viernes, 26 de noviembre de 2021

EL MAYORDOMO FIEL E INFIEL

 por José Naranjo

Dar con liberalidad a la obra del Señor

             Como Pablo, han habido muchos mayordomos de los intereses del Señor que fueron celosos y escrupulosos, muy especialmente en lo que trata del dinero o las ofrendas que componen el tesoro de las asambleas.

            El Señor se valió de dos cosas para introducir esta enseñanza y principio de establecer colecta en el pueblo del Señor. La primera cosa era una grande hambre anunciada y la segunda es la gracia de Dios influyendo a su pueblo para estimularlo a contribuir en una colecta para ayudar a las necesidades de los santos.

 

·  Una grande hambre anunciada: “Levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu que vendría una grande hambre en toda la tierra habitada.” (Hechos 11:28)

·  Una cooperación prometida: “Solamente nos pidieron que acordásemos de los pobres, lo mismo que fui solícito en hacer.” (Gálatas 2:10)

·  La limpieza de la colecta: Los ofrendantes se ofrecieron a sí mismos primeramente sin reserva alguna como sacrificio al Señor: “Mas aun a sí mismo se dieron primeramente al Señor y a nosotros por la voluntad de Dios.” (2 Corintios 8:5)

·  Cuando debía hacerse la colecta: “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros aparte en su casa, guardando lo que por bondad de Dios pudiere, para que cuando yo venga, no hagan entonces colectas.” “Pues de su agrado han dado conforme a sus fuerzas, yo testifico y aun sobre sus fuerzas.” (1 Corintios 16:2, 2 Corintios 8:3)

·  La generosidad para dar: “Ahora, pues, llevad también a cabo el hecho, para que como estuvisteis pronto a querer, así también lo estéis en cumplir conforme a lo que tenéis.” (2 Corintios 8:11)

·  La igualdad para dar: “Cuanto, a la colecta para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia.” (1 Corintios 16:1)

·  La honestidad para guardar y llevar la colecta: “Evitando que nadie nos vitupere en esta abundancia que ministramos, procurando las cosas honestas, no sólo delante del Señor, más aún delante de los hombres. Y cuando habré llegado, los que aprobareis por carta, a estos enviaré que lleven vuestro beneficio a Jerusalem.” (2 Corintios 8:20, 1 Corintios 16:3)

            Ahora veremos cómo fueron y son impregnados en la gracia de Dios los creyentes para dar con liberalidad a la obra del Señor:

 

·   La gracia de Dios a las iglesias de Macedonia (2 Corintios 8:1)

·   La gracia de los macedonios en ofrendar para el servicio de los santos, v. 4

·   La gracia de Tito para estimular a los corintios en ofrendar para los santos, v. 6

·   La abundante gracia que Pablo deseaba que practicaran los creyentes, v. 7

·   La gracia del Señor como monumento sobre toda gracia, v. 9

·   La gracia honesta del portador anónimo que acompañaba a Tito, v. 19

·   Acción de gracias a Dios por la solicitud de sus siervos en edificar al pueblo del Señor, v. 16

 

            Pienso que hemos llegado a un tema cuando debemos decir con toda franqueza “la verdad en amor.” Tratándose de la ofrenda del Señor, ¿han reflexionado algunos hermanos tesoreros lo que representa ese privilegio? ¿Han pensado que es un sacrificio ofrecido al Señor? ¿Han meditado que con muchas oraciones es ofrecido ese donativo para el Señor? ¿Han cavilado que entre los ofrendantes hay muchos pobres y viudas que de su extrema pobreza han dado al Señor, que haya algunos acomodados que den muy poco, y que haya algunos muy pobres que den mucho? Este es juicio que sólo compete al Señor. (Lucas 21:1-4)

            Se oye de asambleas que tienen miles de bolívares atesorados, mientras que hay otras necesidades latentes en la obra del Señor. Pronto el Señor vendrá y aquellos administradores tendrán que dejar el tesoro, pero también tendrán conciencia de pérdida por no haber tenido sabiduría para administrar.” Para el ministerio, en servir; o el que enseña, en doctrina; el que exhorta, en exhortar; el que reparte, hágalo con simplicidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.” (Romanos 12:7,8)

            Es justo que congregaciones que aspiran tener su local propio tengan su reserva para el momento de fabricar, y que toda asamblea tenga su reserva para casos fortuitos, como entierros y otras necesidades. Pero eso de amontonar dinero no es bíblico. Apartando aquellas necesidades nombradas, los ancianos deben tener sabiduría para repartir equitativamente el excedente en la obra del Señor. Al principio de la Iglesia los apóstoles se ocuparon en la oración y el ministerio de la palabra de Dios; los diáconos se ocuparon en servir o repartir. (Hechos 6:1-6) El pueblo del Señor contribuía espontáneamente para las necesidades de la obra.

