domingo, 13 de noviembre de 2022

La Luz del Mundo

 

La Luz del Mundo” es el título de un cuadro famoso de Holman Hunt, pintor británico del siglo 19, que representa al Señor Jesucristo, coronado de espinas, con una lámpara en su mano izquierda, tocando a una puerta cerrada. Sin duda que Holman Hunt se inspiró en las palabras del Señor: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” (Apoc. 3:20). Él desea entrar en tu corazón para disipar las tinieblas y traerte la luz, la salvación y la vida eterna. Para hacer esto posible, el Señor tuvo que soportar indecibles sufrimientos, siendo azotado, coronado de espinas y crucificado por sus propias criaturas. Pero lo más terrible fue el castigo que llevó de parte de un Dios infinitamente santo por causa de nuestros pecados.

Se dice que cuando el pintor terminó el cuadro, lo mostró a unos amigos, quienes alabaron los méritos de la pintura. Uno de ellos señaló lo que consideraba una omisión de parte del pintor. “No pusiste manilla a la puerta”, le dijo a Holman Hunt, quien respondió inmediatamente: “Te olvidas – la manilla está por dentro”. Así es con la puerta de tu corazón: está trancada por dentro, y solamente tú la puedes abrir. El Señor se limita a tocar la puerta, pero no va a forzar la entrada. Si abres tu corazón para recibirle, Él entrará trayendo salvación, y llegarás a ser un hijo de Dios. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). Pero, ¿qué pasará si tu no le abres? ¿Seguirá tocando para siempre? Llegará el momento cuando no tocará más a tu puerta, y será demasiado tarde para ti ser salvo.

Se cuenta de un conocido predicador llamado Harold St. John, que estaba contemplando pensativamente el cuadro “La Luz del Mundo”, cuando de repente el silencio se rompió por un grupo de turistas guiados por un hombre con una voz estridente. Después de una explicación apresurada del cuadro, anunció: “El original de este cuadro fue vendido por diez mil dólares”. Sin vacilar ni por un momento, el Sr. Harold se adelantó y dijo tiernamente: “Damas y caballeros, ¿les puedo decir que el verdadero Original de este cuadro fue vendido por treinta piezas de plata?” Después de unos momentos de silencio, el grupo salió sin decir ni una palabra.

Sí, ese fue el valor que le asignaron los principales sacerdotes al Señor Jesucristo, y por el cual Judas estaba dispuesto a entregarle. Pero, ¿por cuánto estás vendiendo tú al Señor Jesucristo? Tal vez no es por plata u oro, sino por una amistad impía, uno de los placeres temporales del pecado, o una bagatela de este mundo. Por esa miserable suma no solo estás vendiendo al Salvador que sufrió la cruz para ofrecerte la vida eterna – estás vendiendo tu propia alma. Y “¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mat. 16:26).

 

A tu puerta Cristo está. Ábrele.

Si tú le abres, entrará. Ábrele.

Tu pecado quitará,

Luz y paz derramará,

Día alegre te será. Ábrele.

 

Ábrele, oh pecador. Ábrele.

Abre ahora al Salvador. Ábrele.

Te ofrece salvación,

Del pecado el perdón.

Saciará tu corazón. Ábrele.

 

¡Oh! no le hagas esperar. Ábrele.

Tal vez pronto marchará. Ábrele.

¡Qué dolor después tendrás,

Cuando en vano clamarás,

Y perdido te hallarás! Ábrele.

Sana Doctrina,  Julio-Agosto, 2007

CONSEJOS PARA EL ESTUDIO

 

Recordamos que en estos artículos visitamos el Antiguo Testamento descubriendo lo que el gran comentarista bíblico Matthew Henry llamara “El hilo de oro de la gracia del evangelio”. Porque efectivamente un hilo conductor recorre las Santas Escrituras manifestando la gloria de Jesucristo como eje y núcleo del plan divino de salvación. Aunque velado en el A.T. por figuras, símbolos, tipologías, etc., será nuestro cometido dar con ellos, analizarlos y exponerlos con la mayor claridad posible.

Cuando Cristo mantuvo aquella conversación con los dos discípulos camino de Emaús explicándoles “desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, (y…) les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:7), sin lugar a dudas tuvo presente el libro de Ezequiel. ¡Qué descripción tan maravillosa del Buen pastor hallamos en las palabras escritas por el profeta! “Yo apacentaré mis ovejas, y yo les daré aprisco, dice Jehová el Señor. Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la descarriada; vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil; más a la engordada y a la fuerte destruiré; las apacentaré con justicia” (Ezequiel 34:15-16)

Pasados algo más de cinco siglos, Cristo mismo las predicó al pueblo, se las aplicó a sí mismo y las cumplió fielmente.

