jueves, 12 de noviembre de 2020

¿Qué es el espiritismo?

 ¿Qué es el espiritismo?

Al terminar una reunión de evangelización en la cual la Palabra de Dios había sido presentada a un numeroso auditorio, un amigo creyente vino a decirme que tres jóvenes señoras estaban fuera y que deseaban hablar conmigo. Querían saber cuál era mi opinión sobre el espiritismo.


Esta petición me sorprendió vivamente, pues, cosa bastante rara, la noche anterior, estando en casa de ese mismo amigo, habíamos hablado hasta una hora muy avanzada acerca del espiritismo. Habíamos recordado algunos de los hechos más remarcables que se relacio­nan con ese tema y que prueban la realidad de muchas de sus creencias. Parecía como si el Señor me hubiese preparado para esta entrevista, cuyos resultados debían ser bendecidos. Respondí a mi amigo:

    No tengo mucho que decir sobre este asunto, pero estaré contento de poder hablar con ellas.

Las tres jóvenes señoras me fueron presentadas y me dijeron:

    Hemos venido a preguntarle qué piensa usted del espiritismo.

   Creo firmemente en él.

   ¿Piensa que es bueno o que es malo?

   Considero que es satánico.

Estas palabras les chocaron un poco y expresaron la dificultad que tenían para creer que los buenos conse­jos dados por los espíritus pudieran proceder de Sata­nás. Tenían la costumbre de reunirse cada semana y consultarles sobre diferentes temas. Sus relaciones con los espíritus eran de un carácter exclusivamente reli­gioso. Les pedían, por ejemplo, la explicación de pasa­jes de la Escritura que les eran difíciles de comprender, y siempre, decían, obtenían alguna luz. Poseían páginas llenas de respuestas manuscritas a estas preguntas. Yo temblaba al oírles relatar tranquilamente sus relaciones habituales con las potestades de las tinieblas.

    No caigan ustedes en un error —les dije— "porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz" (2 Corintios 11: 14). Pero, ¿qué es lo que les ha lle­vado a ustedes a pedir mi punto de vista sobre este asunto?

    Acudimos a la sala de reuniones hacia el final de la predicación. Habíamos estado ya en la iglesia, cuando de repente nos acordamos que esta noche tenía que haber un servicio aquí y nos decidimos a venir, si bien ya era demasiado tarde. En el momento que entra­mos, usted pronunciaba estas palabras: «Si vuestros pecados no han sido perdonados antes de morir, no lo serán nunca». Entonces nos dijimos la una a la otra: «O este hombre dice una mentira, o los espíritus nos han engañado».

   ¿Qué les dicen, pues, los espíritus?

    Que todos pasarán por una prueba purificadora después de la muerte, y que, aunque se muera siendo malo, se llegará finalmente al «río de la luz». La prueba será más o menos larga, más o menos dolorosa, pero el resultado será la perfección de todos.

    En tal caso, los espíritus son espíritus de men­tira —repliqué—, ya que las Escrituras declaran que Cristo ofreció "un solo sacrificio por los pecados" (Hebreos 10: 12) y que "con una sola ofrenda hizo per­fectos para siempre a los santificados" (v. 14). Los espí­ritus con los que ustedes han estado en comunicación han intentado dar un golpe mortal a Cristo y a su sacri­ficio expiatorio. Son malos espíritus. La Palabra de Dios declara que solamente hay un camino para la sal­vación; los espíritus les han indicado otro. Son espíritus de mentira. Les han enseñado el error fatal de que todos finalmente serán salvos después de la muerte, aun aque­llos que hayan rechazado a Cristo mientras vivían. La Palabra de Dios dice: "En ningún otro (o sea Cristo crucificado por los hombres, pero a quien Dios resucitó de entre los muertos) hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que poda­mos ser salvos" (Hechos 4:12); pero los espíritus dicen: «Todo irá bien para usted sin Él». ¿A quién creer? ¿A Dios y a su Palabra o a los espíritus de las tinieblas?

