LISTOS PARA EL VIAJE
Los Rubenitas, Gaditas
y los de la media tribu de Manasés parecen tomar lugar entre Lot, Jonatán y
Abdías por un lado y Moisés, Abraham y Elías por el otro. Ellos representan una
generación que no quiere de ninguna manera separarse del llamamiento de Dios y
de su pueblo, pero que sin embargo traiciona en su carácter moral, una extraña
inconsecuencia con relación a este llamamiento. Esta clase es muy común y hasta
podemos decir, la más numerosa (ver Nm. 32). Cada uno de nosotros lo siente muy
bien en su corazón. Josué experimentaba una ansiedad temerosa para con este
pueblo; precisamente como Moisés lo había sentido antes. Los llama a él para
dirigirlos particularmente una palabra de exhortación y de advertencia en el
momento cuando comienza la acción para el pueblo de Dios (Jos. 1). Lo más
mínimo en las Escrituras son las cosas a veces más significativas, como es el
caso del primer capítulo de Josué, creo. En cuanto a las tribus en general,
para Josué le es suficiente decirles: "Preparaos comida, porque dentro de
tres días pasaréis el Jordán, para entrar a poseer la tierra que Jehová vuestro
Dios os da en posesión". Las tribus estaban libres de toda preocupación y
en orden para el viaje; no tenían sino que esperar la señal de partida. Noé
también estaba listo para el viaje hacia otro mundo; no le faltaba sino el momento
para entrar, él y su familia, en el barco. Las dos tribus y media no estaban
tan libres; varias cosas les ataban; tal vez por eso Josué, instintivamente
obra para con ellos como con personas atadas con un bagaje pesado y numeroso,
en el momento de salir. Les tuvo que recordar el compromiso para con Israel,
pues a sus ojos, ellos no estaban ligados y unidos completamente a Israel. En
cierta medida, él hace para con estas tribus lo que el ángel hizo con Lot
cuando vino a Sodoma.
Consideremos todavía a
este mismo pueblo en Josué 22.
El arca había pasado
del otro lado del Jordán, cuando las aguas se separaron ante los pies de los sacerdotes
que la llevaban; el arca había atravesado el río dirigiendo y garantizando al
Israel de Dios. Rubén, Gad y Manasés habían pasado también. Pero mientras que
Israel y el arca quedan en Canaán, las dos tribus y media vuelven para establecerse
allá donde sus hermanos habían vivido errantes y viajeros; presentando así a
los ojos de todos el espectáculo extraño de israelitas encontrando su lugar y
su interés fuera de los límites naturales de la heredad prometida y buscando un
lugar para sí mismos, allí donde el arca no había podido ni debido permanecer.
Josué lo siente y es
así como antes del regreso les dirige una advertencia especial. Parece que
ellos también sienten algo igual tan pronto como ponen los pies en la tierra de
su elección. Cierto malestar parece tomar sus almas y levantan un altar. Todo
esto tiene para nosotros un lenguaje que debería ser comprendido por los
"israelitas de nuestros días que habitan el país de Galaad".
ALTARES ARTIFICIALES
Josafat se había
sentido molesto también en el trono de Acab; bajo el peso de este malestar que
siempre oprime a un verdadero israelita en medio de incircuncisos, Josafat hizo
llamar a un profeta de Jehová. Este es precisamente el lenguaje del espíritu
renovado que se encuentra en una tierra extraña. Las dos tribus y media
levantan un altar y le ponen el nombre "Ed", que quiere decir
Testimonio (Jos. 22:34). Era como un testimonio de que el Dios de Israel era su
Dios y que ellos tenían parte en el llamamiento y en las esperanzas del Israel
de Dios. ¿Por qué todo esto? Si ellas hubieran tomado su porción en Canaán,
nada semejante hubiera sido necesario; ellas hubieran tenido el altar original
en lugar de una sombra. Sus almas hubieran poseído el verdadero testimonio
interior y no hubieran tenido necesidad de un "Ed" exterior. Pero
estas tribus no estaban en Canaán, sino en Galaad. Silo no estaba más a su
vista. Necesitaban pues un memorial para sostener y ayudar a su confianza y
para dar testimonio por un medio de su propia invención, de que ellas eran uno
con el Israel de Dios. Esto es de un gran significado y que se ve mucho hoy.
Nuestra alma, como la de los que nos rodean, requiere un testimonio evidente
de lo que somos, cuando nos encontramos en una posición que no está en armonía
con el llamamiento de Dios. Se siente la necesidad de algo artificial o
secundario; tener la aprobación de otros; un hecho con el que se nos
reconozca; el examen de nuestra condición personal junto a una incertidumbre de
espíritu; mucho razonamiento con nosotros mismos sobre todo esto, o también el
recuerdo de días mejores vuelven "necesario algo secundario", como el
altar de "Ed'". Tal es el caso del alma cuando no es íntegra, simple
y fiel. Conocemos todo esto representado por la inscripción en el país de
Galaad. La mujer de Lot, o la estatua de sal, lleva una sentencia que nuestro
divino Maestro descifró para nosotros: Que el monumento erigido por los
israelitas fuera de los límites del país de la promesa, pueda advertir a
nuestras almas, si ellas buscan la tranquilidad, la seguridad del corazón y la
paz profunda de la conciencia, para que no vayamos a establecemos fuera de
donde la Iglesia debe estar como peregrina.
