En la carta a los romanos se nos muestran algunos regalos que hemos obtenido por el hecho que Jesucristo se hiciera hombre. No podemos más que sorprendernos de ellos. Cierta vez recibí una tarjeta navideña con la siguiente inscripción: "La Navidad también es una época de regalos. En todos los comercios podemos comprar las cosas más bonitas para obsequiar a otros y así darles una alegría. Pero el mejor regalo y único en su especie nos lo dio Dios mismo, al obsequiarse Él mismo a través de su Hijo Jesucristo. Este regalo nunca pierde su valor ni su vigencia..." Esta última frase en particular me conmovió mucho. En Jesús tenemos algo que, contrario a las cosas terrenales, no pierden ni el valor ni la vigencia, es más, podemos decir que lo más lindo aún está por venir. En lo que al cielo se refiere, aún vivimos en los tiempos previos a la Navidad. En una oportunidad C.H. Spurgeon relató una experiencia personal: "Hace un tiempo atrás una joven dama solicitó hablar conmigo. Profesaba ser mormona. Me dijo que había venido a "convertirme". Evidentemente se había equivocado de persona. Aún así presté atención a su exposición, y una vez finalizada le dije: "bien, usted me ha mostrado su camino al cielo, ahora permítame mostrarle el mío." Cuando comencé a hablarle quedó perpleja: "¿Acaso cree usted que todos sus pecados le fueron perdonados?" preguntó "por supuesto, lo creo." "¿De manera que está convencido que pase lo que pase, un día estará ante el trono del Dios? Entonces usted debe ser una persona feliz." "Lo soy" repliqué, "verdaderamente soy una persona feliz." "Pues entonces no tiene sentido que le hable, usted tiene más de lo que yo le puedo ofrecer." ¡Ciertamente, en Cristo tenemos algo que ningún otro nos puede ofrecer!"
1. Un regalo doble:
La gracia abundante y la justicia. "Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia" (Romanos 5:17).
"Reinarán en vida por uno solo, Jesucristo" significa que uno consigue tomar el control de su vida no por su propia fuerza y esmero, sino por Jesús. Suele suceder, que dentro de un paquete encontremos dos regalos en uno, se corresponden. Es lo que sucede aquí: 1. Gracia abundante y 2. Justicia.
- La gracia abundante: Si un paquete contiene algo bueno, genial, y si está repleto de esto, mejor aún, pero si de tan lleno que está abunda y desborda, entonces ya no hay palabras para describirlo. En Jesucristo recibimos gracia que abunda, es más, que sobreabunda. Cada uno de nosotros vive por la llenura de la gracia divina, y cuando Dios regala, lo hace en gran medida. ¿Cómo es que lo expresa el salmista? "...mi copa está rebosando" (Sal. 23:5).
- La justicia. ¿Qué tal nos vendría para la Navidad un vestido o un traje nuevo? Confeccionado en una tela que no existe en la tierra y que no hay nada que se le compare, una tela que descalifica completamente los modelos de los diseñadores Lagerfeld, Hugo Boss o Armani. Me refiero a la vestidura de justicia, cuya tela es la desbordante gracia divina, su diseñador y sastre el propio Creador y el material la obra redentora de Jesús.
A la gracia sobreabundante corresponde la justicia absoluta que Dios nos regala, de no ser así la gracia no sería gracia. No existe pecado que Dios no nos quisiera perdonar en Jesucristo. Dios nos viste con vestiduras completamente nuevas. Nos recubre con el vestido de la justicia del Salvador.
Cierta vez recibí el llamado de una señora mayor que en sus años de juventud había cometido una falta grave. Pese a que era una hija de Dios desde hacía ya mucho tiempo, de tanto en tanto resurgía aquel temor, la inseguridad de que ese pecado le hubiese sido perdonado. Pero toda persona que ha recibido la justicia de Cristo, está totalmente vestida de ropa absolutamente nueva. Pablo da fe de esto al decir:"porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos" (Gá. 3:27). En los tiempos de los apóstoles, el bautismo se equiparaba a la profesión de fe, ya que tras la profesión de fe inmediatamente seguía el bautismo (Hch. 2:38-41; 8:12.36-38; 9:18; 10:47-48).
