domingo, 25 de septiembre de 2011

Acordaos

“¿No recordáis?” (Marcos 8:18). “Acordaos de que... estabais sin Cristo… Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo” (Efesios 2:11-13).
            Acostumbrados al ambiente cristiano, muchos de nosotros ¿no corremos el riesgo de perder de vista que “éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás” (Efesios 2:3), y de olvidar la purificación de nuestros antiguos pecados? (véase 2 Pedro 1:9).
            Haber sido educado en un hogar cristiano no da la vida eterna. Es necesario el arrepentimiento, la fe personal, el nuevo nacimiento. Tal vez no haya mucho cambio en las costumbres exteriores cuando un hijo de padres cristianos se convierte, por la fe en el Señor Jesucristo, en hijo de Dios. Sin embargo, ¡qué cambio fundamental! Estaba en el camino de perdición y ahora se halla en la “senda de la vida” (Salmo 16:11). Ha pasado “de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios” (Hechos 26:18). “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
            Después de haber experimentado en nuestra alma el gozo de la luz, poco a poco nos acostumbramos a esta nueva vida. Y muy fácilmente olvidamos de dónde fuimos sacados, la gravedad de la deuda que nos fue perdonada. “Aquel a quien se le perdona poco, poco ama” (Lucas 7:47). ¿Realmente nos fue perdonado poco? ¡Oh, no! Para que fuéramos “hechos cercanos”, fue necesaria “la sangre de Cristo”. El precio pagado muestra la inmensidad de la deuda. Pero, olvidando lo que éramos por naturaleza, y considerándonos en lo más profundo de nosotros mejores que los demás, podemos subjetivamente estimar que se nos “perdonó poco”. Entonces no es de extrañar si amamos “poco”, si no estamos dispuesto a perdonar a nuestros hermanos, a “tener misericordia” de nuestro consiervo (Mateo 18:33).

“Acordaos de la mujer de Lot” (Lucas 17:32)
            No sabemos de dónde tomó Lot mujer. Ella no es mencionada antes de que Lot estuviera en Sodoma. ¿Era de esa ciudad? Lo ignoramos, pero en todo caso su corazón estaba allí. Por eso es puesta ante nosotros como una solemne advertencia: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:21). El día que fue necesario “salir”, ella no pudo tomar la decisión de dejar lo que su corazón amaba. Unida por lazos muy fuertes a Sodoma, a sus bienes, a su casa, “miró atrás”. Como “estatua de sal”, se convirtió en testigo, para cada uno de nosotros, de las consecuencias de tal camino. Los hombres de Sodoma perecieron arrastrados en la ruina de su ciudad, pero ella, más responsable por haber tenido un esposo “justo” que seguramente le había hablado del Dios Todopoderoso, se destaca como un objeto particular del juicio de Dios.
            ¡Qué advertencia para nuestros jóvenes amigos que han escuchado hablar del Señor y todavía no le han entregado su corazón!

“Te acordarás de todo el camino” (Deuteronomio 8:2).
            Nuestra vida está marcada por etapas, largas o cortas. Tal vez hace solamente un año, o dos, que conocemos al Señor; pero sea lo que fuere, es bueno detenernos de vez en cuando y mirar el camino recorrido. Hasta es una exhortación que Dios nos dirige.
            Sin duda, al principio, para juzgar nuestros caminos. ¿Qué huellas hemos dejado en la arena del desierto? ¿Van ellas de un lado para otro, un poco a la derecha y un poco a la izquierda, o bien directamente hacia la meta? ¿O simplemente no se ve ninguna huella, porque hemos permanecido estáticos y no hemos hecho ningún progreso en las cosas de arriba? Tengamos cuidado, porque si éste es el caso, examinando las cosas más de cerca, descubriremos más bien huellas retrógradas. “Meditad bien sobre vuestros caminos” (Hageo 1:5). Y si es necesario bajar la cabeza y juzgarnos, vayamos a él, nuestro Salvador lleno de gracia, quien sabrá lavar nuestros pies y restaurar nuestras almas.
            En Deuteronomio 8 se trata más bien de acordarse de “todo el camino por donde te ha traído el Señor tu Dios” (v. 2). No se hace énfasis en las faltas, sino en los cuidados, la disciplina, las enseñanzas de Aquel que día tras día nos ha acompañado en el camino. Tal vez ha permitido que pasemos por pruebas, “para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón”, para al final hacernos bien. Pero también nos ha dado cada día el pan, el alimento espiritual que nuestras almas necesitan. Hizo salir “agua de la Roca”; dio la fuerza. ¿Lo olvidaremos? ¿No tomaremos un momento, en el silencio de su presencia, para pasar revista delante de él a la etapa recorrida? Hay ocasiones particularmente propicias para ello: fin de año, cumpleaños, una enfermedad, un accidente, vacaciones, etc. No perdamos la oportunidad que Dios nos da para hacerlo, aunque sea necesario renunciar a algún placer.

“Acuérdate de Jesucristo” (2 Timoteo 2:8).
            Objeto supremo de nuestros afectos, sobrepasando a cualquier otro, el Señor mismo es puesto ante nosotros para que nos acordemos de él. A pesar de la expresa recomendación, el jefe de los coperos, una vez liberado, “no se acordó de José, sino que lo olvidó” (Génesis 40:23). Cuando hubo pasado el peligro en la ciudad, “nadie se acordaba de aquel hombre pobre”, el cual la había librado con su sabiduría (Eclesiastés 9:15). ¿Somos de esos que olvidan? El Señor Jesús, la noche que fue entregado, dijo: “Haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:19). ¿Respondemos al deseo de su corazón? Cuando tantas distracciones llaman nuestra atención, ¿sabemos darle el primer lugar en todas las cosas?
            Pronto lo veremos y el tiempo en que podemos acordarnos de él habrá pasado. Mientras aún estamos camino hacia la casa del Padre, deseemos acordarnos más a menudo, con más afecto y realidad, de aquel cuyos sufrimientos nos abrieron las puertas.

