domingo, 29 de octubre de 2023

¿Realmente quiere ser Discípulo del Señor?

 

Hoy muchos profesan valorar el individualismo, el ser su propia persona, pero constantemente están siendo moldeados por el mundo alrededor. De ahí la exhortación de Pablo en Romanos 12:1-2. Cristo no nos llama a vivir o hacer las cosas a nuestro estilo, sino a seguirle. La Escritura dice: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Co. 11:1; Ef. 5:1; 1 Ts. 1:6). Hay pocos imitadores del apóstol, y se ve esto en la condición corriente de la iglesia.

Parte de la gloria de Israel que se desvaneció fue el decaimiento de los nazareos, el grupo de los especialmente separados seguidores de Dios. Ellos se habían consagrado voluntariamente, y eran santos al Señor. Le pertenecían y como Sus devotos se dedicaban a servirle. Dios estableció el nazareato por medio de Moisés (Nm. 6). Desde los tiempos de Samuel (1 S. 1:11), hasta Juan el Bautista (Lc. 1:15), eran parte de la gloria espiritual de la nación (Lam. 4:7; Am. 2:11). Desaparecieron de vista a la medida que la nación se iba apartando de Dios. De la misma manera, el verdadero discipulado se ha desvanecido en la iglesia. Algunos enseñan que era solo el celo especial de los tiempos apostólicos, una fase temporal, y creyendo esos errores la iglesia pierde su fervor, poder y bendición. Deja de impactar al mundo y se vuelve cada vez más como él. Gracias a Dios, todavía hoy existen algunos verdaderos discípulos, creyentes de toda edad que aman al Señor, sinceramente desean vivir para Él, y se disponen a obedecer Sus mandamientos, aunque sean ellos los únicos. No siguen la muchedumbre, la corriente general de la cristiandad, pues tienen ojos solo para el Señor.

Acerca de Jesucristo un salmo profetizó algo que se cumplió en el Nuevo Testamento: “El celo de tu casa me consume” (Sal. 69:9 – Jn. 2:17). Eso indica que el fuego santo del Espíritu de Dios ardía en Él mientras servía al Padre. El Señor dijo de Juan el Bautista: “Él era antorcha que ardía y alumbraba” (Jn. 5:35). Los que alumbran para Dios con el fervor de su sumisión a Él también pueden hacer temblar al mundo. Pero esa energía espiritual y bendición divina solo vienen a los que andan en comunión con Dios.

La Biblia asegura que nuestros adversarios espirituales no son pocos. “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12). ¿Cómo podemos prevalecer a no ser que sigamos al Señor como Sus discípulos? Hemos sido llamados a militar “la buena milicia” (1 Ti. 1:18) y a ser buenos soldados de Jesucristo (2 Ti. 2:3-4) que no se enredan en las cosas del mundo. La doblez es nociva en las cosas de Dios (Stg. 1:7-8; 4:8), pues le desagrada y Él no bendecirá al creyente de doble ánimo. ¿Cómo podremos gozarnos de Su guía, poder y bendición si no seguimos al Comandante? ¿Podría vencer en la guerra espiritual alguien que no anda en comunión íntima con Dios, o que no se niega a sí mismo? El Señor Jesús presentó Sus demandas a los que serían Sus discípulos, sabiendo que solo así pueden vencer. Todavía hoy debemos tomar en serio la orden que dio hace más de dos mil años. Debemos llamar a todo creyente – hombres y mujeres – viejos y jóvenes – a tomar su cruz y negarse a sí mismo. Solo unos pocos responderán en verdad, tal como en aquellos días. Pero estos pocos pueden llegar a ser poderosos instrumentos de Dios para impactar al mundo para el Señor, al menos en la esfera donde ellos viven.

