domingo, 13 de junio de 2021

Los Profetas y Sus Profecías


 Jehová contiende con los moradores de la tierra; porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y homicidio tras homicidio se suceden.... Mi pueblo fue destruido, porque lo faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos. (Oseas 4:1-2,6)

           Las acusaciones que el Señor aquí presenta en contra de Israel bien podrían dirigirse contra toda la humanidad en la actualidad. La anarquía sigue en aumento, mientras que los gobiernos promulgan leyes para aprobar la maldad y el pecado bajo la bandera de los derechos humanos. El lenguaje utilizado en público y en los medios de comunicación se vuelve cada vez más sucio y profano. Las mentiras son pan de cada día, especialmente de parte de los políticos y los que están en eminencia. Diariamente oímos noticias de guerras asesinatos masivos y todo tipo de atrocidades. Robar ya no sólo se limita a un simple robo por sorpresa; hoy en día se han diseñado esquemas sofisticados y complejos para enriquecer a sus creadores dentro de los círculos financieros más elevados, trayendo así ruina muchas personas. El adulterio, la fornicación y todo tipo de perversiones, especialmente entre las «celebridades», ¡son realzados y presentados como formas de vida a imitar!

            La gente rechaza el conocimiento de Dios deliberadamente. Niegan o minimizan la importancia de la sana doctrina, mientras que la tolerancia a todo tipo de males se ha convertido en la máxima «virtud» de la sociedad. Las consecuencias solamente pueden ser trágicas. Nuestro santo Dios debe intervenir en juicio. Dios no puede aceptar que quienes aman tales cosas lo sirvan aceptablemente como sacerdotes. Este tipo de cosas traerá tristes y tremendos efectos sobre las generaciones siguientes, pues Dios visita la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación

Eugene P. Vedder, Jr.

CONSUMIENDO EL ALIMENTO APROPIADO

 


Un alimento bueno para las hormigas

            La hormiga necesita comer alimento adecuado. Ellas emplean sus antenas para inspeccionar la comida antes de tomarla con la boca. Se llevan muchas cosas diferentes al hormiguero cada día. Las hormigas allí clasifican todas las cosas, y deciden dónde poner cada artículo. Estas «hormigas clasifica-doras» envían mucha de la comida al área donde la reina hormiga está poniendo los huevos. […] La hormiga reina y las que la ayudan necesitan cantidades extra de una sustancia que forma una parte importante de su dieta. Esta sustancia se


llama proteína, y las ayuda a desempeñar bien su función. La reina necesita proteína debido a que pone huevos. Las ayudantes la necesitan porque trabajan mucho. Las «hormigas clasificadoras» saben si viene la clase adecuada de alimentos al hor­miguero y pueden ver qué es lo que se necesita en el hormiguero por el sabor de las gotas de alimentos que una hormiga le pasa a otra.

Buenos alimentos para crecer fuertes

            Para las personas es también importante comer los alimentos adecuados. Los alimentos dan energía a la persona para trabajar. Y esta energía se consigue de alimentos como el arroz, las papas, el pan y la mandioca. Hombres, mujeres y niños, necesitan comer buenos alimentos. Los que no comen de una manera adecuada pueden debilitarse y perder peso.

Consumiendo el alimento apropiado

            Cada día todos necesitan tomar algún alimento que contenga proteínas. Las mujeres que van a tener un niño necesitan mucha cantidad de proteínas. Y necesitan aún más cuando el niño ha na­cido y bebe leche de su madre. Hay muchos alimentos que con­tienen una buena cantidad de proteínas […]. Los buenos alimentos ayudan al crecimiento y mantenimiento de nuestros cuerpos. Las personas necesitan también de fruta fresca y verduras para mantenerse con buena salud.

            Los padres tienen la responsabilidad de alimentar a sus hijos con buenos alimentos. Tienen que traer al hogar unos alimentos que les den energía y que les sirvan para crecer fuertes.

Un buen alimento espiritual

            El buen alimento espiritual nos ayuda a crecer fuertes. La Pala­bra de Dios es como la leche que nos puede alimentar cuando hemos nacido de nuevo en la familia de Dios (1 Pedro 2:2). Necesita­mos seguir comiendo el alimento espiritual y creceremos en la gra­cia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 Pedro 3:18). Cuando hayamos crecido, podremos comer vianda o alimento sólido y crecer fuertes. Esto significa que conoceremos la Palabra de Dios y que podremos enseñar a otros. Podremos conocer la diferencia entre el bien y el mal (Hebreos 5:12-14).

           
A veces nuestro apetito no es bueno y perdemos el hambre por la buena comida. Podemos perder nuestro apetito por la Pa-labra de Dios cuando seguimos las cosas del mundo. Podemos gozar de la «mejor comida» para nuestras almas cuando acudimos al Señor (Isaías 55:2,3).

Las asombrosas hormigas de Adela de Letkeman, Capítulo 8.