La vida del hombre aquí abajo es tan corta y llena de dolores, que la mayoría de los hombres desean atravesar el velo que cubre el porvenir oscuro y desconocido que sigue a nuestra existencia sobre la tierra. Se empieza con brillantes esperanzas, pero pronto surge el desen­canto, cuando se descubre que todo es "vanidad y aflic­ción de espíritu" (Eclesiastés 2: 11). Pero, ¿no hay nada en el más allá? ¿El hombre es semejante a las bestias del campo? ¿No nos espera un destino más noble? ¿Quién puede decírnoslo con certeza? ¿La Biblia? ¡Ah! este libro habla a la conciencia del hombre. Le dice en térmi­nos exentos de adulación que es un pecador y que des­pués de la muerte viene el juicio. Le revela que después de la muerte el destino de cada uno está ya fijado y no puede cambiarse. Es preciso que uno sea salvo antes de la muerte o no lo será en absoluto; el perdón de los pecados es ofrecido a todos sin excepción con la simple condición de creer en la persona y en la obra del Señor Jesucristo, pero si todo esto no se acepta de este lado de la tumba, no puede ser concedido del otro. «Si vuestros pecados no son perdonados antes de la muerte, no lo serán nunca», he aquí lo que había conducido a estas pobres víctimas de Satanás a indagar con ansiedad la verdad; pero esta doctrina de las Escrituras es desagra­dable a los hombres y lo será cada día más a medida que nos acercamos a la apostasía final.

Es esta terrible incertidumbre en cuanto al porvenir la que, en mi opinión, hace que el espiritismo sea tan atrayente para tantas personas. A medida que la fe en el testimonio de las Escrituras disminuye, los hombres se vuelven hacia estas potencias ocultas para obtener por medio de ellas, si es posible, algunos atisbos de ese largo «más allá».

Continuará

LA SEGUNDA EPÍSTOLA A TIMOTEO (10)

 


Por
Hamilton Smith

3. La senda del Piadoso en un Día de Ruina

 

Capítulo 2

(c) La senda de Dios para el individuo en un día de ruina (versículos 19-22)


(Vv. 20, 21). En segundo lugar, no solos debemos separarnos de la iniquidad sino también de las personas asociadas con el mal, llamados aquí utensilios para usos viles (RVR60), o vasos para deshonra (V.M.). El apóstol utiliza la ilustración de una gran casa de un hombre de mundo para presentar la condición en que la Cristiandad ha caído. Aquello que toma el lugar en la tierra de ser la casa de Dios, en lugar de estar aparte del mundo y en contraste al mundo, ha llegado a ser como el mundo y como las casas del mundo, en las que hay utensilios (o vasos) de diferentes materiales utilizados para diferentes propósitos, pero en las cuales los utensilios (o vasos) para usos honrosos pueden ser hallados en contacto con utensilios (o vasos) para usos viles (o para deshonra). Si, no obstante, un utensilio (o vaso) ha de ser útil al Señor (o útil al Dueño), no debe estar en contacto con un utensilio para uso vil (o para deshonra).

            De este modo, el creyente que será útil al Señor es aquel que “se limpia él mismo” de utensilios para usos viles. Se ha señalado que el único otro lugar en el Nuevo Testamento en que la palabra traducida "limpia" es usada es en 1 Corintios 5:7, donde la asamblea de Corintios es instruida de este modo, "limpiaos...de la vieja levadura". Cuando la asamblea estaba en su condición normal, y un perverso era hallado en medio de ellos, se les había instruido “quitar” de entre ellos mismos a la persona perversa. (1 Corintios 5:13). Aquí (v. 20), el apóstol prevé un tiempo cuando la masa profesante estará en una condición tan baja que no habrá poder para quitar al perverso. En una condición tal, cuando toda reconvención piadosa es en vano, los piadosos son instruidos a separarse de los utensilios para usos viles. En ambos casos el principio en el mismo: no debe haber ninguna asociación entre el piadoso y el impío. Para rechazar tal asociación, en un caso - la condición normal - la asamblea debe “limpiarse... de la vieja levadura”: en el otro caso - cuando ya no hay poder para lidiar con el mal - el instrumento para honra debe “limpiarse él mismo” de los utensilios para usos viles separándose de ellos. Alguien ha dicho, Por consiguiente, si cualquiera que lleva el Nombre del Señor, y bajo el pretexto de la unidad, o por amor a la comodidad, o por parcialidad para con sus amigos, tolera el mal que la Escritura muestra que Dios aborrece, un hombre piadoso no tiene otra opción, sino que está obligado a oír la palabra divina y a limpiarse de estos vasos para deshonra.'

            Así, está claro que debemos dejar de hacer el mal antes de aprender a hacer el bien; ya que es solamente separada del mal que cualquier persona es santificada e idónea para el uso que le quiera dar el Señor y preparada para toda buena obra. La medida de nuestra separación será la medida de nuestra preparación. Alguien ha dicho con razón, “En cada época de la iglesia cualquier pequeño esfuerzo por obedecer este mandato ha tenido su recompensa, ya sea que haya sido observado por uno o por más; y quienquiera que se tome el trabajo de investigar el curso de cualquier distinguido siervo del Señor, o de una compañía de creyentes, hallará que la separación del mal circundante fue una de las características principales, y que el servicio y la honra fueron proporcionales a esto, pero que disminuyeron y menguaron cuando esta llave al servicio fue descuidada o no fue utilizada.”