            Fatalmente siempre ha habido mayordomos infieles, sin capacidad para ministrar los intereses de la obra del Señor, y sin temor alguno meten la mano y disponen del tesoro del Señor para su provecho personal. Esto acontece porque algunos se hacen absolutos. No llaman a consultar con tres o cuatro de sus hermanos responsables para indagar qué hacer con el tesoro del Señor.

            Llama la atención dos casos de mucha honestidad en las ofrendas de los tiempos de los reyes de Israel, cuando el estado espiritual del pueblo estaba en muy baja temperatura. “No se tomaba cuenta a los hombres en cuyas manos el dinero era entregado, para que ellos lo diesen a los que hacían la obra; porque lo hacían fielmente. Y que no se les cuente el dinero cuyo manejo se les confiare, porque ellos proceden con fidelidad.” (2 Reyes 12:15, 22:7)

            En vista, pues, de evitar los desmanes que escandalizan a los flacos, recomendamos que los ancianos deben ser hombres y no niños. Debemos tratarnos con confianza, audacia y gracia para juntarse y pedir al hermano responsable del dinero que muestre el libro, el dinero o la libreta bancaria donde deposite el dinero. El hermano no debe enojarse porque se haga este arqueo de caja periódicamente, pues no se pide cuenta de lo que es de él, sino de lo que es ajeno. “El que es fiel en lo poco, también en lo más es fiel.”

            Otro de los problemas es el de un solo hermano llevando esa carga, y hasta algunos llevan varios tesoros sin organizar bien su asunto que puede estar en peligro. En caso de muerte aparecen herederos de donde menos se espera. Hace poco tiempo murió un miembro de una asamblea, quien tenía cierta posición económica y muchas veces había hablado de dejar parte de sus bienes para la obra del Señor, pero como la cosa no fue bien arreglada, el heredero cargó con todo.

            Bien, los hermanos que guardan el tesoro de la asamblea deberían ser hermanos de tres solvencias:

 

·   solvencia moral, sin acusación de afuera, ni de sus hermanos adentro

·   solvencia conyugal, sin acusación de su esposa e hijos

·   solvencia económica, a lo menos sin deuda con nadie (1 Timoteo 3:4-7, Romanos 13:7,8)

 

            Después de esto, si el dinero está en un instituto, el depositante no podrá sacar el dinero sin consentimiento de otro hermano; o, un hermano deposita el dinero y otro tiene la libreta. Este último debe tener franqueza y valor para percibir la libreta del depositante cada vez que se lleve dinero al banco.

            Creo que hemos hablado con llaneza. Nuestro motivo es hacer bien al pueblo del Señor para que no pase por esas experiencias amargas de mayordomos infieles e inescrupulosos. Puede ser que la intención de algunos no es hacer daño a la obra del Señor, pero el terreno del Señor es lugar santo y hay que quitar los zapatos de los pies. (Éxodo 3:5) Nosotros no podemos juzgar los motivos o el espíritu del hombre, pero sí es cierto que tras una capa de piedad se oculta la avaricia como la Balaam, Giezi o Ananías y Safira, y nuestro más caro y sincero deseo es librar a la asamblea del fraude y librar a un hermano que caiga en juicio del Señor por su pecado.

            Son contados los mayordomos imitadores de José. La norma más elevada de José fue el temor de Dios, joven que pudo aprovechar de la abundancia de la casa de su señor, de adquirir todo lo que pudiera por imponer una amenaza de intimación y acusación moral a la esposa de Potifar. Pero José era fiel; sobre todo tenía presente que había otro mayor que Faraón y Potifar a quien tenía que dar cuenta.

            Si ante todas las cosas ponemos la gloria del Señor primero, el negocio, la familia o la asamblea va a prosperar porque Dios no es defraudado. “Así halló José gracia en sus ojos y servíale; y él le hizo mayordomo de su casa y entregó en su poder todo lo que tenía.” (Génesis 39:4) En cuanto aparecen las ambiciones personales, se trocan en codicia o avaricia, y a este pecado le importa poco traspasar las vallas que Dios ha puesto en sus linderos.

