sábado, 1 de junio de 2013

Discipulado: Yo Primero



Miramos antes al Señor Jesús como nuestro ejemplo, Mateo 4. El obedeció a Dios y nos dio ejemplo de esa obe­diencia cuando fue bautizado. Cuando él comenzó su ministerio, Satanás vino para tentarlo, pero él lo echó de su presencia; Él amaba y obedecía a Dios solamente.
Pensemos ahora en algunas cosas que son muy impor­tantes en nuestra vida. La Palabra de Dios pone las cosas de Dios antes que las cosas del mundo. El Señor Jesús enseñó que no nos hagamos ricos aquí en la tierra, sino que hagamos riquezas en el cielo, Mateo 6:19,20. Estos versículos muestran que hay dos alternativas y que debemos escoger cuál ocupa el primer lugar. ¿Serán las cosas de Dios las que tomarán el primer lugar, o las cosas del mundo? Pensemos cuidadosamente acerca de este asunto.
El Señor Jesús dijo que los ojos son la lámpara del cuerpo; si nuestros ojos son limpios, todo nuestro cuerpo está lleno de luz. La palabra limpio realmente significa uno sólo y también significa un propósito. El Señor Jesús nos enseñó que debemos tener un propósito, no cinco o seis, o ningún propósito. Dios desea que pensemos como Pablo que dijo que él trató de olvidar lo que había sido antes y que su mayor riqueza estaba adelante. El proseguía a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús, Filipenses 3:14.
Debemos estar firmes. Debemos apuntar a una cosa. Debemos tener nuestros ojos, nuestro corazón y nuestra mente puestos en una cosa. En otro lugar, el Señor enseñó que no se puede servir a dos señores; se odiará al uno y se amará al otro; será fiel al uno y despreciará al otro. No podemos servir a Dios y al dinero, Mateo 6:24. Dinero en estos versículos no solamente significa papel moneda, sino también todas las cosas del mundo. Algunos desprecian el dinero y no hacen nada importante en su vida, pero ellos aman y sirven a muchas cosas del mundo que son malas. El Señor Jesús dijo que no debemos amar a las cosas del mundo. Este versículo nos dice que debemos centrar nuestro interés solamente en una cosa. Nosotros debemos escoger servirle fielmente. El Señor no dijo que era difícil servir a Dios y a las riquezas, él dijo que no se puede, que es imposible.
Tal vez algunos digan: "Esto no puede ser cierto; tenemos que ganar dinero para vivir, ¿no es así?" Verdad. La Biblia va más allá. Dice que el hombre que no trabaja que no coma, es decir, un hombre puede pasar hambre si no trabaja y gana suficiente dinero para conseguir lo necesario, 2 Tesalonicenses 3:10. Ser perezosos no nos ayuda en manera alguna. Debemos trabajar y ganar dinero para nosotros y para nuestras familias. La Biblia dice que el creyente que no trabaja y gana dinero para su familia, es peor que un in­crédulo, 1 Timoteo 5:8. Un cristiano tiene obligaciones y debe atenderlas cuidadosamente. No solamente debe traba­jar y ganar suficiente dinero para sus propias necesidades, sino que debe apartar algo de su dinero para el Señor, 1 Co­rintios 16.2. ¿Qué es lo más importante en su vida? Esto es lo más importante en Mateo 6:24. Debemos trabajar y ganar dinero, pero aún hay otra lección más importante aquí. El asunto es: ¿Qué es lo más importante en mi vida?
¿Qué es lo más importante para nosotros? ¿Las cosas de Dios o las cosas del mundo? ¿Qué está primero? ¿Cuál es nuestro mayor deseo? El Señor Jesús dijo que Dios permite que usted haga algunas cosas para él. Tenemos también obligaciones terrenales que debemos cumplir. ¿Qué está primero? ¿Está primero Dios o las cosas del mundo? Es im­portante para nuestra vida tener la respuesta a esta pregunta. Debemos pensar cuidadosamente y ser honestos. Es una pregunta que todo cristiano debe contestar, sea joven o vie­jo. Debemos mirar nuestro corazón. Es posible aparentar estar trabajando para el Señor, pero puede ser que no seamos honestos y que ese trabajo no tenga realmente sentido. ¿Ser­viremos a Dios primero? ¿O a las cosas del mundo? Debemos escoger lo uno o lo otro.
Hubo hombres y mujeres en la Biblia que hicieron cosas como éstas. Ananías y Safira son un buen ejemplo, Hechos 5:1-11. Ellos deseaban hacer algo para el Señor. También deseaban hacer algo para ellos mismos. No sabían qué escoger. No supieron decidir qué era lo más importante. Pedro les dijo: "Hubieran podido guardar todo el dinero para ustedes, nadie hubiera preguntado nada. La iglesia primitiva no practicó el comunismo. En estos versículos no hay comunismo por ningún lado. Pedro dijo que nadie fue obligado a regalar su dinero. Ananías y Safira pecaron al tratar de traer su dinero y dejar algo para ellos, a la vez. Per­dieron su vida por este pecado. Su pecado trajo muerte, Dios los castigó. Hay un precio que debemos pagar cuando nuestras decisiones no son claramente a favor de Dios. Debemos decidir qué cosas son primero en nuestra vida. Cuando no hacemos decisiones claras pagamos un precio, y bien grande por cierto, arruinamos nuestro servicio a Dios y dañamos nuestra vida espiritual.