            Para su aliento y estímulo, aquel que actúa conforme a este mandato, se asegura que no sólo será útil para el Señor, sino que él será un "instrumento para honra." Él puede tener que enfrentar las afrentas, e incluso la burla, de aquellos de quienes se separa, pero, dice el apóstol que “será instrumento para honra."

            Estos versículos muestran que la separación es de un carácter doble; primero, debemos retirarnos de todo sistema inicuo; en segundo lugar, debemos separarnos de personas deshonrosas.

            Aquí, entonces, está nuestra autorización para que el individuo se separe de todos estos grandes sistemas de los hombres, que desechan a Cristo como la única Cabeza de Su cuerpo, en los que creyentes e incrédulos están asociados juntos, y en los que no hay poder para lidiar con el mal o admitir principios que hacen imposible que se pueda lidiar con el mal.[1]

(V. 22). La instrucción a separarse del mal es seguida por el mandato igualmente importante, "Huye también de las pasiones juveniles." Habiéndonos separado de las corrupciones de la Cristiandad, debemos tener cuidado de no caer en las corrupciones de la naturaleza. "Pasiones juveniles" no sólo aluden a los más indecorosos deseos de la carne, sino también a todas esas cosas que la naturaleza caída desea con la irreflexiva impetuosidad y obstinación de la juventud. Nunca estamos en mayor peligro de actuar en la carne que cuando hemos actuado en infidelidad al Señor. Alguien ha dicho, 'podemos ser seducidos al relajo moral a través de nuestra satisfacción en nuestra separación eclesiástica.' Cuan razonable es, entonces, esta exhortación a huir también de las pasiones juveniles, siguiendo, como lo hace, el mandato de apartarse de la iniquidad y separarse de los utensilios para usos viles.

            Habiéndonos separado de las corrupciones de la Cristiandad y habiendo rechazado las corrupciones de la naturaleza, somos exhortados a procurar ciertas grandes cualidades morales las cuales dan un carácter positivo a la senda. No se nos dice que sigamos a algún maestro prominente, aunque debemos reconocer de buena gana todo don, si conduce en la senda que tiene estas marcas. Las cualidades que debemos procurar son "la justicia, la fe, el amor y la paz."

            La justicia viene necesariamente en primer lugar, ya que de lo que se trata aquí es de la senda individual. Habiéndonos separado de la iniquidad debemos juzgar nuestros caminos y ver que todas nuestras relaciones prácticas, sean en conexión con el mundo o con el pueblo de Dios, estén de acuerdo con la justicia.

            Luego viene la fe y esto angosta la senda aún más, ya que la fe tiene que ver con Dios; y no todo camino justo es un camino de fe. La justicia práctica hacia los hombres, en el sentido de un trato honesto los unos con los otros, puede existir sin fe en Dios. La senda de Dios para los Suyos a través de este mundo demanda el ejercicio constante de la fe en el Dios viviente. No sólo necesitamos una senda que caminar, sino que necesitamos fe para caminar la senda.

            El amor es lo que sigue. Si estamos en relaciones correctas con lo demás, y caminando por fe en Dios, nuestros corazones serán libres para sentir una gran compasión por los demás. La "fe en el Señor Jesús" va seguida por el "amor para con todos los santos." (Efesios 1:15; Colosenses 1:4).

            La paz viene al final y en su debido lugar como el resultado de la justicia, de la fe y del amor. La justicia encabeza la lista y la paz la cierra, pues "la semilla cuyo fruto es la justicia se siembra en paz." (Santiago 3:18 - LBLA). A menos que sea guardada por las cualidades que la preceden, procurar la paz puede degenerar en indiferencia a Cristo y en consentimiento del mal.

            Aquí tenemos, entonces, enseñanzas claras para nuestro caminar individual en un día de ruina. Las enseñanzas, no obstante, no finalizan con estas instrucciones individuales, ya que, en este punto, el apóstol pasa de lo que es individual a lo que es colectivo. Él nos dice que estas cualidades han de ser procuradas "con los que invocan al Señor con corazón puro." (V. 22 - VM). Las palabras "con los" (plural) introducen claramente lo que es colectivo. Esto es de la más profunda importancia, ya que, sin esta enseñanza, podríamos preguntarnos, ¿Qué autorización nos da la Escritura para caminar con otros en un día de ruina? Aquí está nuestra autorización: no se nos deja aislados. Siempre habrá otros quienes, en un día de ruina, invocan al Señor con corazón puro. Invocar al Señor es la expresión de dependencia en el Señor y parece especialmente conectada con un día de alejamiento del Señor. En los malvados días de Set leemos que, "Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová." (Génesis 4:26). Así, también, leemos de Abraham, cuando salió de su tierra, y de su parentela y de la casa de su padre, que él "invocó el nombre de Jehová." (Génesis 12:8). De este modo tenemos una compañía que, en lealtad al Señor, se han separado de las corrupciones de la Cristiandad y, en este lugar afuera, caminan en dependencia del Señor, y lo hacen teniendo un corazón puro. Un corazón puro no es uno que afirma ser puro, sino más bien un corazón que, bajo la mirada del Señor, sigue la justicia, la fe, el amor y la paz.