LAS COSAS QUE ERAN "PARA MÍ GANANCIA"

“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo” (Filipenses 3:7). ¡Qué cambio maravilloso! Saulo tenía muchas fuentes de “ganancia”. Había ganado fama, distinción y muchos honores alrededor de su nombre. Había hecho grandes progresos en el judaísmo como pocos de sus pares. Había logrado una justicia legal en la cual nadie podía hallar ninguna falta. Su celo, su conocimiento y su moralidad eran del orden más elevado. Pero desde el momento que Cristo le fue revelado, se produjo un giro de 180 grados. Todo cambió. Su justicia, su erudición, su elevada moral, todo aquello que, para Pablo, podía en algún sentido ser considerado ganancia, ahora pasó a ser basura. No habla de abiertos pecados, sino de aquellas cosas que él justamente podía estimar como ganancia. La gloria de Cristo que le fue revelada, había modificado tan sustancialmente la corriente de pensamientos de Pablo, que las mismas cosas que él en un tiempo estimaba como una positiva ganancia, ahora las consideraba una positiva pérdida. 
¿Por qué? Simplemente porque había hallado su todo en Cristo. El bendito Hijo de Dios había reemplazado todo en el corazón de Pablo. Todo lo que pertenecía a Pablo, ahora lo ocupaba Cristo. Por eso, habría significado una verdadera pérdida poseer algún grado de justicia, de sabi-duría, de santidad o de moralidad propia, ahora que había hallado todas estas cosas en divina perfección en Cristo.
Si Cristo es hecho justicia de Dios para mí, ¿no es acaso una pérdida para mí tener una justicia propia? Seguramente que sí. Si he alcanzado lo que es divino, ¿tengo necesidad de aquello que es humano? Claramente que no. Cuanto más completamente pueda despojarme y vaciarme de todo aquello en lo cual el «yo» es capaz de gloriarse, o que pudiese ser “para mí ganancia”, tanto mejor, puesto que esto es lo único que me hace tanto más apto para tener a un Cristo pleno y absolutamente suficiente. Todo lo que tienda a exaltar el yo — ya sea religiosidad, moralidad, respetabilidad, riqueza, gloria, belleza personal, inteligencia o filantropía —, no constituye sino un positivo obstáculo para nuestro gozo de Cristo, tanto como el fundamento de la conciencia como el objeto del corazón. ¡Quiera el Espíritu de Dios hacer que Cristo sea más precioso para nuestros corazones!
Traducido del inglés por Flavio H. Arrué

A LOS JOVENES: Firmes

"Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga" (1 Corintios 10:12)

            Cuando miramos a nuestro alrededor y vemos que fracasan muchos jóvenes que habían confesado amar y seguir al Señor, ¿qué reacción íntima sentimos? Sin duda alguna se impone la tristeza, la pena, sobre todo cuando hace falta una humillación colectiva; pero, ¿jamás hemos tenido, aun inconscien­temente, este pensamiento oculto: “esto no podría sucederme a mí?” Tal vez no hemos formulado nunca este pensamiento; pero, al sentir conmiseración por el culpable, o al juzgarle severamente, demostramos que en el fondo de nuestro corazón nos creemos incapa­ces de ser como el otro. "Te doy gracias porque no soy como los otros hombres" (Lucas 18:11).
            Sin embargo la Palabra nos dice: "El que piensa estar firme, mire que no caiga". Y en otra parte añade: "Pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme" (Ro­manos 11:20). Una caída grave no sobreviene en un día, sino que casi siempre es la conse­cuencia de una serie de extravíos, de faltas no reconocidas, que debilitan en nosotros el sentido de la santidad divina, entristecen al Espíritu Santo, e interrumpen la comunión.
            Y si Dios permite que seamos testigos de caídas dolorosas de parte de otros, ¿no es acaso para advertirnos del peligro que corre­mos? ¿Será para que nos examinemos bien, a su luz, si no estamos en el mismo camino, de duda, de incredulidad o de corrupción?
            El poder del enemigo es terrible, más de lo que nosotros podamos imaginarnos, ya que "el diablo, como león rugiente anda alrededor buscando a quien devorar" (1 Pedro 5:8).

"Por la fe estáis firmes" (2 Corintios 1:24)
            Pero contra este enemigo y contra sus arti­mañas hay un recurso, uno solo. No son las resoluciones de la carne, no es la sumisión a los mandamientos de la ley; es la fe. La fe que descansa en un poder que no es el nues­tro, sino que está a la vez dentro y fuera de nosotros. El apóstol Pedro en su primera epístola dice: "Sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser mani­festada en el tiempo postrero" (cap. 1:5). El apóstol Pablo también habla en términos semejantes: "Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios" (Gálatas 2:20). La fe cree, entonces, en el poder de Dios para guardarnos, pero también nos hace comprender que Cristo está en nosotros y que "él permanece en nosotros por el Espí­ritu que nos ha dado" (1 Juan 3:24).
            Según Romanos 8, vemos que este Espíritu es el único poder mediante el cual podemos hacer morir las obras de la carne (v. 13). Gálatas 5:16 agrega: "Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne". Por lo cual debemos confesar y abandonar cuanto antes nuestros pecados (1 Juan 1:9), todo lo que le contrista (Efesios 4:30), a fin de que pueda obrar en nosotros el fruto que glori­ficará a Dios.
            Habiendo recibido la promesa del Espíritu por la fe (Gálatas 3:14), es por esta fe que nos mantenemos firmes. "Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe" (1 Juan 5:4).

"Poderoso es el Señor para hacerles estar firme"(Romanos 14:4)
            Si el enemigo es poderoso, lo es mucho más nuestro Señor. No solamente estamos firmes sino que El es poderoso para mantenernos firmes. Si tenemos que reconocer nuestras faltas a menudo; si con temor comprobamos nuestras caídas, no nos desanimemos. El peligro es para aquellos que "creen estar firmes". Pero, "yo decía: Mi pie resbala, tu misericordia, oh Jehová, me sustentaba" (Salmo 94:18). La mano que sin demora se extendió para socorrer a Pedro que se hundía en el agua (Mateo 14:31) es la misma que hoy está siempre dispuesta a socorrer a aquel que pida: "¡Señor, sálvame!" La misma gracia obra para restaurar a aquellos que han caído.
            Sentir su debilidad, pedir a Dios con fe, es hacer la experiencia maravillosa de su bondad y de su poder que quieren mantenernos firmes hasta que llegue el día en que la marcha de la fe haya terminado y estemos "sentados" en el reposo eterno, alrededor del Cordero inmolado, en la casa del Padre.
 Contendor por la Fe,  Nº 243-244

