EL TESTIMONIO A LOS DEMÁS
Una
Confesión Abierta
Es
imposible vivir la vida cristiana en secreto, por más que haya quienes
equivocadamente tratan de hacerlo. La vida tiene obligadamente que
manifestarse, donde quiera que esté y sea lo que fuere su naturaleza. La nueva
vida impartida a todo creyente cuando acepta a Cristo como Salvador, tiene que
manifestarse inmediatamente. La única manera de llevar una vida cristiana de
éxito es vivirla abiertamente, sin vergüenza y sin temor. Si deseas llevar una
vida cristiana verdadera, confiesa a tu Salvador y tu fe en él y tu amor hacia
él, abiertamente ante el mundo. No trates de esconder tu cristianismo. Ponlo
sobre el candelero, para que no esté oculto, y se asemeje a “una ciudad
asentada sobre el monte, que no se puede esconder” (Mat. 5: 14-15). No solamente tienes que mostrar a Cristo en
tu vida delante de los hombres, sino debes también confesarlo abiertamente1
con tus labios.
¿Por qué
debe confesarse a Cristo en forma audible? En primer lugar, Cristo mismo nos
mandó que lo confesáramos de este modo. He aquí lo que Él dijo: “Cualquiera,
pues, que me confesare delante de los hombres, le confesaré yo también delante
de mi Padre que está en los cielos” (Mat. 10: 32). Cristo nos exige una
confesión pública. Esta es la senda de la bendición, pues es mientras él nos
confiesa delante del trono de Dios el Padre, lo cual depende de nuestra
confesión de Cristo en la tierra, que llega para nosotros la plenitud de
bendición. Así vemos que en realidad es para beneficiarnos a nosotros que él
exige esta confesión de nuestra parte. En Romanos 10:9, 10, el Espíritu dice:
“Si confesares con tu boca al Señor Jesús y creyeres en tu corazón que Dios le
levantó de los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para
justicia, más con la boca se hace confesión para salud.” Así vemos que es muy importante
confesar al Salvador en voz alta. No hacerlo es desobedecer y no cumplir con el
Señor. Es perder la plenitud de la salvación.
En
segundo lugar, debemos confesar públicamente a Cristo, porque el hacerlo es una
fuente de ayuda y fuerza en nuestras propias vidas cristianas. Cada vez que un
cristiano confiesa a Cristo, es fortalecido espiritualmente. Un cristiano que
testifica no está en mucho peligro de retrogradar, pero en cambio el no
testificar es una frecuente causa de las caídas. El testimonio público
fortifica y es además una fuente de gozo genuino. Aunque al comienzo pueda
parecer algo difícil dar un testimonio público de tu fe cristiana, este
testimonio siempre ha de resultar en un gozo inefable. Muchos recién
convertidos que temblaban de timidez y miedo cuando ensayaron sus primeros
testimonios de Cristo, rebosaban de gozo una vez que los hubieron dado. Es una
verdadera fuente de gozo y fortaleza interior.
Además,
la confesión clara de la fe a los demás, resuelve una cantidad de problemas.
Cuando las personas mundanas e incrédulas saben que una persona es cristiana,
dejarán de pedirle que vaya a diversiones no cristianas o que participe en
actividades contrarias a su fe. Hazles saber desde el primer momento lo que
eres, y te ahorrarás muchas incomodidades y penas. Quizás el mundo no ame a un
cristiano hecho y derecho, pero siempre ha de respetarlo. Por el contrario, los
cristianos incoloros e indecisos nunca son tomados en serio y siempre reciben
invitaciones a lugares profanos y a hacer cosas del mundo que sabe no son
correctas para un verdadero cristiano. Por lo tanto, una confesión pública es
un medio de obtener la victoria en la vida cristiana.