            De esta manera, tenemos una senda determinada señalada por la Palabra de Dios para un día de ruina caracterizada:

·         En primer lugar, por la separación de las corrupciones de la Cristiandad;

·         En segundo lugar, por la separación de las corrupciones de la carne;

·         En tercer lugar, por procurar ciertas cualidades morales;

·         En cuarto lugar, por la asociación con aquellos que invocan al Señor con un corazón puro.

            Si, entonces, unos pocos se hallan reunidos, conforme a estas claras instrucciones, puede surgir la pregunta, ¿Qué principios han de guiarles en su adoración, al recordar al Señor, en sus reuniones para edificación, en su servicio, y en su forma de vida los unos para con los otros y para con el mundo? La respuesta es simple: los tales hallarán de inmediato que todos los principios para el ordenamiento de cada detalle de la asamblea de Dios están disponibles para guiarles, tal como se nos presentan en la Primera Epístola a los Corintios y en otras porciones del Nuevo Testamento, principios que ninguna ruina de la iglesia puede anular. Además, habiéndose separado de los males de la Cristiandad, los tales hallarán que muchos principios e instrucciones para la administración práctica de la iglesia, que difícilmente habría sido posible llevar a cabo en el sistema de los hombres, pueden ser aplicados ahora en sencillez. Así, los que aceptan la senda de Dios en un día de ruina hallarán que aún es posible caminar en la luz de la asamblea tal como fue constituida al principio. Ellos, de hecho, no tratarán de establecer que son la asamblea, o incluso de ser un modelo de la asamblea pues, a lo más, no son más que unos pocos individuos que se han separado de las corrupciones de la Cristiandad y por eso, si dan testimonio, sólo dan testimonio de la condición arruinada de la iglesia en estos días finales, más que ser un modelo de la iglesia en sus tempranos días.


[1] (N. del T.: Algo más sobre estos versículos: "Si, por lo tanto, uno se purificase de éstos separándose de éstos, él será un vaso para honra, santificado, útil para los usos del Dueño, preparado para toda obra buena.", Traducción al español de 2 Timoteo 2:21 de la Versión en inglés de J. N. Darby; "Por lo tanto, si alguien deja de asociarse con esa gente, él llegará a ser un instrumento especial, separado para uso del dueño, preparado para toda obra buena." Traducción al Español de 2 Timoteo 2:21, Internacional Standard Versión);

"Si alguno se limpia" (RVR60) (griego: ean tis ekkatharëi). Pablo deja la metáfora de la casa y toma la del individuo como uno de los «utensilios». Condición de la tercera clase con primer aoristo de subjuntivo activo de ekkathairö, viejo verbo, purificar, en la LXX, en el N.T. sólo aquí y en 1 Corintios 5:7. "De estas cosas" (RVR60). Literalmente, 'de estos'. De los vasos o utensilios de deshonra del versículo 20." (Comentario al Texto Griego del Nuevo Testamento de A. T. Robertson, Editorial Clie.). Ver también Comentario Bíblico de Matthew Henry, Editorial Clie

El que confía en el Señor es bienaventurado

 El que confía en el Señor es bienaventurado

  •  Abraham no titubeó con incredulidad, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, y estando plenamente convencido de que lo que Dios había prometido, poderoso era también para cumplirlo.
  • Los hijos de Judá prevalecieron porque se apoyaron en el SEÑOR, Dios de sus padres.
  •  Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.
  •  No temeremos, aunque la tierra sufra cambios, y aunque los montes se deslicen al fondo de los mares.
  •  Es mejor refugiarse en el SEÑOR que confiar en el hombre. Es mejor refugiarse en el SEÑOR que confiar en príncipes.
  • Por el SEÑOR son ordenados los pasos del hombre, y el SEÑOR se deleita en su camino. Cuando caiga, no quedará derribado, porque el SEÑOR sostiene su mano.
  •  Probad y ved que el SEÑOR es bueno. ¡Cuán bienaventurado es el hombre que en Él se refugia!
  • Temed al SEÑOR, vosotros sus santos, pues nada les falta a aquellos que le temen.

