sábado, 10 de diciembre de 2016

Pensamiento

Una de las actitudes sobresalientes que debe haber entre los cristianos, es el amor; y la otra es la unidad. Este es el deseo que había en corazón del Señor, y era manifestado en todo los sentidos por los primeros creyentes.
      Pero, ¡ay!, en la actualidad la Iglesia se ha olvidado del Sentir del Señor.
     Procuremos recuperarlo, ya que no sabemos cuándo estaremos ante su presencia y tengamos que rendirle cuenta de nuestra actitud. Procuremos salir honrados y no avergonzados.
SKR

¿QUIÉN DEBE GUIAR?

LIDERAZGO ES SUMISION
Por tanto, un líder guía a través de su servicio, constantemente señalando todo el consejo de Dios, porque así, no establece su propio señorío (1 P. 5:3), sino el señorío de Dios. Al decir que Dios tiene un consejo completo ("todo el consejo de Dios"), él declara que Dios tiene señorío de su vida. Cuando hace saber este consejo, está presentando al pueblo de Dios la posibilidad de dirección divina para todos los aspectos de la vida. Sometiéndose él mismo a este consejo, ayuda a que otros obedezcan por medio de su propio ejemplo. Pero muchas veces la naturaleza del señorío de Dios en toda la vida, no es dada a conocer con claridad, por cuanto los guías fallan en comunicar todo el consejo de Dios.
Es necesario que los cristianos sean instruidos con todo el consejo de Dios, porque fácilmente pueden perder de vista el hecho de que viven en un mundo sujeto a la voluntad de Dios. La naturaleza pluralística de la sociedad moderna le predispone para creer que viven en varios mundos en vez de uno solo. Se habla del mundo del comercio, el mundo del deporte, de placer, de educación y muchos otros. Y contado entre éstos como un mundo separado, es el de la iglesia. En este último, todo el consejo de Dios tiene su aplicación, pero cada uno de los otros 'mundos' tiene su propio juego de valores. De esta manera existen reglas de conducta separadas para cada mundo sin que, al parecer, haya unas de aplicación universal. Normas de conducta para el hogar no funcionan en lo que es el vaivén comercial. Normas de conducta para el domingo no rigen los otros días etc. Un concepto relativista del mundo resulta desastroso. Donde ello existe, la adaptación constante a las normas que compiten entre sí producirá la desintegración de la integridad personal. Por esta razón, la totalidad del consejo de Dios requiere tanto énfasis porque sólo en su totalidad permite la integración de todos estos 'mundos' en un universo que hace sentido. Lo hace al proclamar que Dios es Señor sobre toda la vida y que su voluntad debe ser hecha en el hogar, la oficina, el colegio; en fin, en toda la vida. El trabajo del líder cristiano, por lo tanto, es declarar todo el consejo de Dios a fin de que hombres y mujeres cristianos se armen de los valores cristianos que son producidos por una mente cristiana verdadera, renovada en la imagen de su Creador.

EL LIDERAZGO ES UNA RESPONSABILIDAD TEMIBLE
El apóstol Santiago reconoce esto cuando él aconseja, "No os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación" (Stg.3:1). Pablo también está consciente de la responsabilidad que un guía tiene. Como tal que ha enfrentado y vencido la tentación de aceptar la conveniencia propia, él aconseja a los líderes poco experimentados en Éfeso, "Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos" (Hechos 20:28). Notemos el orden en que Pablo enumera sus prioridades. Si un hombre va a ser un sobreveedor efectivo del rebaño de Dios, tiene que cuidarse a sí mismo antes de ministrar al rebaño. Este pensamiento corre paralelo al de Juan. 21:15-19. Allí vemos que a la medida en que Pedro puede afirmar su amor para el Señor, puede entonces recibir la comisión para cuidar a las ovejas. De esta manera volvemos al concepto bíblico del liderazgo como servicio; primero a Cristo y luego a su pueblo. Si un guía quiere tener credibilidad como un declarante de todo el consejo de Dios, él mismo tiene que estar sujeto a todo este consejo.
Quizá la causa mayor de la extensa crisis de liderazgo cristiano en el día de hoy proviene de no reconocer la esencia de la naturaleza del servicio de donde brota este liderazgo. Tal falta conduce no sólo a la negligencia sino al desastre para el rebaño. Por eso Pablo predice, "y de vosotros (de vuestros líderes), se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos" (Hechos 20:30). El hombre que no mira por sí y el desarrollo de su propia relación como siervo de Jesucristo, luego iniciará el establecimiento de su propio señorío, buscando seguidores personales. He allí, la perversión completa del liderazgo cristiano; sabe del carácter del Anticristo (1Jn. 2:18-19). Hoy día nos referimos a ello, llamándole el culto de personalidad, y es demasiado común en el mundo cristiano. Pero Pablo no quiere nada de esto porque él sabe que la sujeción de los guías a la autoridad de Cristo es la clave para el bienestar del rebaño. Por esto, les exhorta a mirar por ellos mismos. Por esto les "encomienda a Dios y a la Palabra de su gracia" (Hechos 20:31).
Sin duda hay muchas cualidades involucradas en el liderazgo cristiano. Pero de mayor importancia que cualquier cualidad es la relación básica con el Señor de donde proviene el verdadero liderazgo. Para ser guía, uno debe ser guiado. Para ejercer autoridad, uno debe estar bajo autoridad. Para ser un verdadero líder cristiano, uno debe cargar una cruz que proclama, "Ya no vivo yo, más vive Cristo en mí.
Por Max Liddle
Traducido de "The Reaper"
Contendor por la fe  1984

Cómo Apagamos el Espíritu

Deberíamos evitarlo, pero lastimosamente es posible: los creyentes pueden “borrar” la obra del Espíritu Santo con quien fueron sellados. ¿Cómo puede suceder eso? He aquí una explicación.


