viernes, 15 de febrero de 2019

GEDEÓN, EL LIBERTADOR (2)

J. B. Watson (1884-1955),
The Witness, febrero a julio, 1944.

El llamado de Dios, Jueces 6.1 al 24



3. El llamado
    El llamado de Dios fue comunicado a Gedeón en tres afirmaciones del Ángel de Jehová.


    La primera de éstas fue una garantía de la presencia del Señor: “Jehová está contigo, varón esforzado y valiente”, 6.12. Ninguno ha estado más sorprendido ante semejante descripción, pensamos, que Gedeón. Él era un hombre sencillo del campo sin grandes hazañas en su historia, trabajando humildemente en la tierra en días de estrechez, pero ésa es la designación que el ángel le da. No es su propia fuerza que le hace un hombre esforzado y valiente, sino la presencia del Señor: “el Ángel de Jehová está contigo”.
    El hombre que cuenta con la presencia de Dios es de una vez una oposición formidable para los enemigos del Señor. Aquí está el secreto del coraje y del poder en el conflicto.
    Lo vemos en José, quien, por contar con la presencia de Dios, prosperó en todo cuanto hacía. Bien decía Moisés que “si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí”, Éxodo 33.15. Elías lo probó cuando se enfrentó solo a Ahab, a Jezabel y a todos los profetas de Baal.
    Fue con la plena confianza que Dios estaba con él que Martín Lutero escribió:

Aun si están demonios
mil prontos a devorarnos,
No temeremos, porque
Dios sabrá aún prosperarnos.

    El segundo mensaje es una comisión obligatoria: “Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel”, 6.14. Aquí queda declarado el propósito de Dios de librar a su pueblo de sus opresores. “Ve” es la orden. La comisión que arde en el pecho es la razón fundamental porque él está donde está, y porque hace lo que hace. No es la necesidad apremiante de la humanidad, ni la capacidad de uno para suplirla, ni el beneplácito de sus compañeros, ni el éxito que haya alcanzado, sino que Dios le haya llamado. Este es el secreto de la persistencia en tiempos de bonanza y de adversidad.
    No hay nada que estabiliza el corazón en la hora de conflicto, y lo controla en tiempo de prosperidad, como esta confianza ya asentada que uno está haciendo la obra que Dios ha ordenado para Él. Es por la carencia de esta convicción que vemos tanto correr de una actividad a otra, de esta esfera a aquella, hasta que la ausencia de fruto está a la vista de todos.
    La tercera palabra fue una de mucho estimulo: “Ciertamente yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre”, 6.16. Dios presenta a su siervo una rica promesa de ayuda eficaz, con la presencia divina que garantiza el triunfo. ¿Quién va a la guerra a su propia expensa? ¿Cómo predicarán sin ser enviados? ¡Cuán ineficaz es el esfuerzo de la naturaleza humana en el mejor caso, salvo que reciba ayuda de lo alto! Pero con la presencia y el poder de Dios como acompañante, ningún servicio puede carecer de provecho. Si Dios está con nosotros, ¿quién puede estar en contra?
    Esta promesa fue dada para ser aceptada por fe. Si la confianza de Gedeón hubiera sido suficientemente sencilla como para aceptarla, no hubiera hecho falta la señal que buscó. Pero, como todos nosotros, encontró difícil descansar sobre la sola promesa, y anhelaba alguna evidencia externa de que todo lo que había oído tenía sustancia y no era simplemente una cuestión de su imaginación. Como Pedro parado en la calle frente a la cárcel de Herodes, Hechos 12.11, él encontró dificultad en relacionar su experiencia con la realidad.

4.      La confirmación
    Las palabras de Gedeón al ángel deben ser consideradas cuidadosamente: “Yo te ruego que, si he hallado gracia delante de ti, me des señal de que tú has hablado conmigo”, 6.17. A primera vista parece que está insistiendo sobre lo obvio, pero en realidad sus palabras expresan el temor profundo de Gedeón de que se hubiese engañado a sí mismo.
    Él quiere alcanzar la absoluta certeza de que sea Dios quien ha hablado, y que sea sólo él mismo a quien el mensaje va dirigido. Si el lector enfatiza los dos pronombres, esto le quedará claro: “... que has hablado conmigo”. O sea, “no deje que yo me convenza a mí mismo de un llamado divino si en realidad esta experiencia no debe tener ese significado para mí”.
    ¡Cuán importante es estar seguro de que una palabra sea de Dios, y que esté dirigida directamente a mí! La convicción de que él ha sido llamado es la fuerza del verdadero siervo. Pero, puede ser, lamentablemente, la fuerza motriz del fanático destructor, si es que su idea de un llamado es producto de la imaginación.
    El llamado de Hudson Taylor [el fundador de la gran China Inland Misión] tuvo ese sello auténtico de la certeza que trae paz. Está escrito de él: “Su oración fue contestada antes de lo que él esperaba, por cuanto ese mismo día el Señor a quien buscaba vino repentinamente a su templo, y un pacto fue sellado entre Hudson Taylor y su Dios. Él oró que Dios le dejara experimentar una comunión plena, y prometió, dijo él mismo, «Que, si Dios me salvara enteramente, entonces yo haría cualquier cosa que su causa dirigiera.» Y Dios aceptó su palabra”.
    “Nunca me olvidaré lo que vino sobre mí. Sentí que estaba en la presencia de Dios, entrando en un acuerdo con el Todopoderoso. Me sentí impulsado a retirar mi promesa, pero no pude. Algo dijo: «Tu oración está contestada, tus condiciones aceptadas.» Desde ese momento en adelante, nunca me dejó la convicción de que yo estaba llamado a China”.
    La señal solicitada es la de un sacrificio ofrecido y aceptado. Gedeón ofrecería y Dios aceptaría. La idea del sacrificio es una figura del sacrificio de Cristo; por él la voluntad de Dios será honrada y cumplida a la postre. En presentar el sacrificio Gedeón se identifica con la ley de la consagración a la voluntad y el servicio de Dios.
    La consecuencia es que el temor se va, y entra en el alma un profundo sentido que Dios le ha aceptado; Gedeón está en paz. El que es llamado a la guerra en el nombre de Dios tiene que experimentar primeramente dentro de sí la gran calma otorgada por el propio Príncipe de Paz, el Jehova-salom.
    Gedeón erigió allí mismo un altar en esa ocasión, pero no parece haber tenido el propósito primordial de la realización de sacrificios futuros, sino un monumento a esa crisis en su historia espiritual. Aquí huyó la duda y vino la paz de la certeza; éste fue el lugar de la dedicación propia y de la sentida aceptación de parte de Dios.
         Ninguno salvo Dios y Gedeón participó en la entrevista. El llamamiento al servicio es siempre una transacción privada para uno cuyo secreto más adentro ningún tercero puede compartir.

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