Cristo dijo en Mateo 6:25 que no debemos preocuparnos por la comida o la bebida o por los vestidos para nuestro cuerpo. Todas estas cosas son necesarias y bien podemos desear ponerlas en primer lugar. Las necesito para mí, las deseo y las debo tener. Estas son las cosas que atraen a nuestra alma. Así fueron los pensamientos del hacendado rico que se dijo a sí mismo: "Tú tienes todo lo necesario para muchos años; lleva una vida fácil: come, bebe y complácete a ti mismo." Jesús dijo que algunas personas son como este hombre: amontonan riquezas para sí mismos, pero son pobres para con Dios. El hombre puede dar el primer lugar a cosas equivocadas. ¿Cómo llamó Dios a este hombre? Necio, Lucas 16:21. Ananías y Safira fallaron por no haber escogido una de las dos cosas. El hacendado rico escogió hacer lo falso y fue llamado necio.
Después, Jesús habló acerca de comida, bebida y vestidos. Nosotros deseamos dinero para estas cosas. La palabra vestido aquí significa mucho más que solamente la ropa que usamos. Se puede pensar no solamente en vestidos para nuestro cuerpo, sino en nuestra casa, nuestros amigos y otras cosas que queremos tener. Son cosas terrenales. El Señor Jesús dijo: "Estas son las cosas por las cuales la gente vive preocupada." Hay una palabra importante que debemos notar. Todos usan vestidos, todos comen, todos beben. Mucha gente pasa todo su tiempo buscando estas cosas, pero el Señor dijo que debemos dar el primer lugar al Reino de Dios, Mateo 6:33. ¿Podremos ser honestos? ¿Podremos examinar nuestros corazones? ¿Podremos examinarnos en la presencia de Dios? ¿Qué ocupa el primer lugar en mi vida? O mejor: ¿Quién ocupa el primer lugar en mi vida?
Hay otra palabra importante: reino. El Reino de Dios no solamente significa cielo. Cielo y Reino de Dios son dos cosas diferentes. Una nueva traducción de la Biblia usa la palabra autoridad en vez de Reino. Esto me parece bien por­que Cristo no está hablando del futuro, sino de algo que desearíamos ahora. Deberíamos escoger la norma de Dios y su autoridad en nuestra vida. Dar prioridad a la autoridad divina no significa la autoridad de Dios en el cielo, sino a la norma de Dios para nuestra vida aquí y ahora. Yo debo escoger como norma de mi vida, lo que más me conviene, es decir, la autoridad de Dios.
La autoridad divina es parte del Evangelio que hemos recibido. En Romanos 10:9 el apóstol Pablo dice que debemos hacer dos cosas para ser salvos: confesar que Jesús es el Señor y creer con el corazón que Dios le levantó de los muertos. Notemos que hay algo unido a la salvación. Nuestros labios confiesen que Jesús es el Señor de nuestra vida. No podemos llamarnos cristianos si no nos sometemos a la autoridad de Cristo. La Biblia dice que seremos salvos si hacemos esto. En el versículo 10, el Espíritu Santo dice lo mismo, pero con otras palabras para que estemos seguros de entenderlo bien. Creemos en nuestros corazones y Dios nos muestra que estamos en paz con él. Nosotros lo declaramos con nuestros labios y somos salvos. ¿Declaramos cada día con nuestras palabras y nuestros hechos que Jesucristo es nuestro Señor? Esto es parte importante del Evangelio. El cristiano está en la obligación de hacer esto si ha recibido a Cristo como Salvador. Debemos recibir a Cristo como Salvador y como Señor. No se pueden separar las dos cosas. Él es Señor y Salvador. O sea, que salva y gobierna. Con­fesar con nuestros labios que él es el Señor no significa salir a las calles y empezar a predicar, sino que significa decir a los amigos algo como esto: "Yo pertenezco a Cristo, por lo tan­to, él es mi jefe, él controla mi vida."
El apóstol Pablo enseñó las verdades importantes del Evangelio; las cuales concuerdan con lo que hemos visto en Romanos 10:9. En 1 Corintios 1:23 dice: "Predicamos a Cristo, que fue crucificado." Esto nos habla del final de nuestra antigua vida de pecado. También dice en 2 Corintios 4:5, "Predicamos a Cristo Jesús como Señor" y esto significa el principio de una nueva vida. Estas dos verdades son in­separables. Cristo fue clavado en la cruz para perdón de nuestros pecados, pero esto también significa muerte a nuestra vida de pecado. Yo morí con Cristo. Mi vida de pecado llegó a su final de repente. Yo morí cuando él murió en la cruz por mí. Nosotros predicamos a Cristo como Señor. Esto sigue a nuestra muerte en la cruz con él. El versículo 1 de 1 Corintios es el final de nuestra vida antigua y el versículo 4 de 2 de Corintios da comienzo a la nueva vida. No podemos separar estos dos hechos. Dios no nos dice que podemos recibir el perdón de pecados y aún seguir viviendo la antigua clase de vida. Debemos ser honestos con Dios. ¿Cristo es real, verdaderamente y diariamente nuestro Señor? Preguntemos: "¿Si él no es mi Señor, es realmente mi Salvador?"
