miércoles, 6 de noviembre de 2019

PENSAMIENTO


¿Qué buscamos lograr con nuestras vidas o con nuestra enseñanza? Pues hacer que los ojos de quienes nos rodean se tornen hacia Jesús nuestro Salvador. Queremos que lo que hemos aprendido y exhibido en nuestra vida refleje a Cristo. Jesús es el Camino, y la Verdad, y la Vida, y todo está en Él. ¡Cristo debe ser la suma de todo lo que sabemos, sentimos, decimos y hacemos!
Alfred Edersheim, Tomado de devocional “El Señor está cerca”, 2019, día 17/09.

EXTRACTOS

El dios de este mundo


En la Biblia, al diablo se llama de cuatro maneras: dragón, serpiente, diablo y Satanás. Se lo llama dragón en pasajes como Apocalipsis 12, cuando ostenta el gobierno mundial. Cuando el diablo, en medio del Imperio romano, estaba ocupado en des­truir la iglesia, sus miembros decían: “Es como el dragón”.
Durante los dos primeros siglos, en torno a la ciudad de Roma murieron unos trece millones de cristianos. Mientras veían cómo se llevaban a sus seres queridos, uno tras otro, para decapitarlos, los imagino diciendo: “Este es el dragón; es el dia­blo quien gobierna”. Al pensar en los seis millones de judíos que murieron a manos de Hitler, en las cámaras de gas y mediante otros tipos y métodos de ejecución, los imagino diciendo: “Sata­nás está en ese hombre Hitler, y sacude su cola sucia y destruc­tiva por todas partes, matando a personas”.
Siempre que el diablo llega al poder e inicia una persecución, la Biblia lo llama dragón. No estoy diciendo que el diablo esté presente en todos los gobiernos. No digo que los políticos sean hombres poseídos por el demonio. Lo único que digo es que hay momentos en que este dragón puede infiltrarse hasta tal punto en el Gobierno que lo controla y da rienda suelta a su naturaleza destructiva. Cuando destruye, es el dragón.
Otro nombre para él es “la serpiente”. Es la misma persona, solo que esta vez lleva otra máscara, y no te haría daño bajo nin­gún concepto. No quiere matarte, ni meterte en la cárcel, ni cor­tarte la cabeza. Es artero, sonriente y escurridizo; obra mediante la astucia y el engaño, y gana cuando la gente hace concesiones, cuando usan de tolerancia y de paciencia. Se hace con tu con­fianza y luego te vende el puente de Brooklyn. Esta serpiente, resbaladiza y astuta, es el “hombre de confianza del infierno”, con sus trucos, sus malas artes y sus mentiras.
Satanás no fue al desierto para destruir a Jesús dándole un golpe en la cabeza. Se acercó a Él y le dijo: “Ordena a estas piedras que se conviertan en pan”. Sabía que si Jesús, el Hijo de Dios, le hubiera hecho caso y hubiese hablado a una piedra, haciendo un milagro fuera de la voluntad de Dios, Satanás habría destruido al Salvador del mundo con más facilidad que atravesándole el corazón de un lanzazo. Sin embargo, Satanás no le dijo eso a Jesús. Intentó que cediera. Le dijo: “¡Pobre! Debes tener hambre, ¿no?”. Le dio una palmadita en la espalda y susurró: “Pero hom­bre, ¿por qué no consigues pan? Tienes el poder, eso ya lo sabes”.
Jesús dijo: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4:4).
Satanás le dijo: “Te daré todos los reinos de este mundo”.
Jesús replicó: “Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás” (Mt. 4:10). ¡Qué astucia! El diablo es un vendedor excelente... pero de mala calaña. Te ven­derá cualquier cosa.
No pretendo que te pases el día pensando en el diablo, aunque estoy hablando del dios de este mundo. He conocido a cristianos a quienes les pone nerviosos este tema. Lo mejor que puedes hacer es mantener los ojos en Jesús y dejar que Él se ocupe del diablo.
En el boxeo hay un pegador y un contragolpeador. El con­tragolpeador nunca toma la iniciativa, sino que deja que su contrincante haga algo y entonces se agacha y da un contragolpe. Tiene una defensa para cada golpe que le dirigen, y luego lanza un contraataque rápido. Ha habido grandes boxeadores que no eran pegadores, sino contragolpeadores. Resulta útil recordar que el diablo es un contragolpeador magnífico.
No importa lo que intente hacer el cristiano: el diablo lo blo­quea y devuelve un golpe. No muy fuerte, solo lo suficiente como para dejarlo confuso. Siempre que veas la obra de Dios en algún lugar, descubrirás en ella al diablo, aplicando contragolpes, devol­viendo el golpe. No es omnipresente, pero sí está en muchas par­tes. Existe una diferencia: Dios es omnipresente, está presente en todas partes a la vez, pero el diablo se mueve tan rápidamente que prácticamente viene a ser lo mismo. Por lo tanto, independiente­mente de dónde se desarrolle la obra de Dios, allí descubrirás al diablo bloqueando, contraatacando y obstaculizando.
En las carreras de los Juegos Olímpicos, había un tipo trai­cionero que se escondía sujetando una jabalina larga, como una lanza. Este tipo se escondía detrás de un seto, en alguna parte, y cuando el corredor pasaba le lanzaba la jabalina entre las piernas para hacerle caer a tierra. Cuando el corredor lograba desemba­razarse de la lanza, otro adversario le había sacado una ventaja kilométrica. El diablo trabaja así. A aquel tipo traicionero de los Juegos Olímpicos se le llamaba Diábolos, nombre que luego atri­buyeron al diablo, porque así es como actúa. Cuando un hijo o hija de Dios corre una carrera santa, Satanás le bloquea o le hace la zancadilla, de modo que se caiga.
Otro de los nombres del diablo es Satanás. En calidad de Sata­nás es el acusador de los hermanos, cuya reputación intenta des­truir delante de Dios y de los hombres. Siempre que se destruye la reputación de una persona, puedes estar seguro de quién lo hizo. Sin importar qué agente haya utilizado, o qué viejos chismorreos haya puesto en circulación, él es el autor. Por lo tanto, aquí tene­mos al dios de este mundo: una serpiente, el dragón y Satanás.

