lunes, 1 de junio de 2015

Doctrina. El Pecado (Parte VIII, continuación)

VIII.      PECADOS. (continuación)


Matar
         Este pecado está expresamente prohibido en Éxodo 20:13. Y no solo ahí quedó prohíbo quitar la vida a otras personas, sino que desde tiempos  posteriores al diluvio, Dios lo había prohibido (Génesis 9:5). Y este mandamiento quedó reafirmado por el mismo Señor Jesucristo, expresando que no solo podemos matar físicamente a nuestro prójimo, sino también con nuestras palabras ofensivas.  Escuchemos al Señor: “Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego”  (Mateo 5:22).

Artes oscuras.
         Con esta expresión queremos abarcar todas las expresiones esotéricas y espiritistas que existan, ya que claramente utilizan,  para responder a sus consultas, a espíritus malignos. A Israel se le mandó no hacerlo, como cristianos debemos tener el mismo pensamiento, sabiendo que Dios no cambia de parecer, porque Él es inmutable. Se le dijo a Israel: “No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti” (Deuteronomio 18:10-12).
         Resaltemos la expresión “Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas”, muestra lo repulsivo, asqueroso que era para Dios que seres humanos practicaran estas cosas. Israel[1] debía mantenerse aparte de estas actividades.
         En 1 Samuel 28:5-25 se nos relata sobre como Saúl recurrió a una adivina de Endor para hablar con Samuel transgrediendo la ley de Dios. Y en 1 Crónicas 10:13 menciona que Saúl tuvo que pagar las consecuencias de sus actos.  Hay otro rey que recurre a estas abominaciones, nos referimos a Manasés (2 Reyes 21:1-6; 2 Crónicas 33:1-9). Este rey  “hizo lo malo ante los ojos de Jehová, según las abominaciones de las naciones que Jehová había echado de delante de los hijos de Israel”. Edificó altares de los dioses que su padre había destruido; adoró a todo el ejército de los cielos; profanó la casa de Jehová; sacrificó a su hijo, etc.; “multiplicando así el hacer lo malo ante los ojos de Jehová, para provocarlo a ira”.  Por  toda la maldad que este rey cometió y que el pueblo siguió, el juicio de Dios fue decretado (2 Reyes 21:11-15).
         Dios manifestó explícitamente su desaprobación acerca de estos temas. Veamos que dice:
·        “No seréis agoreros, ni adivinos” (Lev 19:26).
·        “No os volváis a los encantadores ni a los adivinos; no los consultéis, contaminándoos con ellos. Yo Jehová vuestro Dios”  (Lev 19:31).
·        Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos. Y el hombre o la mujer que evocare espíritus de muertos o se entregare a la adivinación, ha de morir; serán apedreados; su sangre será sobre ellos (Lev 20:26-27).
Es posible que el espiritismo y otras artes oscuras (cartomancia entre otras),  sean socialmente aceptados en nuestro medio y que forme parte de tu vida. Cada día vemos en los periódicos que personas de ambos sexos y de distinta condición social y aun de distintos colores de piel buscan el horóscopo para ver como se le anticipa el día, el mes y el año (Manasés recurría a estos elementos). Sea cual sea la fuente, el origen de esos designios son producto del estudio de una actividad que por Dios está prohibido, y porque el futuro le pertenece a Él[2]. Es posible que otros vayan a consultar a un médium (como lo hizo Saúl) para saber de algún pariente; y otros buscan hacer a alguien algún mal.
Sea la forma que tome estas “artes oscuras” es abominación para Dios y causa de juicio Divino para quienes lo practican. Quienes están detrás de estas actividades NO SON espíritus benéficos sino demonios.  Pablo expulsó uno que provocaba que una joven fuese una pitonisa, que adivinaba (Hechos 16:16) y daba ganancias a sus dueños.
Con lo que ya hemos dicho, queda claro que quienes toman contacto con éstas entidades están fuera de la voluntad del Creador y de no cambiar su actitud deberán sufrir las consecuencias de sus actos, como lo padeció Saúl y Manasés.
No sólo en el antiguo testamento se condena las prácticas ocultas,  en Gálatas 5:10  se cita expresamente a la hechicería entre las obras de la carne, y encontramos el testimonio de creyentes "...que habían practicado la magia trajeron sus libros y los quemaron delante de todos..." (Hechos 19:19).
Satanás está en posición de falsificar las señales y prodigios al punto de aparecer como ángel de luz (2 Corintios 11:14), de modo que engaña a quienes consultas a estas personas; creando doctrinas engañadoras (1 Timoteo 4:1). Por lo cual, quien quiera que sea el creyente y se sienta tentando a hacer una prueba  consultando alguna de estas artes oscuras,  recuerde lo que dice Dios en su Palabra: “Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos? ¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías 8:19-20).
“¡A la ley y al testimonio!”
Efectivamente ahí deberíamos consultar, en palabra de Dios y oración debería ser nuestro medio para poner a los pies del Creador nuestras peticiones (Filipenses 4:6).
Y por último, ninguna de estas personas estará inscrito en el Libro de la vida, por ende, no será parte de la Iglesia gloriosa y santa (Apocalipsis 22:15).