LA PARABOLA DE LOS TRES AMIGOS

Lucas 11:5-8


Dios de diferentes maneras responde a nuestros ruegos. A veces él nos deja orar por largo tiempo, por una misma cosa. El lo hace para así probar nuestra fe y nuestra per­severancia. De vez en cuando, él acoge nuestra oración in­mediatamente. Cuando Daniel se humilla delante de Dios, en el capitulo nueve de su libro, la respuesta viene mien­tras esta orando (vers. 21). Mas en otra circunstancia, ve­remos a Daniel en aflicción (con dolor) "tres semanas en­teras" antes de recibir una respuesta (Cap. 10:2). En las diferentes respuestas, Dios ve nuestro conducir al realizar una plena comunión de pensamientos con El. En la perse­verancia, en la oración, ha de resultar en una más pro­funda comunión con Dios y una mayor conciencia de nuestra dependencia de El.
Se dan casos donde nosotros debemos pedir con perseve­rancia e igualmente con tenacidad, más en otras situacio­nes, Él nos hará cesar de orar. Esto es exactamente lo que el apóstol Pablo ha tenido que realizar. Él había suplicado tres veces al Señor para que quitara su "aguijón en mi carne”. Mas el Señor tiene que hacerle entender que esto no depende su deseo, él le ha dicho: "Bástate mi gracia porqué mi poder se perfecciona en la debilidad" (2 Cor.12: 9). Del mismo modo, las suplicas insistentes de Moisés, para que se le permitiera pasar a la tierra prometida, reci­be la respuesta de Jehová: "Basta, no me hables mas del asunto" (Deut. 3:26).
Estos contrastes en la manera en que Dios responde nuestras oraciones pueden ser algo dificultosas para no­sotros. Sin embargo tendremos siempre la necesidad de la fe, para que Dios nos acoja inmediatamente o Él nos hará esperar largo tiempo. Sin la fe operando en las oraciones, rápidamente nuestro pensamiento se verá perturbado (co­rrompido) y esto nos conducirá a la independencia. Si Dios nos respondiera siempre de la misma manera esto no sería para nuestro bien. Por otra parte la fe es necesa­ria para perseverar en la oración, evitando que esta cese portal o cual causa y por el contrario dejará a Dios obrar, según sus caminos. La apacible sumisión a la voluntad de Dios, es importante cuando las cosas van ocurriendo se­gún su pensamiento y no de acuerdo a lo que nosotros habíamos pedido, nada se podrá realizar si no hay una plena confianza en su bondad y en su sabiduría. Así, la verdad tiene muy a menudo varios aspectos. Que la sabiduría de la oración o de algún otro motivo, nos debe guardar de dar a un aspecto de la verdad una importancia que nos escon­da de otros. ¡Que Dios nos de un santo equilibrio!
Dos parábolas nos enseñan el valor de la oración in­sistente y perseverante: Aquella de los tres amigos, en Lu­cas 11 y aquella de la viuda, y del juez injusto, en Lucas 18. Nos dispondremos mas especialmente sobre la oración Allí veremos a un hombre dirigir una petición a un amigo en favor de otros de sus amigos, que llegó, inoportuna­mente de su viaje.
En el principio del capitulo 11, Lucas nos presenta al Señor en oración, en la actitud del hombre perfectamen­te dependiente de su Dios. Estimulados por el ejemplo del Maestro, los discípulos parecen discernir la importancia de la oración, y uno de ellos le pide: "Señor enséñanos a orar" El Señor responde a esta petición que le han formulado, enseñando la oración del Padre nuestro. Una maravillosa oración perfectamente adaptada a su situación. Los discí­pulos no se encontraban aún en la posición cristiana, el Señor no a pasado aún por la muerte, ni por la resurrec­ción. En tanto los judíos de aquella época, eran incapaces de comprender las demandas específicamente cristianas. Esta oración que enseña el Señor, será de aplicación literal Al remanente judío de entonces y ella será nueva al rema­nente judío en los días futuros. Más aún ella contiene los principios morales que son valederos en todos los tiempos.
Para concluir sus enseñanzas, el Señor añade la pará­bola de los tres amigos, en la que los tratos son particular­mente vivos. Nosotros allí descubriremos a la vez los para­lelos y los contrastes entre la manera de obrar de Dios y del hombre.

