LAS TINIEBLAS MILAGROSAS
Y cuando era como la
hora de sexta, fueron hechas tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora de
nona. Y el sol se oscureció; y el velo del templo se rompió por medio. —Lucas
23:44, 45.
Este
ES EL PRIMERO de los seis milagros del Calvario, la cadena de señales que rodeó
la muerte de Jesucristo y la aferró al único significado de la eterna
redención. El segundo milagro fue el rasgamiento del velo del templo; el
tercero, el temblor de la tierra y el hendir de las piedras; el cuarto, la
apertura de los sepulcros; el quinto, la condición de cosas existentes en la
tumba del Jesús recién resucitado; y el sexto, la salida de los sepulcros, después
de su resurrección, de muchos cuerpos de los santos que habían dormido.
Tales fueron los
milagros del Calvario; todos en directa conexión con la muerte de Cristo.
Algunas de ellos fueron del cielo, algunos de la tierra y otros de debajo de
la tierra. Sin embargo, todos juntos constituyeron una clase de milagros
única. Cada gran señal, con su fuerza y significado propio, ordenó en su lugar
su propio testimonio; y los seis, en sólida falange, circundan a Jesucristo en
su muerte, defienden la verdad de nuestra redención en su sangre.
I.
LA DESCRIPCION DE LA ESCENA
Jesús ya había estado en
la cruz por tres horas, y ahora "era como la hora de sexta"—es decir,
mediodía, y luego fueron hechas tinieblas.
La oscuridad fue
"sobre toda la tierra," como lo indica Mateo. Nadie puede decir positivamente
que las tinieblas no se extendieron sobre la mitad del globo terrestre que en
esos momentos gozaba de la luz del día. Pero si el fenómeno se limitaba tan
solamente a Judea, ciertamente aun así era algo notable. Por cierto, en este
caso habría una concentración de fuerza, como sucedió con los tres días de oscuridad
en Egipto, mientras había luz en Gosén. De todos modos, la oscuridad se
extendió sobre toda la tierra.
No era una oscuridad
como la que algunas veces precede a un terremoto, como la de Nápoles en el año
79, cuando el Vesubio se convirtió en volcán. No fue una oscuridad semejante,
pues ésta se extendió mucho más allá del Calvario, el punto de origen del temblor
de tierra que le siguió. Sin descuidar el hecho de que el temblor en sí no era
un acontecimiento natural.
¡NO!
NO FUE UN ECLIPSE
¡La oscuridad cubrió la
tierra durante tres horas! Por lo tanto no fue causada por un eclipse del sol,
pues el eclipse más largo sólo puede durar unos minutos. Además, esto ocurrió
durante la festividad de la Pascua, la cual siempre era observada en la época
de la luna llena, cuando es imposible que se produzca un eclipse de sol.
Y sin embargo "el
sol se oscureció," eclipsado de una manera muy rara. Faltaba su luz. La
oscuridad no fue producida por la ausencia del sol—lo que ocasiona nuestra
noche. Era una oscuridad a mediodía, una oscuridad en presencia del sol y
mientras el sol no estaba eclipsado por la intervención de otro cuerpo celeste,
una oscuridad, podemos decir, que era contraria a la luz y vencedora de ella.
En el curso ordinario de la naturaleza, siendo la oscuridad la negación de la
luz, ésta es la antagonista de las tinieblas y las disipa siempre. ¡Pero la
oscuridad del Calvario apagó el sol a mediodía! ¡Qué cosa más impresionante!
¡Qué concepto de la omnipotencia de Dios que nos hace temblar!
¿Vino la oscuridad por
un proceso regular y lento? Por el texto vemos que había oscuridad al comenzar
las tres horas, y era oscuro también cuando terminaron. De pronto, de los cielos,
las tinieblas se cerraron sobre la escena. Parecen haberse retirado repentinamente,
lo que nos hace pensar que también vinieron de repente. A la vez, sin embargo,
como pareciera del simbolismo de la oscuridad como relacionado con los
sufrimientos de la cruz, la negrura de ella aumentaba al pasar las horas. Creo
que esto lo tenemos indicado por el clamor del Sufriente al llegar al fin de
estas horas. Pareciera como si el silencio de su sufrimiento ya no podía ser
mantenido, pues sus sufrimientos se hacían más y más intensos.