Pr.16: 20; Ro.4:20,21; II Cr.13:18; Sal. 46:1,2; 118:8,9; 37:23,24; 34:8,9.


LA LEY Y LA GRACIA (3)

 

LA LEY Y LA GRACIA

William Kelly

Éxodo 34; 2a. Corintios 3.      

           


            Precisamente así con el Segundo hombre, el postrer Adán. Él ha traído ahora a este lugar común de bendición a todos los que le pertenecen. Todos nosotros con rostro descubierto, o sin velo sobre el rostro (porque esta es la verdadera fuerza de esto), mirando como en un espejo la gloria del Señor. Esto era lo que vio Moisés, y solamente por un momento; considerando lo que es nuestra posición constante. Un cristiano es, todo el tiempo que está aquí abajo, por lo que concierne a la obra de Cristo, una persona con derecho a estar cerca de Dios, a presentarse en la gloria, y para estar él mismo allí; el velo ha sido quitado, Cristo sin un velo. Había un velo, pero está rasgado. Ahora no hay ninguno -ninguno en el corazón del creyente, ninguno sobre el rostro de Cristo o en el nuestro; ha sido quitado completamente. "Nosotros todos, con rostro descubierto, mirando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados en la misma semejanza, de gloria en gloria, así como por el Espíritu del Señor."(V. M.)

            Lo que el Espíritu Santo nos ministra ahora no es meramente un Salvador que bajó a nuestra aflicción y miseria para llevar nuestras iniquidades y pecados, sino ese mismo Salvador después que la obra de gracia está cumplida, cuando Él subió a lo alto a la presencia de Dios como testimonio de su perfección; y nosotros estamos invitados por el Espíritu Santo a mantener nuestros ojos fijos en Él allí, glorificados conforme a la excelencia de la redención. Eso no hará que Su gracia descienda aquí para ser menos preciosa; ni hará que la redención sea menos apreciada, sino mucho más. También imprimirá un carácter celestial a todos nuestros caminos; y esto, y nada menos, es nuestro lugar. "Como es el celestial, así son también los que son celestiales"(la. Corintios 15: 48 - LBLA); y, "así como hemos llevado la imagen del terrenal, llevaremos también la imagen del celestial."(la. Corintios 15: 49 - RV 1909 Actualizada) Entonces será perfecto; ahora sólo es parcial, y según la medida en la que el yo es juzgado.

            Lo que impide el efecto práctico, el poder celestial reflejándose en nosotros, es la actividad no juzgada de nuestra naturaleza. ¿La conocemos? ¿Cuándo es que nos equivocamos? ¿Cuándo es que nos formamos juicios equivocados, y nos volvemos descuidados y mundanos? Simplemente en la misma proporción en que quitamos nuestros ojos de Cristo, tal como Él está ahora en la gloria. Yo les concedo que Cristo es en todas partes para el alma, un medio de preservación. No obstante, no existe un poder así para superar las seducciones del mundo y lo que parece justo y religioso en el mundo; nada lo hará completamente sino Cristo en la gloria. Por lo que respecta a guiar nuestras almas en amor y devoción, Cristo lo hará aquí abajo. Pero Cristo en la gloria apaga la luz de la mejor religión de la tierra, y la hace parecer pálida y chabacana al lado de su resplandor que la sobrepasa. Nosotros estamos invitados, somos llamados como cristianos, a mirarlo continuamente ahora a Él en esa gloria. Que el Señor nos conceda caminar así y encontraremos el fruto de ello, "transformados en la misma semejanza, de gloria en gloria."(Versión Moderna)

            Una palabra más. No hay nada tan peligroso como jugar con la verdad; nada más ruinoso que los hombres usen la verdad más luminosa y sean descuidados sobre los asuntos de la vida diaria. Yo les ruego que recuerden esto. Hay algo incluso de un carácter desagradable acerca de ello cuando fracasamos en los deberes comunes, y sin embargo estamos hablando al mismo tiempo sobre la resurrección y la gloria -la vida y toda la bendición especial de la posición cristiana. Yo les ruego, mis hermanos y hermanas, sobre todo a aquellos de ustedes que son jóvenes (aunque de hecho es una trampa tanto para el anciano como para el joven), que piensen seriamente sobre esto. Es la trampa natural de aquellos que están acostumbrado a una atmósfera de verdad dónde las palabras de Dios son, por así decirlo, un pan habitual de la casa. Nadie está en tal peligro; pero es un peligro porque el ojo y corazón no están en Jesús. Habrá poder dónde hay simplicidad con juicio de uno mismo; en ninguna otra parte.

