Ambas veces se trataba
del honor de Su Padre. Cuando se trató de tomar Su copa, nuestro Señor
decididamente rechazó toda resistencia. Pero cuando se trató del honor del
Padre, nuestro Señor fue muy radical. Estamos hablando de las dos limpiezas del
Templo.
La primera limpieza del
Templo sucedió bastante al principio de la vida pública de Jesús, la segunda
poco antes de Su muerte en el Gólgota (Jn 2; Mt 21). El Señor realizó ambas
limpiezas del Templo usando la violencia. En Juan 2:15, por ejemplo, dice:
"Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos..."
Llama la atención que
tanto la primera como también la segunda limpieza del Templo, sucedieron
inmediatamente antes de una celebración de la Pascua. Por esto, parece que antes
de la Pascua el Señor quería purificar el Templo. En esto se encuentra un
mensaje muy personal del Señor a nosotros.
Hace poco tiempo hemos
celebrado la Pascua, recordando nuestro Cordero de Pascua, el Señor Jesucristo,
que fue sacrificado por nuestros pecados. La pregunta decisiva es: ¿Cómo
festejamos la Pascua? ¿En la levadura de la maldad y la vileza, o en la masa
sin levadura de la pureza y la verdad (1 Co 5:8)? ¿Podría ser que necesitáramos
una limpieza del templo - una purificación de nuestros corazones - para poder
celebrar la Pascua en pureza y verdad?
Visto del punto de vista
del Nuevo Testamento, no somos nada menos que templo de Dios: "¿No sabéis
que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?" (1
Co 3:16). Y por eso es que tiene sentido hacer esta pregunta: ¿En qué condición
está ese templo? Después de que Pablo escribiera estas palabras a los corintios,
agregó la siguiente advertencia: "Si alguno destruyere el templo de Dios,
Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo
es" (1 Co 3:17; cp. 2Co 6:16).
Deberíamos considerar
nuevamente que todos somos llamados a ser templo de Dios. Esto significa que
Jesucristo desea morar en nosotros por medio Su Espíritu. Él desea llenarnos
con toda Su gloria. Por eso 1 Corintios 5:7-8 nos llama a lo siguiente:
"Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin
levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada
por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con
la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad
y de verdad." Eso significa que deberíamos realizar una limpieza del
templo. Y al hacerlo, deberíamos ponernos de todo corazón en medio de la luz
de Jesús. Después de todo, en el Nuevo Testamento encontramos cuatro veces el
llamado: "Mirad por vosotros mismos" (Le 17:3; Hch 20:28; 1 Ti 4:16;
2 Jn 8). Por supuesto que estos cuatro llamados están cada uno en un contexto
especial, pero aun así queremos aplicar estas palabras en forma totalmente
personal a nosotros mismos.
Pregúntese seriamente:
¿Cómo se encuentra mi templo espiritual en este momento? Al hacerlo, tome muy
a pecho las palabras de Jesús: "¡No hagáis de la casa de mi Padre casa de
mercado!" Esto fue lo que dijo en la primera limpieza del Templo. O:
"Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva
de ladrones..."- esto lo dijo en la segunda limpieza del Templo.
Pablo escribió lo
siguiente sobre el Anticristo "Nadie os engañe en ninguna manera; porque
no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de
pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que
se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios
como Dios, haciéndose pasar por Dios" (2 Ts 2:3-4).
Hace
ya mucho que los teólogos discuten sobre el significado de este versículo. Nosotros
no necesitamos unirnos a esta disputa, sino que queremos considerar que
también nosotros somos templo de Dios, y somos capaces de echarlo a perder (1
Co 3:17). Juzguémonos, por lo tanto, a nosotros mismos. Puede que eso duela,
pero, después de todo, queremos celebrar la Pascua, y no queremos hacerlo en
la vieja levadura, ni tampoco en la levadura de la maldad y la vileza, sino
en la masa sin levadura de la pureza y la verdad.
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