A.W.Tozer, Los peligros de la fe superficial, pág., 90-92

SALID DE ELLA, PUEBLO MÍO

El principio de la separación del mal, como por ejemplo salir de Babilonia (figura de un sistema religioso falso), puede ser hallado a lo largo de toda la Biblia. Lo observamos al principio, en el llamamiento que recibió Abram para salir de Ur de los caldeos (Génesis 11 y 12) y, hacia el final, en la exhortación de Apocalipsis 18: “Salid de ella, pueblo mío”.
Separarse de aquello que no está de acuerdo con la voluntad de Dios es el aspecto negativo de la cuestión. Separarse hacia Dios, volverse a Dios y a su Palabra, es el aspecto positivo.
En los tiempos de Esdras y Nehemías, esta separación implicaba subir a la tierra prometida y, particularmente, a Jerusalén, el lugar que había sido establecido por Dios mismo como el centro donde se debía adorar.
Este principio sigue teniendo vigencia para nosotros, creyentes del Nuevo Testamento, pero debemos aplicarlo ahora en el orden espiritual. Es muy importante que logremos un genuino avivamiento espiritual, un retorno a la Palabra de Dios revelada y a Su voluntad. Muchas veces, sin embargo, el valor de todo esto debería ser apreciado desde un punto de vista colectivo. Lutero, en su época, hablaba de la cautividad babilónica en la que estaba la Iglesia y exhortaba a regresar a la sola Palabra de Dios. Toda la Escritura nos ha sido dada para nuestra instrucción, como por ejemplo aquellos pasajes que nos relatan el retorno desde Babilonia de un remanente de las doce tribus. El llamado a salir que encontramos en 2.ª Corintios 6: 17,18, es, de hecho, una cita de Isaías 52:11 que alude claramente al remanente que partía de Babilonia hacia Jerusalén llevando los utensilios del Señor, elementos santos del templo.
En relación con este tema, los libros de Esdras y Nehemías nos ofrecen una clara enseñanza acerca de su aplicación. La verdad de la Iglesia como la Casa de Dios, el templo del Dios vivo, debería ser puesta en práctica. Cristo mismo debería ser el centro de los suyos. Aquellos santos utensilios del templo hablaban de Él. Cristo mismo debería ser el centro de las reuniones de la asamblea. Hay muchos otros pasajes de las Escrituras que nos ofrecen pensamientos similares en cuanto al principio de salir a Él para reunirnos a sus pies como su rebaño. Consideremos los siguientes pasajes:
1. Como cristianos, nos reunimos en o hacia Su nombre (Mateo 18:20). Él está allí, en medio de los suyos. El Señor nos llama hacia Él mismo como el centro de la reunión.
2. La salida de las vírgenes en la parábola de Mateo 25 nos brinda una enseñanza muy clara. Deberíamos caminar hacia el encuentro del Señor con lámparas encendidas: “¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!” (v. 6).
3. El buen Pastor conduce a sus ovejas fuera del redil judaico (Juan 10). En Su presencia hallamos seguridad, alimento, libertad y vida en abundancia.
4. Debemos salir a Él fuera del campamento del judaísmo (Hebreos 13:13). El Señor es el verdadero sacrificio y el verdadero altar; el centro de la adoración cristiana. Este es el motivo del siguiente llamamiento: “Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio”
5. Debemos limpiarnos de los utensilios para usos viles que hay en medio de la cristiandad, a fin de ser instrumento para honra, santificado y útil al Señor (2.ª Timoteo 2:21).
Por Hugo Bouter

INFIDELIDAD, INCREDULIDAD, MUNDANALIDAD

Debilidades del pueblo de Dios


Estas tres calificaciones cuajaron en abundancia en tiempos pasados a la nación a que sólo incumbía sostener el testimonio de Dios en la tierra. En el programa de Dios para la salvación de los hombres, dio una promesa a su siervo, Abraham, que fue repetida varias veces: “En ti serán benditas todas las naciones de la tierra.” (Génesis 12:3; 18:18; 22:18) Era, pues, exclusivo de los descendientes de Abraham llevar este conocimiento con promesa a todas las naciones.