            Siba era siervo de la casa de Saúl, y cuando la misericordia de David se mostró para con la casa de Jonatán, Siba fue ascendido a mayordomo de los bienes de Mefiboset. Muy humilde se mostró Siba cuando recibió el encargo. “Respondió Siba al rey: Conforme a todo lo que ha mandado mi señor el rey a su siervo, así lo hará tu siervo.” (2 Samuel 9:11) Pero en lo que los bienes de su señor empezaron a prosperar, tuvo envidia. Y, como la envidia trabaja en secreto, supo esperar hasta que llegó su ocasión, de modo que con presentes y audacia maquinó para enredar y calumniar a su señor ante el rey.

            Por lo general tales personas, cuando son confrontadas, nunca dicen la verdad. Giezi dijo: “Tu siervo no ha ido a ninguna parte.” (2 Reyes 5:25) Judas dijo: “¿Por qué no se ha vendido este ungüento por trescientos dineros, y se dio a los pobres?” (Juan 12:5) “¿Vendisteis en tanto la heredad?” Si, en tanto, dijeron Ananías y Safira. (Hechos 5:1-10)

            No hay que pensar que solamente mayordomos son los que administran el dinero del Señor; todos somos mayordomos. Es verdad que unos tiene más cargos que otros. “Porque a cualquiera que le fue dado mucho, mucho será vuelto a demandar de él, y al que encomendaron mucho, más le será pedido.” (Lucas 12:48) Parece que a uno le fue dado en la mano y a otro en el cerebro. También parece que el Señor no pedirá cuenta del volumen sino de la calidad. “Bien, buen siervo fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.” (Mateo 25:21)

            Muchos mayordomos perdieron sus privilegios por infidelidad. Rubén perdió su mayordomía por inmoral. (Génesis 49:3,4) Abiatar perdió el sacerdocio por desleal. (1 Reyes 2:26,27) Israel perdió la mayordomía por infiel. (Lucas 20:9-19, 16:1,2)

            De la cita última sacamos muchas lecciones que nos ayudan y nos estimulan a portarnos bien. “Mas ahora se requiere en los dispensadores, que cada uno sea hallado fiel.” (1 Corintios 4:1,2) Esta historia de Lucas 16:1,2 es elocuente y diáfana al revelarnos que nada se oculta a la sabiduría del Señor:

 

·         El mayordomo acusado: “Este fue acusado delante de su señor como disipador de sus bienes.” v.1

            Por más secreto que el hombre quiera trabajar, no puede encubrirse de la presencia de Dios. El hombre puede poner el biombo de las cuatro cortinas a los cuatro puntos cardinales, pero no hay caparazón para ocultar de arriba los ojos del Infinito. Acán tomó el anatema en secreto y cometió el doble delito de enterrarlo en su tienda. Aunque los hijos no lo supieron, él los contaminó y cayeron en el juicio también por el pecado del padre.

            Lo mismo sucede en la asamblea. El pecado en secreto enoja a Dios, afecta la familia del pecador, estanca la asamblea sin bendición, contrista el Espíritu del Señor y enciende un fuego que caldea la conciencia del delincuente, si éste es hijo de Dios.

 

·         El mayordomo reprobado: “¿Qué es esto que oigo de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.” v. 2

            Esta es una destitución inmediata y para siempre. Aquel mayordomo debía saberlo, que Dios ha dicho: “Yo honraré a los que me honran, y a los que me tienen en poco serán viles.” (1 Samuel 2:30) He aquí una de las cosas por lo cual Pablo se preocupaba: “Antes hiero mi cuerpo y lo pongo en servidumbre; no sea que, habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado.” (1 Corintios 9:27)

            Israel traspasó los límites; pensó que Dios sin Israel sería un fracasado. Se atrevió hasta poner condiciones: “Simiente de Abraham somos, y jamás servimos a nadie.” (Juan 8:33) Creyeron que el pacto que Dios concertó con ellos obligaba a Dios soportar sus transgresiones. Así puede haber hombres en la iglesia, que se ponen por encima de sus hermanos. Dicen: “Que nadie me diga nada.” Siendo injertados en la oliva, creen que ellos pueden sustentar a la oliva, y disponen de las cosas del Señor a su antojo.

            El arca pudo ser tocada por las manos de los filisteos, pudo ser metido en el templo de Dagón, pudo aceptar ofrendas de tumores y ratones de oro, pudo ser llevado en un carro tirado por vacas. Pero Dios no tolera que los que conocen su palabra miren irreverente dentro del arca. (1 Samuel 6:1-20)

 

·         El mayordomo preocupado: ¿Qué haré que mi señor me quita la mayordomía? Cavar no puedo, mendigar tengo vergüenza.” v. 3

            La preocupación del mayordomo no era arrepentimiento según Dios. Era preocupación según el mundo, mucho afán por las cosas temporales. Bastardas ambiciones le tupieron la mente, y no llegó a decir ¿qué pensará Dios de mí?

