Puede que suceda que, por desaliento o por resignación,
digamos: «Esto es un día de pequeñeces...» (Zacarías 4:10). Hasta podría ser
que utilicemos tal excusa para no llevar a cabo un servicio para el Señor o
para desalentar a otros a fin de que no cumplan el suyo. No obstante, el pasaje
de Zacarías hace la pregunta: "¿Quién es aquel que desprecia el día de las
cosas pequeñas?" (V.M.).
Ejemplos de fe en días de pequeñeces
Muchas veces, podía parecer difícil permanecer en el
camino de la fe. Por ejemplo, cuando en Egipto se levantó un rey que no había
conocido a José y que mandó matar a todos los hijos recién nacidos de los
hebreos (Éxodo 1:22), los padres de Moisés bien hubieran podido desanimarse y
temer dar a luz su tercer hijo. Sin embargo, precisamente este acto de fe se
revela en Hebreos 11:23: "Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido
por sus padres por tres meses... y no temieron el decreto del rey". Y Dios
escogió a este niño para liberar a su pueblo de la opresión de Egipto.
De la misma manera, más tarde, en el tiempo de los
Jueces, cuando "cada uno hacía lo que bien le parecía", encontramos
a un Gedeón fiel, listo para levantarse para salvar a Israel del yugo de
Madián. Comprendemos por qué respondió al ángel: "Ah, señor mío, si Jehová
está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están todas
sus maravillas, que nuestros padres nos han contado...?" (Jueces 6:13).
Con qué paciencia Dios le enseñó y hasta le concedió las señales que él pedía
para fortalecer su débil fe. Era un día de pequeñeces, pero Dios concedió a su
pueblo una victoria maravillosa por medio de este joven lleno de fe.
Bastante más tarde, cuando parecía que todo estaba
perdido —el arca y todos los utensilios preciosos del templo habían sido
llevados a Babilonia y una parte del pueblo estaba en el exilio—, encontramos a
hombres fieles como Daniel y sus compañeros, que no querían contaminarse con la
comida de los caldeos. Daniel mismo perseveró hasta que pasaron los 70 años de
exilio y hasta que las profecías de Jeremías se cumplieron. En aquel día de
pequeñeces, habían hombres en los cuales Dios encontró su contentamiento como
leemos en Ezequiel 14:14, donde el nombre de Daniel se asocia al de Noé y al de
Job, justos que serían fieles hasta la muerte.
Los días de pequeñeces en los
tiempos de Esdras y de Nehemías
Entre aquellos que habían tenido el privilegio de
volver al país de la promesa, encontramos a hombres fieles como Esdras y
Nehemías, que habían depositado su confianza en el Dios de sus padres y que no
se dejaron espantar por sus enemigos paganos. En el libro de Esdras, vemos
cómo reconstruyeron el altar sobre sus bases, y allí ofrecieron holocaustos.
Hasta celebraron la fiesta de los tabernáculos a pesar de que los cimientos del
templo de Dios no se habían echado todavía (Esdras 3:4-6). Cuando por fin lo
llevaron a cabo, vemos al pueblo dar gritos de alegría y alabar a Dios,
mientras que los ancianos, que se acordaban de la magnificencia del templo de
Salomón, no pudieron sino llorar viendo la debilidad del pueblo y la
insignificancia del nuevo edificio. No obstante, éste fue el pueblo al que se
dirigieron los profetas Zacarías y Hageo para animar a los obreros a trabajar y
para recordarles la fidelidad del Dios que siempre estaba pronto para bendecir.
Nehemías, el hombre que, según nos parece, oraba como
respiraba, trabajaba incansablemente, y esto a pesar de los enemigos a quienes
"les disgustó en extremo que viniese alguno para procurar el bien de los
hijos de Israel" (Nehemías 2:10). Ante sus burlas, Nehemías respondió:
"El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos
levantaremos y edificaremos" (v. 20). A pesar de las artimañas y los
innumerables intentos de los adversarios de hacer que el trabajo cesara, el
muro fue terminado (6:15).