El amigo que pide
La parábola nos presenta la llegada del amigo que Hace una petición. El no pide para sí mismo, mas sí para otro. Donde explica las circunstancias, de aquel por quién esta intercediendo. Nosotros po-dríamos ciertamente animadnos a realizar esta doble manera de orar - para noso­tros mismos y para otros. Estas dos maneras son justas y necesarias. Al considerar nuestras propias circunstancias debemos cuidarnos de no ser negligentes en la oración, también por los otros. Las epístolas nos exhortan en esto: "orando... por todos los santos, y por mí..." (Efesios6:18,19 V.M.); "exhorto... y por todos los que están en autoridad." (1 Timoteo 2:1-2 V.M.).
En esto que nos es señalado particularmente en la Parábola, está lo conciso de la oración. El que viene a pe­dir no tiene un largo discurso para su amigo, más bien expone su solicitud de una manera clara y precisa: "amigo préstame tres panes". Él pide exactamente aquello que ne­cesita. ¡Que enseñanza para nosotros! Es de particular importancia que cuando oremos en público, hemos de esforzadnos por expresarnos de un modo preciso y concreto. Evitando así que nos perdamos en declaraciones abundan­tes y vagas. Tener un gran discurso a Dios cuando esta­mos de rodillas es contrario a lo que el Señor nos enseña aquí. Del mismo modo debemos evitar los ruego de carác­ter general; Más bien debemos considerar el hecho que una oración por una motivo preciso, manifiesta un interés profundo por la persona o por el motivo mencionado.
El carácter urgente de la solicitud, esta subrayada en la parábola por el hecho que aquel, que eleva la petición está a la puerta de su amigo a una hora indebida. El mis­mo está demasiado pobre, o no está momentáneamente posibilitado a alimentar a aquel que ha llegado de viaje. En la confianza que tiene en su amigo, en que él le ha de ayu­dar, golpea su puerta a media noche. El no deja de estar impresionado por su negativa, más que por sus explicaciones. A pesar de que la puerta esta ahora cerrada, conti­nua golpeando hasta que obtiene lo que esta pidiendo.
Le es placentero a Dios, cuando sus hijos se pre­sentan en sus oraciones, con una cierta insistencia o igual tenacidad. Encontramos este pensamiento en los profetas: "¡Los que recordáis a Jehová sus promesas, no toméis vo­sotros descanso, ni le concedáis descanso a él!" (Isaías 62: 6,7). ¿Abraham, no deja manifiesta la tenacidad cuan­do él intercede delante de Jehová, a favor de la ciudad de Sodoma y el disminuía progresivamente el numero posible de justos que allí se encontraban? (Génesis 18:22-23). Apegados a una manera insistente en la oración hemos de honrar al Dios Todopoderoso.
La humilde confesión de nuestra propia debilidad es una condición importante de una oración agradable a Dios. El que ha venido a pedir tres panes esta consciente de su desnudez, de su incapacidad de ayudar a su amigo cuando ha llegado con hambre y esto le ha hecho dirigirse a su amigo que es más rico que el. Nosotros tampoco po­demos apoyarnos sobre nuestros propios recursos para nutrir a aquellos que nos rodean con tal necesidad. Que sea El quién obre en las necesidades de los pecadores perdidos o de los hijos de Dios. No obstante nosotros sabe­mos que él es rico - rico además en misericordia - nuestro Dios y Padre. Recurramos siempre a El cuándo tengamos necesidad de pan, tanto para nosotros, como para otros.
El amigo que recibe la petición
            En la aplicación de la parábola, encontramos paralelos evi­dentes, entre el amigo que pide y la actitud que nosotros estamos recomendando. Si al allegarnos al amigo rico al cual dirigimos nuestra petición veremos una actitud con­traria a aquel rico de la parábola. ¡Cuantos contrastes en­tre la actitud de este rico y la manera de obrar de Dios!, ¿Sería concebible que al allegarnos a Él, en algún momen­to le molestásemos? ¿Sería posible que Él nos dijese: "no me importunes más, la puerta ya está cerrada"? o ¿Qué Él alegue alguna otra excusa para despedirnos? ¡Mil veces no! "He aquí el que guarda a Israel no dormita ni duerme" (Salmos 121:4). Él quiere dar y dar más de lo que nosotros le hemos pedido. El está siempre accesible y nosotros ja­más hemos de turbarnos temiendo en su descanso. Él es­cribió en los Proverbios: "el amigo ama en todo tiempo, y el hermano es nacido para la adversidad" (Proverbios 17: 17). Estas palabras son aplicadas particularmente a nues­tro Señor.
El motivo por el que la petición es contestada en la parábola, presenta también el más grande contraste con la manera del obrar de Dios. El amigo rico a quién está di­rigida la petición, lo vemos no solamente molesto en su re­poso, sino también lleno de sentimientos egoístas y de po­ca amabilidad para sus cercanos. Es por eso que se le opo­ne y le recibe con una negativa. Aunque después para evi­tar seguir siendo incomodado por mas largo tiempo, y por la insistencia, el se levanta y da lo que le ha sido pedido. Él da, no porque sea su amigo quién se lo solicita, sino por causa de la importunidad. Pero Dios, no da por estos moti­vos, ni de esta manera. Nuestro Padre está lleno de amor y de bondad. Él nos ama y nos bendice, y su bendición es sobreabundante, especialmente a los que, en toda confian­za, recurren a El con sus necesidades.
Si la perseverancia conduce al objetivo, cuando es dirigida a un hombre, que solo ve en ella la importunidad ¡Cuánto mas Dios responderá a las llamadas perseverantes de sus hijos, que confían en El!
Tras la parábola el Señor añade: "Y yo os digo a vosotros: Pedid, y se os dará; buscad, y ha­llareis; llamad y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá". (Lucas 11:9-10 V.M.). Esto nos anima a dar a nuestros pedidos un carácter de oración ur­gente, a la cual Dios le gusta responder.
Las dos parábolas de Lucas 11 y 18 nos muestran el inmenso contraste que existe entre el hombre y Dios.
El juez inicuo se ve obligado a responder el pedido de la viuda oprimida; pero lo hace para que ella no le mo­leste más con sus súplicas insistentes.
El hombre egoísta se ve obligado a levantarse de su cama en plena noche, para responder a las necesidades de su vecino; pero tan solo lo hace por causa de su importu­nidad (para que su vecino no le vuelva a molestar, le deje tranquilo y pueda volver a acostarse). Al contrario, a Dios le gusta derramar Su bendición sobre aquellos que le oran con seriedad, con perseverancia y con fe.
La viuda se dirigió al juez para exponerle su propia causa. El amigo, al contrario, intervino a favor de su her­mano hambriento. Así el Señor nos enseña que podemos orar, sea por nosotros mismos, sea por los demás, hasta que nuestras oraciones reciban respuesta (hasta que sea­mos atendidos... por Dios).
Una de las parábolas ilustra la exhortación: "Pedid y se os dará". La otra parábola ilustra la exhortación: "A quién llama, se le abrirá".
Traducción: Denis Valencia P.

