domingo, 12 de febrero de 2012

EL TABERNÁCULO

EL TABERNÁCULO PROPIAMENTE DICHO (Éxodo 26)

El tabernáculo, para poder ser transportado a tra­vés de las numerosas etapas del desierto, era desmonta­ble en diversas partes, aunque no dejaba de constituir un todo. Antes de cada partida los levitas desmontaban el tabernáculo y, luego, lo transportaban, parte sobre sus hombros, parte en carros. En cada nuevo lugar en que se acampaba se comenzaba por erigir el taberná­culo y luego el pueblo acampaba alrededor (Números 1 a 4).
El tabernáculo en sí mismo estaba compuesto por tablas, cortinas y velos. Él es, por un lado, una figura de Cristo, y, por otro lado, una figura de los rescatados, cuyo conjunto forma la Casa de Dios, la Iglesia.

Dimensiones: 1 1/2 codo de ancho por 10 de alto.
20 tablas al norte, 20 tablas al sur, 8 al oeste: total 48.
Cada tabla constituía, pues, una sola pieza ancha y larga que debía provenir de un árbol de gran talla. Había sido preciso cortar el árbol y trabajar la tabla antes de integrarla al tabernáculo. Así ocurre con el res­catado, quien ha sido sacado de este mundo y formado por Dios para volverse parte integrante de su Casa (comparar 1 Reyes 6: 7).
Pero una tabla, por ancha y grande que sea, no puede mantenerse parada por sí sola (Éxodo 26: 15). Por eso dos espigas en la base de cada tabla penetraban profundamente en dos basas de plata. Éstas represen­tan la redención (30: 11-16; 38: 25-27), la justificación por la fe, tal como nos es presentada en Romanos 3 a 5. Las dos basas hacen pensar en dos verdades fundamen­tales: la justicia y el amor de Dios, a las cuales respon­dió perfectamente la obra de Cristo. Como Cristo llevó sobre Él nuestros pecados y fue hecho pecado por nosotros, soportando en nuestro lugar el juicio, Dios es justo al perdonar al pecador, es decir, es "el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús" (Romanos 3 : 26). De tal manera su amor, que quería perdonar, está íntimamente ligado a su justicia. Dios no puede más que perdonar los pecados de aquel que por la fe se coloca bajo la sangre de Jesús, ya que ello es justicia de su parte para con Cristo.
Así, como una tabla parada en la arena del desierto, bien afirmada sobre su basa, el creyente resca­tado está de pie y su salvación está bien asegurada.
"Por la fe estáis en pie", nos dice 2 Corintios 1: 24 (V.M.). En efecto, el hecho de que podamos estar de pie no se debe a nuestra energía ni a nuestro conocimiento, sino únicamente a la fe en la obra cumplida por el Señor Jesús. Por eso, "el que piensa estar firme, mire que no caiga" (1 Corintios 10: 12). Hay quienes aparentan estar de pie: criados en un medio cristiano, han adquirido en la escuela dominical o en reuniones un bastante amplio conocimiento intelectual de las cosas de Dios; pero, si nunca hallaron al Salvador para sí mismos, si la palabra no ha sido mezclada en sus cora­zones con la fe, aparentan estar de pie, pero caerán por cierto. Esta advertencia se dirige también a los verdade­ros hijos de Dios en cuanto a su andar práctico. No pensemos nunca, cuando vemos que un hermano ha caído, que ello no nos acontecerá a nosotros (Gálatas 6:1); antes bien, pongamos nuestra confianza en la gracia y el poder del Señor, según está escrito: "Pode­roso es el Señor para hacerle estar firme" (Romanos 14:4).
            Pero una tabla, aunque esté bien asegurada sobre su basa, podría ser volteada por el viento del desierto si ella permaneciese sola; por eso las tablas debían estar unidas las unas a las otras. Es una lección digna de recordar a cualquier edad: nadie quiera permanecer solo como creyente, sino busque la comunión de los hijos de Dios. Ello es particularmente importante cuando un joven, a causa de sus estudios, de un apren­dizaje o de otras circunstancias, deja el hogar paterno para ir a la ciudad o a un país extranjero. "La amistad del mundo es enemistad contra Dios" (Santiago 4:4). Estemos atentos a no buscar amigos en el mundo, sino, por el contrario, estemos agradecidos por los amigos creyentes que Dios pone en nuestro camino, con los cuales podemos tener algo en común al mirar juntos un mismo objetivo. Ayudarse el uno al otro en el camino de la fe, orar juntos, comunicarse mutuamente las maravillas descubiertas en la Palabra de Dios y las experiencias que el Señor nos conduce a hacer en cuanto a su amor, son algunos de los goces que propor­ciona la amistad cristiana.
Pero hay aun más. No sólo algunas de las tablas debían estar agrupadas, sino que todas debían estar bien unidas y sujetas por cinco barras o "travesaños" (Éxodo 26: 26-28, V.M.). Se pueden ver en esos travesa­ños tres significados:
a)     El travesaño central, que corría en medio de las tablas a todo lo largo de ellas, podría hacer pensar en el Espíritu Santo, el cual, según 1 Corintios 12: 13, une a los rescatados en un solo Cuerpo (pero debe recordarse que la verdad del Cuerpo no estaba revelada en el Antiguo Testamento);
b)     Esos travesaños son también una figura del minis­terio por el Espíritu según Efesios 4: 11-14, cuya finalidad es, entre otras, "la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe... para que ya no seamos niños fluctuantes...". También es posible relacionarlos con Hechos 2:42;
c)     En un sentido moral, por último, los travesaños recuerdan Efesios 4: 1-3, donde la humildad, la mansedumbre, el sostén, la paciencia y el amor son indispensables para que prácticamente los cre­yentes permanezcan bien unidos.
            Las  tablas paradas, fijas a sus basas de plata y unidas por travesaños, estaban recubiertas de oro; los rescatados del Señor son nacidos de nuevo, son hechos "participantes de la naturaleza divina" (2 Pedro 1: 4) y cuando ellos son considerados en el santuario, como las tablas, no se ve más que el oro que los recubre. Así for­man hoy, como "piedras vivas", la Casa de Dios (1 Pedro 2: 5).

