domingo, 3 de agosto de 2014

Doctrina. El Hombre (Parte VIII)

VIII. Conclusión.


“El que hizo la tierra con su poder, el que puso en orden el mundo con su saber, y extendió los cielos con su sabiduría;  a su voz se produce muchedumbre de aguas en el cielo, y hace subir las nubes de lo postrero de la tierra; hace los relámpagos con la lluvia, y saca el viento de sus depósitos.  Todo hombre se embrutece, y le falta ciencia; se avergüenza de su ídolo todo fundidor, porque mentirosa es su obra de fundición, y no hay espíritu en ella.   Vanidad son, obra vana; al tiempo de su castigo perecerán. No es así la porción de Jacob; porque él es el Hacedor de todo, e Israel es la vara de su heredad; Jehová de los ejércitos es su nombre.”  (Jeremías 10:12-16)
Al concluir este estudio, es difícil expresar en palabras el intento del hombre por desacreditar  lo que la Biblia dice sobre la creación. El postulado es: Dado que existe un “avance científico” considerable, ya no es “sostenible” seguir creyendo, y que solo corresponde clasificarlo como un mito. Lo más natural era esperar que este ataque  viniese del hombre sin Dios (el cual sí procede hacerlo), pero lo más insólito es que destacados eruditos Bíblicos como Barth, Bultmann desconocen la autoridad de las escrituras, declarándolas mitos, los cinco libros del pentateuco y que solo es para contarlas como historias hermosas a los niños de las escuelas dominicales[1].
La posición racionalista indica que la ley natural es suprema, y cualquier afirmación que discrepe con esta verdad, debe ser considerada como errónea. Muchos creyentes, y muchos de ellos influyentes,  han seguido esta postura  y la han aceptado sin siquiera cuestionarse si es verdad. Siguiendo esta postura,  tenemos que preguntarnos cuál de los  siguientes puntos será base para nuestra “vida religiosa”:

1.      No considerar la Biblia como verdadera
2.      Desmitificar la Biblia, y reconocer la incapacidad de Dios para revelarse al hombre adecuadamente.
3.      Tratar de compaginar los textos Bíblicos con la verdad científica.
El  escoger unos de los puntos anteriores es desconocer que el mismo Señor Jesucristo  identificó los hechos de la creación como verídicos. ¿No era Él creador de todo? ¿Es posible que se haya olvidado de lo que hizo? (compare Juan 1:1-2) ¿O nos engañó o él estaba engañado? El escoger unos de los puntos, es desconocer al Señor mismo, es infravalorarlo. Por tanto, si erró en sus dichos, entonces podemos, con la misma simpleza, poner en duda toda su obra salvadora, y decir que ella no salva y estamos en  la misma condición perdida. Gracias a Dios que esto no es así.
El mismo Señor afirma la veracidad de los relatos cuando dice: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo…?” (Mateo 19:4) o cuando menciona la muerte de Abel (Mateos 23:25).  Pablo menciona como veraz la existencia de Adán, ya que  su obra la contrasta con la obra del Señor Jesucristo, es decir,  de cómo entró al mundo el pecado a través de Adán, y por el Señor Jesucristo  entró la salvación (Ver Romanos 5:12-21). Ambos, el Señor y Pablo, indican, afirman, que Adán era un ser histórico, porque de lo contrario, lo hubiesen expresado. Aún más, si todo fuese solo mitos, Dios en su revelación nos hubiese indicado que todo el proceso de la creación  es solo una bonita historia para niños. Pero no es así, Él  dice claramente que fue una realidad, que lo descrito en los primeros once capítulos de Génesis es real, queramos crearlo o no.
De acuerdo al texto de Jeremías, Dios es el hacedor, hizo la tierra y le puso orden. Creó al hombre a su imagen y semejanza, pero como se apartó de Dios (recordemos que Eva fue engañada pero Adán comió deliberadamente) al pecar, se ha corrompido cada vez desde aquella época. Esta lejanía de Dios lo ha embrutecido más, por lo cual la ciencia (conocimiento de Dios) se ha perdido en ellos. En esta carencia, los hombres (y especialmente los teólogos llamados  neo-liberal) han ideado ciencia que sacan a Dios y lo reemplazan por “ídolos” creados por su propio saber, lo cual es solo “vanidad”, nada; y su fin será de acuerdo a lo establecido por Dios en sus decretos Divinos. En cambio para el creyente, es todo verás lo que Dice la escritura: nada le falta, nada le sobra.
Lo más extraño de todo, es que los creyentes, que decimos haber creído en el Señor Jesucristo, estemos  buscando acomodar la escritura a la luz de la ciencia y no al revés. Tenemos la mala costumbre de siempre cuestionar los principios bíblicos porque no están de acuerdo a lo que indican los tiempos que vivimos, ni a la moda imperante en el mundo, cuando en realidad el creyente debería  cuestionar lo que el mundo ofrece, y hacerlo a la luz de la escritura, y desecharlo como basura. Pensemos de donde procede lo que estos tiempos están entregando antes de aceptarlo como un hecho, y que esto pase a formar parte o a convivir con nuestra vida cristiana. Tenemos la seguridad que no procede de Dios, procede del mundo, de un mundo secular, ateo, pecador, tenebroso, reinado por el mismo Satanás, que se opone a todo designio de Dios.
Si amamos a Dios, sabremos que la verdad está escrita en la misma Escritura.

