domingo, 1 de septiembre de 2013

Los Seis Milagros del calvario

EL MILAGRO DE LOS SEPULCROS ABIERTOS
Y abriéronse los sepulcros (Mateo 27:52). El cuarto de los milagros del Calvario fue apertura de los sepulcros.
Esa perturbación de un cementerio tiene un significado e importancia propios entre los milagros del Calvario. En verdad, en cierto modo es el más sobresaliente de cuantos hemos considerado hasta ahora, la culminación de lo que le precedió así como también la culmi­nación en sí mismo de lo que va a seguir.

I.                   El LUGAR
En primer lugar consideremos el hecho tal cual está relatado: "Mas Jesús, habiendo otra vez exclamado con grande voz, dio el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rompió en dos, de alto a bajo: y la tierra tembló, y las piedras se hendieron; y abriéronse los sepulcros."
Así fue por medio del temblor que los se­pulcros fueron abiertos. Y podemos deducir que la mayoría, si no todos, estaban situados en y alrededor del Calvario. Como lo dijimos anteriormente, es probable que el temblor se sintiera más violentamente en su lugar de origen—el sitio de la influencia perturbadora. Sabemos que había un cementerio en el Cal­vario, puesto que la tumba de José, donde fue puesto Jesús, se encontraba en sus proximida­des.

ESTABLECIENDO EL LUGAR
Además, si ese hecho era un testimonio del poder de la muerte de Cristo, es muy probable que los sepulcros estuvieran próximos a la cruz. A más de esto, parece evidente que los sepulcros estaban cercanos a Jerusalén por el hecho de que al levantarse los santos entraron en la Santa Ciudad. Es pues interesante esta­blecer el lugar. También podemos deducir que los sepulcros eran rocosos—excavaciones en las rocas, y que la entrada a ellos era ce­rrada por medio de puertas de piedra, pues las declaraciones, "las piedras se hendieron" y "abriéronse los sepulcros" están relacionadas entre sí.

DIFERENCIA ENTRE LA FUERZA Y EL DESIGNIO
Dado, sin embargo, que la apertura de los sepulcros y la hendidura de las rocas eran una misma cosa, ¿por qué debemos presentarlos como hechos separados?
La razón es que hay una diferencia muy significativa entre los dos sucesos. La hendi­dura de las rocas fue una evidencia de fuerza; la apertura de los sepulcros una evidencia de designio. La hendidura de las rocas no presen­taba una profecía para el futuro. La apertura de los sepulcros era como una promesa de la gloria venidera.
El valor del hecho del temblor en sí no se perdió cuando se abrieron las tumbas, y tuvo, como hemos visto, un significado propio y bien definido. Del mismo modo, el hecho de abrirse los sepulcros no se confundió con el temblor, sino que también tuvo su identidad y valor propios. Es el cuarto en esta serie tan evidente de los milagros del Calvario. Fue el resultado inmediato del temblor, tal como el temblor fue el resultado del clamor victo­rioso desde la cruz, y fue así como el temblor una respuesta a ese clamor. En el momento en que Cristo murió, fueron abiertos los sepul­cros.

¿DE QUIENES ERAN LOS SEPULCROS?
Eran los sepulcros de los santos solamente— los hijos de Dios, el pueblo de Cristo. No fue­ron descubiertos los despojos mortales de nin­guno cuya alma, ahora separada del cuerpo, no tenía interés en la muerte que obró la apertura de los sepulcros.
Es una concepción muy sublime. ¡Los mu­chos sepulcros de los hijos de Dios, cada uno discriminado tan amante e individualmente, fueron a sus ojos los lugares monumentales de todo el mundo!
Y ahora notemos, que mientras que los sepulcros fueron abiertos en el mismo instante de la muerte de Cristo, sin embargo los cuer­pos que en ellos yacían no se levantaron sino hasta después de su propia resurrección—a la tercera mañana. "Salidos de los sepulcros, des­pués de su resurrección," nos dice el relato.
No es el hecho de la resurrección lo que ahora estamos considerando, sino simplemente el de la apertura de los sepulcros. Esta aper­tura tenía una fuerza en sí, aparte de su pro­pósito. Es algo que no se perdió de vista en las resurrecciones contempladas, como tam­poco se perdió en el temblor.
Fue por lo tanto un gran hecho de prepa­ración tal como solamente fue necesario hacer en el instante de la muerte de Cristo, precisa­mente cuando El entraba entre los muertos. No podía ser demorado hasta que volviera de los muertos, aunque la consumación del propósito de la apertura fuera así demorada.
En todas estas circunstancias, ¡cuán enfá­tico es lo milagroso! Con una abrumadora convicción, sentimos que es una de las más claras y potentes mediaciones de Dios, uno de sus más preciosos testimonios del triunfo de la muerte de Jesucristo.