            Tratar las cosas del Señor de una manera liviana, sin que la persona demuestre un vivo dolor profundo por su pecado, arranca sospechas, tales como el sujeto no tiene la raíz de vida; es muy liviana, sin peso alguno, o no tiene intenciones de resarcir el daño. Dios no queda desagraviado con decir: “Es verdad, yo dispuse de la cosa, y yo lo pago.” Aunque lo pagará, le costará mucho al sujeto recuperar la confianza del pueblo del Señor. El israelita tenía que pagar el daño con cuatro tantos.

 

·         El mayordomo habituado: ¿Cuánto debes a mi señor? Cien barriles de aceite ... Cien coros de trigo... Tu obligación será por cincuenta ... Tu obligación será por ochenta...” vv. 6,7

             Ya el mayordomo había formado un hábito en su vida, hábito que terminaría en un destino. Había perdido el temor y la vergüenza, habiendo sido recriminado y despedido por su señor, recurre al chantaje y continúa en el fraude. Dijo para sí: “El mal está hecho, mejor es ayudarme,” olvidando que “un abismo llama a otro” hasta ser “retenido con las cuerdas de su pecado.”

            Aunque el Señor tomó la habilidad malvada de este hombre para ponerla por estímulo a la perspicacia espiritual que el creyente debe tener para el reino de los cielos, la conducta de aquel hombre quedó sellada ante la opinión de aquellos deudores. “Ninguno vive para sí.” ¿Cuánta influencia tenemos ante los demás para bien o para mal? La mala conducta de un evangélico puede ser vehículo que conduzca almas al infierno, hasta sus propios hijos.

            Se ha dicho que todo lo que el mundo puede ver de Cristo aquí, lo ve en los creyentes.


ADVIRTIENDO A OTROS DEL PELIGRO


«¿Has oído las noticias?» Las personas te hacen a menudo esta pregunta, y luego pasan a darte las últimas noticias. Es maravilloso recibir buenas nuevas, pero muchas veces tenemos que recibir tam­bién malas noticias. A veces las noticias que recibimos pueden ser como una advertencia de un peligro que puede sobrevenir.

Las hormigas se comunican entre sí las buenas noticias, pero también se advierten de los peligros. Tienen una manera de adver­tir a las otras acerca de cuándo hay un peligro inminente, aunque no sepan cómo hablar. Primero, tienen que saber qué hormigas son extrañas al hormiguero, y cuáles pertenecen a él. Tocan antenas con las otras cuando se alejan del hormiguero, y cuando vuelven a él con comida. Esta es la manera en que una hormiga sabe que va en el camino correcto a su propio hormiguero. Una hormiga que no está en el camino correcto es rápidamente advertida por otra de que está cometiendo una equivocación.

Las hormigas cortadoras de hojas emiten verdaderos sonidos de alarma. […] El sonido es como un chi­llido, y es suficientemente fuerte como para que una persona que está a dos metros de distancia lo pueda oír.

En Brasil, una cierta especie de hormiga hace su nido en la caña de bambú. Hace unos breves y agudos sonidos similares a golpes sobre metal...

Las hormigas madereras de América del Norte desprenden un olor como advertencia. Emplean este olor cuando hay problemas y parece que hay algún peligro para el hormiguero. Tan pronto como una hormiga vecina nota el olor, acude a ayudar a la hormiga que está en peligro.

[…]

 

Sabias advertencias para los creyentes

Los creyentes necesitan «mantenerse en contacto» entre sí. Las hormigas nos enseñan esta verdad por la forma en que se man­tienen constantemente en contacto para no apartarse del buen ca­mino. La Palabra de Dios nos instruye a que nos reunamos con otros creyentes a fin de alentarnos unos a otros, Hebreos 10:25, para ayudarnos mutuamente y para amarnos los unos a los otros, Hebreos 3:13; 10:24.

Todos tenemos que ser advertidos del peligro de «extraviamos del camino». Nos «extraviamos del camino» cuando malgastamos nuestro tiempo en cosas carentes de valor. Deberíamos tener cui­dado acerca de cómo vivimos, y deberíamos intentar aprovechar al máximo todas las oportunidades que tenemos, Efesios 5:15,16. La vida es corta, y necesitamos emplear sabiamente cada día, Salmo 90:12.

