Muy cierto es que el amor es la marca que distingue al cristiano.
Demostramos el amor para nuestros hermanos en la fe cuando nos dedicamos a
servir y a cuidar de ellos. Es un amor pensado, deliberado. El Señor Jesucristo
quiso que sus discípulos fueran conocidos por su amor entre ellos. No fue
simplemente una bonita sugerencia, era su mandamiento. El apóstol Pablo nos
instó: "Que el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros
y para con todos." 1 Tes. 3:12
Con nuestra preocupación para
nuestros hermanos en Cristo, no ignoremos el amor que Cristo quiere que
brindemos al mundo. Claro -no amemos al mundo en su sistema, su rebeldía contra
Dios -sino a los que viven en el mundo, los desorientados, infelices, desesperados,
que Cristo vino a salvar- no los sanos, sino los enfermos. Si amamos a nuestros
enemigos, nuestro galardón será grande y seremos hijos del Altísimo que es
benigno y misericordioso para con los ingratos y malos.
El libro de la Biblia, el
Cantar de los Cantares, trata de otro amor, el amor humano entre un hombre y
una mujer- una relación creada por Dios. La joven dice: "¡Llévame grabada
en tu corazón, llévame grabada en tu brazo!" (Ca. 8:6). Es una costumbre
saludable de las personas casadas, tanto el marido como la mujer, que usan un
anillo de boda. Cuando un marido anda solo, todo el mundo puede ver en su mano
el anillo que indica que es hombre casado, comprometido a una sola mujer.
Cuando una casada anda sola, su anillo de boda es una señal a cualquier hombre
de que pertenece a un solo hombre; ese anillo pone limitaciones a las otras
amistades que los esposos entablan. La joven del Cantar quiere que su amado la
lleve grabada en su corazón, pero también grabada en su brazo: una señal de su
relación.
¿Qué decir de este amor de
nuestra vida- el amor por nuestros hijos? Aún cuando están grandes cada cual
con su vida independiente, no dejamos de amarlos y orar por ellos, aún más
intensamente ahora porque ellos llevan ya mayores responsabilidades. Como no
podemos dirigirlos de una manera directa, oremos mucho por ellos y estemos a su
disposición para cuando nos necesiten.
Tocamos el amor más
importante como el último. Es nuestro amor para el Señor Jesucristo, nuestro
Creador y Redentor, a quien amamos sin haberle visto, en quien creemos aunque
ahora no lo vemos, y nos alegramos con gozo inefable y glorioso al pensar en
verlo un día muy pronto.
Estos son los amores de
mi vida. Son suyos también. Pidamos de nuestro Dios que es amor, que nos ayude
aumentar el amor en todos sus aspectos, día tras día.
(Tomado de Senda de Luz 2008)
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