La predicación

La predicación de Ezequiel tiene lugar en Babilonia cuando el pueblo de Israel está viviendo un momento dramático de su historia. Durante aquel tiempo Jerusalén fue conquistada y destruida. El juicio de Dios cayó sobre el pecador manifestando así la responsabilidad individual por medio de la cual el Señor juzga a cada uno por su pecado. Pero el corazón amante de Dios está lleno de gracia para con el pecador y por boca de profeta se anuncia al pueblo la intervención salvífica de Jehová. En repetidas ocasiones el Señor nuestro Dios es presentado en las Escrituras bajo la figura del pastor que cuida, alimenta, conduce y protege a su rebaño. Ezequiel predicó acerca del momento en que Jehová mismo irá a buscar a sus ovejas (Ezequiel 34:11) y las apacentará por medio de un pastor que él levantará, “mi siervo David” (Ezequiel 34:23), en clara referencia mesiánica.

El evangelio de Juan capítulo 10 nos presenta a Jesucristo predicando al pueblo esta misma escritura. También entonces Israel vivía subyugado y una futura destrucción de la ciudad de Jerusalén y el templo vendrían como juicio de Dios por el pecado de su pueblo. Pero un profeta mayor que Ezequiel les predicaba recordándoles que la gracia de Dios no se ha acortado, que el buen pastor aún cuida de los suyos.

La aplicación

Jesucristo se aplica a sí mismo la figura del buen pastor. Así llega a decir: “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen” (Juan 10:14) y… “También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor”. (Juan 10:16). En este sentido, todo lo dicho anteriormente por Ezequiel respecto a esa figura del pastor en cuanto a que se trata de Jehová mismo y a la vez de “mi siervo David” se aplican a Jesucristo revelando tanto su naturaleza divina como su naturaleza humana.

Al aplicarse sobre sí la figura del Buen pastor, Jesucristo estaba señalándose también como el salvador de su pueblo. Más aun, el que dará su vida en rescate de su pueblo: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11) Y de nuevo: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre. (Juan 10:1718)

La ejecución

Nuestro Señor Jesucristo no sólo predicó acerca del buen pastor y se identificó con la obra divina y humana que debía realizar, sino que la ejecutó. El apóstol Pedro escribirá en su primera carta universal refiriéndose a Jesucristo lo siguiente: “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas”. (1Pedro 2:24-25)

Jesucristo, con su muerte en la cruz del calvario y su posterior resurrección al tercer día, consigue la salvación de sus ovejas. Había venido a salvarlas y las salvó. En su momento, en el tiempo oportuno, esta salvación será eficazmente aplicada a cada una de ellas de tal forma que se hará realidad su promesa de que ni una de sus ovejas se perderá. Nadie las podrá arrebatar de su mano. Así de omnipotente es este pastor y obispo de nuestras almas.

En Calle Recta, septiembre 2021

La Casa de Dios: El Tabernáculo en el desierto

 


Habiéndosenos sido dirigidas muchas preguntas concernientes a la formación, los límites, etc. de la casa de Dios, proponemos, si el Señor quiere, trazar el tema en varios artículos sucesivos, desde la palabra de Dios. No existe realmente dificultad alguna si nuestras mentes están sometidas solamente a las Escrituras, y nuestra esperanza es que a lo menos algunos puedan ser ayudados a tener una comprensión más clara de la cuestión mediante una presentación imparcial de la enseñanza del Espíritu de Dios.

Es evidente para todo lector de la Biblia que Dios, en ningún sentido, habitó en la tierra antes que Israel fuera redimido de Egipto. Él visitó a Adán en el paraíso, y se paseó en el huerto al fresco del día (Génesis 3:8); Él apareció a Abraham, Isaac, y Jacob, y se comunicó con liberalidad con ellos. De la misma manera Él se reveló a Moisés en el desierto, en el monte de Dios, cuando Él lo comisionó para regresar a Egipto como el libertador de Su pueblo; pero escudriñe usted el registro tan cerca como pueda, y verá que hasta ahora no se encuentra rastro alguno de que Él tuviera una morada en la tierra. Pero después de la redención de Egipto Jehová dice a Moisés, "Habla a los hijos de Israel para que me traigan una ofrenda; de todo hombre cuyo corazón le mueva a liberalidad, tomaréis mi ofrenda... Y me harán un Santuario, para que yo habite en medio de ellos." (Éxodo 25: 2, 8 - VM). [1]

