La palabra "santificar" significa "poner aparte". Existe toda una familia de palabras —santificar, santo, santificación, santidad, consagrar, consagración, consagrado— que tienen todas el mismo significado básico. Muy a menudo la santificación significa el proceso de separarse de lo común o inmundo para el servicio divino. Pero no siempre. Si se recuerda que santificar significa "poner aparte", se tendrá una definición que se ajusta a todos los casos.
En el Antiguo Testamento, Dios santificó el séptimo día (Gn. 2:3). Los primogénitos tanto del hombre como de las bestias eran consagrados a Dios (Éx. 13:2). A los sacerdotes se les ordenó que se santificaran al Señor (Éx. 19:22). El tabernáculo y todos sus utensilios fueron santificados (Éx. 40:9).
En el Nuevo Testamento se utiliza la santificación principalmente con respecto a las personas. No obstante, Jesús dijo que el Templo santifica al oro que hay en él, y que el altar santifica el don que se ofrece sobre él (Mt. 23:17, 19). Pablo enseñaba que cuando damos gracias por muestras alimentos, éstos son santificados (1 Ti. 4:5).
Con respecto a la santificación de las personas, Dios santificó a Cristo y le envió al mundo (Jn. 10:36); esto es, el Padre puso aparte a Su Hijo para la obra de salvarnos a nosotros de nuestros pecados. Jesús se santificó a Sí mismo (Jn. 17:19); en otras palabras, Él se colocó aparte a Sí mismo a fin de interceder por Su pueblo.
Existe también un sentido en el que ciertos incrédulos son santificados. "Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido" (1 Co. 7:14). Esto significa que el cónyuge incrédulo es colocado aparte en una situación de privilegio al tener a su cónyuge cristiano orando por su salvación.
Y hay también un sentido en el que Cristo debería ser santificado por todos los creyentes: "Santificad a Dios el Señor en vuestros corazones..." (1 P. 3:15). Le santificamos poniéndole a Él aparte como el Señor indiscutible de nuestras vidas.
Además de lo que antecede, hay también otras cuatro clases importantes de santificación que deberíamos distinguir en nuestro estudio del Nuevo Testamento. Estas reciben el nombre de santificación de pre-conversión, santificación posicional, santificación progresiva, y santificación perfecta.
Santificación de pre-conversión
Mucho antes de que una persona nazca de nuevo, el Espíritu Santo ha estado obrando en la vida de él, poniéndole aparte del mundo para pertenecer a Cristo. Pablo se dio cuenta de que él había sido puesto aparte antes de nacer (Gá. 1:15). En 2 Tesalonicenses 2:13 el apóstol les recuerda a los tesalonicenses que había tres pasos en la salvación de ellos:
• Su elección por parte de Dios
• Su santificación por el Espíritu
• Su fe en la verdad
Nótese que esta santificación de ellos tuvo lugar antes de que creyeran y fueran salvos.
En 1 Pedro 1:2 se encadena de la siguiente manera el orden de los eventos relacionados con la salvación:
• Elección y destino por Dios el Padre
• Santificación por el Espíritu
• Obediencia a Jesucristo
• Rociamiento con Su sangre
Dios nos eligió en la eternidad para que le perteneciéramos a Sí mismo. Con el tiempo el Espíritu Santo nos puso aparte para el Señor. Entonces obedecimos el evangelio. Tan pronto como lo hicimos, todo el valor de la sangre derramada de Cristo nos fue aplicado. Pero el punto a señalar aquí es que la santificación de la que nos habla Pedro es del tipo que tiene lugar antes de que una persona nazca de nuevo.
Santificación posicional
En el momento en que una persona nace de nuevo es santificado posicionalmente. Esto significa que, por lo que respecta a su posición ante Dios, está perfectamente puesto aparte para Dios, separado del mundo, porque él está "en Cristo". De una manera muy real, Cristo es su santificación (1 Co. 1:30).