Ira.
La ira se define como un enojo muy fuerte, profundo y violento, que es parte del ser humano, y es producto de sus emociones ante situaciones específicas, simplemente es la reacción ante determinada persona.
Cuando la ira se apodera del hombre, es generalmente una manifestación de la naturaleza pecaminosa del ser humano. La ira es un pecado porque siempre conlleva agresión contra alguien. Si bien es cierto que hay situaciones legítimas, la ira debe ir acompañada de un control racional. Podemos mencionar que cuando este control o dominio propio no está presente, puede provocar mucho dolor en las otras personas. Caín no controló su ira, se dejó cegar por ella, y mató a su hermano.
La ira “justa” es aquella que está dirigida contra la impiedad. El Señor Jesucristo cuando volcó las mesas de los cambistas y sacó los animales de templo de Dios lo hizo sabiendo que ellos recogerían las monedas y recuperarían los animales, pero no soltó las palomas porque no las podrían recuperar. Él estaba consciente de ello y simplemente les pidió que las sacaran (Juan 2:13-16). También vemos que en distintos pasajes vemos la ira divina sobre el hombre. La vemos en diluvio, lo vemos en juicio a Israel, la veremos cuando se juzgue a los pecadores en el futuro (Mateo 3:7; Juan 3:36; Efesios 5:6).
A los creyentes se nos aconseja apartarnos de ella (Efesios 4:31; Colosenses 3:8), y si nos enojamos debe ser sin pecado y no por mucho tiempo para no darle lugar al enemigo (Efesios 4:26-27). Sin embargo, el consejo primario es no tener ira aunque sea justa, puesto que si no tenemos dominio propio, esta puede ser usada por Satanás contra nosotros mismo. Podemos ser perseguidos, pero no por ello podemos airarnos contra nuestro prójimo, sino apoyarlo cuando la necesidad caiga sobre él, porque así amontonamos ascuas sobre él (Romanos 12:20).
Los hombres de la Biblia son tan humanos, que muchos de ellos han caído en pecados. La Escritura dice de él: “Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra” (Números 12:3). Pero en determinada ocasión (Números 20:1-13), el pueblo le había agotado la paciencia, pues estos reclamaban por falta de agua y de alimentos en el medio del desierto. Consultado a Dios, Él iba a manifestar su poder para que no quedase duda que Él los cuidaba. Moisés se descontroló y dijo: “¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña?“. Dios le había pedido que le hablase a la roca y de esta brotaría agua.  “Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces; y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus bestias”. La consecuencia de este acto irreflexivo producto de la ira fue contundentes, no sólo para Moisés, sino también para Aarón: “Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado”.  Moisés perdió la bendición de llevar al pueblo hasta la tierra que por cuarenta años habían “visto de lejos”. Un acto llevado por la ira sin pensar no solo afecta a uno mismo, sino que terceras personas se ven involucradas, y la gloria que Dios debió haber recibido, le fue negada.
Tengamos en cuenta lo que Santiago nos dice que «La ira del hombre no obra la justicia de Dios» (Santiago 1:20), por lo cual la insistencia es apartarnos de ella. Encontramos además otras Escrituras  que insisten una y otra vez en contra de este estado de ánimo (Salmo 37:8; Proverbios 12:16; 15:1; 19:19; 26:17; 27:4; 29:11; 2 Corintios 12:20; Gálatas 5:20; 1 Timoteo 2:8). Además somos  exhortados a ser sobrios (1Tesalonicenses 5:6; Tito 1:8; 2:2, 2:12; 1 Pedro 1:13; 4:7; 5:8), lo cual implica evidentemente sobriedad en su manera de actuar, el dominio de sus emociones, para gloria de Dios.
Por último, debemos tener cuidado que los “amigos” que no llevan a hasta la ira que son las enemistades entre hermanos, pleitos y celos.  Por eso se nos manda a no tener estas emociones en nosotros y si las tenemos en forma justa, desecharlas lo más pronto posible, porque de lo contrario podemos abrir la puerta al pecado, pasar a niveles superiores en desunión, como son las contiendas y disensiones. Tenemos en Filipenses a Evodia y Sintique, mujeres trabajadoras por la causa de evangelio, que no desecharon la ira, se provocó una desunión en ellas tan  profunda que  el mismo apóstol tuvo que intervenir (Filipenses 4:2-3).