“LA CANASTA DE LAS PRIMICIAS”

 Cuando hayas entrado en la tierra que Jehová tu Dios te da por herencia, y tomes posesión de ella y la habites, entonces tomarás de las primicias de todos los frutos que sacares de la tierra que Jehová tu Dios te da, y las pondrás en una canasta, e irás al lugar que Jehová tu Dios escogiere para hacer habitar allí su nombre. Y te presentarás al sacerdote, Deuteronomio 26


            En el libro de Deuteronomio el pueblo de Israel se encuentra con el desierto por detrás y su herencia por delante. Entre los últimos consejos de Moisés a aquel pueblo, en el capítulo 26 él les instruye en el asunto de la adoración, la cual formaría una parte importante de su vida en Canaán. Nosotros el pueblo redimido del Señor también podemos sacar ayuda espiritual de la enseñanza de este capítulo.

            En el sentido espiritual el creyente ya ha cruzado el río Jordán porque “ha sido bautizado en Cristo Jesús en la semejanza de su muerte” y resucitado con él para andar en novedad de vida. Cuando Israel entró en la tierra de Dios, tenía un lugar escogido donde podía acercarse a él como adoradores. En la dispensación presente nuestro Señor Jesucristo ha indicado el lugar que nos corresponde: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

            Israel se presentaba delante de Dios con los primeros frutos de cada cosecha, como en agradecimiento por lo que había recibido de la mano bondadosa de su Dios. De la misma manera el creyente quiere manifestar agradecimiento a su Señor por la abundante gracia para con él.

            Los frutos que los israelitas presentaron a Dios eran nuevos y frescos. Así debe ser el fruto de nuestros labios. Ellos no tenían las Sagradas Escrituras en su entereza y riqueza como la tenemos nosotros, y su culto tomaba una forma más material. En lugar de ofrecer un cordero u otro animal, el creyente expresa ahora delante de Dios su concepto y aprecio de la persona y la obra de su amado Salvador.

            Somos adoradores en espíritu y en verdad, y por esto debemos estar meditando en él y lo que ha hecho. Llegando así a la Cena, no presentaremos los frutos viejos y secos, o sea, la misma cosa todos los domingos.

            El clero romano y protestante tiene todo impreso en su misal o libro de oraciones, aprendiéndose y rezando las palabras como loros. No debe ser así el creyente. El que se levanta para dirigir la adoración de los santos debe ser guiado por el Espíritu Santo, y de la abundancia de su corazón — no de la boca — él hablará. Si no ha alimentado su alma con la Palabra antes de asistir a la reunión, ¿cómo puede salir una adoración verdadera de un corazón vacío?

            Una vez cumplidos sus deberes para con Dios, el israelita debía sentir su obligación para con el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda; 26.12. Así es el desenlace práctico de nuestra adoración, y por esto hay la ofrenda al fin de la cena del Señor. Hebreos 13.15,16 presenta el orden divino: primera-mente, la ofrenda espiritual para Dios, y lue-go, “De hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis, porque de tales sacrificios se agrada Dios”.

                        Como sacerdotes santos entra-mos a la presencia de Dios con la canasta de nuestras primicias espirituales, y como sacerdotes reales salimos para dar el evangelio a los pecadores y hacer obras de amor entre nuestros hermanos. Deuteronomio 26 termina recordándoles a los israelitas que ellos eran la posesión exclusiva de Dios, y por eso había mayor razón para guardar sus mandamientos y ser un pueblo santo a Jehová. El apóstol Pedro nos enseña que somos linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, 1 Pedro 2.9, “para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”.

NUESTRO INCOMPARABLE SEÑOR (6)

 V — Más que Salomón en este lugar

 


II — Mayor que Salomón como rey

            El reinado de Salomón era de gloria y paz. En este sentido él es una figura de aquella Persona gloriosa cuyo nombre es desde la antigüedad el Príncipe de Paz, y la época de Salomón, con su opulencia y magnificencia terrenal, es una sombra anticipada del esplendor y prosperidad del reino milenario del Mesías que está todavía por venir.

El oro en abundancia, plata tan común como piedras en la calle, la subyugación de los enemigos en derredor, el homenaje de los reyes de la tierra y la seguridad para todos sus súbditos: éstas son algunas de las maneras en que el reino de Salomón proyectó proféticamente aquel Reino mayor cuya venida y dominio los discípulos del Señor fueron instruidos a pedir en oración.

            Pero en otras maneras ese reino fracasó como ilustración del reino de Cristo. La misma magnificencia de su palacio, el carácter de su corte, la exageración en hospitalidad y el derroche en la administración pública constituyeron una carga muy pesada para los ciudadanos. Hablando Rehoboam del gravamen severo sobre el pueblo, necesario para sostener ese vasto despliegue, ese hijo y sucesor de Salomón dijo: “Mi padre os castigó con azotes ...” En aquel magnífico salmo sobre la gloria mesiánica que se dice ser obra de Salomón, el número 72, se presenta al Rey ideal como el recurso para el pueblo común: “Él librará al menesteroso que clamare, y al afligido que no tuviere quien le socorra”. Las masas no serán para aquel Rey lo que han sido durante demasiado tiempo en los ojos de potentados ambiciosos en su afán por dominio mundial; lejos de ser carne de cañón, su sangre será preciosa ante los ojos de ese Rey, 72.14.

            ¡Pero cuán corto de días fue el reinado de Salomón! Aun antes que la vida de ése cumpliera sus años asignados, su reino había empezado a menguar. La unidad se acabó en manos de su hijo necio, y las porciones divididas se debilitaron progresivamente hasta que no hubiera reino, trono ni gobierno. Pocos años tenía Salomón en el sepulcro cuando el mando pasó a manos extranjeras.