Al final del libro, Nehemías denunció la infidelidad
de ciertos oficiales y la negligencia del pueblo que no habían sustentado materialmente
a los levitas (cap. 13). El resultado de esta doble infidelidad fue que Tobías,
el enemigo, ocupara la misma cámara donde se tendrían que haber depositado los
diezmos a favor de los levitas. Nehemías ordenó vaciar estos lugares purificándolos
para que los levitas y Dios mismo pudieran recibir lo que se les debía.
En los tiempos de Malaquías
Bastante tiempo después de esto, en los tiempos de
Malaquías, encontramos un estado de cosas deplorable. El templo estaba allí,
se ejercía el servicio sacerdotal, se ofrecían sacrificios, pero el corazón no
estaba allí. Se permitía ofrecer animales lisiados y sin valor. Dios, hablando
de un animal enfermo, dijo: "Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se
agradará de ti, o le serás acepto?" (Malaquías 1:8). No obstante, al
ofrecer a Dios los animales cojos y enfermos, tenían la osadía de preguntarle:
"¿En qué hemos menospreciado tu nombre?" (v. 6). ¿No tiene esto algo
que decirnos hoy en día? Sin duda nos desplazamos semana tras semana con
regularidad a las reuniones. Cantamos cánticos, leemos en la Biblia y decimos
"Amén" a las oraciones. Pero, ¿lo hacemos más de corazón que los
judíos en los tiempos de Malaquías? Las palabras de Isaías dirigidas a Judá
bien podrían aplicarse a nosotros: "No me traigáis más vana
ofrenda..." (Isaías 1:13).
Sin embargo, Dios es fiel. No puede negarse a sí
mismo, y, como se acordó de su pacto con Israel, de la misma manera tampoco nos
dejará sin recursos ni nos desamparará. Lo expresa así por medio del profeta
Malaquías: "Yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido
consumidos" (Malaquías 3:6).
Así, en medio de tanta infidelidad, Dios dijo a su
pueblo: "Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y
probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las
ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde"
(3:10).
Es interesante notar que el nombre "Jehová de los
ejércitos" se utiliza veinticuatro veces en el libro de Malaquías. La
primera vez que se cita es en 1 Samuel 1, cuando Elcana subía a Silo para
adorar a Dios (v. 3). Ana también pronunció este nombre, cuando oraba para
pedir un hijo (v. 11). Cuando Israel se encontraba en su estado más bajo, y
cada uno hacía lo que bien le parecía, Dios se reveló como "Jehová de los
ejércitos", en contraste con la debilidad e insuficiencia del hombre. Los
versículos de Malaquías 3:16-17 lo muestran de una forma conmovedora. En medio
de la infidelidad general, el Señor distingue entre los que le temen y que
hablan "cada uno a su compañero". Esto nos recuerda los dos
discípulos de Emaús que regresaban a casa, hablando de Él, cuando de repente
"Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos" (Lucas 24:15). ¡Qué
gozo para Su corazón oírles hablar de él entre ellos! De la misma manera, en
Malaquías "Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de
él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre"
(3:16).
De nuevo, en el último capítulo de Malaquías, mientras
que el profeta anunciaba el día del juicio, encontramos una alusión a aquellos
que temían su nombre (v. 2). Esto debió haber sido un aliento especial para el
remanente fiel en los días que precedieron al nacimiento de nuestro Señor. El
sol de justicia nacería y en sus alas traería salvación. Sabemos que esta
profecía no se cumplió sino parcialmente en la primera venida del Señor. Pero
es alentador considerar a los fieles como Zacarías y Elisabet, Simeón y Ana que
vieron hacerse realidad su esperanza cuando nació este niño singular, y
compartieron su gozo con "todos los que esperaban la redención en
Jerusalén" (Lucas 2:38).
Y nosotros que tenemos una esperanza aún más preciosa,
¡seamos fieles en las pequeñeces, viviendo "en este siglo sobria, justa y
piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa
de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo"! (Tito 2:12-13).
Truth and Testimony
No hay comentarios:
Publicar un comentario