domingo, 18 de septiembre de 2022

Las Dispensaciones

 En la historia de la Biblia hay ciertas divisiones claras que en términos generales están separadas la una de la otra, por un pacto de Dios que señala la relación de Dios con la humanidad, y la responsabilidad del hombre hacia El durante el período.


1. El Periodo de la Inocencia.

La historia no empieza con la creación del mundo sino con la creación de Adán y Eva. La obra de Dios, el Creador, era perfecta y nuestros primeros padres fueron hallados en un estado de inocencia y puestos en un ambiente perfecto en el huerto de Edén. Libres de los deseos de una naturaleza pecaminosa, del dolor, la enfermedad y la preocupación, estas almas privilegiadas bien hubieran vivido leales a su Creador, disfrutando una continua comunión con El y una felicidad sin fin que Él había hecho por ellos. Se les dio una completa libertad con una sola prohibición. De todo árbol en el huerto de Edén tenían derecho de comer menos de uno - el de la ciencia del bien y del mal (Gén. 2;17). Por tal minúsculo reglamento se puso a prueba su obediencia a Dios. Solamente un pensamiento soberbio y egoísta hubiera hallado en el mismo objeción alguna. Se les advirtió de la pena en caso de desobediencia al mandato de Dios, pero respondieron a la tentación y cayeron, Eva por la soberbia y Adán con intento deliberado. Aun en circunstancias ideales y condiciones tan buenas, el hombre se manifestó incapaz de retener su inocencia y de cumplir la voluntad de Dios. Por lo consiguiente el justo Creador tuvo que echarles de Su paraíso terrestre.

2.         La Dirección de la Conciencia.

Dios vistió a Adán v Eva de pieles de animales (una ilustración de que el abrigo y protección que ahora les brindaba era posible solamente por medio de un sacrificio o la muerte de otro), y sentenció, que con dolores y a duras penas llevaría a cabo su destino. Puso delante de ellos la esperanza de un Redentor futuro (Gén. 3:14-19). Sin ley o gobierno ninguno, el hombre tuvo que decidir entre lo bueno y lo malo, dirigido por su conciencia, No tenía tendencia innata que le dirigiera a   lo bueno, ni la capacidad para vencer el pecado y seguir la dirección   de su conciencia. El período antes del diluvio, como 1,650 años, es por lo consiguiente una historia de un gran fracaso. La tierra esteba llena de violencia y corrupción y el pecado reinaba sobre una raza culpable. La corrupción del hombre llegó a tal grado que era preciso que Dios   barriera toda la humanidad menos Noé y su familia, con el juicio del diluvio — Génesis 7.

3.         El Gobierno Humano.

En el mundo después del diluvio, el Todopoderoso introdujo un nuevo principio, dando a los hombres la autoridad y responsabilidad de gobernarse. El malhechor tenía que ser castigado por sus delincuencias hacia sus semejantes. Por ejemplo, el asesino tenía que pagar con su vida propia la vida que él había tomado, y sus semejantes tenían que ejecutar la sentencia. La vida de cada individuo era la responsabilidad de los que le rodeaban (Gén. 9:5, 6). A pesar de todo esto, Noé fue el primero en revelarse incapaz de controlarse a si mismo, mucho menos a sus vecinos, V sus descendientes tampoco pudieron controlar el pecado La raza se puso unánime en contra de Dios, edificando para si la torre de Babel V su rebelión sólo fue impedida por la intervención divina en la confusión de las lenguas. Bajo el gobierno humano, que todavía existe el hombre fue un fracaso.

4.         La Época de las Promesas.

Después de ese fracaso, Dios en Su sabiduría escogió la familia de Abraham, con el propósito de crear una nueva nación compaginada por el principio de la fe. Por lo consiguiente, apartó a Abraham y sus descendientes de los demás pueblos de la tierra para hacer de ellos una nación grande, por la cual todas las demás serian bendecidas (Gén. 12: 1-3). El pacto que hizo con Abraham era sin condiciones y su cumplimiento dependía, no de los hombres, sino de la fidelidad de Dios. De manera que Sus promesas tendrán un día de fructificarse. Esta época, durante la cual Dios dio el pacto, fue otro período de prueba, y con el mismo resultado. Por no ejercitar completa fe y confianza en Dios, los descendientes de Abraham se encontraron en una miserable servidumbre en Egipto V aun cuando Dios en Su misericordia les salvó, ellos dejaron las promesas por el yugo de la ley (Exo. 19:8). Después de disfrutar la divina gracia, menospreciaron la bondad de Dios y aceptaron en su lugar la legalidad de Sinaí. Esta dispensación llegó a su fin por la misma acción de Israel y por el mero hecho de aceptar la ley, ellos claramente testificaron a su propio fracaso.