            De aquel que es mayor que Salomón, está escrito en Isaías 9.7: “Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrá límite;” y de nuevo en Daniel 2.44: “El Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo”.

            Fundado su imperio en justicia, abun-dante en extremo, lleno de paz, gobernado en equidad, continuo en fuerza, bendición a todo pueblo, en aquel día habrá un Señor y su nombre uno, por cuanto el Señor será Rey sobre toda la tierra. Que la triste tierra salude pronto su jubileo, y que las naciones felices proclamen sin titubeo y sin temor: “Mayor que Salomón está en este lugar”.
J.B. Watson

Preguntas y Respuestas

 

1. ¿En Su carta a qué asamblea en el libro de Revelación habló el Señor Jesucristo de Sí mismo como «el Santo, el Verdadero» y dijo a ellos, ¿«Has guardado Mi Palabra y no has negado Mi Nombre»?

àA la asamblea de Filadelfia (léase Ap 3:7, 8).

2. ¿Qué se entiende por «donde están dos o tres congregados a Mi Nombre»?

àSu Nombre dice Quién es Él y Qué es Él. La verdad de lo que Él es para los creyentes los atrae a todos a Él como su Centro, y así reu­nidos tienen la promesa de Su presencia en medio de ellos.

3. Cuando los miembros del Cuerpo en la tierra son perseguidos, ¿siente Cristo, la Cabeza en el cielo, la persecución?

àSí; cuando los miembros del Cuerpo de Cristo, que están en la tierra, son perseguidos, Él dice que Él mismo es perseguido (Hch 9:4, 5).

4. ¿Nos concierne a nosotros cómo les vaya a otros cristianos? o ¿les concierne a ellos cómo nos vaya a nosotros? Cite un versículo en la Biblia que conteste a estas preguntas.

à1 Co 12:26: «De manera que, si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan».

5. ¿Qué escribió Pablo a los corintios que ilustre el dicho «El cristiano es la única Biblia que muchos jamás leerán»?

à«Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres» (2 Co 3:2, 3).

6. ¿Cuándo expresó el Señor Jesucristo su ferviente deseo que todos los suyos fueran uno para que el mundo creyera que el Padre le había enviado?

àEn Su oración al Padre antes de ir a la cruz (Jn 17:21).

7. En el capítulo en el cual el Señor Jesús había de conducir Sus ovejas fuera del redil del judaísmo al rebaño del cristianismo, Él dice: «Habrá un rebaño y un Pastor». Léase el versículo.

àJn 10:16: «También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán Mi voz; y habrá un rebaño, y un Pastor».

8. En distintos sitios de la Biblia, Dios trata de hacernos ver que los cristianos son todos uno en Cristo Jesús. Hay un versículo que empieza así: «No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer...». Cítese el resto del versículo.

à«Porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gá 3:28).

9. Caifás profetizó que Jesús debía morir por la nación de los judíos «Y no solamente por la nación, sino también...». Cítese el resto del versículo.

à«Para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos» (Jn 11:52).

10. En la epístola de Pablo a los colosenses, éste dice: «Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones». Cite la cláusula que sigue inmediatamente.

à«A la que asimismo fuisteis llamados en un solo Cuerpo» (Col 3:15).

11. A quiénes dirigió el apóstol Pablo su primera epístola a los corintios?

à«A la asamblea de Dios que está en Corinto..., con todos los que en cualquier lugar invocan el Nombre de nuestro Señor Jesucristo» (1 Co 1:2).

12. ¿Qué significación tiene el dirigir esta epístola sobre el orden de la Asamblea a todos los cristianos en otras partes, así como a la Asamblea en Corinto?

àQue los principios de verdad que habían de gobernar la Asamblea en Corinto, habían de regir toda la Asamblea en todas partes a tra­vés de la dispensación cristiana.

13. ¿Fue la enseñanza del apóstol Pablo en Corinto distinta a lo que fue en otras Asambleas?

àLa enseñanza de Pablo fue la misma en todas las Asambleas (1 Co 4:17).

La Trampa de las Transgresiones Toleradas (6)

 La Pereza


Al leer recientemente en Tito, me impresionó la descripción que usa Pablo de los cretenses, dada por uno de sus propios profetas. No solo los describió como mentirosos y malas bestias, sino como “glotones perezosos”, Tito 1.12 RV 2015, una descripción no tan halagüeña. Nadie apreciaría ser llamado ocioso; sin embargo, como ocurre con la mayoría de este tipo de pecado, a menudo existe la necesidad de una introspección seria para ver si hay evidencias de que este pecado se esté arraigando y llevando fruto.

            El ciclo de trabajo y descanso está tejido en el diseño divino de la vida humana. En Génesis 1 -2 leemos de la obra de Dios; “y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo”, Génesis 2.2. Luego “tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase” (2.15). El trabajo era parte del diseño que Dios tenía para el hombre; es virtuoso y no es parte de la caída. Lo que la caída sí trajo fue la adversidad en el trabajo: “Espinos y cardos te producirá... con el sudor de tu rostro comerás el pan” (3.18-19). Uno de los pecados que la caída produjo fue pecado es lo que ahora llamamos la pereza.