¿Cuán profunda era la
oscuridad? No se nos dice expresamente, y sin embargo, hay algo en la narración
que nos indica que no se trataba de crepúsculo. Era una oscuridad terrible.
TRES
HORAS MUY OCUPADAS
Hasta el momento en que
esto ocurrió, ¡cuánto había sucedido en esas tres horas en el Gólgota! El
Crucificado estuvo muy ocupado, si podemos emplear este término. ¡Cuánto interés
demostró en lo que ocurría a su alrededor! Estaba intercediendo en voz alta
por los que le crucificaban; escuchando el clamor en demanda de misericordia
del ladrón moribundo y contestándole con esa sublime seguridad de salvación;
reconociendo la presencia de su madre y del discípulo amado y dando a entender
su última voluntad y testamento en cuanto a ambos. Los soldados estaban ocupados
vigilando y burlándose de Él, dividiendo sus ropas entre sí y echando suertes
para ver a quién le correspondería la túnica. Los príncipes de los sacerdotes
estaban ocupados criticando la inscripción que Pilato había colocado sobre la
cruz y manifestando su indignación. Los burladores estaban ocupados—los sacerdotes,
escribas, fariseos y ancianos pasaban, y meneando sus cabezas le injuriaban y escarnecían.
Todas las oleadas de la iniquidad se levantaron sin control alrededor de la
cruz.
AHORA
UN SILENCIO SOMBRIO
Pero ahora en el
instante del mediodía ¿qué sucede? Hay un silencio repentino y sombrío. La
narración nos da una sola palabra—"tinieblas," y luego sigue el
silencio. Desde las doce hasta las tres hay un paréntesis en la narración y el
lector puede sentir la solemnidad de la escena.
Al terminar este
período, cuando el sol brilla nuevamente, todo es acción. Jesús habla y la
multitud se mueve. Pero durante esas tres horas no vemos más que tinieblas;
oímos solamente el silencio. El gran Sufriente está callado, como si detrás
de esas tinieblas pendiera sobre su alma un tremendo horror. Todo lo demás está
en silencio. No se oyó ni un escarnio ni un insulto. La multitud estaba
aterrada de espanto. Se oye cómo caen las gotas de sangre. El suspenso es
espantoso. A medida que los corazones se embebían de las tinieblas, temblaban
debido a un cierto temor misterioso de la crucifixión.
Los evangelistas no
relatan todo esto; en realidad dicen muy poco; pero tan ilustrativa es su
insinuación que crean en toda esta escena. Lo poco que ellos dicen está
colocado como un paréntesis entre las actividades que preceden y siguen a esa
sola palabra, "tinieblas." ¡Las tinieblas arrojaron su propia sombra
de silencio que abarcó las tres horas, hasta que el lector pensativo comienza a
sentir cuán terrible fue esa oscuridad! Y a esta implicación de su narración,
los historiadores dan firmeza y plenitud, por la observación con la cual
terminan la historia de la crucifixión y sus portentos inmediatos. Nos relatan
que el centurión romano, habiendo presenciado las cosas que fueron hechas,
"temió en gran manera," y muchos "herían sus pechos."
II.
VEROSIMILITUD DE LA HISTORIA
Hasta aquí tenemos la
explicación del texto. Pero, ¿podemos aceptarlo como un hecho histórico? Sí,
porque los historiadores inspirados lo han escrito. Podríamos agregar a su
testimonio el de los historiadores profanos quienes se han referido a este
hecho, especialmente la concesión de Celso, el famoso opositor del
cristianismo del siglo tercero; o aún mejor el desafío del historiador
cristiano, Tertulio, quien, a fines del siglo segundo, dijo osadamente a sus
adversarios paganos, "En el instante en que Cristo expiró, la luz se fue
del sol, y la tierra fue oscurecida al mediodía; dicho milagro se halla
relatado en vuestros anales y es preservado en vuestros archivos hasta el día
de hoy."