William Kelly (1820-1906)

Traducido del inglés por: B.R.C.O.

La Primogenitura y la bendición

 La Primogenitura y la bendición

Santiago Saword

Mirad bien ... no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; ... no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas. Hebreos 12.16,17

 


            Los versículos citados son el comentario divino sobre la experiencia trágica de Esaú. Cuando vendió su derecho como el primer hijo, por pan y guisado, no hubo lágrima alguna, pero llegó el “después”, cuando él descubrió que había perdido la bendición. Esaú se había equivocado en gran manera, no habiéndose dado cuenta de que no pudo separar la primogenitura y la bendición. Estamos ante una escena emocionante; el Espíritu Santo nos presenta el cuadro de un varón joven que llora amargamente a la cabecera de su anciano padre.

Lo espiritual y lo temporal

            Una oleada de materialismo y descuido en la manera de vivir está cubriendo el mundo entero en estos tiempos. Nosotros, el pueblo de Dios, estamos en el peligro de asumir el espíritu de Esaú, dándoles una importancia exagerada a las cosas temporales a expensas de las que son eternas. Estas últimas son los privilegios de nuestra primogenitura, comprados a precio infinito por nuestro Señor Jesucristo en el Calvario.

            Hablando en términos generales, podemos decir que la primogenitura para Esaú abarcaba lo que era espiritual: el sacerdocio al estilo de los patriarcas, la herencia y el linaje codiciado del cual vendría el Mesías. La bendición, en cambio, tenía que ver más con beneficios materiales; habla Isaac en Génesis 27.28 de “las grosuras de la tierra y abundancia de trigo”. Esaú era profano (o sea, mundano) en el sentido que él despreció lo espiritual para saciar su apetito carnal. Este peligro está presente siempre para el hijo de Dios.

Dos sacerdocios

            Según 1 Pedro 2.5 hemos sido constituidos un sacerdocio santo, con libertad de acceso hasta la misma presencia de Dios, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. En otras palabras, adoramos velo adentro. Es una vocación santa que nos capacita para el ministerio de la intercesión y otros aspectos de la oración.

            En el mismo capítulo, en el versículo 9, aprendemos que, además del privilegio de entrar en la presencia de Dios como sacerdocio santo, somos enviados como un sacerdocio real para anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. Ahora es cuestión de testimonio delante del mundo. Así como los sacerdotes de Dios llevaron el arca en derredor de Jericó y tocaron trompeta mientras marchaban, nosotros damos testimonio de nuestro glorioso Señor por vida y labios.

            Sin embargo, es triste y cierto que muchas veces estos propósitos que Dios estableció en gracia para nosotros se encuentran frustrados por nuestra obediencia a las tendencias carnales que tenemos. En algunas partes las reuniones semanales de oración o estudio bíblico cuentan con poca asistencia porque muchos creyentes prefieren atender al “hombre viejo” en ellos, quedándose en casa y dedicándose a su comodidad propia. Hay también aquellos que renuncian a su lectura y meditación diaria de las Escrituras para disponer de más tiempo para la prensa, revistas o aun la televisión.

Lícito, pero no conviene

            Hace años, conocí de cerca a un hermano que poseía un buen don para el ministerio público de las Escrituras y participaba con provecho en las conferencias del área donde vivía. Pero, se interesó en la siembra de tomates como un pasatiempo sano. Dejó de asistir a las conferencias de Año Nuevo, temiendo que la temperatura baja en esa época podría dañar sus matitas. Él se dio cuenta de su error y renunció su interés en los tomates.

            Pero, mi amigo se interesó en la cría de cierto tipo de gallina de raza. Ahora dejó de asistir a una serie de conferencias, ¡temiendo que alguien le podría robar las gallinas! Cuando se acercaba otra conferencia, él le dijo a su señora que ellos deberían asistir, dejando al Señor el cuidado de las aves. Ella protestó, pero él insistió. Efectivamente, regresaron para encontrar que los ladrones se habían llevado todas las gallinas. Ella le recriminó, pero él vio el asunto de otra manera: ¡dio gracias a Dios por haber quitado lo que podría estorbarle en la atención a conferencias futuras!

            Esaú pudo negociar su primogenitura sin derramar una sola lágrima, y el creyente puede descuidar igualmente sus privilegios como un hijo de Dios. Sí, puede robar ahora “las cosas de arriba” del tiempo, las energías y la atención que merecen y exigen, pero habrá un “después”.