Pablo exhortó a los tesalonicenses, diciendo: “No apaguéis al Espíritu" [1 Ts. 5:19). Otras traducciones hablan de “borrar” o “suprimir”. Encontramos un pasaje paralelo en Efesios 4:30: "Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”.
Los hijos de Dios redimidos es­tán sellados con el Espíritu Santo (2 Co. 1:22; Ef. 1:13-14; 4:30). Por eso, no Lo pueden perder. Pero, sí pueden suprimir Su obra. Si miramos el contexto de la orden de Pablo, esto es posible en, al menos, dos maneras:
Primero: podemos apagar el Espíritu dentro nuestro, si no dejamos que los dones de gracia recibidos se desplieguen en no­sotros. Por eso, dice a continuación: “¡No menospreciéis las profecías!” (1 Ts. 5:20). Profecía significa, en el contexto bíblico, que la Palabra de Dios sea proclamada en forma clara y con autoridad “profética”. De modo que no se trata de una inspiración nueva, contradictoria a la Palabra revelada o algún tipo de iluminación sobre el estado de otras personas (eso es adivinación).
También tenemos que admitir, en este contexto, que algunos do­nes de gracia han dejado de ser desde el tiempo de los apóstoles (1 Co. 13:8; cp. Ef. 2:20), como determinó Agustín en el siglo cuatro: “En los primeros tiempos, el Espíritu Santo vendría sobre los creyentes y ellos hablarían en idiomas que ellos no habían estudiado, según el Espíritu les daba para hablar. Esa era una señal apropiada para ese tiempo. Era apropiado que el Espíritu Santo fuera anunciado en todas las lenguas, porque el evangelio de Dios, a través de esas lenguas, debía ser proclamado a través de toda la Tierra. Las señales fueron dadas y pasaron”. A ciertos dones no los podemos forzar para que vuelvan. Pero, los dones de gracia que el Espíritu Santo hoy reparte libremente dentro de las iglesias son muy importantes. Los mismos deberían ser reconocidos y fomentados, y nadie los debería suprimir. Allí donde los dones del Espíritu Santo obtienen lugar, Él mismo también obtiene lugar. Porque el Espíritu Santo solamente obra donde se le da lugar. En esos sitios surgen iglesias vivas, en las cuales el agua viva del Espíritu fluye a raudales.
De ahí que nosotros mismos no deberíamos apagar nuestros propios dones del Espíritu al no animamos, al frenarnos en falsa humildad, al no sentirnos dignos, al avergonzarnos o sencillamente al tener temor de las personas. A veces sabemos lo que se debería hacer, pero no lo hacemos. Deberíamos recordar que toda persona sellada con el Espíritu ha recibido por lo menos un don, y que todos los dones deben ser utilizados para el bien común de la iglesia.
Los líderes de las congregaciones, y otros, deberían prestar atención a los dones dentro de la iglesia, no apagarlos, sino fomentarlos. Esto, naturalmente, debería suceder siempre según las reglas de las Sagradas Escrituras. "Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (1 Co. 12:7; cp. v. 11). "Así también vosotros; pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia” (1 Co. 14:12). "Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis” (1 Co. 14:1). En el caso de los dones del Espíritu siempre se trata de que la iglesia sea edificada y la Palabra de Dios sea proclamada. Quien su­prime eso, también apaga el Espíritu en sí.
Segundo: El Espíritu Santo también es apagado a través de la práctica del pecado, del aferrarse a él y soportarlo. Si tenemos en cuenta el contexto, vemos claramente en los versículos 12 al 18 de primera Tesalonicenses 5, todo lo que puede apagar al Espíritu Santo:
1) Si no aceptamos a otros, sino que los despreciamos.
2) Si no mantenemos la paz entre nosotros.
3) Cuando no tenemos el valor para exhortar a los desordenados.
4) Si no consolamos a los desanimados.
5) Si no cuidamos a los débiles.
6) Si no somos pacientes con todas las personas.
7) Si devolvemos mal con mal y somos resentidos.
8) Si no buscamos el bien en todo momento.
9) Si no estamos gozosos.
10) Si no oramos.
11) Si somos desagradecidos.
12) Si no nos mantenemos alejados del mal (v. 20).

¡Dios nos guarde de contristar a Su Espíritu!
Llamada de Medianoche, Mayo 2016,

Doctrina: Cristología. (Parte XII)

Las dos naturalezas en una sola persona.


Dios no puede ser comprendido por el hombre; y si así lo fuera, dejaría de ser Dios, ya que el hombre no lo puede explicar. Dado que le es imposible entender y aceptar este hecho, simplemente termina negándolo. De igual modo que no comprenden a Dios, menos pueden entender la obra de encarnación del Hijo de Dios así mismo la niegan o la tergiversan, tal como veremos más adelante. El hecho de que el hombre no lo puede entender, es una prueba de que la Biblia es la palabra de Dios (y que ella es verdadera), “porque si el hombre hubiese escrito la Biblia, él hubiera dejado de lado las dos naturalezas de Cristo”, porque en sí es muy difícil explicarla de modo claro.
El tema de las dos naturalezas de Cristo es de difícil explicación, y Dios, en su Palabra, no procura explicarlas, “sino que hace simples declaraciones” sobre este tema. Cristo tiene una naturaleza divina y una naturaleza humana, y ambas son completas en sí mismas.
Siguiendo el pensamiento de un hermano, diremos que “no es escritural decir que Cristo es Dios y hombre; más bien, Él es el Dios-hombre (gr. teoantrópica). Dos naturalezas, con una personalidad, una persona”. No hubo dos personas distintas en un mismo cuerpo; o el “mesías” se apoderó del cuerpo del hombre llamado Jesús;  o que solo era un espíritu en forma humana; o que solo era un buen hombre que no tenía ninguna pizca de divinidad. ¡No! Las escrituras dicen claramente que “El Verbo se hizo carne” (Juan 1:14a) y todo el evangelio de Juan fue escrito para dejar bien claro que Dios se había hecho carne y habitó entre los hombres (cf. Juan 1:14b). De hecho todos los evangelios muestran estas dos naturalezas presentes que Jesús el Mesías, ya que comía porque tenía hambre y bebía porque tenía sed, dormía porque tenía sueño. Pero al mismo tiempo este hombre podía perdonar pecados y demostrar que lo hacía sanando a un paralítico, a los leprosos curar completamente, a los ciegos que recibieran la vista, a los muertos les devolvía la vida. No ha habido hombre alguno que pudiese demostrar que poseía tal poder y que además dominase los elementos, que la tormenta inclemente se volviera mansa y pacífica ante su voz.
Ahora si insistimos que el Mesías tiene dos personalidades, entonces la Deidad  no estaría compuesta por tres personas sino se incorpora una nueva, la humana. Esto en sí es un error doctrinal y una herejía, porque se aparta del verdadero concepto que nos da la Biblia acerca de la Deidad.