TITO

Capitulo 3
Versículos 1, 2. Con respecto a la conducta del cristiano hacia el mundo, la gracia ha desterrado la violencia, y el espíritu de rebelión y resistencia que agita el corazón de aquellos que no creen, y que tiene su fuente en la voluntad propia que lucha por mantener sus propios derechos en relación a los demás.
El Cristiano tiene su porción, su herencia, en otra parte; él está reposado y sumiso aquí y preparado para hacer el bien. Incluso cuando los demás son violentos e injustos hacia él, él lo soporta recordando que antes no era diferente en cuanto a él mismo: una difícil lección, pues la violencia y la injusticia agita el corazón; pero el pensamiento de que es pecado, y de que nosotros también fuimos anteriormente sus esclavos, produce paciencia y piedad. La gracia sola ha hecho la diferencia, y conforme a esa gracia nosotros hemos de actuar hacia los demás.
Versículo 3. El apóstol presenta un penoso resumen de las características del hombre según la carne - lo que nosotros éramos en otro tiempo. El pecado era insensatez - era rebeldía; el pecador estaba extraviado - era esclavo de concupiscencias, lleno de malicia y envidia, aborrecible, y aborreciendo a los demás. Tal es el hombre caracterizado por el pecado. Pero la bondad de Dios, de un Dios Salvador, Su buena voluntad y Su amor hacia los hombres (¡dulce y precioso carácter de Dios!)[1] se ha manifestado. El carácter que Él ha asumido es el de Salvador, un nombre especial dado a Él en estas tres epístolas, para que llevemos su impronta en nuestro andar, para que impregne nuestro espíritu. Nuestro andar en el mundo y nuestra conducta hacia los demás dependen de los principios de nuestra relación con Dios. Lo que nos ha hecho diferentes de los demás no es algún mérito en nosotros mismos, alguna superioridad personal: algunas veces somos, incluso, como ellos. Es el amor tierno y la gracia del Dios de misericordia. Él ha sido tierno y misericordioso con nosotros: hemos conocido lo que esto es, y somos así con los demás. Es verdad que al limpiarnos y renovarnos esta misericordia ha obrado por un principio y en una esfera de vida que son completamente nuevos, de modo que nosotros no podemos andar con el mundo como hacíamos antes; pero nosotros actuamos hacia los demás que están aún en el lodo de este mundo, del modo que Dios ha actuado hacia nosotros para sacarnos de él, para que podamos disfrutar de aquellas cosas que, conforme al mismo principio de gracia, deseamos que otros también disfruten. La conciencia de lo que éramos en otro tiempo, y del modo en que Dios actuó hacia nosotros, se combinan para gobernar nuestra conducta hacia los demás.
Versículos 4-6. Ahora bien, cuando la bondad de un Dios Salvador se manifestó, no fue algo vago e incierto, Él nos ha salvado, no por obras de justicia que hubiéramos hecho, sino conforme a Su misericordia lavándonos y regenerándonos. Este es el doble carácter de la obra en nosotros, los mismos dos puntos que encontramos en Juan 3 en el discurso del Señor a Nicodemo; excepto que aquí se añade aquello que tiene ahora su lugar debido a la obra de Cristo, a saber, que el Espíritu Santo es derramado también en nosotros abundantemente para ser la fuerza de esa nueva vida de la cual Él es la fuente. El hombre es lavado, limpiado. Es lavado de sus antiguas costumbres, pensamientos, deseos, en el sentido práctico. El hombre era moralmente malo y corrupto en su vida interior y exterior. Dios nos ha salvado purificándonos; Él no podía hacerlo de otro modo. Para estar en relación con Él debe haber pureza práctica.

