TU RELACION CON EL MUNDO
Tal vez la mayor prueba en la vida del
cristiano se presenta en el asunto de su relación con el mundo. A ciertos
creyentes les resulta difícil dejar algunas cosas mundanas que los aplastan
impidiéndoles que progresen en su vida espiritual. Les resulta demasiado fácil
seguir aferrándose de ciertas cosas que son obstáculos al crecimiento
espiritual.
Recuerdo haber visto
en un restaurant una máquina para probar qué cantidad de corriente eléctrica
puede resistir una persona. Por cierto, que era una de estas trampas para los
necios. Había un par de manubrios en la máquina, y cuanto más se los acercaba,
mayor era la corriente. En una esfera central una aguja iba señalando la
cantidad de corriente que iba recibiendo el individuo, y desde luego la idea
era que cada uno pudiese aventajar a los demás. Después que varios de mis
acompañantes habían tomado los manubrios, los habían aproximado lentamente y
luego los habían soltado, me acerqué a la máquina. Yo había resuelto que, en
lugar de acercar lentamente los manubrios trataría de juntarlos con un solo
golpe rápido. Lo hice, pero con asombro descubrí que la corriente era tan
fuerte que no pude soltar los manubrios. ¡Qué experiencia tan desagradable!
Allí estaba, con la electricidad pasando por mi cuerpo, y haciéndome daño, sin
que yo pudiera zafarme.
Es exactamente lo
que acontece con muchas de las cosas del mundo. Aunque la persona que las tiene
sabe que le están haciendo mal, al parecer no puede soltarlas. El mundo quema
las manos espirituales, pero también las toma con mucha fuerza. Esto no puede
negarlo ninguna persona sincera.
Hay varios pasajes
en las Escrituras que hablan de la relación del cristiano con el mundo. Jesús
dijo: “No sois del mundo” (Juan 15: 19). Pablo dice en Tito 2: 12 “Enseñándonos
que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo
templada y justa y píamente.” En Efesios 2: 2 dice el mismo Apóstol: “En que
en otro tiempo anduvisteis conforme a la condición de este mundo, conforme al
príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora obra en los hijos de
desobediencia”. Luego en los versículos 12 y 13, sigue diciendo: “En aquel
tiempo estabais sin Cristo, sin Dios en el mundo. Mas ahora en Cristo Jesús,
vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la
sangre de Cristo”. En estos pasajes se hace notar un tremendo contraste entre
lo que era esta gente antes y después de su conversión. Antes de que fueron
savados, seguían el camino de este mundo, y los deseos del Maligno, pero desde que
conocen a Cristo, las cosas han cambiado.
En 2 Timoteo 4: 10,
escribe el apóstol: “Porque Demas me ha desamparado, amando este siglo, y se ha
ido.” En Santiago 4: 4 tenemos esta declaración tremenda: “Adúlteros y
adúlteras, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios?
Cualquiera pues que quisiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de
Dios.” Y en 1 Juan 2: 15, notemos estas palabras: “No améis al mundo, ni las
cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está
en él.”
Permíteme una cita
más de la Palabras de Dios: “Por lo cual salid de en medio de ellos, y
apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré” (2 Cor. 6:
17).
El que quiera ser un
cristiano verdadero debe escuchar y obedecer lo que dice la Palabra de Dios
acerca de sus relaciones con este mundo de pecado. Cuando una persona acepta a
Cristo y ha experimentado una transformación en su vida, necesariamente tiene
que dejar muchas cosas y costumbres y placeres del mundo. La razón es, como lo
expresa Juan en su primera epístola, capítulo 5 y versículo 19, que “todo el
mundo está puesto en maldad”. Cualquiera que contemple el mundo sin prejuicios,
verá que, en general, se ha apartado de Dios y está lleno de toda suerte de
inmundicia y maldad. Los mundanos aman las cosas malas e impuras. La mayoría
de los placeres del mundo se relacionan con lo sucio e impuro, y muchas veces
con lo que es positivamente vil y degradante.