A.   Hipostasis
En el concilio ecuménico de Calcedonia[1] se estableció lo que se conoce como “Unión Hipostática”. En este concepto se envuelve todo lo relacionado con la naturaleza del Señor Jesucristo, que las dos naturalezas estaban “unidas sin mezclas, sin cambio, sin división y sin separación”[2].
La palabra “Hipostática” (gr. hupostasis) quiere decir “sustancia”, “naturaleza”, “esencia”,  y denota una persona individual concreta. Y esta idea queda plasmada en el credo o declaración final del concilio:

Nosotros, entonces, siguiendo a los santos Padres, todos de común consentimiento, enseñamos a los hombres a confesar a Uno y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en Deidad y también perfecto en humanidad; verdadero Dios y verdadero hombre, de cuerpo y alma racional; cosustancial (coesencial) con el Padre de acuerdo a la Deidad, y cosustancial con nosotros de acuerdo a la Humanidad; en todas las cosas como nosotros, sin pecado; engendrado del Padre antes de todas las edades, de acuerdo a la Deidad; y en estos postreros días, para nosotros, y por nuestra salvación, nacido de la virgen María, de acuerdo a la Humanidad; uno y el mismo, Cristo, Hijo, Señor, Unigénito, para ser reconocido en dos naturalezas, inconfundibles, incambiables, indivisibles, inseparables; por ningún medio de distinción de naturalezas desaparece por la unión, más bien es preservada la propiedad de cada naturaleza y concurrentes en una Persona y una Sustancia, no partida ni dividida en dos personas, sino uno y el mismo Hijo, y Unigénito, Dios, la Palabra, el Señor Jesucristo; como los profetas desde el principio lo han declarado con respecto a Él, y como el Señor Jesucristo mismo nos lo ha enseñado, y el Credo de los Santos Padres que nos ha sido dado.

Resultados de la unión hipostática
Por tanto, como ya hemos dicho, en el Señor estaban presentes las dos naturalezas, porque si hubiese sido un buen hombre, su muerte hubiese sido en vano y nosotros estaríamos condenados, pues su sacrificio sería inútil para nuestra salvación; si sólo fuese Dios, esta no puede morir, y se necesitaba que Cristo muriese en la cruz para que el hombre pudiese ser redimido. En cambio, de acuerdo a la en persona de Cristo estaba presente la Deidad y humanidad, entonces su sacrificio vicario es suficiente para que su obra fue aceptada por Dios.

B.   Kenosis
En Filipenses 2:5-11 se describe la humillación de Cristo y su glorificación; y en este pasaje hay una expresión que ha llevado a muchos a pensar de diversas formas. En el versículo 7 encontramos la siguiente oración: “se despojó a sí mismo”, donde la palabra despojó procede del griego “ekenosen”, y que se traduce por “se vació” en algunas versiones. Y esto ha originado según la corriente de su pensamiento con respecto a Cristo, da distintas respuestas debido a una mala comprensión del texto. La pregunta que se plantean es “¿De qué se despojó o vació?”.  
Aunque algunos puedan decir que el Mesías se despojó de sus atributos divinos para venir a esta tierra, no podemos aceptarlo, ya que los hechos de su vida revelan que los poseía en forma completa, tal vez, velada, pero estaban presentes en su vida. De lo contrario, ¿cómo podemos explicar la resurrección de los muertos durante su ministerio, o las sanidades, la expulsión de demonios, o la conversión del agua en vino? (cf. Mateo 1:23; 11:27; Marcos 1:1; Juan 3:13; 14:9; Romanos 1:4).
De ningún modo debemos pensar que hubo alguna pérdida de atributos divinos, porque de lo contrario no sería en esencia Dios. Tal vez la mejor solución a este tema es lo que expresó Henry C. Thiessen: “Cristo tan sólo rindió el ejercicio independiente de algunos atributos transitorios o relativos. En ningún sentido se despojó de los atributos absolutos o inmanentes; siempre fue perfectamente santo, justo, misericordioso y fiel”.[3] Este pensamiento da una respuesta al pasaje de Mateo 24:36.
Una forma de entender esta expresión como una metáfora y el pasaje del versículo 7 se debe ver como una “adición” y no una “sustracción”. Esto queda claro si tomamos los tres participios: (a) tomando forma de siervo, (b) hecho semejante a los hombres; (c) estando en la condición de hombre. “La kenosis se explica, además, en el texto por la cláusula paralela que le sigue: «se humilló a si mismo». La idea es que, al tomar la humanidad con sus limitaciones, se registra una humillación que, aunque real, no requiere la cesión de ninguno de sus atributos divinos.”[4]

