En
la economía de la gracia, ya no es cuestión de diezmos; pero la responsabilidad
subsiste para con aquél "que es enseñado en la palabra, haga partícipe de
toda cosa buena al que lo instruye" (Gálatas 6:6). El obrero es digno de
su salario y el Señor ha ordenado que "los que anuncian el evangelio, que
vivan del evangelio" (1 Corintios 9: 14).
Si
ya desde nuestra adolescencia nos despreocupamos de los siervos del Señor y de
sus diversas necesidades en la obra, ¿quién garantizara que lo haremos más
tarde? Así pues, desde que se dispone de algo de dinero, bien sea regalado o el
resultado de nuestro trabajo, tenemos que ejercitarnos de verdad delante del
Señor, para discernir qué parte vamos a dedicar a su servicio y a las numerosas
necesidades que encontremos en el camino, si es que sabemos abrir bien los
ojos.
Al
citar el pasaje del principio de estas líneas, nuestro deseo no era hablar
solamente de la parte material. En efecto, el "alimento" en la casa
de Dios no se ajusta sólo a las necesidades materiales de los servidores del Señor,
sino que nos habla ante todo de lo que es necesario a las almas para prosperar
espiritualmente.
En
el Nuevo Testamento, el pueblo de Dios, el cuerpo de Cristo, no crece solamente
por el efecto del ministerio de algunas personas llamadas a servir al Señor,
mas según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir
edificándose en amor" (Efesios 4: 16); dicho de otra manera: cada uno de nosotros,
hermano o hermana, que ama al Señor es llamado a aportar para el bien del
pueblo de Dios, los diezmos de lo que ha recogido en el campo de la Palabra.
En
este dominio, también se puede "robar a Dios" de dos maneras: o no se
cultiva su campo y no se produce nada sin diezmos disponibles, o bien se guarda
para sí, egoístamente, aquello que ha hecho gozar a nuestras almas, sin
compartirlo con los demás.
"Pasé
junto al campo del hombre perezoso…, y he aquí que habían crecido los espinos;
ortigas habían ya cubierto su faz…, miré, y lo puse en mi corazón lo vi y tomé
consejo. Un poco de sueño, cabeceando otro poco, poniendo mano sobre mano para
dormir, así vendrá como caminante tu necesidad, y tu pobreza como hombre
armado" (Proverbios 24: 30—34). Este campo, ¿no es sin exagerar el de más
de uno de nosotros? En vez de aprovechar los años, en los cuales, si se quiere,
se tiene aún tiempo libre para estudiar la Palabra, se la descuida, leyendo solo
aquellos versículos que podernos encontrar en la hoja diaria de nuestro
calendario. . . así la pobreza espiritual nos sobreviene. Nuestra respuesta será
que no queríamos dormirnos, ni cruzarnos de brazos, sino solo descansar un
poco. Y no nos damos cuenta de que el enemigo se sirve de todo esto para que
nuestro campo produzca muy poco, o tal vez nada.
¿Exageramos
acaso? Entonces ¿por qué en tantas asambleas no se encuentran maestros capaces
para la escuela dominical, no se ocupan o muy poco, de tantos niños de
"afuera" a los que tan fácilmente se podrían reunir una vez a la
semana para hablarles del Señor Jesús? y más tarde, ¿por qué en las iglesias,
hay tantas bocas cerradas en la reunión de oración, en el culto o en la reunión
de estudio? El campo no ha sido cultivado.
Por
supuesto que encontramos jóvenes que desean fervientemente alimentar sus almas
con la Palabra de Dios. Pero, ¿no tienen frecuente tendencia a guardar para si
este tesoro? Y así también "roban a Dios" y no aportan a su casa
"todos los diezmos”. Timidez, falta de energía, falta de ejercicio para
“empezar” … el enemigo sabe muy bien que obstáculo debe poner frente a cada uno
según su temperamento. Y ¡cuántos enfermos se gozarían al recibir un resumen de
una reunión, verbalmente o por escrito! ¡Cuánto consuelo se podría aportar a la
familia, parentela o amigos, cuando un joven, hombre o mujer, tiene en su
corazón el deseo si la ocasión se presenta, de hacerles partícipes de lo que ha
encontrado en la Palabra! ¡Cuánto gozo en la asamblea, cuando jóvenes hermanos
se sienten llamados a orar, a preguntar sobre la Palabra, o bien participar
activamente en el culto!
“Probadme
ahora en esto, dice el Señor de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de
los cielos, y derramaré sobre vosotros bendici6n hasta que sobreabunde"
(Malaquías 3: I0) Amigos lectores, al oír estas palabras, ¿no os sentís tocados
en el corazón?
Se
dice que "el agua estancada se pudre"; lo que también se puede
aplicar al terreno espiritual. Que el canal de entrada pueda estar libre para
que el agua viva de la Palabra llene nuestro coraz6n, y que el canal de salida
esté también abierto para poder esparcir a su alrededor toda la bendici6n del Altísimo.
Diezmo
en el plano material, diezmo en él espiritual diezmo en el uso del tiempo, - “traed todos los diezmos”. No es
necesariamente la décima parte la que el Señor nos pide, sino una proporción,
quizá variable según las circunstancias o las posibilidades, pero no fijada de
una manera egoísta, sino bajo la mirada del Señor y con el profundo deseo de
complacerle.
Georges
André
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