            Aun aquí el creyente descuidado perderá “la bendición de Jehová ... que enriquece, y no añade tristeza con ella”, Proverbios 10.22, pero ante el tribunal de Cristo se hará mucho más evidente cuánto él o ella ha perdido. Tengamos presente el galardón para el fiel y la pérdida para el errado, según los encontramos en Colosenses 3:24,25: “... del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas”.

            Cuán apropiada para nosotros la exhortación en el pasaje citado de Hebreos: “Mirad bien ... no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios.

HOMILÉTICA (5)

 

LA NECESIDAD DE PREDICAR

Si bien es responsabilidad de cada cristiano el testificar por Cristo, con su voz y con su vida, No todos los creyentes han sido dotados para predicar o enseñar la Palabra de Dios en público. Pero aquellos que han recibido este Don

1.     predicar es una necesidad impuesta sobre la persona así dotada (1 Co. 9:16).

2.    Es una deuda que debe pagar todo predicador (Ro. 1: 14-15).

3.    Es un encargo hecho a cada predicador (2 Ti. 4:7).

 

Causas de fracaso de un ministerio incumplido:

1.    Muchos predicadores, buscando elevar el índice de su popularidad y posición han perdido la aprobación de su Señor y Maestro.

2.    Debemos siempre cuidarnos de no degenerar en "agrada hombres", a esto se llega si buscamos el aplauso o decimos aquello que sabemos será del agrado del auditorio (Gá. 1:10; 2:11-14).

3.    Pereza. El predicar de manera aceptable, demanda estudio y esto significa trabajo. Para muchos esta última palabra tiene un sonido desagradable.

4.    La ambición egoísta: Esta es responsable de muchos fracasos. Muchos están ocupados cuidando sus propios intereses, descuidando su misión.

5.    La excusa: No tengo talento para predicar". Muchos presentan esta excusa para eludir responsabilidades, pero tal excusa no es valedera. Ninguno sabe si posee el Don de predicar o enseñar hasta no hacer la prueba con honestidad y perseverancia.

 

Anexo:

A.   Un discurso oral o hablado debe ser oído por un auditorio. Esto requiere que las palabras sean no solo audibles, sino pronunciadas con tal claridad que puedan ser entendidas por los presentes. ¡Ojalá que fuera así con todas las predicaciones! (vea Neh. 8:3).

B.   Debemos tomar en cuenta el lenguaje. Las Escrituras no se pueden entender teológicamente si no se entienden gramaticalmente. Debemos aplicar las reglas de la gramática a medida que analizamos la palabra del texto. Debemos notar las partes de la oración: sustantivos, verbos adverbios, adjetivos, preposiciones, etc. Debemos estudiar los tiempos de los verbos; prestar atención a la puntuación. Cada palabra está en su lugar por una razón específica. Debemos descubrir el sentido exacto de cada palabra, etc.

 

Nota:

            Todo lo que se ha resumido, solo pretende ayudar a mis Hermanos, para que el trabajo que le ofrezcamos a nuestro Salvador y Maestro, sea lo mejor posible en todos los aspectos. Para una mejor comprensión de toda se deberán leer las citas y rogar claridad a Dios por medio de la Oración

 

QUE MI SEÑOR LOS BENDIGA,

Renán Valencia Ángel

Si uno confiesa su pecado a Dios, ¿es necesario también confesarlo a otros?

 

Si uno confiesa su pecado a Dios, ¿es necesario también confesarlo a otros?

Nuestra responsabilidad es hacia aquellos a quienes hemos hecho el mal, o sea, hacia Dios, y hacia otros. Si mi confesión a Dios ha sido honesta, y el resultado de una contrición genuina, lo que sigue será la confesión honesta a la persona o personas a quienes he lastimado también. El Señor Jesús demanda que “si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mt 5.23- 24). ¡Ojo! Cualquiera que piense que por haber confesado su pecado a Dios puede ignorar su responsabilidad hacia su prójimo, no ha reconocido que su relación con Dios (“ofrenda al altar”) quedará estorbada hasta que cumpla el requisito “reconcíliate primero con tu hermano”. Santiago trata del pecado no confesado entre creyentes y advierte de la posibilidad del juicio de la enfermedad, o aun la muerte, como juicio divino. “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados” (Stg 5.16). Como mencionamos al principio, la palabra que se usa aquí significa “hablar la misma cosa, abiertamente”

Anatomía espiritual del cuerpo

 1 Corintios capítulo 12

 


            San Pablo fue el hombre sumamente diestro en alegorías e ilustraciones figurativas para enseñarnos la verdad de las cosas doctrinales que se proponía para la edifica-ción de los creyentes. Una de sus representaciones más hermosas, atrayentes y objetivas es la del cuerpo humano. Con una pericia que sobrepasa los conocimientos de la ciencia más moderna, nos introduce a siete lecciones del cuerpo humano aplicado a la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo.