Avaricia[3].
La avaricia es el deseo excesivo por la riqueza o las posesiones. Es una manía que atenaza a la gente, causándoles desear más y más. Es una fiebre que les lleva a anhelar cosas que en realidad no necesitan.
Vemos la avaricia en el hombre de negocios que nunca está satisfecho, que dice que se detendrá cuando haya acumulado una cierta cantidad, pero cuando ese tiempo llega, está ávido de más. También la vemos en el ama de casa cuya vida es una interminable parranda de compras. Amontona toneladas de cosas diversas hasta que su desván, garaje y despensa se hinchan con el botín. La notamos en la tradición de los regalos de navidad y cumpleaños. Jóvenes y viejos igualmente juzgan el éxito de la ocasión por la cantidad de artículos que son capaces de acumular. La palpamos en la disposición de una herencia. Cuando alguien muere, sus parientes y amigos derraman unas lágrimas fingidas, para luego descender como lobos a dividir la presa, a menudo comenzando una guerra civil en el proceso.
La avaricia es idolatría (Efesios 5:5; Colosenses 3:5). La avaricia coloca la propia voluntad en el lugar de la voluntad de Dios. Expresa insatisfacción con lo que Dios ha dado y está determinada a conseguir más, sin importar cuál pueda ser el coste.
La avaricia es una mentira que crea la impresión de que la felicidad se encuentra en la posesión de cosas materiales; tienta a la gente al riesgo, a la estafa y a pecar para conseguir lo que se desea; hace incompetente a un hombre para el liderazgo en la iglesia (1 Timoteo 3:3). Cuando la codicia lleva a los desfalcos, la extorsión u otros escándalos públicos, exige la excomunión del supuesto creyente (1 Corintios 5:11). Y si la avaricia no es confesada y abandonada, lleva a la exclusión del Reino de Dios (1 Corintios 6:10).

En la Escritura encontramos otros pecados, de los cuales bien nos haría estar alerta y desecharlos. A continuación listamos algunos de ellos.  La lista es la siguiente:
Malos pensamientos, hurto, maldades, engaño, envidia, maledicencia, soberbia, la insensatez, inmundicia, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación, idolatrías, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, contiendas, disensiones, herejías,  injusticia, perversidad, engaños, malignidades, maldad, murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; glotonería (Marcos 7:21-23; 2 Corintios 12:21, Gálatas 5:19-21; 29; 1 Pedro 4:3; Apocalipsis 9:21; Efesios 5:5; 1 Corintios 5:11; Romanos 1:29-31; Lucas 23:4).
Además de  Ingratos, egocéntricos (amadores de sí mismo), impiedad, transgresión e iniquidad.
Estos quedan para que cada uno pueda realizar su propio estudio.



[1] Por ende, también el cristiano
[2] En Deuteronomio 29:20  dice “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios”. Si bien el texto habla en relación con la Palabra revelada para nosotros de parte de Dios,  sin embargo queremos dar a entender que nada del futuro que nos toca vivir a nosotros debemos saberlo anticipadamente, porque el futuro “no nos ha sido revelado” y solo debemos vivir el presente.
Y en Hechos 1:7 el Señor dice “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad”. Siguiendo el mismo razonamiento anterior, entendemos que lo futuro de nuestra vida está bajo el control de Dios mismo.
[3] Adaptado del libro “día en día” de William McDonald.

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