Amigo lector, si hoy el Señor Jesucristo te dijera: “Sígueme”, ¿lo harías? ¿Te unirías con Él en la Gran Comisión a ser Su discípulo, para tener tu vida cambiada radicalmente, para dedicarte a aprender de Él cómo vivir y agradar a Dios y cómo proclamar el evangelio y hacer discípulos? ¿O tendrá Él que decirte: “No puedes ser mi discípulo”, porque le rechazaste? ¿Quieres solo creer información acerca de Cristo, o que Él solamente te perdone tus pecados, o de veras confías en Él como Señor y Salvador, y le seguirás?

O. J. Gibson (1921-2006) servía al Señor en una asamblea en California

La Palabra de Dios: “Lo Mejor”

 La Mejor Provisión: “Tu Palabra”

Cuando usted lee los Salmos, usted descubre dos cosas: lo que David aborrecía y lo que David amaba. Nosotros vemos que hay tres cosas en el Sal 119 que David aborrecía:

Él aborrecía a los hombres hipócritas, vs. 113

Vinculado con la mente

Él aborrecía todo camino de mentira: vs. 128

Vinculado con los pies

Él aborrecía y abominaba la mentira: vs. 163

Vinculado con la boca

Vemos también lo que David amaba:

En Sal 119:47, David amaba los mandamientos del Señor. En versículo 97, él amaba la ley de Dios. En versículo 119, él amaba los testimonios de Dios. En versículo 140, él amaba la palabra de Dios. En versículo 159, él amaba los preceptos de Dios. En Sal 16:3, él amaba al pueblo de Dios: “Para los santos que están en la tierra, y para los íntegros, es toda mi complacencia.” Note que son los santos que están en la tierra.

 

“Morar arriba con aquellos que amamos,

Eso será la gloria.

Pero morar abajo con aquellos que conocemos,

Eso es una diferente historia.”

 

El amor uno por el otro es de importancia vital.

 

1. Es la prueba de que amamos a Dios. “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1Jn 4:20)

2. Es una prueba de que usted ama a Cristo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos.” (Jn 14:15). “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.” (Jn 13:34)

3. Es un testimonio al mundo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Jn 13:35)

4. Es una prueba de que somos salvos: “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte.” (1Jn 3:14)

 

Siempre debemos tratar de mantener ante nosotros la verdad del amor fraternal. Nosotros tenemos que hacer que “Permanezca el amor fraternal.” (Heb 13:1). “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.” (Rom 12:10).  “Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros.” (1Tes 4:9). Siempre busque mantener la verdad de “el hermano” en la Asamblea local. Cuando Pablo escribe a los Corintios, él menciona una y otra vez el pensamiento del hermano. Él habla acerca de Sóstenes, el hermano. Él habla acerca de Apolos, el hermano; acerca de Timoteo, el hermano; acerca de Tito, el hermano. Lea la pequeña carta de Filemón. Usted lee acerca de Timoteo, el hermano; acerca de Filemón, el hermano; acerca de Onésimo, el hermano. En la Biblia note aquellos que expresan el pensamiento de un hermano y aquéllos que no; Dios lo hace: “¿Dónde está Abel tu hermano?” (Gen 4:9). José lo hace, “Yo soy José vuestro hermano”. Note que los hermanos de José no: “… si es la túnica de tu hijo o no.” (Gen 37:32). Hay tres oradores en Lucas 15: el siervo, el padre, el hijo mayor. Tanto el siervo como el padre mantienen el pensamiento del hermano, pero el hijo mayor no lo hace. Donde se encuentra odio o celos, nunca entra la verdad del hermano.

 

David amaba la casa de Dios. Jehová, la habitación de tu casa he amado, y el lugar de la morada de tu gloria.” (Sal 26:8). Si amamos la casa de Dios, la asamblea de Dios, hay cosas que haremos y hay cosas que nosotros no haremos.

1. Nosotros no la dejaremos desierta. Heb 10:2: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre” Hay demasiados MDSV entre nosotros: Mañana del Domingo Sólo a Veces.