Nuestro versículo decía: "Los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia". Esta gracia abundante sólo puede recibirse como un regalo, es el regalo divino de la Navidad. Dios quiere obsequiársela a todos. La salvación de Cristo es para todos. Pero realmente sólo reciben el regalo quienes aceptaron la salvación.
"Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida" (Ro. 5:18). Tan real como que el pecado penetró en toda persona y la condenación llegó a todos por la transgresión de Adán, de la misma manera es real, que el regalo de la justicia es para toda persona, no sólo para unos escogidos. No es posible que una cosa pueda afectar a todos y la otra no pueda estar dirigida a todos. Sin embargo, en definitiva sólo serán justificados aquellos que han aceptado el regalo de Jesucristo. A continuación un ejemplo:
Un fabricante de jabones conversaba con un cura. El fabricante criticaba el cristianismo: "Con el mayor de los respetos, pero seamos sinceros: ¿Qué es lo que ha logrado la iglesia en sus 2000 años de existencia? El mundo no se ha vuelto ni un poquito mejor por la fe cristiana. Hoy como ayer gobierna la maldad y pululan las personas malas." El cura siguiendo la conversación le señaló un pequeño niño sentado al borde del camino: "¿Ve aquel pequeño mugriento? Su fábrica produce jabones desde hace décadas, y aún así en el mundo todavía existe suciedad y niños mugrientos." El fabricante sonrió: "¡Bueno, sí, el jabón sólo sirve si uno lo usa!" Y el cura contestó: "¡Pues con la fe pasa lo mismo!"
2. Un certificado de amnistía
"Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne" (Ro. 8:1-3). Dios nos regala un certificado de amnistía. La carne no puede cumplir la ley. Nuestra debilidad nos imposibilita vivir de tal manera que seamos justos ante Dios. Por naturaleza ya somos condenados y vivimos rumbo a la condenación.
Toda persona siente ese innato temor de estar un día en la presencia de Dios y tener que ser juzgada. Por eso, algunos estarían encantados con deshacerse de El, otros lo quieren borrar de sus mentes, olvidar y no quieren que alguien les recuerde el tema. Esto es algo que hasta el día de hoy no se ha logrado, ni se logrará jamás.
Hay un mejor camino: Ya se puede recibir ahora mismo la absolución y la garantía de que no necesitaremos comparecer ante el tribunal divino. El abogado, Jesucristo, se encarga de ello. El entra a sus prisiones y le hace entrega del certificado de amnistía absoluta.
Fracasamos en cuanto a la ley de Dios debido a nuestro cuerpo de pecado, pero el pecado fracasó en el cuerpo de Jesucristo (Rom. 6:6 – 1 P. 2:24). Como el pecado fue condenado en el cuerpo santo y justo de Jesús, el pecador creyente en Jesucristo ya no será condenado.
3 El regalo de la adopción
"Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados" (Ro. 8:15-17).
El que Dios ya no sea nuestro juez es grandioso, pero recibirlo y tenerlo como Padre lo excede todo. Es común leer que celebridades adopten niños del tercer mundo. Lo hacen por amor al prójimo, porque tienen la posibilidad de hacerlo, pero algunos seguramente también para seguir siendo noticia o para mejorar su imagen. Dios lo hace porque realmente nos ama.
Es casi incomprensible, pero es real: Como hijos de Dios, los pecadores perdonados están más cercanos a Dios que los propios ángeles. Ciertamente los ángeles anhelan ver por dentro la salvación, el evangelio de la salvación de los hijos de Dios (1 P. 1:12). Los ángeles son espíritus que sirven a los hijos de Dios (He. 1:14).
4. El regalo de la gloria
"Pues tengo por cierto ("concluyo pues", "considero")..." (Ro. 8:18).