El pensamiento de morar en medio de Su pueblo vino así primero de Dios mismo. Y esto está en armonía con Sus propios propósitos de gracia en la redención. Nosotros leemos que el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, "nos ha escogido en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos e irreprensibles delante de él en amor." (Efesios 1: 3, 4 - JND). En esa eternidad pasada Dios moraba en la perfección de Su propia dicha; pero en la plenitud de Su gracia y amor Él se propuso rodearse de un pueblo redimido que fuese para Su propio gozo, y para la gloria de Su Hijo Amado — un pueblo que encontrase su gozo en la presencia de Aquel que los había redimido, y los había redimido al costo infinito de la muerte de Su Unigénito Hijo. Este propósito fue declarado primero, al menos en su germen, en Edén, con ocasión del fracaso de Adán como el hombre responsable (Génesis 3:15). Resultante de su pecado y juicio, Dios anunció el Hombre de Sus consejos, Uno en quien, y por quien todos los propósitos de Su corazón habían de cumplirse, en la redención de aquellos que habían de ser conformados a la imagen de Su Hijo; para que él fuese el primogénito entre muchos hermanos (Romanos 8: 29, 30 - VM). Sus propósitos fueron revelados gradualmente en tipos y sombras, en Sus modos de obrar con Abel, Enoc, Noé, y los patriarcas, y finalmente en la liberación de los hijos de Israel de la esclavitud de Egipto, en el terreno de la sangre asperjada del cordero Pascual, y de las reivindicaciones y del poder de Satanás, así como de la muerte y el juicio, tal como está presentado en el paso de ellos por el Mar Rojo. De aquí en adelante ellos fueron un pueblo redimido. Jehová había llegado a ser la fortaleza y el cántico, y la salvación de ellos. En Su misericordia Él había conducido al pueblo que Él había redimido; Él los había guiado con Su poder a Su santa morada. (Véase Éxodo 15).

Habiendo escogido y redimido ahora un pueblo para Sí mismo, Jehová anuncia, como hemos mostrado, Su deseo de venir y morar entre ellos. Y a su debido tiempo se verá que Él hecho de que Él asume Su morada en medio de Israel, si bien indicaba toda la verdad de la redención, era sólo una sombra del cumplimiento de todos Sus consejos de gracia en la eternidad; en una palabra: que el campamento en el desierto era sólo una anticipación del tiempo cuando, después de la aparición del cielo nuevo y la tierra nueva, el tabernáculo de Dios (la Iglesia, la santa ciudad, la nueva Jerusalén, dispuesta como una esposa ataviada para su marido — la esposa del Cordero) estará con los hombres, y Él morará con ellos, como su Dios (Apocalipsis 21). El hecho de que el tabernáculo fuese erigido en el desierto fue la respuesta al mandato de Jehová a Moisés. El pueblo ofreció voluntariamente; porque Jehová había estimulado sus corazones, y el tabernáculo fue hecho en todas las cosas conforme al modelo que había sido mostrado a Moisés en el monte, tal como Jehová le había mandado. (Véase Éxodo 40).

Hay dos cosas que han de ser consideradas especialmente. La primera es el terreno en el cual Dios asumió Su habitación en medio de Su pueblo. Éxodo 29 lo hace muy evidente. Después que las instrucciones hubieron sido dadas para la construcción de los utensilios y el mobiliario sagrados que presentan en tipo y figura alguna exhibición o manifestación de Dios, y después de la consagración de los sacerdotes que iban a actuar para Dios ministrando a favor del pueblo, y antes que fuesen dadas las instrucciones para los utensilios de acercamiento — esos utensilios que eran necesarios para acercarse a Dios — hay una pausa, un paréntesis. Y este paréntesis está ocupado por instrucciones concernientes al holocausto continuo. Acto seguido se añade, el tabernáculo "será santificado por mi gloria. Santificaré el tabernáculo de reunión y el altar. Asimismo, santificaré a Aarón y a sus hijos para que me sirvan como sacerdotes. Yo habitaré en medio de los hijos de Israel, y seré su Dios. Y conocerán que yo soy Jehovah su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto para habitar en medio de ellos. Yo, Jehovah, su Dios." (Éxodo 29: 38-46 - RVA).

Este relato muestra tres cosas muy claramente. En primer lugar, que el terreno en que Jehová podía morar con Su pueblo era la ascensión perpetua de la fragancia de Cristo como holocausto. De manera típica, los hijos de Israel habían sido redimidos, y ahora, en virtud del holocausto continuo, ellos estaban delante de Dios en toda la aceptación de Cristo. Por eso Jehová podía morar en medio de ellos. En segundo lugar, como una consecuencia adicional, el tabernáculo fue santificado por Su gloria — el tabernáculo, el altar, y los sacerdotes fueron reclamados por igual en virtud del mismo sacrificio, y puestos apartes para Dios conforme a todo lo que Él era como había sido revelado — habiendo sido cumplidas las demandas de Su gloria, esa gloria también llegó a ser desde aquel momento, el estándar para todo lo consagrado a Su servicio. En tercer lugar, el pueblo debe conocer a Aquel que mora en medio de ellos como Aquel que los había sacado de Egipto, como, de hecho, el Dios de la redención. Si estos tres puntos son entendidos, toda la verdad de la habitación de Dios en la tierra, en cualquier época o dispensación, será entendida. Se verá que, si bien se trata de una consecuencia de la redención, ello depende de lo que Cristo es en la eficacia de Su muerte, y de lo que Dios es, tal como ha sido revelado.