5.         La Edad de la Ley.

Dada la ley empezó una nueva era y hasta la primera venida del Señor Jesucristo, Israel fue medido por esta regla que habían aceptado. No cabía duda de las demandas de Jehová. Se dieron reglamentos divinos para cada detalle de la vida nacional e individual. Sacrificios, ofrendas, fiestas, el sacerdocio, conducta social, cuestiones sanitarias, etc. todo tenía que ajustarse a reglas divinas. Sin embargo, [a historia de la nación bajo el profeta, sacerdote y rey demostraba el fracaso del pueblo, en su obediencia a Dios. Esteban les acusó que "recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis" (Hechos 7:53). Ellos multiplicaron su transgresión, porque rechazaron a Dios como su Rey invisible, y demandaron un Rey visible como las otras naciones. Cuando les dio su deseo, dividieron el reino y los dos reinos que resultaron llegaron a ser completamente viles, y Dios tuvo que castigarles, enviándoles cautivos de su tierra. Aun cuando un residuo volvió cambiaron ellos la espiritualidad por el formalismo, y la sinceridad por la indiferencia; la observancia de la ley se hacía por la letra y no por el espíritu. Al fin, cuando vino el verdadero Mesías, le rechazaron, y dieron plena prueba de su iniquidad en el Calvario. Entonces Dios les echó de su tierra y les rechazó como Su pueblo.

6.         El Día de la Gracia.

Después de la muerte del Señor Jesucristo, Dios puso a un lado a la nación de Israel, y en las palabras del Concilio de Jerusalén, "[Dios visitó. a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre" (Hechos 15:14). En esta época los individuos son regenerados por el Espíritu Santo y unidos al Cristo viviente. Tienen una ciudadanía celestial y toda su esperanza es celestial y no terrenal. Esta época es una de gracia (Tito 3:4, 5), y la prueba es aceptar o rechazar a Cristo El fin predicho de esta edad es la apostasía de la iglesia. El mundo en su mayoría trata de la gracia de Dios con indiferencia u oposición fanática, 'y relativamente pocos aceptan la oferta de misericordia y salvación en Cristo. La así-llamada iglesia le es infiel, y Juan describe su estado final como "La madre de las fornicaciones" (Apoc. 17). Aun en el dia de abundante gracia el fracaso del hombre será completamente demostrado la edad concluirá con el arrebatamiento de la iglesia verdadera (1 -res. 4: 15-17).

7.         El Reino de Justicia.

La profecía aclara que antes de la séptima dispensación, la tierra tendrá que pasar por un período de terrible tribulación. El mundo que rechazó a Cristo, dará homenaje al Anticristo, y la nación que rehusó el verdadero Mesías será sujeta al dominio de un rey inspirado por el diablo. En el tiempo determinado, sin embargo, el Señor Jesucristo volverá a la tierra para establecer Su prometido reino (Daniel 2:44) y entrará en un nuevo pacto con Su pueblo (Jer. 31: 31-34). Satanás será echado en el abismo y por mil años Cristo reinará sobre la tierra con justicia y equidad. Israel será puesto por cabeza de las naciones. La gimiente creación será librada de su esclavitud La opresión y el sufrimiento serán quitados. La larga vida será universal. El hombre será probado en las condiciones más favorables, solamente para demostrar su completa depravidad, porque esta dispensación terminará con una revuelta universal después que Satanás sea librado de su prisión (Apoc. 20: 7-9). Igual que en cada dispensación, el fracaso del hombre será seguido por el juicio de Dios, y fuego del cielo consumirá a los rebeldes.

8.         El Tribunal Final.

No importa cual haya sido la dispensación y método divino de prueba, el hombre ha demostrado irremediablemente que es un pecador. Nunca puede alcanzar los requisitos divinos, y sin la gracia de Dios no puede esperar más que la ruina. Solamente por la gracia es salvado de las cadenas de su propio pecado y traído a comunión con Dios. Para el hombre no regenerado no hay esperanza alguna. Pedro predice la disolución del cielo y la tierra (2 Pedro 3:10-12). Juan describe un gran trono blanco, colocado en el espacio, ante el cual serán llamados los muertos para ser juzgados de las cosas que están escritas en los libros, y quien no esté escrito en el libro de la vida será echado en el lago de fuego (Apoc. 20:11-15). En este tribunal final el pecador mismo será convencido de su pecado y será echado para siempre de la presencia de Dios.

9.         El Estado Eterno.

Luego viene el fin, cuando Cristo entregará el reino a Dios y al Padre, cuando habrá quitado todo imperio, y toda potencia y potestad (1 Co. 15:24). Algunos piensan por esta y otras citas Bíblicas que, antes de entregar toda autoridad al Padre, otra época sigue al milenio, en la cual las profecías del Antiguo Testamento se cumplirán y la felicidad perdurable será la suerte de los súbditos del Rey. Cuando se desvanecen las dispensaciones, no obstante, tendrán que haber nuevos cielos y nueva tierra, en lugar de aquellos destruidos por fuego. La presencia de Dios será conocida entre los hombres, la gloria divina será descubierta a Sus criaturas. Un trono eterno será visible a los ojos mortales (Apoc. 21:22). Los detalles del futuro no están revelados y serían fuera del alcance de la comprensión del hombre. Claro es que Aquel que ve el fin desde el principio ha estado dirigiendo Su programa hacia aquel fin y que Su mano ha sido manifiesta a través de toda la historia de la raza humana Cuando se desvanezcan las dispensaciones - ¡El permanecerá!