También Dios, para que avaloraran la inmutabilidad de su palabra, celebró varios pactos con ellos, como: pacto de fuego (Génesis 15:17,18); pacto de la circuncisión (Génesis 17:10); pacto de la ley (Éxodo capítulos 19,20); pacto de sangre en la purificación del Tabernáculo (Hebreos 9:18-22). En fin, Dios recibió a Israel como a una esposa y entró en concierto con ellos.
Pero Israel no fue fiel, sino que menospreció el pacto y faltó al deber de hacer conocer el poder del Señor en toda la tierra. Empezaron a dudar de las promesas del Señor. Fueron descendiendo por grados en una desobediencia tan pronunciada que apareció la incredulidad, y decían: “Dios no ve. ¿Dónde está tu Dios?” La mundanalidad les hizo abrazar las costumbres y los vicios de los Gentiles, que en su intemperancia llegaron a creer en los ídolos de sus religiones. La mundanalidad les hizo perder su respeto y moral, hasta que llegaron a ser proverbio y fábula a todos los pueblos. (1 Reyes 9:7) Su incredulidad les hizo perder el reposo prometido (Hebreos 3:18, 4:6). Su infidelidad hizo que el Señor revocara el pacto y lo diera por viejo. (Hebreos 8:13)
También encajan los tres epítetos del título a la iglesia del Señor en estos últimos tiempos. Cristo es presentado como el Esposo. “Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla limpiándola en el lavacro del agua por la palabra, para presentársela gloriosa para sí, una iglesia que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante; sino que fuese santa y sin mancha.” (Efesios 5:25-27)
¡Cuánta comunión y cuánto celo! “Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis tentaciones.” ¡Cuánto amor desplegado por su Señor! “Y les conocían que habían estado con Jesús.”
Unos años después, aquella iglesia es reprendida por su inconstancia: “Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor”. El Señor después de recomendar la vigilancia en la oración, tuvo una visión de la incredulidad de los últimos días, y dijo: “Empero cuando el Hijo del Hombre viniere, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8) La infidelidad trae consigo la duda, y la incredulidad dice: “Mi Señor tarda en venir”. (Mateo 24:48) “Mas el que no tiene estas cosas, es ciego, y tiene la vista muy corta, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.” (2 Pedro 1:9)
El tercer abismo es la mundanalidad. El siervo infiel empezó “a herir a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos ...” (Mateo 24:49) Es alarmante como la iglesia de Jesucristo, única llamada a sostener en alto la bandera de la verdad, el testimonio del Nuevo Pacto en la sangre de nuestro Señor Jesucristo, ha faltado a su fidelidad y se va conformando más a este siglo, imitándose a este mundo enemigo del Señor. Cualquiera que quisiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. (Santiago 4:4) Conviene despertar, echar aceite a la lámpara, si no lo tiene, porque: “He aquí el Esposo viene.”

José Naranjo, Sana Doctrina, 1958

LECCIONES DE LA LUNA

Hizo Dios las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche. Génesis 1.16

Con la llegada de los astronautas a la luna, el mundo científico está en la expectativa de aprender cosas hasta ahora ocultas. Sin duda habrá mucha especulación, como por ejemplo la sugerencia de un seudocientífico que dijo que la luna era un continente de esta tierra. El opina que ella se despegó de este globo y llegó a ser otro astro. Rechazamos ideas vanas como ésta, aceptando el testimonio claro de la Biblia, donde leemos que Dios hizo dos grandes lumbreras.