En otras traducciones leemos:
-"...que los sufrimientos del tiempo presente no son nada si los comparamos con la gloria que habremos de ver después" (Dios habla hoy).
-"...que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada" (La Biblia de las Américas).
En este relato se hace alusión a los estados pasajeros, tales como el sufrimiento, la pérdida, la angustia y la preocupación.
En el Salmo 112:4 leemos: "Resplandeció en las tinieblas luz a los rectos; es clemente, misericordioso y justo" Y esa es la gran diferencia. Es probable que un hijo de Dios esté atravesando un valle de sombras, pero en medio de la oscuridad le resplandece la potente luz desde la eternidad. Si no es un hijo de Dios, también atravesará sombras, pero a este no le resplandecerá esa maravillosa luz.
"Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido" (1 Co. 2:9-12). Dios ha preparado su gloria para los suyos, y sólo los suyos la podrán ver, pues es un regalo para aquellos que recibieron su Espíritu.
El espíritu permite que una persona sepa lo que ella misma piensa, siente y desea, pero no puede saber estas cosas acerca de otra persona, a menos que tenga el espíritu de ésta. Así, sólo el Espíritu de Dios conoce las razones divinas para la salvación. Pero como Dios le da su Espíritu a los que creen en su Hijo, también usted puede reconocer lo que Dios le ha regalado. Usted se hace partícipe del discernimiento de Dios, se hace parte de los pensamientos de Dios. El espíritu de este mundo nunca jamás podrá hacer eso.
Tener nuestra mirada enfocada en la gloria, requiere que nos ejercitemos en ello. Cuanto más lo hagamos, menos probabilidad habrá que una situación nos haga caer. "..." (2 Co. 4:16-18).
Otras traducciones dicen: "Por eso no nos desanimamos", "Por tanto no desfallecemos". ¡Las fuerzas para vivir que por naturaleza ya tenemos, se agotan, pero la vida que Dios nos da se renueva día a día!
5. Regalos adjuntos
"Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan (contribuyen, colaboran) a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (Ro. 8:28).
A veces junto al regalo hay otras cosas, como por ejemplo dulces. Por lo general se les da menos trascendencia que a los regalos grandes. Junto a las grandes metas de salvación en el cielo, están los "adjuntos" de la salvación, es decir innumerables cosas que desde ya nos sirven para nuestro bien. Un día nos sorprenderemos cuánto nos sirvió para bien aquello que ni habíamos notado o prestado atención o sobre lo cual hasta nos habíamos quejado.
6. Un regalo infinito
"¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?" (Ro. 8:31-32). ¿Quién entre nosotros puede regalarle todo a otra persona? Nadie. Algunos pueden regalar mucho, muchísimo.
Herodes estaba dispuesto a regalar la mitad su reino. Pero nadie lo puede regalar todo, porque en definitiva no le pertenece todo. Sólo Dios, a quien todo le pertenece, lo puede regalar todo, y lo hace. Tiene el poder de regalarle a cada uno de sus hijos en particular todo, y con eso El no se empobrece. Pablo le escribió a los Corintios: "sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios" (1 Co. 3:22-23). Una vez hablé con una persona que podía ver lo bello en cada cosa, cada detalle, todo lo llenaba de gozo: La belleza de las montañas, la decoración de una mesa o la arquitectura de un edificio, etc. Personalmente fue un testimonio impactante.
William MacDonald escribe: "¿Si Dios ya nos dio el mayor de los regalos, habría un regalo más pequeño que dejara de entregarnos? ¿Si ya ha pagado el más alto precio, se negaría a pagar uno menor? ¿Si se ha esforzado tanto en salvarnos, permitiría que volviéramos a caer? ¿Cómo no nos dará también con El todas las cosas?" Mackintosh escribe: "El lenguaje de la incredulidad dice: ¿Cómo nos dará?, el de la credulidad dice: ¿Cómo no nos dará?"
¡Reciba usted también estos regalos, es Navidad!
Llamada de Medianoche, Diciembre 2010
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