De hecho, sintió que sería una blasfemia en contra de su Señor y Salvador.

Había solo una cosa para hacer. Fue hacia la profe sora, y con cortesía le explicó su situación. No fue combativa ni irrespetuosa. La profesora intentó razonar con ella. Le explicó que Edith no tenía que estar de acuerdo con los sentimientos del poema, pero que ella debería conocerlo como una gran pieza de literatura. Era inútil. Edith había trazado una línea en la arena. Sus convicciones no eran negociables.

La profesora sintió que aquí había un caso de real insubordinación. Reportó a Edith a la administración de la escuela, pero no se detuvo allí. Alguien lo reportó a los periódicos locales y pronto se transformó en una noticia pública. Salía en las portadas: una estudiante que se negó obstinadamente a obedecer a su profesora. Edith fue comparada con los testigos de Jehová, quienes se niegan a jurar fidelidad a la bandera. Obviamente ella era miembro de una secta rebelde y posiblemente anti-americana.

Los cristianos de toda el área oraron fervientemente por Edith. Luego una creyente vino en su rescate con una brillante sugerencia. Le contó que hay una versión cristiana del poema de Hewnley, por Dorothy Day. Quizás la maestra le permitiría recitarlo en lugar del otro. Y eso fue lo que sucedió. Edith llevó la versión cristianizada y se la mostró a la profesora. Para su gran sorpresa, la profesora estuvo de acuerdo.

Edith se paró delante de la clase y recitó lo siguiente:

Mi capitán

De la luz que me encandila,

Brillante como el sol de polo a polo,

Le agradezco a Dios que sé que existe,

Por Cristo, el Conquistador de mi alma.

Debido a que Suya es la influencia de

las circunstancias

No me estremeceré ni clamaré en alta voz.

Bajo la norma que los hombres llaman azar

Mi cabeza se inclina humildemente con alegría.

Más allá de este lugar de pecado y lágrimas

'[Esa vida con Él! Y suya es la ayuda

Que a pesar de la amenaza de los años

Me mantiene y me mantendrá sin temor.

No tengo miedo, aunque la puerta sea angosta,

Él limpió de castigo el libreto;

Cristo es el Amo de mi destino,

Cristo es el Capitán de mi alma.

Dios había hecho que la ira del hombre Lo alabara. Él había vindicado a una valiente joven creyente que estuvo dispuesta a sufrir de abuso verbal por su lealtad a Cristo. El llevó un gran número de personas cara a cara con el Cristo ineludible.

Se debe tener una convicción férrea para ser fiel a Jesús cuando todo el mundo parece estar en nuestra contra. Edith Vail fue de aquellos que tienen lo que se necesita.

William Macdonald

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