¿No te
parece lógico, más aún, inevitable, que confieses sin vergüenza delante de los
hombres a un Salvador que ha hecho tan grandes cosas por ti? Cuando un amigo
nos demuestra gran bondad o nos hace un gran favor, no mostramos ni vergüenza
ni indecisión en hacerlo saber. No tenemos vergüenza de reconocerlo delante de
los demás, sino por el contrario, nos sentimos orgullosos de poseer tal amigo.
¿No crees que debe suceder lo mismo con nuestro Amigo que puso su vida para
salvarnos de nuestros pecados y del infierno? Si un niño tiene un padre fiel,
amante y abnegado, ¿sería natural que tuviese vergüenza de él o que evitara
confesarlo como su padre? Los niños por lo general están orgullosos de hacerlo.
¿Debe una esposa tener vergüenza decir quién es su esposo? Si es un buen
marido, ella ha de estar feliz y orgullosa de reconocerlo como suyo y ha de
hablar a las demás personas acerca de él. Nosotros, como cristianos, recibimos
en la Biblia el nombre de “esposa” de Cristo. ¿Tenemos vergüenza de él o temor
de confesar a Cristo?
La gente
que sabe que tú eres cristiano, espera que has de tener un testimonio para
Cristo. Si se dan cuenta de que tienes vergüenza de tu cristianismo, por
cierto, que nunca han de respetarte como cristiano verdadero. Considerarán que
tu fe cristiana es débil y que tu experiencia cristiana es irreal. No sabrán
cómo catalogarte. Pero, en cambio, saben en qué categoría colocar a un
cristiano valiente que testifica. También saben dónde colocar al no cristiano.
Sí quieres que se te considere como cristiano, pero temes confesar abiertamente
tu fe, el mundo no sabrá en qué casillero colocarte. ¿Por qué darle esta
dificultad? ¿Por qué producir este tropiezo para ti mismo y al mismo tiempo
causar pena a tu Señor?
¿Cómo
debe confesarse a Cristo delante de los hombres? Ante todo, toma una posición
pública en alguna reunión cristiana, ya sea en uno de los cultos regulares de
la iglesia o en alguna reunión de predicación del evangelio. Si aceptaste a
Cristo cuando estabas solo, o en tu casa o en el lugar donde trabajas, y no
diste un testimonio público inmediatamente, debes hacerlo en la primera oportunidad
que se te presente. Levantarte en alguna reunión cristiana pública y testificar
abiertamente por Cristo, son una parte esencial de tu confesión.
No basta
hacer esta confesión una sola vez. Debes confesar a Cristo constantemente. No
tengas nunca vergüenza de hablar por él en público, ya sea en la vida privada o
en las reuniones de testimonio público, haciendo que la gente sepa a quién
perteneces. En la iglesia, en el hogar, en el trabajo, durante el descanso,
siempre haz saber a la gente, cuál es tu posición. Desde luego, tu testimonio
debe siempre ir acompañado de humildad. Cualquier pequeño orgullo ha de
malograrlo. Mi esposa, cuando era una niña menor de veinte años, prometió en su
corazón que nunca estaría en una reunión de testimonio sin dar su testimonio
personal acerca de la salvación, y lo que Cristo es para ella. Me permito
sugerir que tú tomes una determinación parecida ahora mismo.
El
bautismo es, en primer lugar, una confesión pública de que hemos experimentado
limpieza de nuestros pecados. Las aguas del bautismo, que solamente tocan la
superficie exterior de nuestro ser físico, nunca tuvieron el propósito de lavar
el pecado que está dentro del corazón. Toda la ceremonia es un símbolo glorioso
de nuestra muerte a la vieja vida de pecado y nuestra resurrección a una nueva
vida en Cristo y a la limpieza por su sangre (Heb. 9: 14; Rev. 1:5). (Para un
estudio bíblico acerca del verdadero significado del bautismo, debe examinarse
Romanos 6). Según las Escrituras, las personas no se bautizan para salvarse,
sino porque ya son salvados.