Pero esta purificación era minuciosa. No se trataba del exterior del vaso. Era la purificación por medio de la regeneración; identificada, sin duda, con la comunicación de una nueva vida, que es la fuente de nuevos pensamientos, en conexión con la nueva creación de Dios, y capaz de disfrutar de Su presencia y en la luz de Su rostro, pero que en sí misma es un pasaje desde el estado en que estábamos a uno completamente nuevo, desde la carne por medio de la muerte al estado de un Cristo resucitado.
Pero había un poder que actuaba en esta vida nueva y que la acompaña en el cristiano. No se trata meramente de un cambio subjetivo, como dicen. Hay un Agente divino activo que imparte algo nuevo, de lo cual Él mismo es la fuente - el Espíritu Santo. Es Dios actuando en la criatura (pues es por el Espíritu que Dios actúa siempre en forma inmediata en la criatura); y es en el carácter del Espíritu Santo que Él actúa en esta obra de renovación. Se trata de una nueva fuente de pensamientos en relación con Dios; no sólo una capacidad vital, sino una energía que produce aquello que es nuevo en nosotros.
Ha habido una pregunta, ¿Cuándo sucede esta "renovación por el Espíritu Santo" (RVR77)? ¿Es al comienzo, o es después de la regeneración[2] de la cual habla el apóstol? Yo creo que el apóstol habla de ello conforme al carácter de la obra; y añade, "derramó en nosotros" (lo que caracteriza la gracia de este período presente) para mostrar que hay una verdad adicional, a saber, que el Espíritu Santo, como 'derramado en nosotros', continúa para mantener mediante Su poder el disfrute de la relación a la que Él nos ha traído. El hombre es limpiado en conexión con el nuevo orden de cosas; pero el Espíritu Santo es una fuente de una vida enteramente nueva, pensamientos completamente nuevos; no sólo de una nueva forma moral de existencia, sino de la comunicación de todo aquello en lo cual esta nueva forma de existencia se desarrolla. No podemos separar la naturaleza de los objetos con respecto a los cuales la naturaleza se desarrolla, y que forma la esfera de su existencia y que la caracteriza.
Es el Espíritu Santo quien da los pensamientos, quien crea y forma todo el ser moral del hombre nuevo. El pensamiento y lo que piensa no pueden separarse, moralmente, cuando el corazón se ocupa de ello. El Espíritu Santo es la fuente de todo en el hombre salvado: él es salvo, en última instancia, porque así son las cosas con él.
El Espíritu Santo no sólo da una nueva naturaleza; Él la da en conexión con un orden enteramente nuevo de cosas (una "nueva criatura"), y nos llena, en cuanto a nuestros pensamientos, con las cosas que están en esta nueva creación. Esta es la razón por la que, aunque somos colocados en ella de una vez y para siempre, esta obra - en cuanto a la operación del Espíritu Santo - continúa; porque Él nos comunica siempre más y más de las cosas de este mundo nuevo al que Él nos ha traído. Él toma de las cosas de Cristo y nos las hace saber; y todo lo que tiene el Padre es de Cristo (Juan 16:15). Yo creo que la "renovación por el Espíritu Santo" (RVR77) comprende todo esto; pues Él (el Espíritu Santo) dice, "el cual derramó en nosotros abundantemente." Así que no se trata sólo de que nacemos de Él, sino que Él obra en nosotros, comunicándonos todo lo que es nuestro en Cristo.
Versículo 7. El Espíritu Santo es derramado en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que, habiendo sido justificados por la gracia de este Salvador, nosotros fuésemos constituidos herederos según la esperanza de vida eterna. Yo creo que lo que antecede a "para que" del versículo 7, es "por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo" (final del versículo 5); y que la frase, "el cual derramó abundantemente en nosotros por Jesucristo nuestro Señor", es un paréntesis accesorio introducido para mostrar que tenemos la plenitud del disfrute de estas cosas mediante el poder del Espíritu Santo.
Él nos ha salvado así por esta renovación para que pudiésemos ser constituidos herederos según la esperanza de vida eterna. No es nada externo, terrenal, o corpóreo. La gracia nos ha dado vida eterna. Para esto, hemos sido justificados por la gracia de Cristo. Por eso hay energía, poder, esperanza, a través del rico don del Espíritu Santo. Para que participemos de ello hemos sido justificados por Su gracia, y nuestra herencia está en el gozo incorruptible de la vida eterna.
Dios nos ha salvado, no por obras - no por medio de[3] nada de lo que somos, sino por Su misericordia. Pero entonces, Él ha actuado hacia nosotros conforme a las riquezas de Su gracia, conforme a los pensamientos de Su corazón.
Versículo 8. El apóstol desea que Tito se ocupe de estas cosas - de aquello que nos lleva con acción de gracias a la relación práctica con Dios mismo y nos hace sentir que nuestra porción está, nuestra porción eterna, delante de Él. Esto actúa sobre la conciencia, nos llena de amor y buenas obras, nos hace respetar todas las relaciones de las cuales Dios es el centro. Nosotros estamos en relación con Dios conforme a Sus derechos; estamos delante de Dios, quien ocasiona que todo lo que Él tiene establecido sea respetado por la conciencia.
Versículo 9. Tito tenía que evitar las cuestiones insensatas y las disputas sobre la ley, junto con todo lo que destruiría la sencillez de nuestra relación con Dios conforme a la revelación inmediata de Él y de Su voluntad en Jesucristo. Sigue siendo el Judaísmo gnóstico erigiéndose contra la sencillez del evangelio; es la ley y la justicia humana, y aquello que, mediante seres intermediarios, destruye la sencillez y el carácter inmediato de nuestra relación con el Dios de gracia.
Versículos 10, 11. Cuando un hombre procurase establecer sus propias opiniones, y mediante ello formar grupos en la asamblea, después de haberle amonestado una vez y una segunda vez, él tal tenía que ser desechado; su fe se había pervertido. Él peca, siendo condenado por su propia conducta. Él no está satisfecho con la asamblea de Dios, con la verdad de Dios: él quiere hacer una verdad propia. ¿Por qué razón es él un Cristiano, si el Cristianismo, como Dios los ha dado, no le es suficiente? Al hacer un grupo para sus propias opiniones, él se condena a sí mismo.
Versículos 12-14. Tenemos, al final de la epístola, un pequeño vislumbre de la actividad cristiana que el amor de Dios produce, los sufrimientos asumidos para que la grey pueda disfrutar toda la ayuda con la cual Dios proporciona para la asamblea. Pablo deseaba que Tito viniese a él: pero los Cretenses necesitaban sus servicios; y el apóstol establece la llegada de Artemas o Tíquico (este último bien conocido por los servicios que había prestado a Pablo) como condición para la partida de Tito desde el campo en que estaba trabajando. Hallamos, también, que Zenas, un intérprete de la ley, y Apolos, quien había mostrado también su celo activo en Éfeso y Corinto, fueron dispuestos para ocuparse en Creta en la obra del Señor.
Observen, también, que tenemos dos clases de obreros: los que estaban en conexión personal con el apóstol como colaboradores, quienes le acompañaban, y a quienes él enviaba a otra parte para continuar la obra que él había comenzado, cuando ya no podía continuarla él mismo; y aquellos que trabajaban libremente e independientemente de él. Pero no había celos de esta doble actividad. Él no descuidaba los rebaños que le eran queridos; se alegraba de que algunos que eran sanos en la fe regasen las plantas que él mismo había plantado. Anima a Tito a mostrarles afecto, y a suministrarles cualquier cosa que necesitaran en su viaje. Este pensamiento le sugiere el consejo que sigue; a saber, que sería bueno que los cristianos aprendiesen cómo hacer buenas obras para suplir las necesidades de los demás, así como las de ellos mismos.
El apóstol finaliza su epístola con las salutaciones que el amor cristiano produce siempre; pero, como vimos al principio, no hay la misma expansión de corazón que hallamos en las comunicaciones de Pablo a Timoteo. La gracia es la misma en todas partes; pero hay afectos y relaciones especiales en la asamblea de Dios.

Traducido del Inglés por: B.R.C.O.-


[1] En Griego, φιλανθρωπία,  se trata de la palabra filantropía, que es utilizada aquí al hablar de Dios; y que además tiene una fuerza mayor que la palabra Inglesa, porque filía es un afecto especial por alguna cosa, una amistad.
[2] La palabra Griega utilizada aquí (παλιγγενεσία, palingenesia) no significa 'nacer de nuevo'. Se utiliza, además de este pasaje, solamente al final de Mateo 19 para el milenio (Mateo 19:28). La renovación por el Espíritu Santo (RVR77) es una cosa distinta de la regeneración. Esto último es un cambio de un estado de cosas a otro.
[3] Aquí, como en todas partes en la Escritura, la responsabilidad del hombre y la gracia salvadora de Dios, mediante la cual el propósito es llevado asimismo a cabo, están claramente diferenciadas.

Doctrina acerca de Dios (Teología Propia)

La existencia de Dios (continuación).


(Continuaremos presentando los diferentes medios probatorios o argumentos que el hombre ha encontrado para demostrar la existencia de Dios y exponerla ante los que no creen en Dios.)

b)  Argumentos cosmológico: Causa – Efecto
            Es bien conocido que todo efecto tiene una causa que la originó. Si plantamos una semilla, el efecto será una planta o árbol. Si se prende un fuego y se coloca madera en él, esta se quemará.
            Todo sucede en forma ordenada. La cosmología es la rama de la física que trata el carácter del universo como un sistema ordenado. Por lo cual el universo tiene  una causa primera, es decir un creador.  Por más que el hombre presente argumentos probatorios sobre el origen del universo y su composición, nunca ha podido probar que este haya aparecido sin la intervención de un Ser superior al hombre. Y este Ser superior es claramente identificado en la escritura como Dios (ver Génesis 1).
            Tomás de Aquino fue el primero en formalizar este argumento. Este argumento lo podemos racionalizar de la siguiente manera: “Aquello que existe es sólo a través de algo ya existente”. También lo podemos expresar del siguiente modo: “Algo no puede proceder de la nada, pero algo existe, por tanto, algo a existido siempre”.
            Podemos concluir  esta nota del argumento del siguiente modo: Al  materialista que solo ve la materia; pero para el cristiano, Dios es el autor, fuente y origen de todo. (Romanos 1.20, Hechos 14.15.)