Debemos entender claramente lo que significa ser seguidor de Jesucristo. Ojalá no nos equivocamos. La juventud moderna dice que ellos son muy honestos. Ellos dicen: "No queremos hablar solamente, queremos saber realmente el significado. Ahora nosotros podemos ver lo que significa seguir a Jesucristo. Deseamos que sean honestos con nosotros." ¿Somos nosotros honestos con nosotros mismos? Entendamos claramente esta verdad y examinemos nuestra propia vida. ¿Dirige el Señor Jesús mi vida completamente? Este es el significado del versículo: "Da al Reino y a la autoridad de Dios el primer lugar."
En el libro de Hechos vemos la misma verdad. En el capítulo 1 podemos leer que el Señor Jesucristo se apareció a sus discípulos algunas veces y les probó que estaba vivo. Él estuvo con ellos durante cuarenta días. ¿De qué les habló? Del Reino de Dios, Hechos 1:3. En Hechos 28, Pablo dice la misma cosa. Pablo fue el gran apóstol que Dios envió a los gentiles. Él fue llevado a Roma como prisionero y la primera cosa que hizo fue reunir a los líderes religiosos de la nación de Israel y explicar las verdades del Reino de Dios, la autoridad de Dios, Hechos 28:23. Nosotros no podemos decir: "El Reino de Dios fue para un corto tiempo, no es para nosotros." En Hechos 28:3 Pablo habló a los gentiles acerca del Reino de Dios y su autoridad; de Cristo viviendo en sus corazones y gobernando su vida.
La palabra mandato es muy importante para toda persona que se ha inclinado ante Cristo Jesús y le ha recibido como su Salvador y Señor. Leemos en Mateo 28:20, "Enseñen a obedecer todo lo que yo les he mandado." Cristo no quiere que hagamos algunas cosas para él como un favor. Él es Señor. Nosotros somos sus esclavos. Él quiere nuestra obe­diencia. ¿Podemos decir que nos rendimos a él, porque nos permitió escapar del infierno como castigo por nuestros pecados? ¿Podemos decir que estamos sujetos a él, cuando le permitimos gobernar nuestras vidas? No somos honestos si actuamos de esta manera. El viene a nosotros y nos dice, "Deseo que te inclines ante mí y me obedezcas." ¿Qué nos ordena él? "Yo os ordeno que os améis unos a otros" Juan 15:12. Dijo también: "Id y haced discípulos a todas las na­ciones" Mateo 28:19, y "Haced esto en memoria de mí" 1 Corintios 11:24.
El apóstol Pablo dijo que Dios nos libra de la potestad de las tinieblas y nos traslada al Reino de su querido Hijo, Colosenses 1:13. Nosotros obedecíamos la autoridad de un reino, pero fuimos sacados y traslados al Reino de su querido Hijo. Estamos en un Reino donde Jesús ocupa el más alto lugar. Por la cual, también Dios lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla y toda lengua confiese que Jesús es el Señor, Filipenses 2:9-11. ¿Es verdad esto en nuestras vidas? No podemos pen­sar servir a Dios en manera alguna hasta que Jesús sea realmente nuestro Señor y Maestro en todo lo que hacemos. ¿Controla él nuestras vidas? ¿Vamos a donde él nos envía? ¿Nos detenemos cuando él lo ordena?
La gente siempre se preocupa por la comida, los vestidos y otras cosas personales, pero él nos dice: "Da a la autoridad de Dios el primer lugar en tu vida." Esto nos cambiará radicalmente. Asegurémonos, primero que todo, que pertenecemos a Cristo, que somos verdaderamente cris­tianos. Es posible que nuestros padres sean creyentes; eso no es importante. Puede que seamos muy hábiles y expertos o puede que seamos muy inexpertos; esto no es importante. ¿Pertenecemos a él ahora? ¿Hemos nacido de nuevo? Dios nos castigará para siempre con el infierno, si no somos salvos al morir. Esto puede parecemos duro y cruel, pero esto es lo que Jesús dijo y no podemos cambiarlo. Debemos estar seguros de ser verdaderos cristianos y de poner la autoridad de Dios como lo más importante en nuestras vidas. Cristo no os fallará. ¿Hacemos lo que él dijo? ¿Queremos recibir sus recompensas? ¿Se complace el Señor Jesús de nuestra obe­diencia?

No hay comentarios:

Publicar un comentario