C. Errores concernientes a las 2 naturalezas de Cristo.
         En la historia de la Iglesia, ya desde sus comienzos, ha habido numerosas herejías, que han desviado a numerosos cristianos de la correcta ortodoxia. Pablo, Pedro, Juan, Judas escribieron en sus cartas para que tuviésemos cuidado de estos falsos maestros que pueden llevarnos al error. Por eso es importante recurrir a las Escrituras para aclarar nuestras dudas y contrastar lo que enseña determinado predicador. Desgraciadamente, debido a nuestra ignorancia en las Escrituras, somos dados a ser seguidores de hombres y no del Señor Jesucristo (cf. 1 Corintios 1:12-17). Y tenemos la premisa que es más importante lo que dice tal o cual persona y no lo que la Biblia dice. Por esta razón existen numerosas sectas, porque “hermanos incultos” siguieron a doctrinas de hombres, provocando la aparición de estas sectas, que son algunas de un carácter herético.
Casi todas las herejías han mirado a Jesús desde un ángulo de vista y han despreciado o minusvalorado, consciente o inconscientemente, el otro. Pero todas las herejías han aportado mayor luz a este Misterio y la Iglesia ha podido profundizar en este Único tesoro que da razón de nuestra fe: Jesucristo[5].
         En la historia encontramos los siguientes fenómenos “cristianos” con respecto a la persona del Señor Jesucristo:
1. Ebionismo.  Los Ebionistas (del hebreo ebion, que significa “el pobre”) era una comunidad judeocristiana fuertemente monoteísta,  que negaba la preexistencia, Deidad y nacimiento virginal (simplemente era hijo de José y María en forma normal) de Jesús; si bien lo aceptaban como el MESIAS. Ellos enseñaban que Jesús era un hombre poseía dones de rectitud y sabiduría inusuales. Tuvo una relación con Dios el Padre después de su bautismo, ya que el Cristo descendió sobre él en forma de paloma. Lo consideraban el Mesías prometido en sentido natural o humano.
Además enseñaban que se debían seguir los ritos que establecía la ley. Ellos utilizaban un solo evangelio, denominado “según los hebreos”. Ellos eran los herederos de los cristianos judaizantes con los cuales Pablo tuvo disputa en forma constante. De ahí que para ellos, Pablo no era una autoridad aceptada.
Los primeros antecedentes acerca de este grupo, se encuentran en los escritos de Justino Martir (140 d.C.). Y al finalizar el siglo Segundo, Irineo de Lyon (180 d.C.) condena esta herejía y le da el nombre de Ebionitas. Se piensa que desaparecieron en el siglo V.
2. Docetismo. Esta palabra proviene del griego dokéo que significa “parece” o “paracerle a uno”.  Cerinto, Alejandrino,  (85), discípulo de Filón, era su principal exponente.
Este fue un error en la iglesia en la segunda parte del primer siglo. Sostenía que Cristo no tuvo un cuerpo humano (que no hubo encarnación). Que Él tenía un cuerpo, pero un cuerpo celestial, con lo cual negaba la humanidad de Cristo. Por tanto, negaba que la crucifixión fuese real, ya que él tenía un cuerpo aparente. De ahí que esta doctrina se resume en expresiones como “Parece que come, parece que camina, parece que está cansado...". Tal error es el “espíritu del anticristo” (I Juan 4:1-3). Y las declaraciones  que Juan hace, como un testigo visual de persona de Cristo (1 Juan 1:1), son para refutar tales afirmaciones (cf. Juan 1:14; 13:25; 20:27). El Apóstol escribió su primera Carta y el Evangelio para combatir este pensamiento gnóstico que estaba entrando con fuerza en las iglesias.
3. Arrianismo. Esta doctrina fue enseñada por Arrio (Libia, 250 -Constantinopla, 336), que fue asceta, presbítero y sacerdote en Alejandría, en la iglesia Baucalis. Su enseñanza negaba la naturaleza divina de Cristo basado en la interpretación de Juan 14:28. Por ende el concepto de Trinidad de la Deidad. El Arrianismo sostenía que hubo un tiempo cuando el Hijo no existía, y que Dios engendró (con la idea de crear) al Hijo. Entonces negaban la preexistencia de Cristo. También hacían énfasis en la subordinación del Hijo.
Otros pasajes mal entendidos por el arrianismo son Romanos 8:29; Colosenses 1:15-20; Juan 4:6; Mateo 24:36.
Esta doctrina que exalta al Padre en desmedro del Hijo, ya que lo consideraban como un semi dios, con facultades Divinas, ya que pudo crear todas las cosas y tener su control.  Fue condenada por la Iglesia en el primer concilio de Necea, en el año 325.
4. Apolinarianismo. Elaborada por Apolinar (Apolinario) el joven, obispo de Laodicea, por el año 361 y nació como una forma de oponerse a la herejía Arriana. Este error sostenía que Cristo poseyó solo un cuerpo humano y que era incompleto.  Ellos razonaron así: el pecado está en el alma de los hombres; Dios no tiene pecado; por lo tanto Cristo no tenía alma, pero sí un cuerpo, que era incompleto. Entonces el Verbo cuando se encarnó, vino a completar la parte que faltaba.
Si bien nació esta doctrina como un modo de salvaguardar la naturaleza Divina, que el arrianismo negaba, provocó que menoscabara la naturaleza humana, que  a su vez pone en peligro la obra de redención, ya que necesitaba ambas naturalezas para llevar a cabo su obra.
Esta doctrina fue condenada en el segundo concilio ecuménico, en Constantinopla, en el año 381, y anteriormente en dos concilios celebrados en Roma en los años 374 y 377.
5. Nestorianismo. A quien se le atribuye esta doctrina fue el patriarca de Constantinopla llamado Nestorio (386-451), también conocida como difisismo (“dos naturalezas”), con la finalidad de oponerse al Eutiquianismo que se enseñaba en su tiempo. La doctrina enseña que las dos naturalezas de Cristo son, en realidad, dos personas independientes unidas en Cristo. En otras palabras, Dios vino y moró en un hombre perfecto (Cristo); por lo tanto, Dios estaba en Cristo, pero separado de la parte humana, donde la unidad de la persona era la voluntad y no la unión hipostática.
Esta doctrina fue condenada en el concilio de Éfeso el año 431. A pesar que los escritos heréticos fueron destruidos, la doctrina se divulgó por Asia central, India, China y el Tíbet, llegando hasta nuestros días. Muchas de las la Iglesias del continente asiático son de este pensamiento cristológico.
6. Eutiquianismo. Fue formulada por Eutiques (378-454), abad de un monasterio en Constantinopla. La doctrina surgió al mismo tiempo y era contraria al “Nestorianismo”, y enseña que las dos naturalezas de Cristo se juntaron e hicieron una nueva naturaleza, es decir, que la humanidad de Cristo fue absorbida por la Divinidad, quedando sólo una persona, con ello negando la humanidad del Cristo. De ahí que esta doctrina también se le conoce como monofisismo. El gran error que enseñaba es que la persona resultante no era verdadero Dios ni verdadero hombre, y si esto era así, no nos podía representar.
Esta doctrina fue declarada herética y condenada  en el concilio de Calcedonia (451).
Quienes no aceptaron lo establecido por el concilio, prosiguieron con esta doctrina. En la actualidad la enseñan la Iglesia Copta, La Iglesia Apostólica Armenia, La Iglesia Siriaca (Jacobita).
7. Monotelitismo. Esta doctrina es una modificación del monofisismo con el fin de poder reconciliar a las iglesias que siguen esta doctrina. Predicada por el patriarca Sergio de Constantinopla. Esta doctrina “conciliatoria” enseña que Cristo tuvo dos naturalezas, pero una sola voluntad. Es decir, en el Cristo estaban presente tanto la humanidad como la Deidad, pero regidas por una sola voluntad, la Divina.
El Monotelismo trató de ser un puente entre cristianismo Trinitario y los cristianos monofisitas. Fue condenada como herética en el tercer concilio de Constantinopla celebrado entre los años 680 y 681.
8. Unitarianismo. También conocida como Monarquianismo (de mono”, “uno/único” y “arch”, “principio). Nace en el siglo segundo como un fin, para demostrar la unidad de Dios contrarrestar las enseñanzas del triteísmo. Pero al mismo tiempo esta doctrina termina negando los conceptos de la doctrina ortodoxa de la Trinidad. 
Existen dos ramas del Monarquianismo: el Dinámico(o adopcionista) y el Modal (Sabelianismo). El primero exalta al Padre y establece que el Hijo es sólo un hombre que fue adoptado por un decreto especial de Dios, negándole todo concepto de Divinidad; y enseña que el Espíritu Santo es solo una fuerza o presencia de Dios.  Fue condenado como herejía junto con la excomunión de su principal defensor, Teodoto en Roma  por el Papa Víctor (190-198 d.C.) pero no la extinguió; y resurgió en España en el 800 d.C., y, también, en Roma, fue condenada esta herejía.
Los grupos que caen en esta categoría son  los “Testigos de Jehová”, los Cristadelfianos y los Unitarios.
El Segundo grupo enseña que Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una sola persona, no tres persona como enseña la doctrina de la Trinidad, sino modos consecutivos de una sola persona. En el Concilio de Roma, siendo Papa Dionisio,  fue condenada el año 263 d.C.
Encontramos que bajo esta doctrina se encuentran los Pentecostales Unitarios (también conocidos como las Iglesias Pentecostales Unidas y Apostólicas Unidas).  Estos enseñan que el nombre de Dios es Jesús y que se debe bautizar sólo en el nombre de Él y no en el de la Trinidad (vea Mateo 28:19).
9. Ciencia Cristiana. La “Ciencia Cristiana” se base en las ideas de Mary Baker Eddy (1821-1910) y es de “factura reciente”. La “Ciencia Cristiana” exalta solo a Dios (aunque lo ven como un principio, que está en todos y en todo), es una forma unitarianismo, ya que niega que exista la trinidad. También niega que Jesús sea el Cristo ni que reflejaba al Padre, por ende, que sea Divino. Afirman que no murió y que su sacrificio no es suficiente para limpiar el pecado.  
Esta creencia tiene el nombre de “Cristiana”, pero niegan al Hijo en todos los sentidos.  Aunque ellos afirmen que su creencia es la verdad, encontramos en la Escritura la siguiente pregunta: “¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo?” (1 Juan 2:22). Quien niega que Jesús es el Cristo, es mentiroso.