Caleb: el hombre que cumplió siguiendo a Jehová


 Lectura: Núm.  13:17-33; 14:6-10,30-38; Josué 14:5-15.

Texto Áureo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”  (Filip. 4:13.)

 


Enseñanza principal

La manera en que un príncipe de la tribu de Judá fue designado, junto con otros once, para informar al pueblo de Israel de lo que habían visto en Canaán.  Dominados por la incredulidad y el temor humano, diez exploradores informaron mal, y el pueblo creyó más a su testimonio que al de Josué y Caleb, quienes alentaban al pueblo a subir y poseer lo que Dios había prometido.  Como resultado, Dios castigó a los culpables, y el pueblo deambuló por el desierto cuarenta años, durante los cuales Caleb compartió la peregrinación, hasta el día que entró en la posesión del premio a su fe.  Viene al caso la exhortación de Hebreos 6:12: “que no os hagáis perezosos, más imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia, heredan las promesas”:

 

1) Un buen ejemplo: “imitadores”.

2) La fe salvadora: “por la fe”.

3) La herencia espiritual: “heredan las promesas”.

 

Indicaciones

Para las clases mayores la lección ofrece tópicos del mayor interés, de los cuales sugerimos los siguientes: En cuanto a los doce exploradores:

 

1) Su posición: “príncipes” (Núm. 13:3).

2) Su deber: “observar”, “traer fruto” (Cp. 13:19-25).

3) El tiempo empleado: “Cuarenta días” (Cp. 13:25).

4) El cumplimiento de su cometido: “y diéronles la respuesta”, “y les mostraron el fruto” (Cp. 13:26).

5) Diferencias entre los exploradores: “Entonces Caleb... más los varones que subieron con él” (Cp. 13:30-32).

6) La intervención y fallo divino: “no verán la tierra... empero mi siervo Caleb...” (Cp.14:23-24).

7) El cumplimiento de la promesa: (Cp. 14:37-38; Josué 14:6-14).

 

Para las clases menores son interesantes los siguientes puntos:

1) Un número sugestivo (40), para traer a la luz el bien o el mal.

2) Una descripción gráfica de Canaán, según Núm. 14:24-30 (tierra, frutos, habitantes, véase el Diccionario Bíblico).

 

Pueden también, en carácter general, destacarse:  El peligro de la incredulidad y el galardón de la fe.

 

Notas sobre la lección

1)   “Y volvieron de reconocer la tierra al cabo de cuarenta días”: (Núm. 13:25)

El número 40 es símbolo de un tiempo de prueba; véanse los siguientes ejemplos:

 

40 días:

1.    Duró el diluvio: Gén. 7:17.

2.    Ayunó Moisés en el monte: Éxodo 24:18; 34:28.

3.    Oró Moisés por Israel: Deut. 9:25.

4.    Duró el desafío de Goliat: 1 Samuel 17:16.

5.    Comunicó fortaleza la comida de Elías: 1 Reyes 19:8.

6.    De oportunidad para Nínive: Jonás 3:4.

7.    Duró la tentación del Señor: Luc. 4:2.

8.    Apareció el Señor después de resucitar: Hech. 1:3.

 

Fue durante ese mismo período de tiempo que los exploradores contemplaron la tierra prometida, fueron testigos oculares de la belleza del paisaje, respiraron el perfume de sus vegas, orillaron sus abismos, anduvieron por sus caminos, bebieron de sus fuentes, descansaron en la sombra frondosa, gustaron los deliciosos frutos.

2)   “Entonces Caleb...  más los varones que subieron con él...”  (Cp. 13:31,32).

Al regreso se puso de manifiesto la diferencia entre los espías de la tierra, que no es otra cosa que la diferencia entre la FE y la INCREDULIDAD.  Sus características, tan definidas en aquel entonces, son siempre de actualidad.  Caleb contempló Canaán con el ojo de la fe, se guió por la mente divina y se apoyó en el brazo invisible, y aquella fe le comunicó una audacia santa.  Los otros exploradores miraron las cosas desde el punto de vista natural, guiados por una mente carnal y sólo confiando en un brazo de carne (Jer. 17: 5-8).  La incredulidad del pueblo (Deut. 1:19-22).  El Espíritu Santo explica sus funestos resultados siglos después: Heb. 3:19; 4:2, dureza de corazón, incredulidad, desobediencia.  Los que no confían en la veracidad de la palabra de Dios para su bien, recibirán en el castigo de su extravío, el cumplimiento de su palabra inmutable.

3)   “Y vituperaron...  la tierra que habían reconocido”; “la tierra por donde pasamos, para reconocerla, es tierra en gran manera buena.  Si Jehová se agradare de nosotros, él nos meterá en esta tierra”.  (Núm. 13:32; 14:7-8.)