El sol, la lumbrera mayor, es más de mil veces el tamaño de la tierra. Es un tipo de nuestro Señor Jesucristo, quien se llama en Malaquías 4.2 el Sol de justicia. La lumbrera menor es la luna, cuyo tamaño es aproximadamente la cuarta parte de lo que es la tierra. Es un tipo de la Iglesia. Los tamaños relativos son una ilustración de la pequeñez de la Iglesia en relación con la grandeza de Cristo.
Notemos ahora las siguientes comparaciones entre el sol y la luna, entre Cristo y su Iglesia:
·        Luz:  La luna no tiene luz propia, sino refleja la del sol; la Iglesia no tiene luz propia pero refleja la de su Señor. “... para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”, 1 Pedro 2.9.
·        Propósito: Dios creó la luna para resplandecer en la oscuridad de la noche. Precisamente, nosotros de la Iglesia debemos ser “irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo”, Filipenses 2.15.
·        Ambiente:  La luna se retira cuando sale el sol. Dice la Palabra: “La noche está avanzada y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz”, Romanos 13.12. Desde que este mundo rechazó a Cristo, quien es la luz del mundo, han reinado las tinieblas. Como las horas más oscuras de la noche son las que preceden el alba, así este mundo va poniéndose más y más oscuro hasta que venga Cristo en su gloria para introducir el día del Señor. Mientras más oscura sea la noche, más brillante y agradable debe ser la luz de la luna que es su Iglesia.
·        Importancia: “Sirvan de señales para las estaciones, para días y años”, Génesis 1.14. La luna es como una guía para los hombres, y así es la Iglesia en su testimonio para su Señor. Ella señala a todos el verdadero camino al cielo.
·        Influencia: Moisés bendijo a la descendencia de José “con el rico producto de la luna”, Deuteronomio 33.14. Ella ejerce una influencia poderosa sobre los mares y la vegetación. Desde su principio, la Iglesia ha sido una fuerza potente, influyendo en las vidas particulares y sobre la humanidad en general en todas partes. La Iglesia es la sal del mundo, que impide la corrupción total. Después de la venida del Señor para llevar la Iglesia a la gloria, este mundo se precipitará vertiginosamente hacia la desintegración moral y el dominio de las potestades de las tinieblas.
·        Firmeza: Desde la creación hasta el día de hoy, la luna ha permanecido exactamente en el lugar donde su Creador la colocó. Lleva sobre su superficie muchas cicatrices, indicando que ha soportado golpes duros y mucho sufrimiento, pero nunca ha retrocedido ni se ha desviado de su órbita.
Así es la historia de la Iglesia verdadera (no la iglesia falsa de Roma). Los emperadores paganos querían aniquilarla y apagar su luz, pero todo en vano. La sangre de los mártires fue la almáciga de la Iglesia, y más la persecución, más aumentaba y prosperaba.
·        Eclipse: Cuando se interpone la tierra entre el sol y la luna, no se puede ver la luz de la luna. Así cuando el mundo se interpone entre el creyente y su Señor, ella no puede reflejar la luz; hay un apagón espiritual.
·        Diferencia: El sol siempre se ve igual, pero con la luna hay creciente y menguante. Así es la historia de la Iglesia: ella fluctúa en su amor, testimonio y poder. Una ilustración de esto la tenemos en las cartas a las siete asambleas de Asia.
·        Porvenir: “Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna. ... Así también es la resurrección de los muertos”, 1 Corintios 15.41,42. Cuando venga el Señor para llevar a su Iglesia, ella será glorificada con él. En la ciudad celestial no habrá necesidad de luz de sol ni de luna, porque la gloria de Dios la iluminará.
Queridos hermanos, nuestra oportunidad para brillar es ahora mismo. La luz de una vela no se nota bajo los rayos del sol, pero cuando todo es oscuro se sabe apreciar su luz. Mientras más oscura sea la noche, más clara se ve la luz de la vida. ¡Que no se apaguen nuestras lámparas como en el caso de las cinco vírgenes!
S. J. Saword, Sana Doctrina, Venezuela

LA PRIMERA EPÍSTOLA A TIMOTEO (11)


5. Advertencias contra la Mundanalidad y Enseñanzas en la Piedad (1 Timoteo 5).

Habiendo advertido contra el mal de algunos que apostatarán del cristianismo y adoptarán una religión carnal falsa, el apóstol nos advierte ahora contra males que pueden surgir de la mundanalidad dentro del círculo cristiano, y nos enseña cómo tratar con las necesidades del pueblo de Dios de modo que no se pueda permitir nada que brinde ocasión para la maledicencia y entorpezca así el testimonio de la gracia de Dios ante el mundo.

(a) El espíritu en el cual los males deben ser tratados (versículos 1, 2)
Pueden surgir ocasiones cuando los males que se manifiestan en el círculo cristiano pueden llamar, en forma justa, a la reprensión. No obstante, al administrar la reprensión debemos reconocer lo que es adecuado a la edad y al sexo, y cuidar así que la reprensión sea dada en un espíritu correcto. La reprensión puede ser correcta y sin embargo puede tener ningún efecto, o incluso herir, debido al espíritu equivocado en la que se da. Una reprensión correcta en un espíritu equivocado es simplemente enfrentar la carne en la carne.
Se debe respetar la edad, incluso si se precisa reprensión. Un hermano anciano no debe de ser reprendido con dureza, sino con toda la deferencia que un hijo tendría para con su padre ("No reprendas con dureza al anciano, sino, más bien, exhórtalo como a padre" - LBLA). Los jóvenes no deben ser tenidos en poco, sino reprendidos con amor como a hermanos, a las ancianas con la deferencia debida a una madre. Se debe tratar con las mujeres más jóvenes "con toda pureza", evitando así la descuidada familiaridad que la naturaleza podría adoptar.
De esta forma, en todos nuestros tratos los unos con los otros, el modo debe ser tal que nada se haga que pudiera ultrajar el decoro y dar ocasión para el escándalo.