            La Biblia dice mucho sobre la pereza. Proverbios, en particular, está lleno de instrucción en esta área: el perezoso aborrece el trabajo (21.25), ama el sueño (26.14), ofrece pretextos (26.13), desaprovecha el tiempo y las oportunidades (18.9), y tiene un futuro sombrío (12.24, 20.4). El Nuevo Testamento nos enseña no solo que el hombre fue creado para trabajar, sino que el hombre redimido ha sido regenerado para el mismo propósito—para trabajar. Efesios 2.10 dice que “somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras”, y luego, al exhortar a vestirnos “de la nueva criatura, creada a imagen de Dios”, instruye a cada uno a “que se esfuerce trabajando honradamente con sus propias manos” (4.24, 28 BLPH).

            El propósito de este artículo, sin embargo, no es el de intimidarlo a usted para que se someta, ni de acusarle de la pereza, dejándole quebrantado y desanimado. Así no es la enseñanza de la Biblia en general sobre este tema. Como con todos los pecados, el Espíritu de Dios nos da el poder para vencer la pereza, y sugiero que enfoquemos nuestros esfuerzos en tres áreas específicas, y que le pidamos al Señor que nos ayude a ser diligentes para El.

La diligencia en nuestras mentes y corazones

            La lucha contra la pereza se lleva a cabo principalmente en nuestras mentes y corazones. Pedro enfatiza la necesidad de la disciplina mental cuando exhorta a sus lectores a que tengan “la mente preparada para actuar”, 1 Pedro 1.13 RV 2015. Daniel es un excelente ejemplo de esta característica: “Propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey”, Daniel 1.8. Fue una decisión enfocada y disciplinada que empezó en su corazón y mente, y subsecuentemente gobernó sus acciones. Bernabé captó la misma enseñanza en Hechos 11.23 cuando exhortó a los creyentes en Antioquía “a que con propó­sito de corazón permaneciesen fieles al Señor”. La pereza mental y la falta de disciplina son de alto peligro, especialmente en nuestra “era informática”. Estar ocupado y ser perezoso no son mutuamente excluyentes. De hecho, es posible tener una mente tan abarrotada y una vida tan dispersa que mis días se llenan de actividad y mis horas están atiborradas con información, pero mi vida es improductiva. Se entrega las tareas quedan sin terminarse, y el avance se desaprovecha. Hay un enorme peligro en estar ocupado, pero desconcentrado y perezoso. Una de las mayordomías más valiosas es la del tiempo, y la guerra contra la pereza empieza con una mente disciplinada, viendo las alternativas, desechando opciones improductivas y canalizando nuestro esfuerzo en cosas que realmente valen la pena. Efesios 5.15-16 nos ayuda: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”.

Luchando contra la pereza en esfuerzos espirituales

            En segundo lugar, en la lucha implacable contra la pereza, debemos enfocarnos en la búsqueda de cosas espirituales. Lamentablemente es posible invertir nuestra energía, esfuerzo y disciplina en la búsqueda de educación, metas laborales, logros atléticos, o aun metas personales en cuanto a nuestro estilo de vida, pero tener una profunda carencia de estas mismas características cuando se trata de metas espirituales. Pablo es un tremendo modelo a imitar para combatir esta trampa concreta de la pereza espiritual. En Filipenses 3 él nombra las marcas distintivas de una vida exitosa en su cultura, y luego las desecha enfáticamente como si no fueran “nada” y expone su filosofía para la vida cristiana al describirse a sí mismo: “extendiéndome a lo que está delante” y prosiguiendo a “la meta” (3.13-14). En su última carta a su hijo espiritual Timoteo, lo exhorta a hacer básicamente lo mismo cuando le instruye: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse”, 2 Timoteo 2.15. ¿Y usted? ¿Su vida espiritual está marcada por la diligencia, y se está extendiendo para proseguir hacia la meta? ¿O sería más honesto confesar que, en el ámbito espiritual, lo más exacto sería describirnos como desganados, reluctantes, o (aunque duela admitirlo) perezosos?

La responsabilidad secular

            Finalmente, como creyentes siempre debemos esforzarnos al máximo en ser diligentes en la esfera secular. Cualquiera que sea nuestro papel —estudiante, empleado, dueño de un negocio, o ama de casa— nunca debemos ser marcados por la pereza. Pablo exhorta a los creyentes en Colosas: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres”, Colosenses 3.23. La diligencia y una demostración valiosa y una fuerte ética de trabajo en nuestras responsabilidades seculares son una demostración valiosa de nuestra devoción al Señor.

Conclusión

            Confrontar y combatir la pereza en nuestro propio corazón y estilo de vida no es fácil. Es mucho más fácil desviar la enseñanza a otros, o de inmediato advertirles más bien de los peligros de ser avaro, o de la codicia, o de llegar a ser “adictos al trabajo”. Estas tentaciones también son peligrosas y pecaminosas, pero no son el enfoque de este artículo.

            Que todos estemos dispuestos a examinar nuestro propio corazón y nuestra vida, evaluar honestamente la evidencia en el temor de Dios, y luego, con la ayuda de su Espíritu, estar resueltos a combatir este pecado de la pereza, cuando y como sea que se manifieste en nosotros. Hay una recompensa prometida para tal diligencia. En Colosenses, Pablo dice: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (3.23-24).