2.      El velo (Éxodo 26: 31-35)
Según Hebreos 10: 20, el velo que separaba el lugar santo del lugar santísimo representa a Cristo venido en carne. Él estaba hecho de azul (carácter de Aquel que vino del cielo), de púrpura (Aquel que por su sufrimiento recibirá el dominio universal), de carmesí (o escarlata; color de la sangre que recuerda sus sufrimientos, pero también su gloria como Mesías de Israel) y de lino fino (humanidad y perfecto andar de Jesús), caracteres del Señor Jesús que nos presentan de una manera particular los cuatro evangelios (cua­tro columnas), pero también todas las páginas de la Palabra.
Muchos no han discernido la gloria de la Palabra hecha carne. En efecto; el velo ocultaba el arca, pero ese velo fue rasgado de alto a bajo en la cruz. Por otra parte, Juan recuerda a aquellos que, con él, vieron "su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad" (Juan 1:14).
Sobre el velo estaban bordados querubines que mostraban que el Señor lo discierne todo, lo conoce todo y lo juzga todo (véase Apocalipsis 1 a 3). Los que­rubines — que en un sentido recuerdan a los de Edén (Génesis 3: 24) — evidenciaban que el acceso al santuario estaba cerrado. Pero hoy, estando el velo rasgado, Jesús nos ha abierto el acceso a la presencia misma de Dios (Lucas 23: 45; Hebreos 10: 19-22).

a)     Las cortinas (Éxodo 26: 1-6)
Diez cortinas de 4 codos por 28 forman un conjunto de 40 codos por 28. Estas cortinas están hechas con el mismo material que el velo; pero, en tanto que en el velo el azul viene en primer término, en las cortinas es el lino fino el mencionado en primer lugar. En efecto, si las cortinas representan a Cristo (según el pensamiento de que el tabernáculo nos habla de Dios manifestado en Cristo), representan también a los creyentes tales como son vistos en Cristo, "hechos aceptos en el Amado" (Efesios 1: 6). Y, cuando se trata de los creyentes, la justicia práctica en su andar es ante todo la que debe caracterizarles, mientras que en el caso de Cristo correspondía poner en evidencia en primer término su carácter celestial.
Los hijos de Dios, tales como son vistos en el san­tuario — según nos les presenta la epístola a los Efesios y la dirigida a los Colosenses — llevan los caracteres de Cristo. Las cortinas estaban bien unidas entre sí por lazadas de azul y corchetes de oro, ya que los lazos que unen hoy a los rescatados son divinos y celestiales. Los creyentes no se agrupan porque les convenga hacerlo o porque se pongan de acuerdo sobre ciertos puntos para reunirse, sino que es Dios quien les ha unido indisolu­blemente. Al reunirse sencillamente en torno al Señor Jesús dan testimonio de lo que Dios hizo, o, como se ha dicho, expresan de hecho lo que ya existe por la fe. En un tiempo de ruina como el de ahora, tal reunión debe estar de acuerdo con 2 Timoteo 2:19 y 22 para ser según el pensamiento del Señor.
En la práctica, es importante que los creyentes manifiesten cuál es su posición en el santuario, que reproduzcan los caracteres de Cristo (lino fino, azul, púrpura y carmesí —"si sufrimos, también reinaremos con él" (2 Timoteo 2: 12) — y que revelen la realidad del hecho de que Dios les ha unido en uno.
Si bien el Enemigo ha conseguido dispersar y divi­dir a los cristianos en cuanto a su testimonio práctico en la tierra, no es menos cierto que en Cristo y para Dios ellos son uno, así como el conjunto de las cortinas unidas por los corchetes formaba un solo tabernáculo (Éxodo 26:6).

b)     La tienda (26: 7-13)
"Harás asimismo cortinas de pelo de cabra para una cubierta sobre el tabernáculo", las que constituían una protección contra toda influencia o mancha exte­rior.
Once cortinas de 4 codos por 30 formaban un conjunto de 44 codos por 30, el cual, por lo tanto, excedía de las primeras cortinas.
El pelo de cabra habla de la separación para Dios (vestimenta de los profetas), no por la severidad hacia los pecadores, sino la separación respecto de los peca­dores por severidad para con uno mismo, lo que por cierto puede estar ligado con la afabilidad y la bondad más perfectas, tales como han sido vistas en Cristo.
No puede haber semejanza con los caracteres de Cristo (cortinas) sin que haya separación del mundo. Las mujeres habían hilado el pelo de cabra (35: 26), lo que hace ver que el creyente, incluso el más humilde, está llamado a realizar prácticamente esta separación del mundo en su vida de todos los días, en su casa, en el trabajo, en su comportamiento. Si cada uno, allí donde se encuentra, "hila" el pelo de cabra, la separación de la Casa de Dios con respecto al mundo será una realidad, pero, si prác­ticamente faltan hilos, el propio tejido de la "tienda" no será ya una protección contra la mancha exte­rior.
Las cortinas de la tienda estaban unidas por laza­das y corchetes de bronce, lo que habla de la unidad de los creyentes en la separación y el juicio del mal.
c)     Cubiertas de pieles de carneros (26: 14)
      Carnero: ofrenda de la consagración (29: 19). Es la dedicación de los rescatados al Señor, a sus intereses y a su Casa, producida por la conciencia de la completa consagración de Cristo a Dios en favor de los rescata­dos, consagración que duró hasta la muerte ("teñidas de rojo"): 2 Corintios 5:15; Efesios 5: 2.
      La separación exterior sin devoción interior, de corazón, para el Señor, conduce al legalismo y a la pro­pia justicia (Lucas 18:9-14).
            Él quiere que le amemos Por entero y con ardor, Porque Él mismo —lo sabemos — Es esencia del amor.

d)     Cubierta de pieles de tejones (26: 14)
Era la cubierta exterior, lo único que se veía del tabernáculo, con el velo que servía de entrada al lugar santo. Para ver las cortinas y sus bordados, el oro de las tablas y los diversos objetos del lugar santo y del lugar santísimo era preciso penetrar en el santuario. Desde el exterior sólo se veía esta cubierta de pieles de tejones. Así era Cristo en este mundo: para descubrir sus distin­tas glorias hacía falta la fe que discernía en él al Hijo de Dios, pues para los demás no había en él atractivo que le hiciera deseable (Isaías 53: 2).
Estas pieles de tejones nos hablan también de la vigilancia indispensable para evitar las trampas y des­baratar los ataques del Enemigo. Es como una protec­ción moral de una completa eficacia. Sin vigilancia en el andar práctico, uno se deja arrastrar —por amigos mundanos o circunstancias— a situaciones en las cuales, salvo intervención particular del Señor, sólo se puede deshonrarle (1 Corintios 15:33-34; Proverbios 4: 20-27).
Las cuatro cosas, pues, están íntimamente ligadas: para reproducir prácticamente los caracteres de Cristo es indispensable que los hijos de Dios hagan una reali­dad de la separación del mundo y del mal, de la consa­gración a Cristo y de la vigilancia. Si en dependencia del Señor se siente la necesidad de servirle con amor, uno será guardado de muchas trampas, comprenderá mejor la necesidad de la separación del mundo y velará sobre aquello que podría empañar el testimonio y entorpecer la obra del Señor.