Pero basta con que los
escritores sagrados lo hayan declarado. Por lo menos yo no necesito más
corroboración a su testimonio. Las tinieblas cayeron sobre la tierra, y al
creerlo, con la intensidad de una imaginación cristiana cultivada, debemos
dejarnos impresionar por ellas como si nosotros las hubiéramos visto y palpado.
III.
¿COMO EXPLICAR EL MISTERIO?
¿Qué clase de suceso era
esta oscuridad? Un milagro, una suspensión visible del orden de la naturaleza.
Esa oscuridad fue una gran visibilidad de Dios, pues sólo El, la gran Causa de
todo, puede interferir en el curso regular de sus propias causas naturales ya
establecidas. Por lo tanto fue El quien se apartó del universo de las causas
naturales y se mostró a nuestra vista como distinto al universo—un Dios viviente
y personal, y que se interpone, parado "con la oscuridad debajo de sus
pies."
Y sin embargo, durante
todo este tiempo, en el Calvario y a su alrededor, en todos los demás aspectos
seguía su curso el potente mecanismo de las causas naturales. La creación no
tenía en sí ninguna causa que podría haber producido la oscuridad. Sin embargo,
la misma creación, con todas sus leyes en funcionamiento, era la escena de la
oscuridad. No hubo ningún movimiento violento de desorden para hacer temblar
la creación. El mismo todopoderoso Autor de ella extendió su mano y tocó su
propio instrumento al unísono para sus fines inmediatos. Pero ni una sola
cuerda de este vasto instrumento fue rota o forzada y ni una sola nota en toda
la escala dio un sonido discordante.
Dios quiso ponerse en
contacto con nuestras sensibilidades, al apartarse completamente del marco de
la naturaleza, mientras su poder aún la sostenía.
Cuando consideramos cuan
exclusivamente esta oscuridad se identificó con la muerte de Cristo, tenemos la
prueba más fehaciente de los designios de parte de Dios para manifestarse a sí
mismo. Jesús, el Hijo de Dios, estaba muriendo. Dios estaba apareciendo. Allí
estaba la cruz, y allí bajó la oscuridad. Era su providencial propósito
autenticar e interpretar la muerte de su Hijo.
IV.
LO QUE ENSEÑA
1.
En
efecto, este milagro de las tinieblas fue el sello de Dios puesto a la verdad
del carácter y de la misión del Salvador.
Cuando
Jesús les dijo a aquellos que no creían en Él que había venido para salvarlos
de sus pecados, se ofendieron. Cuando les dijo, "Hijo de Dios soy",
tomaron piedras para apedrearle. Le dijeron, "Deseamos ver de ti señal".
Aquí vemos cómo la fórmula precisa de su caprichoso rechazamiento de Él se
vuelve sobre ellos en una terrible confutación. Los cielos dieron una señal y
todo el universo se inclinó en un reverente homenaje al Sufriente crucificado
en ese lugar de la Calavera. Hasta el romano exclamó, "Verdaderamente Hijo
de Dios era éste."
2.
En
segundo lugar, sirvió especialmente para magnificar la muerte de Jesucristo. No
se lo puede concebir de otra manera, que el interés de Dios con su muerte sea
hecho manifiesto tan sobrenaturalmente y de un modo tan irresistiblemente
impresivo.
Ahora
bien la importancia que Jesús atribuía a su muerte era la de redención, la
redención de nosotros los pecadores de nuestros pecados. Él le dio esa
importancia la noche que fue entregado y muchas veces antes. Nuestro perdón,
nuestra paz, nuestra vida eterna, serían asegurados para nosotros solamente por
medio de Él, en su sangre.
Y,
si ello es cierto, ¿hubo alguna vez algo tan importante como esto? ¿Con qué
podemos compararlo? El universo, las edades, todos los intereses terrenales —
¿no es el todo, en comparación, como el polvo al pesarlo en la misma balanza?
¿FUE
ENGAÑADO JESUS?
