domingo, 3 de agosto de 2014

Cristianos que son como Pilato

“No totalmente”- podría­mos poner como título sobre la actitud de Pilato frente a Je­sús, y esto le resultó fatal. ¡No totalmente para Jesús! ¿Hay que decir lo mismo de tu vida? ¡Qué condición miserable! Esta actitud lleva necesariamente a la falta de claros principios en la vida, como fue el caso de Poncio Pilato, que, como lee­mos: "tomó a Jesús, y le azotó". ¡Qué acto cruel y abominable! Pero, igual de abominable es tu persistencia en lo mundano y en el pecado, si es que cono­ces al Hijo de Dios. Porque, con tu actitud, tú también Le estás dando bofetadas a Jesús.
En la vida de Pilato se ma­nifiestan dos hechos con con­secuencias fatales:
1. Su falsedad: Sabe qué de­cisión debe tomar, pero no la toma. Dios odia la mentira. Da gracia sólo a los sinceros. Los mentirosos han conocido a Je­sús como su Salvador, pero se niegan a asumir las conse­cuencias frente al mundo. Sa­ben de Aquel que los quiere li­brar del poder del pecado, pero aman el pecado. Piden en ora­ción: “Perdona mis pecados”, sabiendo exactamente que mañana volverán a cometer el mismo pecado. Oran: “Por fa­vor, quita de mí este pecado”, y por otro lado piensan: “Me gusta tanto...”. Extienden una mano hacia Jesús, y con la otra se aferran al mundo y al peca­do... No me asombra la reac­ción de Jesús, cuando Pilato quiere hablar otra vez. Él: El hombre de dolor, permanece mudo. Su silencio es la res­puesta más profunda. Tampo­co es de asombrar que Dios no responda a las oraciones de los mentirosos. Pues, así dice el Señor: “Cuando multipliquéis la oración, yo no oiré” (Isaías 1:15).
2. Su falta de fuerza: De un lado ve a Jesús, lleno de san­gre, que le confirma con su si­lencio: “Tú dices que yo soy rey”. Del otro lado, están los judíos que gritan: “Si a éste sueltas, no eres amigo de Cé­sar”. El romano Pilato, nor­malmente tan orgulloso, ha perdido su poder; se balancea de un lado al otro. Y si tú no tienes un claro compromiso con la verdad en tu vida, tam­bién perderás la fuerza. A pe­sar de querer vivir de una ma­nera santa y pura, cederás y pecarás una y otra vez.
Quizás pienses ahora: “¡Cuántas veces lo intenté, cuántas veces me consagré a Jesús! Pero una otra vez he caí­do en el mismo pecado”. ¿Por qué? Porque tú entrega no fue total. “Yo sí quiero dar mi vida completamente a Jesús”, me respondes, “pero no tengo fuerza para ello”. Dios no espe­ra fuerza de ti, al contrario: Si sigues a Jesús, no crecerá tú fuerza, sino que permanecerás siendo débil; sin embargo, a pesar de eso, será posible vivir una vida de victoria. La victo­ria de Jesús en la cruz es una realidad. Él exclamó: “Consu­mado es” (Juan 19:30). Después de tu completo sí a Jesús, ten­drás a tu disposición el poder de victoria de Jesucristo.
¿No crees en Su fuerza y en Su poder? ¿No sabes que Je­sús, quien estuvo clavado en una cruz y murió por ti, es el Creador de todas las cosas? ¿No sabes que "el Dios eter­no... no desfallece, ni se fatiga con cansancio. (...) El da es­fuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene nin­gunas” (Isaías 40:28-29)? Él sos­tiene todo el universo. En Isaí­as 9:5 leemos que el principa­do está sobre Su hombro. Y ahora, lee Lucas 15:45. Allí Lo vemos como el Buen Pastor. Él se ha hecho Hombre, y aquí nos habla de las cien ovejas que tiene. Cuando pierde a una, la busca en el desierto hasta que la ha encontrado, y luego la recuesta sobre sus hombros. ¿Te parece que esos fuertes hombros alguna vez se derrumbarán? Es cierto, Jesu­cristo se derrumbó bajo un peso que era más grande que todo el universo. ¿Cuál? Juan 1:29 nos da la respuesta: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Bajo esa carga se derrumbó. Bajo esa carga gritó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Marcos 15:34). Y, entonces, el sudor de la muerte empapó Su fren­te, y el Eterno murió. Sin em­bargo, la muerte no Lo pudo retener. ¡Él resucitó! ¡Él vive!
¿Quieres poner tu vida en Sus manos? ¡Él está cerca aho­ra! Si tú te entregas a Él, las co­sas se pondrán en orden en tu vida. Porque, Él te dice: “Y has­ta la vejez..., y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo lle­varé, yo soportaré y guardaré” (Isaías 46:4).
Llamada de Medianoche, Abril 2014

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