TU RESPONSABILIDAD: GANAR OTRAS ALMAS PARA CRISTO
(continuación)
Pero, por otra parte, en esta misma
ilustración se nos enseña otra verdad de un modo indirecto. El sarmiento es
también indispensable para la vid. El sarmiento no puede llevar fruto sin la
vid, pero tampoco puede ésta, llevar fruto sin el sarmiento. El fruto siempre
es producido en las ramas de los árboles y nunca en el tronco. Este es el orden
establecido por Dios tanto en la naturaleza como en el campo espiritual.
Recuerda que Cristo dijo: “Vosotros sois los sarmientos”. Esto quiere decir
que nosotros somos indispensables para él. No puede llevar fruto sin nosotros.
Y al hablar de fruto, queremos decir almas traídas a Cristo. Es únicamente por
medio de nosotros, que somos sarmientos de la Vid, que otros hombres y otras
mujeres pueden llegar a conocer al Salvador. Somos sus instrumentos
indispensables.
Toda la obra que
Cristo está haciendo ahora en el mundo, y la ha estado haciendo desde
Pentecostés, la efectúa por medio de su pueblo. El Espíritu Santo mora en el
pueblo de Dios, los cristianos, y toda su obra se hace por medio de éstos. Es
sólo cuando los cristianos oran, testifican, predican y hablan a los demás
acerca del Señor, que pueden salvarse las almas. Si todos los cristianos que
están en el mundo dejaran de trabajar para Dios, se detendría toda la obra del
reino espiritual de Cristo sobre la tierra.
Somos indispensables
para él y para su obra. El único modo en el cual pueden salvarse las almas
actualmente es por medio del testimonio y la instrumentalidad de los
cristianos. Si nosotros no ganamos almas para Cristo, las almas no serán
ganadas. Si no testificamos nosotros acerca de la gracia salvadora de Cristo,
no habrá testimonio alguno. Si no proclamamos nosotros el evangelio, éste no
será anunciado. Si no evangelizamos nosotros el mundo, éste no será
evangelizado. Los únicos pies que tiene Cristo para que anden y lleven su
mensaje al mundo, son los pies nuestros. La única lengua que tiene para
proclamar su evangelio a los hombres perdidos, es nuestra lengua. Las únicas
manos que tiene para traducir las Sagradas Escrituras a otros idiomas son
nuestras manos. El único testimonio de su misericordia y su gracia que tiene
entre los hombres es nuestro testimonio. Sabiendo todo esto ¿no le seremos
fieles?
Puede parecer un
tanto difícil comenzar este ministerio de ganar almas, pero una vez que hayas
ganado una sola alma para Cristo, no vas a querer dejar de efectuarlo. El evangelista
D. L. Moody tenía por regla en su vida nunca dejar pasar un solo día sin hablar
a alguien acerca de la salvación, tratando de ganarlo para Cristo. No es
necesario ser ni elocuente ni tener gran inteligencia para ganar almas.
Cuando nos
proponemos hablar con alguna persona acerca de su alma, el mayor problema
parece ser el de cómo iniciar la conversación. Una manera de hacerlo es
mediante la entrega de algún buen folleto evangélico cuando se presente la
oportunidad. El folleto ya prepara el camino para la conversación sobre la
salvación. Luego puedes decirle a la persona que eres salvo, y asegurarle que
Cristo quiere su salvación y que lo salvará si le acepta como lo hiciste tú.
Otro buen sistema es
el de llevar tal vez en el ojal alguna pequeña escarapela que llame la atención
de la gente y provoque sus preguntas. Yo durante un tiempo llevaba un signo de
interrogación de oro, que lo hice hacer especialmente en una joyería. Cuando me
preguntaban qué quería decir esa insignia, les contestaba que representaba la
pregunta más importante del mundo. Luego les explicaba que dicha pregunta es:
¿Es usted salvo?
Un amigo nuestro
llevaba en la solapa del saco un número 3 de oro, y cuando le preguntaban qué
significaba, les decía que representaba la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Luego seguía explicándoles cómo Dios el Padre amó a los hombres, cómo
Cristo, su Hijo, murió por ellos, y cómo el Espíritu Santo espera, para entrar
en el corazón de todo el que acepte al Salvador, y transformar su vida.
El hijo del Dr. R.
A. Torrey nos contó en cierta oportunidad, del gran gozo que experimentó
cuando llevó a Cristo su primera alma. Estaba en la galería del coro durante
una reunión en que predicaba su padre, y mientras era dada la invitación final,
el predicador pidió a la gente que estaba en el coro, que bajase al auditorio y
tratara de llevar almas a Cristo. El joven Torrey se quedó inmóvil y
estupefacto, hasta que el director del coro le empujó hacia los escalones y le
dijo: “Baja y gana un alma”. Con nerviosidad y timidez, Torrey se detuvo frente
al primer joven que encontró y le preguntó si quería venir a Cristo. Se asombró
cuando el muchacho respondió levantándose y dirigiéndose hacia el altar. Torrey
hijo, llevó a Cristo a ese joven, y dice que fue la mayor experiencia de su
vida espiritual después de su conversión a Cristo. Y así será también contigo,
amigo lector. Una vez que hayas comenzado el ministerio de ganar almas, será el
gozo y el mayor deseo de tu vida ganar a otro para el Salvador.
Lo que ha de
resultar más convincente en su testimonio, mientras tratas de ganar almas para
Cristo, será un genuino amor para ellas en tu corazón. Los hombres casi siempre
responden al amor, y cuando vean que realmente tienes amor y preocupación por
sus almas, no te recibirán mal cuando tratas de llevarlos a Cristo. Si les
hablas con amor, puedes ganar sus almas para el Salvador. Si no tienes en tu
corazón este amor por las almas de los hombres, ruega al Santo Espíritu de Dios
que derrame el amor de Dios en tu corazón, pues hacerlo es uno de sus
ministerios en la vida de todo cristiano (Rom. 5:5). Nosotros no podemos amar
por nuestras propias fuerzas, ni llenar nuestros corazones de amor por las
almas perdidas, pero el Espíritu Santo puede, está dispuesto a hacerlo, y lo
hará con gozo si se lo pedimos y si le permitimos que obre. Todo esfuerzo para
ganar almas, que se origine en un verdadero amor por ellas, aun cuando sea
defectuoso, ha dé impresionar a las almas buscadas y es muy probable que
resulte en su salvación.
Un cristiano
verdadero, gana almas. Un cristiano que gana almas jamás vuelve al mundo. A
ningún cristiano que gana almas, lo vence el desaliento. Todo cristiano que
gana almas es un cristiano feliz. Ningún cristiano que gana almas es un
cristiano derrotado.
Desde luego, una
vida de oración es el secreto de todo el trabajo de ganar almas. Si iniciamos
la tarea sin pedirle a Dios que bendiga nuestros esfuerzos y nos permita ganar
almas para Cristo, nuestros esfuerzos han de terminar en fracaso. Pero si le
rogamos que nos conceda verdadero poder, gracia y amor en nuestras vidas, para
que podamos ganar almas, y luego salimos con sinceridad proponiéndonos traer a
nuestros amigos y conocidos al Salvador, nuestros esfuerzos se han de ver
recompensados abundantemente.
Si deseas ser un
cristiano verdadero, tienes que ser un ganador de almas. Comienza ahora mismo.
Comienza de rodillas en tu cuarto, y luego habla con la primera persona con que
te encuentres que esté necesitada de tu Salvador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario