Hemos visto que la
negación de Pedro no fue algo instantáneo, sino un proceso. Así también
queremos ver que su restauración al servicio del Señor no fue inmediata, sino
que tardó un poco de tiempo.
Sabemos que cuando
llega un pecado a nuestras vidas la comunión con nuestro Padre se rompe, y
sentimos que hay una nube entre nosotros y el cielo. Estoy seguro que en el
lapso de tiempo entre su negación y su restauración Pedro se sentía bastante
triste, no solamente debido a su pecado, pero también pensando en la razón por
la cual tuvo que morir Jesucristo.
Pero, como sabemos,
¡la historia no termina así! Pedro llegó a ser bastante útil en la obra del
Señor. Predicó el día de Pentecostés y vio el poder de Dios manifiesto en
salvación.
¿Cómo es que empezó
Pedro a reaccionar después de haber negado a Cristo? Bueno, primero hubo la MIRADA PENETRANTE de Cristo. Lucas
22:61 dice: “Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro”. Estoy convencido de que
no fue una mirada condenadora, ni dura, sino una mirada de compasión y dolor. Comprendamos
que nuestro Dios y Salvador no es duro, sino que nos ama y quiere ver nuestro
bien. ¡Qué bueno es cuando nos fijamos en Él y entendemos que nos ve! Hebreos
12:2 “Puestos los ojos en Jesús”.
Pero cuando Cristo
le miró, empezó a funcionar la MEMORIA
PROPIA. Dice Mateo 26:75 que “entonces Pedro se acordó de las palabras de
Jesús, que le había dicho: antes que cante el gallo, me negarás tres veces”. Sé
que estamos viviendo en diferentes días, pero debemos ocuparnos tener la
Palabra de Dios, no solamente en nuestra memoria, sino también en nuestro
corazón. Es la Palabra de Dios que nos va a ayudar cuando hayamos cometido un
pecado y buscamos el camino de regreso a Dios. Salmo 119:49 “Acuérdate de la
palabra dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar”.
Después de haber recordado las palabras de
Cristo, hubo en Pedro una MOLESTIA PROFUNDA. Mateo 26:75 nos informa que
“saliendo fuera, lloró amargamente”. Podríamos llamar esta molestia el arrepentimiento.
Pablo dice a los Corintios: “Porque la tristeza que es según Dios produce
arrepentimiento para salvación”. (2 Corintios 7:10) Lo mismo aplica a la
restauración después de pecar. Hay tristeza que no lleva al arrepentimiento,
pero así no fue el caso con Pedro. Pedro reconoció, como nosotros tenemos que reconocer,
lo grave que es el pecado. El mundo no ve el pecado como Dios lo ve, pero si
vamos a ver restauración en nuestras vidas, veámoslo como algo grave que ofende
la santidad de nuestro Dios.
Interesante es notar
que antes de ser totalmente restaurado al servicio, hubo una MANIFESTACION PRIVADA de Cristo a
Pedro. No sabemos nada de los detalles de ese encuentro, pero Pablo es el que
comenta “y que apareció a Cefas (Pedro), y después a los doce”. (1 Corintios
15:5) La restauración es algo privado que sucede entre el creyente que haya
pecado y su Padre. David pudo orar “límpiame de mi pecado... reconozco mis
rebeliones... contra ti, contra ti solo he pecado... vuélveme el gozo de tu
salvación”. (Salmo 51) El reconocía que en el caso de su pecado no hubo
sacrificio acepto, pero fue directamente a Dios y habló con Él. Cristo, en su
abundante gracia, apareció a Pedro en el camino y los dos hablaron.
Seguramente
corrieron lágrimas de parte de Pedro en la confesión de su pecado, pero Cristo
le manifestó su gracia de nuevo en aquel día inolvidable.
Recuerde que en
cierta manera la negación de Pedro fue pública. Lleguemos a la playa unos días
después y veamos a Cristo manifestándose a los discípulos por tercera vez. Les
da a comer y mira a Simón Pedro. “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que
éstos?” Tres veces Pedro escucha la misma pregunta. Tres veces contesta que sí.
Ahora Cristo le está dando un MANDATO
PUBLICO, delante de los otros apóstoles: “Apacienta mis ovejas”. (Juan
20:15) Creo que esto fue el último paso, y muy necesario, para que no solamente
Pedro, pero también sus hermanos en la fe, supieran que Cristo le estaba dando
un encargo especial, habiéndole perdonado por su pecado. Obviamente hay casos
cuando la restauración no es tan pública, porque el pecado no fue público y no
afectó en manera grave al testimonio de la asamblea. Pero, debemos de recordar
que Cristo perdona y quiere que sigamos en su servicio.
Más allá de los
límites de esta meditación está la tarea de buscar en las Escrituras otros
ejemplos en los cuales vemos cómo hombres y mujeres de la antigüedad le
fallaron al Señor, pero también descubrieron la dicha de que se les concediera
una segunda oportunidad. ¿Qué de Abraham, Jacob David, Noemí, Jonás o Juan
Marcos?
Dios es rico en misericordia y él nos perdona.
No viva, querido creyente, sumergido en la zozobra de que alguna vez le falló a
Dios. ¡Levántese! y, como Pedro ya restaurado al Señor, empiece hoy a vivir
para Dios como nunca lo ha hecho antes.
Mensajero Mexicano números 17 y 18
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