El Señor
ordenó a sus discípulos que bautizaran a todos los que aceptaban su mensaje
(Mat. 28: 19). En la iglesia primitiva, desde el comienzo en Pentecostés, todos
los que aceptaron a Cristo como Salvador, fueron bautizados. Era por medio del
bautismo que significaban o confesaban su identidad con Jesucristo y sus
discípulos.
Siendo el
bautismo el mandato personal de Cristo y la práctica original de todos los que
le seguían, a lo que puede agregarse que es una confesión pública de Cristo
como Salvador, no es una cosa insignificante, carente de importancia. Es
obligatoria para el creyente y no es un asunto que se deja a la elección
personal sino un mandato divino. Así, a todos los creyentes, aún a aquellos que
se sometieron a esta ordenanza antes de convertirse, les decimos: preséntense
ante un pastor o una iglesia de sana doctrina y pidan el bautismo cristiano
público. Yo creo que el bautismo según las Escrituras debe ser por inmersión.
El ser
miembro de una iglesia debe lógicamente acompañar al bautismo y a la
confesión. Ya que hemos de tratar este tema más adelante, baste por ahora la
simple enunciación de él. Los hijos de Dios no deben desempeñar el papel del
lobo solitario o de la oveja perdida.
Confiesa
a Cristo con fidelidad, primero a tus parientes y amigos. Comienza en tu
Jerusalén, es decir en el círculo de tu propio hogar. ¿Cómo puedes vivir una
vida cristiana verdadera si no les haces saber a aquellos que están más cerca
tuyo, que ahora perteneces a Cristo? Deja que oigan de tus labios acerca de
Cristo, y que vean a Cristo en tu vida. Si fracasas en el círculo de aquéllos
que están más allegados, no has de ser fuerte en el Señor en otras partes. Si
el hablar acerca de Cristo a tus amistades más íntimas tiene por resultado la
pérdida de su amistad, ello prueba que dichas personas no son verdaderos
amigos. ¿Cómo puede ser amigo verdadero una persona que obstaculiza tu
bienestar espiritual?
Confiesa
a Cristo en forma clara, entre todos tus conocidos y compañeros. Nunca tengas
temor ni vergüenza. Haz conocer al Señor a todos aquéllos con los cuales te
relacionas. Que todos sepan que amas y sirves a Cristo. Que ninguna de tus
relaciones pueda decir de ti, ni en esta vida ni en la eternidad: “¡Nunca me
habló acerca de Jesús!” Que nunca se te pueda hacer esta acusación a ti, mi
amigo cristiano.
Jesús les
dijo claramente a sus discípulos que debían ser sus “testigos” (Lucas 24:48;
Hechos 1:8). Ellos se consideraban tales, y desempeñaron su papel con
fidelidad (Hechos 5: 29-39; 10: 39). El título es un término legal, empleado
en los tribunales. A la luz de este hecho, ¿cuál es el verdadero significado
del término? ¿Qué es un testigo?
Un
testigo es una persona que sabe algo. A una persona que no tiene algún
conocimiento del asunto que se está ventilando, no se la ha de llamar a
declarar como testigo. Tiene que saber algo positivo, claro, y saberlo personalmente.
Su conocimiento tiene que ser directo y personal, a través de uno de sus cinco
sentidos. Debe haber visto algo, oído algo, tocado algo, gustado algo, u olido
algo. Un testigo no puede dar sus opiniones u ofrecer deducciones. Debe relatar
los hechos que él sabe que son verdad a través de sus sentidos, por la
experiencia y por el contacto personal. Para ser un testigo de Cristo, se debe
conocer algo por contacto personal.
1. Debes saber por experiencia personal que eres
salvado, antes de que puedas testificar a los demás acerca de la verdad de que
Jesús salva. Recuerda que las declaraciones de cualquier testigo pueden ser
examinadas mediante algunas preguntas bien claras. ¿Testificas de que Jesús
salva porque te ha salvado a ti? ¿Es personal, positivo y real tu conocimiento
de su salvación? Si tu testimonio es inseguro y poco claro, no ha de convencer
a nadie.
