sábado, 4 de mayo de 2013

Discipulado: Yo Primero


EL VIGILANTE DE LAS IGLESIAS
El Señor Jesús dijo a sus discípulos lo que él quería que hicieran después de que él regresara a los cielos. ¿Vivió la Iglesia primitiva de acuerdo a las recomendaciones del Señor Jesús? La respuesta la encontramos en el capítulo 1 de Apocalipsis.
Los tres primeros capítulos de Apocalipsis muestran a la iglesia en el tiempo de los Apóstoles y a través del tiempo hasta hoy. Esta descripción nos enseña algunas lecciones im­portantes en forma fácil e interesante. El Señor Jesús dice: "Yo vengo pronto. Retened lo que tenéis y ninguno os arrebate la corona o recompensa " Apocalipsis 3:11. Este versículo nos hace pensar que el Señor está hablando a toda la iglesia hasta el tiempo cuando sea arrebatada del mundo. El Señor Jesús está siempre observando a la iglesia muy de acuerdo porque es el Señor y Amo de ella.
No queremos decir que los capítulos 1 a 3 de Apocalipsis nos muestren cómo será cuando comparezcamos delante de Cristo y él juzgue nuestras vidas, 2 Corintios 5:10. En ésta ocasión, el Señor reunirá a su pueblo y juzgará el valor de su servicio para él. Dirá a algunos: "Vosotros sois siervos buenos y fieles. Habéis hecho bien." Y dará la recompensa a aquellos que le hayan servido fielmente.
A veces una persona recibe pruebas de manera no an­ticipada. El alumno a veces tiene que contestar preguntas en un examen las cuales no se ha preparado y a consecuencia no pasa con buenas notas por haber contestado mal. Tal vez diría: "Hubiera estudiado esta materia si hubiera sabido. No sabía que esta materia era tan importante para estar en el ex­amen. Por eso no la estudié y no pasé el examen." ¿Pen­saremos así cuando nos presentamos delante de Cristo? ¿Pensaremos: "No sabía lo que me iba a preguntar; no sabía lo que para él era importante"?
En su mensaje a las iglesias, el Señor Jesús ha mostrado claramente qué cosas son importantes para él. El nos ha dicho las cosas que él quiere y las cosas que él no quiere. El dijo claramente: "Tengo algo contra ti. Algo que no me gusta." Y alabó también a las iglesias y dijo; "Tú eres pa­ciente, has sufrido por mi causa " Apocalipsis 2:3. A medida que leemos estos capítulos vemos que el Señor Jesús se agrada con ciertas cosas que hacen los creyentes y desaprueba otras.
En Apocalipsis 1:9 vemos qué clase de persona es Cristo. El es el Señor de la iglesia. El apóstol Juan escribió: "Yo com­parto contigo los sufrimientos y su reino porque somos uno en Cristo." Los tiempos actuales son de sufrimiento y pacien­cia. Nosotros entraremos en el reino de Cristo cuando él venga de nuevo, gobernaremos con él. Pero ahora, debemos esperar con paciencia. La mayor parte de las personas en este mundo no desean el reinado de Cristo, pero los que lo deseamos debemos esperar su venida pacientemente. En esto consiste principalmente la era de la iglesia.
Juan dijo que él había sido llevado a la isla de Patmos por­que había predicado la Palabra de Dios y la verdad acerca de Cristo, Apocalipsis 1:9. Nosotros aún sufrimos porque hacemos lo que Dios dice en este mundo. La gente se burla y dice cosas crueles acerca de los que obedecen a Dios. El creyente puede encontrar esto duro de soportar y quisiera, a veces, cambiar las enseñanzas de la Biblia y adaptarlas a la filosofía del mundo.
Juan fue desterrado a la isla de Patmos por predicar a Cristo. Entonces el Espíritu de Dios vino sobre él y oyó una gran voz como el sonido de una trompeta. Esta voz le dijo: "Yo soy el Principio y el Fin. Escribe las cosas que ves y envíalas a las siete iglesias que están en Asia." Estas iglesias eran grupos de cristianos que necesitaban saber las cosas que el Señor le dijo a Juan que escribiera. Creo que la iglesia de hoy también necesita estas enseñanzas, más aún que la iglesia primitiva.