Ganando Almas a la manera bíblica (6)

 


            Antes que una persona pueda ser salva, debe saber que está perdi­da. Este es uno de los principios fundamentales del evangelio. El Señor Jesús lo enseñó repetidas veces: “Los que están sanos no tienen necesi­dad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, si­no a pecadores al arrepentimiento" (Lucas 5:31,32). “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). La Biblia es muy enfática en que todos son pecadores, que to­dos están perdidos, que cada uno de nosotros está en dicho estado (Romanos 3:23). Pero no todos reconocen su condición pecaminosa, o no están dispuestos a admitirlo.

            De hecho, si fuera por el hombre, él nunca sentiría su desesperada condición, ni renunciaría a su pecado, ni lo confesaría con contrición. So­lo el Espíritu Santo de Dios puede turbar tanto al hombre respecto a su impureza espiritual que lo hará correr al Salvador para obtener perdón.

            Existen dos formas en las que el Espíritu Santo convence a los hombres de pecado.

            Primero que nada, Su misma presencia en el mundo con­vence al mundo de pecado (Juan 16:7-11). De hecho, el Señor Je­sús debería estar en la tierra, gobernando como Señor de todo. Pero fue echado y rechazado. En Su ausencia, envió al Espíritu al mundo. El hecho de que el Espíritu esté aquí condena al mundo de:

·         pecado—porque no creyeron en el Salvador, sino que cla­maron: “Acaben con Él”.

·         justicia—porque Cristo volvió al cielo, probando que Él es­taba en lo cierto y el mundo estaba equivocado.

·         juicio—porque Satanás, el príncipe de este mundo, ya ha si­do juzgado y condenado. Si el líder está condenado, también lo están sus seguidores.

            Segundo, el Espíritu Santo obra en los corazones de las personas, abriendo sus ojos al hecho de su desnudez, pobreza y riesgo espiritual. En algunos casos, conlleva un tiempo muy pro­longado de profunda turbación del alma. En otros, es una experiencia más corta, y quizá no es tanto una conmoción espiritual. Pero, cual­quiera sea su profundidad o extensión, tiene que estar la obra convin­cente del Espíritu Santo de Dios antes que un alma pueda ser realmen­te guiada al Salvador.

            La Biblia está repleta de ejemplos de hombres que fueron com­pletamente convencidos de su propia indignidad ante los ojos de un Dios santo.

            David mostró convicción con la simple declaración: “Pe­qué contra Jehová” (2 Samuel 12:13). Vea también el Salmo 51.

            Luego de un largo tiempo de pruebas, Job se rindió al Se­ñor de la siguiente manera: “De oídas te había oído; más ahora mis ojos te ven. Por tanto, me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:5-6).

            Cuando Isaías tuvo una visión del Señor, clamó: “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y ha­bitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, jehová de los ejércitos” (Isa. 6:5).

            Simón Pedro vio al Señor, cayó de rodillas y dijo: “Apár­tate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (Lucas 5:8).

            En Lucas 15:17-19, el hijo pródigo muestra el resultado de la obra del Espíritu en su vida con estas palabras: “¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros’ ”.

            El publicano se dio cuenta de su estado delante de Dios Lu­cas 18:13: “estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador”.

            El Espíritu Santo estaba obrando en los corazones de los hombres el día de Pentecostés. Después Pedro les predicó: “Se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:            Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:37). No hubo ninguna presión por parte del hombre. El Espíritu hizo la obra.

            Es claro que el apóstol Pablo había sido convencido de su pecado antes de su conversión, porque el Señor le dijo: “Dura co­sa te es dar coces contra el aguijón” (Hechos 9:5). El aguijón, o aguijada, era un instrumento usado para espolear y hacer avanzar a los animales. Aquí se refiere al hecho de que Pablo había estado siendo turbado a causa de sus pecados por el Espíritu durante algún tiempo previo.

            Por último, el carcelero de Filipos es otro caso a desta­car. “El entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silos; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16:29,30).

            Pero, insistimos en que cada persona debe ser iluminada respecto a su condición perdida antes que sienta su necesidad de un Salvador. El ganador de almas sabio mantendrá esto en mente y esperará ver las evidencias de la verdadera convicción. No queremos decir que el pro­ceso en sí mismo pueda detectarse siempre. A veces se manifiesta co­mo una rotunda oposición al evangelio, otras veces aparece como una enfermedad nerviosa o física, otras veces a través del llanto amargo, y otras, permanece completamente oculto.

            Pero el obrero cristiano puede darse cuenta cuándo una persona ha sido totalmente convencida a través de estas claras señales:

·         Ya no hace alarde de ningún mérito o bondad personales.

·         Renuncia completamente a su pecado.

·         No ve ninguna esperanza en las ordenanzas, los rituales, las or­ganizaciones o las personas.

·         Tiene un anhelo intenso por la salvación de Dios (Job 23:3).

            Es imposible llevar a una persona al Señor Jesús hasta que haya to­mado conciencia, por el Espíritu de Dios, de su condición. Correr de­lante del Señor y persuadir a la persona a que esté de acuerdo con una serie de estatutos doctrinales, aunque sean verdaderos, no solo es en vano, sino que definitivamente es peligroso y hasta pecaminoso.