II.                CLASE DE RESURRECCIÓN
En segundo lugar, este sentir de su enseñan­za tan preciosa parece justificarse por los sim­ples requerimientos del tema. El hecho de que los sepulcros fueron abiertos en el mismo instante de la muerte de Cristo, pero que las resurrecciones no se llevaron a cabo sino hasta tres días después, nos indica que los sepulcros abiertos eran para exponernos algo.

SU OBJETO ES UNA MANIFESTACION
Si las puertas de piedra fueron abiertas por medio del temblor tan sólo para permitir la salida de los cuerpos, entonces el temblor no hubiera tenido lugar sino hasta el momento de su salida. Pero esos sepulcros estuvieron abier­tos desde la tarde del viernes hasta el domingo por la mañana, expuestos a la visión de miles de espectadores. No se hubiera permitido que esos sepulcros fueran tapados durante el sá­bado. ¿No parece indicar todo esto que la apertura de los sepulcros era una manifesta­ción, que tenía un testimonio que ofrecer?

¿QUE CLASE DE RESURRECCION?
Preguntamos ¿qué objeto hubo en la aper­tura de esos sepulcros? ¿Qué clase de resurrec­ción fue ésta? ¿Se trata de la que el apóstol llamó "mejor resurrección," la verdadera re­surrección del cuerpo, el cuerpo espiritual e incorruptible? ¿O fueron los cuerpos simple­mente reanimados como en el caso de Lázaro?
Podemos probar por las Escrituras que se trata del segundo caso, y trataré de hacerlo más adelante. Lo que quiero establecer aquí es, sin embargo, que la apertura de los sepul­cros así lo indica, pues la idea de que los sepulcros tenían que ser abiertos para que sa­lieran los cuerpos espirituales es contradictoria. Un cuerpo espiritual tiene propiedades espi­rituales. Jesús con su cuerpo resucitado entró, sin necesidad de ninguna abertura, en el apo­sento donde estaban reunidos los apóstoles, y se nos dice que su cuerpo resucitado es el modelo de los cuerpos de resurrección de sus santos.
¿Se necesita un sepulcro abierto para tal resurrección? No. La partida de un espíritu humano de esta tierra no exige que las paredes y techo de una habitación sean quitados a fin de que pueda partir.

LA RESURRECCION DE CRISTO ES DIFERENTE
Esto lo tenemos demostrado por la salida del cuerpo de Cristo de la tumba. Una gran piedra cubría su sepulcro; pero cuando El abandonó el sepulcro esa piedra no había sido quitada. Fue quitada poco tiempo después para mostrar a los discípulos que el sepulcro esta­ba vacío, y así fueron convencidos de su resu­rrección. Un ángel descendió del cielo para efectuar esta obra. Pero cuando esto se llevó a cabo, Cristo no estaba allí.
Por otra parte, cuando Lázaro fue resuci­tado, resucitó con su cuerpo natural y por lo tanto se dio el mandato previo, "Quitad la piedra."
Por esta razón la apertura de esos sepulcros del Calvario puede armonizarse con esta con­clusión solamente, que lo que fue resucitado fue solamente el cuerpo natural, y no fue su resurrección final.

VIVIFICADOS PERO NO RESUCITADOS
Estos santos no fueron en sí mismos una adecuada expresión de la victoria de Cristo, ya que, según el capítulo quince de 1 Corin­tios, no fueron resucitados de entre los muertos sino simplemente vivificados.
Pero esta vivificación, en sí un evento tan estupendo, era sin embargo la ilustración y certificación de una mejor resurrección. Cuan­do Jesús dijo, "Yo soy la resurrección y la vida," El revivió el cuerpo de Lázaro dando una ilustración de la verdad por El expresada, aunque no fuera todavía la verdadera realiza­ción de sus palabras.

¿POR QUÉ HUBO UN NUMERO LIMITADO?
Y ahora tenemos la explicación por qué hubo cierta limitación al número de los sepul­cros que fueron abiertos. No era su resurrec­ción final, no era una discriminación esencial entre los santos. Todos los santos le son caros a Dios; pero el vivificar a unos cuantos de ellos fue suficiente para el propósito de la instrucción presente, como también suficiente para rendir digno tributo a la ocasión.
Se abrieron un número suficiente de tum­bas a fin de proveer una muestra del poder de la cruz, y el poder que fue manifestado por esos sepulcros abiertos ha sido desplegado a todo el pueblo de Dios de todas las épocas.
Y ahora, en tercer lugar, ¿qué enseñanzas nos ha legado?
Un símbolo es una señal incluida en la idea que representa. Un cordero es el símbolo de la mansedumbre, porque no se resiste, aunque la mansedumbre humana que simboliza es su­perior. En el Antiguo Testamento la muerte de un cordero prefiguraba la muerte de Cristo, porque su sangre derramada expiaba ciertas ofensas ceremoniales; aunque una expiación ceremonial no tiene comparación con la ver­dadera expiación de los pecados por Cristo.