La segunda cosa a mencionar es la toma real de posesión del tabernáculo cuando estuvo terminado. "Acabó Moisés la obra" (Éxodo 40:33), y ocho veces en este capítulo se registra que todo fue hecho como Jehová le había mandado. La aprobación de Jehová fue expresada ahora de otra forma; porque, junto con la afirmación de que Moisés acabó la obra, se añade, "Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba." (Éxodo 40: 34, 35). Dios tomó así posesión de la casa que había sido construida según Su palabra, y en lo sucesivo Él habita en medio de Su pueblo, y era conocido como morando entre los querubines (1°. Samuel 4:4; Salmo 80:1, etc.; es decir, entre los querubines que cubren el propiciatorio. El propiciatorio era Su trono, el trono sobre el cual Él se sentaba, desde donde gobernaba a Su pueblo, y desde donde Él dispensaba misericordia conforme a la eficacia del incienso y la sangre de los sacrificios que eran presentados delante de Él en el gran día de la expiación. (Véase Levítico 16).

Debe observarse muy claramente que el tabernáculo, y no la congregación de Israel, formaba la casa de Dios en el desierto. Perder esta distinción sería confundir la enseñanza típica de todo el campamento de Israel, tal como ya ha sido señalado en relación con Apocalipsis 21. Al pueblo, como tal, no se le permitía entrar en el tabernáculo; Dios se encontraba con ellos en su entrada. "Este será el holocausto perpetuo durante vuestras generaciones, el cual será ofrecido a la entrada del Tabernáculo de Reunión, en presencia de Jehová; donde a tiempos señalados tendré entrevistas con vosotros, para hablar contigo allí. Porque allí me reuniré yo por cita con los hijos de Israel: y ese lugar será santificado con mi gloria. Por lo cual santificaré el Tabernáculo de Reunión y el altar; también a Aarón y a sus hijos los santificaré para que sean mis sacerdotes." (Éxodo 29: 42-44 - VM).). Sólo Moisés tenía acceso todo el tiempo (el sumo sacerdote sólo una vez al año) al propiciatorio (Éxodo 25:22), y esto en su rol como mediador, y como tal, un tipo de Cristo. Es muy importante tener en cuenta estas distinciones. Al mismo tiempo, es igualmente de importancia recalcar que todo el pueblo — todo el pueblo con sus familias; en una palabra, todos los que estaban en el terreno de la redención (de manera típica) — estaban agrupados alrededor del tabernáculo. Dios estaba en medio de ellos, y todo el pueblo había sido llevado a una relación conocida con Él como su Redentor, todos por igual podían disfrutar los privilegios del sacerdocio que había sido instituido a favor de ellos, y todos podían acercarse al altar de bronce de la manera designada, y con los sacrificios señalados. Era el único sitio en la tierra donde Jehová tenía Su santuario; y cuando recordamos todo lo que esto implicaba, nosotros podemos comprender un poco acerca de este lugar de bendición al cual los hijos de Israel habían sido llevados. La cuestión no es si ellos lo entendieron o lo disfrutaron. Hubo, tal como sabemos, almas obstinadas e impías entre ellos; aun así, el carácter del lugar permaneció inalterado. Dios estaba en medio de ellos, y por este motivo, a causa de lo que Él era en Sí mismo, y porque Él había abierto un camino a Su propia presencia, el campamento de Israel fue un lugar de bendición como no se encontró en ningún otro lugar en la faz de la tierra. Por lo tanto, no fue ningún privilegio de poca importancia el hecho de ser hallado contado con aquellos que rodeaban el tabernáculo.

Pero si por una parte se trató de un lugar de bendición, por la otra, fue muy ciertamente un lugar de responsabilidad. "Y JEHOVÁ habló a Moisés, diciendo: Manda a los hijos de Israel que echen fuera del campamento a todo leproso, y a todo aquel que padece flujo, así como a todo contaminado por causa de muerto; echadlos, tanto a hombres como a mujeres; a las afueras del campamento los echaréis; para que no contaminen los campamentos de aquellos en medio de quienes yo habito." (Números 5: 1-3 - VM). Por otra parte, "Yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo." (Levítico 11:44). En una palabra, tal como estas Escrituras muestran, la santidad, y la santidad según la naturaleza de Aquel que moraba entre ellos, era responsabilidad de todo Israelita que rodeaba el tabernáculo. Jehová, como revelado, era el estándar para todo el campamento (compárese con 1a. Juan 2:6), para todo individuo, cualquiera que fuese su estado, que formaba parte de él. Por lo tanto, ser contado con el pueblo de Dios era ser llevado a un lugar tanto de bendición como de responsabilidad.

No es nuestro propósito abordar la significancia típica del santuario en medio de Israel. Bastará con señalar aquí que como su idea primaria era la habitación de Dios, así que cada parte de él, junto con todos sus utensilios y mobiliario sagrados, estaba llena con alguna manifestación de Dios y de Sus glorias, mostradas más adelante en Cristo. Esto fue así, de hecho, en dos terrenos: primero, porque fue un modelo de las cosas mostradas a Moisés en el monte, y, por tanto, una revelación de escenas celestiales; y porque también hablaba en cada parte — tablas, cortinas, decorados, y utensilios — de las glorias, en vista de que Él mismo tomó, en un día postrero, el lugar del Templo de Dios (Véase Juan 2: 19-21). Pero se puede añadir que mientras más sean entendidos los pensamientos de Dios concernientes a Su habitación en medio de Israel, más plenamente será entendido el carácter de la Iglesia como la casa de Dios.