            En este tema importante, la política sabia para el obrero es: “Mas tenga la paciencia su obra completa” (Santiago 1:4). Porque “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia” (Salmo 127:1). Que el ganador de almas esté seguro de que el Espíritu está conven­ciendo de pecado. Que espere hasta que la obra del Espíritu esté total­mente completa. (Si el obrero realmente está confiando en Dios, no tendrá apuros, Isaías 28:16.) Entonces, presentará al Señor Jesús como el Único que satisface la necesidad más profunda del alma turbada.

   William MacDonald

Ganando Almas a la manera bíblica

Para que no seamos condenados con el mundo

 

Jonás en fracaso y prueba


            “Porque al que ama castiga, y azota a cualquiera que recibe por hijo.” Muchos son los profesantes de la fe en Cristo, pero aquellos que son sometidos a la prueba muestran su adopción de hijos. A éstos el castigo viene para santificación y para quitarles algunas cosas que del carácter del hombre viejo todavía se manifiestan en la vida del hombre nuevo.

El ejemplo que tengo delante es el profeta Jonás, a quien el Señor pasó por cuatro ángulos agudos a ver si en alguno de ellos era aprehendido. El Señor creó cuatro cosas momentáneas, exclusivas, para enseñar a Jonás. Dos de ellas le hicieron prorrumpir en alabanza y gozo y dos de ellas en hacerlo mal hablar.

            Cuán diferente de otro que dijo: “También recibimos el bien de Dios, ¿y el mal no recibiremos?” En todo esto no pecó Job con sus labios.” (Job 2:10) La prueba que Dios envió a Job era para quitarle algunas cosas de encima, como confianza en sus buenas obras que solía hacer, y; estas podían hacerle estribar en justicia propia. (Job 16:17, 27:1-6). Mas el fin que el Señor perseguía al enviar esa prueba a su siervo era que Dios fuese glorificado, pues Job aprendió: “He aquí, que yo soy vil ... me aborrezco y me arrepiento.” (Job 39:36, 42:5,6)

            También fue la voluntad de Dios que su Hijo padeciera los tormentos de la cruz. Hallado en tal condición de abatimiento y sufrimiento a causa de nuestra redención, sobre todo tenía por delante la gloria de su Padre. “Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti.” (Juan 17:1-5)

            Volviendo a Jonás, éste fue muy diferente a Job. Jonás fue el hombre de carácter irascible. Por cuatro veces pronunció sentencia de muerte contra sí mismo y contestó a Dios hasta de una manera insolente. De modo que el Señor, para sacar un vaso de plata refinada, echó a Jonás al crisol y lo pasó por el fuego de la prueba para quitarle las escorias.

            Cuando el que escribe trabajaba en el taller y teníamos que fundir material blanco, el maestro me enseñó dos cosas: con un remillón apartar la escoria a un lado, entonces probar si el rostro se refleja en el material candente, y luego con un papel tocar el material hirviente. Si el papel encendía en llama, el material estaba listo para vaciarlo en la horma ya preparada.

            Así también el Señor busca que, por medio de la prueba o disciplina enviada al creyente, llegue a reflejar la imagen de su Señor. (Romanos 8:28,29) Pablo en la cárcel dijo: “Ahora también será engrandecido Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte.” (Filipenses 1:20) Que la gente conozca que hemos estado con Jesús. (Hechos 4:13) En cuanto a nuestro fervor, debe arder como un fuego que contagie a los otros. “El que cree en mí, como dice la escritura, ríos de agua viva correrán de su vientre.” (Juan 7:39)

            La esposa en el Cantar de los Cantares, después de levantarse de la cama para salir en busca del esposo, pasó por la prueba de la persecución: “Hiriéronme, llagáronme, quitáronme mi manto de encima los guardas de los muros.” Esto encendió en ella el fuego candente del amor que buscó, y describió a su amado de la manera más hermosa. Su ardor fue de tal modo que contagió a los otros, y dijeron: “¿Adónde se ha ido tu amado y le buscaremos contigo?” (Cantares 5:1-16, 6:1)

            Entonces hubo cuatro instrumentos que Dios creó, los cuales fueron usados para la prueba de Jonás.

·         Jehová había preparado un gran pez que tragase a Jonás. (2:1)

·         Preparó Jehová Dios una calabacera, la cual creció sobre Jonás para que le hiciese sombra. (4:6)

·         Dios preparó un gusano al venir la mañana del siguiente día, el cual hirió la calabacera y secóse. (4:7)

·         Acaeció que, al salir el sol, Dios preparó un recio viento solano y el sol hirió a Jonás en la cabeza. (4:8)

            Dios preparó un pez para llevarle abajo a las profundidades del mar, para enseñarle que nadie puede ocultarse de la presencia de Dios.

            “Todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.” (Hebreos 4:13) Hubo cuatro lugares donde Jonás no pudo esconderse: ni en la bodega del barco, ni en el fondo del mar, ni en el vientre de la ballena, ni pudo esconder los pensamientos de su huida. “¿Adónde me iré de tu presencia?” (Salmo 139:7)

           


Dios preparó una calabacera para darle sombra arriba.