La voz que habló a Juan dijo que hiciera conocer estas cosas. Mucho tiempo antes, un ángel le había dicho a Daniel que sellara el libro que él había escrito para que per­maneciera en secreto por algún tiempo, Daniel 12:4. En Apocalipsis 10:4 una voz del cielo le ordenó a Juan que no di­jera a otros lo que habían dicho los siete truenos. Pero el mensaje a las iglesias no era para ser mantenido en secreto. La voz dijo a Juan "Escribe estas cosas y envíalas a las iglesias." Es claro que el Señor quería que este mensaje quedara escrito en la Biblia para todas las iglesias. A cada iglesia le fue enviado un mensaje especial. El Señor no creyó conveniente enviar una carta común a todas las iglesias, sino una para cada iglesia.
Juan nos dice que él se volvió para ver al que le estaba hablando y vio siete candeleros. Y entre los candeleros vio a alguien como un hombre, Apocalipsis 1:12-13. Luego, Juan describe a esa persona en los versículos 13 al 16. En estos versículos dice que Cristo gobierna en la iglesia. Nadie puede cuestionar su autoridad y todo el mundo debe obedecerle por que él es el Señor de la Iglesia. Cada iglesia o grupo de creyentes en cualquier lugar es como un candelero que brilla en las tinieblas que la rodean. Cada iglesia es testigo de Cristo y cada creyente es también un testigo. El Señor está entre las iglesias y las observa cuidadosamente. El es el mismo que estuvo con sus discípulos durante cuarenta días después de su resurrección y también es el mismo que ascen­dió a los cielos y vendrá de la misma manera como sus discípulos le vieron ascender al cielo, Hechos 1:11. El está ahora vivo, no solamente como Espíritu sino con un cuerpo visible.
Juan vio al Señor Jesús personalmente durante su vida en la tierra y también lo vio entre las iglesias según nos dice Apocalipsis capítulo 1 y también lo vio venir y poner un pie en la tierra y otro en el mar, Apocalipsis 10:2. Así que el Señor actúa en las iglesias y también regresará a la tierra.
Los creyentes en Cristo viven en diferentes lugares, for­mando pequeños grupos. Algunos de estos son tan pequeños y al parecer tan insignificantes, que no hay en ellos alguien que pueda predicar bien. Pero todo grupo de creyentes por pequeño que sea, es tan importante para el Señor Jesús como las iglesias de Éfeso o Esmirna o Tiatira.
Cada creyente y cada grupo de creyentes es importante para Cristo y él los vigila y gobierna. Si fue importante que las iglesias en Éfeso y Esmirna supieran lo que el Señor dijo, así también es importante que los creyentes y las iglesias de hoy le obedezcan. El dijo a cada iglesia las cosas que no quiere que hagan y él advierte a los creyentes acerca de ellas. Así mismo nos dice cuando hay cosas falsas en nuestra vida y en nuestra iglesia. A veces pensamos que las iglesias de los primeros tiempos eran puras y llenas de fe, pero no fue así. Los creyentes de Galacia trataron de guardar la ley de Moisés y estaban viviendo como la gente del mundo. Los creyentes de Corinto estaban enseñando cosas falsas. Algunas veces pensamos que las primeras iglesias fueron muy buenas y fuertes. Esto no es del todo cierto. La iglesia empezó a tener problemas desde el momento en que el hombre comenzó a dirigirla; pero debemos recordar que Cristo aún se mueve en medio de ellas y está siempre ahí.
No había nadie entre Cristo y la iglesia en Apocalipsis 1. Ningún dirigente. No reprendió a nadie por permitir el mal en las iglesias. Cristo se movía entre las iglesias y dijo a cada una sus errores.
