viernes, 29 de diciembre de 2023

TODOS LOS DIEZMOS

 


"Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa" (Malaquías 3: 10).


Los israelitas debían traer regularmente a la casa de Dios, los diezmos previstos por la ley, para asegurar el mantenimiento de los siervos de Dios, sacerdotes y levitas. Vemos en Nehemías que los levitas y los cantores “tuvieron que huir cada uno a su campo”, porque no se había provisto para sus porciones. En Malaquías, el Señor acusa a su pueblo de robarle en los diezmos y las ofrendas, porque guardaban para ellos lo que pertenecía a Dios.

En la economía de la gracia, ya no es cuestión de diezmos; pero la responsabilidad subsiste para con aquél "que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye" (Gálatas 6:6). El obrero es digno de su salario y el Señor ha ordenado que "los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio" (1 Corintios 9: 14).

Si ya desde nuestra adolescencia nos despreocupamos de los siervos del Señor y de sus diversas necesidades en la obra, ¿quién garantizara que lo haremos más tarde? Así pues, desde que se dispone de algo de dinero, bien sea regalado o el resultado de nuestro trabajo, tenemos que ejercitarnos de verdad delante del Señor, para discernir qué parte vamos a dedicar a su servicio y a las numerosas necesidades que encontremos en el camino, si es que sabemos abrir bien los ojos.

Al citar el pasaje del principio de estas líneas, nuestro deseo no era hablar solamente de la parte material. En efecto, el "alimento" en la casa de Dios no se ajusta sólo a las necesidades materiales de los servidores del Señor, sino que nos habla ante todo de lo que es necesario a las almas para prosperar espiritualmente.

En el Nuevo Testamento, el pueblo de Dios, el cuerpo de Cristo, no crece solamente por el efecto del ministerio de algunas personas llamadas a servir al Señor, mas según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor" (Efesios 4: 16); dicho de otra manera: cada uno de nosotros, hermano o hermana, que ama al Señor es llamado a aportar para el bien del pueblo de Dios, los diezmos de lo que ha recogido en el campo de la Palabra.

En este dominio, también se puede "robar a Dios" de dos maneras: o no se cultiva su campo y no se produce nada sin diezmos disponibles, o bien se guarda para sí, egoístamente, aquello que ha hecho gozar a nuestras almas, sin compartirlo con los demás.

"Pasé junto al campo del hombre perezoso…, y he aquí que habían crecido los espinos; ortigas habían ya cubierto su faz…, miré, y lo puse en mi corazón lo vi y tomé consejo. Un poco de sueño, cabeceando otro poco, poniendo mano sobre mano para dormir, así vendrá como caminante tu necesidad, y tu pobreza como hombre armado" (Proverbios 24: 30—34). Este campo, ¿no es sin exagerar el de más de uno de nosotros? En vez de aprovechar los años, en los cuales, si se quiere, se tiene aún tiempo libre para estudiar la Palabra, se la descuida, leyendo solo aquellos versículos que podernos encontrar en la hoja diaria de nuestro calendario. . . así la pobreza espiritual nos sobreviene. Nuestra respuesta será que no queríamos dormirnos, ni cruzarnos de brazos, sino solo descansar un poco. Y no nos damos cuenta de que el enemigo se sirve de todo esto para que nuestro campo produzca muy poco, o tal vez nada.

¿Exageramos acaso? Entonces ¿por qué en tantas asambleas no se encuentran maestros capaces para la escuela dominical, no se ocupan o muy poco, de tantos niños de "afuera" a los que tan fácilmente se podrían reunir una vez a la semana para hablarles del Señor Jesús? y más tarde, ¿por qué en las iglesias, hay tantas bocas cerradas en la reunión de oración, en el culto o en la reunión de estudio? El campo no ha sido cultivado.

Por supuesto que encontramos jóvenes que desean fervientemente alimentar sus almas con la Palabra de Dios. Pero, ¿no tienen frecuente tendencia a guardar para si este tesoro? Y así también "roban a Dios" y no aportan a su casa "todos los diezmos”. Timidez, falta de energía, falta de ejercicio para “empezar” … el enemigo sabe muy bien que obstáculo debe poner frente a cada uno según su temperamento. Y ¡cuántos enfermos se gozarían al recibir un resumen de una reunión, verbalmente o por escrito! ¡Cuánto consuelo se podría aportar a la familia, parentela o amigos, cuando un joven, hombre o mujer, tiene en su corazón el deseo si la ocasión se presenta, de hacerles partícipes de lo que ha encontrado en la Palabra! ¡Cuánto gozo en la asamblea, cuando jóvenes hermanos se sienten llamados a orar, a preguntar sobre la Palabra, o bien participar activamente en el culto!

“Probadme ahora en esto, dice el Señor de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendici6n hasta que sobreabunde" (Malaquías 3: I0) Amigos lectores, al oír estas palabras, ¿no os sentís tocados en el corazón?

Se dice que "el agua estancada se pudre"; lo que también se puede aplicar al terreno espiritual. Que el canal de entrada pueda estar libre para que el agua viva de la Palabra llene nuestro coraz6n, y que el canal de salida esté también abierto para poder esparcir a su alrededor toda la bendici6n del Altísimo.

Diezmo en el plano material, diezmo en él espiritual diezmo en el uso del tiempo, - “traed todos los diezmos”. No es necesariamente la décima parte la que el Señor nos pide, sino una proporción, quizá variable según las circunstancias o las posibilidades, pero no fijada de una manera egoísta, sino bajo la mirada del Señor y con el profundo deseo de complacerle.

Georges André

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