(b) Enseñanza con respecto a satisfacer las necesidades del pueblo de Dios y advertencias contra la autoindulgencia en las cosas temporales (versículos 3-16)
 (V. 3). En primer lugar, se nos enseña a mostrar el debido respeto por las "viudas que en verdad lo son". Una viuda que 'en verdad lo es', no es simplemente una mujer privada de su marido, sino una que se caracteriza por ciertas cualidades morales. Ya sea que esté en necesidad o no, las tales han de ser tenidas en honor.
 (V. 4). No obstante, si tales mujeres tienen necesidad temporal, que los descendientes demuestren su piedad práctica y recompensen a sus padres, porque esto es bueno y agradable delante de Dios. Aquí vemos nuevamente que la piedad deja entrar a Dios en todos los detalles de la vida, y procura actuar en un modo que complazca a Dios.
 (V. 5). El apóstol nos da, entonces, las hermosas señales de una viuda que en verdad lo es. Ella ha quedado sola ("desamparada" - VM), estando sin recursos humanos; su confianza está en Dios - ella "espera en Dios" - y depende de Dios, pues "persevera en rogativas y en oraciones noche y día" (VM).
 (V. 6). En oposición a la viuda que en verdad lo es, el apóstol nos advierte contra todas las que, en la casa de Dios, se entreguen a "los placeres desenfrenados" (LBLA). Las tales aun viviendo, están muertas. Somos exhortados a considerarnos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús (Romanos 6:11). No podemos vivir para nosotros mismos y para Dios al mismo tiempo. Si vivimos para nosotros estamos viviendo para el pecado, lo cual es estar sin ley, o es la indulgencia de nuestras propias voluntades. Los hábitos de autoindulgencia han de introducir la muerte espiritual entre el alma y Dios.
 (V. 7). Semejantes advertencias son necesarias para que, andando en piedad, cada uno en la casa de Dios no sólo sea aceptable y agradable a Dios sino también irreprensible delante de los hombres.
 (V. 8) Para el cristiano, el hecho de no proveer para los suyos, y especialmente para los de su casa, es hundirse por debajo de lo que es natural, y negar así la fe del cristianismo que aprueba estas relaciones naturales y nos enseña a respetarlas. Es posible para un cristiano, si actúa en la carne, comportarse de un modo que es "peor que un incrédulo".
 (Vv. 9, 10). Sin embargo, puede haber casos individuales en el círculo cristiano, que no tienen parientes que provean para ellas. Tales personas deberían ser puestas en la lista de aquellas que pueden ser debidamente cuidadas por la asamblea. No obstante, uno debe tener cuidado de no utilizar la casa de Dios como si fuera meramente una institución para sostener a personas necesitadas.
En ocasiones, en efecto, la gracia puede ayudar a las más abandonadas. Aquí se trata de un asunto de idoneidad para la inclusión en una lista de aquellas que reciben la ayuda regular del pueblo del Señor. Tales personas deben, mediante su vida, haber demostrado su aptitud para tal ayuda. En personas de salud normal, la que es apta para la lista debe ser de una edad cuando, bajo circunstancias comunes, ya no pueda trabajar para su subsistencia; debe haber sido esposa de un solo marido, y una de quien se dé testimonio a causa de sus buenas obras al haber criado hijos, al haber mostrado amabilidad a los extranjeros, al haber lavado los pies de los santos, socorrido a los afligidos, y, de hecho, "si hubiere seguido estrictamente toda buena obra." (v. 10 - VM).
De manera muy bienaventurada esta Escritura muestra cuánto puede hacer una mujer piadosa que es agradable a Dios y cuánto puede hacer para ayudar al pueblo del Señor. Las omisiones, sin embargo, son tan asombrosas como las buenas obras que se enumeran. No se dice nada acerca de la enseñanza o la predicación o, de hecho, de nada que pueda llevar a la mujer a un lugar de prominencia en una manera pública contraria al orden de la casa de Dios.
 (Vv. 11-13). "Pero rehúsa poner en la lista a viudas más jóvenes, porque cuando sienten deseos sensuales, contrarios a Cristo, se quieren casar, incurriendo así en condenación, por haber abandonado su promesa anterior (Gr. Su primera fe). Y además, aprenden a estar ociosas, yendo de casa en casa; y no sólo ociosas, sino también charlatanas y entremetidas, hablando de cosas que no son dignas." (LBLA). Las viudas más jóvenes no deben ser puestas en la lista. Proveer para tales personas, como en el caso de las viudas, de hecho, las conduciría a olvidar a Cristo como su único Objeto y, en cambio, a tener ante ellas simplemente el deseo de volver a casarse, y llegar a ser así culpables de haber quebrantado su primera fe. Es posible de este modo, no sólo perder nuestro primer amor, sino quebrantar nuestra primera fe la cual, al comienzo de nuestra vida cristiana, hizo que Cristo fuese el gran Objeto.
Además, poner a las viudas más jóvenes en la lista solamente las animaría a la ociosidad y a convertirse de este modo en un tropiezo, pues su ociosidad las conduciría a andar de casa en casa como "chismosas y entremetidas" (RVR60). Un chismoso repite historias y chismorrea a costa de los demás; un entremetido interfiere en los asuntos de los demás, expresando libremente opiniones sobre asuntos que no son de su incumbencia. En ninguno de los casos existe un solo pensamiento acerca de ayudar al necesitado, o de procurar corregir algo que está mal, sino más bien es la indulgencia de la carne en su amor por la difamación. Chismosos y entremetidos, ya sea que repitan lo que es falso o verdadero, hablan en ambos casos de "lo que no debieran". El predicador dice, "Revela los secretos aquel que anda en chismes" (Proverbios 20:19 - VM); y, otra vez, "todos los necios se meten en pendencias" (Proverbios 20:3 - VM). La ley dice, "No andarás como chismoso entre tu pueblo" (Levítico 19:16 - VM). El cristianismo nos advierte en contra de andar "de casa en casa" como 'chismosos y entremetidos'.