[1] Celebrado entre el 8 de octubre y el 1 Noviembre del 451 en Calcedonia, Bitinia, Asia menor, con la asistencia de 600 obispos.
[2] Charles Ryrie, “Teología Básica”, Página 284
[3] Paul Enns, Compendio Portavoz de Teología, página 228.
[4] Charle Ryrie, Síntesis de doctrina Bíblica, editorial Portavoz, página 65.
[5] http://es.catholic.net/op/articulos/17602/cat/693/herejias-sobre-jesus.html

Joab: Capaz y malintencionado (Parte VII)

Con Adonías

Es penoso leer del fin de la vida de Joab, tomando en cuenta lo mucho que ese hombre había hecho por su rey y su pueblo. La falsedad de Absalón no le había atrapado, pero llegó el momento, David viejo y cerca de la muerte, que otro príncipe joven ambicionaba el trono, 1 Reyes 1.5.
Es probable que Joab haya percibido que Adonías era el pretendiente más indicado ante el deterioro del poder e influencia del anciano. No le importaba que Dios le había prometido el trono a Salomón, 1.13. El corazón que en otro tiempo se había sometido a su señor estaba encaminado ahora al ensalzamiento propio. Su móvil era asegurarse una posición de preeminencia en la nueva monarquía.
Las Escrituras abundan en advertencias en cuanto a los escollos en la tercera edad. Vemos caer varones, en casi la cúspide de su potencial para bien, que en otra fase de su vida actuaban claramente en el poder de Dios. “El justo Lot”, 2 Pedro 2.7, fue salvado de juicio en Sodoma y se entregó a la lascivia, producto de la borrachera, y con esto trajo grandes secuelas. Salomón escogió sus pasos sabiamente al comienzo de su reinado, pero luego se ocupó de un sinfín de esposas paganas que estaban entregadas a la adoración de ídolos. Ezequías dependía enteramente de Dios en la juventud, pero llegó a jactarse de riquezas y recibió un mensaje que pronto las perdería todas como botín en manos de huéspedes codiciosos.
No es de dudar que la inclusión de relatos como éstos en las Sagradas Escrituras debe impresionarnos de la necedad de confiar en nuestra propia fuerza y habilidad. “El que piensa estar firme, mire que no caiga”, es la advertencia apostólica, 1 Corintios 10.12. No es que debemos volvernos introspectivos y fatalistas, ya que Judas 24 nos asegura que nuestro Señor es poderoso para guardarnos sin caída y presentarnos sin mancha delante de su gloria con gran alegría.
Esta es la voluntad de Dios para todo su pueblo; si estamos dispuestos a depender de un todo de Él, dándole al Señor Jesús su debido y preeminente lugar en nuestras vidas, la veremos cumplida gloriosamente, no sólo en la presentación futura sino también en un andar realmente cristiano día a día.
“Joab se había adherido a Adonías, si bien no se había adherido a Absalón. Y huyó Joab al tabernáculo de Jehová, y se asió de los cuernos del altar... Entonces envió Salomón a Benía hijo de Joida, diciendo, Ve, y arremete contra él… y lo mató; y fue sepultado en su casa en el desierto”, 1 Reyes 2.28 al 34.