             ¡Qué pronto Jonás se confió en las sombras pasajeras de esta vida! Bienaventurado aquel que aprende por experiencias a confiar en el Eterno e invariable: “El que habita al abrigo del Altísimo, habitará bajo la sombra del Omnipotente.” (Salmo 91:1) Muchas gentes son ligeras para dejarse guiar por las emociones. Muestran gran entusiasmo por lo que les llena la vista y un poco tiempo después descubren que era como la calabacera de Jonás; no tenía raíz profunda. (Marcos 4:5,6)

            Dios preparó un gusano que la comió por dentro.

            La conciencia que no es justificada será una conciencia vacilante. Piensa: “En salvándome yo, no importa que los demás se pierdan.” (1 Corintios 8:11) Jonás se apesadumbró porque Dios mostró misericordia a los ninivitas arrepentidos. La conciencia debe ser un gusano que nos corroa en esta vida para que lleguemos a tener conciencia iluminada. (Hechos 24:16) De otra manera la conciencia del individuo en el infierno será gusano que nunca muere. (Marcos 9:43-49)

            Dios preparó un recio viento solano que le azotó de fuera, y Jonás deseaba morirse.

            Ciertamente ha habido tribulaciones tan hostiles, tempestades tan horrendas en el pueblo del Señor que para muchos “el morir es ganancia.” El Señor permite periódicamente esos vientos para templar el carácter y la fe de sus santos (Juan 15:2), para probar la fidelidad y para que se manifieste la apostasía de otros.

            El huracán no apagó el pabilo que humeaba (Mateo 12:18-21). De Juan el Bautista se dice que no fue “caña meneada por el viento.” Las pruebas vendrán a todos los hijos de Dios. Que el Señor nos dé gracia suficiente para que digamos con el apóstol Pablo: “Antes en todas estas cosas hacemos más que vencer por medio de aquel que nos amó.” (Romanos 8:37)

José Naranjo

LA SEGUNDA EPÍSTOLA A TIMOTEO

 


4. Los Recursos del Piadoso en los Postreros Días

Capítulo 4 (continuación)


            (V. 9). Pablo ya ha expresado su deseo de ver a Timoteo, su amado hijo (2 Timoteo 1:2); ahora, en vista de su pronta partida, él insta a Timoteo a venir rápidamente.

            (Vv. 10, 11). Él anhelaba ver a Timoteo tanto más porque había sufrido la pérdida de un compañero de labores. Demas había abandonado al apóstol, habiendo amado el mundo presente. No dice que Demas había abandonado a Cristo, sino que él halló que era imposible continuar con un representante tan fiel de Cristo y, al mismo tiempo, mantenerse en buenos términos con el mundo presente. Se debía renunciar al uno o al otro. ¡Es lamentable! Él abandonó a Pablo y escogió el mundo. Otros se habían marchado, sin duda alguna, del servicio del Señor. Solamente Lucas estaba con él. Este fiel compañero de sus activas labores perma-neció con él en los momentos próximos a su muerte, y el apóstol se deleita en dejar registrado su devoto amor.

            Pablo desea especialmente que Timoteo traiga consigo a Marcos. Hubo un tiempo cuando Marcos se había alejado de la obra y del apóstol, a causa de ello, consistentemente rehusó llevarle consigo en su segundo viaje al servicio del Señor. Juzgó que no sería provechoso. Evidentemente que este fracaso por parte de Marcos había sido juzgado y, por lo tanto, todo sentimiento había sido removido, y no se hace ninguna alusión adicional en cuanto al fracaso. Si esta fuese la única referencia a Marcos, nosotros no habríamos sabido nunca de algún fracaso en el servicio. Pablo ya lo había encomendado a la asamblea de los Colosenses (Colosenses 4:10); ahora desea su presencia, y hace notar especialmente que, en el asunto mismo en que él había fracasado, este siervo restaurado iba a ser muy útil, pues, dice el apóstol, "me es útil para el ministerio."

            (V. 12). Tíquico, quien aparentemente había sido enviado anteriormente por el apóstol a Creta (Tito 3:12), fue enviado ahora a Éfeso. Él era uno que estaba dispuesto a servir bajo la dirección del siervo de Cristo.

            (V. 13). El hombre natural podría pensar que, en este importante cargo pastoral, el apóstol debería dejar de hablar de un capote y de libros. Nosotros olvidamos que el Dios que ha provisto para nuestra bendición eterna no descuida nuestras más pequeñas necesidades temporales. El abrigo que usamos y los libros que leemos no son asuntos que son indiferentes a Él. En nuestra insensatez podemos pensar que esas cosas están más allá de Su atención; pensando de este modo, estas mismas cosas - el vestido que usamos, los libros que leemos - a menudo se convierten en nuestras mayores trampas.

            (Vv. 14, 15). Alejandro no es mencionado como un maestro del error, como en el caso de Himeneo, ni como amando este mundo presente como Demas. Él es más bien un activo enemigo personal del apóstol, y, siendo impulsado por una enemistad personal, sin importar lo que Pablo dijera, Alejandro se oponía a sus palabras. Tales personas existían en los días el apóstol, y aún se las encuentra, lamentablemente, en la profesión cristiana, y son quienes resisten lo que se dice, no porque sea incorrecto, sino debido a la enemistad hacia la persona que habla. Conscientes de la injusticia de tales personas, nosotros podemos fácilmente bajar la guardia y enfrentar a la carne actuando en la carne. El siervo del Señor no devuelve a una persona como esa mal por mal, ni maldición por maldición. No dice, 'Yo trataré de lidiar con él conforme a sus obras'; él encomienda todo el asunto al Señor, y, por lo tanto, puede decir, "el Señor le retribuirá conforme a sus hechos." (2 Timoteo 4:14 - LBLA). No obstante, él apóstol advierte a Timoteo que se cuide de él. ¡Cuán lamentable! que existan aquellos en la profesión cristiana contra los cuales sea necesario advertir a los santos.