Anexo.

El segundo Adán.



Adán tenía por finalidad ser el padre de los seres humanos al servicio de Dios, con un propósito final conocido sólo por el Dios. Al ser sometido a  prueba, el hombre fracasó. La llega de un ser siniestro, Satanás, fue el factor que permitió que el hombre fuese probado. El resultado  fue un hombre reprobado, que no pudo guardar un simple mandamiento: no comer del fruto de un árbol específico.
Satanás, al introducir el pecado,  probó que el hombre  no era apto para el cometido dado por Dios. La introducción del pecado, condenó al hombre a estar fuera de la esfera de Dios. El pecado es la barrera que impide que podamos llegar a Dios, porque su santidad y su justicia necesitan ser satisfechas.
Dado que Adán  no fue apto para formar una raza para el servicio de Dios, El Señor Jesucristo, el poster Adán, vino a cumplir dos objetivos, a darnos un medio de salvación, de poder acercarnos al Padre; y  derrotar a Satanás de la misma forma que éste derrotó a Adán.  Con la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, la Santidad y la Justicia de Dios fue satisfecha, y el camino fue abierto para llegar al Padre a través del Señor Jesucristo.
Pero en cuanto a la  tentación tenemos un cuadro específico de la victoria del Señor, modo que debió usar Adán para resistir la tentación. El Señor fue tentando en tres áreas específicas. Alimento, Tentar a Dios, y adoración. En cada una de ellas, el Señor usó como escudo la palabra de Dios: “escrito está…”. Si Adán hubiese usado la palabra de Dios (la misma que Eva intentó usar), y hubiese confiado en ella como el Señor lo hizo (y no como Eva la utilizó), la situación hubiese sido totalmente distinta: el hombre habría salido victorioso de su primera prueba.
El Siguiente cuadro nos ofrece en forma comparativa la tentación de Adán y la del Señor Jesucristo.





Adán y Eva
El Hijo del Hombre
Alimento
¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? (Génesis 3:1)
Si eres Hijo de Dios,  di que estas piedras se conviertan en pan (Mateo 4:3)
Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él,  ni le tocaréis,  para que no muráis. (Génesis 3:2-3)
Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre,  sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. (Mateo 4:4)
Tentar a Dios
Entonces la serpiente dijo a la mujer:  No moriréis; (Génesis 3:4)


Si eres Hijo de Dios,  échate abajo;  porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y,   En sus manos te sostendrán,    Para que no tropieces con tu pie en piedra. (Mateo 4:6)
Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.  (Mateo 4:7)
Adoración
Sino que sabe Dios que el día que comáis de él,  serán abiertos vuestros ojos,  y seréis como Dios,  sabiendo el bien y el mal.  (Génesis 3:5)


Todo esto te daré,  si postrado me adorares.  (Mateo 4:9)
Entonces Jesús le dijo: Vete,  Satanás,  porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás,  y a él sólo servirás.
(Mateo 4:10)


[1] Francisco Lacueva, Curso Práctico  de Teología Bíblica, Página 207

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