“No totalmente”- podríamos poner como
título sobre la actitud de Pilato frente a Jesús, y esto le resultó fatal. ¡No
totalmente para Jesús! ¿Hay que decir lo mismo de tu vida? ¡Qué condición
miserable! Esta actitud lleva necesariamente a la falta de claros principios en
la vida, como fue el caso de Poncio Pilato, que, como leemos: "tomó a
Jesús, y le azotó". ¡Qué acto cruel y abominable! Pero, igual de
abominable es tu persistencia en lo mundano y en el pecado, si es que conoces
al Hijo de Dios. Porque, con tu actitud, tú también Le estás dando bofetadas a
Jesús.
En la vida de Pilato se manifiestan dos
hechos con consecuencias fatales:
1. Su falsedad: Sabe qué decisión
debe tomar, pero no la toma. Dios odia la mentira. Da gracia sólo a los
sinceros. Los mentirosos han conocido a Jesús como su Salvador, pero se niegan
a asumir las consecuencias frente al mundo. Saben de Aquel que los quiere librar
del poder del pecado, pero aman el pecado. Piden en oración: “Perdona mis
pecados”, sabiendo exactamente que mañana volverán a cometer el mismo pecado.
Oran: “Por favor, quita de mí este pecado”, y por otro lado piensan: “Me gusta
tanto...”. Extienden una mano hacia Jesús, y con la otra se aferran al mundo y
al pecado... No me asombra la reacción de Jesús, cuando Pilato quiere hablar
otra vez. Él: El hombre de dolor, permanece mudo. Su silencio es la respuesta
más profunda. Tampoco es de asombrar que Dios no responda a las oraciones de
los mentirosos. Pues, así dice el Señor: “Cuando multipliquéis la oración, yo
no oiré” (Isaías 1:15).
2. Su falta de fuerza: De un
lado ve a Jesús, lleno de sangre, que le confirma con su silencio: “Tú dices
que yo soy rey”. Del otro lado, están los judíos que gritan: “Si a éste
sueltas, no eres amigo de César”. El romano Pilato, normalmente tan
orgulloso, ha perdido su poder; se balancea de un lado al otro. Y si tú no
tienes un claro compromiso con la verdad en tu vida, también perderás la
fuerza. A pesar de querer vivir de una manera santa y pura, cederás y pecarás
una y otra vez.
Quizás pienses ahora: “¡Cuántas veces lo
intenté, cuántas veces me consagré a Jesús! Pero una otra vez he caído en el
mismo pecado”. ¿Por qué? Porque tú entrega no fue total. “Yo sí quiero dar mi
vida completamente a Jesús”, me respondes, “pero no tengo fuerza para ello”.
Dios no espera fuerza de ti, al contrario: Si sigues a Jesús, no crecerá tú
fuerza, sino que permanecerás siendo débil; sin embargo, a pesar de eso, será
posible vivir una vida de victoria. La victoria de Jesús en la cruz es una
realidad. Él exclamó: “Consumado es” (Juan 19:30). Después de tu completo sí a
Jesús, tendrás a tu disposición el poder de victoria de Jesucristo.
¿No crees en Su fuerza y en Su poder? ¿No
sabes que Jesús, quien estuvo clavado en una cruz y murió por ti, es el
Creador de todas las cosas? ¿No sabes que "el Dios eterno... no
desfallece, ni se fatiga con cansancio. (...) El da esfuerzo al cansado, y
multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas” (Isaías 40:28-29)? Él sostiene
todo el universo. En Isaías 9:5 leemos que el principado está sobre Su
hombro. Y ahora, lee Lucas 15:45. Allí Lo vemos como el Buen Pastor. Él se ha
hecho Hombre, y aquí nos habla de las cien ovejas que tiene. Cuando pierde a
una, la busca en el desierto hasta que la ha encontrado, y luego la recuesta
sobre sus hombros. ¿Te parece que esos fuertes hombros alguna vez se
derrumbarán? Es cierto, Jesucristo se derrumbó bajo un peso que era más grande
que todo el universo. ¿Cuál? Juan 1:29 nos da la respuesta: “He aquí el Cordero
de Dios, que quita el pecado del mundo”. Bajo esa carga se derrumbó. Bajo esa
carga gritó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Marcos
15:34). Y, entonces, el sudor de la muerte empapó Su frente, y el Eterno
murió. Sin embargo, la muerte no Lo pudo retener. ¡Él resucitó! ¡Él vive!
¿Quieres poner tu vida en Sus manos? ¡Él
está cerca ahora! Si tú te entregas a Él, las cosas se pondrán en orden en tu
vida. Porque, Él te dice: “Y hasta la vejez..., y hasta las canas os soportaré
yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré” (Isaías 46:4).
Llamada
de Medianoche, Abril 2014
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