viernes, 13 de diciembre de 2019

EL CRISTIANO VERDADERO (23)

PELIGROS QUE DEBES EVITAR


Antes de terminar este librito, deseamos señalarte algunos peligros que es necesario evitar si deseas andar con Cristo. Es mejor hacer frente desde el comienzo de tu vida cristiana, al hecho de que habrá algunos tropiezos en el camino. No hay nadie que haya andado en perfección desde el momento de su conversión hasta que haya ido al encuentro de su Señor. Así que, si llegas a tropezar, no dejes que Satanás te des­anime ni te mantenga abatido. Levántate, confiesa tus pecados, pídele al Señor que te dé más de su gracia, y sigue adelante. Avanza hacia el blanco, al premio de la suprema vocación de Dios, por medio del Señor Jesucristo.
El Tropiezo Número Uno: No te fijes demasiado en los hombres. Recuerda que hace mucho tiempo dijo David: “Me­jor es esperar en Jehová, que esperar en el hombre” (Salmo 118: 8). Muchos cristianos jóvenes se han desanimado por tener sus ojos puestos en algún otro creyente al cual consi­deraban casi perfecto; luego cuando esta persona caía en alguna falta, no podían entenderlo. Es bueno que observemos la vida de otros creyentes, especialmente si son mayores y más fuertes que nosotros y si nos pueden prestar ayuda, pero debemos recordar siempre, que hasta el mejor de los cristia­nos no es sino un ser humano, que podrá causarnos una gran desilusión.
Sé que recibes un golpe terrible cuando alguien al que has respetado como cristiano, quizás un predicador del evangelio cae en pecado; pero si tienes los ojos puestos en Jesús y no en un mero hombre, por más que te sientas desilusionado, no has de caer. El Apóstol Pablo dijo: “Dejando todo el peso del pecado que nos rodea, corramos con paciencia la carrera que nos es propuesta, puestos los ojos en el autor y consu­mador de la fe, en Jesús” (Hebreos 12: 1, 2). Hay quienes se convierten a algún predicador, en lugar de convertirse a Cristo. Los que así hacen, son candidatos para una caída. Mientras mantengas los ojos puestos en Jesús, no te sentirás decepcionado.
Tropiezo Número Dos: No pongas demasiado, ni tu cora­zón ni tus deseos, en las cosas materiales. Recuerda que las Escrituras dicen que “el amor del dinero es la raiz de todos los males” (la. Timoteo 6: 10). Al escribirle estas palabras el Apóstol Pablo al joven Timoteo, le advirtió también que “los que quieren enriquecerse, caen en tentación y lazo, y en muchas codicias locas y dañosas” (versículo 9). A través de todas las Escrituras, se le señala al hijo de Dios, el pe­ligro de las riquezas y de la prosperidad material, y con frecuencia habló Jesús de las dificultades que encontraría un hombre rico para entrar en el reino de los Cielos. Al ex­plicar a sus discípulos la parábola del sembrador y la simien­te, el Señor dijo: “Los cuidados de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias que hay en las otras cosas entrando ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Marcos 4: 19). Las riquezas materiales, son por cierto engañosas. Cuánto más bienes materiales acumulemos, tanto más hemos de querer acumular.
Algunos cristianos se han preocupado tanto con el aspecto material de la vida, que han descuidado la oración, la lectura bíblica, la asistencia a la iglesia, el trabajo de ganar almas, y toda otra actividad espiritual. Están muy atareados tratando de “atender sus empleos.” Pero detrás de esta preocupación, al parecer tan inocente, está el deseo insaciable de acumular las riquezas de este mundo, cueste lo que cueste. En otra parte del evangelio, el Señor Jesús dijo: “No hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; más haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan” (Mateo 6: 19, 20).
Cuando sientas que el dinero empiece a dominarte, ve a Cristo en oración y pídele que te conceda la victoria sobre esta debilidad. Un solo deseo debes tener en lo que a ganar dinero se refiere: el de emplearlo primordialmente para la gloria de Cristo, utilizando para tus gastos normales y el cuidado de tu familia, solamente lo indispensable.
Tropiezo Número Tres. No entables amistad íntima con personas que no sean espirituales. Ya hemos hablado acerca de las amistades, en un capítulo anterior, pero quisiéramos recordarte que no debes ser demasiado amigo de personas que se preocupan más de las cosas del mundo que de las de Cris­to. Una persona que no es espiritual, aunque sea cristiano profesante, puede arrastrarte hacia abajo espiritualmente, alejándote de la senda recta y angosta del andar con Dios. Cuando veas que la influencia de una persona te esté ale­jando de Cristo, procura tener menos intimidad con ella.
Tropiezo Número Cuatro. No adquieras el hábito del chisme y de la crítica. Muchos cristianos han arruinado sus vidas espirituales por medio de estas cosas. Es muy fácil criticar y chismear, pero hará mucho daño a tu bienestar espiritual. Un predicador del evangelio me dijo en cierta ocasión: “Cuando siento que estoy criticando demasiado, lo miro de frente a Jesús.
Tropiezo Número Cinco. Ten cuidado de evitar el orgullo, de no ser presumido, y de no tener demasiada confianza en ti mismo. Para ampliar este pensamiento, séame permitido citar algunos pasajes de las Escrituras: “Digo pues por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener”. (Romanos 12: 3). “Humillaos delante del Señor, y él os ensalzará” (Santiago 4: 10). “Antes del quebrantamiento, es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu” (Proverbios 16:18). “Altivez de ojos, y orgullo de corazón ... son pecado” (Proverbios 21: 4). “Así que, el que piensa estar firme, mire no caiga” (1 Corintios 10: 12). “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6).
Y, para terminar, he aquí una palabra final de exhortación y aliento: “Así que hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es vano”.
G. Christian Weiss

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