Podemos también «extraviamos» cuando nuestro amor por Cristo no es el mismo del principio. Puede que estemos activos sir­viendo al Señor, pero no estamos haciendo nuestra obra porque le amamos. Puede que estemos haciendo cosas para complacer a los demás o para que alguien nos felicite por el buen trabajo que estamos haciendo. Mucho de lo que hacemos carecerá de todo va­lor, a no ser que lo hagamos para agradar al Señor. Él quiere que le amemos sobre todas las cosas, Apocalipsis 2:2-5, Mateo 22:37.

           

Sabias advertencias para los incrédulos

En tiempos bíblicos había dos maneras diferentes en que los hombres empleaban una torre de vigilancia. 1) Edificaban torres para proteger sus huertos, ganados y rebaños de las fieras y de bandidos, 2 Crónicas 26:10. 2) Empleaban una torre de vigilancia para ayudar a proteger una ciudad del enemigo, 2 Reyes 9:17,18.

Solía situarse un vigilante en una torre, y su función era adver­tir a los habitantes de la ciudad cuando un enemigo llegara a atacar­los. A veces un guarda perezoso y dormilón no desempeñaba su trabajo y no advertía a la gente del peligro. Cuando esto sucedía, era considerado culpable de la muerte de la gente de aquella ciu­dad. Pero en otras ocasiones el guarda advertía diligentemente a los habitantes de la ciudad, y ellos no le hacían caso. En este caso, la gente era culpable de su propia muerte, Ezequiel 33:1-6.

[…] el apóstol Pablo fue también como un guarda para Dios. Dios primero tuvo que transformarle, para que dejara de ser enemigo, Hechos 9. Luego le dio la tarea de advertir a otros y de decirles cómo podrían reconciliarse con Dios, 2 Corin­tios 5:18,19, por medio del Señor Jesucristo, 2 Corintios 5:17...

Adela de Letkeman, Las asombrosas hormigas, Capítulo 17, extracto


LAS HIJAS DE ZELOFEHAD

 Por Santiago Saword

Zelofehad ... no tuvo hijos sino hijas ... Josué 17.3,4;  Danos heredad entre los hermanos de nuestro padre. Y Jehová respondió a Moisés, diciendo: Bien dicen las hijas de Zelofehad. Números 27.1 al 11 Esto es lo que ha mandado Jehová acerca de las hijas de Zelofehad, diciendo: Cásense como a ellas les plazca, pero en la familia de la tribu de su padre, Números 36.5 al 10.

 Tiempos revoltosos

            Llama mucho la atención que cada vez que las Escrituras mencionan a las cinco hijas de Zelofehad sus nombres están dados, indicando que Dios tomó contentamiento en ellas. Estas damas figuran primeramente en Números 26 y luego en el capítulo siguiente, donde leemos de cuatro casos trágicos de rebelión:

1. El grupo de Coré, 27.3. Esta rebelión contra la autoridad de Dios está mencionada de nuevo en Judas 11, donde se habla de la “contradicción” de Coré, dando a entender que éste habló mal y en contra de la palabra divina.

2. Zelofehad, 27.3, quien se rebeló contra la voluntad de Dios, rehusando entrar para poseer la tierra prometida. El murió “en su propio pecado”. Fue el de la incredulidad hacia Dios y temor del hombre. Todos los que no reciben al Señor Jesucristo como Salvador son culpables del mismo pecado, y ellos serán excluidos del cielo.

3. Moisés, 27.14, quien se rebeló contra el mandato de Dios. No le santificó. Moisés perdió su paciencia con el pueblo de Dios y habló inavisadamente. ¡Qué lástima! Estaba cerca de la tierra prometida, pero no le fue permitido entrar.

4. La congregación, en rencilla y rebelión contra la administración de Dios. El descontento de los principales, quienes habían deshonrado el nombre de Dios, trajo sobre ellos la ira divina.

Hermanas ejercitadas

Ante este trasfondo tan lúgubre aparecen las cinco huérfanas, quienes reclaman delante de Moisés la heredad que pertenecía a su padre. No se ve en ellas el espíritu de murmuración que hubo en la mayoría, o el desprecio que algunos tenían por la herencia. Ellas tenían desventajas. No tenían padres vivos, ni hermanos para representarlas en ley. Eran cinco, el número de la debilidad humana, pero vinculado con la omnipotencia divina. ¡Qué admirable fue la respuesta de Dios a la petición! “Bien dicen las hijas de Zelofehad; les darás la posesión de una heredad entre los hermanos de su padre a ellas”, 27.7.