2. No la menospreciaremos. 1Cor 11: 22: “Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios?”

3. No la destruiremos: 1Cor 3:17: "Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.”

4. No la dividiremos: Rom 16:17: “Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos.”

5. Oraremos por su perfección: Col 4:12: “…para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere.”

6. Oraremos por su preservación, para que sea guardada del mal y del maligno. (Jn 17:15)

7. Oraremos por su pureza: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” (Jn 17:17)

8. Oraremos por su Paz. “Pedid por la paz de Jerusalén; sean prosperados los que te aman.” (Sal 122:6)

9. Oraremos por su prosperidad. Sal 122:6-7: “Sean prosperados los que te aman. Sea la paz dentro de tus muros, y el descanso dentro de tus palacios.”

Dios amaba al Dios de la casa: Amo a Jehová, pues ha oído mi voz y mis súplicas,” (Sal 116:1). “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.” (1Jn 4:19).

Piense en el amor de Dios por nosotros: fue sin ninguna razón. No había ninguna razón que Dios amara a ninguno de nosotros. Se ha dado cuenta alguna vez de que no es al principio de Deuteronomio, sino al final que usted lee estas palabras en Deut 33:3 “Aun amó a su pueblo; todos los consagrados a él estaban en su mano.” Después de sus murmuraciones y sus quejas, su pecado y sus rebeliones, Dios aún los amaba. “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo.” (Ef 2:4) Él nos amó y nos limpió de nuestros pecados.

El amor de Dios era Costoso. “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado su Hijo Unigénito…” (Jn 3:16).

 

Infinito amor fue la herida llaga

Intenta la brecha cerrar

Y caminar con el hombre otra vez.

Él dio su mejor, su bien amado,

Él vino, se desangró, murió;

Para reconciliar, el precio él pago,

Y unió la gran división.

 

El amor de Dios es Perpetuo. Él nos amó con amor eterno. Nada “nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom 8:39)

David amaba la Palabra de Dios. Y me regocijaré en tus mandamientos, los cuales he amado.” (Sal 119:47). Él amaba los testimonios, la ley, y los preceptos. Pablo, escribiendo a Timoteo, menciona la Palabra de Dios. En 1 Timoteo es su conducta en la casa de Dios, y el versículo clave es 1Tim3:15: “Para que, si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, (la) columna y baluarte de la verdad.” En 2 Timoteo es la creencia en la Palabra de Dios y el versículo clave es 2Tim 2:15: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.” En 2Tim 1:14, la Palabra es un tesoro que debe ser guardado: “Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros” En cap. 2:2, es verdad que tiene que ser transmitida a otros. La mejor manera de servir a la generación futura es servir a nuestra propia generación. “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.”. También, en v15, es la verdad que debe ser bien usada: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado… que usa bien la palabra de verdad”

Tres cosas en relación con la Palabra de Dios marcan al hombre que es aprobado por Dios: Él mira hacia arriba: Él se ocupa en la lectura (1Tim 4:13). Él la deja entrar: la Palabra de Dios mora abundantemente en él. (Col 3:16). Entonces él la vive: él adorna la doctrina de Dios su Salvador en todas las cosas. (Tit 2:10). En 2Tim 3:15, es un libro de texto que debe ser estudiado. Desde la niñez Timoteo había conocido las Sagradas Escrituras que fueron capaces de hacerlo sabio para salvación. Note qué tenemos que estudiar: Toda la Escritura, desde Génesis hasta Apocalipsis. Note cómo tenemos que estudiar: Prov 2:4. Nosotros debemos buscarla como uno buscaría por plata, como uno lo haría por un tesoro escondido. Note cuándo tenemos que estudiar: Sal 1:2 “Y en su ley medita de día y de noche.” Entonces nuestra actitud; un marco de oración, una mente inquisitiva, un espíritu meditativo, y un corazón obediente.