2. Debes saber, por medio de la experiencia
personal, que Dios contesta las oraciones, si has de testificar a los demás
acerca de este hecho. ¿Ha contestado Dios peticiones tuyas personales y bien
definidas? ¿Puedes recordar casos de oraciones contestadas, casos que nadie
puede contradecir? Si no puedes hacerlo, ¿cómo piensas convencer a los demás?
Si afirmas que tu pastor o tu iglesia lo enseñan, o meramente que los
cristianos siempre lo han creído, nunca has de convencer a tus amigos de que
Dios contesta las oraciones. Pero si puedes relatar experiencias personales,
han de constituir un testimonio positivo y de peso, que ha de convencer al alma
ansiosa de la verdad. (Nadie puede convencer a un escéptico discutidor).
3. Debes saber, por experiencia propia, que
Cristo puede satisfacer los anhelos más íntimos del corazón humano, antes de
que puedas llevar un testimonio firme de esta verdad a los demás. Tal vez ellos
no crean en las bellas frases del himnario y quizás ni acepten las promesas de
la Biblia, tales como Mateo 11:28-30 y Juan 7:37-39, pero es posible que te
crean si puedes testificarles acerca de tu experiencia personal. ¿Ha satisfecho
Cristo todos tus anhelos? ¿Puedes testificarlo de tu propia experiencia? Si es
así, tu testimonio ha de convencer a los demás. Si no es así, ha de valer bien
poco. Pero, puedes estar seguro de que, si aprendes a confiar en Cristo y a
llevarle todos tus problemas a medida que surgen, pronto has de saber que él
puede satisfacer y satisface al alma anhelante, dándole paz, gozo y descanso
perfecto.
4. Debes saber personalmente que Cristo da la
victoria sobre el pecado, si deseas convencer a tus amigos acerca de esta
verdad. ¿Has encontrado la victoria sobre el pecado por medio de él, por la
oración y la fe? ¿Te ha dado él victorias bien claras sobre vicios dominantes y
estás disfrutando ahora de esas victorias? Cuando tratas de llevar un alma a
Cristo, a menudo oyes que dice: “Tengo miedo de no poder permanecer fiel.
¿Puedes tú en un caso asi presentar un testimonio claro, valiente, sin
vacilaciones, acerca del poder de Cristo para darte la victoria en tu vida?
Dicho testimonio ha de tener un peso mucho mayor que un sermón predicado desde
el pulpito, por brillante y elocuente que fuere.
Un
testigo es un hombre que está dispuesto a decir lo que sabe. Una persona que no
esté dispuesta a contar lo que sabe, por bien que lo sepa o por importante que
sean sus conocimientos, no puede ser testigo. Un testigo tiene que hablar. Debe
estar dispuesto a declarar lo que sabe personalmente y también a contestar las
preguntas que se le formulen. Es trágico permanecer en silencio cuando es
imperativo hablar. Imaginémonos a un hombre que guarda silencio mientras que
es condenado a muerte, cuando conoce hechos que obtendrían la absolución del
condenado. Ninguna persona decente, por cierto, adoptaría una actitud tan
trágica.
En
Ezequiel 33: 8 leemos lo que sigue: “Diciendo yo al impío: Impío, de cierto
morirás; si tú no hablares para que se guarde el impío de su camino, el impío
morirá por su pecado, más su sangre yo la demandaré de tu mano”. Esta es una
advertencia solemne. Como testigos de la gracia salvadora de Dios para los
pecadores perdidos, no podemos, no nos atrevemos, a callar. Quiera Dios que
todos los cristianos que leen estas líneas hablen con valentía, como verdaderos
testigos de Jesucristo, y cuenten a los demás lo que han llegado a conocer en
sus propios corazones y vidas. Un testigo tiene que hablar. Debe decir lo que
sabe. ¿Eres tú uno de los testigos de Cristo?