Estamos en los postreros días cuando muchos están dejando su primer amor. El Señor está salvando a muchos jóvenes, pero más damas que varones, y por esto sentimos una responsabilidad especial para animar a la juventud cristiana. Algunos jóvenes empiezan bien y dan mucha esperanza, pero poco a poco pierden su apetito por la Palabra, como también por la oración privada y las reuniones del pueblo del Señor. Va menguando su ejercicio para repartir literatura evangélica, aun cuando la circulación de los folletos, o tratados, va en aumento.

El ejemplo de las cinco hijas es una inspiración para buscar primeramente las cosas de Dios y contar con la bendición suya. En 1 Pedro 1 leemos de la herencia incorruptible que está reservada en los cielos para nosotros. De una vez podemos apropiarnos de la comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu, además de la comunión con el pueblo suyo y el acceso al gran trono de la gracia. Nuestro Padre ha hecho amplia provisión para nosotros en la peregrinación terrenal.

Nombres instructivos

El significado de los nombres de estas cinco mujeres puede sernos útil.

Maala: enferma Muchos son los creyentes que han sufrido físicamente, pero triunfado espiritualmente. Entre los más destacados figura el apóstol Pablo: “De buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”, 2 Corintios 12.10. Srta. Fanny Crosby escribió ocho mil poemas, cánticos e himnos, y algunos de ellos cantamos a menudo (Tuyo soy, Señor; La débil cuerda cederá, etc). Cuando era niña un médico se equivocó en el tratamiento que le dio, y ella quedó ciega de por vida. Fue salva cuando joven, y su vida cristiana fue ejemplar.

Noa: descanso “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”, Mateo 11.29. Cuando nosotros, los creyentes, llevamos el yugo del Señor, encontramos un reposo que otro no nos puede proporcionar.

Hogla: perdiz Se trata de un ave muy perseguida. En 2 Timoteo 3.12 leemos que “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”, pero las tales personas gozarán de la comunión con su Señor, “a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos,”, Filipenses 3.10.

Milca: consejo Hay hermanas quienes por su piedad y experiencia son competentes para aconsejar a las jóvenes. “Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes ...” Tito 2.

Tirsa: agradable Es una virtud que se adquiere por vivir en íntima comunión con el Señor.


NUESTRO INCOMPARABLE SEÑOR (11)

 Por J.B. Watson

IX — Allí, pues, pusieron a Jesús

 Un componente esencial del fundamento histórico del evangelio apostólico se expresa en las palabras, “y que fue sepultado”, 1 Corintios 15.4. La realidad de la sepultura de Jesús yace cual valle profundo entre la de su muerte y su resurrección. Su sepultura demuestra que esa muerte fue real y es a su vez la necesaria condición previa a la resurrección corporal. Él murió de veras, y por tanto fue sepultado. Fue sepultado de veras, y por tanto su resurrección es real, literal y corporal.

            El sepulcro en el cual aquellas manos reverentes colocaron el cuerpo de Jesús era un sepulcro nuevo. De que fuese nuevo concuerda de un todo con el carácter de los acontecimientos que tuvieron lugar allí. Aquel cuyo cuerpo yació un tiempito en ese sepulcro nuevo había realizado una obra que es la base de una creación nueva.

            Dentro de ese sepulcro nuevo se realizaría un acto de poder divino que demostraría que Cristo era las primicias de una cosecha gloriosa. Una época nueva estaba por amanecer. El que se levantó del sepulcro dirá un día, desde el mismo trono de Dios, “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas”, Apocalipsis 21.5.

            Era, como dicen los evangelistas, un sepulcro labrado, Mateo 27.60. “Un sepulcro cavado en una peña”, es el lenguaje de Marcos 15.16. Este detalle es otro que lleva la marca divina de estar acorde con aquellos eventos tan significativos. Aquí se consumará una obra de veracidad incuestionable; de su firmeza dependerán los propósitos de Dios mismo, y de la inmovilidad suya dependerán también las almas de los elegidos.

            La misma construcción de este sepulcro fue ordenada de Dios: “labrada en la peña”. Este hecho imposibilita cualquier intento a sugerir que el milagro estupendo a suceder en él fuese algo menos que una resurrección realizada por manifestación del poderío del Omnipotente. Todos los reparos de la incredulidad han sido infructuosos como para astillar en la más mínima la peña de la veracidad de la resurrección corporal de Jesucristo.

            Proseguimos. Era un sepulcro virgen. “... en el cual no se había puesto a nadie”, Lucas 23.53; “no se había puesto ninguno”, Juan 19.41.