Para aprovechar mejor la Biblia hay que leerla completa, hacer anotaciones, orar con ella, vivirla, y trasmitirla. Entonces en 2Tim 4:2 vemos que es una trompeta que debe sonar: “Predica la Palabra”. La palabra de Dios es instrumental. “Y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.” La Palabra es inspirada: “Toda la Escritura es inspirada por Dios.” Y la palabra de Dios es instructiva. “Y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia. Se pueden dar muchas razones por las que David amaba la palabra de Dios.

Él la amaba a causa de su Perfección. Todo acerca de Dios es perfecto. La obra de Dios es perfecta. Deut. 32:4 “Él es la Roca, cuya obra es perfecta.” Ya sea que pensemos en Su obra en creación o Su obra en redención, Su obra es perfecta. En Sal 18:30, se nos dice que el camino de Dios es perfecto. “En cuanto a Dios, perfecto es su camino.” “Oh, Dios, santo es tu camino. En el mar fue tu camino.” Sal 77. Cuando Su camino es santo, nosotros podemos rastrear a Dios, podemos confiar en Dios, y podemos agradecer a Dios. Cuando su camino es en el mar, nosotros no podemos rastrear a Dios, pero podemos confiar en Él y podemos agradecerle. En Job 36:4, Su sabiduría es perfecta. “Contigo está el que es íntegro en sus conceptos.” Dios es un Dios que es demasiado sabio para equivocarse; demasiado amoroso para no ser benévolo. La voluntad de Dios es perfecta. En Rom 12:2, leemos, “Para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” En Sal. 19:7, la Palabra de Dios es perfecta. “La ley de Jehová (o la doctrina del Señor) es perfecta, que convierte el alma.”

Él la amaba por su Pureza. “Sumamente pura es tu palabra, y la ama tu siervo.” Ya sea la palabra viva o la palabra escrita, ambas están marcadas por la pureza. Cristo es completamente puro.

“Con suavidad irresistible,

Toca lo áspero e insensible;

Constituido en pureza

Como ningún otro;

Sin falta en cada atributo,

Justo en todos los aspectos;

En la búsqueda de pecadores sin ley,

No se le ha podido encontrar falta.”

Él la amaba a causa de su Preciosidad. Él amaba los mandamientos sobre el oro, sí, más que el oro fino. Pedro ha sido llamado nuestro precioso hermano Pedro, porque él habla de las cosas que son preciosas. Él habla de la preciosa fe. “Mucho más preciosa que el oro… perecedero”. Él habla de la preciosa sangre; “Fuisteis rescatados no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.” En el cap. 2, él nos muestra a un Hijo precioso al Padre: “Piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, más para Dios escogida y preciosa”. Nosotros vemos a un Salvador precioso para usted y para mí: “Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso (la preciosidad)”. Nosotros aprendemos de una piedra preciosa para Sion: “He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa.” Él habla acerca de “Preciosas y grandísimas promesas.”

Él la amaba a causa de la Paz que traía. “Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo.” (Sal 119:165)

Él la amaba a causa de su Poder. Observe ocho veces en el Salmo 119 “Según tu Palabra”. Usted lee acerca de limpieza y salvación y el salmista siendo fortalecido, librado, confortado, y todo era “conforme a la Palabra del Señor.”

Notemos lo que nosotros debemos hacer con la palabra de Dos y lo que no debemos hacer con ella: tenemos que desearla. “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación.” (1Ped 2:2). Nosotros tenemos que deleitarnos en ella: “Sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche.” Nosotros tenemos que devorarla. “Fueron halladas tus palabras, y yo las comí” (Jer 15:16). Nosotros debemos desplegarla: “…adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador.” Nosotros tenemos que declararla: “Porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.” (Hech 20:27). Nosotros debemos defenderla; 2Tim 1:14 dice, “Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros.”