Un
testigo debe vivir de modo que su testimonio no pueda ser puesto en tela de
juicio. La integridad personal de todo testigo es lo que determina el valor y
el peso de su testimonio ante el jurado. Si el testigo es conocido por la
colectividad como un hombre no digno de confianza, el jurado no ha de atribuir
gran importancia a su testimonio. Pero si es un hombre cuya rectitud y honradez
son bien conocidas por toda la comunidad y por todas sus relaciones, sus
palabras han de gravitar con un peso tremendo. En los tribunales, los abogados
de la oposición buscan todas las oportunidades para encontrar defectos en el
carácter del testigo, llamando la atención a cualquier caso anterior de fallas,
para de esta manera socavar su testimonio. Y así sucede con el cristiano en el
mundo. Nuestro andar debe corresponder con nuestras palabras. No podemos
profesar una cosa y vivir otra. Nuestras vidas deben ser veraces si deseamos
que nuestras palabras sean consideradas veraces.
En cierta
ocasión, en una reunión de avivamiento, un cristiano profesante se acercó a un
hombre no convertido para pedirle que aceptara a Cristo. El pecador dijo en
forma cáustica y burlona: “Dime, Jaime, ¿qué hay de ese negocio tuyo con la
viejita Brown?” (Había estafado a una viuda anciana). Jaime se ruborizó y
respondió: "Bueno, es que eso era asunto de negocios. Estamos hablando de
religión”. Por supuesto, el hombre no fue ganado para Cristo.
Trata de
mantenerte puro y limpio. Cuando pecas, ve a Cristo inmediatamente en busca de
perdón y limpieza. Si ofendes a alguna persona, ve a hablar con él, pídele
disculpa y busca su perdón. Si obras de este modo, la gente te respetará y
creerá en tu testimonio. Busca en tu Biblia ahora mismo los siguientes pasajes:
Tito 2:7, 8; I Pedro 2:11, 12, 15: I Pedro 3: 15, 16; Hechos 4: 13. Medita en
estos versículos y procura llevarlos a la práctica en tu vida.
Un
testigo nunca desmiente su testimonio. Luego de haber testificado, se mantiene
firme en lo que ha expresado. Nunca modifica su palabra ni compromete su
testimonio. El hacerlo sería fatal, ya que anularía su efectividad y sería
objeto de desprecio e incredulidad. La palabra griega “testigo” en el Nuevo
Testamento, es aquélla de la cual se deriva nuestra palabra castellana
“Mártir”. Un testigo verdadero, si es necesario, está dispuesto a morir por su
testimonio. Nunca ha de modificarlo o retractarse.
Muchos
miles de cristianos del pasado han muerto por el testimonio de Jesús. Fueron
quemados en la hoguera, arrojados en el alquitrán hirviente, fueron entregados
a las bestias en las grandes arenas, fueron crucificados, desmembrados; les
sacaron las lenguas, les quemaron los ojos con hierros candentes, les
quebraron los huesos sobre el potro; pero no flaquearon en su testimonio, y
murieron cantando las alabanzas de Cristo.
En las
tierras musulmanas, aún en nuestra época hay convertidos a Cristo que mueren
como consecuencia de su testimonio. Los cristianos sufren en los países
comunistas y en muchas tierras paganas. Y aquí en nuestros países, hay cristianos
que están listos para ocultar su fe no bien se encuentran con un poco de
burla. ¡Qué vergüenza! Que seamos fieles testigos de Cristo, como él, cuando
estuvo en la tierra fue un fiel testigo para nosotros, y como lo es ahora a la
diestra del trono de Dios (Revelación 1:5).
(del libro “Cristianismo Verdadero”, por G.
Christian Weiss)