Miremos a la persona que se movía entre los candeleros. Juan dijo que él vio una persona con apariencia de hombre y luego nos describe cómo es. El tenía puesto un manto que le llegaba hasta los pies y una banda dorada alrededor de su pecho. Después, Juan habló de su cabeza, sus ojos, sus pies, su voz, sus manos, su boca y su cara. Estas siete cosas de Cristo nos enseñan cómo es él y cómo se muestra a su pueblo. El parecía muy diferente al Jesús de Nazaret que Juan conoció cuando vivió aquí en la tierra.
Jesús tenía puesto un manto que le llegaba hasta los pies. El manto largo nos enseña que es Rey y Juez. El tiene autoridad sobre toda persona. Su manto no es ordinario. Es el manto de una persona importante, de un Rey. Así que Cristo tiene autoridad sobre el mundo.
El tenía una banda dorada alrededor de su pecho. La gente ve diferentes significados en esta banda dorada. Nosotros pensamos que significa esto: en la Biblia la única persona que lleva puesta una banda dorada es el Sumo Sacerdote, Éxodo 28:4. El Señor Jesús conoce nuestras faltas y debilidades, pero él es nuestro Sumo Sacerdote que está delante de Dios y nos guarda. El habla a Dios a favor nuestro y nos guarda de estar lejos de él. El conoce nuestros pecados y faltas y tiene poder para olvidar los pecados y restablecer nuevamente nuestra comunión con el Padre.
Nosotros podemos ver algunas fallas o flaquezas entre el pueblo de Dios y pensamos que somos llamados a corregirlos. Pensamos que podemos limpiar nuestras faltas espirituales como limpiamos nuestra casa. Pero esto es im­posible. Solamente el Señor Jesucristo puede resolver estos problemas en la iglesia. Nosotros debemos entender que él gobierna la iglesia, y debemos pedirle que corrija los errores.
Jesús tenía puesto un manto que caía hasta sus pies y una banda dorada alrededor de su pecho. Sus cabellos eran tan blancos como la lana, como la nieve. Los cabellos blancos nos hablan de un anciano. Un anciano debe ser un hombre sabio, esto nos muestra que el Señor Jesús es Dios. El no tuvo comienzo y es sabio. Conoce todas las cosas. El sabe qué sucederá antes que suceda. Conoce todas las cosas que están sucediendo ahora mismo. Pablo dijo que Dios ha hecho a Cristo nuestra sabiduría, 1 Corintios 1:30. El es el único cuyos cabellos son blancos como la lana o como la nieve.
Algunos piensan que saben más que Dios. Trazan planes y caminos para ayudar a los creyentes. Piensan que muchas cosas de la Biblia son tan antiguas que no pueden ser una ayuda y creen que ellos tienen mejores cosas para el día de hoy. Ellos dicen que pueden trazar un nuevo camino por donde vaya la iglesia. Es verdad que nosotros necesitamos hacer las cosas correcta y ordenadamente, 1 Corintios 14:40. Nosotros podemos estar ocupados con nuestra propia vida y no saber qué hacer. Debemos recordar que no somos más sabios que los demás hermanos en la iglesia y que necesitamos pedir al Señor Jesús que él gobierne y guíe a la iglesia. El es más sabio. El tiene toda la sabiduría. Nosotros no podemos ver lejos, no podemos ver claro; no podemos entender muy claramente.
Debemos traer nuestros problemas al Señor, ser honestos y decir a nuestros hermanos en Cristo que no tenemos la respuesta para el problema. No debemos decir: "No sé la respuesta, así que veamos qué piensa la mayoría; hagamos una cosa, hallemos la respuesta nosotros mismos." ¿Por qué no poner nuestro problema en las manos del Señor? El tiene toda la sabiduría. Debemos venir a él y decir: "Oh, Señor, tú amas a la iglesia mucho más que nosotros. La iglesia es tú prometida. Tú pusiste en marcha este pequeño grupo de creyentes para que sean tus testigos. Nosotros no sabemos qué hacer. Unos decimos una cosa y otros dicen otra cosa. No sabemos qué es lo correcto."