La conformidad del miembro: “Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como quiso.” (1 Corintios 12:18)

 

Están contentos en el lugar que les puso. Nunca debe un hermano quejarse del lugar que ocupa en su asamblea. El hogar y demás instituciones incumbe al hombre disponer a su antojo, pero la iglesia es de Cristo y por medio de su palabra la edifica.

La unidad del cuerpo: “Mas ahora muchos miembros son a la verdad, pero un cuerpo.” v. 20

 

¡Maravilloso! No hay creación que iguale esta obra hecha por las manos de Dios. Pienso que el matrimonio, Cristo y su Iglesia y el cuerpo humano son las unidades perfectas en el mundo; lo demás todo es intangible, sujeto a errores. El cuerpo nos introduce a ese trío que el apóstol recomienda cuidar. “Para que vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea guardado entero para el día del Señor.” (2 Tesalonicenses 5:23) El matrimonio nos lleva aquel día de “las bodas del Cordero.”

            La ciencia moderna a veces para desacreditar a Dios ha dicho que hay miembros sobrantes en el cuerpo. Uno años después se ha levantado otro grupo de científicos que reconocen que nada hay de más en el cuerpo. Así como en el cuerpo humano se introducen enemigos que provocan una lucha con las defensas del organismo hasta que sacan fuera al intruso, así también en la iglesia del Señor se meten unos “sujetos,” “ladrón y robador,” que no han entrado correctamente por la puerta. (Juan 10:1-15) Todo el tiempo que están adentro, el Espíritu Santo les constriñe y redarguye a que legalicen su entrada por el arrepentimiento; al fin los tales, como fueron metidos así, tienen que salir.

La utilidad del miembro: “Ni el ojo puede decir a la mano: No te he menester; ni asimismo la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros.” v. 21

 

            El miembro más mínimo en el cuerpo es de gran utilidad; sus funciones rinden un servicio. Los parásitos son extraños; su misión es robar la alimentación de los miembros. Es cierto que se puede vivir sin algún miembro, pero una de las peores desgracias para el hombre es arrastrar un miembro muerto en su cuerpo. Así, las manos, los ojos, los pies, las uñas, los dientes, los oídos, las glándulas, tienen sus funciones útiles en el cuerpo, así es también cada creyente que tenga vida en la iglesia del Señor.

La necesidad del miembro: “Antes, mucho más los miembros del cuerpo que parecen más flacos, son necesarios.” v. 22

 

            Un doctor al tratarme una afección en un ojo me dijo: “Use los lentes que le prescribo, porque ahora el ojo bueno ha de trabajar más, llevando a cabo la visión que generan los dos ojos.” En ello pude juzgar la suma necesidad del miembro en el cuerpo y cómo un miembro es sobrecargado del otro. Del mismo modo en el lado espiritual, los miembros en la iglesia son llamados a la misma obra. “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.” (Gálatas 6:2)

La honra del miembro: “Aquellos del cuerpo que estimamos ser más viles, a estos vestimos más honrosamente; y los que en nosotros son menos honestos, tienen más compostura.” v. 23

            ¡Cuánto preocupamos cubrir las partes feas del cuerpo y adornar las señales y defectos físicos, con el fin de presentarlos dignos ante los demás! La ciencia ha buscado por la cirugía plástica llenar los huecos y deformaciones del cuerpo. Cómo debemos cubrir las debilidades de nuestros hermanos, ya que el Señor nos ha dado la gracia de un don moral, para reprender o corregir al hermano, todo ello para su honra y bien, sin que entremos en complicidad con la inmundicia.

El amor de los miembros: “Para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se interesen los unos por los otros.” v. 25

 

            La unidad del cuerpo es intrínseca por el amor que los miembros se tienen. Todos los miembros se alegran con el honor de uno; todos los miembros se afligen con el dolor de alguno. Fue una de las preocupaciones grandes del Señor: “Para que todos sean una cosa como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste.” “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran.” (Juan 17:21, Romanos 12:15)

La capacidad de los miembros: “A unos puso Dios en la Iglesia.” v. 28

 

            Cada miembro en el cuerpo trabaja según su ventaja y energía; ninguno interviene en la facultad de otro, pero hay afinidad, comprensión y colaboración. Asimismo, los creyentes en la iglesia; su desarrollo corresponde de acuerdo a su capacidad. “De manera que, teniendo diferentes dones según la gracia que nos es dada ... úsese conforme a la medida de la fe ... Ninguno tenga más alto concepto de sí que el que debe tener.” (Romanos 12:3,6)

José Naranjo