viernes, 29 de diciembre de 2023

¿Qué haces aquí?

 Creyentes fuera de su lugar


Hubo diferentes factores que llevaron a hombres santos, en la antigüedad y en el presente, a ponerse al margen de sus responsabilidades. Unos por temor infundado o por un vuelco en su fe; otros por desanimación se creyeron fracasados; otros que por ambiciones desmedidas no se conformaron al presente; y otros que se esmeraron en complacer los sentidos con las cosas que el mundo ofrece. Para unos Dios guardó silencio, a otros les disciplinó; y para los terceros mostró el peso de su rigor.

Abundan los ejemplos detallados de esas personas que introdujeron un paréntesis en su vida espiritual. Esos eventos que les acontecieron fueron necesarios a aquellos, para que nosotros no caigamos en sus errores, y si caemos, nos levantamos como ellos se irguieron. Entre estos casos tenemos a Elías, David y Noemí, que consideraremos de inmediato.

· Elías

Elías es llamado el profeta de fuego, semejante a Josué que pidió a Dios que el sol y la luna se detuviesen, “y el sol se detuvo y la luna se paró”. (Josué 10:12-14) Asimismo Elías, en varias ocasiones, pidió que cesara la lluvia o que descendiese la lluvia, y así sucedió. (1 Reyes 18:37,38, 17:1-18, 18:41-45, 2 Reyes 1:9-12) Pero llegó el momento en que él se desanimó, acobardado por la amenaza de Jezabel. Entonces huyó y se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, que le dijo: “¿Qué haces aquí Elías?” (1 Reyes 19:1-9) Él se había puesto al margen de su deber.

Y cuántos hay hoy día, peores que Elías, que sufren manía persecutoria, se marginan ellos mismos, no por su fe o por confesar a Cristo, sino por cobardía de enfrentase a los problemas en su asamblea, en su familia o en su economía. Otros hay muy delicados, como la mata dormidera que no se pueda tocar, a quienes cualquier reclamo o exhortación los disgusta; se van a otro lugar o se encuevan, sin calcular las pérdidas para la obra del Señor. Pablo no quiso que Timoteo fuese contagiados de ese espíritu, inofensivo pero dañino al desarrollo de la obra. Le dijo: “No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios”. (2 Timoteo 1:8)

· David

Otro caso es el de David, ese hombre de Dios que dio pruebas evidentes de una fe robusta. (1 Samuel 17:45-47) Debió ser emocionante y atractivo ver a aquel joven enfrentarse y darle muerte al gigante provocador y blasfemo. Además, David fue el hombre que hizo las guerras de Dios para librar a su pueblo. Pero ese mismo David, que había probado que Dios era con él, librándole muchas veces de las manos de Saúl, da un vuelco en su fe, y sin consultar con Dios dice: “Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl; nada, por tanto, me será mejor que fugarme a la tierra de los filisteos, para que Saúl no se ocupe de mí”. (1 Samuel 27:1)

¿Cuánto le costaría a David el flete para transportar a sus dos mujeres con todos sus bártulos? Ahora sí se olvidó de aquella represión injusta que le hizo su hermano mayor una vez: “¿Y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto?” (1 Samuel 17:28)

Pero Dios llama y reprende de diferentes maneras a los que ama. David se puso al margen de la asamblea, pasándose a los filisteos, y en la ocasión en que éstos iban a pelear contra Israel, “David y sus hombres iban en la retaguardia con Aquis”. Pero entonces “dijeron los príncipes de los filisteos: “¿Qué hacen aquí los hebreos?” (1 Samuel 29:1-3) Con su actitud David le restó méritos a su premio, por no esperar unos días.

Cuántos somos como David, pues en momentos de perplejidad cavilamos, y resolvemos sin consultar ni esperar la voluntad del Señor. Muchos hay que, por la educación y patrimonio para los hijos, por una vida más cómoda, o un sueldo mayor, han dicho: “Esto haré”, y con su familia y sus enseres emprenden la huida, poniéndose al margen de los problemas de su propia asamblea. Algunos han prosperado materialmente, pero desgraciadamente han perdido el 95% de su espiritualidad con toda la familia. Así ocurrió a David, quien tuvo que derramar muchas lágrimas y pelear una guerra fuerte para recuperar las pérdidas y volver a su propio lugar. (1 Samuel capítulo 30)

· Noemí

El tercer ejemplo es el de Noemí. Aquella era la esposa, más inteligente que su marido, y su nombre es más ilustre en la Biblia que el de Elimelec. Pero a Noemí le faltó la espiritualidad y oración, ya que, si bien la situación económica estaba un poco estrecha en Belén, ¡cuán “placentera” se sentía Noemí en medio de su pueblo! Pero dejó atrás, en su congregación, ese ministerio de animación y gozo; sólo quedó el recuerdo. “Placentera”, porque no pensó que con el Señor no se justifica la aventura, porque Él no se equivoca.

Pocos años después, Noemí empieza a probar los resultados de su marginación. Muere su esposo, sus hijos se casan con mujeres inconversas, muere también un hijo, y después muere el otro. Quizás al principio todo iba bien, todos trabajaban y había buena cosecha, pero Dios no se adelanta ni se atrasa. Él anda con los años, y fue a los diez años cuando Noemí percibió aquella metamorfosis de “placentera” a “amarga”. (Rut 1:1-22)

“Pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir. Porque el Señor no desecha para siempre; antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias; porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres”. (1 Corintios 10:13, Lamentaciones 3:31-33)

José Naranjo

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