domingo, 6 de enero de 2019

PENSAMIENTO

¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican más que la arena. (Salmo 139:17-18)



Normalmente le damos valor a los pensamientos de un hombre importante que es considerado sabio y bueno. Los atesoramos por su propio peso, pero ¡cuánto realzamos su valor cuando nos conciernen personalmente! Entonces, ¡cuánto más debiésemos valorar los pensamientos de Dios, especialmente cuando nos conciernen!
            Las Escrituras registran Sus pensamientos hacia nosotros. Se nos dice que nos ama, que se compadece de nosotros y nos lleva en Su corazón. La naturaleza también está llena de tales pensamientos. Sin embargo, no es por medio de los símbolos mudos de la naturaleza que descubrimos los pensamientos del Padre, quien quería reconciliarnos consigo mismo. Sus pensamientos nos los reveló “en el Hijo” (He. 1:2). Jesús es Aquel por medio de quien fluyen los preciosos pensamientos del Padre, llenos de inefable bondad, gracia y amor. ¡Cuán preciosos son estos pensamientos de Dios!
            ¡Oh, cuánto debiésemos apreciar Sus inefables pensamientos hacia nosotros! Cómo solucionarían nuestras dudas, calmarían nuestros temores, aliviarían nuestros dolores, acallarían nuestras dudas y suavizarían nuestras enfermedades. Ellos traen confianza, paz y gozo a muchos con un espíritu alicaído, enlutado, atribulado y pensativo. Esta ha sido la experiencia de los creyentes en todas las épocas.
            ¡Qué molesta incredulidad a veces se agita dentro nuestro! Si dejásemos que los pensamientos de Dios, tal como están revelados en Su Palabra, entren y llenen los aposentos de nuestras mentes, ¡cuán diferentes serían nuestras perspectivas y pensamientos con respecto a lo que estamos atravesando!
J. R. Macduff

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