c) Argumento Teleológico: Designio
            También conocido como teleológico[1] que indica que la perfección del diseño, la belleza y el orden evidentes en el universo indican que debe haber o existir, una mente suprema dotada de insondable inteligencia y sabiduría (cf. Salmos 139:6). Como no maravillarnos de ver los inmensos océanos, las abismales profundidades; la vida en el mar y la tierra; la perfección de los movimientos del ser humano, de los animales, las nieves; el susurrar de los árboles cuando el viento pasa a través de ellos; sentir el estampido de los truenos y el poder de los relámpagos. Como no maravillarnos de ver los escarpados picos y ver como una cabra montés la sube como si caminase en un plano. Todas las especies se han adaptado perfectamente bien a las zonas a las cuales fueron confinadas. Lo únicos que podemos pensar es que es demasiado perfecto y que tiene un designio o propósito, que todo lo que existe no pudo haberse constituido al azar, donde la suerte tuvo todo el trabajo de esta perfección. Ante esto, el único pensamiento es que una Mente majestuosa hizo todo esto con un propósito y nosotros solo podemos exclamar como el salmista mientras miraba el cielo, la luna y las estrellas: Digo:  ¿Qué es el hombre,  para que tengas de él memoria,   Y el hijo del hombre,  para que lo visites? (Salmos 8:4)
            En el estudio de las especies, podemos darnos cuentas que las madres le enseñan a sus crías y a su vez  ellas le enseñan a las suyas. Y si nos retrotraemos en la historia de una especie, podemos enlazar este aprendizaje hasta llegar a un punto inicial, y surge la pregunta ¿quién le enseño a la primera especie? O ¿cómo se adquirió este aprendizaje? ¿Quién le enseñó, por ejemplo, a la cebra recién nacida que debía memorizar las formas de las rayas y figuras de la piel de su madre, y que le permitirán reconocerla, y a ella ponerse ante su cría para que las memorice?  Y que diremos, quién fue primero, ¿el huevo o la gallina? Los cristianos tenemos la respuesta y los científicos todavía lo discuten.
            De este modo podemos tener muchos ejemplo en la naturaleza, que está constituida con orden perfecto. Por tanto, como ya se ha  dicho, la teleología es el estudio de evidencias de designio o propósito en la naturaleza. Tomás de Aquino dijo: “Ahora vemos que en el mundo, cosas de una naturaleza distinta armonizan en un orden, por ello de ahí alguien, por cuya providencia el mundo es gobernado. Y le llamamos Dios. El orden de las cosas nos muestra que fueron designadas con un propósito”.
             Un ejemplo que es utilizado para explicar en pocas palabras y ejemplificar este argumento es el del reloj. Un reloj no sólo supone la existencia de un relojero o artífice,  sino también uno que lo ideó; y de un mecanismo sincronizado que permite que el segundero una vez que completa una vuelta, le da paso al minutero, y este, cuando completa, su recorrido le permite al horario que avance. Todo esto se produce en un orden perfecto, con  un único propósito (designio) de dar la hora y sea acorde con el transcurso del día.

d) Argumento Ontológico: Ser
           
            Otro de los argumentos utilizados es el llamado Ontológico, que  trata de describir a la persona, al ser verdadero, al ser interior de uno mismo, independiente de los modos o fenómenos que podamos tener.
            El estudio de esta ciencia tiene una línea de razonamiento  que parte de Dios, la primera causa absoluta de todas las cosas, y se dirige a las cosas  que Él ha causado. Específicamente, la idea innata  de la existencia de Dios, que está presente en la mente humana.
            La Ontología es apriorística[2], es decir, se trata de una demostración en la que no interviene ningún factor de la realidad. Se basa en argumentos acerca de un «ser mayor que el cual no puede ser pensado».
            Este argumento fue enunciado por Anselmo de Canterbur, y el expresaba este pensamiento del siguiente modo: "Todos, incluso aquellos que niegan la existencia de Dios, tienen en su mente la noción de Dios. En efecto, si no la tuvieran, no entenderían lo que dicen cuando afirman que no existe. Ahora bien, esa noción es la del ser más allá del cual no cabe ni siquiera concebir algo más perfecto. Pues bien, ese ser perfectísimo ha de existir necesariamente, pues, de no ser así, cualquier cosa que existiera sería más perfecta que Él y eso sería contradictorio. Por lo tanto, es necesario que Dios exista."

e) Argumento Antropológico: Moral
            El ser humano está compuesto de dos partes principales, una material y la otra espiritual[3]. La primera tiene que ver con todo lo físico y químico del ser; lo segundo, tiene que ver con elementos de la vida, inteligencia y sensibilidad, voluntad, conciencia y una innata creencia en Dios.
            La vida no puede brotar de la materia inerte como piensan los evolucionistas, sino que necesariamente debe provenir de la vida misma. La naturaleza misma enseña que es imposible que de un muerto o algo sin vida  genere vida.  Podemos usar las palabras de un historiador: La vida procede de la vida
            Este creador de vida, entregó al hombre características propias de Él, así como los padres entregan genes a su descendencia. Dios puso en el ser humano, entre otras cosas, su ley (cf. Ro 2.12-14). Esta ley es la denominamos moral, el hombre sabe del bien y el mal, por algo establece reglas de conducta y juzga a través de ellas.
            Podemos resumir este argumento en los siguientes puntos:     
·         Basado en la naturaleza del hombre con sus impulsos y aspiraciones indica la existencia de un gobernante personal (Salmos 42:2).
·         Todos los hombres tienen un conocimiento del bien y del mal. Algunos dicen que es: “La voz de Dios en la conciencia del hombre”.
·         El hombre siente el Hacer o No hacer algo que perjudica a otro, o  Debe o no debe hacer. Además posee de algún rasgo de Amor, Justicia,  Verdad, Sabiduría
·         Es una voz que habla desde el interior, que tiene contacto con DIOS (St. 2:19).