Alma mía, ¿sabes leer
esta inscripción? Cada corazón conoce sus propios motivos de humillación. Toda
esa turbación de espíritu, esta agitación de pensamiento, el deseo de Josafat
por ver un profeta de Jehová, el altar de "Ed", son tantos
testimonios en favor y en contra nuestro: ellos demuestran un espíritu
renovado, pero lo muestran en medio de condiciones y de experiencias que un ojo
simple, un corazón más lleno de amor por Cristo, lo hubiera rechazado.
Rubén, Gad y Manasés
reciben una segunda advertencia. Josué y las tribus que están en Canaán les
hablan como ya lo había hecho Moisés. El altar de Galaad despierta dudas como
ya anteriormente había despertado dudas el hecho de querer establecerse en
Galaad. Todo esto es frecuente y muy natural, pero al mismo tiempo muy
significativo. Los santos de Galaad no dan seguridad de su llamamiento y
elección en el corazón de sus hermanos, al menos sin previa información. Se
produce un gran movimiento entre las tribus que ya estaban en Canaán, y en la
posesión consciente de Silo y del tabernáculo de Dios. Es enviada una embajada
de en medio de ellos para inquirir sobre el asunto. Algo de lo que ellos no
pueden darse cuenta, llama la atención a su mirada como en desacuerdo con el
llamamiento de Israel; es necesario, pues, una explicación a todo esto. ¡Qué
cuadro tan significativo para nosotros! Seguramente que estamos en una escena
semejante en la cristiandad, circunstancias semejantes nos son muy familiares.
No dudamos que el apóstol fue lo mismo en las epístolas a los Corintios en el
Nuevo Testamento como lo fue el Antiguo Finees, hijo de Eleazar el sacerdote,
cuando cruzó el río para ir a pedir informes sobre el altar erigido en Galaad.
Había en Corinto algunas cosas que alarmaron al apóstol, y que eran para él
síntomas tremendos de abandono de la posición celestial de los santos. Los
corintios parecían estar como príncipes de este siglo, reinando como reyes
sobre la tierra. El ministerio del apóstol Pablo, ejercido con amor y celo en
Cristo, empezaba a ser rechazado mientras que otros comenzaron a gozar de la
estima y la confianza a causa del rango y ventajas que tenían en este mundo.
Las escuelas del hombre y su sabiduría tomaban autoridad, y los santos parecían
querer afirmarse allí donde la Iglesia no tenía que ser sino una extranjera
desconocida. Con el celo de Finees, Pablo "cruza el Jordán", por así
decirlo, y, qué tranquilidad produjo su descubrimiento... (2 Cor. 6:11-13).
Las tribus de Galaad
pueden satisfacer a Finees y a sus hermanos, mejor de lo que los santos en
Corinto pudieron satisfacer al apóstol. He aquí tantas diferencias y variedades
que se reproducen en nuestros días, en el estado moral del pueblo de Dios. He
aquí pues nuestro motivo común de tristeza y de humillación porque el
llamamiento y elección no son retenidos con firmeza en nuestros corazones y que
a menudo tenemos que hacer el camino, o lo mandamos a hacer a los demás para la
inspección de nuestros caminos, de nuestro "Ed", de nuestros altares,
de nuestras columnas, y del balido de nuestros ganados en las llanuras de
Galaad, en lugar de reposar y nutrirnos juntos aprendiendo los secretos del
tabernáculo y del altar de Silo. En el Nuevo Testamento, la Iglesia de Corinto
recuerda al israelita del otro lado del Jordán, del lado del desierto. Los
temores del apóstol para con ellos no se trataba de las influencias del
judaísmo; tampoco de las especulaciones incrédulas del pensamiento; al menos
no es el caso de la segunda epístola; no se trataba de la gracia vuelta en
disolución. Es cierto que estos temores ocupaban el pensamiento del Espíritu
cuando se dirige a otros santos o a otras iglesias; pero a Corinto, era por la
mundanalidad con que estaba amenazada la Iglesia. Parece que un individuo
había cautivado a los santos; la naturaleza y las circunstancias le habían
dotado de todo lo que es susceptible para ganar el corazón del hombre del
mundo. Parece tratarse de una persona como le llamaríamos hoy "una persona
bien"; sus maneras elegantes, buena posición, influencia a la que los
corintios habían cedido; se habían dejado embelesar en alguna manera, mirando
las apariencias de un hombre que se engrandecía tomando ocasión de su
naturaleza y de sus circunstancias para recomendarse a ellos.