Además, tal como Jesús
lo reclamaba, así también lo sentía. En su fuero interno se daba cuenta que
estaba respondiendo por nuestras iniquidades, llevando nuestras enfermedades y
sufriendo nuestros dolores. Él dijo, "De bautismo me es necesario ser
bautizado: y ¡cómo me angustio hasta que sea cumplido!" Era la principal
inspiración de su vida. Y aunque había en ello un gozo propuesto, y aunque
deseaba ser satisfecho al ver del trabajo de su alma, sin embargo era también
un celo consumidor. Era un agotamiento de la belleza de su rostro, que fue
completamente desfigurado, y llegó a ser el hombre de dolores, experimentado
en quebrantos.
¿Podemos
decir entonces que Jesús no calculó bien lo que le costaría su muerte? ¿Era su
intenso interés un fanático engaño de sí mismo? Permitamos que Dios conteste
por El, cuando de detrás del velo de las causas naturales descendió sobre el
Calvario con un efecto tan estupendo. Dios dio su propia señal con esta
oscuridad milagrosa, y con la inscripción sobre la cruz: "He aquí el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo."
3.
Tercero,
simboliza los inconcebibles dolores de Jesucristo en su muerte. Y así fue dado
el milagroso testimonio de Dios al hecho de la redención en la muerte de
Cristo. Este testimonio tomó la forma de las tinieblas, a causa de los sufrimientos
de esa muerte que Él estaba ocasionando. Fue El quien cargó en Jesús los
pecados de todos nosotros, y también fue El quien hizo descolgar desde los
cielos ese oscuro manto alrededor de la cruz de Cristo. Las tinieblas
atestiguaban que "fue herido de Dios." El Hijo del Padre fue herido,
molido, castigado, azotado, por el mismo Padre. No fueron meramente los
sufrimientos de la crucifixión sino una angustia proveniente de Dios. El sudor
angustioso en Getsemaní fue provocado por el peso de la mano del Padre antes
que el roce brutal de los soldados hubiera profanado su persona sagrada. Las
tinieblas que rodearon su agonía del Calvario indicaron que se descargaba
sobre El un peso aun mayor impuesto por la misma mano todopoderosa.
INSOPORTABLE
En efecto, cuando iba
llegando a su término esta oscuridad, pero antes que hubiese terminado, cuando
su angustia se profundizaba más al soportar la ira de su Padre en contra del pecado
humano, y ya no podía sufrirlo más en silencio, con una voz sorprendente y con
un dolor que no pudo reprimir, miró hacia los cielos oscurecidos que le cubrían
y exclamó, "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"
Sí,
Dios estaba allí en la oscuridad, y sin embargo, en ese momento, el consuelo de
su comunión había desamparado a su Hijo. De ese desamparo su castigo por ser El
quien llevaba nuestros pecados—las tinieblas, tan profundas y tan temibles,
eran la imagen y el símbolo. ¡Ah! que Cristo llevara nuestros pecados en su
cuerpo no era algo fingido. Era una realidad inflexible y experimentada.
OCULTO
DEL OJO HUMANO
Nuevamente,
la oscuridad lo envolvía. Justamente en los momentos en que sus sufrimientos
eran más intensos, la oscuridad lo ocultó de todos los testigos. Es el secreto
impenetrable de esas últimas horas lo que da a nuestra imaginación la idea más
clara de aquello que es aún inconcebible. A través de las horas anteriores, en
cualquier sufrimiento que expresó, estaba expuesto a la vista. Pero no era para
el ojo humano contemplarle en su angustia superlativa. La sensibilidad humana
no la hubiera podido comprender. Si su vida de sufrimiento como nuestro
sustituto quedó estampada en su rostro, como parece decirlo Isaías en su
capítulo cincuenta y tres, de tal modo que pareciera no tener hermosura ni
atractivo para que le deseáramos, luego esas últimas horas cuando culminaron
sus sufrimientos se deben haber impreso en su persona de una manera
proporcionada a su incomparable severidad. Se nos describe lo que pasó en Getsemaní,
pero no la última parte del Calvario. A Pedro, Jacobo y Juan se les permitió
acompañarle en sus sufrimientos de Getsemaní, pero Dios en el Calvario hizo
que le rodeara un manto de oscuridad para esconderle de la vista humana.
