11.1
al 16: El reconocimiento del señorío
Debemos comenzar nuestra meditación sobre estos
versículos con el último: “Si alguno quiere ser contencioso, nosotros no
tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios”, y de esta manera aprender que
lo que Pablo ha venido diciendo a partir del v. 2 no era aplicable tan sólo a
Corinto. Parece que era su enseñanza dondequiera que iba, y en este orden de
ideas es significativo el pronombre “nosotros”. Una buena traducción es: “Si
alguno busca argumento sobre esto, sólo puedo decir que nosotros y las iglesias
de Dios en general nos ceñimos a esta regla sobre esta materia”.
En nuestro pasaje encontramos el señorío expuesto en los
vv 2 y 3, y el señorío aplicado en los vv 4 al 15.
Muchos detalles en Corinto merecían la complacencia del
apóstol, pero hacía falta corrección en este asunto del señorío. Todo varón
tiene una cabeza: Cristo. La mujer, toda mujer en los vv 3 y 15, tiene una
cabeza: el varón. Cristo tiene una Cabeza: Dios. Es orden divino, y no un
concepto apostólico, ni es algo que se puede descartar en nuestros tiempos de
mentalidad unisex.
Esto será
manifiesto donde cada sexo reconoce fielmente a su respectiva cabeza, no sólo
en un símbolo sencillo sino también en la práctica general. En los ejercicios
espirituales, el varón quitará cualquier cubierta de su cabeza (y ni siquiera
dejará que su cabello crezca hasta largo, v. 14); lo hace en reconocimiento y
honra de su Cabeza, v. 4. Al contrario, la mujer pondrá una cubierta sobre su
cabeza (sin haber rasurado la cabeza, porque su cabello es una segunda
cubierta, v. 15); lo hace en reconocimiento del varón, a saber, el sexo
masculino, vv 5, 13.
La oración y
profecía del v. 5 no puede autorizar una actividad pública, porque Pablo trata
esto en el capítulo 14. Dice aquí que la desobediencia de la mujer en este
asunto equivale quitar el cabello de un todo, vv 5, 6.
Da la impresión
que la emancipación de mujeres que efectuó el evangelio había dado lugar a
licencia en la asamblea, y Pablo discernía la necesidad de control apostólico.
En los vv 8 al 12 él expone la necesidad de las posiciones relativas de los
sexos. Los ángeles, quienes siempre oyen la voz del Señor, están observando
nuestra conducta y por esto es preciso una señal de autoridad, v. 10.
Lección: Así como Cristo siempre reconocía y agradaba a la Cabeza
suya, que nosotros también reconozcamos la nuestra, para que de esta manera
Dios sea glorificado
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