SIMBOLO DE LA RESURRECCION GLORIOSA
Y    así la apertura de los sepulcros fue el sím­bolo del deshacimiento de todos los obstáculos a la gloriosa resurrección en cuerpos espiri­tuales e incorruptibles, porque fue el deshaci­miento de cuantos obstáculos impedían la aparición de los cuerpos vivificados. Las sim­ples puertas de los sepulcros, aunque sean de piedra, son barreras muy débiles comparadas con las dificultades de la resurrección de los muertos.
En efecto, se nos da a entender que la mejor resurrección estaba al alcance. Lo que había imposibilitado que los cuerpos de los santos sembrados en corrupción fueran levantados en incorrupción, lo que había imposibilitado tal resurrección, ahora, como lo demuestran esas tumbas vacías, ha sido quitado.
Y ya que el cuerpo resucitado implica la presencia del espíritu al cual pertenece, por lo tanto lo que impedía que los espíritus de los santos abandonaran Hades y fuesen revestidos con tal magnificencia de vida corporal, eso también, por la prueba de los sepulcros abier­tos, ahora ha sido quitado.
Por lo tanto, el Hades abierto era el equiva­lente de los sepulcros abiertos. Es decir que la muerte, la separación del espíritu del cuerpo, como también la corruptibilidad y disolución del cuerpo, eran ahora prácticamente abolidos para los santos.
Todo espíritu de los santos que estaba en Hades podría haber sido quitado de allí y reunido a su cuerpo en incorrupción y gloria. No había obstáculo que lo impidiera, sino so­lamente que no era el tiempo señalado por Dios.

LOS SANTOS NO ESTAN EN HADES AHORA
En prosecución de la victoria lograda en Hades, es decir, en el interior de la misma tie­rra, donde los muertos de Dios eran consola­dos, aunque no se hallaban en libertad bendita —allí ya no van los muertos de Dios. Desde la resurrección y ascensión de Cristo han ido a El allá arriba de todos los cielos.
No solamente esto, sino que a los muertos de Dios que habían ido a Hades, Jesús los tra­jo consigo cuando volvió de allí y los llevó con­sigo al cielo. Las puertas de Hades no prevale­cieron contra la iglesia.
¡Cuán simbólicamente hermoso, pues, es el hecho que fue el temblor lo que abrió los sepulcros! En otras palabras, la victoria de la muerte del Salvador había pasado a las almas de los santos "en el corazón de la tierra," y había derribado las puertas de su encierro.
Esa victoria en el corazón de la tierra fue sentida en la superficie, y la tierra temblante y las rocas hendidas dieron prueba de la gozosa revolución efectuada a favor de los santos en Hades.

LO QUE LOS SANTOS ESPERAN
Y así vemos que una parte de lo que fue hecho para el espíritu, simbolizado por la aper­tura de los sepulcros, ha llegado a ser una ex­periencia de los santos que han partido.
Mientras tanto, lo que fue hecho para el cuerpo, como también fue simbolizado, to­dos los santos lo están esperando. Fue efectua­do virtualmente, y es tan real como si ya hubiese sido llevado a cabo.
Todo obstáculo a la plena bendición para el alma de la resurrección, y a la plena gloria de la resurrección para el cuerpo, ha sido pues­to a un lado, y nosotros los santos solamente esperamos el tiempo señalado para nuestra manifestación.

IV.  VICTORIA SUBLIME
Y    fue la muerte de Jesucristo lo que efectuó victoria tan sublime a nuestro favor. Esta es otra lección de nuestro tema.
¿Cuándo fueron abiertos los sepulcros? En el preciso instante de su muerte. Este instante resulta más enfático porque los cuerpos muertos no fueron vivificados hasta tres días después, cuando Cristo resucitó. Los se­pulcros fueron abiertos a pesar de que la vivificación no tendría lugar entonces. Señaló una relación específica entre la muerte de Cristo y la apertura de los sepulcros.