¡Oh, los misterios de
ese sufrimiento! Ningún ojo humano podría contemplarlo. Solamente al
finalizar puede oírse un fuerte clamor de insondable angustia y de suma desolación.
Sin embargo, en ese clamor está el acento de la victoria asegurada. "Por
qué me has desamparado," va unido a ese grito de confianza, "¡mi
Dios, mi Dios!"
V. LO
QUE DEMUESTRA
Así fueron simbolizados
por la oscuridad esos sufrimientos inconcebibles de nuestro Redentor. Y sin
embargo, aunque la oscuridad era un símbolo de la ira del Padre, era también
una prueba de la justicia del Hijo. Solamente una persona de una justicia
inmaculada, que no tuviese pecados propios de los cuales dar cuenta, podía
hacerse responsable de los pecadores. Si, por lo tanto, fue el herido de Dios,
así también era el amado de Dios. Fue señalado para sufrir por los pecados del
hombre.
Pero por ese mismo
señalamiento, profundos como fueron sus sufrimientos, así profundo fue también
el deleite del Padre en su persona y carácter.
Todo esto nos señala
cuan malo y maldito es el pecado del hombre, dado que solamente de este modo
pudo salvarnos el Amor Infinito. Al mismo tiempo nos indica que el amor de Dios
para salvarnos es más poderoso que nuestro pecado para destruirnos.
Cuán inmenso es para
nosotros el gozo y la gloria de la obra de Cristo; pero cuán grande fue para Él
el dolor de la misma. En su nacimiento, cuando se pensaba especialmente en la
grandeza de los resultados, la noche se tornó brillante; pero en su muerte,
cuando el proceso de llegar a esos resultados era lo prominente, la luz se
tornó en noche.
REDENCION
EFECTUADA
Sin embargo, cuando pasó la oscuridad, debido a que Él
la había atravesado, pudo decir, "¡Consumado es!" ¡La redención está
hecha! Luego, después de clamar nuevamente, como si fueran las notas de la
trompeta del conquistador, con una voz que hendió las rocas y abrió los sepulcros
como una profecía de su propia resurrección, dijo suavemente, "Padre, en
tus manos encomiendo mi espíritu." En confianza filial y con satisfacción,
colocándose en los brazos de su Padre, dio el espíritu.
VI.
LO QUE REPRESENTA
Finalmente, la oscuridad
del Calvario representaba la suerte de aquellos que estaban crucificando a
Cristo. Era el Padre quien hirió al Hijo—quien, por lo tanto, hubiera muerto
aunque los judíos no lo hubieran crucificado. Pero por la misma razón de que
Dios podía herirlo por nosotros—es decir, porque era una persona justa—era muy
perverso que ellos lo hicieran. "Persiguieron al que Tú heriste, y cuentan
del dolor del que Tú llagaste."
En el libro de Amos hay
una notable profecía concerniente a las calamidades del pueblo judío. "Y
acaecerá en aquel día, dice el Señor Jehová, que haré se ponga el sol al
mediodía, y la tierra cubriré de tinieblas en el día claro." ¡Qué
descripción exacta de la escena en el Calvario! Esa profecía se refiere a un
tiempo calamitoso futuro para los judíos. La oscuridad del Calvario era prenda
y señal de la oscuridad anunciada por el profeta. En relación con esto, cuando
era llevado para ser crucificado, Jesús dijo, "Entonces comenzarán a
decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos. Porque si
en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué se hará?" Es decir,
si le hacen estas cosas a Él, el árbol verde, la vid que lleva frutos, de quien
son pámpanos los suyos, ¿qué sucederá con ellos, el árbol seco? ¿Qué hará Dios
con ellos?
¡Oh, por lo terrible de
esa escena de la crucifixión, todos los que rechazan a Cristo perecerán!
Hermanos, creyentes
verdaderos en Cristo, la oscuridad del Calvario ha desaparecido y la luz
verdadera brilla ahora. En esa luz, la senda del creyente es una luz
resplandeciente la cual va en aumento hasta que el día sea perfecto. Entonces
nuestro sol nunca se pondrá y los días de nuestro duelo terminarán.
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