Rebeldía y Apostasía

"Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas" (Deuteronomio 30: 14).
         Cuan importante resulta tener el fundamento dado por la Palabra en el respaldo de todas las acciones y doctrinas, que sostenemos y anunciamos. De lo contrario caminaremos por las vías del fracaso y la más vergonzosa ruina. Por esto todo verdadero creyente debe siempre contender por esta palabra, que esta "muy cerca" de cada uno para que no sea privativa solo de algunos. Las fuentes están abiertas para todos aquellos que desean beber de ellas y recibir los benditos resultados que son refrescantes al alma.
         Debemos notar que en este versículo la palabra está en la boca y en el corazón, dos cosas muy necesarias. Las cuales no deben estar desasociadas la una de la otra. Vemos que la confesión y el corazón con fe tienen su valor en nuestra responsabilidad frente a la palabra. "Que si confesares con tu boca al Señor Jesús (como Señor tuyo), y creyeres en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo" (Ro. 10:9 V.M.) Estos versículos nos muestran que nada está fundamentado en nosotros, ni nada proviene de nosotros, sino todo en el testimonio de Dios por medio de su Hijo. El olvido de esta verdad elemental ha dado sus tristes frutos en la apostasía que resulta ser la rebelión del hombre ante todo el testimonio de Dios. Rebelión que se manifiesta en varios aspectos, las cuales no importando su grado de acción son siempre ofensivas a Dios.
         El principio de la apostasía es siempre hacer primar la propia voluntad uniéndose al curso de este mundo, abandonando la voluntad de Dios, tal como podemos verlo desde el Edén hasta nuestros días "se envanecieron en sus razonamientos" (Ro. 1:21). Es dejar de lado voluntariamente el lugar que nos corresponde como criaturas ante el Creador, "no miréis en pos de vuestro corazón y de vuestros ojos, en pos de los cuales os prostituyáis" (Num. 15:39) Habíamos visto que la Palabra estaba cerca del corazón, pero este verso nos advierte ante la eventualidad de dejar la verdad de la Palabra y dirigirse a las codicias del corazón, las carnales satisfacciones y las vanidades de los hombres. En tal condición nuestros pasos serán llevados en seducción a la idolatría, pues el mal está en nuestros corazones, lo cual lleva al ser humano a la acción voluntaria de cambiar la verdad de Dios por la mentira (Rom.1:25). Esto puede ser visto en la condición del hombre en su ruina moral por el pecado a través de la historia y se ha demostrado con creces que sin la guía segura de Dios, este ha caído en las oscuridades más horrendas de la idolatría. "Por lo mismo que, cuando conocieron a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias; sino que se hicieron vanos en sus razonamientos, y entenebrecióse su fatuo corazón... y trocaron la gloria del Dios incorruptible en una semejanza de imagen de hombre corruptible..." (Ro. 1:21,23 V.M.) Aquí vemos una grave consecuencia, que se deriva de hacer primar la voluntad propia, como antes mencionamos, pero también observamos otro grave riesgo que consiste en aceptar el ingreso en la mente de pensamientos que llevan a rechazar los fundamentos de la verdad de la Palabra y la autoridad Divina. Es tan grave todo esto que la Palabra declara "Dios los entregó" a la inmundicia en las concupiscencias de sus corazones, pasiones vergonzosas y a una mente reprobada; para hacer todas aquellas cosas que no convienen y en tal condición atraer tras de sí a muchos que se mantienen puros de tales infamias. Cuando en el desprecio de los principios divinos y en el deseo de seguir la mentira los resultados serán siempre los mismos, la corrupción moral y la apostasía.
         En los males de despreciar o agregar a los principios de la Palabra con mentiras, es la validación de la razón (reprobada) puesta a los intereses del hombre, cuanto más se establezcan estos como hábitos, más crecerá el deseo de seguir realizándolos y por tanto más se estará enajenado a la voluntad perfecta de Dios. Sin embargo al evitar estos males se hallará el gozo y se tomará conciencia de la justicia de Dios "Pues no somos como los muchos que conocéis que hacen un comercio de la palabra de Dios; sino al contrario, como hombres de sinceridad, y como de Dios, delante de Dios, hablamos de Cristo" (2Cor.2:17 V.M.) Dos aspectos notables que definen el que hacer de los simple profesantes y de los verdaderamente creyentes, una advertencia clara "hacen comercio de la Palabra de Dios", que triste condición, pero necesaria para pavimentar el piso por donde transitará el hombre de pecado. Pero de los fieles se dice que hablan de Cristo "delante de Dios", el temor reverente está en sus corazones y hablan de toda revelación que ha sido dada por el Espíritu Santo, gozosa condición y necesaria para que Cristo reine en medio de los corazones de este remanente fiel.
         La apostasía en su manifestación natural en todos los hombres, tiene su respuesta de Dios en Cristo Jesús por medio de su salvación provista desde la Cruz del Calvario; en su manifestación religiosa en la Cristiandad, la respuesta de Dios es El Señor Jesucristo donde los verdaderos creyentes están unidos a Él; y en su manifestación usurpadora en Israel hacia todas las naciones, la respuesta de Dios es Cristo en sus derechos gloriosos al sacerdocio y a Su realeza. "Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre" (Juan 20:31).

LA DOCTRINA

La doctrina es la enseñanza de los principios divi­nos. Las palabras «doctrina» y «enseñanza» son una sola y misma palabra en el texto original.
Cuando la Palabra de Dios habla de la doctrina en singular, se trata casi siempre de la sana doctrina, de la buena doctrina, de la doctrina según la piedad (l Timo­teo 1: 10; 4: 6; 6: 3). El apóstol Juan, en su segunda epístola, habla de la doctrina de Cristo, es decir, de la verdad relativa a la persona de Cristo venido en carne a la tierra: "cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo —dice—, no tiene a Dios" (v. 9).
Cuando habla en plural, siempre es cuestión de falsas doctrinas: "doctrinas diversas y extrañas" (Hebreos 13: 9), "doctrinas de demonios" (1 Timoteo 4: 1), por las cuales no debemos dejarnos seducir.
Nos es dicho de los creyentes de la primera hora, ante todo, que "perseveraban en la doctrina de los apóstoles", es decir, en la enseñanza que proporciona­ban los apóstoles en relación con la nueva "época —el cristianismo— y luego "en la comunión... en el par­timiento del pan y en las oraciones" (Hechos 2: 42).
En los distintos aspectos del ministerio de la Pala­bra de Dios, la enseñanza doctrinal constituye el aspecto fundamental. Es presentado por medio de aque­llos a quienes Dios ha dado a la Asamblea como "maes­tros", es decir, los que enseñan (1 Corintios 12: 28; Efesios 4:11). Sobre la base de esta sana enseñanza —que un día los hombres no sufrirán (2 Timoteo 4: 3) — son presentadas las exhortaciones y las advertencias "para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean, con astucia las artimañas del error" (Efesios 4: 14).