¡Qué cantidad de nombres han sido estropeados y quebrantados
Qué sentinas pestilentes han sido removidas
Por una palabra pronunciada en liviandad -
Por sólo una palabra ociosa!
 (V. 14). La opinión del apóstol es que las más jóvenes se casen y encuentren su esfera adecuada de actividad en la vida hogareña, criando hijos y gobernando la casa. Ya sea que se hable a los ancianos, a las viudas o a las más jóvenes, todos deben recordar que ellos forman parte de la casa de Dios, y en la casa de Dios no se debe permitir nada que dé al adversario ocasión de maledicencia.
 (V. 15). De hecho, algunas, a través del descuido de estas enseñanzas, ya se habían apartado en pos de Satanás. Ellas podrían no admitir o no darse cuenta de la seriedad del curso que estaban siguiendo; pero, evidentemente, en relación a Cristo, el hecho de descuidarse y dejarse impulsar por el deseo conducirá a que el alma sea seducida por Satanás y se desvíe a las tentaciones del diablo.
 (v. 16). Las viudas en las familias de cristianos han de ser mantenidas por la familia, dejando libre a la asamblea para que ayude a las que en verdad son viudas.

 (c)Las necesidades de los ancianos (versículos 17-21)
El apóstol pasa a instruirnos en lo que respecta a la satisfacción de las necesidades de aquellos que sostienen una posición como ancianos oficiales, y el espíritu en el cual se debe enfrentar cualquier acusación contra los tales.
 (Vv. 17, 18). "Los ancianos que dirigen bien sean tenidos por dignos de doble honor[1], especialmente los que trabajan en la palabra y en la enseñanza. Porque dice la Escritura: Al buey que trilla no pondrás bozal, y: Digno es el obrero del salario de él." (NTIGE).
El trabajo de los ancianos era gobernar (dirigir) en las asambleas del pueblo de Dios. Ellos son responsables de ver que el orden piadoso sea mantenido en público y en privado. Se debía honrar a un anciano tal; aquellos que hacían bien su trabajo debían ser tenidos por dignos de doble honor, especialmente los que, además de cuidar a los santos, trabajaban en la palabra y en la enseñanza. Además, sus necesidades temporales no debían ser olvidadas. Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo son citados, como teniendo igual autoridad como Escritura, para insistir en nuestra responsabilidad de ayudar al obrero. (Deuteronomio 25:4; Lucas 10:7).
 (V. 19). El anciano, a causa de su servicio, estaría más sujeto que los demás al malentendido y a la detracción. El tener que tratar a veces con las faltas en otros podría conducir al resentimiento y a un mal sentimiento que podrían manifestarse en una acusación maliciosa. Podría, de hecho, haber una causa justa para una acusación, pero no debía ser recibida excepto de testigos.
 (Vv. 20, 21). Los culpables, sean ancianos o no, cuyas faltas han sido totalmente probadas por testigos adecuados, han de ser reprendidos delante de todos, para que los demás también tengan temor. No obstante, todo lo que tiene forma de reprensión debe ser hecho, no simplemente en presencia de todos, sino "delante de Dios" cuya casa somos nosotros, delante del Señor Jesucristo, quien es Hijo sobre la casa de Dios, y delante de los ángeles escogidos quienes son ministros de los que forman la casa. De este modo la reprensión sería sin "prejuicios" que formarían una opinión sin considerar debidamente todo el asunto, y sin parcialidad que preferiría a uno antes que a otro.

 (d) Cuidado en la expresión de comunión (versículo 22)
 (V. 22). En la Escritura, imponer las manos sobre otro es señal de comunión, más bien que la comunicación de autoridad como la Cristiandad enseña. La falsa liberalidad puede fingir una grandeza de corazón extendiendo descuidadamente la comunión a aquellos que están siguiendo un curso equivocado. Podemos dar así nuestra aprobación al mal y participar en los pecados ajenos. Debemos conservarnos puros, una prescripción que demuestra claramente que nosotros podemos ser contaminados por nuestras asociaciones.

 (e) Enseñanza con respecto a necesidades corporales (versículo 23)
(V. 23). Las necesidades de un cuerpo débil y que sufre no deben ser descuidadas. Timoteo debía usar "de un poco de vino" a causa de su estómago y de sus "frecuentes enfermedades". Timoteo no es culpado por sus enfermedades, ni se sugiere que la continua ocurrencia de ellas demuestra alguna falta de fe de parte de él; tampoco se le exhorta a procurar que los ancianos impongan sus manos sobre él o incluso que oren por su sanación. Se le manda usar un remedio común. Sin embargo, se trata "de un poco de vino" y a ser usado a causa de un estómago débil. Así que no hay excusa, en el consejo del apóstol, para beber vino en exceso o utilizarlo por simple autoindulgencia.