Se advierte que el informe de los incrédulos que se mencionan sólo las dificultades, y ni una vez el nombre de Dios.  Caleb, no sólo lo menciona al ponderar la tierra, sino que se apoya en Él.  La fe comienza por Dios; la incredulidad por las dificultades.  La fe coloca a Dios en su lugar y por encima de las dificultades.  Así fue en el caso de Eliseo; mientras los ojos del profeta veían a su alrededor, cual círculo invicto, los ejércitos celestiales, su criado sólo advertía más allá los ejércitos humanos en su contra.  Dios honra la fe comunicada al alma y depositada en Él.  La porción de unos y otros fue conforme a su deseo: “Conforme a vuestra fe os sea hecho.” (Mat. 9:29).  El pueblo dijo: “¡Ojalá muriéramos en este desierto!”  (Núm. 14:2), y murieron en el desierto.  Josué y Caleb habían dicho: “Jehová nos introducirá en ella” (Núm. 14:8), y Dios les introdujo: “Tened fe en Dios.”  (Mar. 11:22).  Hay también diferencias en el lenguaje de los exploradores.  El lenguaje de la fe dice: “ni temáis al pueblo de aquella tierra, porque nuestro pan es” (Núm. 14:9).  El lenguaje de la incredulidad dice: “vimos allí gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; así les parecíamos a ellos” (Núm. 13:33).  La incredulidad hizo temblar al pueblo, mientras que, si hubieran tenido fe, ésta había hecho temblar a sus enemigos.  La fe sólo mira a Canaán; la incredulidad sólo mira, como alternativa, la muerte en el desierto o el retorno a Egipto.  Al comienzo del viaje en el desierto habían exclamado: “hagamos dioses que vayan delante de nosotros” (Éxodo 32:1), al finalizarlo, y ya a las puertas de Canaán, expresaron idéntico deseo: “hagamos un capitán y volvámonos a Egipto” (Núm. 14:4).  La fe considera a Dios más alto que los gigantes, más grande que la ciudades y más fuerte que sus murallas (Núm. 13:29-34; Josué 14:12).

4)   “Dame, pues, ahora este monte.”  (Josué 14:12)

Caleb hace aquí su petición; tenía a la sazón 85 años y estaba en posesión de pleno vigor.  Durante 40 años había compartido las peregrinaciones y disciplina de aquellos que no compartieron su fe; la fe es llamada a soportar con paciencia y es sostenida por la gracia.  Durante cinco años había tomado parte en el conflicto resultante de su llegada a la tierra, y en todo ese tiempo nunca dudó del resultado y ocupó una posición relativamente oscura y quieta en apariencia entre su pueblo, mientras que su amigo Josué había sido llamado a guiar al pueblo.  Caleb se presentó, pues cuando había aún mucho que hacer, y pidió posesión de la tierra que hollara su pie.  En aquel monte habían morado los Anaceos y existido grandes ciudades.  Todavía estaban allí, y él demandó el privilegio de demostrar su fe por sus obras.  El reconocimiento de Josué hacia su amigo y su derecho a esta elección, fue pronto y generoso; le concedió lo que pedía y le bendijo.  De esta manera Caleb poseyó Hebrón, cuyo nombre significa “comunión”, y es una figura ilustrativa de cómo el creyente fiel posee como su mayor riqueza lo que es secreto de riquezas y fuente de gozo.  Comunión con Dios en todo el vasto sentido de la palabra.  La historia de Caleb contiene tres puntos que ilustran la fe:

1.    La fe, ve y se arriesga, se muestra atrevida en el día de abrumadora dificultad.

2.    La fe, espera pacientemente a través de las demoras originadas en el fracaso de otros.

3.    La fe, actúa con valor en el día de la oportunidad.

Por otra parte, la fe de la creyente manifestada en su fidelidad al Señor, no es otra cosa que la fidelidad del Señor para con él.  Caleb no hace ostentación, aquel día, de su fidelidad, sino que resalta tres cosas de su experiencia victoriosa:

a.    La Fidelidad divina hacia su persona: “Jehová me ha hecho vivir, como él dijo, estos cuarenta y cinco años” (Josué 14:10), viva aplicación de 1 Ped. 1:5.

b.    La bondad divina: “aún hoy estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió”.  Otro renombrado siervo de Dios dijo: “el gozo del Señor es vuestra fortaleza” (Neh. 8:10; ver Isa. 40:31)

c.    El poder divino: El secreto de la victoria reside en que el Señor manifiesta su presencia con nosotros: “quizá Jehová será conmigo y los echaré como Jehová ha dicho” (Josué 14:12).  “En Dios haremos proezas; y él hollará nuestros enemigos.”  (Salmos 60:12; 18:32-34.) “Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe.” (1 Juan 5:4). “Confiad, yo he vencido al mundo.”  (Juan 16:33).  “Mas a Dios gracia, que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo.”

(1 Cor. 15:57).