EL GOBIERNO DE DIOS

Al igual que en el tiempo de la ley, aún hoy, durante la época de la gracia, existe un gobierno de Dios referente a sus hijos. La Palabra de Dios trata este tema bajo dos aspectos:
1) Un aspecto general, según el cual el creyente está sometido, como los demás, al gobierno de Dios. El apóstol Pablo, dirigiéndose a hermanos, escribe: "Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará" (Gálatas 6:7).
2) Un aspecto particular, representado por la disci­plina de la cual participa todo hijo de Dios: "Porque el Señor al que ama, disciplina... Pero si se os deja sin dis­ciplina... entonces sois bastardos, y no hijos" (Hebreos 12:6-8). La noción de disciplina nace de la relación entre un padre y su hijo. El gobierno de Dios referente a nosotros es ejercido en vista de esta relación para mantenernos bajo ella prácticamente o para hacernos volver a ella si es que hemos cometido alguna falta. Él quiere apartarnos del mal, triturar lo que es duro, alen­tarnos por medio de su bondad.
Como Dios ha confiado a cada uno de sus hijos el honor de ser sus representantes ante los hombres, no podría permitir que aquéllos siguieran el camino de su propia voluntad. Él es aquel que juzga, que aprecia: "Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de perso­nas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación" (1 Pedro 1: 17). Dios es nuestro Padre, pero Él es tam­bién aquel a los ojos del cual todas las cosas están des­nudas y abiertas (Hebreos 4: 13).
Es importante recordar que el pensamiento de la gracia soberana de Dios no debilita nunca el de su gobierno. No obstante, según esta misma gracia, Él desea velar por la conducta de los suyos, tanto para su gloria como para la mayor bendición de ellos.
La Bonne Nouvelle

EQUILIBRIO CRISTIANO

El fariseísmo es de temer para el cristiano, así como lo era antiguamente para el judío. En efecto, la verdad comunicada va mucho más allá de lo que había recibido el judío y, por otra parte, la separación cris­tiana es esencialmente interior, mientras que la del israe­lita consistía sobre todo en formas exteriores. Por consi­guiente, el cristiano está siempre en peligro de conside­rar como algo satisfactorio una separación hacia Dios que, en lugar de ser realizada por medio del Espíritu Santo en verdad y en amor entre aquellos que están vin­culados al Señor, se contentará con un cierto número de abstenciones y de prohibiciones, en un esfuerzo por ser diferente de los demás, es decir, con un espíritu de supe­rioridad. Aquel que no vela se expone así a engañarse a sí mismo al pretender edificar la cosa más contraria al pensamiento de Cristo, a saber, un sectarismo real aun­que inconsciente.
He aquí de qué manera el Espíritu de Dios guarda a los creyentes para que su separación, sin dejar de ser santa, conserve el sabor de la gracia de Dios y no el del orgullo del hombre : Él produce en ellos "rogativas, ora­ciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres" (1 Timoteo 2: 1). No se trata sólo de orar incansablemente, ni de orar de manera exclusiva por los hijos de Dios y especialmente por aquellos que se reú­nen únicamente al nombre del Señor Jesús. En este ver­sículo encontramos una exhortación a practicar todas las formas de la oración sobre la amplia base de las rela­ciones de Dios con toda la humanidad. Los santos deben corresponder a esa exhortación si no quieren ser infieles a la verdad. Ellos también tienen con Dios una relación semejante. Incluso el Evangelio, por medio del que han sido salvados, debería recordárselo. En efecto, si la Iglesia, en su unión con Cristo, o más bien si Cristo, unido a la Iglesia, es la manifestación particular de los consejos divinos, el Evangelio es la manifestación permanente de la gracia de Dios para con el mundo. Los creyentes, pues, conociendo esos dos aspectos de la verdad, son responsables de un verdadero testimonio tanto acerca del uno como del otro. Y en la práctica comprobaremos cómo la exageración en un sentido no solamente tenderá a perder de vista el otro lado, sino incluso a corromper lo que había llegado a ser la única preocupación. Porque Cristo es la verdad. Ni el Evangelio, ni la Iglesia tienen derecho a nuestro amor exclusivo, sino que los dos lo tienen a la vez, con sumisión al Señor. Y nosotros somos exhortados a ser testigos de la verdad, no estando santificados por una u otra de esas verdades, sino por la verdad. "Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17: 17).
Tal era antiguamente el peligro, y lo sigue siendo hoy. Los creyentes, como todos los otros hombres, son susceptibles de ser obstinados. Puede parecer muy espi­ritual escoger una posición extrema y mantenerse en ella. Quien así lo hace se imagina que está resguardado en una especie de esfera celestial: "la Iglesia". Por otro lado, puede parecer deseable, en cambio, liberarse de este tema de la Asamblea, del cual se ha abusado tanto como pretexto para la ambición e incluso para los celos y las disputas, rechazando así a los cristianos en lugar de reunidos alrededor del nombre del Señor. Sí, en esas condiciones y en el actual estado de ruina de la cristiandad, podría parecer deseable consagrar toda la energía de ella a la buena nueva que salva a las personas de la perdición y las lleva a Dios. Pero eso sería abandonar el círculo más limitado de lo que Cristo ama y honra. La única actitud justa, santa, fiel, consiste en mantener todo lo que es precioso a sus ojos : por un lado amar a la Iglesia con todo lo que se relaciona a ella, y por el otro dirigirse a la humanidad entera con la gracia que manifieste la luz de un Dios Salvador.
"Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; mise­ricordia y verdad van delante de tu rostro" (Salmo 89: 14).