            (V. 16). El apóstol encontró en su día, así como muchos han encontrado desde entonces, que la senda se vuelve más angosta mientras nos acercamos a la meta. De este modo, hecho comparecer ante los poderes de este mundo, él tiene que decir, "Nadie estuvo conmigo, antes todos me abandonaron." (VM). Este trato, que parece despiadado y cobarde, no hace surgir ningún resentimiento en el corazón de Pablo. Al contrario, le induce a orar por ellos para que esto "no les sea tomado en cuenta."

            (v. 17). Si todos los demás fracasan y nos abandonan, las palabras del Señor permanecen siempre verdaderas, "No te desampararé, ni te dejaré." (Hebreos 13:5). Así Pablo encontró, en el día en que los santos le abandonaron, que el Señor estuvo a su lado y le dio "fuerzas". Si, no obstante, el Señor da fuerzas, no son fuerzas para aplastar a nuestros enemigos, o fuerzas para librarnos de circunstancias difíciles, sino que es poder espiritual para testificar de Él en presencia de Sus enemigos. De modo que el apóstol puede decir, "El Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen." De los registros de las predicaciones de Pablo sabemos que la predicación era la proclamación del perdón de pecados "por medio de él" - de Cristo Jesús, el Hombre resucitado en la gloria (Hechos 13:38). Si a Pablo se le habían dado fuerzas para predicar a Cristo, el mismo Señor ejerció Su poder para librar a Su siervo del peligro inmediato. Así que él no dice, 'Me libré a mí mismo'; sino que puede decir, "fui librado de la boca del león."

            (V. 18). Además, el apóstol puede considerar todo con confianza y decir, "el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial." Como el Salmista puede decir, "Jehová te guardará de todo mal; Él guardará tu alma." (Salmo 121:7). El reino celestial puede, en efecto, ser alcanzado a través de la muerte de un mártir, pero el alma será preservada a través de todo mal.

            Teniendo en mente este reino celestial, el fiel siervo de Dios puede finalizar su Epístola prorrumpiendo en alabanza a Aquel que, a pesar del abandono de los santos, el poder del león o toda obra mala, preservará a Su pueblo para Su reino - y, "A él sea la gloria, por los siglos de los siglos. Amén." (VM).

            (V. 19). Pablo añade un saludo final a dos santos, Prisca y Aquila, quienes habían estado asociados con él en sus primeras labores y habían permanecido fieles a él en sus días finales (Hechos 18:2). Nuevamente él piensa, también, en la casa de uno que no se avergonzó de sus cadenas (2 Timoteo 1: 16-18).

            (V. 20). Con el interés que no podemos evitar tener en los movimientos, labores y bienestar de fieles siervos del Señor, Pablo, en su día, registra el hecho de que "Erastos se quedó en Corinto" y que había dejado a Trófimo en Mileto enfermo. Por lo visto, el poder milagroso de sanar que en el curso de su testimonio había sido tan sorprendentemente utilizado por el apóstol, nunca fue utilizado para el alivio de un hermano o un amigo. Como alguien ha dicho, 'Los milagros, como una regla, eran señales para los incrédulos, no un medio de sanación para la familia de la fe.'

            (V. 21). Ningún detalle que concierne a Sus hijos es demasiado pequeño para que no sea considerado por nuestro Dios y Padre. Pablo ya había mencionado el capote y los libros; ahora, él piensa en la estación del año. Timoteo debe esforzarse por venir antes de que el invierno añada a las privaciones de su jornada.

            Tres hermanos y una hermana son mencionados por su respectivo nombre como enviando saludos a Timoteo junto con "todos los hermanos", una prueba, no solamente del amor y la estima en que Timoteo era tenido, sino de la preocupación del apóstol para promover el amor entre los santos.

            (V. 22). Pablo finaliza muy maravillosamente la Epístola a Timoteo con el deseo de que el Señor Jesucristo esté con su espíritu. Cuán a menudo nosotros podemos ser correctos en doctrina y principio, e incluso en conducta externa, y, aun así, todo esto puede ser estropeado siendo incorrectos en espíritu. Si el Señor Jesús está con nosotros en Espíritu, nosotros exhibiremos en nuestras palabras y modos "el Espíritu de Jesucristo." (Filipenses 1:18). Para esto Timoteo y los santos con él necesitaban gracia; de modo que el apóstol cierra su Epístola con el deseo de que, “La gracia sea con vosotros."

            Que nosotros podamos, también, en estos tiempos más difíciles, saber cómo fortalecernos en la gracia que es en Cristo Jesús, que nuestros espíritus puedan ser guardados en presencia de todo esfuerzo del enemigo para estropear nuestro testimonio despertando la carne. Necesitamos fidelidad inflexible en el mantenimiento de la verdad, combinada con la gentileza de Cristo, no sea que se hable mal hasta del camino de la verdad.

Hamilton Smith (1862/3? - 1943)