Aplicación

Enseñemos que la fidelidad de corazón a la palabra de Dios, manifestada por la obediencia al Señor y ratificada por una vida consagrada y rendida a la voluntad divina, es lo que mejor capacita para el servicio de Dios (2 Tim. 2:2; 1 Tim. 1:12).

Recordemos a los alumnos que la fe, como la fidelidad, no consiste en palabras, promesas o proyectos, ni se vale de exteriorizaciones espectaculares.  Ambas se prueban a lo largo de los años y llegan al final de la jornada con el peso consistente de la aprobación divina.  Ejemplos: Caleb, 2 Tim. 1:5, 2 Tim. 4:7.

Establezcamos que la fidelidad brilla y se manifiesta en los tiempos de prueba y dificultad con un lustre y valor más preciosa que el oro (1Ped. 1:7).

 

Ilustración

Cuenta una antigua leyenda que un hombre edificó en la pendiente de una montaña su casita.  Lo hizo tras grandes penurias y vivió un tiempo allí, modestamente, del fruto de su trabajo.  Un día sobrevino una furiosa tormenta mientras que él estaba trabajando en el campo.  Descendió por la cuesta de la montaña tan furioso alud de piedras y agua que en pocos instantes el torrente arrasó la frágil morada.  Cuando él llegó quedó abismado en su dolor, estaba más pobre que nunca, y sin techo ni abrigo se sentó en el lugar donde había estado levantada su cabaña y hundió la cabeza entre las manos.  La tormenta se alejaba, las nubes comenzaron a disiparse, se clarificó la atmósfera y brilló el sol.  Al sentir sus rayos levantó la cabeza el pobre desamparado, y abrió los ojos asombrados; algo brillaba a sus pies.  La prueba terrible que parecía haber traído su desgracia, al arrasar los cimientos de la choza, había dejado al descubierto allí, a su alcance, como su posesión, un filón de oro.

Saquemos nosotros también la vista de las dificultades y pruebas, y veremos que, en medio de las nubes, el rayo del Sol de Justicia nos mostrará muchas y ricas bendiciones.

F.V.V

Revista el Mentor

AUTORIDAD Y PODER

 

1.          Si hubo un momento en la historia de la iglesia profesante en que fue más necesario que nunca tener autoridad divina para la senda cristiana, y poder divino para andar en ella, ese momento es precisamente el presente.

2.          Son tantas las opiniones antagónicas, las voces discordantes, las escuelas opuestas, las partes contenciosas, que, por todos lados, corremos peligro de perder nuestro equilibrio y de ser arrastrados quién sabe adónde. Vemos a los mejores de los hombres poniéndose en lados opuestos del mismo asunto; hombres que, hasta donde llega nuestra apreciación, parecen tener un ojo

3.          sencillo para la gloria de Cristo, y tomar la Palabra de Dios como su sola autoridad en todas las cosas.

4.          ¿Qué, pues, ha de hacer un alma sencilla? ¿Qué actitud ha de tomar uno frente a toda esta situación? ¿No habrá un puerto tranquilo y seguro donde poder anclar nuestra pequeña embarcación, lejos de las feroces olas del agitado y tempestuoso océano de las opiniones humanas? Sí, bendito sea Dios, lo hay. Y el lector puede experimentar en este mismo momento la profunda bendición de echar el ancla allí. Es el dulce privilegio del más simple hijo de Dios, del más sencillo niño de Cristo, tener autoridad divina para su senda y poder divino para avanzar por ella —autoridad para su posición, y poder para ocuparla—, autoridad para su servicio, y poder para llevarlo a cabo.

5.          ¿En qué consiste? ¿Dónde está? La autoridad se encuentra en la palabra divina; el poder, en la presencia divina. Así pues —bendito sea Dios—, todo hijo de Dios puede saber esto; es más, debiera saberlo, para la firmeza de su camino y el gozo de su corazón.

6.          Al contemplar la condición actual de los cristianos profesantes en general, uno se ve sorprendido con este tan lamentable hecho, a saber, que tan pero tan pocos están preparados para encarar las Escrituras en todos los puntos y en todo asunto personal, doméstico, comercial y eclesiástico. Una vez que la cuestión de la salvación del alma ha sido resuelta —y ¡ay, cuán raramente está verdaderamente resuelta! — entonces, la gente en

7.          realidad se considera en libertad de desprenderse del sagrado dominio de las Escrituras, y de arrojarse sobre las perdidas aguas turbulentas de la opinión y la voluntad humanas, donde cada cual puede pensar, elegir y actuar por sí mismo.

8.          Ahora bien, nada es más cierto que esto: que cuando se trata simplemente de una cuestión de opinión humana, de la voluntad del ser humano, o del juicio del hombre, no hay una sombra de autoridad, ni una partícula de poder. Ninguna opinión humana tiene alguna autoridad sobre la conciencia; ni tampoco puede comunicar ningún poder al alma. Puede aceptarse en la medida de su propio valor, pero no tiene autoridad ni poder para mí. Debo tener la Palabra de Dios y la presencia de Dios, de lo contrario, no puedo dar un solo paso. Si algo, no importa qué, viene a interponerse entre mi conciencia y la Palabra de Dios, no sé dónde estoy, no sé qué hacer ni hacia a donde dirigirme. Y si alguna cosa, no importa qué, viene a interponerse entre mi corazón y la presencia de Dios, quedo absolutamente desprovisto de poder. La Palabra de mi Señor es mi único directorio; Su morada en mí y conmigo, mi único poder. “Mira que te mando... tu Dios estará contigo.”