Todo el espíritu del mundo es de
indiferencia frente a las cosas de Dios, cuando no de odio abierto a Cristo. El
espíritu del mundo gira en gran parte alrededor del amor hacia las cosas bajas
y contrarias a la santidad. Las conversaciones viles de los mundanos, su bajo
nivel de conducta y las desviaciones sexuales e inmorales del mundo no son por
cierto cosas que el cristiano puede codiciar. Casi no existe un solo placer
popular en el mundo de hoy, que no esté relacionado con lo degradante. Casi
todas las cosas intencionalmente tienen como su centro el crimen o el sexo.
Sin duda todos los cristianos se dan cuenta
que siendo el mundo lo que es, ellos tienen que trabar en alguna parte una
línea que los separe de él. ¿Dónde deben trazarla? Y es así como tú que crees
en el Señor Jesucristo y que buscas seguirle, te encuentras de inmediato frente
a ciertas preguntas pertinentes. ¿Puedo ir al cine? ¿Debo jugar a las cartas?
¿Seguiré bailando? ¿Puedo fumar?
Estas y muchas otras preguntas surgen de tu
mente y exigen contestaciones categóricas. ¿Cuál será la respuesta del cristiano?
Bastante se ha escrito y hablado de todas estas cosas, y disertar largamente
sobre ellas aquí resultaría superfluo. Muchos escritores cristianos se han
ocupado con gran capacidad de estos problemas.
Creemos que
cualquier persona honrada tiene que reconocer que la sala cinematográfica es
un lugar en el cual son glorificados el crimen, la infidelidad y la lujuria,
como también que ninguna persona sana puede mirar las escenas de alcoba que
constantemente se exhiben en la pantalla, sin sentirse afectada en forma nada
beneficiosa. Muchos de los crímenes y delitos sexuales cometidos por la
juventud moderna se deben a la influencia del cine. Este es un hecho que no
puede negarse, y lo afirma continuamente en los Estados Unidos el Federal Board
of Investigation (Departamento Federal de Investigaciones).
A los hombres que manejan la industria
cinematográfica sólo les interesa una cosa: ganar dinero. Con ese fin procuran
llevar a la pantalla las películas que han de atraer al mayor número posible de
personas, sin tener en cuenta la decencia, la rectitud o la pureza. Y así
avanzan más y más por la senda de la lujuria, la inmoralidad y el crimen. Es
una lástima que tantos millones de seres humanos se alimenten semanalmente de
las vergonzosas películas que se exhiben en la actualidad.
De vez en cuando se exhiben algunas
películas que de por sí son buenas, pero el fin perseguido en exponerlas es
alcanzar a aquella minoría de personas escrupulosas que se niegan a concurrir a
las funciones inmorales, pero que también tienen dinero. ¡Hollywood, el lugar
donde se hacen las películas, es la cloaca más inmunda de la tierra!
En lo que al baile se refiere, creo que debe
reconocerse lo mismo: que se funda principalmente en la atracción sexual, y que
incita las bajas pasiones de los hombres. Aunque algunos traten de presentar
argumentos en favor del baile, creemos que éstos carecen de valor y que son
fútiles y necios. Si alguien niega que el baile se funda en el sexo y en la
lujuria, que trate de organizar un baile en donde los hombres bailen con
hombres y las mujeres con mujeres. ¡A ver qué éxito tiene!
Los naipes están asociados a los juegos de
azar, hasta en el pensamiento de los niños. Creemos que los cristianos no deben
participar de ellos. El niño que ha sido criado en un hogar en el que no se
juega a las cartas, no ha de correr el mismo riesgo de caer en manos de
jugadores cuando llegue a ser hombre, que aquel joven que aprendió a jugar en
su casa y que por ello puede ser fácil presa del vicio del juego.
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