            He aquí otro dato esencial en la historia de Cristo. Él nació como ningún otro nació, vivió como ningún otro vivió, habló palabras que ningún otro habló, sufrió como ningún otro sufrió, y murió como ningún otro murió. En toda su carrera Él no tenía otro que le pareciera, y ahora de este sepulcro se resucitará como hombre alguno se ha resucitado. Muy acorde con todo esto fue la orden de Dios que su cuerpo reposara por unos días en un sepulcro donde otro jamás había sido puesto.

            Y, era un sepulcro acrecentante. Sabemos por Mateo 27 que José de Arimatea puso el cuerpo en el sepulcro que era suyo propio.

            Los José de las Escrituras eran hombres de virtud, y este obsequio oportuno le concedió a este José un puesto de honor en el grupo. Cuando el nombre José aparece por vez primera en las páginas de las Escrituras el Espíritu Santo anota cuidadosamente su sentido. Es “añadir”, según Génesis 30.24.

            Hasta el día en que Jesús resucitó de la tumba de José, la muerte había sido para la humanidad un terminal oscuro de pavor. A lo largo del Antiguo Testamento los hombres temían la muerte; “estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”. A Abraham, José, Ezequías, Daniel y algunos otros les fueron dados vislumbrar momentáneamente la vida más allá de la muerte, pero ahora del sepulcro de este José se añade a las certezas futuras de la bienaventuranza. De este sepulcro se sabrá indiscutiblemente que la muerte no escribe finis a la historia humana. El Cristo resucitado acrecienta las palabras sobre nuestro corazón: ¡Resurrección! ¡Vida!

            Era un sepulcro hortelano. “Había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo”, Juan 19.41. Era primavera y la tierra misma estaba repitiendo su parábola de la resurrección. Después de la muerte del invierno, las flores aparecen sobre la tierra.

Cuando nos acordamos que nuestro Señor fue sepultado en un huerto, no podemos sino reflexionar sobre el huerto del Edén. En la creación del hombre había un huerto en el escenario de la vida, pero por un acto de desobediencia el hombre lo convirtió en lugar de muerte. La transformación viene por un acto de obediencia: la muerte de la cruz.

            Cuando se nos presenta el paraíso al final de la Biblia no se alude al árbol de la ciencia del bien y del mal. Al contrario, se nos invita contemplar el árbol de la vida que está en medio del paraíso de Dios. No hay querubín que guarde el acceso, por cuanto se convida a todo cuanto haya lavado sus ropas en la sangre del Cordero. Del sepulcro en un huerto se abre camino al huerto de Dios.

            Este era un sepulcro fragante. “Un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras”, Juan 19.39. Esta abundancia fragante fue un regalo de parte de Nicodemo; nos contentamos al ver semejante evidencia de su fe. Pero por lo demás fue superfluo; aquel cuerpo precioso no requería especias para compensar los olores de la corrupción. “Aquel que Dios levantó, no vio corrupción”, Hechos 13.37.

            Nunca antes, nunca después ha habido cuerpo muerto que no haya sido invadido por el proceso de la corrupción. La muerte de Cristo fue un milagro. Él murió, aun cuando la muerte no tenía derecho alguno sobre él ni base para detenerle. “Era imposible que fuese retenido por ella”, Hechos 2.24. ¡Señor triunfante! Su lugar de reposo durante tres días fue tan incorrupto como lo fue todo otro trecho en su senda de gloria en gloria.

            Además, era un sepulcro sellado. “Fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia”, Mateo 27.66.

            Un sepulcro cavado de la peña, un cuerpo reposando en él, su pórtico cerrado por una gran piedra, sellado con el sello de la mayor potencia terrenal de la época como era el Imperio Romano. Con todo esto, no habría posibilidad de sustitución, intervención o exhumación ilícita. El sepulcro se encontraba tan seguro como la vigilancia humana podría lograr.

            Pero la mañana del primer día de la semana la guardia se encontró disperso, el sello roto, la piedra quitada, el sepulcro desocupado ¡y el cuerpo ausente!

            De manera que acompañamos a las mujeres y atisbamos un sepulcro vacío. “No está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron”, Marcos 16.6.

            Hacía falta por sólo un poco de tiempo el regalo de José de Arimatea. Las especias de Nicodemo también, y los lienzos envueltos. Es que en aquella mañana feliz la vista del interior de aquel sepulcro vacío fue motivo de asombro a los discípulos que amaban a su Señor, y pronto su perplejidad cedió lugar al gozo y adoración.