9.          Pero puede que el lector se sienta dispuesto a preguntar: «¿Es realmente cierto que la Palabra de Dios contiene amplia guía para todos los detalles de la vida? ¿Me dice, por ejemplo, adónde debo ir el día del Señor; y qué he de

10.      hacer desde el lunes por la mañana hasta el sábado por la noche? ¿Me dirige en mi senda personal, en mis relaciones domésticas, en mi posición comercial, en mis asociaciones y opiniones religiosas?»

11.                                Muy ciertamente que sí. La Palabra de Dios nos prepara o equipa enteramente para toda buena obra (2.a Timoteo 3:17), y ninguna obra para la cual ella no nos prepare, puede ser buena, sino mala. Por lo tanto, si usted no puede encontrar autoridad para el lugar adónde va el día del Señor            —no                     importa dónde sea— debe,

12.      inmediatamente, dejar de ir. Y si no puede encontrar autoridad para lo que hace el lunes, usted debe, inmediatamente, dejar de hacerlo. “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros” (1. ° Samuel 15:22). Confrontemos honestamente la Escritura. Inclinémonos bajo su santa autoridad en todas las cosas. Sometámonos humilde y reverentemente a su dirección celestial. Renunciemos a todo hábito, a toda práctica, a toda asociación —de la naturaleza que fuere, o aprobada por quien fuere— para los cuales no tenemos la autoridad directa de la Palabra de Dios, y en las cuales no podemos gozar del sentido de Su presencia, de la vida de Su apreciativo talante.

13.      Éste es un punto de la más seria importancia. Sería de hecho imposible que el lenguaje humano expresase con la debida fuerza o en los términos adecuados, la inmensa

14.      importancia de la absoluta y completa sumisión a la autoridad de la Escritura en todas las cosas —sí, y lo decimos con énfasis— en todas las cosas.

15.      Una de nuestras mayores dificultades prácticas al tratar con las almas, surge del hecho de que ellas no parecen tener ninguna idea de someterse en todas las cosas a la Escritura. No quieren confrontarse con la Palabra de Dios, ni consentir en ser enseñados exclusivamente por sus sagradas páginas. Credos y confesiones; formulaciones religiosas; mandamientos, doctrinas y tradiciones de los hombres: estas cosas sí serán oídas y se someterán a ellas. A nuestra propia voluntad, a nuestro propio juicio, a nuestras propias opiniones de las cosas, les serán permitidos amplio lugar. La conveniencia, la posición, la reputación, la influencia personal; el utilitarismo; la opinión de los amigos; los pensamientos y el ejemplo de buenos y grandes hombres; el miedo de lastimar o de causar ofensa a aquellos a quienes amamos y estimamos y con quienes pudimos haber estado asociados por largo tiempo en nuestra vida y servicio religiosos; el temor de que piensen que seamos presuntuosos; querer evitar a toda costa la apariencia de juzgar o de condenar a muchos a cuyos pies nos sentaríamos de buena voluntad: todas estas cosas actúan y ejercen una muy perniciosa influencia en el alma, e impiden la plena entrega de nosotros mismos a la suprema autoridad de la Palabra de Dios.

16.      ¡Quiera el Señor en su gracia avivar nuestros corazones en relación con este solemne tema! ¡Quiera Él conducirnos, por su Santo Espíritu, a ver el verdadero lugar, valor y poder de su Palabra! ¡Que esa Palabra se establezca en nuestras almas como la única regla plenamente suficiente, de modo que todo —no importa qué— lo que no se halle basado en su autoridad, sea absolutamente rechazado sin la menor vacilación! Entonces podemos esperar hacer progresos. Entonces nuestra senda será como “la senda de los justos, como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Proverbios 4:18). ¡Nunca estemos satisfechos, en relación con todos nuestros hábitos, con todos nuestros caminos, con todas nuestras asociaciones, con nuestra posición religiosa y con nuestro servicio, con todo lo que hacemos y con todo lo que no hacemos; con el lugar adonde vamos y adonde no vamos, hasta que podamos verdaderamente decir que tenemos la aprobación de la Palabra de Dios y la luz de Su presencia! Aquí, y solamente aquí, yace el profundo y precioso secreto de LA AUTORIDAD Y EL PODER.

