1 Timoteo
“Indiscutiblemente, grande
es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el
Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo,
recibido arriba en gloria” (1
Timoteo 3:16).
La primera epístola a Timoteo («que honra a Dios»)
está dirigida a un individuo, un joven por quien Pablo evidentemente sentía un
profundo afecto. De carácter tímido y retraído, y a pesar de haber sido dotado
por Dios, necesitaba ser incitado a tener un sentido de responsabilidad en
cuanto a la conducta que convenía observar “en la casa de Dios, que es la
iglesia del Dios viviente” (3:15).
Su ministerio le fue dado, no para ser ejercitado de forma
independiente, sino por causa del bienestar de la Iglesia, el cuerpo de Cristo.
Es llamado también a cuidar que la sana doctrina se mantenga en la iglesia
local, y que ese orden sea mantenido con la participación de ancianos y
diáconos fieles.
La iglesia también debía ser un lugar de oración (cap.
2); y en el capítulo 3, es vista como “columna y baluarte de la verdad” (v.
15). Da testimonio que Dios fue: “manifestado
en carne”, en la verdadera humanidad del Señor Jesús; “justificado en el Espíritu”, en el momento del bautismo de Jesús y
durante el transcurso de su vida, vemos el poder de la unción del Espíritu
Santo; “visto de los ángeles”,
quienes nunca antes le habían visto; “predicado
a los gentiles”, proporcionando un Evangelio universal para toda la
humanidad; “creído en el mundo”, si
son muchos o pocos, no marca ninguna diferencia, pero la fe respondió a tal
revelación; “recibido arriba en gloria”,
lo que completa esta lista de benditos hechos de los cuales la Iglesia da
testimonio.
Las instrucciones que hallamos en este libro son
provechosas para nuestra conducta y nuestra vigilancia en cuanto a la Iglesia
de Dios.
2 Timoteo
“Por tanto, no te
avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino
participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios” (2 Timoteo 1:8).
La segunda epístola a Timoteo trata también de la
responsabilidad individual en relación con la Iglesia. Es la última epístola
del apóstol Pablo. La escribió desde la prisión, sabiendo que iba a ser enviado
a la muerte por testificar del Señor. Aquí ya no habla de “la casa de Dios”,
sino de “una casa grande” (2:20), ya que aquello que una vez había sido la casa
de Dios en cierta medida de pureza y verdad, se había degenerado hasta el punto
de aceptar errores groseros y vasos de deshonra. Además, todos los que estaban
en Asia habían abandonado a Pablo, indudablemente porque no deseaban más su
enseñanza. Pero él no se desanima. En efecto, con un corazón gozoso anima a
este joven Timoteo, fortaleciéndole contra su propia timidez natural. Timoteo
no debe avergonzarse del testimonio del Señor, debe “usar bien la palabra de
verdad” (2:15), hacer completo uso de toda esa bendita verdad, actuando con firmeza
y decisión para Dios. No debe descuidar nada de ello, ya sea en la obra de
evangelista o en el ministerio para el pueblo de Dios. El capítulo 2 muestra al
creyente en ocho importantes aspectos de la vida, y es muy útil para cualquiera
persona que honestamente desea servir al Señor hoy en día.
Así
pues, este libro contiene un gran estímulo para el corazón que es recto en
estos días de alejamiento y descuido espiritual. Revela la bendición de los
recursos de Dios quien conoce las presentes condiciones, para que,
independientemente de cual sea la deshonra hecha al nombre de Dios por la
cristiandad profesante, el creyente pueda, con todo, ser fiel al significado
del nombre Timoteo: «que honra a Dios».
Tito
“Palabra fiel es esta, y en
estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios
procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los
hombres” (Tito 3:8).
Tito («cuidador») es también una epístola
individual.
Su tema no es exactamente el de la piedad en el
mantenimiento de la verdad en la Iglesia de Dios (como en Timoteo), sino más
bien la verdad que produce la piedad y el orden en la Iglesia. Si hay verdad,
ella es “según la piedad” (1:1).
Tito había permanecido en Creta con el propósito de
establecer ancianos allí en cada ciudad. Pablo y Bernabé habían hecho tal obra,
como se muestra en Hechos 14:23, y Pablo había delegado autoridad en Tito para
hacerlo. Él bien pudo haber delegado también tal autoridad en Timoteo, aunque
esto no se indica; sino que, en realidad, escribió a Timoteo en cuanto a las
cualidades de un anciano u obispo. Al dirigirse a Tito, insiste, por supuesto,
en la piedad si uno iba a ser establecido para tal obra.
Hoy en día, no hay nadie que tenga autoridad para nombrar
ancianos, sin embargo, los creyentes deberían reconocer fácilmente a hombres
con tales cualidades, y respetar su experiencia y juicio, sin que sean
designados oficialmente.
Notemos, también, que Pablo insiste en la piedad en las
variadas relaciones de los creyentes entre sí, y exhorta a que Tito sea un
ejemplo para todos ellos. Aquellos que habían creído a Dios debían ser
exhortados seriamente a ser celosos “de buenas obras” (2:14). Esto no es
simplemente abstenerse de obrar mal, sino de comprometerse en aquello que es
positivamente beneficioso para el bien de otros.
Vemos a través de estas líneas que cuidar almas es una
obra valiosa.
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