Los cuatro evangelistas (Parte III)

Juan Marcos

Aunque estamos acostumbrados a hablar del “Evangelio según Marcos”, es bueno recordar que el escritor de aquel Evangelio tenía dos nombres. En Hechos 12.12 es “Juan que tenía por sobrenombre Marcos”, Juan siendo su nombre judío y Marcos, o Marcus, su nombre romano y de uso corriente. Ya hemos señalado que escribió con lectores romanos en mente, y de toda probabilidad desde la ciudad imperial. De que tenía a gentiles por delante es evidente por ciertos detalles secundarios.
Por ejemplo, en el 2.18 él explica que los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban, cosa que los judíos sabrían bien pero no así los gentiles. En el 11.13 dice que no era tiempo de los higos, un comentario innecesario para los moradores de Palestina. Y, uno observa la peculiaridad de Marcos de omitir casi de un todo citas del Antiguo Testamento pero de interpretar términos hebreos que serían extraños para lectores gentiles. Hay ejemplos en 5.41 y 7.11, 34, donde traduce “Talita cumi”,  “Corban” y “Efata”.  El 11.17 habla de la casa de oración para todas las naciones, pero Mateo y Lucas no incluyen esa descripción.
El Evangelio de Marcos es el más reducido de los cuatro. Es un registro de hechos y no de palabras; los discursos encontrados en Mateo se omiten o se condensan. El Bendito Señor pasa ante nosotros como el incansable Siervo de Jehová y casi no podemos dejar de recordar las palabras proféticas de Isaías 42.1: “He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones”.
Se nota que el Evangelio no comienza con una tabla de genealogía. La tal cosa puede ser necesaria para probar la realeza de Cristo en Mateo y su parentesco en Lucas, pero a uno no le interesa la genealogía de un siervo; lo importante es su capacidad para el trabajo.
Marcos comienza con una referencia pasajera al bautismo del Señor en el Jordán, ya que fue el punto de partida de su ministerio público: “...el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros comenzando desde el bautismo de Juan”, Hechos 1.21, 22. Luego se ocupa de una vez con las actividades del Siervo. Hay un sentido de urgencia en su narración. De las ochenta veces en el Nuevo Testamento que se emplea términos como “luego”, “en seguida”, e “inmediatamente”, la mitad están en este Evangelio. [Nota del traductor: En la Reina-Valera, como en el inglés que el autor usó, a veces se suprime el “luego”. Por ejemplo, el 1.21: “inmediatamente / luego entrando en la sinagoga...”.]
En el primer capítulo uno encuentra una serie de eventos en secuencia rápida: el bautismo del Señor, su tentación en el desierto, el encarcelamiento del Bautista, el llamado de Pedro y Andrés, el de Jacobo y Juan, la curación del inmundo, la sanidad de la suegra de Pedro, la escena contemplada en el himno, “De noche al descender el sol...”, la sanidad de un leproso, y finalmente “venían a él de todas partes”.
La misma nota de servicio compasivo e incansable está difundida a lo largo del registro de Marcos, y bien puede ser resumida en el tributo expresado por Pedro en Hechos 10.38: “Jesús de Nazaret... anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. Está hermosamente acorde con el carácter de este Evangelio el hecho de que sus últimas palabras sean: “Ellos —los apóstoles— saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían”. El servicio activo continuaba.
¿No es llamativo que sea Juan Marcos, quien al comienzo era un siervo muy imperfecto —ya que les abandonó a Pablo y Bernabé en su primer viaje misionero— el escogido por el Espíritu de Dios para proporcionar el relato del Señor Jesús como el Siervo perfecto? Si Marcos hubiera estar vivo hoy, es de temer que sus hermanos no le darían una segunda oportunidad, pero la gracia de Dios perdona y restaura como muchos del pueblo del Señor no hacen, y el honor para esta tarea le fue concedido a este Juan Marcos.
Información acerca de la vida de este hombre no está a la superficie; tenemos que cavar para encontrarla, y aun deducir en algunas partes. Pero está allí, y digna de confianza.
Consideremos 14.51, 52, donde se nos presenta “cierto joven” en un relato que tan sólo Marcos narra. Juan Marcos ha debido ser testigo de los acontecimientos acaecidos más temprano aquella tarde. Era el primer día de panes sin levadura, cuando la pascua debía ser realizada. Con gran deseo el Señor quería comer aquella pascua con sus discípulos antes de ir a la cruz. Dos de ellos (Lucas explica que eran Pedro y Juan) fueron instruidos a proceder a Jerusalén con cautela (ya que el Señor sabía que sus enemigos buscaban su vida) y preparar la fiesta. Parece evidente que el Señor ya había hecho preparativos provisionales para utilizar una casa en la periferia de la ciudad, adyacente al Monte de Olivos. Esto lo entendemos por el hecho que los discípulos serían dirigidos al sitio apropiado.
Un hombre llevando un cántaro de agua —una cosa poco común, tratándose de una labor para mujeres— fue la seña preestablecida. Es más, las palabras del 14.14 [como figuran, por ejemplo, en la Nueva Versión Internacional] “¿Dónde está mi aposento?” dan a saber que una cámara había sido puesto aparte para su uso. Era una pieza amplia en la segunda planta, y un sitio histórico, por cuanto fue no tan sólo la escena de la última pascua sino también a la postre del nacimiento de la Iglesia de Dios sobre la tierra.
Fue en esta misma cámara que los discípulos se reunieron al haber encontrado vacío el sepulcro, y parece haber sido su acostumbrado sitio de reunión. Fue aquí en la tarde del primer Día del Señor que el Señor resucitado se presentó súbitamente y les mostró sus manos y sus pies.