Los frutos de la obediencia

Obedecer según el nuevo testamento, significa poner seria atención a la palabra de Dios, someterse a su autoridad y practicar sus instrucciones. La obediencia, en este sentido, es casi una letra muerta en el cristianismo moderno. Se puede enseñar de vez en cuando de una manera lánguida, pero no se destaca suficientemente como para darle poder a la vida de los oyentes.
            Para que una doctrina sea efectiva, además de ser recibida y sostenida por la iglesia; tiene que estar respaldada por tal fuerza de convicción moral que el hincapié caiga como un golpe sobre el fulminante, para que haga estallar la energía que esta latente dentro de ella. La iglesia de nuestro tiempo ha suavizado la doctrina de la obediencia, bien descuidándola por completo o mencionándola solo en forma apologética, como si fuera de paso. Este es resultado de una confusión fundamental en la mente del predicador y de la iglesia respecto a la obediencia y las obras.
            Al descartar la falsa doctrina de la salvación por medio de las obras, hemos caído en el error opuesto de la salvación sin obediencia. La biblia no enseña nada acerca de la salvación aparte de la obediencia. Pablo dio testimonio que el fue enviado a predicar “la obediencia a la fe en todas las naciones”. El les recordó a los cristianos de Roma que habían sido libertados del pecado por la siguiente razón: “…habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados”.
            En el nuevo testamento no hay contradicción entre la fe y la obediencia, pero si entre la fe y las obras de la ley y también entre la ley y la gracia. La Biblia no reconoce ninguna fe que no conduzca a la obediencia, ni ninguna obediencia que no brote de la fe. Las dos son los lados opuestos de la misma moneda. Si usted tuviera que dividir una moneda por un filo, destruiría ambos lados, perdiendo totalmente su valor. Del mismo modo la fe y la obediencia están unidas para siempre y ambas pierden su valor cuando se separan. El problema que muchos tenemos hoy consiste en que estamos tratando de creer, sin intentar obedecer.
El mensaje de la cruz contiene dos elementos: 
1) promesas y declaraciones que deben creerse
2) mandamientos que deben obedecerse.
            Obviamente, la fe es necesaria para las primeras y la obediencia, para lo segundo. De hecho lo único que podemos hacer con una promesa o una declaración es creerla; físicamente es imposible obedecerla, porque no se refiere a nuestra voluntad, sino a nuestro entendimiento. Igualmente es imposible creer en un mandamiento, porque no esta dirigido esencialmente a nuestro entendimiento, sino a nuestra voluntad. Ciertamente, podemos tener fe en su justicia; confiar en que es un mandamiento bueno y correcto; pero eso no es suficiente. Mientras rehusemos obedecer, no hemos hecho nada con respecto al mandamiento. Esforzarnos para creer aquello que se dirige a nuestra obediencia es enmarañarnos desesperadamente en un laberinto de imposibilidades.
            La doctrina del Cristo crucificado y la riqueza de verdades que se vinculan a ella, tienen este doble contenido. Por tanto, el apóstol puede hablar acerca de “la obediencia a la fe”, sin contradecirse. Se puede afirmar: “el evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree”, y “…vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen”. No hay nada incompatible entre estas dos declaraciones cuando se entienden a la luz de la unidad, esencial entre la fe y la obediencia.
            La debilidad del mensaje que predicamos hoy radica en hacer más hincapié en la fe que en la obediencia. Esto se ha llevado tan lejos que, en la mente de millones de personas religiosas, la palabra creer tiene el doble de significado de creer y obedecer. Se ha producido una hueste de cristianos mentales cuyos caracteres están mal formados y sus vidas fuera de proporción. Erróneamente se ha tomado la imaginación como si fuera la fe, y se ha hecho que le sirva a la obediencia.
            Hay una enfermedad mental bastante conocida entre nosotros, que consiste en que el paciente vive en un mundo completamente imaginario, ficticio, lleno de fantasía, sin ninguna realidad objetiva que corresponda a esa fe. Todos saben esto, excepto el mismo paciente; el discute a favor de su mundo con toda la lógica de un hombre cuerdo; y lo patético es que el es absolutamente sincero.
            Por tanto, hallamos cristianos que han vivido durante tanto tiempo en la atmosfera enrarecida de  la imaginación que parece casi imposible relacionarlos con la realidad. La desobediencia ha paralizado sus piernas morales y disuelto su columna vertebral; así que se desploman en un montón esponjoso de teoría religiosa, y creen todo con ardor, pero no obedecen en absoluto. En verdad, se escandalizan profundamente con solo oír la palabra “obedecer”. Para ellos huele a herejía y fariseísmo. Piensan que son los únicos que han usado bien la palabra de verdad. ¡Su doctrina de acción indolente es la religión del nuevo testamento! ¡Por esa razón murieron  los reformadores! Todo lo demás es la religión de Caín. Si no fuera por el hecho de que este credo del impase moral ha influido prácticamente en todo rincón del mundo cristiano; ha capturado a los seminarios e institutos bíblicos, ha determinado el contenido de la predicación evangélica y hasta ha llegado a decidir que clase de cristianos debemos ser; todo esto pudiéramos pasarlo por alto y tomarlo como solo una cosa mas.
            Tengo la convicción que el falso concepto moderno de la función de la fe y el hecho que nuestros maestros no insisten en la obediencia, han debilitado a la iglesia y retardado lamentablemente el avivamiento en este ultimo siglo. La única cura consiste en eliminar la causa. Para esto se necesita cierto valor, pero vale la pena el empeño decidido. Siempre estamos en peligro de ser victimas de las palabras. Una frase toma a menudo el lugar de la realidad espiritual; por ejemplo “seguir al señor” o “seguir al cordero” (Apocalipsis 14:4). No podemos, como los primeros discípulos seguir al maestro en determinada área geográfica. Tenemos la tendencia de pensar en esto con sentido literal, pero al mismo tiempo sabemos que es imposible y esto ha llegado a significar poco más que un acuerdo manifestado con movimientos afirmativos de la cabeza a las verdades del cristianismo. Pudiera sorprendernos el hecho de saber que el verbo “seguir” es una palabra en el nuevo testamento que se usa para referirse al hábito establecido de obedecer los mandamientos de Cristo.

Examinemos algunos frutos de la obediencia mencionados en el nuevo testamento:
            La casa del hombre obediente se construye sobre la roca (Mateo 7:24). Este hombre será amado por el padre, y contara con la manifestación del padre y del hijo, quien vendrá a el y hará morada en el (Juan 14:21-23). Este permanecerá en el amor de Cristo (Juan 15:10). Mediante la obediencia a la doctrina de Cristo, es libertado del pecado y hecho siervo de la justicia (Romanos 6:17-18); se le da el Espíritu Santo (Hechos 5:32). Se libra de engañarse así mismo y es bienaventurado en todo lo que hace (Santiago 1:22-25). Su fe es perfeccionada (Santiago 2:22). Es confirmado en la seguridad que tiene de Dios y en la confianza de que todo lo que pida en oración lo recibirá (1 Juan 3:18-22).
            Estos son algunos versículos que pueden citarse del nuevo testamento, sin embargo, más importante que cualquier cantidad de versículos probatorios es el hecho de que el flujo total del nuevo testamento se mueve en este sentido. Uno o dos versículos pudieran ser malinterpretados, pero no se puede interpretar mal el tenor total de la escritura.
            ¿Hasta donde llega todo esto? ¿Cuáles son las implicaciones prácticas para nosotros los cristianos comunes y corrientes de hoy?
            Podemos estar seguros de esto: Dios nos enviara las lluvias de bendición tan pronto como comencemos a obedecer sus claras instrucciones. No necesitamos una nueva doctrina, ni un nuevo movimiento, ni una “clave”, ni siquiera un evangelista importado o un “curso” costoso para que nos muestren el camino. Esta claro delante de nosotros como una autopista de cuatro canales juntos. 
            A cualquiera que pregunte, le diría: “sencillamente haga lo que usted sabe que debe hacer a continuación, para poner en practica la voluntad del Señor. Si hay pecado en su vida, abandónelo. Apártese de la mentira, murmuración, deshonestidad o de cualquier pecado. Abandone los placeres mundanales, la extravagancia en el gasto, la vanidad en el vestir, en su carro, en su hogar. Póngase en armonía con cualquier persona a la que haya hecho algún mal. Perdone a cualquiera que haya actuado mal con usted. Comience a usar su dinero para ayudar a los pobres y llevar adelante la causa de Cristo. Tome la cruz y viva con sacrificio. Ore, de, asista al servicio del Señor. Testifique de Cristo, no solo cuando sea conveniente, sino también cuando comprenda que debe hacerlo. No considere el costo, ni tema las consecuencias. Estudie el nuevo testamento para conocer la voluntad de Dios y luego hágala tal como la comprende. Comience ahora, dando el paso siguiente y prosiga”
Tomado del libro "Sendas que conducen al Poder" de A.W. Tozer