C. H. Mackintosh

Si es que pierdo mi salvación…

 

  • ¿Por qué la vida eterna no es eterna en el caso mío? Juan 3.36
  • ¿Dónde señala el Nuevo Testamento que alguna acción de parte del creyente hoy en día tiene un efecto negativo sobre los beneficios del plan de salvación para el pecador?
  • ¿Dónde hace la Biblia declaraciones claras e inequívocas acerca del peligro de perder la salvación personal?
  • Por cuanto fui escogido en Cristo desde antes de la fundación del mundo, Efesios 1.4, ¿dónde definen las Escrituras las acciones que anularán aquella decisión divina?
  • Por cuanto fui salvo en primera instancia sin mérito alguno de parte mía, Efesios 2.8,9, ¿dónde se establece que me condenan mis desméritos?
  • ¿Dónde dice la Palabra de Dios que algunos de los pecados míos socavan la gracia de Dios?
  • Por cuanto la salvación tuvo lugar en un punto de tiempo, ¿la Biblia enseña que la pérdida ocurre también en un momento específico?
  • ¿Dónde me avisan las Escrituras que se anulará mi salvación?
  • He pasado de muerte a vida. ¿Cómo describe la Palabra de Dios mi nueva condenación? Juan 5.24
  • ¿Dónde se me participa que he perdido mi relación de un hijo de Dios?
  • ¿De qué manera señalan que se ha perdido el nuevo nacimiento? Juan 3.7
  • ¿Dónde declaran las Escrituras que pierdo mi membresía en el Cuerpo de Cristo? Mateo 16.18
  • ¿Qué porción de la Biblia hace saber que he sido devuelto al reino de Satanás para compartir su suerte? Colosenses 1.18
  • ¿Cuál pasaje dice que el Espíritu Santo ha sido motivado a dejarme? Juan 14.16,17, Efesios 1.13,14
  • ¿Puedo ser salvo de nuevo? ¿” Todo aquel” es aplicable todavía en el caso mío, o perdí esa opción una vez por todas?
  • Si mis pecados fueron perdonados cuando inicialmente confié en Cristo, 1 Juan 2.12, y mis pecados son perdonados sobre la marcha por el proceso de la confesión, 1 Juan 1.7, ¿se los restituyen en mi contra cuando caigo, o es que se me condena por solamente aquellos que cometo a partir de mi caída? ¿Qué dicen las Escrituras al respecto?
  • ¿Cómo saben los ancianos de mi congregación cuándo debo ser apartado de la comunión por haber dejado de ser salvo? ¿Qué porciones de las Escrituras les guían en este sentido?

¿Qué es el Evangelio?

 


3 ¾ El hombre


Hechura de Dios

Dios creó todas las cosas, Efesios 3.9, y la creación del ser humano se destaca como su obra maestra. En la creación Él manifestó que iba a hacer el hombre a su imagen. Que esto no puede referirse a su imagen física se ve por el hecho de que Dios es Espíritu, como ya aprendimos. Sabemos más bien que somos hechos en la imagen de Dios en cuanto a nuestra personalidad, siendo dotados de cualidades racionales y morales que nos distinguen de todos los animales. No hay duda de que el cuerpo humano en algunas cosas físicas es parecido al de algunos animales. Sin embargo, es evidente que no procedemos de bestia, porque Dios nos ha dado un gran don que negó a todo otro. Es la facultad de conocerle a Él.

Constitución tripartita

La Biblia enseña que el hombre y la mujer están formados por tres partes: espíritu, alma y cuerpo. Véase 1 Tesalonicenses 5.23.

Por el espíritu el hombre tiene contacto con Dios. “¿Quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así también nadie conoce las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios”, 1 Corintios 2.11. Es la iluminación divina en todo ser humano, como dice en el Antiguo Testamento: “Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón”, Proverbios 20.27. La virgen María dijo: “Mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”, Lucas 1.47. Esto prueba que el espíritu no es meramente la respiración del cuerpo.

Por el alma, que es el asiento principal de la personalidad, el hombre es consciente de sí mismo y de los demás. El alma no muere con el cuerpo; Jesús dijo: “No temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”, Mateo 10.28. En la muerte el alma sale del cuerpo y continúa su existencia eterna.

El cuerpo es la parte terrenal y mortal del hombre. Pedro habla de abandonar el cuerpo, 2 Pedro 1.14, y Pablo dice que si su morada terrestre —su cuerpo— se deshace, él tiene de Dios una casa en los cielos, 2 Corintios 5.1. 

Es evidente pues que la existencia del ser humano no se limita a esta tierra; él o ella ha de existir para siempre. No se acaba todo con la muerte. La muerte del cuerpo traslada el alma de su estado en el cuerpo a un lugar más allá, y veremos que puede ser un lugar de felicidad o de tristeza eterna.

Libre albedrío

Dios ha dado al hombre libertad para obrar según su propia voluntad. Esto se llama libre albedrío. Él dio este poder a los ángeles también, los cuales fueron creados para el servicio de Dios. Algunos desobede­cieron. El gran ángel Lucero, llamado ahora el Diablo o Satanás, se opuso a la voluntad de Dios y fue arrojado del cielo y otros ángeles con él.