Fue a este “aposento alto” que volvieron los discípulos una vez ascendido el Señor, y por lo menos algunos de ellos moraban allí, Hechos 1.13. Parece que fue a este mismo lugar que acudió Pedro al haber sido librado milagrosamente de la cárcel, encontrando que una reunión de oración estaba en progreso. Es en relación con este evento que se nos cuenta que se trataba de la casa de “María la madre de... Marcos”. Nada se dice en Hechos 12 del padre de familia, pero Marcos 14 sí hace mención específica de “el señor de la casa”. Se puede conjeturar que se trata de un núcleo de seguidores secretos de Jesús y que uno de ellos murió en el intervalo. La señora era de la misma fe que su esposo y, difunto él, puso la casa a la orden de los discípulos.
Ahora, consideremos por un momento dónde Marcos entra en el relato. Ya hemos visto que era un joven cuando se celebró la pascua en casa de su padre, y es de pensar que se dio a escuchar la conversación. Lo que oyó habrá dejado una impresión indeleble en su mente. Fue casi a medianoche que se marchó el grupo, y este joven —estamos sugiriendo que fue Juan Marcos— fue tras ellos. Vestía solamente un sindon, o sea, interiores de lino que usaba la gente acomodada, 14.51. Tal vez salió aquella noche por curiosidad, pero más probable por cierta convicción, basada en lo que vio y oyó, que algo grave iba a suceder.
Aparentemente continuó hasta el Getsemaní; vio los discípulos dormidos; vio que el Señor se retiró parte; escuchó el “gran clamor y lágrimas” de “Padre, aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú”. Luego entró la banda de malvados; sucedió el forcejeo en la oscuridad, cuando Pedro sacó su espada; y, la huida ignominiosa de los discípulos. De alguna manera el joven se encontró envuelto en el encuentro. Los soldados intentaron apresarle, pero él huyó, dejando su sindón como “rehén”, y llegó asustado a la casa paterna. ¿Podemos negar que la noche de la traición haya significado una profunda crisis espiritual en la vida de Marcos?
Cuando Pedro, posterior a su negación, fue restaurado al Señor y al liderazgo entre los discípulos, parece que haber tenido la casa de la madre de Juan Marcos como el hogar suyo, y parece que fue el medio para llevar a éste al Señor, por cuanto habla en 1 Pedro 5.13 de “Marcos mi hijo”. Con el tiempo floreció una amistad estrecha entre el mayor y el menor, y la mayoría de los estudiosos de la Biblia creen que fue de Pedro que Marcos recibió mucha de la información que está entretejida en su Evangelio. Es evidente que se trata de eventos conocidos a un testigo ocular —lo cual Marcos no era— y el lector cuidadoso notará un toque petrino en el escrito de Marcos. 
Él fue destinado a servir con dos otros hombres destacados: Bernabé y Pablo. Ellos habían ido a Jerusalén para entregar el donativo de la asamblea en Antioquía —un gesto loable de parte de una joven iglesia de gentiles hacia creyentes judíos en un momento de angustia— y, como Bernabé era tío de Juan Marcos (algunos comentaristas dicen que era primo hermano), ¿qué sería más probable que visitasen en casa de la madre de Marcos en su viaje?
Posteriormente, estos dos emprendieron su primer gran viaje misionero, y sin duda fue en respuesta a su propia solicitud insistente que a Marcos le fue permitido acompañarles como asistente. El mismo ardor que años antes le condujo a salir de casa a medianoche para seguir hasta el Getesemaní, ahora le impulsó a ofrecerse como colaborador de estos dos veteranos en su viaje arriesgado que a la postre les llevó a través de las temidas montañas de Taurus donde abundaban bandoleros y otros peligros.
Juan Marcos no había contado el costo como ha debido hacer, y por esto se echó para atrás, para regresar a la casa materna, tan pronto que llegaron a la costa de Panfilia. Aquel comienzo insatisfactorio bien ha podido eliminar cualquier posibilidad de ser de utilidad en el futuro, pero parece que fue más bien el comienzo de mejores tiempos. Qué examen propio de su corazón él habrá tenido al reflexionar sobre su cobardía, no podemos saber, pero nosotros que hemos fracasado de una manera parecida deberíamos comprender.
Lo que sabemos es que cuando Pablo y Bernabé contemplaban la posibilidad de otro viaje, Juan Marcos quiso ser incluido de nuevo. Si bien es cierto que esto dio lugar a un serio desacuerdo entre los dos consiervos, Juan Marcos no era culpable; al contrario, manifestó una buena actitud al ofrecerse para lo que el viaje podría involucrar. Bernabé, el hijo de consolación según Hechos 4.36, era el más tierno de los dos. Cuando Pablo no quería la compañía de Marcos, Bernabé le tomó, y la tradición afirma que el menor estaba presente cuando el mayor murió como mártir.
Hay cierto indicio que Pablo se apresuró en su juicio y llegó a reconocerlo. Lo cierto es que tuvo la gracia de escribir, años más tarde, “... Marcos, el sobrino de Bernabé, acerca del habéis recibido mandamientos, si fuere a vosotros, recibidle”, Colosenses 4.10.
En su última carta desde la cárcel romana, escrita a Timoteo poco antes de morir, Pablo piensa de nuevo en Marcos. “Toma a Marcos y tráele conmigo, porque me es útil para el ministerio”, 2 Timoteo 4.11. Algunos que afirman que un hueso puede llegar a ser más fuerte que era antes de haber sufrido una fractura. Sea como fuere, este hombre llegó a ser una ayuda idónea precisamente en el ministerio en el cual una vez había fracasado, y yergue para nosotros como gran estímulo a proseguir aun si una vez nos hayamos extraviado del camino.
Al leer el segundo Evangelio, reflexionemos sobre el trasfondo y experiencias de su escritor. El presenta al Siervo de quien se profetizó en Isaías 42.4: “No se cansará ni desmayará”.

