Creyentes fuera de su lugar
Hubo
diferentes factores que llevaron a hombres santos, en la antigüedad y en el
presente, a ponerse al margen de sus responsabilidades. Unos por temor
infundado o por un vuelco en su fe; otros por desanimación se creyeron
fracasados; otros que por ambiciones desmedidas no se conformaron al presente;
y otros que se esmeraron en complacer los sentidos con las cosas que el mundo
ofrece. Para unos Dios guardó silencio, a otros les disciplinó; y para los
terceros mostró el peso de su rigor.
Abundan los ejemplos detallados de esas personas que
introdujeron un paréntesis en su vida espiritual. Esos eventos que les
acontecieron fueron necesarios a aquellos, para que nosotros no caigamos en sus
errores, y si caemos, nos levantamos como ellos se irguieron. Entre estos casos
tenemos a Elías, David y Noemí, que consideraremos de inmediato.
·
Elías
Elías es
llamado el profeta de fuego, semejante a Josué que pidió a Dios que el sol y la
luna se detuviesen, “y el sol se detuvo y la luna se paró”. (Josué 10:12-14)
Asimismo Elías, en varias ocasiones, pidió que cesara la lluvia o que
descendiese la lluvia, y así sucedió. (1 Reyes 18:37,38, 17:1-18, 18:41-45, 2
Reyes 1:9-12) Pero llegó el momento en que él se desanimó, acobardado por la
amenaza de Jezabel. Entonces huyó y se metió en una cueva, donde pasó la noche.
Y vino a él palabra de Jehová, que le dijo: “¿Qué haces aquí Elías?” (1 Reyes
19:1-9) Él se había puesto al margen de su deber.
Y
cuántos hay hoy día, peores que Elías, que sufren manía persecutoria, se
marginan ellos mismos, no por su fe o por confesar a Cristo, sino por cobardía
de enfrentase a los problemas en su asamblea, en su familia o en su economía.
Otros hay muy delicados, como la mata dormidera que no se pueda tocar, a
quienes cualquier reclamo o exhortación los disgusta; se van a otro lugar o se
encuevan, sin calcular las pérdidas para la obra del Señor. Pablo no quiso que
Timoteo fuese contagiados de ese espíritu, inofensivo pero dañino al desarrollo
de la obra. Le dijo: “No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni
de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el
poder de Dios”. (2 Timoteo 1:8)
· David
Otro caso
es el de David, ese hombre de Dios que dio pruebas evidentes de una fe robusta.
(1 Samuel 17:45-47) Debió ser emocionante y atractivo ver a aquel joven
enfrentarse y darle muerte al gigante provocador y blasfemo. Además, David fue
el hombre que hizo las guerras de Dios para librar a su pueblo. Pero ese mismo
David, que había probado que Dios era con él, librándole muchas veces de las
manos de Saúl, da un vuelco en su fe, y sin consultar con Dios dice: “Al fin
seré muerto algún día por la mano de Saúl; nada, por tanto, me será mejor que
fugarme a la tierra de los filisteos, para que Saúl no se ocupe de mí”. (1
Samuel 27:1)
¿Cuánto
le costaría a David el flete para transportar a sus dos mujeres con todos sus
bártulos? Ahora sí se olvidó de aquella represión injusta que le hizo su
hermano mayor una vez: “¿Y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el
desierto?” (1 Samuel 17:28)
Pero
Dios llama y reprende de diferentes maneras a los que ama. David se puso al
margen de la asamblea, pasándose a los filisteos, y en la ocasión en que éstos
iban a pelear contra Israel, “David y sus hombres iban en la retaguardia con
Aquis”. Pero entonces “dijeron los príncipes de los filisteos: “¿Qué hacen aquí
los hebreos?” (1 Samuel 29:1-3) Con su actitud David le restó méritos a su
premio, por no esperar unos días.
Cuántos
somos como David, pues en momentos de perplejidad cavilamos, y resolvemos sin
consultar ni esperar la voluntad del Señor. Muchos hay que, por la educación y
patrimonio para los hijos, por una vida más cómoda, o un sueldo mayor, han
dicho: “Esto haré”, y con su familia y sus enseres emprenden la huida,
poniéndose al margen de los problemas de su propia asamblea. Algunos han
prosperado materialmente, pero desgraciadamente han perdido el 95% de su
espiritualidad con toda la familia. Así ocurrió a David, quien tuvo que
derramar muchas lágrimas y pelear una guerra fuerte para recuperar las pérdidas
y volver a su propio lugar. (1 Samuel capítulo 30)
· Noemí
El tercer
ejemplo es el de Noemí. Aquella era la esposa, más inteligente que su marido, y
su nombre es más ilustre en la Biblia que el de Elimelec. Pero a Noemí le faltó
la espiritualidad y oración, ya que, si bien la situación económica estaba un
poco estrecha en Belén, ¡cuán “placentera” se sentía Noemí en medio de su
pueblo! Pero dejó atrás, en su congregación, ese ministerio de animación y
gozo; sólo quedó el recuerdo. “Placentera”, porque no pensó que con el Señor no
se justifica la aventura, porque Él no se equivoca.
Pocos
años después, Noemí empieza a probar los resultados de su marginación. Muere su
esposo, sus hijos se casan con mujeres inconversas, muere también un hijo, y
después muere el otro. Quizás al principio todo iba bien, todos trabajaban y
había buena cosecha, pero Dios no se adelanta ni se atrasa. Él anda con los
años, y fue a los diez años cuando Noemí percibió aquella metamorfosis de
“placentera” a “amarga”. (Rut 1:1-22)
“Pero
fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir.
Porque el Señor no desecha para siempre; antes si aflige, también se compadece
según la multitud de sus misericordias; porque no aflige ni entristece
voluntariamente a los hijos de los hombres”. (1 Corintios 10:13, Lamentaciones
3:31-33)
José Naranjo
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