El Señor Jesús dejó claro en su oración sumo sacerdotal que, si bien su pueblo estaba en el mundo, no era del mundo (Juan 17:11,16). La primera de estas relaciones la podemos entender muy bien; todos vivimos en una sociedad que ha rechazado a Dios y nos relacionamos a diario con personas que no conocen al Salvador. Esto no sólo es inevitable (1 Corintios 5:10) sino es necesario si queremos alcanzarlos para Cristo (Juan 17:18). Sin embargo, el cristiano no pertenece a este orden de cosas; su ciudadanía celestial determina que no es sino un extranjero y transeúnte aquí. Nuestro hogar está en el cielo y esperamos el pronto regreso del Maestro para que nos lleve allí (Filipenses 3:20,21).
De acuerdo con esto, lo que dice el
Señor a su pueblo es que deben estar separados (2 Corintios 6:17) y ser
distintos (Filipenses 2:15,16) en medio de la oscuridad que les rodea. Uno de
los más graves problemas que enfrenta nuestra generación es que se hace cada
vez más difícil distinguir a los cristianos de quienes no lo son. ¡Y uno duda
que esto se deba a que los incrédulos están imitando nuestro estilo de vida!
Vamos a fijarnos en un hombre que
fue preparado para levantarse por la causa de Dios y mantenerse separado. El
capítulo 1 de Daniel puede dividirse perfectamente en tres secciones para
nuestro análisis.
1.
La posición de Daniel (vv. 1 al 7)
Sacado
repentinamente de Jerusalén en el año 605 a.C., el joven Daniel (probablemente
no tenía más de 17 años) se encontró en un ambiente completamente extraño e
impío. Más aun, la sociedad que lo rodeaba hizo todo lo posible para
convertirlo en una babilonia. Observa con atención los métodos que usó para
corromper la mente de Daniel y destruir su testimonio al Dios de Israel. Cuatro
áreas de su vida fueron cambiadas: (i) su hogar (vv. 1,2), (ii) su educación
(vv. 3,4), (iii) su dieta alimenticia, (v. 5) y (iv) su nombre (vv. 6,7). ¡Que
de presiones sobre un joven para conformarlo a un nuevo estilo de vida!
El mundo de hoy quiere presionar a
todo creyente joven para que adapte sus modalidades pecaminosas, frívolas e
impúdicas (Romanos 12:2). El mundo no puede soportar a los cristianos
auténticos, como tampoco pudo tolerar al Señor Jesús (Juan 15:18). ¡Cuidado!
Algunos que profesan conocer a Dios ocasionalmente capitulan ante sus demandas
incesantes; Demas es un aviso solemne en este sentido (2 Timoteo 4:10).
Pero
Daniel estaba dispuesto a ser diferente. El beneplácito de Dios significó más
para él que el enojo de los hombres. Aunque su nuevo hogar estaba en Babilonia,
su corazón estaba en Jerusalén (Daniel 6:10); aunque le obligaron a cursar
estudios universitarios por tres años para lavar su cerebro y dirigirlo hacia
la filosofía de una nación idólatra, su mente estaba saturada con las
Escrituras (Daniel 9:2); aunque cambiaron su nombre de Daniel (“Dios es mi
juez”) por el de Belsasar (“príncipe de Bel”), él constantemente se refiera a
sí mismo como “yo Daniel” (8:15).
¡Cuidado,
joven! El mundo te cortejará con promesas de abundancia, intentando que
abandones tu vida de peregrino y te asientes en una complacencia materialista,
pero Mateo 6:19,20 manda: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla
y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el
cielo”. El mundo te bombardeará con su humanismo ateo y evolucionista,
burlándose de tu fe llana e ingenua en la absoluta integridad e infalibilidad
de la Palabra de Dios, pero mantente asido y llévalos a Génesis 1:1, “En el
principio creó Dios los cielos y la tierra”.
2.
El propósito de Daniel (vv. 8 al 16)
Este es
uno de los grandes ejemplos en la Biblia de un hombre con propósito de corazón.
Leemos, “Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la
comida del rey, ni con el vino que él bebía” (v. 8). Llama la atención que nada
se dice de lo que estaba mal en cuanto a la comida del rey. Quizás había sido
ofrecido a los ídolos (Éxodo 34:15); quizás contenía sangre (Levítico 11); no
se dice claramente. Con todo, Daniel la rehusó, como si pensara, “hay un riesgo
potencial de desobedecer la ley de mi Dios si como estos alimentos, y yo quiero
estar seguro; por tanto, no tocaré nada de ella”.
¿Puedes ser tan intransigente?
¡Seguramente tal fanatismo es imposible! Pero observamos primeramente que Dios
honra el deseo de Daniel de permanecer separado (vv. 9,15) y en segundo lugar
que su postura inflexible influyó sobre otros jóvenes, apoyándolos para
permanecer firmes en la verdad de Dios (1:11,12, 3:16 al 18). Como ves, la
historia de Daniel es un contundente rechazo a la vieja mentira de que la
“estrechez” (si podemos emplear este término para referirnos a un deseo genuino
de obedecer la Palabra de Dios) necesariamente conlleva una falta de
misericordia) los versículos 9, 12 y 13 nos presentan a Daniel como un joven
agradable y simpático); o el aislamiento (¡El encontró tres amigos de su mismo
sentir!); o al fracaso evangelístico (vv. 14 al 16). Por el contrario, Dios
manifiesta su aprobación absoluta a la separación de Daniel.
¿Aprenderemos que solamente con esta
intransigencia evitaremos la influencia para apartarnos de los mandamientos del
Señor? Spurgeon escribe: “Daniel decidió ir ‘demasiado lejos’ antes de ‘no lo
suficientemente lejos’ ... Es siempre más seguro, si estás en guerra con un
enemigo mortal, tener una pared bien alta entre él y tú. Nunca será demasiado
alta si sus intenciones son las de destruirte”. Aplica esto a cualquiera de
esas preguntas impertinentes acerca del comportamiento cristiano: ¿Debo apoyar
esta actividad, o unirme a aquel movimiento? Respuesta: Voy a situarme en el
lado seguro y evitar cualquier cosa que pudiese poner en peligro mi testimonio
cristiano.
La
actitud de Daniel podría ayudar incluso a las jóvenes que encuentran costoso o
molesto cubrir sus cabezas en las reuniones. ¡Sitúate en el lado seguro! En
ninguna manera puedes equivocarte al cubrir la cabeza, pero puedes estar
realmente equivocada al no hacerlo (1 Corintios 11:1 al 16). Aquellas que
realmente aman al Señor preferirán estar seguros antes de lamentar.
3.
La prosperidad de Daniel (vv. 17 al 21)
Como ya
hemos visto, Dios bendice al siervo fiel, porque “ha dicho Jehová: ... Yo
honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenido en poco” (1
Samuel 2:30). La postura que Daniel adoptó en su juventud constituyó un
fundamento firme para el resto de su vida. Por esto el capítulo termina con una
breve referencia a su largo período de servicio en Babilonia (v. 21). Incluso
el mundo tuvo que reconocer el poder de Dios en la vida de este varón (1:19,
2:28).
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