Meditación

“Jesús dijo: de cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero, la vida eterna” (Marco 10:29-30).


La más grande de todas las inversiones es la de la propia vida por la causa de Jesucristo. Las consideraciones más importantes en cualquier inversión son la seguridad del capital y el porcentaje de ganancia. Visto desde este ángulo, ninguna inversión se puede comparar con la vida que se vive para Dios. El capital está absolutamente seguro porque él es poderoso para guardar nuestro depósito para aquel día (2 Timoteo 1:12). En lo que toca a las ganancias, estas sobrecogen la mente por su inmensidad.
En el pasaje de este día, el Señor Jesús promete reembolsar cien veces más. Esto equivale a una tasa de interés del 10.000 %, algo inaudito en el mundo. ¡Y eso no es todo!
A los que han abandonado las comodidades de un hogar para servir al Señor Jesucristo se les promete el calor y las comodidades de muchos hogares, donde se les mostrará la bondad de Dios por causa de Jesús.
A aquellos que renuncian a los deleites del matrimonio y a una familia o que rompen otros tiernos lazos terrenales por causa del evangelio, se les promete una familia mundial, muchos de los cuales en verdad vienen a ser más cercanos que los parientes de sangre.
A quienes abandonan tierras se les prometen tierras. Dejan atrás el privilegio de poseer unas cuantas hectáreas de propiedad, obtendrán el privilegio inmensamente más grande de reclamar países y aun continentes en el precioso Nombre de Jesús. Se les prometen también persecuciones. De entrada, ésta parece ser una nota agria en medio de una armoniosa sinfonía. Pero Jesús incluye las persecuciones como una ganancia positiva sobre nuestra inversión. Compartir el vituperio de Cristo es un tesoro más grande que todas las riquezas de Egipto (Hebreos 11:26).Estos son los dividendos en esta vida. Luego el Señor añade: “...y en el siglo venidero, la vida eterna”. Esto nos hace esperar la vida eterna en su plenitud.
Aunque la vida eterna en sí es un don recibido por la fe, habrá diferentes capacidades para disfrutarla. Aquellos que lo han dejado todo para seguir a Jesús tendrán un grado mayor de recompensa en la Ciudad Cuadrangular.
Cuando consideramos las ganancias trascendentes de una vida invertida para Dios, es extraño que la mayoría de la gente no participe. Los inversores pueden ser muy astutos cuando se trata de acciones y bonos, pero extrañamente torpes cuando se trata de la mejor inversión de todas.

ALGUNAS MUJERES DEL ANTIGUO TESTAMENTO (Parte XII)

Débora, una madre en Israel


Cuando el pueblo de Israel había ocupado la tierra de Canaán, y después de muerto Josué, ellos pasaron por días oscuros. Cuando no mantenían la separación de los pueblos vecinos y paganos, Dios los castigaba, dejándoles caer bajo el yugo de servidumbre. En tiempos como aquellos, Dios levantó a Débora como gobernadora y libertadora, para vergüenza de los varones de su época.
¿Quién era esta Débora? La Biblia nos dice que “gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetisa, y los hijos de Israel subían a ella a juicio”. Deducimos que era de carácter humilde, y esta impresión queda fortalecida por la manera en que se refiere a sí misma en su canto una vez lograda la victoria. Ella no se dio grandes títulos sino habló de sí como una madre en Israel.
Dios levantaba “jueces” que aparentemente no eran mucho según la carne. El primero fue Otoniel, hermano menor de Caleb; el segundo, Aod, de quien se dice sencillamente que era zurdo; luego, Samgar quien con sólo una aguijada de buey libertó a su pueblo. Ahora surge Barac, un hombre miedoso a tal extremo que rehúsa ir a la batalla sin el apoyo de Débora. Pero el rey Jabín “había oprimido con crueldad a los hijos de Israel por veinte años”.
En los treinta versículos que ocupa el cántico de Débora, ésta alaba a los hijos de cinco de las tribus por haberse ofrecido voluntariamente. En cambio, censura a una, la de Rubén, por conformarse con sólo grandes resoluciones y propósitos de corazón, sin hacer nada. “Te quedaste entre los rediles para oír los balidos de los rebaños”. También a Aser acusa de mantenerse a la ribera del mar. Como debe ser, el Dios de Israel recibió la mayor alabanza, especialmente por haber mandado aquella tormenta tan grande: “Desde los cielos pelearon las estrellas; desde sus órbitas pelearon contra Sísara. Los barrió el torrente de Cisón, el antiguo torrente...” Esta tempestad inutilizó los novecientos carros herrados (blindados) que tenía el rey Jabín. Su capitán, Sísara, tuvo que huir a pie.
No fue Débora, sino otra mujer, que logró matarle. Así se cumplió la profecía de la primera cuando le dijo a Barac: “Iré contigo; mas no será tuya la gloria de la jornada que emprendes, porque en mano de mujer venderá Jehová a Sísara”. Débora termina su canto orando que todos los enemigos de Jehová perezcan igualmente que Sísara, y añade: “Más los que te aman, sean como el sol cuando sale en su fuerza”.
Muchos siglos más tarde, Juan emplearía este lenguaje en la isla de Patmos. Al describir su visión del Hijo del Hombre en medio de los candeleros, él dice que su rostro era como el sol cuando sale en su fuerza. El mismo Juan dice en su Epístola que los creyentes “sabemos que cuando él [Cristo] se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos como él es”.