(f) Advertencia contra el juzgar por las apariencias (versículos 24, 25)
 (V. 24). Al juzgar nuestras asociaciones con los demás debemos guardarnos de ser engañados por las apariencias. Los pecados de algunos son tan evidentes que no puede haber dudas en cuanto al carácter y condenación de los tales. Otros pueden ser igualmente malvados y aun así engañar por medio de una buena apariencia en la carne. No obstante, sus pecados los perseguirán hasta el juicio.
 (V. 25). Esto puede ser verdadero de aquellos en quienes la gracia ha obrado. Con algunos es obvio que sus buenas obras proclaman su verdadero carácter. Otros pueden ser igualmente sujetos de la gracia y, con todo, sus obras pueden ser menos públicas. Todo saldrá a luz a su debido tiempo.
Mientras leemos las enseñanzas y advertencias del apóstol nosotros bien podríamos considerar la palabra, "el que piensa que está firme, mire que no caiga" (1 Corintios 10:12 - VM). A partir de las exhortaciones del capítulo es evidente que el creyente puede caer en una condición en la cual él se deja estar  en hábitos de autoindulgencia (versículo 6); puede actuar de un modo que es peor que el de un incrédulo y negar así la fe (versículo 8); puede rebelarse contra Cristo y quebrantar así su primera fe (versículo 11); puede convertirse en un vagabundo ocioso yendo de casa en casa, chismorreando y entremetiéndose en los asuntos de los demás (versículo 13); y se puede apartar para ir en pos de Satanás (versículo 15).
Además, mientras leemos las enseñanzas, aprendemos que los que componen la casa de Dios deberían procurar vivir de una manera que sea buena y agradable delante de Dios (versículo 4); irreprensibles delante de los hombres (versículo 7); no dando ocasión para la maledicencia (versículo 14).



[1] De doble honor. Esto es, como ancianos y como buenos dirigentes.


LA OBRA DE CRISTO (9)






III.-Los Resultados Prácticos de su Obra Presente en la Vida Cristiana

La circunstancia de estar Cristo en la gloria, solícito a nuestras necesidades, debiera inducirnos a llevar una vida santa que le glorificara. Aquel ojo amoroso nunca se aparta de nosotros. ¡Qué dominio no tendríamos sobre nosotros mismos si este pensa­miento no se apartara de nosotros! ¡Cuántas cosas dejarían de hacerse! ¡Cuántas de decirse, y cuántas otras cosas se harían si estuviéramos constantemente conscientes de ese ojo, cuya mirada está sobre cada uno de nosotros! Cristo es nuestro representante ante Dios y nosotros hemos de representarle aquí ante los hombres. El cristiano está llamado a tenerle por su representante, y si podemos disfrutar de una vida tal con su alabanza y gloria, es por su obra bendita de intercesión y por su presencia en el cielo. La vida verdaderamente cristiana depende grandemente de esa posesión de la persona y de la obra de Cristo en el corazón del creyente. Como su presencia en la altura y sus servicios en favor nues­tro se manifiestan en nuestros corazones por el poder del Espíritu Santo, deberemos conducirnos de ma­nera digna del Señor y de su bendita obra, y así sentiremos constantemente en nuestra vida aquí en la tierra los efectos de la bendita obra que El realiza por nosotros. ¡Y qué regocijo entonces, confiados sólo en El, (que nos conoce a todos), estar a su ser­vicio y depender de su gracia! ¡Con qué cuidado pues, deberíamos esquivar todo cuanto pueda agra­viarle!

El Estímulo a la Oración
La bienaventurada circunstancia de que el Señor se muestre atento a nuestras necesidades, y la de vivir nosotros en esta época depravada, rodea­dos de todo género de peligros y males, debe ser de gran estímulo para que hagamos una vida de oración. Nosotros podemos llegarnos al Señor y confiarle todas nuestras tribulaciones. Ya que se muestra solícito en todas las cosas que nos pasan, por pequeñas que sean, acerquémonos a El en oración y contémosle nuestras cuitas. Cristianos hay que predican que no debieran hacerlo, sino dejarlo todo en sus santas ma­nos, sin orar, en la convicción de que su voluntad será cumplida. Pero tal creencia disiente de la Es­critura que dice: “Sean notorias vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con hacimiento de gracias” Fil.4.6. A Él le complacen nues­tras confidencias, y nosotros, como los discípulos de Jesús, podemos llegarnos a Él y contarle nuestros pesares.
Esto pondría término a toda ansiedad y afán. En nuestras manos está el colocarnos dentro de un abandono divino. No os afanéis por nada. No ten­gáis ansiedades. Y ¿por qué habríamos de estar afa­nosos? La ansiedad no es sino la consecuencia de la incredulidad. El afán no puede perdurar si con los ojos del alma contemplamos al hombre en la gloria, y si la fe se da cuenta exacta de que todo está en las manos de aquel “que todo lo que hace lo hace bien.” El afán y la ansiedad constituyen una acusación al Señor. Marta le acusó cuando, fatigada por el excesivo trabajo, le dijo: “Señor, ¿no tienes cuidado que mi hermana me deja servir sola?” Lc. 10.40. Siempre qué nos dejemos dominar por la ansie­dad nos portamos como si creyéramos que Él no se cuida. Mas, El, sí, se cuida, y bien querría que todos descansáramos en la fe y lo confiáramos todo a su atención y cuidado. Él siempre nos escuchará. Si en su servicio nos cansamos y fatigamos, podemos de­círselo, pues también Él se cansó y se fatigó en el camino del Calvario. Si tenemos hambre o si no te­nemos albergue, Él sabe bien lo que eso significa, porque también lo experimentó. Si estamos abando­nados, si nuestras mejores obras se tienen por malas, o si todos los dardos del fuego del enemigo nos amenazan, confiémonos en El.