Jesucristo se mueve entre sus iglesias y él tiene toda la sabiduría de Dios. El es nuestro Señor y Maestro y él puede darnos sabiduría si se la pedimos, Santiago 1:5,6. ¿Podría él rehusar darnos sabiduría y entendimiento si se lo pedimos y deseamos usarlos en su iglesia para su gloria? El ciertamente puede darnos la sabiduría que necesitamos. El puede resolver el asunto si traemos el problema a él y le decimos, "Nosotros no podemos. Necesitamos tú sabiduría."
En cierta parta de África, en varias ocasiones, hubo pro­blemas entre los creyentes. Alguien dijo que un hombre creyente había cometido un pecado. Pero el culpable dijo: "No, yo no lo hice. Nadie puede probar que lo haya hecho. No puede encontrar a alguien que diga que yo lo he hecho. No he hecho nada malo." Puede ser que nadie lo haya visto, y aún tener la seguridad de que lo hizo. Ellos no saben qué hacer. Esto puede suceder en su asamblea. Algunos dicen*. "No podemos probar que él hizo algo malo. Pero otros pueden estar seguros que sí lo hizo y que debe ser castigado." Pero esto no es correcto. Nosotros debemos decir a esa per­sona que no podemos probar que hizo algo malo y decir al Señor que ponemos esto en sus manos y pedirle su dirección en este caso.
Los cristianos en el África no sabían qué hacer con el hom­bre que había pecado, por eso ellos preguntaron al Señor qué debían hacer. Muchas veces pidieron a Dios que juzgara y en efecto, El juzgó. Mostró en corto tiempo quién estaba en lo cierto y quién estaba equivocado. Dios esclareció el asunto. Esto se repitió varias veces. En otra ocasión, nuevamente un hombre fue acusado de cometer cierto pecado y ellos pidieron a Dios que lo juzgara, pero el hombre dijo: "No, no, yo no deseo que Dios me juzgue. Yo sé que ustedes pidieron a Dios que juzgara el caso anterior, yo no deseo que Dios me juzgue." El admitió que hizo algo malo.
Podríamos ser sabios y fuertes si confiamos al Señor el gobierno de su iglesia. Podemos estar ocupados haciendo cosas para él y pensar que somos los únicos que podemos hacerlo. Podríamos permitir que el Señor actuara cuando no sabemos qué hacer. ¿Puede Dios hacer cosas en su propia iglesia? ¡Sí! El puede y las hace. El trabaja en su iglesia si nosotros realmente deseamos que sea honrado. Nosotros podríamos hacer que los creyentes temieran el castigo de Dios dejando que él juzgue y castigue a todos aquellos que hacen algo malo en la iglesia. El es la persona más sabia y podemos tener la confianza que él usará su sabiduría a favor de nosotros. Cuando alguien peca, debe ser expulsado de la iglesia por el hombre de Dios, Josué 7:10; 1 Corintios 5:4,11.
Los ojos del Señor Jesús resplandecen como fuego, Apocalipsis 1:14. El fuego en la Biblia se usa como tipo de la justicia de Dios. El puede penetrar los pensamientos y el co­razón de una persona. Sus ojos no miran únicamente lo ex­terno sino que pueden ver su interior también. Sus ojos no ven solamente los vestidos limpios, la sonrisa de nuestra cara y nuestra simpatía para hablar con la gente; sus ojos pueden ver los pensamientos de nuestro corazón. Sus ojos ven cosas que nosotros no vemos. Nosotros podemos hacer suposi­ciones acerca de lo que piensa una persona, pero nunca ver su interior. El Señor Jesús nunca hace suposiciones. Todas las cosas están claras y abiertas delante de sus ojos, Hebreos 4:13. Esta es una de las verdades maravillosas del Señor Jesús.