[1] Esta es realmente la primera mención de una morada para Dios en la tierra. Las palabras en Éxodo 15, "Le prepararé una habitación" que aparecen en la Biblia Inglesa King James Version, son citadas a menudo, pero la interpretación es muy dudosa. La Septuaginta, la Vulgata Latina, Lutero, y la versión Francesa, (N. del T.: y las versiones en Español de la Biblia), todas están de acuerdo en traducirlo — "El es mi Dios, y yo le alabaré; es el Dios de mi padre, yo le exaltaré." (Éxodo 15:2 - NC).

 

¿Qué es el Evangelio?

 

5 ¾ Jesucristo


Su existencia antes de nacer

La historia atestigua la vida de Jesús de Nazaret, que nació en Belén y murió cerca de Jerusalén más de treinta años después. Pero la Biblia declara que en realidad Él existía antes de su nacimiento terrenal. Él es la verdad, el Dios eterno y todopoderoso, que hace unos dos mil años se hizo hombre.

La deidad y divinidad de Jesucristo es un gran tema de la Biblia:

   Cristo habló de la gloria que tenía con el Padre antes que el mundo fuese, Juan 17.5. Es eterno.

   Se ofreció a sí mismo como fuente de paz, vida, perdón y salvación, Juan 5.40, 7.37, 14.6. “¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?” Marcos 2.7.

   Sus milagros evidencian su divinidad porque los hizo con autoridad propia. Él resucitó a Lázaro, por ejemplo, diciendo: “Yo soy la resurrección y la vida”, Juan 11.25.

   Él no fue creado, sino creó todas las cosas y mantiene el universo, Juan 1.1 al 3. “En él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra… todo fue creado por medio de él y para él”, Colosenses 1.16.

   Dios el Padre se refiere al Hijo como Dios también; por ejemplo, Hebreos 1.8.

   Cristo recibió la adoración de los hombres como Dios mismo. Tomás le llamó, “¡Señor mío, y Dios mío!” y Jesús contestó, “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron”. Los ángeles rehúsan recibir esta adoración, como cuando Juan se postró ante uno de ellos en Apocalipsis 22.8,9.

Su vida terrenal

Formando parte de la Trinidad divina, el Hijo de Dios vino a este mundo en forma humana. Él nació de la virgen María, quien había concebido del Espíritu Santo, Mateo 1.18. Siendo Dios, se hizo (y es) verdadero hombre. Él poseía:

1.    espíritu   Lucas 23.46

2.    alma       Mateo 26.38

3.    cuerpo   Juan 19.38

Él sufrió lo que sufre todo ser humano: cansancio, sed, hambre, como en Juan 4.6 al 8. “Fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”, Hebreos 4.15. También fue tentado por Satanás como ningún otro, Lucas 4.1 al 13, pero nunca hizo pecado, ni se halló engaño en su boca, 1 Pedro 2.22. Fue el único ser humano que nunca conoció el pecado, y así era perfecto y puro, aun estando físicamente presente en este mundo vil.

Su muerte

La muerte del Señor Jesucristo fue única. Siendo sin pecado, Él no tenía por qué morir como es la suerte de otros. No fue por casualidad ni por desgracia. Los hombres se hicieron culpables de matar a un inocente, Hechos 2.23, 3.14,15. Sin embargo, Cristo sabía esto de antemano y dijo: “Nadie me quita la vida; tengo poder para ponerla y tengo poder para volverla a tomar”, Juan 10.18. “Es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado [en la cruz]”, había dicho en Juan 3.14. Su muerte fue a propósito, con el fin de redimir a la humanidad.

Los sacrificios de animales, narrados bajo la Ley de Moisés en el Antiguo Testamento, habían profetizado todo esto para el pueblo de Israel, y son una ilustración de estas verdades para nosotros. Con estas figuras en mente, Juan el Bautista exclamó, al ver a Jesús: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, Juan 1.29.

“Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos. Donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado”, Hebreos 9.28, 10.18. Así la muerte de Cristo excluye la necesidad de todo otro sacrificio de parte nuestra.

Su resurrección y ascensión

Cristo entregó su espíritu una vez que había exclamado, “¡Consumado es!” Juan 19.30. Para asegurar su muerte, un soldado abrió su costado; salieron sangre y agua, comprobando que había muerto. Su cuerpo fue enterrado en sepulcro nuevo, y éste fue sellado y guardado por soldados romanos. Pero al tercer día el Señor resucitó; su cuerpo salió vivo de la tumba; Lucas 24.6.

La resurrección de Cristo comprueba que Dios aceptó su muerte para cancelar los pecados nuestros que Él expió. Después, apareció con muchas pruebas incuestionables durante cuarenta días, a veces a más de quinientos de sus seguidores, 1 Corintios 15.1 al 6.