            Manos humanas habían desprendido un cuerpo de la cruz para llenar el sepulcro: “Habiendo cumplido todas las cosas que de él estaban escritas, quitándolo del madero, lo pusieron en el sepulcro”, Hechos 13.29. Pero fue Dios que vació el sepulcro; y, con el que lo había ocupado, llenó el trono en las alturas.

            El Cristo entronado es el garante vivo que la fe en él es válido para salvación, que resucitarán los que han muerto en él, que el evangelio es veraz, que sus predicadores son testigos fieles, que los creyentes son los más bienaventurados de todos los hombres y que la redención eterna ha sido provista para todo ser humano.

Preguntas y Respuestas

 

por Fred Wurst

1. ¿Cuál es la reunión más conspicua de la Asamblea cristiana, aquella en que se manifiesta la suprema expresión de la comunión cristiana?

àLa reunión para el partimiento del pan.

2. ¿Por qué los cristianos parten el pan?

àLos cristianos parten el pan porque el Salvador se lo pidió así (Lc 22:19, 20).

3. ¿En qué día de la semana y con cuánta frecuencia debe la Asamblea cristiana recordar al Señor en Su muerte?

àEl primer día de la semana (Hch 20:7).

4. Nombre algunas otras ocasiones en las cuales dos o más creyentes recuerdan, a veces, al Señor Jesucristo en Su muerte.

àCon un creyente enfermo o aislado, o donde dos o tres o más creyentes se encuentren lejos de la asamblea local en el Día del Señor. Deben cuidarse, sin embargo, de no hacer esto en independencia de la asamblea local con la cual están identificados (1 Co 11:26).

5. Cuando Pablo urgió a los creyentes corintios a huir de la idolatría, ¿qué trajo él ante su atención para demostrarles que ellos no podían continuar en comunión con el Señor, Quien es Santo, y al mismo tiempo seguir el mal?

àLa Mesa del Señor (1 Co 10:21).

6. ¿Qué lección importante estaba el apóstol Pablo enseñando a los corintios en 1 Co 10 y enseña a usted y a mí en el día de hoy?

àLa lección de que la comunión en la Cena del Señor demanda separación del mal.

7. ¿Qué significan «la copa de bendición que bendecimos» y «el pan que partimos», en la Mesa del Señor?

àLa comunión de los creyentes con la sangre de Cristo y con el Cuerpo de Cristo (1 Co 10:16).

8. Cuando el creyente participa del «un pan» en la Mesa del Señor, ¿qué reconoce él con respecto a los otros creyentes?

àSi ha sido bien instruido, él reconoce su unión con cada otro creyente, y confiesa que él y ellos forman juntamente un Cuerpo (1 Co 10:17).

9. ¿Con qué estaban identificados los que comían de los sacrificios, en Israel?

àLos que comían de los sacrificios en Israel, se identificaban con el altar judaico, y con todo lo que aquel altar representaba (1 Co 10:18).

10. ¿Con qué estaban identificados los gentiles que iban al templo de los ídolos y allí comían y bebían?

àLos gentiles que acudían a los templos de los ídolos y allí comían y bebían estaban identificados con la mesa de los demonios y con todo lo que aquella mesa representaba (1 Co 10:19, 20).

11. ¿Con qué estaban identificados los creyentes que participaban de la Cena del señor?

àLos creyentes que participaban de la Cena del señor estaban identificados con la Mesa del Señor y con todo lo que esa Mesa represen­taba. Tenían comunión con el Señor Jesús en Su muerte por ellos, y con cada otro creyente en el un Cuerpo, a menos que hubiera un impedimento escritural (1 Co 10:16, 17).

12. ¿Podía uno de los creyentes corintios concurrir al templo de los ídolos y allí participar de la mesa de los demonios y luego ir a la Mesa del Señor y participar de la Cena del Señor?

àNo podía. Hubiese sido rechazado en la Mesa del Señor (1 Co 10:21, 22).

13. ¿Qué demuestra esto con respecto a la comunión en la Mesa del Señor?

àDemuestra que aun cuando un creyente debe estar sentado a la Mesa del Señor para recordar a su Salvador en Su muerte, es posible que su conducta o sus asociaciones sean tales que impidan que él ocupe su sitio allí.

14. ¿Es la Asamblea responsable de juzgar a los creyentes?

àLa Asamblea es responsable de juzgar a los que están dentro (1 Co 5:12).

15. ¿Cuáles son tres condiciones primordiales de la comunión cristiana?

àUno debe haber nacido de nuevo (Jn 3:3), debe andar consistentemente, como conviene a un cristiano (1 P 1:15, 16), y debe guardar­se de mala asociación (1 Co 10:21; 2 Jn 10, 11).