Fue también como el
apóstol tuvo que oponerse a un miserable estado de cosas. Se notaba que una
parte del afecto y de la confianza de sus queridos corintios había
desaparecido, porque él no podía gloriarse de las ventajas carnales que
comenzaban a tener precio para ellos. Seguramente que tampoco tuvo jamás el
pensamiento de hacerse valer en algo semejante. Aunque sabemos que tuvo mucho
de qué gloriarse "en la carne", sin embargo Pablo prefirió gloriarse
en "sus debilidades". Quiso ser débil en cuanto a sí mismo. Habla de
las ventajas carnales que ese hombre poseía y que había hecho valer en medio de
los santos, en un lenguaje semejante al que Moisés hubiera podido emplear
hablando de la "ropa tejida de lana y de lino". "No os unáis en
yugo desigual con los infieles", dice el apóstol ahora como Moisés lo
había dicho a Israel: "No ararás con buey y con asno juntamente. No
vestirás ropa de lana y lino juntamente". Pablo no estaba asociado de esa
manera ni tampoco vestido así. Había sido uno de los primeros de la vanguardia
de la tribu de Judá para cruzar el río.
EL LLAMAMIENTO DE DIOS NOS SEPARA
Todo esto es para
nosotros una ilustración de lecciones importantes. No debemos mezclamos con lo
que el llamamiento de Dios nos separa. No tenemos que llevar puesto un vestido
de diversos materiales. Pero si lo rechazamos, si vestimos el vestido puro, si
tomamos la posición y entramos en las relaciones que conducen al llamamiento
de Dios, es necesario que nos encontremos con un vestido ceñido, no solamente
un vestido sin mezcla, y que persistamos en estas cosas. El Señor no nos llama
a trabajar para mejorar al mundo, sino a tomar y a guardar una posición separada
del mundo. Pues, muy amados, si tomamos como principio esta posición de
separación, busquemos la gracia y el poder que solos pueden adornar y embellecer
ese testimonio según el Señor.
Tal es el carácter del
tiempo por el que atravesamos hoy. El dios y príncipe de este mundo deja que
los ciudadanos barran y ordenen la casa; y esto les hace admirar su nuevo
estado, y felicitarse de haberla transformado tanto que ya no es, según piensan
ellos, la misma de antes. El error es grande y peligroso; la casa sigue hoy más
que nunca como la morada del espíritu inmundo; pero está tanto más limpia para
sus designios, pues se halla barrida y adornada. No tardará él en hacer uso de
todo ese trabajo de sus ciudadanos para el cumplimiento de sus propósitos
impíos. "El que conmigo no recoge, desparrama"
CUIDADO CON EL YUGO DESIGUAL
Nuestro trabajo, ¿es
conforme a los designios de Cristo? ¿Es cumplido según Su peso y Su medida? Si
no es así, aunque lo hagamos en Su nombre, ese trabajo no será sino para
ventajas del enemigo. En la parábola se encuentra que el cuidado que se empleó
para barrer y adornar la casa, fue completamente aprovechado por el espíritu
inmundo, quien no dejó de ser el maestro aunque le hubiera dejado por un tiempo.
Todo lo que fue hecho para el embellecimiento de la casa es para su maestro.
Satanás es hoy el dios de este mundo tanto como jamás lo ha sido; y continuará
siéndolo hasta que el juicio caiga sobre él por parte de Aquel que está
sentado en el caballo blanco. La paz que durante tantos años ha gozado Europa,
ha dado numerosas ocasiones para barrer y adornar la casa. A la manera humana,
la espada se cambió en arado; la tierra y sus recursos, el hombre y sus
facultades han sido cultivados más allá de lo que había sido hecho; la casa
parece pues muy distinta de lo que fue, después que los siervos, por sus
esfuerzos, han venido a limpiarla y a adornarla. Los progresos literarios,
morales, artísticos y religiosos son inmensos. Las sociedades de paz y las que
luchan contra los vicios, el gusto por la literatura y la música, los congresos
de las diferentes naciones, las proclaman tan alto como las orgullosas pretensiones
del día que se hacen en todas partes. Toda esa diligencia es según el
pensamiento del maestro de la casa, o el dios de este mundo. Esta es una verdad
muy seria. "Aquel que conmigo no recoge, desparrama". Palabras
solemnes. "No os unáis en yugo desigual con los incrédulos". Es la
confusión. Es el tejido "prohibido" de lana y de lino. Mientras que
nuestros labios pronuncian esas palabras, nuestros corazones confiesan con
humildad que más de un siervo del Señor, recto y sincero, trabajando con amor,
con celo y con simplicidad, pero equivocado en cuanto al objetivo, se encuentra
en cuanto a la práctica, delante de muchos que han discernido netamente el
error.
Tememos a la
indiferencia más que a la mezcla. Tememos a Laodicea más que a Sardis. Que podamos
recibir una lección de la una y de la otra. Que aprendamos a evitar la
actividad religiosa de Sardis, que tiene el nombre del que vive, tanto como el
formalismo frío y egoísta de Laodicea. Seamos diligentes, pero en un servicio
verdadero. Utilicemos nuestros talentos, pero utilicémoslos para servir a un Maestro
rechazado, sin esperar nada de este mundo que le rechazó, sino contando en todo
con Su presencia, de la que pronto iremos a gozar.
Por J.G.
Bellet. Editorial Luz.
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