CRISTO DESTRUYO EL PODER DE LA MUERTE
La muerte de Cristo abrió los sepulcros. Es decir, su muerte destruyó el poder de la muer­te. El poder de la muerte es el pecado. La muerte entró en el mundo por el pecado y es la pena del pecado. Por lo tanto, la muerte de Jesucristo, quien no tenía pecado propio, estaba llevando la pena del pecado por su pueblo.
Pero la muerte es principalmente la sepa­ración del alma de la vida de Dios, siendo la disolución del cuerpo apenas una sombra de muerte.
Por lo tanto, al morir y llevar la pena del pecado por su pueblo, Jesucristo murió no solamente en cuanto a su cuerpo, sino más terriblemente en el castigo sobre su alma. Fue hecho maldición por nosotros a fin de que pudiéramos ser redimidos de la maldición.
Así El agotó la pena del pecado a nuestro favor, e hizo posible que fuera quitada de no­sotros toda la condenación debida al pecado.
De ahí el hecho simbólico de la apertura de los sepulcros en el instante de su muerte. El poder de la muerte fue vencido por su muerte y todos los obstáculos que impedían que lo­gráramos la verdadera vida del alma y del cuerpo han sido quitados por completo.

LA VERDAD ACERCA DE LA EXPIACION
Es la verdad en cuanto a la expiación lo que aquí se nos enseña, el hecho de que la justicia de Dios fue satisfecha por medio del sufrimiento y muerte de nuestro bendito Sus­tituto.
A menos que lo que tenemos prefigurado en la apertura de las tumbas hubiera sido lle­vado a cabo, aun el mismo Cristo no podría haber resucitado. El vino a quitar los obstácu­los que impedían nuestra obtención de la vida verdadera, y a este fin llevó sobre sí la maldi­ción de Dios. Por lo tanto, si El no hubiera agotado la maldición, haciendo posible que fuera quitada de nosotros la maldición del pecado, la maldición todavía estaría sobre El y todavía estaría en poder de la muerte.
Si El no hubiera resucitado, no habría evi­dencias de su cumplimiento, ni hubieran sido quitados los obstáculos, ni habría victoria.
Por lo tanto, es imposible que el simbolismo pudiera ser otro. Esos cuerpos muertos no po­dían resucitar hasta que la victoria a nuestro favor fuese pronunciada. Pero la victoria, pronunciada por la resurrección de Cristo, fue el trofeo de su muerte.

LAS PUERTAS DE LAS PRISIONES FUERON ABIERTAS
Su muerte había abierto de par en par las puertas de la prisión, quitado la guardia y de­jado libre el camino. Al resucitar hizo uso de esta libertad.
Su resurrección aseguró para los suyos las bendiciones inherentes a la resurrección. Su resurrección confirió esta bendición a su pue­blo.
Su muerte es nuestra liberación judicial; su resurrección nuestra liberación real.
Su muerte es el perdón de nuestros pecados; su resurrección el certificado firmado de di­cho perdón.
Su muerte abrió el Hades; su resurrección lo vació. Su muerte es el sepulcro destruido; su resurrección significa los cuerpos muertos de sus santos que salen de sus sepulcros go­zando de la vida incorruptible y eterna.

LA SALVACION OFRECIDA HOY
¡La muerte de Cristo tiene tal poder re­dentor! "Los sepulcros fueron abiertos." Por lo tanto ya no existen obstáculos para que cada uno sea liberado personalmente aun en estos momentos de la muerte esencial. "El que cree al que me ha enviado," dijo Jesús, "pasó de muerte a vida" y "no morirá jamás."
Todo aquel que confía en Cristo es ahora libertado en su conciencia de la condenación del pecado y vive como un hijo de Dios, ha­biendo ya pasado de muerte a vida.
Entre tanto, su cuerpo corruptible espera el tiempo señalado, pues ya no existen obstácu­los en el camino de vida desde los portales de la tumba hasta la presencia de Dios, donde hay hartura de alegrías y deleites para siempre.

LA OBRA ESTA TERMINADA
En el mismo momento de la muerte de Cris­to, los sepulcros fueron abiertos. Recordé­moslo. En el mismo instante de su muerte to­dos nuestros pecados fueron expiados. Los sepulcros no fueron meramente abiertos en parte, ni los obstáculos quitados parcialmente.
No nos queda nada por hacer en cuanto a nuestro perdón y aceptación por parte de Dios. No podemos agregar nada a la obra de Cristo. Nuestra salvación del pecado está en El en estos momentos y es perfecta. Lo que tú y yo debemos hacer es recibirle y gozar de El. Re­cuerda, "el que es incrédulo al Hijo, no verá la vida."
Tal como soy; sin más decir,
Que a otro yo no puedo ir
Y tú me invitas a venir;

Bendito Cristo, vengo a ti.

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