Note lo que no debemos hacer con la Palabra de Dios. Nosotros no debemos adulterarla, 2Cor 4:2. Nosotros no debemos negarla, no debemos desplazarla, no debemos despreciarla. Deseamos prosperar para ser exitosos. Nosotros deseamos ser un cristiano que sea fragante, fresco y fructífero. Deseamos ser un cristiano que sea feliz y haga progresos en las cosas divinas. Depende de nuestra actitud hacia la Palabra de Dios. Observe Jos 1:8 “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.” Observe tres cosas: la Palabra está primero en la boca. Entonces está en la mente, y luego determina la forma de vida. Entonces a la luz de Sal 1: Hay separación, hay meditación. Entonces piense en Santiago 1:25. El que mira, continúa mirando. Él es también hacedor de la Palabra. Él mira, él sigue buscando, él vive. Ese hombre es bendecido en el hacer. Pablo escribe al joven Timoteo, “Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura…ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos.” (1Tim 4:13,15)

EL MEJOR DE LOS LUGARES: “En mi corazón.” No dice, Tu palabra la guardaré en mi cabeza para que no pecar contra Ti. Ni tampoco dice, Tu palabra la he sostenido en mi mano para no pecar contra Ti, sino, Tu palabra la he guardado en mi corazón para no pecar contra Ti.

EL MEJOR DE LOS PROPÓSITOS: “Para no pecar contra ti”. Piense en el largo alcance que tiene el pecado. Afecta a Dios y a Cristo y al Espíritu; afecta a la Asamblea y al cuerpo, alma y espíritu de la persona. Afecta a Dios. José dice: “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios? (Gen 39:9) Samuel dice, “Así que, lejos sea de mí que peque yo contra Jehová cesando de rogar por vosotros; antes os instruiré en el camino bueno y recto.” (1Sam 12:23) David dice, “Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos.” (Sal 51:4). El pecado afecta a Cristo. “De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis.” (1Cor 8:12). El pecado afecta al Espíritu Santo; “¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo? (Hech 5:3) El pecado afecta a la Asamblea: “¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?” (1Cor 5:6). El pecado afecta el cuerpo, el espíritu y el alma. “Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; más el que fornica, contra su propio cuerpo peca.” (1Cor 6:18). “Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.” (2Cor 7:1)

Alex Dryburgh
(Verdades para nuestros días, septiembre 2010)Alex Dryburgh

Aceptos en el amado

 

(Efesios 1:6)

No dice que Dios nos acepta si nosotros hacemos lo mejor que podamos; sino, “Nos hizo aceptos”. Ni tampoco dice que Él nos hará aceptos en el Justo, porque, aunque esto es cierto, no es la verdad que aquí se expresa; sino, “Él nos hizo aceptos en el AMADO”. El apóstol, cuando fue guiado por el Espíritu Santo para escribir esas palabras, no se refería sólo a sí mismo, sino a todos en todo lugar que confíen en Jesús como su Salvador. Sin embargo, hay multitudes en las iglesias modernas que no creen que ellos han sido aceptados en lo absoluto; hay multitudes que piensan que son aceptados de acuerdo con la medida de sus oraciones y esfuerzos y buenas obras; y pocos, por desgracia, muy pocos, entienden por simple fe en la Palabra de Dios que ellos son aceptados de acuerdo con la medida del amor del Padre a Su Hijo.

Antes de que se establecieran los fundamentos de la Tierra, Él era el deleite de Su Padre, regocijándose delante de Él todo el tiempo. (Prov 8:30); y cuando Él caminó entre los hombres, una y otra vez el cielo se abrió, como si Dios reprimiera Sus deseos de pronunciar con voz audible Su amor que se desbordaba por Aquél que vino a hacer Su voluntad. En Su bautismo, y en el Monte de la Transfiguración, se escuchó una voz del cielo diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mat 3:17; 17:5); y Él podría responder con verdad perfecta, “El que me envió es conmigo: el Padre no me ha dejado solo; porque yo siempre hago las cosas que le agradan” (Jn 7:29). Cuán amado es para el Padre ahora que Él ha lo ha satisfecho y lo ha glorificado sobre la tremenda cuestión del pecado, ninguna lengua puede decirlo, ninguna imaginación puede concebirlo.