Luego ascendió al cielo, donde permanece poderoso para salvar e interceder por los que por Él se acercan a Dios, Hebreos 7.25. Él es el único pontífice verdadero; es un sumo sacerdote que puede compadecerse de nosotros y socorrernos, Romanos 8.34. Pero los santos muertos, a quienes algunos hombres claman en su apuro, no han sido resucitados.

Su segunda venida

Cristo dijo antes de su partida: “Vendré otra vez”, Juan 14.3, Mateo 24.30. Los ángeles anunciaron: “Este mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros al cielo, así vendrá”, Hechos 1.11. Los apóstoles declararon: “He aquí viene con las nubes, y todo ojo le verá”, Apocalipsis 1.7, Santiago 5.8, 2 Tesalonicenses 1.7 al 9. Cristo regresará con poder y gloria para juzgar a los que no son salvos.


Preguntas y Respuestas

 


1.    Pablo nos dio una lista de las obras de la carne. ¿Cuáles son ellas?

àLéase esa lista en Gá 5:19-21

2.    En Ef 5:18 se exhorta a los creyentes a ser «llenos del Espíritu», esto es, a dejar que el Espíritu los controle. Al ser «llenos del Espíritu», ¿qué se nota en sus vidas?

àCuando el creyente es «lleno del Espíritu», «el fruto del Espíritu» puede notarse en la vida diaria de éste.

3.    La Biblia menciona nueve hermosas gracias como «el fruto del Espíritu». Cítelas de tres en tres.

à«Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz; paciencia, benignidad, bondad; fe, mansedumbre, templanza» (Gá 5:22, 23).

4.    Cite un versículo en el cual el Señor dijo a los hombres que, si deseaban seguirle, la perspectiva era una vida de renunciación y de portación diaria de la cruz.

à«Y decía a todos: si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame» (Lc 9:23).

5.    Pablo asevera que el sufrir por Cristo es un privilegio del creyente. Léase el versículo en que él hace dicha aseveración.

àFil 1:29 (léalo).

6.    Al escribir a los gálatas, ¿cuáles son los términos severos usados por Pablo con respecto a aquellos que estaban corrompiendo el Evangelio?

àPablo dijo: «Sea anatema» (léase Gá 1:6-9).

 

7.    Cuando un creyente iba de un lugar a otro, era costumbre de la Asamblea cristiana primitiva, darle una carta de recomendación a fin de identificarle como uno que estaba en comunión cristiana. Cite uno o dos ejemplos de la Escritura donde se hace mención de esto.

àHch 18:27; Ro 16:1; 2 Co 3:1 (léanse estos pasajes).

8.    A veces se suscita la cuestión en el día de hoy en cuanto a qué grupo está en posesión de la Mesa del Señor. ¿Qué respondería usted a eso?

àLa Asamblea verdadera se compone de todos los creyentes verdaderos. La Cena del Señor es el patrimonio de la Asamblea, la Asamblea la ha poseído desde el comienzo. Donde quiera que los creyentes se reúnen al Nombre del Señor, Él ha prometido Su pre­sencia en medio de ellos. Sin embargo, como la Escritura limita nuestras asociaciones, el creyente debe sentarse a la Mesa del Señor con aquellos que guardan Su Palabra y no niegan Su Nombre (Ap 3:8).

9.    Lea lo que Pablo dijo a los corintios acerca de haberlos desposado como una virgen pura a Cristo.

àLéase el pasaje en 2 Co 11:2.

10.  Bajo la figura de la Esposa o Novia se nos muestra cuán cara al corazón de Cristo es Su Asamblea. Él amó la Asamblea y se entregó a Sí mismo por ella. Al presente la está santificando y limpiando y en breve se la presentará a Sí mismo, una Asamblea gloriosa y perfecta. Localice y lea las bellas escrituras que nos hablan de esto.

àDe esto se habla en Ef 5:25-32 (léanse los versículos).

11.  ¿En qué parte del libro de Apocalipsis se nos dice de las bodas del Cordero?

àEn Ap 19:7-9 (léanse los versículos). Hay dos versículos en Ap 21 que nos muestran la manifestación de la Asamblea como la Esposa de Cristo en un día futuro. Léalos. Ap 21:2, 9 (léanse los versículos).

Por derecho, por herencia y por poder

 

El judío tiene que ir a Cristo por fe para ser salvo


Se equivoca grandemente el señor José Félix Rivero cuando piensa y dice que “el destino del pueblo judío es trágico”.