LAS SIETE FIESTAS DE JEHOVA (Lévitico 23)


INTRODUCCIÓN
Estas fiestas eran consideradas fiestas solemnes de Dios, pero ya en el Nuevo Testamento vemos que se habían conver­tido en las fiestas de los judíos, por esto habla el mismo Señor Jesucristo en Juan 7:2 "fiesta de los judíos". Hubo olvido por parte de los judíos en la celebración de estas fiestas ya que perdieron el carácter de santas, de la exclusiva posesión de Jehová.
Por mucho tiempo se dejaron de celebrar, sólo hasta los días de Ezequías y Josías se volvieron a celebrar. En el tiempo actual, también se nota olvido de las enseñanzas que nos han sido dadas en las Escrituras, por ejemplo, muchas enseñanzas del apóstol Pablo.
El carácter santo de estas fiestas implicaba la exclusión de contaminación mundanal y nos introduce en el llamado a santidad que el Señor hace por medio de Pedro en su primera carta, capítulo 1, donde se notan dos tipos de santificación:
·        Posicional: Santificación adquirida, gracias a Jesucristo, versículos 18 y 19.
·        Progresiva: La cual está bajo mi responsabilidad. Versículos 14-18.
Sacrificio, según lo escrito en Números 28, donde hay un llamado del Señor a contemplar constantemente Su muerte y Su resurrección en un sacrificio, teniendo esta visión no sola­mente en el momento de la Cena, sino que recordemos siem­pre lo que El ha hecho por nosotros.
En Levítico 23 se menciona el día sábado, no como día de celebración de fiesta, sino como punto de referencia durante el cual se descansaría de la labor hecha y se gozaría de la obra de Dios. Es necesario meditar sobre esto, ya que se presentan tergiversaciones en cuanto a la forma de concebir el día sába­do en algunas doctrinas (Levítico 23:11).

I. FIESTA DE PASCUA
1. DIOS.
Hay necesidad de referirnos a Éxodo 12. El pueblo llevaba una vida rutinaria de esclavitud en Egipto y en el versículo 2 notamos que este mes de celebración de pascua sería contado como principio de meses. A los creyen­tes que hoy vivimos en el tiempo de la gracia, también nos en­seña el apóstol Pablo que "somos criaturas nuevas"; y así el Padre empieza a manifestar a su Hijo en nuestras vidas.
Condiciones del Cordero: II Corintios 5:21.
Sería un cordero sin defecto (Éxodo 12:5), sin mancha (II Corintios 5:21). Siendo el Señor Jesucristo sin pecado, se identifica con nuestro pecado, ya que dice " por nosotros lo hizo pecado”. Realmente no podemos profundizar en este sentir del Padre, que lo llevó a dar a su Hijo por nosotros. Dios aceptó su sacrificio, por esto, le resucitó de los muertos, manifestándose de esta manera el amor del Padre. En Éxodo 12 se habla singularmente "el animal" y no los animales; Jesucristo es el único Cordero.
La Palabra de Dios no es un libro más de aquellos titulados como científicos, los cuales tienen que pasar por pruebas que declaren su veracidad. La Biblia es un libro de inspiración divina y su discernimiento se hará bajo la dirección del Espíri­tu Santo.
            Los judíos debían obedecer primero que todo:
·        Matar al animal.
·        recoger su sangre.
·        Pintar el dintel de la puerta.
            Y ellos confiadamente lo hacían porque querían evitar la muerte del hijo primogénito de cada familia. Notamos un ele­mento importante para la salvación: fe en el Señor Jesucristo, y en los judíos esta confianza en Dios no dependía de sus sen­timientos (temor, complejo, alegría, etc.). No es necesario sentir algo explosivo o éxtasis, para decir que somos salvos; únicamente Dios mira lo que ha hecho Su Hijo con Su sacrifi­cio, así como antiguamente El miraba la sangre en el dintel de la puerta, entonces no miraba el interior de la casa.
En nuestras vidas Dios no mira nuestros actos como medio de salvación, sino únicamente la apropiación de la sangre de Su Hijo como elemento purificador de nuestras vidas. La sal­vación está en el Señor, no en nuestros sentimientos.

Los sacrificios y ofrendas deberían darse como Dios quería, no como los judíos quisieran. Debemos creer en Jesucristo como El es, no como nos convenga o como queramos. El es nuestro ejemplo, debemos andar como El anduvo
La carne del cordero debería ser asada al fuego y luego comida (vs. 8 y 9), notemos que no se podía comer cruda, ni cocida en agua. El fuego es símbolo del juicio de Dios el cual fue soportado por el Señor Jesucristo y de esta forma nosotros fuimos librados del juicio, así como el juicio (muerte) pasó sin detenerse por los dinteles que estaban pintados con la san­gre. Este es nuestro alimento porque el Señor en el momento de Su sacrificio nos dio vida.