f) Argumento de Congruencia
            El término congruencia se define  como la Relación lógica y coherente que se establece entre dos o más cosas. Y desde el punto de vista teológico podemos definirla como la Eficacia de la gracia de Dios, que obra sin destruir la libertad del hombre.
            La creencia en un Dios personal que existe por sí mismo, está en armonía con todos los hechos de nuestra naturaleza mental y moral, así como con todos los fenómenos del mundo natural. Si Dios existe, la creencia en su existencia es natural.
            Podemos ejemplificar el argumento con la siguiente analogía: es una llave que se adapta perfectamente a cualquier cerradura y puede abrirlas, entonces sabemos que es la llave perfecta.
            La Existencia de Dios es natural para la raza humana. Con  esta creencia queda satisfechas muchas de las preguntas que se realiza el hombre. El hombre de por sí tiene una naturaleza religiosa y de por sí responde a muchas preguntas asociadas con la naturaleza y el ser. El ateísmo, al quitar a Dios de en medio, deja un vacio  inmenso y todas las cosas sin explicación y  convierte en mentira las verdades que siempre hemos creído, incluso a la historia misma.

g) La Biblia
          La mayor parte del conocimiento que Dios tenemos  se apoya en el testimonio de la Biblia. Lo que sabemos sobre distintas culturas que no conocemos personalmente se basa en lo que los viajeros escribieron o en los descubrimientos arqueológicos. Si Marco Polo no hubiese escrito la relación de su viaje, no sabríamos nada por donde el viajó ni de los lugares que visitaron. Por lo mismo se le da una autoridad propia para aceptar que lo que escribió estaba en lo correcto. ¿Por que no dar el mismo crédito a la Biblia?  ¿Por qué no nos satisface la evidencia que ella misma da acerca de la existencia de Dios, si la Biblia es auténticamente histórica?
          Es claro que hay cosas que requieren más pruebas, y esto es manifiesto sobre la existencia de Dios. Pero ¿por qué no darle el crédito que le corresponde? Ya que la historia Bíblica es suficiente para demostrar la existencia de Dios; Israel es un claro ejemplo, el pueblo, después de miles de años, aun está en medio nuestro, no así imperios como el asirio y el babilonio, el Hitita y el griego,  con su cultura extraviada en el tiempo, de los cuales solo quedan unos remilgos de historia. Y que decir de las profecías, en las cuales su cumplimiento no se explica sin tener a Dios como parte activa  en la realización de ellas.
          La historia humana nos proporciona evidencia de una Providencia que todo lo dirige. Por providencia entendemos que  es la intervención divina en los asuntos humanos, gobierno de Dios en los asuntos históricos del hombre y las naciones. Siguiendo esta línea argumental,  la profecía que Daniel recibió sobre la sucesión de los imperios nos muestra como los mismos aparecieron y desaparecieron conforme a lo que estaba escrito. ¿Dónde están los imperios Babilónico, el persa, el griego y el romano? Simplemente está en el polvo del tiempo y en los libros de historia. En cambio la Biblia perdura junto al pueblo escogido de Dios, Israel.
          Un ejemplo de profecías cumplidas en forma perfecta son la que declara el sufrimiento que había de padecer el Señor a manos de su pueblo y que Isaías la dejó plasmadas en sus escritos y estas se encuentran en el capítulo 53 de su libro.
            Con respecto al Señor Jesucristo, su persona es aceptada en diversas religiones. Su singularidad es evidente en su nacimiento, ministerio (enseñanza, milagros), vida, muerte y resurrección están atestiguadas en la Biblia. Todo lo que el Espíritu Santo quiso dejarnos respecto a lo que el Señor Jesucristo quiso enseñarnos ¿no están en las benditas Escrituras? El Señor Jesucristo vino a revelarnos a Dios como Padre amante que desea que el hombre no se pierda (Juan 3:16). De hecho el Señor habla de Dios no como algo etéreo, de algo que fue inventado, sino que vive y tiene un propósito acerca de los hombres.  Por tanto, si Él habló de un Dios vivo y existente, ¿Quiénes somos nosotros para poner en duda lo que el Señor habló de su Padre? (cf. Juan 1:18; 14:1. Se pueden revisar otros textos: Juan 14:7-9,11; 16:25-30; Hechos 17:22-31; Ro 1:18-25; 2:15.
            La Escritura no trata de probarnos la existencia de Dios. Lo afirma, la supone, y declara que el conocimiento de Dios es universal (Ro 1:19-21, 28, 32; 2:15). Ella afirma que esta verdad esta grabada en el ser humano, de modo que todos, sin excepción, damos testimonio de Él.

 

Conclusión

            Basten estos ejemplos para entender algunos medios probatorios sobre la existencia de Dios.
            Así como el mundo ateo busca pruebas y argumentos para negar la existencia del creador, los creyentes han buscado medios para demostrar que Dios existe, han ideado medios más o menos complejos. Podemos en forma particular buscarlos y estudiarlos, por ejemplos, algunos han postulados que la historia es un medio probatorio; Tomás de Aquino, en su libro Summa Teológica, ha propuesto un sistema llamado de cinco vías, etc.
            Podemos decir como el hermano Trenchar: “…al examinar las doctrinas bíblicas no tenemos necesidad depender de estas pruebas[4]”. Para nosotros estas pruebas existen y son válidas, y no necesitamos ningún empirismo para creer en Él como un ser real y creador de todo lo que nos rodea. Los únicos que están en la obligación de buscar pruebas de la existencia de Dios son los que la niegan (Salmo 14:1). Dios mismo dice: “YO SOY EL QUE SOY…”.
            Los  siguientes son algunos versículos que nos hablan de Dios como un Dios vivo y que actúa  por nosotros y para nosotros: Génesis 1:1,  Salmos 8:1,  2 Corintios 9:8,  2 Corintios 5:5, Lucas 20:38,  Lucas 18:27.


[1] Viene de "teleos" que significa designio o propósito.
[2]A priori” es una locución latina que significa “de lo anterior”. Se utiliza para realizar una demostración que desciende de la causa al efecto, de la esencia de algo a sus propiedades. También se refiere a aquello que se realiza antes de examinar el asunto de que se trata.
[3] Entiéndase esta expresión como Alma y Espíritu.
[4] Estudio  De Doctrina Bíblica, CEB, Editorial  Portavoz, página 36