De los pueblos de la tierra no hay pueblo con un futuro más hermoso y bienaventurado que el pueblo judío. Muchas veces las palabras y compromisos hechos por los hombres son incumplidos o abrogados, porque “todo hombre es mentiroso, más Dios es verdadero”. (Romanos 3:4). Dios ha hecho un pacto con el pueblo de Israel, pacto con el fin de los días que Él va a cumplir: “He aquí vienen días, dice Jehová, en que confirmaré la buena palabra que he hablado a la casa de Israel y a la casa de Judá”. Aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida ni le añade”. (Jeremías 33:14, Ezequiel 28:25,26, Oseas 1:7-11, Gálatas 3:15)

Israel ha llevado y llevará castigos muy duros por su pecado de incredulidad, y su pecado mayor fue el de rechazar y dar muerte a su Mesías, nuestro Salvador y Señor Jesucristo. El exterminio del pueblo judío ha sido programado por muchos pueblos, muchas veces y por muchos siglos. También Dios mismo muchas veces se ha puesto en contra para castigar su desobediencia, pero a causa del pacto y del juramento dado a los patriarcas Él ha impedido su destrucción. Siempre ha habido grano entre la paja, y habrá siempre trigo entre la cizaña. Aun con su pecado de regicidas, Dios pondrá en ellos espíritu de remordimiento y ellos reconocerán a Cristo como su Señor. (Zacarías 13:1,6-9, Salmo 126)

En otra cosa está equivocado el señor Rivero. Dice que los hebreos son los creadores de la idea de un Dios único. Antes que los hebreos existiesen Él se dio a conocer a los patriarcas como Dios único. Adán, Henoch, Noé, Abraham y otros reconocieron con abundancia de revelaciones al Dios triuno en la creación, en la encarnación y en la redención. Cuando Abraham llegó al valle de Save con los trofeos de victoria, habiendo derrotado a los reyes confederados, “entonces Melquisedec rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo sacó pan y vino y lo bendijo diciendo: Bendito sea Abraham del Dios Altísimo, creador de los cielos y la tierra”. (Génesis 14:18,19) He aquí un extraño que conoce al Dios único, antes que Israel fuese una nación.

La fe en el Dios único no es una idea humana, sino una doctrina divina que tuvo su origen en la eternidad, la cual Dios ha tenido esmero especial que todos los hombres en el mundo reconozcan. Ya desde los días antes del diluvio los hombres empezaron a hacerse imágenes y a crearse dioses a su manera. Atenas, que fue cuna y emporio del saber, estaba llena de superchería. Cuando llegó Pablo allí, la ciudad tenía muchos santuarios dedicados a sus dioses. Pablo en su sermón les dijo: “En todo observo que sois muy religiosos; porque pasando y mirando vuestros santuarios hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: Al Dios no conocido. Al que vosotros adoráis sin conocerle, es a quien yo os anuncio”. (Hechos 17:22,23) Esos griegos con todas sus supersticiones tenían en mente la convicción de un Dios único.

Es cierto que los israelitas tenían el culto más ordenado y diáfano sobre toda la tierra porque el mismo Dios los instruyó, pero se envanecieron tanto por ese honor concedido de parte de Dios que despreciaban a los de otra raza. La doctrina del amor de Dios no los había influido. Cuando hacían prosélito, le hacían dos veces más hijo del infierno que ellos mismos. (Mateo 23:15)

Dice también el señor Rivero que “Dios al parecer no termina de serles propicio”. Dios no cambia. “No es hombre para mentir, ni hijo de hombre para que se arrepienta”. (Números 23:19) Dios le ha sido propicio a Israel en los tiempos y momentos más oscuros de su historia. Faraón, Asuero, Nabucodonosor, Tito, Hitler y otros son ejemplos de cómo Dios le ha sido propicio a Israel, no permitiendo su exterminio.

Mas Dios no sólo ha sido propicio a Israel, sino a todo el mundo, entregando a su Hijo amado, Jesucristo, a la muerte de cruz por nuestros pecados. “Él es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. (1 Juan 2:2)

Ahora no hay diferencia: judíos y gentiles han pecado y están bajo condenación. (Romanos 3:9) Y el único sacrificio acepto a Dios es el de Cristo, cuya sangre derramó en la cruz para limpiar nuestros pecados. El judío, lo mismo como el gentil, tiene que ir a Cristo por fe para ser salvo. Al señor Rivero no le queda otro camino sino hacer lo mismo para que alcance también salvación. (Romanos 1:16)

José Naranjo

 UN GRAN SUMO SACERDOTE QUE VIVE PARA SIEMPRE

Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. (Hebreos 4:14)


Jesús, el Hijo de Dios, es Dios y Hombre en la misma bendita Per­sona. La Palabra de Dios nos presenta su naturaleza humana, así como su n
aturaleza divina; su compasión, y también su poder. Su sacerdocio no tiene nada que ver con nuestros pecados. El sacerdo­cio tiene que ver con nuestras debilidades, como la enfermedad, la persecución, el cansancio, el dolor y la debilidad. Todas estas cosas producen pruebas para nuestra fe, para las cuales necesitamos de la misericordia y gracia del Señor. En medio de estas experiencias, su misericordia es la compasión que Él muestra, mientras que la gracia es el poder que nos da.

