J. B.
Watson (1884-1955),
The Witness, febrero a julio, 1944.
El
llamado de Dios, Jueces 6.1 al 24
3. El llamado
El llamado de Dios fue comunicado a Gedeón en
tres afirmaciones del Ángel de Jehová.
La primera de éstas fue una garantía de la
presencia del Señor: “Jehová está contigo, varón esforzado y valiente”, 6.12.
Ninguno ha estado más sorprendido ante semejante descripción, pensamos, que
Gedeón. Él era un hombre sencillo del campo sin grandes hazañas en su historia,
trabajando humildemente en la tierra en días de estrechez, pero ésa es la
designación que el ángel le da. No es su propia fuerza que le hace un hombre
esforzado y valiente, sino la presencia del Señor: “el Ángel de Jehová está
contigo”.
El hombre que cuenta con la presencia de
Dios es de una vez una oposición formidable para los enemigos del Señor. Aquí
está el secreto del coraje y del poder en el conflicto.
Lo vemos en José, quien, por contar con la
presencia de Dios, prosperó en todo cuanto hacía. Bien decía Moisés que “si tu
presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí”, Éxodo 33.15. Elías lo
probó cuando se enfrentó solo a Ahab, a Jezabel y a todos los profetas de Baal.
Fue con la plena confianza que Dios estaba
con él que Martín Lutero escribió:
Aun
si están demonios
mil
prontos a devorarnos,
No
temeremos, porque
Dios
sabrá aún prosperarnos.
El segundo mensaje es una comisión
obligatoria: “Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel”, 6.14. Aquí queda
declarado el propósito de Dios de librar a su pueblo de sus opresores. “Ve” es
la orden. La comisión que arde en el pecho es la razón fundamental porque él
está donde está, y porque hace lo que hace. No es la necesidad apremiante de la
humanidad, ni la capacidad de uno para suplirla, ni el beneplácito de sus
compañeros, ni el éxito que haya alcanzado, sino que Dios le haya llamado. Este
es el secreto de la persistencia en tiempos de bonanza y de adversidad.
No hay nada que estabiliza el corazón en la
hora de conflicto, y lo controla en tiempo de prosperidad, como esta confianza
ya asentada que uno está haciendo la obra que Dios ha ordenado para Él. Es por
la carencia de esta convicción que vemos tanto correr de una actividad a otra,
de esta esfera a aquella, hasta que la ausencia de fruto está a la vista de
todos.
La tercera palabra fue una de mucho
estimulo: “Ciertamente yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a
un solo hombre”, 6.16. Dios presenta a su siervo una rica promesa de ayuda
eficaz, con la presencia divina que garantiza el triunfo. ¿Quién va a la guerra
a su propia expensa? ¿Cómo predicarán sin ser enviados? ¡Cuán ineficaz es el
esfuerzo de la naturaleza humana en el mejor caso, salvo que reciba ayuda de lo
alto! Pero con la presencia y el poder de Dios como acompañante, ningún
servicio puede carecer de provecho. Si Dios está con nosotros, ¿quién puede
estar en contra?
Esta promesa fue dada para ser aceptada por
fe. Si la confianza de Gedeón hubiera sido suficientemente sencilla como para
aceptarla, no hubiera hecho falta la señal que buscó. Pero, como todos
nosotros, encontró difícil descansar sobre la sola promesa, y anhelaba alguna
evidencia externa de que todo lo que había oído tenía sustancia y no era
simplemente una cuestión de su imaginación. Como Pedro parado en la calle
frente a la cárcel de Herodes, Hechos 12.11, él encontró dificultad en
relacionar su experiencia con la realidad.
4. La
confirmación
Las palabras de Gedeón al ángel deben ser
consideradas cuidadosamente: “Yo te ruego que, si he hallado gracia delante de
ti, me des señal de que tú has hablado conmigo”, 6.17. A primera vista parece
que está insistiendo sobre lo obvio, pero en realidad sus palabras expresan el
temor profundo de Gedeón de que se hubiese engañado a sí mismo.
Él quiere alcanzar la absoluta certeza de
que sea Dios quien ha hablado, y que sea sólo él mismo a quien el mensaje va
dirigido. Si el lector enfatiza los dos pronombres, esto le quedará claro: “...
que tú has hablado conmigo”. O sea, “no deje que yo me
convenza a mí mismo de un llamado divino si en realidad esta experiencia no
debe tener ese significado para mí”.
¡Cuán importante es estar seguro de que una
palabra sea de Dios, y que esté dirigida directamente a mí! La convicción de
que él ha sido llamado es la fuerza del verdadero siervo. Pero, puede ser,
lamentablemente, la fuerza motriz del fanático destructor, si es que su idea de
un llamado es producto de la imaginación.
El llamado de Hudson Taylor [el fundador de
la gran China Inland Misión] tuvo ese
sello auténtico de la certeza que trae paz. Está escrito de él: “Su oración fue
contestada antes de lo que él esperaba, por cuanto ese mismo día el Señor a
quien buscaba vino repentinamente a su templo, y un pacto fue sellado entre
Hudson Taylor y su Dios. Él oró que Dios le dejara experimentar una comunión
plena, y prometió, dijo él mismo, «Que, si Dios me salvara enteramente,
entonces yo haría cualquier cosa que su causa dirigiera.» Y Dios aceptó su
palabra”.
“Nunca me olvidaré lo que vino sobre mí.
Sentí que estaba en la presencia de Dios, entrando en un acuerdo con el
Todopoderoso. Me sentí impulsado a retirar mi promesa, pero no pude. Algo dijo:
«Tu oración está contestada, tus condiciones aceptadas.» Desde ese momento en
adelante, nunca me dejó la convicción de que yo estaba llamado a China”.
La señal solicitada es la de un sacrificio
ofrecido y aceptado. Gedeón ofrecería y Dios aceptaría. La idea del sacrificio
es una figura del sacrificio de Cristo; por él la voluntad de Dios será honrada
y cumplida a la postre. En presentar el sacrificio Gedeón se identifica con la
ley de la consagración a la voluntad y el servicio de Dios.
La consecuencia es que el temor se va, y
entra en el alma un profundo sentido que Dios le ha aceptado; Gedeón está en
paz. El que es llamado a la guerra en el nombre de Dios tiene que experimentar
primeramente dentro de sí la gran calma otorgada por el propio Príncipe de Paz,
el Jehova-salom.
Gedeón
erigió allí mismo un altar en esa ocasión, pero no parece haber tenido el
propósito primordial de la realización de sacrificios futuros, sino un
monumento a esa crisis en su historia espiritual. Aquí huyó la duda y vino la
paz de la certeza; éste fue el lugar de la dedicación propia y de la sentida
aceptación de parte de Dios.
Ninguno salvo Dios y Gedeón participó
en la entrevista. El llamamiento al servicio es siempre una transacción privada
para uno cuyo secreto más adentro ningún tercero puede compartir.