Juan el Bautista
(Lucas 1.5 al 23,57 al 80)
Fue dicho de éste setecientos años antes de su
nacimiento: “Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad
calzada en la soledad a nuestro Dios ... Sécase la hierba, marchítase la flor; más
la palabra del Dios nuestro permanecerá para siempre”, Isaías 40.3 al 8, etc. Y
cuatrocientos años antes de su nacimiento: “Yo envío mi mensajero, el cual
preparará el camino delante de mí”, Malaquías 3.1. Ambas profecías se citan en
Marcos 1.2,3. En aquellos cuatrocientos años la condición de cosas era la de
Salmo 74.9: “No vemos ya señales; ni hay más profeta, ni entre nosotros quien
sepa hasta cuándo”.
Zacarías era sacerdote, de la tribu de Leví, y por ende
Juan lo sería, pero nunca ejerció como tal. Jesús era su primo hermano, siendo
de la tribu de Judá; el parentesco era por las respectivas madres. Los
sacerdotes fueron divididos en grupos según se lee en 1 Crónicas 24.19, “para
que entrasen en la casa de Jehová”. Uno de los grupos era el de Abdías, 24.10.
Cada jornada era de una semana; cada mañana se echaba suerte para determinar
quién realizaría cada función en el día. Eran tantos los sacerdotes en los
tiempos de Zacarías que en toda probabilidad ésta fue la única vez en su vida
que le tocó turno para ofrecer sacrificio.
Era costumbre que la gente se congregara en el templo
para orar mientras se ofrecían los sacrificios, 1.10. “Suba mi oración delante
de ti como el incienso, el don de mis manos como la ofrenda de la tarde”, Salmo
141.2. “... la hora novena, la de la oración”, Hechos 3.1. También Apocalipsis
8.3,4 asocia la oración con el incienso: “Otro ángel vino entonces y se paró
ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para
añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba
delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo
del incienso con las oraciones de los santos”. Parece haber sido esto que
inspiró al himnista: “Desde el día en que yo esté contigo en suma perfección,
mis oraciones cambiaré en una eterna adoración”.
Zacarías había orado por un hijo pero aparentemente había perdido la
esperanza, 5:13,18 al 20, y fue en esta ocasión de oración que supo que su
rogativa sería contestada favorablemente. Él pidió para ese hijo el privilegio
de “dar conocimiento de salvación a su pueblo, 1.77, cosa que el Bautista haría
especialmente en Juan 1.29, “He aquí el Cordero de Dios ...” Sin embargo,
predicaba ambos lados del evangelio del reino, como hizo Jesús en Marcos
1.14,15 al decir, “Arrepentíos y creed en el evangelio”. Es decir, Juan predicó
la ira venidera, etc. en Lucas 3.7 et
seq, y también las buenas nuevas en 3.16 al 18.
No hay comentarios:
Publicar un comentario