En conclusión, no hemos de olvidarnos de que Él nos permite participar en esta su bienaventurada obra. Cuando Cristo ora por nosotros, nosotros po­demos orar los unos por los otros y por todos los santos. El intercede; nosotros podemos interceder. Él lava nuestros pies, simbolizando el lavamiento por el Verbo. Nosotros hemos de lavarnos los pies los unos a los otros. El lleva nuestra carga, mas también la exhortación es que nos soportemos los unos a los otros. El perdona y restituye. Nosotros hemos de condescender los unos con los otros y per­donarnos mutuamente “de la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” Col.3.13.

LA PALABRA "SALVACIÓN" EN LAS ESCRITURAS



Pregunta: ¿Cuáles son, en la Escritura, los diferentes sentidos de la palabra «salvación»?
RespuestaEn la Escritura, la palabra «salvación» se emplea en diferentes sen­tidos. Es importante que no los confundamos y que no omitamos ninguno de ellos, pues debido a ello, muchas almas llegan a turbarse o inquietarse.


1.- LA SALVACION DEL ALMA. Cuando, en la cárcel de Filipos (Hechos 16) el carcelero, espantado y temblando se postró a los pies de Pablo y de Silas diciéndoles: "¿qué debo hacer para ser salvo?", ellos contestaron: "Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo." Así es como Jesús da al alma que gime bajo el peso de sus pecados una salvación perfecta y eterna, adquirida en la cruz del Calvario. Es la ma­ravillosa certidumbre que nos da Juan 3:36, "El que cree en el Hijo tiene vida eterna."
Es bueno que el alma que cree en Jesús como Salvador comprenda también la verdad siguiente: que su salvación no descansa sobre sus propios méritos o sus sentimientos, sino únicamente sobre la obra de Cristo; y esta obra ha satisfecho completamente a todas las exigencias de la justicia divina. Dios ha dado la prueba de su entera satisfacción, resucitando a Jesús de los muertos. De manera que, para la fe, Cristo resucitado es la prueba de nuestra perfecta justificación delante de Dios. (Romanos 4: 24-25).
2.- LA SALVACION DEL ANDAR CRISTIANO. La Palabra nos habla de otra salvación, en la cual la responsabilidad del creyente juega un papel importante. Aquel que, redimido por la sangre de Cristo, ha llegado a ser un hijo de Dios, corre a cada instante el peligro de caer en las nu­merosas trampas que Satanás y el mundo ponen en su camino. Debe tener mucho cuidado en «mirar con diligencia como anda.» (Efesios 5:15). Es en el mismo sentido que el apóstol Pablo decía a los Filipenses: "ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor." (Filipenses 2:12). Él había combatido jun­tamente con ellos (Filipense 1: 27-30), y luego, durante su ausencia, ellos mismos tenían que trabajar, no para conseguir la posición de hijos de Dios, ad­quirida por la obra de Cristo, sino para alcanzar cada día la victoria so­bre el enemigo hasta el fin de su carrera en este mundo.
Es, también, en este mismo sentido que el apóstol escribía a Timoteo: "Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello; pues ha­ciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren." (1 Timoteo 4:16).
Aunque nuestra responsabilidad interviene en esta salvación, no ol­videmos nunca que sólo la realizaremos contando con «Aquel que es po­deroso para guardarnos sin caída.» (Judas 24).
3.- LA SALVACION (O REDENCIÓN) DE NUESTRO CUERPO. Otra salvación es prometida a los que han aceptado a Jesús como Salva­dor. Es la "redención de nuestro cuerpo", la cual deseamos ardientemen­te, gimiendo dentro de nosotros mismos. El apóstol habla de dicha salva­ción en Romanos 8:23. Esta salvación del cuerpo es también obra de Cristo. Será completamente realizada cuando Cristo vuelva para buscar a los suyos. "Así también Cristo, habiendo sido ofrecido una sola vez, para llevar los pecados de muchos, la segunda vez, sin pecado, aparecerá para la salvación de los que le esperan." (Hebreos 9:28 - VM). Actualmente, esta salvación es el objeto de la fe del creyente: "porque en es­peranza somos salvos" (Romanos 8:24 - RVR1909), y es lo que le desprende, le aparta de las cosas terrestres y le hace fijar los ojos en un Salvador resucitado, ahora en los cielos, pero que volverá en breve. "Porque, al contrario de ellos, nuestra ciudadanía está en los cielos; desde donde también esperamos al Salvador, el Señor Jesucristo; el cual transformará nuestro vil cuerpo, para que sea hecho semejante a su cuerpo glorioso." (Filipenses 3: 20, 21 - VM). ¡Qué maravillosa esperanza!

Revista "VIDA CRISTIANA", Año 1953, No 3.