4. LA PASCUA COMO MEMORIAL.
4.1 Mirada al futuro: Tierra prometida.
4.2  Mirada al pasado: De donde fueron sacados los judíos. En la celebración de la santa Cena también se contemplan estos dos puntos;
·        Mirada al futuro: Pronto regreso del Señor Jesucristo por nosotros.
·        Mirada al pasado: Recordar de dónde nos sacó Dios, para no vanagloriarnos. Realmente el nos escogió nosotros no lo esco­gimos a El (Juan 15) y no es sano discutir cual Iglesia local es mejor o pero en cuanto a este sentido.
            Al celebrar esta pascua los judíos estaban listos para el viaje (Éxodo 12:11). Nosotros somos peregrinos y nuestro deber es estar listos para que cuando el Señor venga no haya raíz aquí que nos detenga, ya que nuestra "vocación es celestial".
4.3 ¿Quiénes celebran la pascua? Éxodo 12:43.
            Exclusivamente la familia. Aquí hay un llamado de aten­ción a la expresión de comunión en forma "abierta". Unas iglesias locales tienen como excusa no juzgar a los hermanos; pero en este sentido es necesario juzgar para no ser juzgado. Atención especial a la palabra juzgar, que no significa criticar, ya que el ser criticones si es reprochado por el Señor.
4.4 ¿Cuándo?
      La Santa Cena del Señor es un buen recuerdo y es una opor­tunidad para meditar en todo lo que al Señor le costó darnos la salvación, entonces ¿cómo podríamos despreciar la Cena como memorial? Algunos hermanos permiten que otras cosas ocupen el tiempo en que, como cuerpo, la Iglesia rinde alabanza, oración y adoración a su Rey y Señor. También se ve el caso de hermanos que se alejan de la mesa del Señor por simple descuido o no examinan el problema que les impide expresar comunión en la asamblea y no procuran arreglarlo pronto, no valorando así el sacrificio hecho por el Señor Jesucristo. Otros celebran este memorial cada mes, cada seis meses, cada año. Realmente cada primer día de la semana no es celebrar excesivamente la Cena, pero hay que tener cuidado de no hacerlo rutinario, seco, insípido, sin la frescura que nuestro Buen Pastor da; pensemos en la obra de Cristo, en todo Su esplendor cada vez que celebramos Su Cena.
      Es necesario promover la calidad de la Santa Cena, por medio del ministerio de la Palabra, para despertar el afecto por el Señor Jesucristo, así como en el libro del Cantar de los Cantares donde la amada se encuentra dormida cuando el Amado toca a su puerta y ella no abre, pero luego despierta y siente un profundo deseo por estar siempre al lado de su Amado.
            La Santa Cena es responsabilidad de hermanos y hermanas, llegando con ánimo de alabar, desarrollándose una reunión espiritual mas no emocional, y las hermanas con su espiritua­lidad levantan el ánimo de la Cena.

II. FIESTA DE LOS PANES SIN LEVADURA Levítico 23:6-8
            En Levítico 28:17-22 encontramos una descripción más detallada sobre la celebración de esta fiesta. En el Nuevo Testamento:
1.   El Señor Jesucristo es él pan de vida eterna, sin levadura. Juan 6:54-58.
2.   I Corintios 5:6-9 y Colosenses 3:5-9 muestran en qué con­siste la levadura para nosotros los creyentes, y el Señor nos llama a dejar esto a un lado, presentándonos sin esta vieja levadura y adoptando la posición de santos. "Sed santos porque yo soy santo" I Pedro 1:16.
3.   Advertencias a cuidarnos de:
·        Levadura de falsas doctrinas. Mateo 16:5-12.
·        Hipocresía. Lucas 12:1-3.
·        Orgullo religioso.
4.   Recomendaciones:
·             Andar como hijos de luz. Efesios 5:1-4.
·     Tener cuidado con la pequeña cantidad de levadura que pueda existir en nuestra vida. Gálatas 5:9.

III. FIESTA DE LAS PRIMICIAS
LA OFRENDA MECIDA. Levítico 23: 9-14.
En Hebreos 12:22-24 notamos aspectos de esta ofrenda.
1. La gloria de Dios.
2.  El Señor Jesucristo como mediador ante esta gloria para que seamos aceptados por el Padre.
3.  No debemos despreciar este regalo tan grande, sino tener gratitud para con Dios. Hebreos 2:3; 12:25-28.
4. Amonestación contra la idolatría. I Corintios 10: 6, 7, 14. El Señor debe ser el centro de nuestra adoración y servicio. Vivimos en el tiempo de la gracia y no bajo la ley.

IV. FIESTA DE PENTECOSTES (Levítico 23:15; Hechos 2.)
            Notamos la obra del Espíritu Santo en el creyente.
1. En el momento de la conversión:
1.1 Bautismo del Espíritu Santo. I Corintios 12:13. Un mismo Espíritu nos bautizó en un solo cuerpo. En el mismo momento que recibimos a Cristo como nuestro salvador, participamos del día de Pentecostés. No somos llamados a buscar el bautismo del Espíritu Santo, pero sí somos llamados a buscar la plenitud del Espíritu Santo.
1.2     Sello del Espíritu Santo. Efesios 4:30.
No podemos contristar el Espíritu Santo con el cual fui­mos sellados para el día de la redención. El sello del Espíri­tu Santo indica propiedad que se ha obtenido por una compra cuyo precio ya se pagó, así este sello da seguridad de la propiedad. Ej.: Un señor compra un animal y lo marca con su logotipo para que todos lo reconozcan.
1.3     Arras. II Corintios 5:5.
Es un símbolo de una prenda de seguridad para las bodas del Cordero. El Espíritu Santo ha sido enviado por el Padre para buscar una novia para Su Hijo, esta novia es la Iglesia y el propósito es que ella esté en las bodas del Cordero. Tenemos el ejemplo de Abraham quien manda un mensaje­ro para que busque una esposa para su hijo Isaac.
2. En la vida cristiana después de la conversión.
La plenitud del Espíritu Santo es un mandato para todo creyente. Estorbos:
2.1 Contristarlo: Con una vida estéril por el pecado. Cuando no queremos oírle. Efesios 4:30.
2.2 Apagarlo: Lo podemos hacer de forma colectiva, con el formalismo de la Iglesia, ritualismo, enfriamiento, cuando los conceptos humanos son más importantes que el con­cepto bíblico. I Tesalonicenses 5:19.
      Levítico 23: 15 y 16. Contarían cincuenta días, hasta el día siguiente del séptimo día de reposo, y en ese día se ofrecería el nuevo grano a Jehová. Aquí tenemos una base bíblica para celebrar el día domingo como el día especial del Señor, en este tiempo de gracia.
            También habla de panes con levadura que simboliza la Iglesia actual, la cual es la combinación de dos grupos de gentes: los judíos y los gentiles. En Efesios 2:13-18 notamos la impor­tancia de darle la alabanza al Señor exclusivamente y no caer en el error de alabar al Espíritu Santo dejando de lado al Señor Jesucristo.
            Continuando en Levítico 23:22, encontramos un mensaje de evangelización para extranjeros, complementado en Deuteronomio 30:19 con un reto a escoger la vida o la muerte. En cuanto a la reunión de oración:
            Judas 20 habla sobre la oración guiada por el Espíritu Santo, ya que nosotros solos no sabemos cómo orar. Oraciones no guiadas por el Espíritu Santo son oraciones egoístas en con­traste con las oraciones guiadas por el Espíritu que son con­forme a la Palabra. Entre hermanos se nota descuido por la oración (reunión de oración), hay mucho activismo y poca oración. En el libro de Hechos se narra de muchas conversio­nes, mucha ayuda material y mucha oración.