Satanás está en el mundo; no está en el infierno como muchos se imaginan. 2 Corintios 4.4 nos da una idea de su poder sobre el hombre: “El dios de este siglo [mundo] cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio”. Él no quiere que obedezcamos la voluntad de Dios, sino ganar para sí la voluntad humana.

El ser humano fue hecho libre, pero perdió su libertad porque doblegó su voluntad para obedecer al pecado. Él:

     se entregó a la idolatría y su corazón fue entenebrecido;

     se entregó a la inmoralidad y su cuerpo fue contaminado;

     se rebajó de sus nobles pensamientos hasta las prácticas bajas e indecorosas,
 y su mente fue embrutecida; Romanos 1.21 al 28.

El Diablo, el mundo y la carne se aprovechan de todo esto para cautivar al hombre y ejercer en él su despotismo.

Sin embargo, su destino depende de su propia elección. Dios no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento, 2 Pedro 3.9. No existe ningún desgraciado que esté predestinado a la desobediencia y al juicio contra su propia voluntad. Todo hombre y mujer puede escoger obedecer a Dios y recibir la vida eterna que Él da. “El que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”, Apocalipsis 22.17.

Responsabilidad

Esta libertad de cada persona le hace responsable por su alma. Por cuanto Dios nos hizo libres, tendremos que presentarnos ante Él y dar cuenta. “Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí”, Romanos 14.11,12.

Hay las dos influencias contra la voluntad nuestra: la influencia para bien de parte de Dios, y la influencia para mal de parte del Diablo. Cristo tiene poder para guardar el que le busque. Dijo: “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”, Juan 8.36. Usted es responsable de escoger a quién servirá.

Preguntas y Respuestas

 


1.    ¿A quién ha encomendado Dios el gobierno de Su Casa al presente?

àDios ha encomendado el gobierno de Su Casa a Su pueblo. Los ancianos tienen esta responsabilidad, primordialmente, pero cada cual en la Asamblea tiene la responsabilidad de ver que la Palabra de Dios sea obedecida.

Nota: Había ancianos en la asamblea de Éfeso a los que Pablo mandó a llamar en una ocasión para hablar con ellos (Hch 20:17). La asamblea en Corinto tenía muchos hermanos dotados con dones (1 Co 1:5-7), mas no se hace mención de «ancianos» en aquella asamblea. Sin embargo, Pablo se dirigió en su carta a toda la asamblea (1 Co 1:2), y demandó que quitaran a ese perverso de entre ellos (1 Co 5:13).

2.    ¿Cómo se denomina el cuidado que se ejerce en el gobierno de la Casa de Dios?

àSe llama disciplina.

3.    ¿Es igual toda disciplina?

àNo. Existen grados de disciplina.

4.    ¿Dónde en la Biblia buscaría usted instrucción respecto de la ofensa personal?

àEn Mt 18:15-18 (léanse los versículos).

5.    Antes de actuar conforme a Mt 18:15-18, ¿qué escritura es bueno considerar con oración?

àAntes de actuar de conformidad con Mt 18:15-18, sería bueno considerar, con oración, 1 P 4:8, porque el amor «cubrirá multitud de pecados».

6.    ¿Dónde se nos dice qué debemos hacer en el caso de alguno que haya sido tomado en alguna falta?

àCuando alguno fuere tomado en alguna falta, en Gá 6:1 se nos dice lo que hemos de hacer.

7.    ¿Dónde encontramos instrucciones con respecto a los indisciplinados o los que andan fuera de orden?

àHallamos instrucciones respecto a aquellos que andan desordenadamente, o son indisciplinados en 1 Ts 5:14 y 2 Ts 3:6, 11, 14, 15.

8.    ¿Dónde encontramos la norma a seguir con respecto a aquellos que causan disensiones y escándalos?

àTenemos instrucciones con respecto a aquellos que causan divisiones y son piedras de escándalo, en Ro 16:17.

9.    ¿Qué es un hereje, según el término bíblico? y ¿cómo hemos de tratarlo?

àHereje es uno que impone su propia opinión y es extremista en su enseñanza, ganando adeptos y formando de este modo una secta. Después de una o dos amonestaciones, tenemos que desechar al tal (Tit 3:10).

10.  Existe el pecado que afecta el testimonio y por tanto debe ser reprendido públicamente. ¿Qué ordena Pablo a Timoteo acerca del trato que debe darse a los culpables de esta clase de pecado?

à«A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman» (1 Ti 5:20).

11.  ¿Dónde se nos ordena lo que la Asamblea debe hacer con un creyente que haya sido hallado culpable de tal pecado que deba lla­mársele «ese perverso»?

àQué debe hacer la Asamblea en este caso está previsto en 1 Co 5.

12.  ¿Qué se le ordena hacer a la Asamblea con «un perverso»?

àSe ordena a la Asamblea a quitar «a ese perverso» de entre ellos (1 Co 5:13).

13.  En 1 Co 5:11 se mencionan distintas clases de pecados morales. ¿Qué otra clase de pecado señala a uno como «perverso»?

àMal de carácter doctrinal, si es de naturaleza fundamental, señala al que lo sustenta como «perverso».