El Señor Jesús ejerce su sacerdocio en el cielo, y a nuestro favor, según el modelo de Aarón y según el orden de Melquisedec. El modelo de Aarón estaba caracterizado por la “compasión para con los ignorantes y extraviados” (He. 5:2 LBLA Marg.). Pero mientras que Aarón no podía continuar con su sacerdocio a causa de la muerte, el orden según Melquisedec se distingue por ser eterno, pues Cristo vive en “el poder de una vida indestructible” (7:16). La muerte no puede interrumpir su sacerdocio, pues leemos: “más éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable” (7:24).

Al tomar humanidad, el Señor Jesús experimentó todas las prue­bas y tentaciones (excepto el pecado; 4:15) que nosotros enfrenta­mos diariamente. “Por lo cual debía ser en todo semejante a sus her­manos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote... Pues en cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para soco­rrer a los que son tentados” (2:17-18). Teniendo tal sumo sacerdote, somos animados no sólo a “retener nuestra profesión”, sino también a acercamos “confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (He. 4:16).

Richard A. Barnett

Disfrute su Biblia (11)

 INDICADORES PARA LIBROS ESPECÍFICOS

EL NUEVO TESTAMENTO

4. APOCALIPSIS


Este es uno de los libros más difíciles de la Biblia, el llamado Apocalipsis o “Revelación”. Raramente es una de las primeras opciones de los nuevos creyentes. Su aprehensión es fascinante, intrigante, y hermosa a la vez. No es de asombrarse que a la gente le guste tanto.

Aquí ofrecemos algunas bases sencillas de un libro que no lo es tanto:

1.    Note que el libro es principalmente un libro de juicios, aunque estos están entremezclados con otros tantos hermosos pasajes de adoración, como los capítulos 4 y 5.

2.    En los primeros tres capítulos tenemos a Cristo como Juez, escudriñando a las iglesias. Esto cumple con el dictamen que cita que el juicio debe comenzar en la casa de Dios.

Las cartas a las siete iglesias deben entenderse como:

      Siete iglesias reales de los días de Juan, lo cual es cierto.

     Etapas o épocas sucesivas en la historia de la iglesia desde Pentecostés hasta el Rapto. Esto parece adecuarse al fluir general de la historia del cristianismo.

     Atributos que existen en la iglesia mundial en cualquier punto de su historia en la tierra. Estas son perspectivas muy útiles.

Después del capítulo 3, nunca se menciona que la iglesia esté en la tierra.

3.    La parte principal del Apocalipsis (4:1-19:5) tiene que ver con los juicios de Dios en la tierra durante el período de la Tribulación. Estos juicios están descritos bajo estos símbolos:

      siete sellos

      siete trompetas

      siete cálices

El séptimo sello, la séptima trompeta, y la séptima copa llevan al final de la Tribulación y a la inauguración del reino de Cristo.

Entremezclados con los juicios hay numerosos paréntesis:

a.    Los 144,000 judíos santos sellados (7:18).

b.    Los creyentes gentiles durante este período (7:9-17).

c.    El poderoso ángel con el librito (10).

d.    Los dos testigos (11:3-12).

e.    Israel y el dragón (12).

f.     Las dos bestias (13).

g.    Los 144.000 con Cristo en el Monte Sion (14:15).

h.    El ángel con el evangelio eterno (14:6-7).

i.     El anuncio preliminar de la caída de Babilonia (14:8).

j.     La advertencia a los adoradores de la bestia (14:9-12).

k.    La cosecha y la vendimia (14:14-20).

l.     La destrucción de Babilonia (17:11 — 9:6).

La narrativa no siempre es cronológica en Apocalipsis.

4.    Los últimos capítulos (19:6-22:21) relatan eventos que continúan a la Tribulación.

a.    La Segunda Venida de Cristo.

b.    El Milenio o Reinado de Cristo por mil años.

c.    El Juicio del Gran Trono Blanco.

d.    El Estado Eterno.

5.    En términos generales, es mejor tomar un pasaje literal­mente a menos que sea interpretado como simbólico en el con­texto inmediato o en otras partes de la Biblia.

A veces el significado se explica en el mismo contexto.

a.          Las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias

(1:20).

b.    Las siete candeleras de oro son las siete iglesias (1:20).

c.    El gran dragón es el diablo o Satanás (12:9).

En otros lugares, el significado es aclarado desde el contexto:

a.    El jinete en el caballo rojizo representa las guerras (6:3-4).

b.    El tercer sello es el hambre (6:5-6).

Algunas veces el significado se explica en otra parte de la Biblia. Por ejemplo, el leopardo, el oso y el león (13:2) son identificados en Daniel 2 y 7 como los reinos mundiales de Grecia, Persia y Babilonia. Los crueles atributos de estos reinos se describen en la bestia que sube del mar.

6.    Cuando se hace imposible dar luz escritural a un pasaje, es mejor dejarlo sin explicación hasta que los eventos se cum­plan. Existe esa probabilidad en la profecía bíblica de que algu­nas cosas no son absolutamente explícitas hasta que ocurren.


William MacDonald