Cada verdadero creyente es un santo; ha sido separado para el Señor. Esta es su posición. Así, en 1 Corintios 1:3 se describe a todos los cristianos en la iglesia local de Corinto como "santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos". No siempre se comportaban muy santamente. Toleraban el pecado en la comunión (1 Co. 5:1,2). Iban en juicio unos contra otros (1 Co. 6:1). Tenían maestros que negaban la Resurrección (1 Co. 15:33, 34). Pero también es cierto que ellos, por lo que a su posición se refiere, eran santos: santificados en Cristo Jesús.
Veamos ahora algunos de los pasajes que tratan de la santificación posicional. En Hechos 20:32, la expresión "todos los santificados" se refiere a todos los creyentes. En Hechos 26:18 el Señor describe a Su pueblo como aquellos "que son santificados mediante la fe en mí” (VM). Los corintios son descritos como habiendo sido "lavados... santificados... justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios" (1 Co. 6:11). Y el autor de Hebreos nos recuerda que "somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecho una vez para siempre" (He. 10:10). "Porque con una sola ofrenda ha hecho perfectos para siempre a los que son santificados" (He. 10:14).
La santificación posicional es también indicada a veces por la utilización de la palabra "santo". Así sucede en Colosenses 3:12, donde Pablo se refiere a los cristianos como "santos", refiriéndose a la posición de ellos ante Dios.
Santificación progresiva
Mientras que hay muchos versículos de las Escrituras que afirman que el cristiano está santificado, hay muchos otros que dicen que debería santificarse. Si dejamos de distinguir los tipos de santificación, podemos confundirnos.
La santificación progresiva o práctica se refiere a lo que debería realizarse en nuestras vidas diarias. Deberíamos estar viviendo vidas de separación para Dios saliendo del pecado y del mal. Los santos deberían ir santificándose cada vez más.
En este aspecto de la santificación al que Jesús se refiere en Juan 17:17 cuando oraba por los suyos: "Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad".
La cooperación del creyente va envuelta en esto (2 Ti. 2:21). Siempre que se hallan exhortaciones con respecto a la santificación o a la santidad se puede tener la certeza de que el tema es el de la santificación práctica. Así, Pablo apremia a los corintios, "…limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios" (2 Co. 7:1). Y, en la misma línea, escribía Pedro: "...como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir" (1 P. 1:15).
Una forma particular de santificación práctica se refiere a la separación de la inmoralidad. "Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os abstengáis de la fornicación; que cada uno de vosotros sepa señorearse de su propio cuerpo, en santificación y honra" (1 Ts. 4:3,4, VM).
¿Cómo se transforma el cristiano en más santo, más semejante al Señor Jesús? La respuesta la hallamos en 2ª Corintios 3:18: Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.
La santidad práctica proviene de nuestra ocupación con el Señor. Es un principio en la vida que nos vamos asemejando a aquello que adoramos. Cuando más contemplemos a Cristo, tanto más nos volveremos cual Él es. El Espíritu Santo obra esta maravillosa transformación: ¡no de repente, sino de un grado de gloria a otro!
Este aspecto de la santificación es aún futura para el creyente. Cuando vea al Salvador cara a cara quedará para siempre liberado de todo pecado y contaminación.
Será moralmente como el Señor Jesús: perfectamente santificado.
Es sobre esto que leemos en Colosenses 1:22: "En su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él".
Aquel día la iglesia recibirá su santificación definitiva: "A fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha" (Ef. 5:27).
Otros pasajes describen nuestra perfecta santificación sin mencionar la palabra. Por ejemplo, Juan dice: "... sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es" (1 Jn. 3:2). Y Judas nos recuerda que nuestro Señor nos presentará "sin mancha delante de su gloria con gran alegría" (Jud. 24).
Será de gran ayuda en el estudio bíblico distinguir entre estos varios aspectos de la santificación. Siempre que se hallen palabras que traten de la santidad, uno debería de preguntarse: "¿Sucedió esto antes de la conversión? ¿Es esto lo que soy en Cristo? ¿Es esto lo que debería ser yo más y más cada día? ¿O es esto lo que seré cuando sea introducido a la gloriosa presencia del Señor Jesucristo?
Tomado del Libro “Cuál es la diferencia”, Capítulo 7
excelente enseñanza
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