            Algunos piensan que las reuniones de los creyentes no son ni importantes, ni necesarias. ¿Es realmente importante que tengamos estas reuniones si vivimos para Cristo? ¿Tenemos que ir, ocupar una silla, en la reunión? La idea de que estas reuniones no son importantes es una tontería si pensamos que la iglesia es muy valiosa para el Señor. Nosotros somos miembros del cuerpo de Cristo. Su cuerpo no puede ser dividido en partes. Un hombre perdió un dedo en un ac­cidente y lo guardó dentro de una caja. ¿Tendría alguna utilidad ese dedo, guardado en la caja? Un creyente que no asiste a las reuniones de la iglesia es como este dedo. La iglesia es un cuerpo, el Señor está cerca y la purifica. Sus ojos son como fuego. Sus pies resplandecen como bronce bruñido, Apocalipsis 1:15. Esto significa que sus pies brillan como bronce ardiente. Tan caliente que llega a ser blanco. El bronce resplandeciente nos hace pensar en la justicia de Dios. El Señor Jesús habla y se mueve entre sus iglesias y mira todo lo que ellas están haciendo. Sus pies son como bronce bruñido. El no envía a alguien a vigilar su iglesia de vez en cuando; El mismo las observa y controla.
La voz de Cristo suena como una gran catarata, Apocalip­sis 1:15. Cuando estamos cerca a una catarata y nuestros amigos nos hablan, no los podemos oír. Solamente oímos el ruido del agua cayendo. La voz de Jesús es como el sonido del agua que cae; es más fuerte que los otros sonidos. No podemos oír otros sonidos mientras El habla. Y habla con plena autoridad. Su voz es como el rugido de una gran catarata que está por encima de los demás sonidos.
El tiene siete estrellas en su mano derecha, Apocalipsis 1:16. En el versículo 20, el Señor nos dice que las siete estrellas son los siete ángeles de las siete iglesias, que representan a los líderes espirituales de cada iglesia. Ellos están en su mano. El los controla. Una espada cortante de dos filos sale de su boca. Esta espada es su palabra. La Biblia dice que su Palabra es tan cortante como espada de dos filos, Hebreos 4:12. Su palabra corta y divide, hace separación en­tre el alma y el espíritu. El alma hace referencia a nuestros pensamientos, nuestros deseos y nuestra manera de hacer las cosas. Las cosas del alma van unidas a nuestro cuerpo, nuestra vida natural. El espíritu se refiere a nuestra relación con Dios. La Palabra de Dios separa y divide las cosas naturales de la vida de las cosas de Dios.
Algunas veces no hacemos separación entre las cosas del alma y las cosas del espíritu, las cosas que vienen de Dios. Pensamos que un hombre es espiritual si es muy inteligente, pero esto no es cierto. La espada de la Palabra de Dios divide, separa y muestra quién es verdaderamente espiritual.
Su cara brilla como el sol a mediodía, Apocalipsis 1:16. Su voz es como el sonido de una gran catarata, cuyo fuerte estruendo impide oír otros sonidos. Su cara brilla como el sol, de tal manera que no podemos ver otras luces. Todas las luces son opacas ante su brillante luz.
Leamos lo que él dijo a las siete iglesias en Apocalipsis, capítulo 2 y 3: "Veo tus faltas, pero también veo en ti algunas cosas que me agradan. Conozco vuestra tristeza, dificultades y sufrimientos. Conozco todo esto." El Hijo de Dios es también el Hijo del Hombre y tiene autoridad plena sobre su iglesia. El tiene derecho a moverse entre las iglesias y puede decir qué es correcto y qué es falso. El tiene un premio para todo lo que es correcto y juzga todo lo que es falso y malo. Algunas cosas son muy buenas y valiosas para nosotros, quizás son muy importantes en este mundo, pero no debemos hacerlas si no agradan a Dios. El es el Señor de la iglesia.
Los apóstoles fueron al lugar donde los envió Cristo en Mateo 28. Bernabé y Pablo fueron a donde los llevó el Espíritu Santo en Hechos 13 y Pablo fue a donde Dios deseaba que fuera en Hechos 16. Podemos hacer justamente como él dice. Nosotros debemos decirle: "Señor, esta es tú iglesia. Haremos como tú Palabra diga. No haremos nada que tú no nos hayas dicho". Quiera Dios ayudarnos a hacer exactamente lo que él dijo que hiciéramos en su Palabra.

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