Nosotros sabemos que cuando Él estaba aquí abajo, Él habló de Sí mismo como el Hijo Unigénito y muy amado. (Jn 3:16; Mar 12:6); y desde que Él ha sido exaltado a la mano derecha de la Majestad en las alturas, nosotros estamos seguros de que Él no es menos amado por el Padre, a quien Él obedeció y honró. Él es amado con un amor infinito, y es en Él, siendo tan amado, que el creyente más débil y más indigno es aceptado. Por lo tanto, no es la verdad completa decir que nosotros somos aceptos de acuerdo con la estimación que Dios pone sobre Su obra consumada, o de acuerdo con el valor que Él pone sobre Su preciosa sangre; sino que nosotros somos aceptos de acuerdo con Su amor por Jesús, quien es más para Él, y más cercano a Él que todo el universo a Su alrededor.

Esto es lo que nuestro Señor enseña simplemente en la sublime oración intercesora que cierra Su discurso de despedida a los discípulos. Siete veces Él usa las palabras de comparación ASI y COMO para indicar a todos los que creen en Su Nombre que tienen su propio lugar y porción, y Él finaliza y corona su maravillosa exhibición de gracia diciendo, “para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado”. (Jn 17:23). No, nosotros tenemos algo adicional al amor que el Padre otorgó a Su Hijo, porque Él agrega, “que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos” (v26). Con dichas declaraciones saliendo de sus propios labios, no podemos sorprendernos de escuchar al Apóstol exclamando movido por el Espíritu Santo, “En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo.” (1Jn 4:17)

De aquí se deduce que la medida de Su aceptación con el Padre es la medida de nuestra aceptación; y la medida de Su cercanía al seno del Padre, y al trono del Padre, es justo la medida de nuestra cercanía; porque nosotros permanecemos no sólo en la aceptabilidad de Su obra, sino en toda la aceptabilidad de Su persona. Si nosotros pasáramos nuestros pensamientos de nuestra indignidad a Su amor perfecto, nosotros tendríamos confianza en lugar de alarma al pensar en el juicio; porque nunca, hasta que sea manifestado en Su tribunal, sabremos nosotros lo que Él ha hecho por nosotros, lo que Él ha sido para nosotros, y lo que Él ha soportado de nosotros. Entonces, en la presencia de Su gloria, nosotros veremos el resplandor de amor que se manifestó en la paciente gracia y bondad incansable en medio de nuestros constantes fracasos; y nosotros nos retiraremos de la escena sobrecogidos, no con terror, sino con un despliegue de todo su amor.

¡Que Él abra nuestros corazones suspicaces y enderezados para tomar ahora más de este amor maravilloso, y estar más ocupados con Su suficiencia en nosotros, y Su Palabra para nosotros, y menos con nuestras debilidades y deficiencias! Ciertamente, nosotros lo deshonramos y lo contristamos cuando nos descarriamos y somos mundanos y caminamos como los hombres; pero si realmente confiamos en Él para librarnos del pecado y de la ira, y deseamos vivir en la luz sin nubes de la comunión con nuestro Señor, es una afrenta y dolor más grande al Amigo que es más cercano que un hermano, cuando Él nos ve cuestionando Su amor inmerecido, y rehusando tomar el lugar de un hijo aceptado, lo que Él da a cada pecador creyente.

Que cada duda, cristiano atribulado, en la lectura de la bendita seguridad y las promesas consoladoras de la Biblia, digan siempre, “Yo tengo todo esto o nada”

Verdades para nuestros días. Septiembre 2010