V. FIESTA AL SON DE TROMPETAS.
      Son elementos que llaman la atención. Números 10:1-3. El objetivo de esta alarma es mantener al pueblo apercibido y en el libro de Nehemías también se nombra el sonido de trompetas indicando que pelearían juntos.
      Hoy existe el problema de la división de la Iglesia del Señor y El nos manda a unificar metas y propósitos. Nosotros mismos somos responsables. Ezequiel 33:1-4.
      Hay necesidad de despertar a la evangelización, a la oración: "despiértate tu que duermes". En la vida cristiana no hay vacaciones, seamos conscientes de la continuidad de la activi­dad demoníaca pero también recordemos que el Señor ya obtuvo la victoria.
            1 Corintios 15:52 y I Tesalonicenses 4:16 y 17 nos recuerdan el acontecimiento profético al son de trompetas. El Señor Jesucristo hará sonar su trompeta en el día del juicio (Sofonías 1:1.5 y 16; 2:2). La trompeta nos advierte que el Señor no sólo es amor, bondad, sino también que El es REY y ese día llegará.
            Las trompetas son para despertar a dormidos (Romanos 13:11 y 12). Nuestro Señor anuncia el tiempo y las señales de los tiempos, por esto aprendamos a discernir los tiempos en que estamos viviendo. Es muy triste cuando hemos estado dormidos y la casa ha sido habitada por Satanás, como ejem­plo tenemos la historia de Sansón.
Hebreos 10:35-37. Romanos 13:12. "La noche está avanza­da". Aunque se diga que este siglo que vivimos es el "siglo de las luces", espiritualmente hay más tinieblas que en ningún otro momento, es un tiempo de ceguera espiritual. Nuestro deber es hacer todo sin murmuraciones, dando ejemplo de no tener contiendas (Filipenses 2:14 y 15), y vistiéndonos con las armas de nuestra milicia (II Corintios 10:3-6).

VI. FIESTA DE EXPIACION. Levítico 16; 23:27
1.         Beneficiarios.
            En Levítico 16:11, Aarón haría expiación por él mismo y por su casa. En I Pedro 2:5 somos llamados a ser casa espi­ritual. Este sacrificio de expiación cubría a Aarón y a los de su casa primeramente, así como la sangre del Señor Jesucristo permite pasar por alto los pecados pasados; todos somos justificados cuando reconocemos este sacrificio Suyo.
2. Precio.
            Levítico 23:28 recalca que ningún trabajo se hará, lo mis­mo se dice en Levítico 16:29-30. La redención es obra del Señor Jesucristo y nada tenemos que hacer nosotros (Efe­sios 2:8 y 9) "por gracia sois salvos... no por obras". Nadie puede gloriarse en el cielo de haber hecho algo para estar ahí, ya que únicamente Cristo lo ha hecho posible. En este sacrificio había que hacer todo al pie de la letra y si alguno no lo hacía así sería cortado del pueblo.
            La palabra "propiciación" quiere decir: quitar algo que impide la manifestación de la gloria de Dios.
Azazel:
·        Az — Macho cabrío.
·        azel — enviar. Otro significado: Donde no hay más memoria.
Las entrañas del becerro se quemaban fuera del campamen­to, y se enviaba el macho cabrío al desierto, donde no había más memoria de él. En hebreos 10:17 dice el Señor que no recordaría más nuestros pecados.
Cuando el Señor Jesucristo murió, el velo del templo se ras­gó de arriba a abajo. Su cuerpo fue como el velo que se rasgó para que todos personalmente pudiéramos entrar al lugar donde Aarón únicamente podía entrar. El sólo hecho de que Dios recuerde uno solo de nuestros pecados cuando estemos en Su morada, nos condenaría de inmediato, pero el sacrificio del Señor fue perfecto y todo quedó borrado.
La actitud de aflicción no sólo implicaba tristeza y lloro por el pecado, sino que era una contrición verdadera, donde había el propósito de no volver a cometer este pecado, y este sentir era básico para la restauración del pueblo judío. En nuestro medio notamos profesiones de fe o conversiones superficiales, se toma a la ligera el hecho de arrepentirse y decidirse por una nueva vida en el Señor. Debemos de recor­dar el precio que pagó El por nosotros descrito en Isaías 53 y Zacarías 13:6.
3. Las vestiduras del sumo sacerdote.
            En el día de expiación debía quitarse el vestido de colores, el cual era muy vistoso y llamativo, y dejarse sólo la túnica blanca que llevaba debajo. Éxodo 28: 31-43; 29:5; Levítico 16:4. Notamos aquí una representación de Cristo en Su gloria. En el momento del sacrificio el Señor tuvo que des­pojarse de Su vestidura y dejarse la más sencilla; siendo rico se hizo pobre para darnos Su riqueza (II Corintios 8:9) y no se habla de pobreza material pues Su riqueza era Su gloria nuestro Salvador la deja a un lado sin despojarse de Su deidad, tomando la imagen caída del hombre, soportan­do tan grande humillación y mostrando tanta gracia para dejarnos en la misma gloria de Dios (Filipenses 2:6-8), por tal razón inclinémonos delante de El, reconociendo nuestra condición (Zacarías 12:10).
            El objetivo del propiciatorio es la reconciliación por medio de la sangre de Jesucristo. El Padre quiere que tengamos mayor aprecio por la sangre de Su Hijo, sintiéndola a todo momento que está sobre nosotros, recordando el precio que pagó el Señor para limpiarnos de nuestros pecados y así cantar el nuevo cántico de los redimidos.

VII. FIESTA DE LOS TABERNACULOS.
Levítico 23:33-34 En la celebración de esta fiesta Dios muestra Su propósito para Su pueblo Israel, en un tiempo futuro, cuando esta nación esté reunida como tal y reconociendo tanto a Dios como a Su Hijo. También muestra el triunfo de la Iglesia del Señor en el milenio cuando El reine aquí en la tierra.
Esta fiesta se celebraría durante siete días y el pueblo debe­ría estar alegre (Deuteronomio 16:14). En tiempos de Nehemías, el pueblo ha regresado de su cautividad y Esdras lee el libro de la Ley (Nehemías 8), produciéndose en el pueblo un sentir de tristeza y arrepentimiento por su forma de obrar delante de Dios, celebrando luego la fiesta de los taberná­culos con gozo (Nehemías 8:9, 10, 17).

            De igual forma podemos decir: "El gozo de Jehová es nues­tra fuerza". En Juan 7:37-39, se refiere al día de celebración de la fiesta de los tabernáculos (enramadas) y nosotros no tenemos necesidad de hacer estas enramadas como lo hacían los judíos, pues por el Espíritu Santo recibimos la plenitud de vida, ya que creyendo en el Señor, de nuestro interior corre­rán ríos de agua viva.

CONFERENCIA REGIONAL CALI MAYO 9-12 DE 1986 (Adaptado)